Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328512
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 38: California Dreamin

EDWARD PVO

Bella se removió inquieta en su asiento, y lentamente fue abriendo sus ojitos. Hacía una media hora que me había despertado, después de una siesta de dos horas. Se estiró lentamente, hasta que su vista se encontró con la mía. Su cabeza estaba apoyada en mis piernas; lentamente pasé los dedos por su pelo, peinándolo suavemente.

-Hola- me saludó en voz baja, todavía bastante dormida -¿he dormido mucho?- preguntó enderezándose.

-Más o menos dos horas, igual que yo- le expliqué -todavía falta una hora para que aterricemos en Seattle- le informé.

Por fin vacaciones de navidad; aunque nos llevábamos los libros y los portátiles para seguir con nuestros estudios y trabajos, podríamos descansar un poco, y pasar unos días tranquilos en su casa... aunque Bella estaba un poco preocupada. No había vuelto a Forks desde el verano, y aunque sabíamos lo que decía la gente de allí sobre nuestro compromiso, vivirlo en persona sería muy distinto.

Emmet estaba roncando, al igual que Embry, en una de las salas que tenía el avión. No le gustaba mucho volar, y eso que había venido conmigo a muchos viajes. Rosalie vendría para la celebración de los padres de Ángela, después de pasar las navidades con su familia. Mi hermana y Jasper también iban a venir... pero Jasper sufrió un pequeño accidente el fin de semana pasado en su casa de Norfolk Park, y tenía una pierna escayolada, de modo que no iban a poder venir; afortunadamente, no fue nada grave, pero viajar con escayola sería un verdadero engorro. Nosotros nos quedábamos hasta el dos de enero, ya que el cuatro empezábamos de nuevo las clases.

Por fin, el vuelo tomó tierra en una de las pistas de Seattle. Ya estaba allí Charlie esperándonos, en una de las salas privadas del aeropuerto. Mi niña se lanzó en sus brazos nada más verle. Después de saludarnos, montamos en los coches, camino de Forks.

-¿Cómo va todo?, ¿la abuela?- preguntó Bella, con una sonrisa maliciosa. Charlie rodó los ojos, suspirando.

-Pues está bien; de hecho, demasiado bien, no hace otra cosa que protestar- nos explicó.

-¿Y dónde duerme?- pregunté extrañado -no es muy cómodo para ella subir y bajar escaleras-.

-Veréis... Sue os comentó que habíamos hecho unas reformas en casa, ¿cierto?- ambos asentimos con la cabeza- hemos ampliado el salón, y mi antiguo despacho se ha convertido en el dormitorio de la abuela- nos contaba.

-¿De verdad?- Bella estaba asombrada. Charlie asintió, y nos siguió contando.

-En el desván hemos hecho un par de dormitorios más; ahora, cada vez que vengáis, lo haréis con mucha más seguridad- se excusó inocentemente.

-Vaya... ¿y todo eso desde que yo me marché?- inquirió Bella con curiosidad.

-Ya conoces al señor Pilhgram... me debía un favor, y enseguida se puso manos a la obra- nos explicaba -pero ahora contadme acerca de vosotros- nos instó con una sonrisa. Bella y yo le íbamos contando cómo llevábamos los estudios, anécdotas de nuestro viaje a Italia y muchas otras cosas; el viaje se nos pasó rápido, y sin darnos cuenta, ya estábamos en casa... o por lo menos, se suponía que habíamos parado enfrente de la casa de Bella... pero en su lugar, unos arbustos enormes, de más de dos metros de altura, tapaban parte de la casa. Charlie se bajó del coche, indicándole a Emmet y Embry, que iban detrás, que dieran la vuelta.

-¿Pero qué demonios...?- Bella miraba por la ventanilla, anonadada, al igual que yo -¿se puede saber qué ha hecho este hombre?- murmuraba. Nada más montarse mi suegro en el coche, Bella le preguntó.

-Papá, ¿qué es esto?- señaló a su alrededor, confusa.

-Pues medidas de seguridad -repuso su padre, cómo si fuera lo más normal del mundo -los periodistas saben que veníais... y Sue y yo queremos que estéis tranquilos- nos explicó -toda la casa está rodeada, y también hemos ampliado el garaje. Para acceder a la puerta principal, hay que llamar al timbre y la cancela se abre desde dentro- terminó de contar.

Bella rodaba los ojos, mientras que yo miraba a Charlie, sin saber qué decir. Accedimos a la casa desde el interior del garaje. Sue y la abuela nos esperaban ansiosas.

-Abuelita- Bella se acercó primero a ella, agachándose a su altura y abrazándola, mientras yo daba un beso a Sue.

-¿Se puede saber por qué papá ha puesto todo eso fuera?- volvió a preguntar mi niña, todavía incrédula, después de dar un beso a Sue.

-Ya conoces a tu padre- explicó ésta, resignada, pero la abuela lo interrumpió.

-Ahora es más complicado entrar a esta casa que a la Casa Blanca- dijo la buena mujer, mientras me agachaba a su lado para darle un beso -este hijo mío, definitivamente, es tonto- murmuraba entre dientes. Me reí junto con Bella, y vimos cómo Emmet y Embry entraban en el salón, acompañados por Charlie.

-Tu padre nos ha estado explicando las medidas instaladas... esto es un fortín- dijo mi amigo en bromas -pero si está aquí la señora más guapa del mundo- Emmet se acercó a la abuela, para saludarla, al igual que Embry.

-Hola grandullones, demasiado tiempo sin veros- dijo la buena mujer contenta, mirándolos de arriba abajo -habéis engordado- les recriminó seria. Sue y Bella disimularon la carcajada, pero yo no pude contenerme.

-Mamá, deja a los chicos- le advirtió mi suegro -venid conmigo, os enseñaré vuestra habitación- ellos subieron con Charlie, mientras yo fui al coche, a sacar nuestras maletas. Al abrir la puerta de la habitación de Bella, nos quedamos parados en la puerta. La pequeña cama de mi niña había sido sustituida por una de matrimonio, grande y espaciosa. El resto seguía igual.

-Sue, ¿qué...?- dejé la pregunta inconclusa, señalando con una mano el interior de la habitación. Bella se adentró, observando todo con detenimiento.

-Bueno... vivís juntos, y vais a casaros... es una tontería que durmáis separados- nos explicó con una sonrisa -a tu padre me costó convencerlo un poco, pero se va haciendo a la idea- susurró divertida -¿te gusta?, espero que estéis cómodos-.

-Seguro que si, Sue, no te preocupes- le agradecí. Nos dejó para que nos instaláramos, y bajó a terminar la cena.

-Vaya... no sé qué decir- dijo mi niña con una sonrisa, sentándose en la cama -pues es cómoda- añadió.

-Mejor... ya estaba hecho a la idea de que tendría que dormir con Emmet y Embry... y ya ves cómo roncan- relaté con un mohín. Mi niña rió divertida, tirando de mi, haciendo que cayera encima de ella.

-Desde luego, mucho mejor así... ya me hecho a dormir contigo- me susurró divertida -pero habrá que portarse bien- me advirtió.

-Siempre nos portamos bien- contraataqué con una sonrisa inocente, dejando un pequeño beso en sus labios. Ella simplemente se dejó hacer, pasando sus manos por mi pelo, dándole pequeñas caricias. Unos golpes en la puerta hicieron que me levantara de un salto, mientras que Bella reía divertida por el susto que me había dado.

-No tiene gracia- protesté. Ella fue a abrir, y Emmet entró sin más, cerrando la puerta.

-Vaya... así que el suegro te ha permitido pasar al siguiente nivel- canturreó divertido, señalando la cama. Bella rodó los ojos, cogiendo la funda de los trajes y metiéndola en su armario.

-¿No tienes nada mejor qué hacer?- le pregunté un poco enojado... pero menos mal que no había sido Charlie el que había llamado.

-Me manda Sue, para deciros que la cena está lista- afirmó pagado de si mismo.

-Ahora mismo bajamos- dijo Bella, abriendo la maleta. El sonido del móvil de mi amigo sonó por toda la habitación.

-Es Rose, nos vemos abajo- nos dijo mientras salía. Miré a Bella, que seguía sacando la ropa.

-Deja eso cariño, después lo hacemos- le dije acercándome a ella. Un bostezo involuntario salió de su boca.

-¿Estás cansada?- la rodeé con mis brazos, y mi niña se apoyó en mi, cerrando los ojos.

-Aunque he dormido durante el viaje, con el cambio de horario estoy muy descolocada hasta que me acostumbro- dijo con voz baja.

-A mi me pasa lo mismo; creo que esta noche nos iremos pronto a dormir- ella afirmó con la cabeza, pero sin moverse un paso.

-¿No quieres cenar?- le pregunté, extrañado.

-No, no es eso...- se mordió el labio -estoy un poco preocupada, por las reacciones de la gente y eso- explicó un poco seria.

-No te preocupes cariño, no pasará nada- la consolé, dejando un beso en su frente- es normal, no has estado aquí desde principios de agosto... y ten en cuenta que todo Forks está invitado a la boda; es normal que quieran vernos y saludarnos-.

-Eso es cierto... pero espero que no se haga muy pesado- respondió mientras se separaba de mi -vamos a cenar, a ver qué nos cuenta la abuela- dijo con una risa, tomándome de la mano.

La cena fue divertidísima. La abuela no hacía más que protestar, ya que para ella había caldo y verduras al vapor, y según ella, estaban sosas y no tenían sabor.

-Mamá, ya sabes que el doctor te recomendó que cenases ligero, sino después te duele el estom... ¡ouch!- el bastón impacto en la pierna de mi suegro, que mascullaba cosas nada agradables.

-No tienes ni idea... que sepas- se dirigió a Bella- que tu padre está cada día más gordo, lo dice el doctor- Emmet y Embry intentaban disimular la risa -¿tú cómo le ves, Edward?- mi suegro me miró arqueando una ceja. Carraspeé antes de responder.

-Pues yo le veo cómo siempre- me encogí de hombros.

-Cobarde- me susurró Bella al oído.

-Prefiero un bastonazo de la abuela a que tu padre saque el arma- le susurré en voz baja.

Después de cenar, Bella y Sue recogieron la cocina; Emmet y Embry se despidieron hasta mañana, ya que también estaban cansados, y nosotros cinco nos acomodamos un poco en el salón. En verdad que lo habían agrandado, y la abuela podía moverse a sus anchas en la silla de ruedas. Nos estuvieron preguntando acerca de los preparativos, y muchas otras cosas del viaje a Roma y Venecia.

-Estabas guapísima en la cena de gala del presidente italiano- le dijo la abuela a mi novia -y los trajes que llevaste en los distintos actos... fantástica- Bella sonreía escuchándola.

-Y en el ballet... que vestidazo- seguía relatando la mujer -además, vas venciendo esa timidez, poco a poco-.

-La abuela sigue cada noticia vuestra al dedillo- nos explicaba Sue -tiene todo un álbum de recortes con vuestras fotos; y presume cuándo sus amigas vienen a casa a verla-.

-Por supuesto que presumo de nietos- afirmó pagada de si misma -ya que de hijo no puedo hacerlo- apostilló seria. Bella ahogó la carcajada, al igual que Sue y yo mismo.

-Mama, creo que va siendo hora de que te acuestes, debes estar muy cansada- Charlie decidió ignorar el comentario de su madre. Bella y Sue se levantaron para llevarla a la cama, pese a las protestas de la buena mujer. Mientras la ayudaban en su cuarto, mi suegro y yo hablamos a solas unos minutos.

-¿Cómo lo lleva Bells?- me preguntó.

-Lo está haciendo muy bien Charlie... tú mismo lo puedes ver- le expliqué -sí que escuchamos lo que dicen de nosotros, y hay algunas críticas que nos afectan un poco; pero se ha ido ganando el cariño de todos- expresé contento.

-Siempre supe desde el primer momento que podía con ello- dijo con orgullo -y se os ve tan felices-.

-Desde le primer día que la conocí, algo en mi interior me dijo que ella sería mi mujer... y después de todo lo que pasamos, a veces todavía no puedo creerlo-.

-¿Qué pasó exactamente?, con el tema de las fotos- me preguntó.

-¿Bella no te ha contado nada?- negó con la cabeza; le relaté el tema, mientras el me escuchaba atentamente y abría los ojos por la sorpresa, al enterarse que fue la propia familia de mi madre. Le pedí que no dijera nada, y me tranquilizó enseguida.

-No te preocupes por eso... es increíble... supongo que para Esme debió ser un palo tremendo- meditó en voz alta. Afirmé con la cabeza, intentado alejar de mi mente las consecuencias que tuvieron la publicación de esas fotos. Las lágrimas y la depresión por las que ambos pasamos los meses siguientes, sobre todo las de mi niña, era una cosa que no iba a poder olvidar fácilmente. Hablamos unos minutos más, hasta que Bella y Sue regresaron al salón.

-¿Ya se ha ido a la cama?- preguntó mi suegro.

-Estaba agotada... cada día se cansa más; normalmente a estas horas ya está durmiendo- nos explicó Sue a Bella y a mi, que se había acurrucado a mi lado- pero hoy quería estar un rato con vosotros-.

-Tiene la habitación llena de fotos nuestras, y la del compromiso con toda la familia en la mesilla, en un marco- me explicaba Bella contenta. Sonreí mientras me lo decía, qué mujer tan simpática.

-Mañana la casa va a a parecer un aeropuerto; hay muchas personas que quieren saludaros y felicitaros en persona- dijo mi padre con una pequeña mueca -he puesto a dos agente permanentemente de guardia por el barrio, por si acaso- nos explicó.

-Papá- suspiró frustrada mi niña, rodando los ojos.

-Ya conoces a tu padre- relató Sue con un mohín-por cierto, ¿habéis traído las invitaciones?- nos preguntó, cambiando de tema.

-Si, mañana os las bajamos- le aclaré -la fecha tope para confirmar es el treinta de abril- les expliqué.

-Pueden llamar a los números que aparecen impresos, o que os lo confirmen a vosotros y nos lo decís- añadió Bella -palacio se encarga de buscar el alojamiento-.

-Mañana viene Ang a comer- recordó Sue -y Ben-.

-Hablé con ella antes de venir; ¿dónde es la fiesta de sus padres?- preguntó Bella.

-En su casa; instalarán una gran carpa cerrada en los jardines- nos siguió contando Sue.

-Ahhh... el viejo Jim y Dorothy cumplen veinticinco años de casados... todavía recuerdo cuándo íbamos al instituto- recordaba Charlie.

-Y vuestros pantalones a lo fiebre del sábado noche- se burló mi novia con cariño, a lo que no pude contener la sonrisa, imaginando a Charlie bailando cual John Travolta.

La animada conversación siguió un rato más, hasta que Bella prácticamente se quedó dormida en el sofá; Sue también se retiró y dejamos a Charlie en la sala, viendo la repetición un partido de béisbol.

Con cuidado cogí a mi niña en brazos; estaba tan cansada que ni siquiera abrió los ojos, simplemente se acomodó en mis brazos. Después de ponerle el pijama y de quitarme la ropa yo también, caí enseguida en un profundo sueño.

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Un murmullo me sacó de mi letargo a la mañana siguiente. Abrí los ojos despacio y giré mi vista hacia Bella, que tenía el ceño arrugado y murmuraba en voz baja cosas incoherentes. Negué con la cabeza divertido, dejando un pequeño beso en su mejilla y me levanté para ducharme y vestirme. Al volver a la habitación Bella ya estaba despierta, rebuscando algo que ponerse en el armario.

-Buenos días cariño- me saludó, dejando un pequeño beso en mis labios.

-Buenos días preciosa, ¿has descansado?- indagué. Afirmó con la cabeza, mientras estiraba una camiseta de manga larga encima de la cama.

-No recuerdo en qué momento subí a la habitación- meditó en voz alta, con el ceño fruncido.

-Ni lo recordarás; te quedaste dormida en el sofá y te tuve que subir en brazos, le expliqué mientras abría un poco la ventana. Una docena de periodistas esperaban pacientemente fuera de la casa, un poco retirados de las escaleras.

-Tenemos compañía- Bella se acercó a mirar, asintiendo con un suspiro.

-¿Vamos a salir a hablar con ellos?- me preguntó.

-Sam nos explicó que era lo mejor; también tenemos que hablar con los periodistas americanos, y si salimos y hablamos con ellos unos minutos, quedamos bien y nos dejan tranquilos el resto de las vacaciones- ella pareció pensarlo unos minutos.

-Supongo que es lo mejor; voy a ducharme- dijo saliendo por la puerta. Mientras mi niña se preparaba hice la cama y recogí la ropa sucia, para bajarla abajo. Al volver ella, todavía con el pelo húmedo, se acercó a mi sonriendo.

-Eres un amito de casa estupendo- me susurró divertida.

-Ya ves... pero te recuerdo que cierta señorita se quedó alucinada la primera vez que me vio hacerlo- le devolví con un poco de sorna. En Londres, aunque había empleados en palacio para hacerlo, normalmente dejábamos todo recogido y la cama hecha, por lo menos. Se acercó a mi, con un puchero lastimoso y colgándose de mis hombros.

-No te enfades... si sabes qué te lo decía de broma- sonreí divertido, mientras la tomaba de la mano y la acercaba a mi.

-Nunca podría enfadarme contigo, ya lo sabes... aunque a veces discutamos, como todas las parejas- ella se quedó meditando unos momentos.

-Sino seríamos un poco raros... además... hay que reconocer que tenemos una forma estupenda para reconciliarnos- susurró en voz baja, pasando un dedo por mi pecho, lentamente. Ese roce hizo que mi pequeño compañero se empezara a despertar...

-Eres mala- le dije en voz baja, al oído, dejando un suave beso en él. Pude sentir cómo se estremecía, y un pequeño gemido inundó la habitación. Capturé sus labios entre los míos, dibujándolos con mi lengua poco a poco... el asunto se caldeó, cómo de costumbre, hasta que la voz de Sue resonó por toda la casa.

-¡Chicos, a desayunar!- con un suspiro, Bella se separó de mi.

-Siempre nos quedamos a medias- rezongó divertida. No pude evitar soltar la carcajada, cogiéndola en brazos, cual novia feliz.

-Te has convertido en una pequeña pervertida... y no sabes lo qué me gusta eso, pero ahora abajo- salí con ella en brazos, mientras ella reía divertida. La solté antes de bajar el último escalón. Cuándo entramos en la cocina, ya estaban allí todos.

