Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328519
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 14: Desahogo

EDWARD PVO

Abrí lentamente los ojos, estirándome un poco en la cama. Una sonrisa se apoderó de mi cara, recordando lo acontecido la noche anterior. Bella dormía plácidamente a mi lado. Con cuidado de no despertarla, salí de la cama para dirigirme un momento al baño.

Una vez me espabilé un poco mojándome la cara, regresé a la habitación. La imagen más bonita y con la que había soñado tantas veces apareció ante mis ojos: mi novia dormida en la cama, enredada entre las sábanas, que dejaban al descubierto algunas partes de su cuerpo. Estaba de espaldas, y su larga melena extendida por su espalda y la almohada, como un abanico.

Con cuidado me volví a acomodar en la cama, mientras me apoyaba en mi codo, girado hacia su lado, observándola dormir.

Miles de sensaciones pasaron por mi mente en aquel momento; aquel primer día en la universidad, en el que vi a mi niña por primera vez; en todo lo que había cambiado mi vida desde que Bella estaba en ella cómo mi novia. Ella era la razón por la que me levantaba con una sonrisa en la cara.

Adoraba escuchar su voz mientras hablábamos de cualquier cosa, las salidas tan graciosas que a veces tenía... escuchándome y animándome cuándo lo necesitaba, contándole mis preocupaciones y mis temores.

En el fondo de mi corazón sólo tenía una esperanza... esperanza de que estos tres años de universidad pasaran rápido, y por fin pedirle de que fuera mi mujer, y no tener que separarme de ella ni andar escondidos.

Todavía no estaba preparada, eso era obvio... pero estaba seguro de que poco a poco, y con nuestra ayuda, se haría sin ningún problema al protocolo y al ritmo de palacio. Sabía que en un futuro, se cuestionaría su papel y valía cómo princesa de Gales y futura reina de Inglaterra... pero no me importaba nada. Estaba seguro de que con su dulzura y su determinación se ganaría a los más escépticos y reticentes.

Con cuidado pasé la mano que me quedaba libre entre su pelo, peinándolo delicadamente con los dedos. Se movió un poco, haciendo un pequeño ruido, y no pude hacer otra cosa que reír suavemente. Giró su cara hacia dónde yo estaba, mientras que una pequeña sonrisa aparecía en su cara y abría sus ojos.

-Lo siento, no pretendía despertarte- le susurré suavemente. Ella negó con la cabeza, mientras que se acercaba más a mi cuerpo, quedando poca arriba.

-Me gusta que me despiertes- dijo en voz baja, mientras que una de sus manos iba directa a mi nuca, dándole suaves caricias. Siempre que me tocaba esa zona, me daban pequeños escalofríos.

-Buenos días pequeño- me dijo, me incliné sobre ella para besarla suavemente.

-Buenos días mi vida, ¿has dormido bien?- le pregunté mientras ella se estiraba un poco.

-Si... demasiado bien- contestó con una pequeña sonrisa.

Me tumbé poca arriba en la cama, arrastrándola a ella y poniéndola encima mío. Sus piernas y las mías se enredaron, al igual que la sábana, que quedó entre nuestros cuerpos.

-¿Así que demasiado bien, eh?- le pregunté con una sonrisa pícara. Ella se apoyó sobre mí, con sus brazos encima de mi pecho, y su cara a pocos centímetros de la mía, se estaba poniendo roja de la vergüenza. Suavemente acaricié su pómulo, mientras le decía.

-Bella cielo, no tienes porque tener vergüenza... - le dije para tranquilizarla. Ella tímidamente asintió. Su melena cayó como una cascada por su hombro izquierdo, y un brillo especial adornaba sus ojos.

-¿Qué te pareció?- soltó de repente. Apoyé mis manos en el final de su espalda, mirándola extrañado por la pregunta.

-Quiero decir... ya sabes que nunca había hecho esto antes y...me preguntaba si habías disfrut...- estaba alucinado, yo preocupado por si la había hecho demasiado daño, y ella sólo se preguntaba si yo había disfrutado... si ella supiera.

-Cariño... yo tampoco había hecho esto antes, y además estaba un poco preocupado por si te había hecho demasiado daño- le aclaré y pregunté sin rodeos al mismo tiempo.

-Bueno... ya tenía más que claro que la primera vez era un poco molesto... pero no imaginaba que sería así... tan especial- dijo ella con una sonrisa entre tímida y avergonzada.

-Fue especial... y perfecto- le susurré tiernamente -y deja de pensar que yo no disfruté, porque no es así... además, ¿no sabes que la práctica hace la perfección?- le susurré sensualmente, mientras una de mis manos iba subiendo por su espalda, de camino hacia su cuello.

-Entonces habrá que seguir practicando pequeño- respondió sobre mis labios. Acerqué su cabeza a la mía, y la otra mano se posó en su cintura, para besarla. Ella agarró mi pelo, y en un momento la volteé, quedando mi mano atrapada debajo de su cuerpo, mientras que la otra seguí apostada en su cuello, atrayéndola más hacia mi, si era posible. La sábana que la envolvía se movió, dejando su cuerpo desnudo hasta la altura de su cintura. Mis labios dejaron los suyos, mientras le besaba el cuello y la parte superior de sus pechos. Un gemido se escapó de sus labios, mientras que los míos dejaba un camino de besos y caricias hasta la altura de su ombligo.

Noté como arañaba con cuidado mi espalda, presa del placer. Adoraba verla sí, era una faceta suya que no conocía, y me volvía loco.

-Ed...Edward... tenemos que bajar... aahhh... a desayunar- me dijo entre jadeos. Suspiré contra su ombligo, haciendo que la piel se le erizara. Ella rió acariciándome el pelo, notando el puchero que hice contra su piel.

-Está bien, mi niña manda- dije incorporándome y tendiéndole una mano, ayudando que se levantara, ganándome un tierno beso por su parte.

Entre susurros y caricias íntimas conseguimos arreglarnos y bajar hacia la cocina. Alice y Jasper ya terminaban de desayunar y estaban recogiendo sus platos.

-Buenos días chicos- saludé con una sonrisa demasiado reveladora.

-Buenos días dormilones, pensábamos que no os moveríais de la cama- dijo mi hermana mirándonos con una pequeña sonrisa. Bella se puso roja, mientras bajaba la vista. La rodeé la cintura, mientras mentalmente rodaba los ojos.

-Bien, os dejamos desayunar tranquilos, luego nos vemos- dijo Jasper, sacando a mi hermana de la mano.

Miré a Bella, que se reía de los nervios, presa de la vergüenza.

Nos servimos café y unas tostadas. Bella me miró divertida.

-¿Qué?- interrogué alzando una ceja. Ella me regaló una de sus preciosas sonrisas, para decirme después.

-Se te nota demasiado la alegría en tu cara- me dijo.

-Bueno... pues tienes que saber que eso lo provocas tu- le dije suavemente, mientras tiraba de su mano para que se levantara. Ella automáticamente se sentó en mi regazo, rodeándome con el cuello y escondiendo su carita en el hueco de éste.

Estábamos sumidos en uno de nuestros cómodos silencios, cuándo alguien nos saludó a voz en grito.

-Buenos días chicos... os veo demasiado pegajosos para ser primera hora de la mañana- nos dijo, mirándonos con una sonrisa malévola.

Le fulminé con la mirada, mientras Rose rodaba los ojos por detrás de él.

-¿Y bien... debo suponer que el pequeño Eddie ya se ha hecho adulto?- siguió relatando. Le miré estupefacto, mientras Bella soltó una carcajada. No sabía que responderle, pero mi niña se adelantó.

-¿Sabes una cosa Emmet?;... eso no lo pueden escuchar las mentes sensibles... sino te escandalizarías- dijo en tono misterioso... y con una sonrisa lasciva en su rostro -¿damos un paseo cariño?- se volvió para preguntarme.

Asentí con la carcajada conteniéndose en mi garganta, la cara de Emmet no tenía precio. Nos levantamos y salimos de la cocina, mientras oímos a Rosalie decirle.

-Eso te pasa por querer hacer la gracia- le decía entre risas.

Nada más salir de allí, solté la carcajada que había estado aguantando, mientras Bella se ponía colorada. La rodeé con mis brazos, mientras le decía.

-No puedo creer que te avergüences aquí, y no delante de ellos, después de lo que has dicho-.

