PVO EDWARD
Esa mañana me levanté animado. Terminé de ducharme y me puse unos vaqueros de talle bajo, junto con una camiseta blanca y una sudadera negra con capucha. Acabé de atarme mis inseparables puma marrones y me dirigí a desayunar. Alice ya estaba preparada también, y lo primero que hizo fue darme una mirada de la cabeza a los pies, queriendo aprobar lo que me había puesto.
Resoplando, me giré hacia ella.
-Alice...creo que para ir a clase no hace falta que saque el traje de gala- repuse un poco molesto.
-No...te ves bien, en serio- dijo con una sonrisa, aunque con un tono de voz nada conciso.
Decidí no darle más vueltas al tema, ya que si la contradecía, era capaz de mandarme a cambiar de ropa.
Emmet y Jasper ya nos esperaban para el desayuno. Mi hermana y su novio se iban en el coche de Jasper; aunque era la misma universidad sus facultades estaban ubicadas en otro lugar.
Le pedí a Emmet que me dejara conducir, adoraba la velocidad. La facultad de derecho estaba en el centro de Londres. Una vez encontré un sitio libre, apagué el motor del coche, mientras miraba a mi alrededor. La voz de mi amigo me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué tienes a primera hora?- me preguntó curioso.
Revisé mi horario, sacándole de dudas.
-Pues...derecho constitucional y libertades fundamentales, en el aula 22- contesté resuelto.
-Pues vamos- dijo mientras salía del coche. Tomé aire y me bajé, empezando a caminar junto a él hacía el edificio; intenté no ponerme muy nervioso... pero siempre me intimida que me miren tanto, me pasa incluso en los actos oficiales.
Los estudiantes se volteaban con caras curiosas, y otras alucinadas, mientras me dirigía a la dichosa aula 22.
Una vez llegué a mi clase, Emmet se despidió de mi, diciéndome en un susurro que andaría cerca. Entré bajo la atenta mirada de los que iban a ser mis compañeros. Podía oír cuchicheos y murmullos a mi alrededor, mientras me dirigía hacia la mesa del profesor para entregar la ficha de mis datos, era un ritual a repetir en cada asignatura.
-Bienvenido a derecho constitucional alteza, soy el profesor Robert Delamore- me dijo dándome la mano.
-Un placer conocerle señor Delamore- repuse educadamente, mientras le extendía mi ficha.
-Gracias- me dijo mientras miraba la ficha. Iba a girarme para sentarme, cuándo me volví hacia el señor Delamore.
-Señor...me gustaría que no me tratara por mi título, llámeme simplemente cómo a cualquier otro alumno- prácticamente le rogué.
-Bien, lo comprendo, puede sentarse señor Cullen; por cierto, el decano quiere darle personalmente la bienvenida, le espera en su despacho al acabar las clases- me contestó con una amable sonrisa.
Le di las gracias, y me dirigí a una mesa libre al final de la clase. Los pupitres eran antiguos, y de dos personas, cómo en el colegio. Supuse que nadie se sentaría conmigo, así que saqué el libro de la asignatura y me puse a ojearlo. Los asientos se iban llenando, pero yo seguía sólo.
Diez minutos después, el señor Delamore empezó a presentarse, dando por iniciada la clase. Apenas llevaba cinco minutos explicando la asignatura, cuándo tocaron a la puerta.
-Pase- indicó el profesor.
Todos giramos la cabeza, para observar quién llegaba tarde el primer día de clase.
Esa fue la primera vez que la vi.
Una chica de aspecto tímido y completamente sonrojada entró, tendiéndole la ficha al profesor.
-Puede sentarse, pero que no se vuelva a repetir- la reprendió de forma amable. La chica asintió tímidamente, para después empezar a buscar con la mirada un sitio disponible.
La sentí mirarme con los ojos muy abiertos por la sorpresa, mientras poco a poco avanzó hacia mi mesa. Al momento eché una rápida mirada al resto del aula, comprendiendo que el único asiento que quedaba libre era a mi lado.
Aparté mi carpeta cuándo llegó a mi altura, me sonrió tímidamente y se sentó a mi lado. Un envolvente aroma afrutado me sacudió por completo, dejándome atontado.
Ella simplemente se sentó mirando al frente. Tuve ocasión de observarla de reojo... era simplemente preciosa.
Mi corazón empezó a latir como loco. Su carita tenía forma de corazón; sus ojos, marrones cual chocolate, tenían una mirada expresiva y dulce, enmarcados dentro de una cejas y unas pestañas perfectas. Su pelo, castaño y precioso, le caía por los hombros y la espalda, suavemente ondulado, con un flequillo ladeado largo. Su boca, roja y pequeñita. Su tono de piel era muy pálido, a excepción de sus mejillas, que estaban teñidas de un color rosáceo, era encantador.
Apenas me miraba, ya que su cabello se había convertido en una cortina involuntaria. Al de media hora el profesor nos indicó que abriéramos el libro para explicarnos un poco el temario. Al abrirlo por la página que nos indicaba el señor Delamore, me percaté de que ella no tenía el libro, así que carraspeando para llamar su atención, deslicé mi libro para que quedara en medio de los dos.
Ella se volteó para verme, y una sonrisa preciosa apareció en su cara. Me quedé sin respiración por un instante.
-Gracias- murmuró tímidamente; pareció dudar, hasta que me dijo su nombre.
-Me llamo Isabella...Isabella Swan- se presentó.
-Un placer conocerte Isabella, me llamo...-iba a seguir, pero me cortó.
-Príncipe Edward, encantada- balbuceó, mirando por un segundo al libro.
-Llámame sólo Edward, por favor, nada de príncipe ni alteza ni nada de eso- le pedí amablemente.
-Oh...vaya...pensé que tenía que llamaros así- balbuceó con vergüenza.
-No por favor, aquí soy un alumno más...o intento serlo-musité con un pequeño deje de tristeza.
Intenté que no se me notara el tono mustio que había adquirido, pero no funcionó.
-¿Por qué dice eso alt...emh... Edward?- me preguntó con verdadera curiosidad.
-Verás Isabella...- empecé a contestarle, pero ella me interrumpió.
-Bella por favor, así me llama todo el mundo- explicó ella.
-Bien, Bella... bueno... supongo que doy miedo... la gente piensa que ser miembro de la familia real no les da derecho a hablarme...- empecé a explicar, pero ella me interrumpió amablemente.
-Bueno... tienes que considerar que para ellos es difícil; a mi me cuesta horrores, incluso en este momento- dijo ella, desviando su sonrosada cara al libro por unos momentos, y mordiéndose el labio inferior.
-Créeme, se que debe intimidar... pero antes que príncipe, soy una persona normal y corriente- le contesté, esbozando una sonrisa. No era nada hablador con la gente que no tengo confianza...pero con ella no tenía esa sensación...era extraño.
Ella me sonrió de vuelta, cuándo nos volvimos a escuchar al señor Delamore.
-Bien señores, faltan veinte minutos para la siguiente clase; pueden conversar y conocer mejor a su pareja, ya que la persona que se sienta a su lado será su compañero durante todo el semestre. Con ella harán los trabajos en grupo. Esto se mantiene para las asignaturas de historia y teoría de las relaciones internacionales, teoría general del derecho y derechos humanos y cooperación al desarrollo, que se impartirán en este mismo aula, conmigo y con la profesora Grace Kininston, que se ocupará de la teoría general del derecho; gracias por su amabilidad- finalizó el profesor.
Me volteé para observar a Bella; quería saber todo sobre el pequeño ángel que se sentaba a mi lado.
-Bueno, ¿por qué no me cuentas algo sobre ti?; ¿no eres británica, me equivoco?- sabía de sobra que su inglés tenía un profundo acento americano, pero esperé a que ella empezara.
-Oh...eres muy observador- me contestó con otra se sus preciosas sonrisas, para después proseguir -soy americana; de un pueblo en el estado de Washintong, llamado Forks- empezó a relatar.
-¿Eso está en la costa Oeste?- pregunté curioso.
-Eso es, a menos de doscientos kilómetros está la frontera con Canadá; ¿has estado en EEUU?- me preguntó curiosa.
-Sólo en Nueva York y en Washintong D.C; fui con mis padres de visita oficial hace algunos años- le expliqué amablemente.
-Vaya... entonces has estado en la Casa Blanca- afirmó con una pequeña risa.
-Si, aún estaba Bush en el gobierno, creo que era en uno de sus primeros años de mandato...¿te digo una cosa?- me acerqué a ella en plan confidente, y casi podía sentir su dulce aliento en mi cara. Ella asintió ansiosa, así que proseguí.
-Me la esperaba más impresionante, incluso el despacho oval es un poco pequeño, parece más grande en las fotos- expliqué divertido.
Bella soltó una pequeña carcajada. Me encantaba verla reír, su sonrisa me enamoraba por momentos; no pude evitar el unirme a sus risas. Una vez nos calmamos, la seguí preguntando.
-¿Y qué te trae a estudiar aquí, tan lejos de tu hogar?-.
-Me concedieron una beca; mi padre es jefe de policía en Forks. La comisión de Seguridad Nacional sacó becas a concurso para hijos de los cuerpos de seguridad estadounidenses. Animada por mi padre, presenté la solicitud...y aquí estoy- me contó.
-¿Y esa beca es sólo para un semestre?-pregunté.
-No, es hasta finalizar los estudios...así que me esperan aquí unos años- me dijo.
-Vaya...espero que te guste Inglaterra, y que te sientas cómo en casa- deseé.
-Lo poco que he visto me encanta; Londres es una ciudad fascinante, además los ingleses son muy hospitalarios- me confesó.
Las dos horas restantes, ya que eran las asignaturas que teníamos con el señor Delamore, nos las pasamos hablando sobre nosotros. Me habló de su familia, de sus amigos del instituto y de su vida en Forks. También me habló de su compañera de piso, una chica llamada Rosalie, americana y también con una beca, cómo ella. Me enteré de que su apartamento estaba en George Street, zona bastante céntrica.
Había una cosa que no mencionó...y era a su madre. Hablaba de su padre y de una tal Sue, su esposa. No era buena señal, pero me atreví a preguntarle.
-Bella, ¿y tu madre?; no hablas de ella-.
Su cara se tornó en tristeza, y mi intuición no falló.
-Ella murió hace cinco años- balbuceó, mientras sus ojitos empezaban a brillar a causa de las lágrimas.
Me maldije a mi mismo por causarle dolor. Una chica tan bonita cómo ella no merece llorar.
-Lo siento mucho Bella- le dije con disgusto; no quería que ella estuviera triste. Ella asintió con una débil sonrisa, intentando borrar la culpa que me embargaba. No quise ahondar más en el tema, cuándo ella quisiese me lo contaría... o al menos eso esperaba.
-¿Y qué hay de ti?; seguro que tu vida es mucho más interesante que la mía- me preguntó un poco más animada.
-No sabría qué decirte- le contraataqué divertido.
-Seguro que conoces a mucha gente importante- dijo con algo de vergüenza.
-He conocido a gente importante y muy intimidante, pero no es para tanto créeme- repuse.
-A mi me daría mucha vergüenza...una curiosidad, ¿cuándo te encuentras con personas que no hablan inglés?; es decir, reyes de otros países o presidentes extranjeros...- no la dejé terminar la pregunta, ya sabía por dónde iba.
-Aparte del inglés, hablo francés, alemán y algo de portugués- le enumeré.
Me miraba asombrada, mientras la observaba con una sonrisa.
Le conté cosas de mi vida, mi familia y mis dos años en Alemania. Me ahorré bastantes detalles, ya que no podía contar mis intimidades así por así...pero algo me decía en mi interior que no tenía nada de qué preocuparme, que ella no iba a hablar con ningún periodista.
Me hizo gracia que me confesara la primera vez que me vio fue en un programa de televisión...era curioso.
El tiempo pasó muy rápido, es más, a su lado se esfumaba. Por primera vez, me sentía a gusto con una chica, sin sentirme una presa a quién cazar.
Sonó el timbre; ahora sí que debíamos cambiar de clase; ambos teníamos ética, pero estábamos en clases separadas. Mientras recogíamos los apuntes y los libros, me giré para despedirme de Bella, además Emmet ya me estaba esperando en la puerta.
-Te veo mañana Bella- le dije mientras salíamos.
-Lo mismo digo Edward, ha sido un placer conocerte...compañero de fatigas- me dijo ella mientras me tendía la mano tímidamente y con otra de sus preciosas sonrisas.
-Lo mismo digo- le dije mientras tomaba la mano que me ofrecía.
Al sentir su manita suave y cálida entre la mía, un extraño hormigueo me recorrió el brazo, terminando éste en mi estómago. Me quedé paralizado, intentado encontrar una explicación.
No se si ella se dio cuenta de esa reacción, pero algo debió sentir ella también, ya que se soltó muy nerviosa.
La vi alejarse hacia su siguiente clase, mientras me la comía con la mirada, literalmente hablando. Sus vaqueros ajustados y su camiseta lila acentuaban sus preciosas curvas de mujer.
La voz de Emmet me sacó de mis pensamientos.
-Vaya Edward...haces amistades muy rápido- me dijo con voz socarrona, mientras me giraba hacia él.
-Emmet...- le advertí molesto.
-Vale vale... ya veremos a quién vienes a contar tus penas dentro de unos meses- me dijo con el mismo tono socarrón.
Me reí con el, a la vez que nos dirigíamos a mi siguiente clase. La mañana transcurrió tranquila; una vez finalizadas las clases nos dirigimos al despacho del decano, quién muy amablemente me dio la bienvenida a la universidad.
Al finalizar las clases, nos dirigíamos hacia el coche cuándo pude ver a varios fotógrafos esperando para retratar mi salida de la universidad; suspiré frustrado. Reconocí a Jacob Black y Paul Simons, del Daily Mirror, y a Seth Clearwater y su hermana Leah, del London Daily, entre otros.
Odiaba el Daily Mirror, sólo les interesaba sacar escándalos, no se molestaban en contrastar las noticias, y eso que con mi familia no se metían mucho, ya que palacio tiene controlada a la prensa; el London Daily era más moderado; por lo menos contrastaban los rumores antes de publicarlos.
Después de llegar a palacio y de responder al intenso interrogatorio que mi adorada familia me realizó, me acosté, deseando que llegaran las clases de nuevo para verla...para disfrutar de su preciosa sonrisa.
Esa fue la primera noche que soñé con Bella.
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Les gusto, les pido votitos y no se olviden de comentar a ver si les gusta la historia.
Besos
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