Destinados (+18)

Autor: a_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 26/05/2011
Fecha Actualización: 31/08/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 178
Visitas: 220924
Capítulos: 59

TERMINADO

Durante esos meses sin saber de él mi vida había pasado sin más. Me había dedicado a mi trabajo, a evitar a mi ex, y a intentar recuperar algo de lo que había sido Isabella Swan.

La ruptura de mi compromiso a un mes de la boda me había afectado a todos los niveles. Me había vuelto más huraña y desconfiaba de los hombres y las relaciones, y motivos no me faltaban?

Pero todo tiene un principio y un final, y seguramente yo ya estaba a medio camino de lo que sea que el destino me tenga preparado.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 32: No quiero separarme de ti nunca más.

Bella POV


El aroma de huevos revueltos que se extendía por todo el apartamento y llegó hasta mi habitación despertando mi estómago, y éste a su vez haciendo que me levantase de la cama para seguir ese olor tan apetecible. Realmente estaba hambrienta. No sabía qué hora era, pero al llegar al salón pude ver el sol. Hacía rato que había salido ya, puesto que estaba en un su sitio en el cielo resplandeciendo maravillosamente en uno de los puntos más altos de su órbita.


- Buenos días – saludé a Rosalie al llegar a la cocina.


- Hola dormilona, que tal amaneciste? – preguntó Rosalie sonriendo mientras me servía el desayuno.


- Muy bien, y si me tratas así de bien creo que voy a sacar a Emmet a patadas y me voy a mudar aquí contigo – dije sonriendo y dando buena cuenta de los huevos revueltos, las tostadas y el zumo de naranja que Rosalie me había preparado.


Ambas empezamos a reír y casi me atraganto con la comida.


- Desde que hora estas levantada? – pregunté viendo el desayuno y a Rosalie tan despejada.


- Hace solo una hora, aún no desayune, te estaba esperando, aunque tengo que decirte que ya no hubiese aguantado mucho más! – reímos de nuevo.


- Pero qué hora es? – pregunté sorprendida.

- Bella realmente cuando te levantas eres la persona más despistada del mundo – reía Rosalie sentada a mi lado con su desayuno – son las diez de la mañana, tampoco es tan tarde no?


- Bueno, teniendo en cuenta que me levanto no más tarde de las siete a diario, y como mucho el fin de semana a las ocho, haber dormido hasta las diez es toda una cura de sueño – dije animada.


Acabamos de desayunar y recogimos entre las dos la cocina. Nos fuimos a dar cada una una ducha y a vestirnos. Hacía un día maravilloso para salir a dar un paseo.


Cuando estábamos listas en el salón decidiendo qué haríamos durante el día, oímos que la puerta se abría y ambas nos miramos extrañadas.


Emmet atravesó la puerta y se dibujó una sonrisa en sus labios al ver a Rosalie.


- Hola mi amor – dijo Emmet avanzando.


- OSITO!!!!!  - gritó Rosalie saltando a los brazos de Emmet. Se respiraba tanto amor entre elles que me incomodaba estar allí para que no tuviesen intimidad.

 
- Hola Bella, que tal estas? – me preguntó Emmet acercándose a mí y dándome un achuchón y un beso en la mejilla.


- Bien Emmet, gracias. Y tú qué tal? – pregunté.


- Ahora que estoy de vuelta con mi amor mucho mejor – dijo mirando a Rosalie que seguía sujetando su mano.
- Emmet, Bella y yo estábamos haciendo planes, quieres unirte a nosotras? – preguntó Rosalie.


- Oh no Rosalie! No se apuren, yo me marcho, aprovechen y pasen el día juntos, hace un día estupendo para pasear – dijo con tristeza.


- Dónde está Edward?  - preguntó Rosalie a Emmet.

- Bella, Edward está en su apartamento – dijo Emmet mirándome.


- Emmet, tú crees que él… - no terminé la frase y Emmet entendió a que me refería.


- Ve, nosotros nos quedaremos aquí por si nos necesitan – dijo Emmet.

 

Edward POV


Nos levantamos temprano para regresar a New York. Quería llegar a casa e ir a ver a Bella. Teníamos muchas cosas de las que hablar y solucionar, pero sobre todo quería pedirle que viviese conmigo, no quería pasar ni un minuto más alejado de ella.


Salimos sobre las diez de la mañana rumbo a New York. En apenas una hora ya estábamos entrando con el jeep en el aparcamiento del edificio en el que vivíamos.
Emmet estaba deseando de ver a su osita, como él la llamaba. Yo tenía ganas de darme una ducha y llamar a Bella. La invitaría a comer y pasaría la tarde con ella.
Subimos a nuestro piso y nos despedimos entrando cada uno a nuestro apartamento.


Llegué y dejé la bolsa en la habitación y me fui directo a la ducha. Me dí una ducha rápida y cuando estaba secándome llamaron al timbre, seguro que era Emmet que algo se le había olvidado.


Me envolví la toalla alrededor de la cintura y salí a abrir la puerta descalzó y col el pelo mojado.
Cuando abrí la puerta me encontré con algo que realmente no esperaba, Bella. Se veía distinta, se había cambiado el corte de pelo, pero lo mantenía largo, a mitad de la espalda, y también se había hecho algunas mechas más claras de su color natural. Estaba hermosa, el cambio de look le favorecía, sin duda.


Estaba ahí de  pie mirándome de arriba abajo y centró su mirada en mi toalla.


- Creo que te pillo en mal momento – dijo tímidamente.


- Si me das cinco minutos, pasa y ponte cómoda, no tardo nada – le dije abriendo la puerta para que entrase.

Bella entro tímidamente dejando tras de sí ese aroma de fresas que tanto me gustaba.


- Toma lo que quieras para beber, tardo cinco minutos – dije saliendo hacía mi habitación.


Ella solo asintió con la cabeza y se fue hacia la cocina.
Llegué a la habitación hecho un manojo de nervios. Me sequé el pelo con la toalla que llevaba en la cintura y me vestí. Con las prisas casi me caigo cuando me estaba poniendo los pantalones. Salí de la habitación poniéndome aún la camiseta.


Bella me esperaba de espaldas sentada en uno de los taburetes de la cocina. Tenía sus pequeños hombros en tensión, podía verlo por la posición de sus codos apoyados en la barra y la forma en la que sus hombres se juntaban hacía su cuello.


Me acerqué rodeándola y entrando en la cocina. Cogí un botellín de agua de la nevera, era justo lo mismo que ella tenía entre sus manos. Ambos nos miramos y sonreímos tímidamente.


Estaba hermosa con su camisa azul y sus jeans ajustados. Aunque he de decir que para mi Bella siempre estaba hermosa, incluso con pijama  y despeinada cuando se acababa de levantar la seguía encontrando sexy.
Ambos seguíamos mirándonos a los ojos sin apartar la vista el uno del otro.


- Nos sentamos en el sofá, creo que tenemos una conversación pendiente – Bella asintió y se levantó del taburete.


Hice un ademán con la mano cediéndole el paso y me encamine al sofá pisándole los talones y aprovechando para recrear mi vista en su anatomía.


- Bien  - dije cuando nos sentamos – creo que hay algo que debes saber, aunque a juzgar por lo que viste en la puerta del hospital el viernes… - dije algo avergonzado – espero que me escuches.


- Edward, creo que podemos evitarnos esa parte, ya sé lo que pasó, y sé que no fue culpa tuya, lo vi, y conozco a Victoria para saber que te está utilizando para hacerme daño, así que no tengo intención de enfadarme ni de hacerte ningún reproche, se bien que fue ella quien te beso y … - la interrumpí poniendo un dedo en sus labios.


- Sssssh – le dije – yo no evité el beso, así que creo que si debó disculparme por no saber reaccionar y evitar que me besara, debía preverlo. Lo siento Bella – dije acariciando su mejilla.


Bella me miraba con esos maravillosos ojos de color chocolate que tanto me gustaban. Los tenía abiertos de par en par y  su boca también se abrió levemente.

Acerqué mi mano hasta sus labios y los acaricié con mis dedos, eran suaves y sedosos, aun recordaba el tacto de sus labios sobre los míos y la calidez de su aliento y su lengua contra mi boca. Sin darme cuenta me fui acercando cada vez más hasta que estampé mis labios contra los suyos besándola dulcemente.