-Bueno... me ha costado decirlo... pero así no se meterá con nosotros... ni con el pequeño Eddie- me dijo divertida.

-Traviesa- murmuré mientras me acercaba a besarla. Ella abrió sus labios, invitándome a entrar. Su lengua y la mía se juntaban en una peligrosa danza.

-Bella...- le dije en tono advertencia, entre beso y beso -a este paso vamos a tener que hacer el paseo hacia nuestro dormitorio- ella pareció pensarlo un momento, hasta que al final asintió con una de sus preciosas caras. La guié hasta los garajes, y allí cogí las llaves de uno de los jeeps que Jasper tenía allí.

-¿A dónde vamos?- me preguntó curiosa.

-Al pequeño lago que está cerca de aquí... está dentro de las propiedades de Jasper; tranquila, no nos verá nadie- la aclaré, ya que se había tensado al decirle que nos íbamos un poco lejos.

Conduje con tranquilidad, mientras Bella observaba curiosa el paisaje por la ventanilla. Al llegar a nuestro destino, la tomé de la mano, para guiarla. El pequeño lago apareció ante nuestras narices. Estaba rodeado por un valle de pequeñas colinas, rodeado de frondosos árboles.

Bella se quedó maravillada, cerrando los ojos y aspirando el olor a tierra mojada, ya que por la noche debía haber llovido un poco.

-Es precioso Edward- me dijo volviéndose hacia mi, con una de sus preciosas sonrisas. Lentamente me acerqué a ella, rodeando su cintura y pegando su espalda a mi pecho. Era asombroso lo bien que encajaba Bella entre mis brazos. Ella pasó sus manos por mis brazos, pegándome aun más a ella.

-Pero no más que tú- le susurré mientras le besaba el pelo. Ella simplemente se acurrucó más contra mi cuerpo.

-No sabes lo que daría por tenerte así siempre... quisiera que estos días no terminaran nunca- susurró despacio y con pena.

-Y yo también cariño, créeme- le dije, intentando consolarla, pero al momento ella se separó de mi, para adelantarse unos pasos.

-Sé que debemos hacerlo así, al menos por un tiempo... lo comprendo y yo acepté ésto Edward... sólo que a veces me gustaría que fuera de otra forma- me explicó.

Volví a rodearla con mis brazos, mirándola fijamente.

-Bella... a mi también me pasa lo mismo; si supieras lo difícil que se me hace marcharme de viaje y dejarte unos días... cada vez más... y no poder llevarte al cine, salir a cenar...- suspiré frustrado, bajando la cabeza. Ella me levantó la cara cariñosamente, mientras me acariciaba la mejilla.

-Eso no me importa Edward... me conformo con saber que estarás a mi lado cuándo puedas... y ya lo haces- me explicó cariñosamente.

-Eres demasiado buena... no todo el mundo podría aguantarlo- le dije bajito. Ella simplemente sonrió, mientras se ponía de puntillas y me besaba. Era un beso dulce y tierno, cargado de amor y de futuro... futuro en el que ella estaba conmigo... para siempre.


El tiempo pasaba muy rápido, y los días que pasamos en Norfolk Park también pasaron. Nunca podría olvidar aquellos días, dónde por fin Edward y yo terminamos de dar ese paso que nos faltaba en nuestra relación. Recordar esas caricias y esos besos, que se repitieron todas las noches, hasta que volvimos a Londres, me hacían soñar despierta. Edward sólo se había ausentado dos días, para viajar a Dublín con su padre. Ahora estábamos a principios de febrero... y los exámenes se acercaban.

Y se acercaba esa fecha que odiaba con todas mis fuerzas, que me traía dolorosos recuerdos. El diez de ese mes se cumplirían siete años de la muerte de mi madre. Esa noche me revolví inquieta en la cama, y no me desperté mejor. Tenía ojeras y estaba pálida, y mis ojos rojos me delataban.

Todavía en pijama saludé a Rosalie, que ya había preparado el desayuno.

-Buenos días- saludé, sentándome en la silla.

-Buenos días Bella... ¿estás bien?- me preguntó en cuánto se giró y me vio.

.Si... solo me duele un poco la cabeza- mentí lo mejor que pude.

-¿Seguro?- me preguntó, muy poco convencida -¿quieres que me quede aquí contigo?- se ofreció.

-No tranquila, me quedaré una hora más a dormir, iré a segunda hora- le dije.

Pareció meditarlo, hasta que por fin asintió.

-Está bien, ¿quieres que le diga algo a Edward?- me preguntó mientras recogía su taza y la ponía en el fregadero.

-No.. sólo dile que iré a segunda hora- le dije, mientras despedazaba una magdalena.

Ella asintió y se marchó. No fui capaz más que de beberme unos sorbos de café. Volví a tumbarme en la cama, mirando al techo y pensando en mi madre. Tenía un cúmulo de sentimientos que, aún habiendo pasado siete años desde aquello, no había sacado a la luz.

Las tímidas lágrimas que empezaron a aparecer, pronto se convirtieron en un llanto sin fin. Lloraba por su recuerdo, lloraba porque le destino le tuviese guardando a mi madre esa maldita enfermedad... lloraba porque me gustaría que estuviese aquí, conmigo, que conociera mi vida, a Edward... había veces que necesitaba tanto hablar con ella...

Me levanté torpemente de la cama, cogiendo el retrato que descansaba en mi mesilla. Era una de las últimas fotos de mi madre. Estaba en el jardín de casa; el pañuelo que le cubría la cabeza era el único signo de que ella estaba enferma. Su ojos y su sonrisa dejaban entrever a una persona optimista, alegre, luchadora y fuerte. Nunca tuvo miedo a su enfermedad... ella era enfermera, y desde que le dijeron después de la operación que debía tomar sesiones de quimioterapia, ella ya sabía que era demasiado tarde.

Me quedé sentada en el suelo, con las rodillas pegadas a mi pecho, y entre ellos, el retrato de mi madre.

No sabría decir las horas que pasé en esa postura, simplemente mirando hacia el infinito y llorando a mares. No oí que abrían la puerta de mi casa, y los pasos frenéticos que se dirigían a mi habitación. No vi a Edward hasta que se agachó a mi lado, muy nervioso.

-¡Bella!, ¿cariño qué te pasa?- levanté la vista lentamente, bajo las lágrimas distinguí a mi novio, con los ojos muy abiertos y la preocupación escrita en su rostro.

-Edward...- no pude seguir hablando, mi voz se quebró... solté el agarre de mis rodillas y me lancé a sus brazos. Enseguida me acogió en su pecho, apretándome contra él y dándome tiernos besitos en el pelo.

-Ya está mi niña... tranquila, no pasa nada- me decía tiernamente e intentando tranquilizarme.

-Ella no está Edward... y yo la necesito- balbuceaba en su pecho.

Edward no dijo nada más, me soltó un momento y nos puso a ambos de pie. Me cogió en brazos y se dirigió hacia el salón. Se sentó conmigo encima, y yo sólo pude acurrucarme y esconder mi cara en su pecho. Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos, me aferré con mis puños a su sudadera, mientras el simplemente me acariciaba el cuello y me mecía. Dejó que me desahogara, hasta que por fin mi respiración se volvió tranquila.

Levanté la cabeza, me miraba con cariño.

-¿Estás mejor?- susurró mientras me besaba la frente. Asentí lentamente, mientras mis ojos se posaban en el manchurrón que habían dejado mis lágrimas.

-Lo siento... te he manchado la chaqueta- le dije, todavía un poco llorosa, intentando inútilmente quitar la mancha con mi mano. Edward negó con la cabeza, mientras apartaba mi mano del lamparón y se la llevaba a sus labios.

-Bella, me importa un cuerno la chaqueta... me tenías muy preocupado; Rose me dijo que irías a segunda hora, y a la cuarta ya me asusté y me vine- me contó.

-¿Qué hora es?- pregunté desorientada.

-Las dos y media... no cogías el móvil, y Rose dijo que estabas enferma- me explicó. De repente, me asusté.

-¿Has venido solo?-.

-Ehmmm...si... Rosalie me dio las llaves... le prometí a Emmet que no me movería de aquí- me contó con una sonrisa.

Se la devolví, mientras me volvía a abrazar a su cuerpo; sus brazos, tan fuertes y musculosos, se habían convertido en mi refugio. Tenía la sensación de que nada me podía pasar rodeada por ellos.