-Buenos días hijos- Sue se levantó para servirnos el café, pero Bella y yo nos adelantamos, pidiéndole que se sentara de nuevo. La abuela estaba en la mesa, observando cómo Emmet y Embry devoraban los huevos revueltos.

-No me extraña que seáis tan grandullones, parece que no os han alimentado en tres años- murmuraba la buena mujer -por cierto, afuera os esperan- nos indicó a Bella y a mi.

-Ya los hemos visto- le contesté -ahora saldremos un momento para hablar con ellos- expliqué de forma general, pero sobre todo a Emmet y Embry, que asintieron con la cabeza.

Nos sentamos a desayunar, y una vez terminamos, nuestros fornidos amigos salieron delante de nosotros, diciéndoles que saldríamos en unos minutos. Por la ventana de la cocina, vimos que los vecinos se arremolinaban en torno al cerco de periodistas. Cogimos las chaquetas, y Bella cogió la invitación de Ben y Ángela, para dársela, ya que quería acercarse e ir a verla.

-¿Estás lista?- Bella se abrochó la cremallera de la chaqueta y se ajustó la bufanda que le hizo la abuela , hacía mucho frío en Forks.

-Vamos- agarré su mano, acariciándola con mi pulgar suavemente, y abrimos la puerta.

-¡Alteza, señorita Isabella!, miren aquí un momento, por favor- en el aire sólo se oía el click de las cámaras de fotos. Mi novia estaba un poco ruborizada, pero saludó a todos los que estaba allí con una pequeña sonrisa. Pude distinguir a la NBC, ACB News, CBS... y a medio vecindario, que estaban por detrás, mirándonos expectantes.

-¿Hasta cuándo se quedarán en Forks?- preguntó una chica rubia, joven.

-Hasta el dos de enero, el cuatro ya tenemos universidad y debemos regresar- contestó mi niña, con voz tranquila.

-¿Le gusta venir aquí, alteza?- me preguntó otro periodistas.

-Por supuesto que si; es la casa de mi novia, y vendremos siempre que podamos- expliqué; rodeé la cintura de Bella, ya que noté que tenía frío.

-¿Cómo van los preparativos?-.

-Poco a poco- contesté con una sonrisa.

-¿Cómo van a celebrar la nochebuena?- preguntó de nuevo la chica rubia.

-Nada especial; en casa, tranquilos con la familia- respondió Bella. Posamos unos minutos más, hasta que nos despedimos de ellos.

-Si nos disculpan, tenemos que irnos; gracias por su interés- les agradecí, cogiendo de nuevo a Bella de la mano y empezando a andar.

-Gracias a ustedes por atendernos- nos salimos del círculo que se había formado, empezando a andar por la calle. Los vecinos de Charlie y Sue nos saludaban con precaución, pero Bella y yo nos paramos a hablar unos minutos, con todos ellos. Dos señoras a las que conocí el año pasado abrazaron a mi niña con cariño, y la mayoría nos felicitaron por la boda. Seguidos por Embry y Em, nos costó llegar a casa de Ang, ya que nos paraban cada dos por tres. Al tocar el timbre de la casa, la señora Weber abrió la puerta. Se quedó sorprendida de vernos allí, pero enseguida se recompuso y nos hizo pasar.

-Bella, hija, que sorpresa; ¡Jim!, mira quién ha venido a vernos- el padre de Ang apareció por el vestíbulo. Ambos nos saludaron con un abrazo, que Bella y yo correspondimos.

-Lo primero es lo primero, muchísimas felicidades por la boda- nos felicitaron.

-Gracias señora Weber- le agradeció Bella con una sonrisa. Nos hizo pasar a la sala, dónde nos ofreció un café mientras esperábamos a Ang, que estaba en la ducha.

-Estamos muy contentos de qué vengáis a la fiesta... veo que le traes la invitación a Ang y Ben- señaló el sobre.

-La vuestra os la dará mi padre en mano, le hace mucha ilusión- le relató Bella.

-Tranquila, ya estamos invitados. Tu padre nos lo dijo nada más volver de Londres, y por supuesto que iremos. No sabes la ilusión que le ha hecho a mi hija ser una de tus damas de honor- decía contenta.

-Ella tenía que ser una de ellas- explicó mi novia con cariño -ella y Rose son mis mejores amigas; su hermana no puede- le contó, mirándome.

-Quién nos lo iba a decir hace dos veranos... la pequeña duende y tú, hijos de los reyes de Inglaterra- murmuraba divertido el padre de Ang. Reí con el, al igual que su mujer y Bella -no sabéis la que se montó el día que se anunció vuestro compromiso... vimos que tu familia se iba a Londres, pero cómo se fueron antes, no nos enteramos- relataba divertido.

-Todo el pueblo se reunió en la cafetería, siguiendo el evento en la pantalla plana que tienen allí- nos seguía contando.

-Eso nos contó Ángela- les relaté.

-Nunca he visto a Charlie sonreír así de orgulloso en la vida- decía Jim -y la abuela... fuimos a verles al día siguiente de llegar... y estaba encantada- sonreí, acordándome de la buena mujer... pero oímos pasos bajando la escalera. Bella se levantó, saliendo al recibidor y dándole un gran abrazo a su amiga.

-¿Pero qué hacéis aquí?; pensaba que os veríamos en vuestra casa, a la hora de comer- decía sorprendida y contenta.

-Tenía muchas ganas de verte, y no podía esperar- le explicó Bella, tendiéndole la invitación con una sonrisa.

-Mil gracias... pero pensaba que las damas de honor no necesitaban invitación- dijo con una sonrisa maliciosa, mientras se acercaba a mi y me daba un abrazo -¿cómo estás?- me preguntó.

-No me puedo quejar- la respondí divertido -gracias por todo lo que hicisteis- le agradecí de corazón; sin ellas y sin Charlie, Bella y yo no estaríamos juntos.

-Ya la conoces... demasiado cabal; se piensa mucho las cosas, a veces demasiado- me respondió con una sonrisa.

-En eso te doy la razón- mi novia me miró seria.

-Gracias por el cumplido- respondió, rodando los ojos -no sé si te mereces ésto- Bella levantó una pequeña bolsa, dónde estaba la máscara que le compramos en Venecia.

-¿Me habéis traído un regalo?- preguntó asombrada. Bella asintió, tendiéndole el paquete.

-En Venecia no pude evitar acordarme- nuestra amiga esbozó una gran sonrisa, adivinando lo que era.

-¡Es preciosa!, gracias por acordaros- contemplaba el trabajo de la máscara contenta y feliz. Nos preguntó cosas del viaje, y Bella y yo le fuimos contando poco a poco, aparte de que ya sabía un montón de cosas, ya que hablábamos con ellos a menudo, o nos escribíamos emails.

-¿Qué vais a hacer ahora?- nos preguntó.

-Quiero ir a ver mi madre- dijo mi niña, con una pequeña sonrisa -después os esperamos en casa para comer... allí te contaré con calma- le dijo.

Nos despedimos de Ángela y su familia, quedando en vernos luego. Decidimos ir al cementerio andando, dando un pequeño paseo. Al llegar a la entrada, paramos en la floristería de los señores Stratford; los conocí el verano que estuve aquí; eran mayores, y muy amables y simpáticos. No se percataron de nuestra presencia, hasta que mi novia los saludó.

-Buenos días, señora Stratford- la mujer levantó la vista, que dándose callada unos momentos.

-Oh, dios mío... Carl- llamó a su marido- mira quién está aquí-. Nos saludaron con cariño, preguntándonos cómo estábamos y felicitándonos.

-¿Lo de siempre?- mi niña asintió con una pequeña sonrisa, y mientras ella y la buena mujer charlaban mientras preparaba el ramo, hablé con el señor Stratford a solas.

-Quisiera pedirle un favor- el señor me escuchaba atentamente.

-Me gustaría que cada dos semanas, la tumba de la madre de Bella tuviera su ramo de rosas blancas-.

-Por supuesto alteza; me encargaré personalmente de reponerlas- aceptó contento el hombre.

-Debe darme los datos de su cuenta, para que se les pague puntualmente- el señor iba a protestar, pero yo me negué en redondo.

-Por favor, no puedo permitir que no cobren por realizar su trabajo- le volví a pedir. El señor me los dio, agraciéndome una vez más el encargo.

-Qué no se entere ella- le susurré, señalándole a mi novia, a lo que el señor asintió divertido. Una vez nos despedimos de ellos, nos dispusimos a entrar en el camposanto, pero había dos periodistas en la puerta. Bella me miró con los ojos llenos de lágrimas, y me volví a ellos. Habían estado antes en la puerta de la casa de Charlie.

-Aquí no, por favor- les pedí con amabilidad, pero serio -es muy difícil para ella, por favor- iban a protestar, cuándo un señor mayor, con una barriga inmensa, y una mujer a su lado, menuda y bajita, intercedieron por nosotros. Lo último que queríamos era montar un escándalo, y que Emmet y Embry se alteraran.

-¿Qué está ocurriendo aquí?- afortunadamente, los periodistas sólo llevaban cámaras de fotos, y no de televisión; nos dirigió una mirada tranquilizadora -por favor, dejen que la señorita Isabella visite a su madre en la intimidad- les pidió.

-¿Quién es usted?- uno de los periodistas se puso un poco chulito, pero el señor le dio una severa mirada de advertencia.

-Frederick Lohire, alcalde de Forks. Comprendan que todos necesitamos un poco de intimidad a veces- le espetó serio. Los periodistas se miraron, resignados.

-Ellos han hablado con vosotros esta mañana, amablemente, y se podían haber negado. Nos gustaría que volvieran a Forks cuándo se casen... y si ustedes siguen en ese plan, mal vamos- la voz seria del alcalde hizo que Bella se encogiera.

-Está bien, vámonos Gill- los periodistas se alejaron, sin ni siquiera despedirse de nosotros ni disculparse.

-Payasos- siseaba Emmet.

-Muchas gracias por su ayuda, señor Lohire- le agradeció mi niña -no queríamos montar un escándalo- le explicó, mordiéndose el labio.

-No se merecen. Pensábamos ir a su casa esta tarde, a saludarlos y darles la bienvenida. Es un orgullo para Forks que la futura reina de Inglaterra haya nacido aquí- tal y cómo me había contado Bella, era un hombre bonachón y amable, al igual que su mujer. Conversamos con ellos unos minutos, hasta que se despidieron de nosotros.

-¿Quieres entrar sola?- ella negó sin decir nada, agarrándose a mi mano.

-Esperaremos aquí- me dijo Emmet, todavía un poco enfadado por los sucesos de hace unos minutos.

-Nunca nos había pasado ésto- decía ella, cabreada.

-No te preocupes mi vida, olvídalo; por suerte, la cosa no ha pasado a mayores- medité en voz baja.

Al llegar a la tumba de Renne, me quedé unos pasos por detrás, dejando a mi niña un poco de intimidad. Ella quitó las flores marchitas, cómo hacía siempre, dejando las nuevas. Permaneció unos minutos en silencio, hasta que giró la cabeza, buscándome. Me acerqué a ella, rodeando su cuerpo con mis brazos.

-Me gustaría traerle mi ramo de novia, antes de irnos de luna de miel- murmuró con los ojos acuosos -¿podremos hacerlo?- me miró, esperando una respuesta.

-Claro que sí cariño; además, ya me lo imaginaba; no te preocupes por eso- dejé un suave beso en su frente, mientras ella se abrazaba a mi.

Después de la visita, decidimos seguir caminando. Llegamos hasta los acantilados de la Push. Durante todo el recorrido fuimos hablando de nuestras cosas... hasta que mi niña reparó en algo.

-Hablando del viaje... ¿dónde vamos a ir de luna de miel?-.

-¿Tienes alguna preferencia?- indagué curioso.

-Me gustaría descansar unos días, sin hacer absolutamente nada... pero también quiero hacer turismo- confesó con una pequeña sonrisa, animándose un poco.

-Podemos hacer las dos cosas- le propuse -¿dónde te quieres perder?- objeté divertido; Polinesia francesa, Thailandia, Maldivas, Zanzíbar...- empecé a enumerar.

-Uffss... por mi, en todos- respondió con una mueca -tengo curiosidad por Thailandia; tiene playas y paraísos perdidos, y ciudades asombrosas para visitar- me explicó -habrá que pensarlo con calma- asentí con una sonrisa, siguiendo nuestro paseo y dándole vueltas al asunto.

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Los dos primeros días en Foks pasaron muy rápido, y por suerte, tranquilos y sin ningún altercado; sin darnos cuenta, llegó el día de nochebuena. Por la mañana acompañamos a Sue al supermercado, y por la tarde no salimos, ya que Bella se quedó ayudando a Sue y a la abuela con la cena.

Emmet se fue a Boston, a pasar estos días con Rosalie, y volverían el día veintisiete, y Embry regresó a Londres para pasar la navidad con su familia; también merecían pasar estos días en su casa. Estaba con Charlie en la sala, viendo el canal de deportes. Repetían los mejores momentos de la NBA, y no quería perdérmelo.

-¿Habéis abierto la mesa?- gritó mi novia desde la cocina. Mi suegro y yo nos miramos, suspirando con paciencia.

-¿Por qué me toca a mi siempre?- refunfuñó cual niño pequeño, mientras se levantaba.

Me dirigí a la cocina, para ver si podía ayudarlas en algo. Mi novia y Sue preparaban el relleno del pavo, y la abuela levantó su vista, invitándome a sentarme. Me tendió un cuchillo y una patata.

-Hala, ayúdame un poco- me ordenó -¿sabes cómo se hace?- interrogó.

-Mas o menos- le contesté -la cocina nunca ha sido uno de mis fuertes- expliqué divertido, mientras Bella se dedicaba a hacerme rabiar.

-Una vez me pidió que le enseñase a cocinar, y por poco quemamos la cocina de palacio- explicó divertida -pero no llegamos a la lección de pelar patatas- explicaba, acompañada de las carcajadas de Sue.

-Gracias por tu confianza, cariño- le respondí burlón.

-Bella; no le atosigues... algún defecto tenía que tener- le indicó la abuela -además, la cocina no es mundo de hombres; mi Charles, que en gloria esté, no se acercaba ni a dos kilómetros a la redonda- nos contaba.

-Pues hoy en día deberían saber, aunque sea lo básico para defenderse- decía Sue -podríamos apuntar a tu padre a un curso de habilidades domésticas- propuso divertida, mirando a Bella. Mi niña iba a decir algo, pero la abuela se adelantó.

-¿A mi hijo?- preguntó arqueando una ceja -dudo mucho que el gran sheriff de Forks sepa lo que es una escoba- reí divertido, al igual que el resto de los presentes. Justo en ese momento, mi suegro entraba por la cocina.

-¿Qué es tan gracioso- interrogó curioso.

-Nada... nos preguntábamos si sabrías lo que es una escoba, un paño, una fregona...- enumeraba su mujer, ante nuestra divertida mirada.

-Por supuest...- la abuela le cortó de raíz.

-¿Tú?; no me hagas reír... serás muy valiente en muchos aspectos... pero para las labores domésticas eres un pedazo de membrillo- la divertida mujer le miraba, arqueando una ceja.

-Para tu información, mamá- recalcó enojado -ayudo mucho a Sue cuándo lo necesita- le respondió, cruzado de brazos. Bella se acercó a mi, apoyándose en mis hombros y siguiendo la divertida discusión.

-No veo que hagas nada de provecho en casa más que dejar la forma de tu trasero en el sofá- le reprendió. Bella ahogó la carcajada, al igual que Sue.

-Pues para que lo sepas, mamá- contestó Charlie con retintín- se poner la lavadora, tender la colada...- empezó a enumerar.

-¿Y planchar?; porque, qué yo recuerde, gracias a tu mujer, vas con los calzoncillos sin una sola arruga- inquirió, apoyando sus manos en el bastón y mirándole fijamente. Las risas ya no aguantaron en nuestra garganta, a pesar del monumental mosqueo de mi suegro, que le duró un buen rato.

La cena estuvo amenizada por el divertido pique entre madre e hijo. Al terminar el postre, llamaron al timbre. Los señores Weber, acompañados de Ángela y Ben, vinieron a tomarse el café. Pude ver cómo, al de un rato de estar reunidos en el salón, mi suegro sacaba una baraja de cartas.

-Jim, ¿qué te parece si damos una lección a nuestros yernos?- interrogó divertido. Ben y yo los miramos, arqueando una ceja.

-Hecho- acepté el reto, girándome a mi amigo -¿por qué no?- nos acomodamos en la cocina, dispuestos a jugar.

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Aprovechando que los hombres se sumieron en el excitante mundo del póker, subía mi habitación, sacando los diseños que había hecho Jane.

-Éstos son los vuestros- le tendí a mi amiga tres bocetos, con las propuestas de Jane, y los de las niñas a Sue. Estaban pasando la navidad con la familia de Rachel, la mujer de Harry, de modo que no podría verlos. Todas se arremolinaron alrededor de las hojas, estudiando el contenido.

-A Rose le gusta éste- le señalé uno de ellos -pero eso podrás hablarlo con ella cuándo venga- .

-Yo coincido con Bella, es el más bonito- dijo la señora Weber. Sue se fijó en el papel que dejé apartado, junto con una foto del velo y de la tiara.

-¿Ese es el tuyo?- asentí con una sonrisa, cogiéndolo y explicándoles todo.

-Qué pasada- murmuró Ang, estudiando la foto de la tiara.

-Y el velo... es una reliquia- decía Sue. La abuela miraba el diseño del vestido, con sus gafas puestas.

-Precioso... pero habrá que vértelo en la primera prueba- recordó. Mi familia, junto con Ang y Ben, irían a Londres en vacaciones. Seguimos comentando otros detalles, y me levanté para guardar lo de mi vestido. Al bajar, pasé por la cocina a por más café, y allí estaban los cuatro, serios y concentrados con la mano de cartas.

Me acerqué por detrás de Edward, viéndole las cartas; iba de pareja con Ben, y por la cara que tenían, debían ir perdiendo. Al de unos segundos, mi novio habló, orgulloso cómo el sólo.

-Dobles parejas- extendió las cartas encima de la mesa.