Mi cuerpo reacción ante la cercanía de Bella y de sus labios, y mi miembro estaba ya más que a punto dentro de mis pantalones, pero debíamos esperar a tener una charla antes de llegar a ese punto.


Con sumo esfuerzo me separé de Bella. Nos mirábamos a los ojos como si fuera la primera vez que nos veíamos, maravillados por vernos el uno al otro, como si un ciego viera la luz por primera vez.


- No quiero perder el tiempo discutiendo sobre Victoria y sus intenciones, no quiero que pasemos la vida peleando y desconfiando el uno de otro. Te amo, y solo quiero estar contigo, sin rencores, olvidando todo lo que ha pasado. Me quiero despertar cada mañana a tu lado viendo esos maravillosos ojos de color chocolate – le dije acariciando su mejilla – por favor ven a vivir aquí conmigo – dije mirando a Bella.


Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas y se desbordaron de sus ojos. Con mis dedos sequé las lágrimas que corrían por sus mejillas.


- No llores mi Bella por favor – dije algo angustiado.

- Son lagrimas de felicidad Edward – dijo sonriendo – No concibo la vida sin ti, eres mi sol, mi aire, mi todo. Te necesito cerca para vivir…y si quiero mudarme aquí contigo – dijo tímidamente bajando su mirada.


La tomé por la barbilla y le levanté la cara para mirarla a los ojos.


- Te amo Bella, por favor no lo dudes nunca, jamás, pase lo que pase, y prométeme que siempre confiaremos el uno en el otro – dije mirándola a los ojos.


- Te amo Edward, y te prometo que no habrán más secretos entre nosotros –contestó mi Bella.


Eso era lo que necesitaba para envolverla entre mis brazos y besarla como había estado deseando desde que regresamos de la isla.


Sin dejar de besarla la tomé en brazos y la llevé hasta mi habitación, la que ahora compartiríamos a partir de hoy, porque no iba a separarme de Bella ni un solo momento.

 

 

 

Bella POV


Sin dejar de besarme Edward me levantó del sofá tomándome en brazos y llevándome a la que sería nuestra habitación.


Me dejó de pie en el suelo y siguió besándome mientras iba desabotonando mi camisa. Yo sujete su camiseta y tiré de ella pasa quitársela. La lancé por encima de nuestras cabezas provocando que ambos nos riéramos.
Su torso desnudo era perfecto, como cada parte de su cuerpo. No había ni un solo rincón de la anatomía de Edward con un solo defecto. Era como un dios griego que había viajado al presente para encontrarse conmigo, mi dios griego.


Cuando terminó con mi camisa hizo lo mismo que yo había hecho minutos antes con su camiseta, con una sonrisa mordisqueando mi cuello.

Desabotonó mi pantalón y me empujó juguetón contra la cama para quitármelo. Estaba en ropa interior frente a él. Agradecí haber comprado aquel conjunto de encaje negro tan sugerente, solo por ver la cara con la que me miraba Edward había valido la pena.


- Te gusta lo que ves? – pregunté.


- Me encanta – contestó acercándose de un modo gatuno avanzando desde los pies de la cama y colocándose sobre mí para besarme en los labios con pasión.


Intente rodar sobre mi misma para quedar sobre Edward, y el intuyó mis intenciones y me sujetó por la cintura rodando hasta apoyar su espalda sobre la cama quedando yo sobre él.


- Creo que aún llevas demasiada ropa – dije sentándome a horcajadas y desabrochando sus pantalones.


Me giré dándole la espalda a propósito e inclinando mi trasero hacia su cara para bajar sus pantalones.
Edward atrapo mis caderas entre sus manos e incorporándose levemente apoyando su espalda en los almohadones me mantuvo a cuatro patas. Retiró mis braguitas hacia un lado y con sus dedos empezó a acariciar mi humedad.


- Mmmmm, me encanta – dijo acariciando mis pliegues e introduciendo uno de sus dedos en mi interior.
Se me escapó un gemido al notar los dedos de Edward acariciándome.


Se tumbo en la cama sin dejar de acariciarme y se escurrió hacía los pies para llegar hasta mi humedad con su lengua. Iba acariciando mi intimidad con su lengua y sus dedos. Yo estaba tocando el cielo, o al menos se le parecía.


Lo que Edward me hacía sentir era indescriptible. Mi cuerpo vibraba ante su contacto, con un solo beso era capaz de hacer que me humedeciese.
Siguió masajeando y lamiendo hasta que ya no pude más y llegué al clímax.


Edward seguí con los calzoncillos puestos, así me le despojé de tan molesta prenda y me incliné para lamer su miembro. Ahora era mi turno.


Edward jadeaba con cada apretón y lamida que le daba a su erecto pene. Pero lejos de disfrutar del momento como yo había hecho, volvió a masajear y lamer mi intimidad al  mismo tiempo que yo lo hacía con su miembro.
Ambos llegamos al clímax a la vez, jadeando y susurrando nuestros nombres.


Me di la vuelta y me tumbé al lado de Edward. Él me miró y me tomó por la cintura acercándome a él. Me giré y me tumbé sobre su cuerpo. Notaba su miembro erecto en mi estómago, ni mucho menos habíamos acabado, él tenía ganas de más, y yo no me quedaba atrás.


Me desabrochó el sujetador dejando mis senos al descubierto. Me senté a horcajadas sobre él, aún con la tela de mis braguitas entre su miembro y mi intimidad.
Él se colocó de nuevo los almohadones para poder quedarse semi tumbado y poder verme de frente y acariciar mis pechos.


Retiré hacia un lado mis braguitas e introduje su miembro en mi interior, haciendo que a ambos se nos escapase un sonoro jadeo de placer.


Edward dejó mis pechos y se sentó en la cama sin sacar su miembro de mi interior y dejando mis piernas a los lados de sus caderas. Me tomo por el trasero y ambos empezamos a movernos rítmicamente.


El placer que estaba experimentando era abrumador, tanto física como emocionalmente. Tenerlo dentro de mí era la mejor experiencia que había sentido, éramos uno solo, dos cuerpos que se funden y forman un todo.


Entre jadeos y suspiros llegamos de nuevo al orgasmo con nuestros rápidos movimientos de caderas que habían ido aumentando su ritmo conforme los latigazos de placer de nuestros cuerpos se hacían cada vez más intensos.
Mientras teníamos el orgasmo nos besábamos apasionadamente. Edward mordía mi labio inferior suavemente y nuestras lenguas danzaban de modo más sosegado.


Cuando los últimos espasmos musculares desaparecieron, nos quedamos tumbados sobre la cama recuperando el ritmo normal de nuestra respiración.
No sé cuanto rato pasamos allí tumbados, pero nos quedamos dormidos hasta que el timbre de la puerta nos despertó.


Edward me dio un beso dulce en los labios y se puso el pantalón para ir a abrir la puerta.
Oí que hablaba con alguien y volvía a cerrar la puerta entrando de nuevo en la habitación y tumbándose en la cama junto a mí.


- Eran Rosalie y Emmet, nos han traído comida de Angelos, imaginaron que no tendríamos ganas de salir del apartamento – dijo sonriendo – tienes hambre?


- Mmmm si! La verdad es que si, qué hora es? – tomó el reloj de la mesilla.


- Son las dos de la tarde, hora de comer – dijo levantándose y tendiéndome la mano para ayudarme.


Cuando estuve de pie tiró de mi mano pegando mi cuerpo al suyo y besándome del modo en que sólo él conseguía que cada terminación nerviosa de mi cuerpo vibrase antes su contacto.


Nos vestimos con algo de trabajo, ya que Edward no me dejaba vestirme, y fuimos a la cocina a comer.
La comida estaba deliciosa, creo que era adicta a la comida de Angelos, si seguía comiendo de ese modo me iba a poner como una bola.


- Creo que le voy a pedir el jeep a Emmet para ir a buscar algunas cosas a tu apartamento, no quiero empezar la semana sin ti a mi lado – me dijo Edward rodeando mi cintura aún sentados en la mesa.


- Si, necesitaré algunas cosas – dije comiendo la pasta a los cuatro quesos – no creo que tardemos en hacer la mudanza, aún tengo algunas cajas sin abrir, solo llevaba un mes en el apartamento y no he tenido tiempo de instalarme.


- Mejor, eso quiere decir que tardaremos poco en que te instales del todo conmigo – dijo sonriendo con esa sonrisa torcida que tanto había echado de menos.
De repente se levantó de golpe de la mesa y yo me sobresalte.


- Lo siento – se disculpo por su ímpetu – regreso en un momento.


Se fue hasta la habitación y volvió con las manos tras la espalda, estaba segura de que escondía algo.


Se paró frente a mí y clavó una rodilla en el suelo. Sacó la cajita negra de terciopelo que tanto conocía y la abrió.


- Isabella Marie Swan, aceptarías de nuevo casarte conmigo y llevar éste anillo? – dijo solemne.


Porque siempre tenía que llorar? Las lagrimas no me dejaban ver su cara, esa sonrisa que tanto me gustaba, y justo en aquel momento.


- Si quiero, por segunda vez – dije sonriendo y tirándome a sus brazos, cosa que provoco que perdiera el equilibrio y ambos cayésemos al suelo quedando tumbados allí en medio de la sala entre risas.


- Te amo Isabella – dijo mirándome a los ojos y acariciando mi mejilla.


- Te amo Edward – contesté mirando aquellos ojos verdes como esmeraldas que me dejaban sin aliento.


Allí en el suelo de la sala nos fundimos en un beso, pero esta vez no llegamos al dormitorio.

Capítulo 31: La verdad siempre sale a la luz. Capítulo 33: La mudanza

 


Capítulos

Capitulo 1: Sorpresa inesperada. Capitulo 2: Mi destino. Capitulo 3: Vagando por mi mente Capitulo 4: Recuperando mi vida Capitulo 5: Invitación Capitulo 6: Preparativos Capitulo 7: La casa de los Cullen Capitulo 8: Confidencias Capitulo 9: Fiesta de pijamas Capitulo 10: Tocando el cielo Capitulo 11: Un día maravilloso Capitulo 12: Crueles intenciones Capitulo 13: No puedo perderte, tú eres mi vida. Capitulo 14: No puedo separarme de ella Capitulo 15: De vuelta Capitulo 16: Disfrutando el momento Capitulo 17: La propuesta Capitulo 18: ¿Cuándo pensabas decírmelo? Capitulo 19: Misterios Capitulo 20: Consecuencias Capitulo 21: Se que le estoy mintiendo, pero ahora no puedo decirle la verdad. Capitulo 22: Cambio de planes Capitulo 23: Todo tiene un principio y un final Capitulo 24: Forks mi oasis personal. Capitulo 25: De vuelta a mi vida. Capitulo 26: Isla Esme Capitulo 27: Disfrutando del paraíso. Capitulo 28: Volviendo a la realidad Capitulo 29: Ella de nuevo en mi vida. Capitulo 30: Se ha descubierto el pastel Capitulo 31: La verdad siempre sale a la luz. Capitulo 32: No quiero separarme de ti nunca más. Capitulo 33: La mudanza Capitulo 34: No puedo soportar ver a Bella con él. Capitulo 35: El cumpleaños de Esme. Capitulo 36: Me estoy volviendo paranoica. Capitulo 37: Una nueva Bella. Capitulo 38: Descubriendo sus intenciones Capitulo 39: Fin de semana y vuelta al trabajo Capitulo 40: Disfrutando juntos Capitulo 41: Salida en velero Capitulo 42: Ella no está. Capitulo 43: Sorpresa inesperada Capitulo 44: A salvo Capitulo 45: El reencuentro Capitulo 46: Nueva vida Capitulo 47: Dulce espera Capitulo 48: Bella...te necesito. Capitulo 49: El juicio. Capitulo 50: El jucio (parte 2) Capitulo 51: Disparo fallido Capitulo 52: Todo lo que me importa está aquí. Capitulo 53: Tengo una boda que organizar!!!! Capitulo 54: Hogar, dulce hogar Capitulo 55: La boda Capitulo 56: La boda II Capitulo 57: Luna de miel Capitulo 58: Tengo algo que decirte...(Capitulo final) Capitulo 59: Epílogo

 


 
14447494 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios