Haciendo Elecciones (+18)

Autor: skuichy
Género: + 18
Fecha Creación: 26/01/2012
Fecha Actualización: 19/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 39
Comentarios: 248
Visitas: 145614
Capítulos: 54

Todo comenzó con una atracción; me gustabas, quería cazarte. Ambos teníamos pareja, así que sólo era eso, un juego. ¿Pero que pasa cuando uno de los dos quiere más? El juego deja de serlo y una terrible verdad queda sobre nosotros. En el amor las cosas nunca son fáciles, claro tampoco nadie me advirtió que serían así de difíciles.

 

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Capítulo 48: Noticia

**Bella POV**

Traté de lucir tranquila y reírme de las cosas que Sue contaba, pero por dentro, estaba tan nerviosa que mi estómago se agitaba. Agradecí cuando Edward sugirió llevarlos a conocer el Empire State. Sue gritó emocionada y mi papá sólo rodó los ojos,  no era muy fanático de andar de turista, siempre había sido así.

Así que, aquí estábamos en la intersección de la Quinta Avenida y West 34th Street, subiendo al edificio más alto de todo el mundo. Hoy, el día era cálido y algunas nubes acompañaban el atardecer, sin embargo, estar 102 pisos arriba me estaba provocando náuseas y vértigo. El Empire State era un hermoso rascacielos, que se abría paso majestuosamente en el cielo. Cerré los ojos tratando de calmarme, Charlie y Sue estaban asombrados con la hermosa vista que ofrecía Nueva York a las siete de la tarde.

— ¿Estás bien Bella? —Susurró Edward tomando mi cintura y atrayéndome hacía él.

—Sí… sólo tengo algo de vértigo… —cuchicheé contra su pecho.

—Tranquila, —susurró dándome un suave beso en los labios —sólo respira hondo. —Sonreí, respiré hondo y su loción se coló por mi nariz. Suspiré y lo abracé por la cintura — ¿Quién te llamó hace rato? —Preguntó frotando mis hombros con dulzura.

Ya se había tardado —pensé, Edward siempre parecía saber cuándo algo no iba bien.

—Era… Mike, sí Mike necesitaba unos estados financieros… —mentí —me quedé pensando en dónde los dejé... —Edward sujetó mi mentón y me atravesó con la mirada, me estaba analizando; sus ojos estaban impresionantes, el color del cielo y el atardecer le robaban destellos de colores verdes y azules. —Te lo prometo amor… —Esbocé un intento de sonrisa y rogué a todos los cielos porque me creyera.

—La vista es preciosa Bells, tengo que admitirlo. —La voz profunda de mi papá interrumpió nuestro duelo de miradas. Me giré para verlo, estaba sonriendo con sus ojos perdidos en la vista de la ciudad. Agradecí la interrupción porque estaba segura de que Edward no me había creído.

Durante el resto del trayecto fui en silencio, Edward me veía de vez en cuando, preguntándome si ya me sentía mejor. Sabía que le estaba mintiendo, así que decidí distraerlo.

— ¿Qué harás más tarde… por la noche? —Pregunté.

—Voy a ir al grupo… de alcohólicos. —Dijo mirando al frente, a la imponente vista de la ciudad, las nubes se habían coloreado en un rosa intenso y naranja, mientras el sol nos regalaba sus últimos destellos.

— ¿Un día puedo acompañarte? —Susurré hundiéndome en sus fuertes brazos.

—No nena… —me estrechó con fuerza sin dejar de ver el crepúsculo —no me gustaría verte en esos lugares…

—Pero quiero ayudarte… —refunfuñé trazando delicados círculos con mi pulgar en su mano.

—Es algo que tengo que hacer solo… —suspiré en desacuerdo, pero él no agregó nada más.

Durante varios días, estuve buscando en internet todo sobre esa adicción. Trataba de apoyar a Edward en todo lo que me dejaba, cosa que era muy difícil, ya que era muy cerrado respecto a ese tema. Mi último recurso era hablar con Jane, sabía que Edward le contaba muchas cosas, y no podía evitar ponerme celosa. Sé que sólo eran amigos, pero el hecho de que ella supiera más cosas que yo, me ponía mal. Me había abstenido de llamarla, pero lo haría hoy mismo sin falta, respiré hondo.

—El crepúsculo es precioso, ¿no crees? —Dije viendo el hermoso atardecer y tratando de distraerme.

—No.

— ¿Qué? —Pregunté extrañada, desvié un poco el rostro para poder verle a los ojos. Brillaban intensos al reflejarse la luz en ellos, ¿Cómo no iba a ser precioso, si incluso lograba robarle esos colores dorados a sus ojos? — ¿Por qué lo dices? —quise saber.

—Es el final de otro día…

— ¿Y eso qué?

—No me gustan los finales de los días… no… no lo sé. —Fruncí el ceño.

— ¿Por qué? —insistí.

—Porque cada día nuevo, trae cosas nuevas. No sé, no me gusta la incertidumbre. Por ejemplo, este día ha sido excelente, no me gustaría cambiarlo…

— ¿Te gustó el día de ayer?

—Me encantó. —Dijo con una sonrisa y me dio un suave beso en la frente.

—Ahí lo tienes, cada día puede ser mejor.

—Buen punto. —Dijo sonriendo mientras veíamos las luces que comenzaban a encenderse. —No me hagas caso.

Era extraño que dijera eso, quizás cada día le costaba salir adelante por culpa de la adicción que con mis tonterías, lo había impulsado a hacer. Él insistía en que eso, era absolutamente su responsabilidad, pero yo no podía dejar de sentirme culpable. De nuevo, el fantasma de que sólo le estaba haciendo daño aparecía a mi lado. Respiré hondo tratando de no pensar de forma negativa y caminé al lado de Edward, cuando ya nos íbamos. Una vez que salimos del enorme rascacielos, papá me dijo que no se quedarían conmigo.

— ¿Por qué no se van a quedar conmigo?  —Dije molesta viendo a Sue y a papá.

—Bueno… —Sue estaba ligeramente ruborizada —tu papá y yo pensábamos en… en conocer un poco la gran manzana… ya sabes… solos.

— ¡Oh!—dije sonrojándome furiosamente, vaya estúpida, nunca pensé en eso. —Lo siento, por supuesto… —Edward soltó una risita al ver mi rostro y me abrazó por la cintura, mi papá golpeó una piedra con el zapato y Sue sonrió cálidamente hacía mí.

—Reservamos un pequeño hotel. —Susurró mi papá y ¡Oh por Dios!, también sus mejillas estaban encendidas.

Era obvio que querían estar a solas, comer o cenar solos, dormir en otro lado. Me resultaba increíble, ver a mi papá viviendo finalmente la vida que se merecía, y sólo pensar que mi mamá quería verme para algo importante, me revolvió el estómago.

—Entonces mañana nos veremos ¿sí?

De cualquier manera los llevamos a su hotel, así que quedamos en llamarnos cuando yo saliera del trabajo. Pensaba pedirle a Mike permiso para salir temprano y reponerlo al día siguiente.

— ¿Paso por ti mañana para comer? —Preguntó Edward mientras nos bajábamos del auto.

—Sí, a las dos estaría bien.

—Está bien nena, qué tengas dulces sueños. —Me besó suavemente, y como siempre, batallé para salir de su auto.

En cuanto entre a mi departamento, me dispuse a hablarle a Jane.

— ¿Bella? —Preguntó Jane con voz extrañada del otro lado de la línea.

—Ho… hola… ¿cómo has estado?

—Bien, ¿qué ocurre? ¿Está bien Edward? —Fruncí el ceño.

— ¿Crees que podamos vernos?

—Eh… bueno yo… iba rumbo al grupo… ¿qué ocurre?

— ¿Podemos vernos? ¿Por favor? De verdad es muy importante para mí. Y bueno… —suspiré.

—Humm está bien… ¿dónde quieres que nos veamos?

— ¿Te parece en bien en el Hard Rock? —Dije con una sonrisa.

—Voy en camino.

Si algo me gustaba de Jane era precisamente esto, que ella no se andaba con rodeos. Sabía que yo necesitaba algo y no había dudado en preguntarme, así que salí de mi departamento y me monté en la motocicleta.

Miré hacia todos lados, por la hora, Alec ya se había ido a seguir a Edward y aparecería hasta el día siguiente. Así que aliviada, aceleré para ir al café; me había cambiado de ropa, ahora lucía unos sencillos jeans, me había calzado mis converse y me había puesto mi cazadora roja.

El Hard Rock, era un emblema americano, estaba sobre la avenida 1501 en Broadway, en el corazón de Times Square, así que aceleré ya que estaba un poco lejos de mi departamento.  Al entrar el olor a comida era tan tentador, que en lugar de pedir un sencillo cappuccino, pedí unos Twisted Mac Chiken. De tan sólo pensar en esos macarrones con queso y pollo… se me hizo agua la boca.

Mientras esperaba a Jane y a mi platillo, estuve mirando el café, quizás podría traer a Charlie para que viera la discografía The Ramones, o los Beatles. No se sí le gustaría por la cantidad de personas, pero nada perdía con intentarlo.

Jane no tardó nada en llegar, vestía unos jeans muy ajustados y rotos dejando ver sus cremosas piernas, su cabello largo y rubio caía por detrás de su espalda, la blusa con un Elmo rojo  gigante estampado me hizo sonreír.

—Disculpa la tardanza. —Dijo sentándose frente a mí. —Como veras jueves en la noche, Time Square… —gesticuló con las manos —no es buena idea. —Me ruboricé por haberle pedido venir a este lugar.

—Lo siento… es que… tengo algunas cosas que preguntarte.

Al mal tiempo, darle prisa.

— ¿Sobre Edward?

—Sí.

— ¿Piensas de nuevo que te engañamos o algo? —Preguntó con una sonrisa, volví a ruborizarme por haber pensado eso la primera vez que los vi juntos.

—No, —negué con la cabeza —es sobre… sobre su adicción al… al alcohol. —Susurré nerviosa.

—Oh… —Dijo acomodándose en el asiento. — ¿Qué quieres saber?

— ¿Por qué no puedo ir con ustedes?

—Ah… —soltó una risita —no es que no puedas ir, lo que pasa es que Edward prefiere hacer esto solo.

—Pero quiero ayudarlo…

—Ya lo has ayudado bastante, Edward es… —suspiró —complicado. —El mesero apareció y Jane se distrajo ordenando unos nachos con extra queso. — ¿No te molesta que ordené algo de comer? —Sonreí y negué.

—Acabo de pedir un platillo. —Jane sonrió. —Sé que es complicado… —dije retomando el tema —pero no entiendo porque no quiere que lo ayude.

—A ese lugar, van personas de todo tipo. Desde personas con fuertes adicciones, hasta otros con principios, como Edward. La última vez que bebió estuvo inconsciente por unos días. —Susurró como si lo que recordara le doliera, y automáticamente me dolió el corazón con tan sólo imaginarlo. —Pero está bien, ahora está bien. No ha de querer que vayas, para que no interrumpas su avance. —Cerré los ojos.

—O sea que soy como un estorbo. —Murmuré con tristeza.

—No, para nada. —Estiró la mano hacía mí. —Esto que hace, lo hace por ti Bella, pero más que nada por él.

El mesero puso frente a mí el platillo, y aunque el olor a pollo era delicioso, ya no tenía tanta hambre; jugueteé con la comida, sin probar bocado, Jane lo notó y volvió hablar.

—Bella, come por favor, eso se ve delicioso. —Sus ojos azules centrados en mi platillo.

— ¿Quieres? —Pregunté con una media sonrisa.

—Mmm… bueno ¿Por qué no? —tomó un tenedor y probó el platillo, cerró los ojos y asintió. —Delicioso.

—Jane… —susurré — ¿Por qué a ti si te deja ir con él al grupo? —ella tomó otro bocado y luego habló.

—Yo lo invité a él, —fruncí el ceño sin entender —Bella yo… soy alcohólica. —Solté el aire bruscamente y parpadeé varias veces, quizás había escuchado mal… — ¿Si te lo cuento te sentirás mejor? —Soltó una risita y yo seguí en shock —te has quedado más blanca que un muerto.

—Lo… lo siento. —Dije encontrando mi voz —Nunca pensé eso, yo… no tienes por qué contármelo…

—No me molesta contarlo, —el mesero puso frente a ella los nachos —bueno te lo contaré si te pones a comer. —Sonreí y di un bocado. —Laurent era mi novio, hace cuatro años. Todo iba perfecto entre nosotros, no te aburriré con los detalles sobre eso… sólo te diré que Laurent bebía mucho. —Mordió un nacho mientras yo bebía de mi coca cola. —Al principio pensé que era divertido, salíamos de antro todos los días, bebíamos hasta el amanecer, vivíamos juntos, ¿Qué más podía pedir?

— ¿Y tus papás? —Pregunté.

—Mis papás son muy ricos... Tanto que… —suspiró —nunca me pusieron atención. ¿Sabes? El dinero no lo es todo. Necesitaba mucho más que eso, con Laurent pensé que había encontrado todo el cariño que siempre quise. Era más tonta que ahora, tenía sólo veinte años, —sonrió sin ganas —pensé que amar era follar todo el tiempo y vivir con la persona que amabas. —Suspiró. —Como lo amaba, pensé que estaba bien… que estaba bien ser como él, así que bebíamos casi por igual.

—Eras muy joven… —susurré.

—Bebíamos hasta quedar casi inconscientes, bueno, él sí quedó muchas veces.  Hasta aquel día… Jane sujetó con fuerza el vaso donde bebía habíamos bebido de nuevo en exceso y Laurent venía manejando como loco, con la música a todo volumen… no… no vimos cuando se puso en rojo el semáforo y chocamos contra un auto… era una familia. —Se quedó en silencio y mi corazón se agitó angustiado.

—No necesitas seguirme contando…

—Todos murieron Bella. Todos menos yo. —Dijo con la voz entrecortada.

Jane dejo su relato de lado, unas lágrimas salieron de su rostro y se las limpió rápidamente.

—Lo siento tanto, Jane yo…

Cuando conocí a Edward, —sonrió y sorbió un poco su nariz —y empezó a beber… algunas veces llegaba casi ahogado en alcohol… te puedo jurar que veía a Laurent, —se calmó un poco y volvió a comer nachos. Yo por el contrario ya quería vomitar el pollo. —Edward es… es tan tonto. —Dijo riéndose y no pude evitar reírme.

—A veces es muy testarudo. —Dije con una sonrisa.

— ¿A veces? —Elevó una rubia ceja —Él no aceptaba su problema. Pasaron muchas semanas antes de que se diera cuenta de que estaba mal. Un día, simplemente llegó y dijo: llévenme a ese lugar. Demetri y yo no podíamos creerlo, después supimos que estabas de regreso. —Sonreí. —Esto que hace lo está haciendo por ti, así que no te sientas mal si no te quiere llevar… sólo está en busca de reencontrarse como persona.

—Muchas gracias por contarme esto Jane, —dije empujando a un lado mi platillo, ya no tenía hambre —me has hecho sentir muchísimo mejor.

—Celosa. —Dijo viéndome, sus ojos azules brillaron con diversión y me ruboricé.

—Lo siento… y tú… tú como vas con Demetri.

—Oh… —dijo sin poder evitar una sonrisa —él es… —suspiró —bueno, él es grandioso. Me hace reír, compartimos tantos gustos, no le importa mi pasado ni tampoco me juzga. Yo procuro tampoco hacerlo, aunque… quizás nunca ha sido alcohólico pero ha tenido otros excesos… sobre todo con el sexo. —Hizo una mueca. —Ha estado con tantas mujeres que me asusta, —confesó —pero confió en él, como él lo hace en mí. La confianza es lo único que tenemos.

**Edward POV**

Después de ir al grupo, me fui a entrenar un rato. Ya era muy tarde, pero me sentía ansioso. No todos los días me sentía así pero hoy era uno de esos días, la culpa: Alice Cullen.

**Flashback**

—No puedo creer que volvieras sólo para felicitarme duende. —Dije viendo a mi hermana, estaba un poco molesto, ¿por qué usaba esos vestidos tan cortos?

 —Vine a organizarte una fiesta. —Canturreó.

— ¿Qué? Claro que no.

—Nunca quieres festejarte lo sé. ¿Sabes que mis papás vendrán a ver unas cosas de la empresa?

—Hum… —Suspiré.

—Por favor Edward, ¿no te parece genial que nos reunamos? Siempre estás tan alejado, tan distante… —Suspiré.

—De acuerdo. —Dije sin pensarlo porque si lo hacía me arrepentiría.

Alice abrió los ojos, como cuando éramos niños y le decía que los regalos de navidad ya estaban bajo el árbol. Hoy lucía un pequeño vestido en color rosa oscuro, por supuesto que no estaba de acuerdo con lo corto que estaba; sus blancas y largas piernas se veían demasiado para mi gusto, pero ¿qué decirle si ella misma los diseñaba?

— ¡Me muero! —Gritó y se colgó a mi cuello —Te amo hermano, ¡te amo! —Daba besos por todo mi rostro fastidiándome.

—Alice, por favor déjame hablar… —Dije mientras la veía fijamente. —No sabía que era tan importante para ti hacerme una fiesta de cumpleaños. —De pronto, Alice elevó una ceja y dejó de abrazarme. —Además ya pasó…

—Sólo tengo una condición. —Dijo mirándome fijamente, bufé.

—Deja de ponerme condiciones Alice, sabes que ni siquiera quiero una fiesta…

—Por favor… —suplicó, sus ojos intensos y azules mirándome a través de esas largas pestañas.

—Maldita sea contigo duende, ¿qué?

—Quiero arreglar el jardín. —Solté una risotada.

— ¿Es en serio? —Ella asintió. —Sabes que no me gustan esas cosas...

—Por favor, ¿qué te cuesta dejarme hacer bien las cosas? —Resoplé.

—Está bien… —Dije refunfuñado, Alice gritó y se lanzó a mi cuello.

—Tenemos un trato entonces hermanito.

**Fin del Flashback**

Así que sí, mi hermana me había puesto una trampa. Quería hacerme una fiesta, sé que nos quería reunidos, pero también quería forzarme a llevar a Bella. No es que yo no quisiera presentarla con mis padres, ¡Por Dios! si hoy ella me había presentado con el suyo.

Lo que pasaba era que, dentro de mí, aún tenía miedo de la reacción de mi familia al verme al lado de Bella. Alguna vez mis hermanos habían detestado a Tanya, me habían dicho muchas veces que la dejara. Ahora lo que más quería… era que aceptaran a Isabella, eso era primordial para mí.

No quería de nuevo vivir el infierno que viví durante mi relación con Tanya, fueron tres años donde Emmett me ignoraba y Alice me gritoneaba que los había cambiado, donde dejé de visitar a mis padres e incluso me mudé de la ciudad. Había sido tan duro para mí, escuchar a mi madre decirme que Tanya le parecía una chica interesada; Esme, que siempre me había apoyado, que con su dulce mirada me había calmado, me dijo que Tanya no le gustaba para mí. Sin embargo yo la amaba ciegamente; dejé todo por ella, la empresa, mi familia, mi gusto por cualquier cosa… desde tocar el piano hasta a mis mejores amigos.

Tanya había sido mi vida y uno de mis más grandes errores. Con Jessica había sido diferente, al menos mis padres la querían y era de las mejores amigas de Emmett. Aceleré mientras corría, pensar en Jessica me ponía de muy mal humor. No quería eso para Isabella. Y en cuanto a mis padres… bueno, ni siquiera querían detenerme a pensar que dirían al verla. De nueva cuenta me había distanciado de mi familia y ahora tenía que remediarlo.

**Bella POV**

Una enorme cabaña se extendía a lo lejos, se veía sucia y descuidada. La niebla no me dejaba ver bien; estaba en medio de un frio bosque, rodeado de enormes pinos canadienses. Se veía tan tétrica y abandonada, que seguramente nadie había vivido ahí en años.

— ¿Qué puedes tener tú, que no tenga yo?

Busqué por todos lados pero no había nadie, solamente un bosque oscuro y la cabaña, era todo lo que podía ver. El frió me helaba hasta los huesos, caminé insegura hasta aquel sitio, sentía que lo necesitaba; era como si la cabaña fuera un imán para mi cuerpo, era como si mi vida estuviera dentro de ese lugar.

—Él ahora me pertenece.

¿Pero quién rayos hablaba? Abrí la puerta y esta crujió al empujarla, todo estaba muy oscuro, había muebles viejos y llenos de polvo; en medio de la enorme sala, estaba una fogata y frente a ella, se encontraba un niño de cabello oscuro. Al notar mi presencia, se giró para verme, su rostro era tan pálido como el de un fantasma ¿tendría frio? Sus ojos eran de un intenso azul con verde, di unos cuantos pasos hacía él, pero el frio contacto del metal sobre mi espalda me hizo estremecer, sin duda… era un arma.

Desperté con un gemido casi agónico, y mi corazón amenazó con salirse por mi garganta. Tener dulces sueños me era imposible, y esta noche, no fue la excepción. Con tan sólo recordar la pesadilla me estremecí.

Por culpa de eso, me levanté más temprano de lo habitual. Durante el transcurso de la mañana, estuve llevando y trayendo las cosas que Mike me pedía.

—Aún hueles a alcohol. —Eric seguía burlándose de mi resaca. Sabía que lo decía en broma, ¡Por Dios! ya habían pasado días de eso.

—Eres tan mentiroso, seguramente tu nunca has bebido. —Murmuré sarcástica.

Seguimos platicando y agradecí sus intentos de hacerme sonreír, porque realmente recordar que mañana me vería con Renée, me tenía con los nervios de punta. Hoy me había puesto un sencillo vestido en color negro, era ajustado y me llegaba justo debajo de las rodillas, mi cabello estaba sujeto en una alta coleta. Los zapatos estaban altísimos, como para desgarrarme el tobillo si me caía.

Edward fue por mí saliendo del trabajo, y como siempre, parecía un modelo salido de las revistas. El traje oscuro destacaba sus profundos ojos verdes, la camisa gris acero, le daba un aire tan endemoniadamente sensual que debería ser ilegal, se veía imponente. Saber que debajo de aquel atuendo hermoso, aún había más belleza me hizo sonrojarme. Iríamos con mi papá y Sue a visitar la estatua de la libertad. Mi papá de nuevo, había hecho sus resoplidos de desconformidad, pero mi entusiasmo y el de Sue lo habían convencido.

—Estás preciosa. —Susurró estrechándome con fuerza, suspiré contenta. Todo el día sentía que algo me faltaba, hasta que me encontraba entre sus brazos.

—Lo mismo digo señor Cullen, luce tan guapo. —Sonrió y tomó mi mano.

Fuimos por ellos al hotel y ahora, Edward conducía cerca del muelle de Battery Park, al sur de Manhattan. Al llegar nos subimos al Ferry, ya que era necesario abordarlo para poder llegar. El viento fresco, despejaba mi mente de los recuerdos de reunirme con mi madre. Sue apuntaba hacia diferentes puntos, mostrándole a papá la ciudad. Edward deslizaba sus labios lentamente por mi cuello, prendiendo cada una de mis alborotadas hormonas.

—Te luciste con los boletos para poder entrar al mirador. —Dije girándome y colocando mis brazos alrededor de su cuello.

—No fue nada. —Dijo encogiéndose de hombros y dándome un suave beso.

Conseguir boletos para ir al mirador de la Estatua de la Libertad, era casi imposible en estas fechas; ya que había que reservar con semanas de anticipación. Sin embargo, Edward había aparecido hoy en la tarde con tickets para todos.

Las filas eran tan grandes que Charlie sugirió que no era necesario, pero para el asombro de los tres, los guardias sólo murmuraron un: adelántate señor Cullen y nos abrieron otra puerta sin necesidad de formarnos en la fila. Curiosamente, nadie se quejó, como si con la mirada, Edward fulminara a cada uno de los que pensara en hacerlo.

— ¿Vas a creer que nunca he venido aquí? —cuchicheé cerca del oído de Edward.

— ¿No? —Preguntó incrédulo y elevó una cobriza ceja. Negué con una sonrisa.

—Nunca había tenido tiempo, y me siento tan pequeña aquí dentro… además ya sabes que me da vértigo.

—Te has perdido mucho por culpa de ese malestar tuyo. —Susurró cerca de mis labios.

Sus ojos chispeaban alegres; verdes con matices azules. Su sonrisa era como la de un niño alegre, en ese traje oscuro, no hacía más que levantar pasiones a su paso y robar suspiros. Sin poder contenerme, me lancé a sus labios suaves y tentadores. Él sonrió contra mís labios y me devolvió el beso, sus manos estaban firmes en mi cintura y su boca era tierna y mesurada. Quería enredar los dedos en su cabello, pero me limité a cruzar los brazos sobre su cuello, lentamente deslicé la lengua para jugar con la suya y le robé un suspiro. Un carraspeó nos hizo separarnos, me ruborice al instante, en cambio Edward sonrió y me dio un beso en la frente.

—Chicos… —Sue estaba sonrojada y Charlie ni siquiera me miraba. Clavaba los ojos en la vista que teníamos frente a nosotros. —Quizás podemos ir Liberty Island, escuché que es muy bonita…

—Claro que si Sue, —dijo Edward —vayamos.

Dimos un paseo por los jardines que rodeaban la estatua de la libertad, mi papá y Sue iban delante de nosotros. Cuando llegamos a las praderas, que están al pie del monumento, pudimos apreciar sus grandes dimensiones y su hermosura. Durante el paseo me deleite con la belleza que daba la vista de la bahía y, sobre todo, de la excelente vista panorámica del Skyline de Manhattan. Sonreí, me sentía como una turista más; Edward tenía su mano en mi espalda baja, y de vez en cuando, dejaba que se deslizara hacía mi trasero. Varias veces lo fulminé con la mirada, pero ver sus ojos azules por el mar, oscurecidos ahora por el deseo, me robaban el aliento. Sé dedicó también a platicar con Charlie sobre este lugar, le dijo entre otras cosas, que esta isla estaba considerada como patrimonio de la humanidad.

Después de un día tan agotador, volvimos a dejar a mis padres en el hotel.

— ¿Te quieres quedar a dormir conmigo  hoy? —Susurré jugueteando con su corbata de seda negra.

—Mmm… tengo que ir al grupo nena… —Barrió mi mejilla con el pulgar.

Por favor… —cuchicheé entre sus labios, besándolo en forma de súplica.

Era ridículo que me portara así, pero era más ridículo, que aún no quisiera irme a vivir con él. Después de mi platica con Jane, lo de no vivir juntos me parecía cada vez más absurdo.

—Eres una pequeña y deliciosa tentación, ¿sabes? —Susurró enterrando las manos en mi cabello.

— ¿Entonces? —Pregunté casi sin aliento.

Me estaba besando de manera suave, pero concienzuda, y que se intensificó conforme pasaban los segundos. De pronto, ya estábamos entrando a trompicones por la casa. Le quité la corbata, mientras subíamos dificultosamente las escaleras y antes de entrar al dormitorio, yo ya no llevaba mi vestido.

Esa noche, Edward se quedó en mi pequeño departamento e hicimos el amor. Sus manos eran urgentes mientras se pasaban por mi cuerpo y fuertes al sujetarme las caderas, las mías eran demandantes mientras le arañaba su ancha espalda. Nuestros gemidos, inundaron mi pequeña habitación. Se veía increíble, cada musculo de su tonificado cuerpo se marcaba durante cada embestida, se ondulaba contra mi cuerpo con suma perfección, me penetró por última vez con una profunda estocada y se corrió susurrándome al oído que me amaba. Me sentía tan feliz y completa. Cuando se quedó dormido, estuve acariciándole el suave cabello hasta que me quedé dormida…

**Edward POV**

— ¿Estás bien? —Susurré frotando sus delicados hombros mientras se limpiaba las lágrimas.

—Sí… sólo fue una pesadilla.

—Todo está bien nena. —Bella se había despertado llorando en medio de la noche y la verdad que me tenía asustado. La estreché entre mis brazos.

—Edward… yo… ya lo he pensado y… —tomó aire —si quiero que vivamos juntos. —Solté todo el aire de golpe. Fruncí el ceño y escudriñé en sus profundos ojos marrones.

—No tienes que decidir eso aún nena, sabes que… —puso un dedo en mis labios

—No puedo dormir si no estás a mi lado, te necesito. Lamento ser tan tonta y posponer algo que anhelo, tenía mucho miedo de que te aburrieras de mí, tu mejor que nadie sabes que vivir con alguien no es fácil y…

—Eso nunca va a pasar. —Interrumpí, su rostro lucía a penas bañado por la luz que se colaba de fuera.

—Aún tengo muchos espectros de la inseguridad rondándome, por eso no quería que nos mudáramos. Pero ahora entiendo que mi lugar, es en donde quiera que tú estés. —Dijo tomando una de mis manos.

—Te he dicho mil veces que no eres la única con inseguridades, ¿te sentirías mejor si te digo que pensé que me estabas rechazando? —Abrió los ojos luciendo sorprendida.

—No sé cómo puedes seguir pensando en eso. —Dijo molesta. Sólo sonreí torcidamente y enmarqué su rostro con las manos.

— ¿Estás segura?

—Como nunca cielo.

Mentiría si dijera que algún día iba a tener suficiente de Bella, era tan hermosa y tan tierna que me dolía. Cada vez me era más indispensable hacerle entender lo importante que era que estuviera en mi vida, no la dejaría marchar nunca. Volvimos a hacer el amor entre promesas y caricias. Esta vez fui suave y diferente, recorrí cada parte de su piel con los labios, con devoción y sin premura. Sus manos eran tan suaves como el rocé de una pluma.

Me acomodé entre sus piernas y me deslicé lánguidamente dentro de ella, una… y otra vez. Ella me aferró con las piernas como si así pudiera evitar que me fuera. Sonreí y le di un suave besó en la frente, yo también quería conservarla a mi lado por siempre. Tenía tanto miedo otra vez, como cuando la conocí, miedo a que, de nuevo estábamos en una burbuja y algo la fuera a reventar.

Cambié de posición, y la coloqué encima de mí, entrelazó nuestras manos mientras se  movía con lentitud de adelante hacía atrás, robándome fuertes resoplidos. Era tan condenadamente estrecha que la cabeza me daba vueltas, solté nuestras manos y ella me acarició con ternura el rostro, tiré de su cabeza y la acerqué besándola con hambre contenida, su lengua y la mía jugando, me fueron prendiendo cada vez más.  Me enterró las uñas en el pecho haciéndome sisear de placer, aferré las manos a sus glúteos indicándole el ritmo, y por segunda vez, llegó al orgasmo, jadeando contra mis labios mientras temblaba aún encima de mí; reuní la poca fuerza que me quedaba y sujeté sus caderas penetrándola con suavidad. Totalmente rendida, se desplomó sobre mi pecho, mientras yo seguía estremeciéndome debajo de ella.

Aún podía sentir su corazón golpeando contra mi pecho y ese sonido, me arrulló.

—Te amo Edward, eres mi vida. —Escuché entre sueños su dulce voz.

**Bella POV**

Por la mañana, los rayos del sol se colaron por mi gran ventana con vista a Manhattan, Edward estaba ya en pie y ajustándose los puños de la camisa. Hoy lucía más espectacular si es que eso era posible, la camisa azul claro destacaba su pálida piel, llevaba un chaleco gris cerrado y el traje era también gris más oscuro. Su cabello imposiblemente desordenado, toda mi habitación olía a su deliciosa loción.

— ¿Te has ido a cambiar? —Pregunté asombrada y un poco decepcionada.

—Alec me trajo ropa, no me he ido a ningún lado. —Dijo con una sonrisa. —Levántate dormilona o llegarás tarde. —Suspiré, me encantaría seguir viéndolo vestirse pero tenía razón.

Me puse un vestido color lila, en la parte de atrás tenía un hermoso broche de plata, que al cerrarlo, me acentuaba las caderas, y marcaba cada curva de mi cuerpo. Sujeté mi cabello aún húmedo y me maquille ligeramente. Edward estaba en el comedor, tomando zumo y leyendo lo que parecía ser la sección de finanzas. En cuanto me vio elevó una ceja.

—Te ves preciosa. —Dijo mirándome de arriba abajo.

Quien lo decía, mi propio adonis personal. Sonreí tímidamente. Él se veía guapísimo en ese traje gris, sus ojos verdes más profundos que de costumbre.

—Tú también cielo, —respiré hondo y el olor del pan tostado inundó mis sentidos — huele delicioso ¿qué hiciste hoy? —Dije acercándome a la estufa.

—No algo tan esplendido nena, —mordió su labio —lo siento pero después se me haría tarde…

—Debería ser yo la que te prepare desayuno amor, lo lamento… —Se rió y negó con la cabeza.

Después de desayunar, Alec nos esperaba afuera para llevarnos al trabajo. No pude evitar elevar una ceja, al ver el auto plateado que había escogido Edward hoy para conducir. Durante el camino, acordamos mudarnos en cuanto se fuera Charlie. Edward prefería decírselo ya a mi padre, pero yo tenía miedo de su reacción. Había puesto miles de trabas cuando me vine a vivir a Nueva York con Jake, incluso, tuvimos una fuerte discusión, ahora apenas estaba asimilando que Jacob ya no era mi novio sino Edward, y decirle que nos mudaríamos juntos… no era demasiado.

—Eres tan necia, es más, yo no dudo que ya sospeche que pasamos las noches juntos y por eso se haya quedado en un hotel. —Dijo Edward mirando hacia la carretera.

—Déjame pensarlo ¿sí? —susurré nerviosa, él rodó los ojos. Me hundí en el suave asiento de cuero, mirando de reojo el diseño moderno del pequeño auto.

—Vengo por ti… ¿a las dos? —Preguntó mientras se estacionaba.

—No… —susurré nerviosa al recordar mi cita con Renée. —Ángela me invito a comer…

— ¿Ah sí? —Preguntó con el ceño fruncido — ¿Cuándo?

—A… ayer por la mañana… olvidé comentarte. —Suspiró y luego me regaló una sonrisa torcida.

—Entonces cuídate mucho fresas, nos vemos a las siete. —Asentí, le di un suave beso en los labios y cuando intenté bajarme, tiró de mi brazo y me dio un par de besos más. Me bajé aún mareada con ese delicioso sabor mentolado aun flotando en mi lengua. —Cualquier cosa, recuerda avisarle a Alec. —Gritó por la ventana. Rodé los ojos, esa manía suya de velar por mi seguridad.

Mientras caminaba por el estacionamiento subterráneo rumbo al elevador, me encontré a Eric y tuve que soportar sus constantes preguntas, sobre quién me había traído. Dios a veces era tan chismoso que me daba risa, parecía una mujer.

—Discúlpame Bella pero no todos los días veo un Audi R8 GT. —Dijo viendo el carro de Edward que desaparecía hacia la calle.

Suspiré, ese era uno de sus autos favoritos. Hablaba de él casi con devoción, era tan pequeño que sólo cabíamos él y yo. Alec y el resto del personal de seguridad, nos seguía siempre de cerca. 

— ¿Estás saliendo con alguien tan adinerado? —Preguntó curioso. Mordí mi labio.

—No precisamente…

—Bella por Dios, te vino a traer un tipo rodeado de personal de seguridad, y a veces cuando nos vamos al mismo tiempo, he visto cómo te sigue uno de sus escoltas…

—Chismoso. —Dije sacándole la lengua.

—Chica lista. —Murmuró sacándome la lengua también pero su comentario no me gustó, ¿todos pensarían que estaba con Edward por su dinero?

Aclararle a todo mundo que no era así, era algo a lo que tenía que acostumbrarme. Sin embargo, hoy no estaba de humor para eso.

A las dos en punto, tomé mi abrigó blanco y entre a la pequeña cafetería frente a la empresa, mi mamá me había citado ahí. Miré hacía todos lados y no la encontré, al parecer aún no había llegado. El pequeño lugar olía delicioso, a comida italiana; las mesas tenían manteles decorados a cuadros rojos y blancos, una delicada rosa blanca en el centro y los cubiertos a los lados. No quería comer hasta que no llegará mi madre, pero mi estómago rugía con protestas muy audibles.

Pedí un espagueti a la boloñesa y una coca-cola. Casi gemí de placer con el sabor, estaba exquisito, cerré los ojos saboreándolo.

 —Si sigues comiendo así te vas a poner gorda. —Elevé la vista sólo para encontrarme con los ojos azul verde de Renée atravesándome.

—Hola mamá… siéntate. —Respondí secamente, ella esbozó una sonrisa y tomó asiento.

Su cabello rubio estaba en ondas hasta sus hombros, hoy se había puesto una blusa en color azul que destacaba aún más su intensa mirada, unos vaqueros y unas botas altas y oscuras. Su rostro lleno de pecas, sus pómulos más marcados y sus labios un tanto secos… ¿estaría drogándose?

— ¿Ya has acabado? —Preguntó mirándome con la misma sonrisa, y me sonrojé al ver que había notado mi escrutinio. — ¿Cómo has estado linda?

— ¿Podemos ir al grano? —Murmuré retirando el plato, de pronto se me había quitado el hambre. — ¿A que me citaste?

—Tú luces radiante, te noto… diferente. Te he traído un regalo, mira. —Aprensé nerviosa mi labio, seguramente no era nada bueno. Abrió el bolso y sacó una revista extendiéndola hacía mí.

— ¿Qué es esto? —Fruncí el ceño.

— ¿Ya viste la portada? —Preguntó con una amplia sonrisa.

Miré la revista y me quedé boquiabierta. El encabezado decía: “¿Nueva o vieja conquista?” Y debajo de eso, Edward sujetaba con fuerza mi cintura mientras yo intentaba inútilmente de protegerme el rostro con mi cabello.

Renée me quitó la revista y la hojeó hasta que llegó a la nota, las fotografías no eran de buena calidad pero claramente se veía como Edward me devoraba en la pista de baile, mi rostro sonriendo mientras le bailaba, y fotos de nosotros besándonos de una manera nada decente. Me sonrojé y parpadeé asombrada pero mi estómago sufrió un vuelco al leer:

“Chica desconocida ha deslumbrado por completo al reconocido empresario. ¿Será que es otra conquista del asediado director de Cullen? En el pasado estuvo con Jessica Stanley, —en el centro venía una foto de ellos dos tomados de la mano —el rumor de que perdieron un hijo siempre quedó al aire…”

—Al parecer has estado muy ocupada Bells. —Dijo Renée juntando las manos y apoyando el mentón en ellas.

—No… —susurré confundida, mi cabeza era un lio y no lograba poner en orden mis ideas —esto... yo no…

—Cálmate cariño, —tomó mi mano —de hecho está perfecto, por fin estas con alguien que vale la pena, —sonrió —finalmente dejaste al don nadie de Black y ahora…

—Basta mamá, —interrumpí —no te atrevas hablar mal de Jake, ni de Edward…

—Bien cariño, ese Cullen está nadando en dinero y yo en pobreza. Vine para hablar de negocios.

— ¿Ne… negocios? —Balbuceé sorprendida.

—Sí, ahora que la prensa esta tan interesa en conocerte y no saben ni por dónde empezar, creo que pueden empezar por mí. —Sonrió. —Daré toda la información que tengo sobre nuestra encantadora familia. Desde el adorable Charlie Swan, hasta la casi violación de mi propia hija… —Parpadeé sorprendida, sin dar crédito a sus palabras. —Claro, siempre podemos llegar a un acuerdo…

—No… —lagrimas descendieron por mis mejillas —tu no podrías, tu…

—Sí cariño, puedo y lo haré… —todo mi estómago se revolvió amenazándome con vomitar, —Phil y yo nos hemos separado definitivamente, y no tengo un sólo centavo. Necesito el dinero y haré lo que sea por obtenerlo. No creas que seré una fracasada más que huyó de ese maldito pueblo de Forks, escúchame bien —dijo repentinamente furiosa —no voy a fracasar, no… —Ya no pude seguir escuchando, estaba por vomitar; antes de hacerlo frente a Renée, corrí literalmente al tocador dejándola con la palabra en la boca.

Las lágrimas bañaban mi rostro, el asco que me daba recordar a James, pensar en el chantaje infame por el que me estaba haciendo pasar mi propia madre, me provocaban más arcadas. Todo mi cuerpo temblaba como una hoja de papel, salí débilmente del baño y me mojé el rostro con agua helada, la imagen de un fantasma estaba instalada en mi cara.

No podía permitir esto, Charlie ya me había dicho que no le hiciera caso pero ahora él estaba aquí… ¿qué tal que decidía amargarles la existencia a él y a Sue? Si ella le decía ese tipo de cosas a la prensa, el único afectado sería Edward. ¿Qué pensarían todos de que anduviera con una chica como yo? Que salió de Forks con la esperanza de mejorar, pero que en cuanto consiguió trabajo en Nueva York…

Edward se vería en un escándalo, si la prensa descubriera que primero fuimos amantes, que por eso Jessica había manejado ebria y habían perdido un bebé… Sus hermanos me odiarían como lo hicieron con Tanya… mordí mi labio esperando que las náuseas pasaran y cerré los ojos.

—Pensé que habías huido. —Dijo Renée apareciendo en el tocador.

—Sólo me sentí mal. He vomitado es todo. —Dije arrojando más agua fresca sobre mi rostro.

— ¿Has vomitado? ¿Por lo que te he dicho? —Un sudor frió recorrió mi piel, al oler su perfume dulzón y me vi en la necesidad de encerrarme nuevamente en el baño, ya ni siquiera tenía alimento en mi estómago y sólo tenía arcadas espantosas. Débilmente me arrodillé frente al inodoro  —Isabella… —Renée me habló en tono burlón, tocando con los nudillos la puerta — ¿Estas segura de que es un simple malestar? ¿Ya te acostaste con el empresario? —Me sostuve con ambas manos la cabeza que me palpitaba horrible. —Por favor linda dime… ¿estás embarazada?

Abrí los ojos de par en par y me quedé inmóvil. No supe por cuanto tiempo, hasta que Renée soltó una risotada ante mi silencio.  Furiosa, logré incorporarme y salir del baño.

— ¿Qué rayos dices? —grité viéndola llena de rencor.

—Bells tu… —se llevó ambas manos a la boca fingiendo emoción —estas embarazada ¡por Dios! 

—No lo estoy, —bramé furiosa —y hazme el favor de irte si quieres dinero te lo daré. Sólo mándame un mensaje con lo que quieres y no vuelvas aparecerte más por aquí. —Dije con una extraña seguridad que no sentía. Renée entrecerró los ojos mirándome con recelo, mi semblante de furia no cambio.

—Está bien cariño, —dijo no muy convencida y elevando el mentón —pronto tendrás noticias mías… —sonrió abriendo el pomo de la puerta —Ah y… te recomiendo que compres una prueba de embarazo.

Desapareció de mi vista y mi cuerpo se sacudió con fuerza, estaba a punto de desmayarme. Como pude, salí del baño y fui a la pequeña mesa. Temblando me puse el abrigo, pagué y tomé un taxi. Mi cuerpo se sacudía con violencia en el auto mientras pensaba en lo que podía ser y que no tenía que ser. Le indiqué al chofer que me llevara a una farmacia. Limpié furiosa, las lágrimas que rodaban por mis mejillas, agarré fuerzas de donde no tenía, y compré la estúpida prueba de embarazo. Finalmente llegué a mi departamento, y agradecí en el alma que no estuvieran mi papá ni Sue.

No quería pensar que quizás… pudiera estar embarazada. ¡Dios mío!,  no. Lloré horas en el sofá de mi casa, apagué el celular, no quería recibir llamadas de nadie. Cuando logré calmarme, subí débilmente las escaleras, puse la prueba sobre el peinador y caminé hasta la gran ventana en mi alcoba.

Contemplé absorta el crepúsculo que bañaba la gran ciudad. Los destellos rojizos y amarillos ardían con intensidad, hasta que los consumió la noche. El alumbrado público parpadeó un poco, antes de encenderse totalmente e iluminar las frías calles. El reflejo de mi rostro frente a la ventana, era el de una persona atormentada.

Edward tenía razón, el fin del día sólo marcaba el comienzo de otro que no siempre iba hacer alentador. Alguna vez platicando con Edward, me había confesado el temor que sentía de volver hacer padre;

…”Un hijo es lo último que deseo, Bella —Dijo con sinceridad. —Ni siquiera creo que realmente quiera volver hacerlo, perder un bebé fue lo peor que me ha pasado hasta el día de hoy”…

Entré en el sanitario y jugueteé con la prueba. Leí el instructivo, dos veces. Lo observé con detenimiento y finalmente me hice la prueba.

Suspiré esperando el resultado, caminé como león enjaulado, descalza por el pequeño espacio, trencé mi cabello, y finalmente con pasos temblorosos me acerqué a la prueba. La veía como quién viera una sentencia de muerte, la tomé delicadamente y la observé.

Dos líneas azules… positivo.

El mundo desapareció bajo mis pies lentamente; pedazos de mi memoria fueron cayendo junto con mi cuerpo, la prueba se deslizó de mis torpes manos cayendo en algún lugar. Me llevé ambas manos a la boca tratando de contener las náuseas, mientras me deslizaba por la pared, temblando como una gelatina. Eso me obligó a aovillarme como una niña, no podía coordinar los movimientos, la cabeza me daba vueltas y vueltas.

—Un hijo tuyo, cielo. —Susurré, las lágrimas corrían por todo mi rostro.

Cerré los ojos imaginándome un hermoso bebé de cabello cobrizo como Edward, con su intensa mirada verde, con las hermosas pestañas rizadas… ¿Qué dirás de todo esto amor? Te juro que no lo hice a propósito cielo ¿me creerás? ¿Me querrás de todos modos? ¿Y si decides abandonarme?  Teníamos un par de meses desde que habíamos tomado nuestra relación, hacía apenas unos días me había pedido ser su novia, anoche habíamos acordado vivir juntos…

Hoy oficialmente íbamos a ser padres, todo era tan precipitado, que en su lugar yo saldría corriendo, de hecho quería hacerlo.

Yo Isabella Swan, la que los niños habían insultado por que su madre huyó con un joven amante, la que tuvo por muchos años un padre destrozado, la que abandonó el amor de su vida por temor a ser como su madre, hoy estaba esperando un hijo.

No sabía cuidarme, no podría cuidar a nadie, no quería esto, tenía miedo. Edward no se merecía que yo lo traicionara de esta forma, obligándolo atarse a mi lado. Toda la habitación daba vueltas hasta que finalmente me tragó una profunda oscuridad. 

 


Hola hola chicas, pues bien así respondo a sus preguntas en el Face jaja sí, Bella está embarazada y ahora... ¿qué creen que haga? ¿cómo creen que reciba Edward la noticia? ustedes diganme para darme una idea.

Rebe muchisimas gracias por tu ayuda, ya sabes además de ser mi beta me encantan nuestras charlas nocturnas, jajaja estoy segura de que este es tu año ;)

Gracias a mis lectoras SpCullen,  JulianneHaleC , AstridCullen, Martha disculpa por emocionarte jaja pero bueno mira antes de que terminara la semana aquí te dejo capi, Di di Rojas que me apoyan con sus comentarios y todas aquellas que me leen, ya saben que no me enojo si me dejan saber su opinión y si me regalan un votito pues que mejor.

Un abrazote y nos leemos pronto :)

Capítulo 47: Visitas inesperadas Capítulo 49: Reacciones Inesperadas

 


Capítulos

Capitulo 1: Superando Errores del pasado Capitulo 2: La nueva Asistente Capitulo 3: La razón Capitulo 4: Conociéndonos Capitulo 5: La comida Capitulo 6: Aventura Capitulo 7: Juegos Capitulo 8: Complicaciones Capitulo 9: Cada quién con su cada cual Capitulo 10: Aclarando dudas Capitulo 11: Planeando nuestra salida Capitulo 12: Bora Bora Capitulo 13: A flor de Piel Capitulo 14: Frente al mar Capitulo 15: Deteniendo el tiempo Capitulo 16: De regreso Capitulo 17: El viaje Capitulo 18: Confesiones Capitulo 19: Verdades al descubierto Capitulo 20: De regreso del Viaje Capitulo 21: Malos entendidos Capitulo 22: Cuestión de tiempo. Capitulo 23: Sorpresas Capitulo 24: Haciendo elecciones Capitulo 25: Por algo pasan las cosas Capitulo 26: Empezar de nuevo Capitulo 27: Cambios Capitulo 28: Amigos Capitulo 29: Final del día Capitulo 30: Salida Capitulo 31: Salida segunda parte Capitulo 32: Cosas por hacer Capitulo 33: Las Vegas Capitulo 34: No importa el tiempo Capitulo 35: En peligro Capitulo 36: Contigo Capitulo 37: Una nueva oportunidad Capitulo 38: Un mes Capitulo 39: Impulsos Capitulo 40: Queja Capitulo 41: Cita Capitulo 42: Nada es lo que parece Capitulo 43: Confrontaciones Capitulo 44: No hay vuelta atras. Capitulo 45: Central Park Capitulo 46: ¿Qué soy para ti? Capitulo 47: Visitas inesperadas Capitulo 48: Noticia Capitulo 49: Reacciones Inesperadas Capitulo 50: Adicción Capitulo 51: Todo o nada Capitulo 52: Propuesta Capitulo 53: Transtornos Capitulo 54: Tú, mi felicidad.

 


 
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