-¡Sí!- Ben y él chocaron las manos por encima de la mesa... pero conocía esa mirada de mi padre... y supe que la cosa no pintaba bien.

-Bueno Jim... hay que reconocer que los chicos son buenos- canturreó burlón.

-Pero tenéis que seguir aprendiendo- siguió el padre de Ang, dejando las cartas encima de la mesa. Edward y Ben miraban sus cartas, alucinados.

-Escalera de color- sentenció mi padre, dando una palmada en la mesa y riendo contento junto a su compañero.

-Joder- murmuró mi novio, entre dientes.

-Eso es suerte- siseaba el novio de mi amiga, con los brazos cruzados y cara ofendida. Ya en la cama, no pude retener la curiosidad.

-¿Dónde has aprendido a jugar al póker?- interrogué curiosa.

-En Alemania- contestó divertido -en los ratillos que teníamos libres después de la instrucción- me explicaba -y con mi padre, Jasper y Emmet también juego a veces- me seguía contando.

-Vaya... no conocía esa faceta tuya- respondí.

-Tranquila, que no nos jugamos el tesoro real- le di un manotazo en el hombro, de broma- cómo mucho unas cien libras por cabeza-.

Intentó explicarme un poco las reglas, pero era bastante negada para los juegos de cartas.

-Ya practicaremos... ¿nunca te ha llamado la atención jugar al strep-póker?- me susurró con voz insinuante, poniéndose encima mío.

-No- me negué en redondo -prefiero hacerte un streptease- al segundo me arrepentí de lo que había salido de mi boca; pude ver un brillo malicioso cruzar sus ojos.

-Olvídalo- murmuré entre dientes.

-¿Ni en nuestra noche de bodas?- interrogó con cara de gatito abandonado.

-Me lo pensaré- contesté, después de meditarlo. Rió divertido, dejando un pequeño en mis labios y acomodándonos para dormir.

El día de navidad lo pasamos encerrados en casa, en el sofá y en pijama, abriendo regalos y viendo películas. A Sue y a la abuela le encantaron lo que les trajimos de Venecia, y estaban tan contentas con las mantelerías y ropa de cama de encaje. A mi padre le compramos una moderna caña de pescar, de ultimísima generación, según los entendidos del tema. Nosotros recibimos libros, discos, ropa y un vidoejuego nuevo para la inmensa colección de mi futuro marido. No pudimos contener la carcajada cuándo mi padre abrió el regalo de la abuela... cinco pares de calcetines negros.

Embry y Emmet regresaron al día siguiente para seguir con su trabajo, éste último acompañado de Rosalie. Llegó el día de la fiesta de los padres de Ángela. Mientras Edward se duchaba, saqué mi vestido de la funda. Era de raso negro, un poco por encima de las rodillas. Llevaba una capa de gasa por encima del cuerpo y los brazos; era de línea y corte muy moderno, una de las creaciones de Jane. Me puse unos zapatos negros, de punta redonda y abierta, y el bolso de mano que llevaba a todas las fiestas.

Estaba poniéndome los pendientes largos del aderezo, cuándo sentí unos brazos rodearme. Me di la vuelta, contemplando a Edward, muy guapo con un traje negro, sin corbata y con una camisa blanca, con los primeros botones desabrochados.

-Estás muy sexy con ese vestido... ¿debo ponerme celoso?- murmuró en mi oído, rozándolo con su lengua.

-No te tienes que poner celoso, señorito... ésto- me señalé a mi misma, dando una vuelta- es sólo para ti- murmuré en voz baja, dejando un pequeño beso en sus labios, pero no me dejó apartarme, y terminó dándome un beso que me dejó un poco atontada. Cuándo me libró de sus labios, que no de sus brazos, observó detenidamente los pendientes.

-Te quedan muy bien también- alabó -¿no pesan mucho?- preguntó curioso -siempre he tenido curiosidad- se explicó. Negué con la cabeza, mientras me volvía para coger la pulsera.

-No; el aderezo es muy ligero, es muy cómodo llevarlo- le dije, haciendo un gesto para que me abrochara la pulsera. Me quedé callada unos momentos.

-¿En qué está ahora tu cabecita?- indagó. Resoplé rodando los ojos.

-La impresentable de Jessica estará allí- sus padres han invitado a los Stanley también- le dije- y con lo bien que he estado estos días sin cruzarme con ella-.

-No te preocupes; no creo que se acerque a molestarte- me tranquilizó -¿te ha dicho algo Ang?-.

-Me dijo que se quedó blanca al enterarse de que íbamos a casarnos. Su querida mamá está esperando la invitación de la boda- murmuré divertida. Rió besándome la frente.

-Se lo merecen, por soberbias- dijo mi novio, tomando mi mano y bajando las escaleras. El resto ya estaba abajo, esperándonos. Mi padre y Sue montaron en el coche patrulla, y nosotros cinco en el de Sue, siguiéndoles. Embry se quedaría fuera en la puerta, y Emmet, aparte de que estaba invitado, entraría. Rose y yo íbamos charlando, mientras que Edward hablaba con Emmet en voz baja, dándole algún tipo de instrucción. Nada más aparecer por allí, Ang salió a la puerta, con sus padres.

-Qué guapas- Rose iba con un vestido palabra de honor plateado, pegado a sus curvas. Después de hacerle dar una vuelta, se giró hacia mi, mirándome de arriba abajo.

-Nunca te había visto con tacones en vivo y en directo- objetó divertida -¿no se tropieza?- le preguntó a Edward.

-A veces- respondió mi novio, mirándome divertido.

-Estás muy guapa... y vaya pendientes- se acercó a verlos.

-Sus padres- señalé a mi prometido, que estaba con Emmet y Ben, hablando. Después de felicitar a los señores Weber pasamos al jardín. La carpa que había allí montada era enorme, y cubierta por los costados, de modo que no hacía mucho frío. Al fondo las mesas con la comida y bebida. Mientras caminábamos los cuatro hacia allí, pude ver a Jessica, acompañada de Mike, con un vestido amarillo chillón, largo hasta los pies. Pude sentir cómo me traspasaba con la mirada, mirándonos a Edward y a mi alternativamente. También estaban allí Tyler y Austin. Nada más acercarnos, Jess se adelantó, saludando a Edward e ignorándome completamente.

-Vaya, no sabía que veníais en navidades- dijo.

-Será falsa- siseó Rosalie.

-Pues ya ves, aquí estamos- le respondió Edward, con una ceja arqueada -¿no saludas a mi prometida?- preguntó con una sonrisa maliciosa, rodeándome la cintura.

-Hola Bella... ¿o hay qué tratarte con algún título importante?- preguntó con sorna.

-Jess- le advirtió Mike, que se giró hacia nosotros, saludándonos -gracias por la invitación Bella, tu padre nos la dio el otro día-.

-Eso, muchas gracias; no pensé que os acordaríais de nosotros- dijo Austin.

-Por supuesto que nos acordamos- le respondí -espero que podáis venir- les dije.

-Eso dalo por hecho... será una oportunidad para conocer Londres- dijo Tyler, frotándose las manos.

Edward y Emmet se quedaron con los chicos, conversando. Ang, Rose y yo hicimos un corrillo, y Jess se quedó un poco apartada, pero poniendo atención.

-Ya nos hemos decidido- me explicó Rose -lo del vestido- las miré con un sonrisa.

-¿Ahora resulta que la princesita os dice cómo tenéis que vestir?- preguntó burlona, con los brazos cruzados.

-Resulta, querida Jessica- le explicó Rosalie -que las damas de honor deben ir conjuntadas-.

-¿No lo sabías?- le preguntó Ang, ladeando la cabeza con fingida pena.

-Bah... yo también estaré allí; dile a tu padre que mañana mis padres estarán en casa, para que les de la invitación- dijo pagada de si misma.

-Lo lamento Jess... pero no creo que la invitación llegue a tu casa- le expliqué, seria y adelantándome un paso -¿o no recuerdas las palabras que me dedicaste el año pasado?- recordé con rabia.

-La hiciste mucho daño... y todo por la envidia que tienes- le reprochó Ang. Jess no sabía por dónde salir.

-Todo Forks está invitado- murmuró para sus adentros -menos nosotros- se cruzó de brazos, ofendida -no podéis hacernos ésto- espetó furiosa -¿quién te crees que eres?; invita la Casa real, no tú-.

-Y por eso mismo, tú no estás invitada- habló Edward, acercándose a nosotras -¿crees que no sé el altercado que tuvisteis... ni los comentarios de tu mamá?- le interrogó serio. Mi ex amiga se quedó callada, sorprendida por las palabras de Edward.

-Y la Casa real invita en parte; también invitamos nosotros y Charlie- le explicó con una sonrisa divertida.

-No puedes hacerme ésto... nos conocemos desde niñas, hemos ido juntas al colegio y al instituto y...-.

-Lo siento- me encogí de hombros; puede parecer cruel, pero esas palabras me hicieron mucho daño, y no podía olvidarlas.

-Eres una rencorosa y los dos sois unos...- se acercó a mi con los puños cerrados, pero antes de que Edward y Emmet se adelantaran, Ang la encaró.

-Ni se te ocurra montar un espectáculo en la casa de mis padres; y por supuesto, no insultes a mis amigos- le advirtió seria.

-¿Sabes la consecuencias de insultar a un miembro de la familia real?- le preguntó Emmet, con una ceja alzada y sonriendo divertido.

-¿Y tú quién te crees que eres?- le miró le arriba abajo... esta niña es tonta.

-Uno de los guardaespaldas- le informó Rosalie.

-¿Eres un escolta?- la cara de Tyler y Mike no tenía precio.

-Sí... pero aparte de eso es un buen amigo- aclaró Edward -¿no lo sabíais?-.

-Tío... no lo pareces... cómo siempre estás bromeando- objetó Austín dándole una palmada a nuestro amigo.

-Pero también se ponerme serio- contestó nuestro amigo agarrando las solapas de su traje. Todos reímos ante el comentario, menos su novia, que le miraba resignada. Vimos cómo Jess se alejaba, mascullando entre dientes.

-Idiota- murmuró Rose.

-Déjala... seguro que estará meditando lo que dijo hace un año... ahora que se aguante- añadió Ángela -vamos a bailar un poco- nos agarró a Rose a mi de la mano, arrastrándonos a la pista.

La verdad es que quitando esa parte, lo pasamos de cine. Bailé con mis amigas, y vimos cómo Emmet se unía a nosotras, al igual que los chicos. La música, en homenaje a los padres de mi amiga, era de los años setenta... así que aparte de los señores Weber y mi padre, Emmet estaba en su salsa, cantando temas de aquella época, entre ellos de los Mamas and de Papas, sobre todo la famosa canción California Dreamin´.

-No sabía que le gustara tanto bailar- le dije a Edward, riéndome.

-Es una de sus aficiones ocultas... verás en la boda- objetó rodando los ojos. Después de un buen rato, las notas de Hotel California, de los Eagles, empezó a sonar. Vi a mi padre, fan devoto del grupo, agarrar a Sue y sacarla a bailar. Edward me tendió la mano, con una de sus sonrisas torcidas. En un rincón de la pista, rodeó mi cintura, y yo pasé las manos por su cuello.

-¿Estás bien?- me miraba preocupado mientras girábamos al son de la música.

-Sí, tranquilo... nunca pensé que Jess era así hasta hace un año- medité en voz baja.

-¿Qué te dijo exactamente?- me reclamó serio. Suspiré, negando con la cabeza.

-Pues que me había salido mal la jugada, y que no conseguí cazarte... algo así... y su madre me dijo qué nunca pensó que iría tras un príncipe- recordé.

-¿Pues sabes una cosa?- me preguntó Edward, estrechándome más entre sus brazos.

-Sí que me cazaste... me enamoraste desde que te vi cruzar la puerta del aula- me dijo con una sonrisa tierna -aunque me costó un poco conseguir que te casaras conmigo- añadió divertido. Escondí mi cara en su cuello, sonriendo avergonzada.

-También tu me cazaste- le dije en voz baja -cazaste mi corazón-.

-Y es el mejor trofeo que he ganado en mi vida- levanté mi cara, poniéndome de puntillas, a pesar de mis altos tacones, para darle un pequeño beso, que correspondió con cariño y ternura.

 

Capítulo 37: London Fashion Week Capítulo 39: Entre leyes y bisturíes

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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