Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328513
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales

EDWARD PVO

-¿Has visto la altura que tiene el edificio nuevo?; es impresionante- mi mirada subió poco a poco, contemplando las nuevas torres del edificio Sathker, la última gran construcción en el distrito financiero de Tokio, que sería la sede en la ciudad de una importante multinacional inglesa.

-Es verdad, tiene una altura considerable- le di la razón a mi esposa, que de mi brazo iba siguiendo las explicaciones de los arquitectos, o mejor dicho, del traductor. Después del pequeño discurso inaugural, habíamos empezado a recorrer las instalaciones, acompañados por las autoridades y otras personas. Íbamos muy despacio, mi niña no podía más.

-¿Estás cansada?- apreté su manita, fuertemente posicionada alrededor de mi brazo.

-Bastante- me confirmó -además, no sé que les pasa hoy a tus hijas, se deben de estar pegando- refunfuñó entre dientes.

Contuve la carcajada, mirando absorto el vientre de mi mujer... un poco más grande de lo normal a pesar de los cinco meses de embarazo, debido a las dos princesitas que crecían en su interior.

Todavía recuerdo la cara de póquer que se nos quedó a ambos en la consulta del doctor Kulman, el día que nos dijo que eran dos bebés... pero al segundo una sonrisa emocionada y feliz apareció en nuestra cara. Y mi alegría se triplicó hace dos semanas, cuándo nos confirmó que eran dos niñas... dos pequeñitas que, esperaban que saliesen a su madre, tanto en su físico cómo en su personalidad.

-Ya enseguida terminamos, y nos vamos al hotel- le murmuré por lo bajo, en un intento de consolarla.

-Tengo ganas- me confesó con una pequeña sonrisa y en voz baja -por lo menos podré descansar un poco para la cena de esta noche-.

-Piensa que tenemos un poco de tiempo libre- la consolé -además, mañana no madrugamos-.

Nuestra pequeña y silenciosa conversación se vio interrumpida por uno de los arquitectos, que empezaba a explicarnos y a mostrarnos una de las plantas. Proseguimos la visita hasta casi la hora de comer, hora en la que montamos de nuevo en los coches para regresar al hotel.

-¿No crees que deberías bajar el ritmo, pequeña Bells?- le preguntó Emmet a mi mujer una vez en el coche.

-Estoy bien- rodó los ojos mi niña -tengo menos nauseas con las niñas que con Charlie... además, es lógico que me canse más-.

-No te esfuerces- le indiqué a nuestro amigo -se lo digo todos los días y no me hace ni caso- refunfuñé.

Aunque me encantara que Bella viniera conmigo a los viajes, estaba muy precupado, cómo era normal. El doctor Kulman nos previno que al ser un embarazo gemelar Bella debía descansar más... pero ella no quería descuidar sus obligaciones; era cierto que este embarazo lo llevaba mucho mejor que el de Charlie... pero aun así, debía tomárselo con tranquilidad.

-¿Cómo está Rosalie?, ¿y Nathan?- preguntó mi mujer, desviando la conversación.

-Están muy bien- a nuestro amigo se le caía la baba al hablar de su hijo -Rose está agotada también, tiene un caso complicado entre manos- nos relató.

-Dale un beso a los dos de mi parte, y que prometo llamrla en cuanto lleguemos a Londres, sin falta- le recordó Bella.

-Tranquila por eso; sabe que estáis hasta arriba de trabajo- la tranquilizó nuestro amigo.

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Nada más llegar al hotel, Bella se recostó en el sofá, esbozando una mueca de alivio cuándo se quitó los zapatos.

-No los tienes muy hinchados- le indiqué, sentándome a su lado y tomando uno de ellos. Empecé a masajearlo, ganándome una preciosa sonrisa y un suspiro satisfecho por parte de mi esposa.

-¿Mejor?- interrogué.

-Ya lo creo- musitó con los ojos cerrados -lo necesitaba-.

-¿Qué crees que estará haciendo Charlie?- pregunté con una sonrisa.

-De todo- rodó los ojos mi mujer -sólo espero que se esté portando bien con tus padres- añadió con una de sus preciosas muecas -le echo de menos-.

Solté un suspiro mientras afirmaba con la cabeza. Nos costaba muchísimo separarnos de nuestro hijo, pero había veces que no nos quedaba otro remedio.

-Yo también cariño- la intenté consolar de algún modo -en un rato llamaremos a palacio, para hablar con él justo antes de que se vaya al colegio- le recordé.

-No sería extraño que ya estuviese levantado- dijo ella con una risa -aunque allí sean las seis y media de la mañana-.

-Espero que no, por el bien de la señora Hiddick- musité, arqueando una ceja -eso me recuerda que aunque allí sean las seis y media de la mañana, aquí son las tres y media de la tarde y no hemos probado bocado- solté el pie de mi mujer, lo que hizo que ella pusiera un puchero lastimoso, para coger el teléfono y llamar a Zafrina, para que nos subieran la comida. Después de hablar unos segundos con nuestra secretaria, colgué.

-En uno minutos la suben- le conté a mi niña -¿tienes hambre?-.

-Muchísima- respondió ansiosa -y tus hijas también, van a ser unas glotonas- dijo entre carcajadas.

-Mis princesitas no tiene la culpa de nada- repuse medio burlón -es su madre la que come sin parar-.

-Tengo que comer por tres, así que puede decirse que tengo excusa- replicó resuelta Bella, que tenía una de sus manos en su enorme vientre -mira, ahora se están moviendo mucho-.

Cogió mi mano, posándola en la parte baja de su redondeada tripita; la movió lentamente, hasta que la dejó quieta en un punto, debajo de la suya. Un pequeño burbujeo rebotó en nuestras manos. Una sonrisa tonta apareció en mi cara, mientras que ambos permanecíamos en silencio, atentos a cualquier otro movimiento.

-¿Has pensado cómo vamos a llamarlas?- me preguntó mi mujer, casi en un susurro, para no romper nuestra concentración. No tuve que pensar mucho para responder a esa pregunta.

-A una de ellas creo que deberíamos ponerle Renee- dije con cautela -¿no quieres?-.

-Sí que lo había pensado- contestó Bella, mientras que en sus labios se asomaba una sonrisa melancólica - ¿y a su hermana?-.

-Hum... siempre me ha gustado el nombre de Catherine- le relaté, estudiando su reacción.

-¿Por alguna razón en particular?- interrogó curiosa. Me encogí de hombros, negando con la cabeza.

-Ninguna en particular; pero reconozco que es un nombre que siempre me ha llamado la atención-.

-Sus altezas reales Renee y Catherine Cullen...- meditó mi mujer en voz alta -no suenan nada mal-.

-Entonces creo que está claro- murmuré en voz baja, inclinándome contra su carita y dándole un pequeño beso en los labios, que devolvió gustosa. Justo cuándo mi esposa se separó de mi, el teléfono sonó de nuevo.

-La comida- se levantó cómo un resorte del sofá, perdiéndose un momento en el dormitorio de la suite; conteniendo la carcajada, me levanté para abrir.

-Buenas tardes alteza- me saludó Zafrina con amabilidad.

-Mejor buenos días; todavía no hemos comido- la corregí divertido. Me aparté de la puerta, y seguido de ésta entraron un par de camareros, portando dos carros con la comida. Los dos hombres menudos y de ojos rasgados enseguida salieron de la habitación, no sin antes hacer una inclinación de cabeza en mi dirección. Negué divertido con la cabeza, estos japoneses eran demasiado estrictos y formales en cuánto a protocolo se refiere.

-Hola Zafrina- saludó mi mujer al entrar al salón. Ya se había cambiado de ropa, y se había puesto un cómodo pantalón de chándal y una amplia camiseta.

-Buenos días alteza, ¿cómo se encuentra?- interrogó ésta.

-Cansada; la visita al edificio Sathker ha sido muy larga- le contó con amabilidad -¿ha comido?-.

-Sí, hace ya un rato, con Demetri- le explicó -les dejaré comer y volveré en una hora para repasar la lista de invitados para la cena de gala de esta noche-.

Después de despedirse de nosotros, Bella y yo comimos con tranquilidad, para después volver al sofá, mientras tomábamos el café. Vi que se levantaba un momento, para después volver a sentarse, con el móvil en la mano. Sonreí mientras mi mujer marcaba el número de nuestra casa y ponía el manos libres.

-Igual ya se han ido- dijo mi mujer con una mueca de pena, al sonar el tercer tono; iba a responderle, pero justo en ese momento la voz de la señora Hiddick resonó en la estancia.

-¿Sí?-.

-Buenas tardes señora Hiddick; mejor dicho buenos días por allí- dijo mi mujer con una sonrisa.

-Alteza, ¿cómo están?, ¿qué tal va la visita?- nos preguntó.

-Muy bien; estamos agotados, pero va muy bien- le explicó Bella -¿cómo van las cosas por allí?-.

-Todo transcurre con normalidad, alteza- le explicó la buena mujer.

-¿Y Charlie?; ¿se está portando bien?-.

-En general bien- nos relataba la señora -ya sabe, por las mañanas protesta un poco, sobre todo para ponerle el uniforme del colegio-.

-Me lo creo- rodé los ojos, negando con la cabeza, a la vez que Bella me daba un codazo para que me callara.

-¿Está por ahí?- interrogó mi esposa.

-Ahora mismo se pone, alteza- oímos ruidos, hasta que la graciosa voz de Charlie apareció.

-¡Mamá, papá!-.

-Hola cariño, ¿qué tal estás?-.

-Bien, ¿cando volvéis?- preguntó con voz lastimosa.

-Dentro de tres días estaremos en casa, campeón- le consolé -¿qué tal el cole?-.

-Ben, ayer jugué con Dan y Martin al fútbol en el receo- nos contaba un poco más contento.

-Qué bien cariño- le decía Bella.

-Pero Martin me pregunta por qué vivo en una casa tan gande, y por qué el abelo sale en los billetes del dinero- Bella y yo nos miramos, y pude ver una mueca de desaprobación en el rostro de mi mujer. Sabíamos que sería inevitable que Charlie pasara desapercibido en el colegio, aunque le trataran cómo a un niño de su edad, cómo al resto de sus compañeros.

-Seguro que Martin también vive en una casa muy grande y bonita, cariño- le explicaba mi mujer -y ya sabes que el abuelo, aunque sea una persona muy importante...-

-Es el rey- dijo orgulloso nuestro pequeño, cortando la explicación de su madre.

-Pero antes que rey, es tu abuelo; y tienes que decirle a tus amiguitos que es igual que sus abuelos-.

Mientras seguía la divertida explicación de mi mujer, me recosté en el sofá, con los brazos cruzados en torno a mi pecho. Aunque Charlie presumiera orgulloso, dentro de su infantil inocencia, de que sus abuelos eran los reyes de Inglaterra, era complicado hacerle ver que su familia éramos personas más o menos normales, y más cuándo sus compañeros le preguntaban al respecto, y le contaban que sus padres decían que nosotros éramos los jefes, digámoslo así, de Gran Bretaña.

-Mamá, nanny me está llamando -dijo mi hijo, refiriéndose a la señora Hiddick.

-Dile que se ponga, cariño- le indicó mi mujer.

-¿Me comparéis un regalo?- interrogó ansioso.

-Sí te portas bien, seguro- le dije yo.

-Valeeeeeeee- respondió, seguro poniendo un puchero.

-Adiós cielo, que tengas un buen día- se despidió Bella de él.

-Adiós campeón, sé bueno con los abuelos- le recordé.

-Sí papá, adiós- se despidió nuestro pequeño; después de hablar unos minutos más con la señora Hiddick, cortamos la comunicación. Por el rabillo del ojo me fijé que Bella tenía la vista puesta en el teléfono.

-Es tan pequeño para entender ciertas cosas- suspiró con pena -¿crees que lo estamos haciendo bien?- me interrogó mordiéndose el labio inferior.

-Eso intentamos, mi vida- abrí los brazos, y mi mujer se acurrucó dentro de ellos, buscando un poco de consuelo.

-Espero que así sea- susurró, escondiendo su carita en mi pecho.

-Sé que es complicado cariño- le expliqué mientras acariciaba su pelo -pero intentamos por todos los medios de que crezca cómo un niño de su edad, aunque ya sabíamos que en el colegio iba a pasar ésto- le recordé. Sentí que asentía lentamente con la cabeza, y se relajó en mis brazos, cerrando los ojos y suspirando satisfecha.

-¿Quieres dormir un poco?- le pregunté -puedo ocuparme yo de la reunión con Zafrina- le ofrecí.

-Eso estaría bien- dijo ella mientras ahogaba un bostezo -gracias... eres un marido estupendo- murmuró cerrando sus ojitos.

-No seas pelota- susurré en su oreja, dejando un pequeño beso justo en el lóbulo. Hizo un amago de protesta, pero sus palabras se quedaron a medias, ya que cayó dormida. Besé su frente mientras la recostaba en el sofá y la tapaba con una manta, esperando que descansara un poco para la cena de gala de esta noche.

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Los jardines del Palacio Imperial de Tokio lucían imponentes aquella noche de febrero, debido a la iluminación y a las hermosas flores y plantas que nos rodeaban. Junto con los emperadores de Japón y el príncipe heredero, ya habíamos dado la mano a los más de setecientos invitados que acudían esta noche a la cena de gala que ofrecían en nuestro honor.

El cóctel de bienvenida se celebraba en los jardines; estaba charlando con los ministros de asuntos exteriores inglés y japonés, y mi mujer estaba a unos metros, hablando con nuestros embajadores en Japón. Inconscientemente mi vista se posó en mi niña, guapísima con un vestido largo negro, de manga corta, y la tiara que llevó el día de nuestra boda. Me disculpé de mis contertulios, yendo a su encuentro.

-Alteza- me saludó el señor Hibbot al llegar a su altura -espero que disfruten de la cena de esta noche; el emperador japonés es un gran anfitrión-.

-Lo sé- afirmé con una sonrisa, recordando mi visita de hace unos años, en aquellos tiempos, Bella y yo estábamos separados, y todavía guardaba en mi portátil el correo electrónico que le envié, describiéndole la belleza de los jardines y las orquídeas que tanto le gustaban a mi niña.

-Los jardines imperiales son preciosos- alabó mi mujer, mirándome con una sonrisa cómplice y diciéndome con la mirada que recordaba esos emails que nos mandábamos.

Seguimos con la conversación, hasta que dos hombres de unos sesenta años se acercaron a nosotros; al reconocer a uno de ellos mi ojos se agrandaron por la sorpresa, lo mismo que hicieron los de mi esposa. Los señores Hibbot se discuparon, alejándose de nosotros, y uno de los hombres se presentó.

-Altezas; soy Marcus Firdman, director de la editorial inglesa Fine and Time- alargué mi mano, saludando al hombre.

-He oído hablar de ella; es un placer conocerle- repuse educadamente.

-Un placer tenerles aquí esta noche- le dijo mi mujer, esbozando una pequeña sonrisa.

-La embajada y la Casa real nipona han tenido el placer de invitarnos- nos explicó el señor Firdman -estamos expandiendo nuestras fronteras, y dentro de poco tiempo la editorial tendrá una sede en Tokio-.

-Eso es fantástico- alabó mi mujer. Se dio la vuelta, encarando al hombre entrado en años que le acompañaba, con su pelo canoso peinado para atrás, un elegante chaqué y sus inconfundibles y características gafas.

-Permítanme presentarles a uno de mis socios, el señor Víctor Zimman- mi expresión se tornó seria mientras le daba la mano; el hombre hizo una protocolaria reverencia.

-Es un honor conocerle en persona, alteza real- contestó con ese tono de voz que tan bien conocíamos mi mujer y yo.

-Un gusto conocerle- respondí escuetamente; al volver la vista hacia Bella, me percaté de que estaba levemente sonrojada, pero en su cara se dibujó una sonrisa de sincera cordialidad mientras le tendía la mano para estrechársela.

-Es un placer conocerle en persona, señor Zimman -verdaderamente, es una auténtica sorpresa encontrarle aquí-.

-Ya lo creo alteza- le respondió éste -y permítamne felicitarles por su próxima paternidad; el príncipe Charles estará muy contento de tener un hermanito o hermanita- oficialmente, todavía no se sabía que eran gemelas lo que iba a tener mi mujer.

-Gracias por sus buenos deseos- agradeció mi esposa -está muy contento- explicó escuetamente.

-¿Ya no trabaja en la BBC?- le interrogué con curiosidad, aludiendo al programa Sociedad Inglesa, dónde tantas veces se hablaba de nosotros.

-La televisión es para la gente joven- se excusó el señor Zimman, encogiéndose de hombros -siempre me ha gustado más la prensa escrita-.

-Eso lo sabemos- contestó mi mujer, para sorpresa de todos; Bella no podía olvidar los desagradables y malintencionados artículos que escribió a costa nuestra, sobre todo antes de nuestra boda. El señor Zimman iba a responder, pero Bella le hizo una pregunta al señor Firdman, de modo que éste se quedó con la palabra en la boca. Así transcurrieron unos diez minutos. Pude sentir el suspiro de alivio que soltó mi mujer cuándo nos avisaron que debíamos reunirnos con nuestros anfitriones, para pasar al comedor.

-Jamás imaginé que veríamos en persona al señor Zimman, y menos en Japón- me susurró incrédula, mientras esperábamos para entrar en el comedor de gala.

-Yo tampoco- dije con una risilla -verdaderamente, ha sido una sorpresa-.

-Por lo menos, parece que se va a decicar a otro tipo de periodismo, y nos dejará un poco en paz- murmuró aliviada.

-Eso parece; nunca pensé que le dirías algo así- objeté pensativo. mientras me acordaba de la respuesta que le dedicó mi mujer.

-En el fondo tenía ganas de encontrármelo en persona- me confesó -y podría haberle dicho otras muchas cosas... pero he preferido callarme- dijo mientras se alisaba la banda de la Orden del Crisantemo, la condecoración nipona que le habían concedido nuestros anfitriones.

-Has estado muy bien- la guiñé un ojo -ya tenemos otra anécdota para contarles a nuestros nietos-.

-Y qué lo digas...- las notas del himno japonés resonaron en el salón; Bella me devolvió la sonrisa mientras tomaba mi brazo, para seguir a los emperadores y adentrarnos en el comedor, ante la atenta mirada de los invitados.

 

Capítulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capítulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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