-¿Quieres hablar de ello?- me preguntó suavemente. Tomé aire, para empezar a explicarle.

-Hoy... se... se cumplen siete años desde que...- no pude seguir hablando, pero el me entendió a la primera.

-Cuéntamelo cariño- me instó mientras me apretaba más en torno a su cuerpo.

-Apenas recuerdo nada del día en que murió... recuerdo el funeral, y después recuerdo estar en el jardín de mi casa... alejada de la multitud- le conté despacio. El me escuchaba en silencio, por lo que seguí.

-Ese día no pude derramar una lágrima... creo que estaba en shock... entonces mi padre vino a decirme que varias personas se iban, y debía entrar a despedirme-.

Levanté la cabeza de su hombro, me dio una sonrisa de ánimo y continué, tomando su mano y jugueteando con sus dedos.

-Recuerdo la mirada de mi padre, perdida en sus recuerdos junto a ella... le pregunté si estaba bien... y lo único que me dijo era que sí... pero desde aquel momento supe que nada volvería a ser igual- suspiré con pena, y proseguí -la echo tanto de menos Edward... si pudiera verla, aunque solo fuera un minuto... y que me diera uno de sus abrazos... me gustaría que viese lo feliz que soy- terminé de decir.

Edward simplemente me besó la frente, mientras seguía acunándome. Permanecimos así unos minutos, y su cara giró hacia el retrato de mi madre, que estaba a nuestro lado en el sofá.

-Era muy guapa- susurró con una sonrisa -te pareces mucho a ella... tienes sus ojos- me confesó bajito.

-Si.. eso dice todo el mundo- afirmé, mirando con añoranza la foto.

-Me hubiera gustado mucho conocerla- dijo.

-Seguro qué le habrías gustado mucho... incluso te habría dicho lo guapo y sexy que eres- recordé con una sonrisa la alegría y desparpajo que tenía mi madre.

-¿Guapo y sexy?- preguntó arqueando una ceja y con una sonrrisilla malvada. Le di juguetonamente en el hombro.

-Gracias por escucharme... lamento que hayas perdido las clases...- empecé a decirle.

-Bella... todos tenemos nuestros momentos de bajón... y hace unos meses prometí que cuidaría a mi princesa... y quiero que me cuentes lo que te pasa siempre, ¿me oyes?- me explicaba con cariño. Asentí lentamente, mientras mi estómago se quejó de hambre.

-Hora de comer- dijo mi novio, haciéndome una señal para que me levantara. Le miré confusa.

-¿Pero tú no tenías una entrevista en palacio con tus padres y el embajador?- pregunté de repente.

-Si... pero hablé antes con ellos, y me han dado permiso... no te quiero dejar sola hoy Bella... además, mañana es viernes y te vienes a mi casa- me recordó.

-Edward... no quiero que descuides tus tareas por mi... tus padres se van a terminar de enfadar conmigo- exclamé preocupada.

Se acercó a mi, y tomando mi cara entre sus manos, empezó a decirme.

-Bella... sabía que día era hoy... y Rose también lo sabía... no te preocupes por eso... si realmente hubiera sido importante, mis padres me habrían hecho asistir... además he pedido permiso, y hoy me quedo a dormir aquí contigo; Emmet me traerá ropa, y se quedará también- me contó.

-¿De verdad?- pregunté haciendo un puchero. El asintió, mientras me seguía explicando.

-Bella... ¿recuerdas lo que de dije esa noche, cuándo te confesé mis sentimientos?... eres lo más bonito que tengo alrededor Bella... y no puedo permitir que mi niña esté sola en un momento así- me terminó de decir.

Mis ojos estaban anegados en lágrimas... ¿cómo podía este hombre quererme así?.

-¿Por qué lloras cariño?- me preguntó preocupado, quitando mis lágrimas con sus dedos.

Negué con la cabeza, mientras le contestaba.

-Nunca pensé que podría querer así... cómo te quiero a ti... como te amo a ti- susurré, pegando su frente a la mía.

-Y yo jamás pensé que podría amar así... pero eso sólo tiene una respuesta... y es porque eres tu, simplemente tu- susurró, para unir mis labios a los suyos, en un beso infinito.

 

 

 

Capítulo 13: Simplemente amor Capítulo 15: Confesiones suegra- nuera

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445314 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios