Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
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Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 47: Primeras navidades de casados

EDWARD PVO

Por fin habían llegado las navidades, y con ellas más tranquilidad en cuanto a compromisos oficiales se refieren; y con ellas también llegaron a Londres mis suegros y la abuela Swan. Mi mujer estaba contenta de tenerlos aquí, ya que no les veíamos desde nuestra boda. Parecía increíble que ya hubieran pasado seis meses, y a cada cual, más feliz. Bella seguía aprendiendo día a día el oficio, cómo nos referíamos ella y yo a nuestra labor, y reconozco que desde que ella me acompañaba, no me sentía tan intimidado y agobiado. Había días que nos despedíamos a las ocho de la mañana y no nos veíamos hasta la noche, o incluso alguno tenía que viajar por separado y no nos veíamos en varios días... pero era lo que había.

Por lo menos, durante las fiestas navideñas el número de compromisos bajaba en picado; eran unos días en los que a mis padres les gustaba pasar tranquilos y en la intimidad, de modo que siempre se despejaba bastante la agenda, de no ser que fuese algo importante o alguna urgencia.

Hoy era el día de nochebuena; por la noche, cenaríamos en familia mis padres, mi hermana y Jazz y la familia de Bella. Emily había dejado casi todo preparado para hoy y la comida de mañana, y mi madre y Sue se encargarían de terminar de prepararlo; se hacía así todas las navidades, para que los empleados pudieran cenar con sus familias.

La suave voz de mi esposa me devolvió a la tierra; estábamos en el salón privado de mis padres, al lado del árbol de navidad, ordenando los regalos para todos.

-¿Y el mío?- inquirió con las cejas alzada.

-Ahí- le señalé una caja de tamaño medio, envuelta en un papel plateado y con una cinta roja. Sonrió satisfecha.

-Por el tamaño, no parece una joya; por una vez, me has hecho caso- expresó contenta. Afirmé vagamente con la cabeza, disimulando la carcajada y enterrando entre el resto de regalos una pequeña caja; esperaba que no se enfadara mucho.

Cuándo terminamos de organizar el follón de paquetes, nos sentamos enfrente de la televisión; en el salón amarillo, mi padre se disponía a empezar el tradicional discurso de navidad, y este año, se hacía en directo. Charlie, Sue, la abuela y mi madre estaban acomodados en los sillones grandes; Bella estaba acomodada en mis brazos, aovillada cómo un bebé y mi hermana sentada entre las piernas de Jazz, ambos en el suelo y rodeados de cojines.

-Es increíble que esté en la otra punta de palacio- decía divertida la abuela, con las gafas en medio del puente de su nariz y mirando fijamente al televisor. Bella sonreía divertida, negando con la cabeza.

-Ya empieza- dijo mi hermana, para que guardáramos silencio. La imagen de mi padre apareció en el televisor, y el mensaje de navidad, comenzó. Habló, entre otras cosas, de los problemas que habían preocupado a la mayoría de los ingleses, así cómo la crisis económica que en la que vivía sumergida la mayoría de los países europeos. También hubo referencias a nuestra boda, y a mi esposa.

"También quiero agradecer al pueblo inglés todas las muestras de cariño que toda mi familia recibió el veintitrés de junio, con motivo del matrimonio de mi hijo, el Príncipe de Gales. Ellos mismos y nosotros nos sentimos inmensamente arropados ese día; y me consta que tanto el Príncipe cómo la Princesa de Gales se sentirán agradecidos al pueblo ingles de por vida. Así mismo, quiero destacar el trabajo que realizan ambos, sin descuidar un sólo instante sus deberes cómo herederos de la corona, comprometiéndose con y para todo lo que se les requiere".

Mi mujer escuchaba las palabras de mi padre con una tímida mueca, y estaba roja cómo una amapola. Su padre la miraba orgulloso.

-Eso es cierto; habéis hecho un buen trabajo estos meses- expresó satisfecho.

-Bella por aquí, Bella por allá...me voy a terminar por poner celosa, Bellie- dijo mi hermana en bromas, con un divertido puchero. Mi mujer rió divertida.

-Créeme que a veces te cambiaría el sitio... a ver si el señor Zimman me deja un poco en paz- expreso Bella, con una mueca de fastidio.

-¿Cual ha sido la última ocurrencia de ese tarambana?- inquirió curiosa la abuela.

-Hace tres semanas fui con Esme y Alice a la inauguración de una exposición de arte- les empezó a explicar mi niña -y sin darme cuenta, me puse a la altura de Esme, para admirar uno de los cuadros, y ya me quedé a su lado durante todo el recorrido- explicó escuetamente -pues el señor Zimman me estuvo recriminando que no sabía guardar las formas, y que seguía sin saber ni gota de protocolo-.

-Bella y yo debemos debemos ir unos pasos por detrás de ellos- les expliqué, ante las estupefacta mirada de mis suegros -pero a veces es normal que pasen estas cosas-.

-Y por supuesto, no pasa absolutamente nada- añadió mi madre, rodando los ojos.

-Pues desde ahí, mal- siguió contando Bella -el otro día me puse unas botas altas con una falda...-.

-Que por cierto, te quedaban muy bien- acotó la gurú de la moda en la familia.

-Pues el buen señor dijo qué solo me faltaba el caballo, para ir al rodeo-.

-Este hombre es idiota; ¿acaso se cree Armani?- dijo Sue, rodando los ojos.

-Algo parecido dije yo- añadí entre dientes.

-Y por supuesto, todos los días se pregunta cuándo vamos a dar continuidad a la dinastía- seguía relatando mi esposa.

-Cómo si un niño se hiciera en un chasquido- murmuré entre dientes; ya sabíamos que después de nuestra boda ese sería el tema estrella.

-Eso tenéis que tomarlo con calma- nos dijo Sue -sois jóvenes, y no tendréis ningún problema- nos animó. Bella y yo sonreímos cómplices, con disimulo. Hacía un par de meses que Bella había dejado los anticonceptivos, y lo estábamos intentando. Queríamos esperar un poco más, pero teníamos ganas de tener familia, independientemente del asunto de la sucesión. Cada vez que mi niña o yo acudíamos a un compromiso en el que había niños, a mi mujer se le transformaba la cara... y a mi también, no lo podía negar.

-Bah- mi esposa se encogió de hombros -no le hacemos mucho caso y punto; me gustaría verle a él teniendo que guardar el tipo y las formas, y que sienta cómo te miran con lupa todo el tiempo- sugirió con una sonrisa maliciosa. La familia reía divertida ante este último comentario, imaginándose al señor Zimman en un acto oficial.

Al fin mi padre dio por finalizado el discurso, deseando una feliz navidad y un próspero año nuevo cargado de alegrías e ilusiones. Se reunió con nosotros al cabo de unos minutos, después de haberse quitado el traje.

-¿Qué tal?- interrogó en general.

-Has hablado muy bien- le alabó la abuela -Charles, podrías pedirle que te enseñara un poco- le dijo a mi suegro.

-Te recuerdo, mamá -enfatizó la palabra -que en la boda de los chicos hasta tú me felicitaste- le espetó, medio gruñendo.

-Es verdad- le dio la razón mi madre -lo hizo estupendamente-.

-Para una vez que hacía algo medianamente bien, había que reconocérselo- la buena mujer se encogió inocentemente de hombros, ante las risas mal disimuladas del resto. Seguimos con la animada charla un buen rato, hasta que llegó la hora de la cena, que pasó sin sobresaltos y con mi padre y Charlie intentando trinchar el pavo, que este año era enorme.

-La cena estaba deliciosa- alabó satisfecho Charlie, una vez nos acomodamos en el salón, para tomar el café.

-Cierto- concordó mi padre.

-Emily se supera cada día- reconoció mi hermana, dando vueltas a su café -¿no podemos repartir ya los regalos?- preguntó con una mirada suplicante.

-Eso, eso- apoyó mi padre; mi madre los miró a ambos, alzando una ceja.

-Son las once de la noche; ¿no podéis esperar, aunque sea una hora?- mi padre y Alice resoplaron cual niños pequeños, hasta que Sue intercedió por ambos.

-Podríamos hacer una excepción este año; pero en el momento en el que haya niños pequeños, hasta el día de navidad por la mañana, nada de nada-.

-Me parece justo- dijo Charlie, frotándose las manos. Mi hermana se levantó de un brinco, posicionándose al lado del árbol.

-Yo reparto- dijo ante nuestras risas por su entusiasmo; en unos pocos minutos, convertimos el salón en una jungla de cajas, paquetes y cintas.

-¿Otro rifle de caza?- preguntó Sue con resignación, al ver el regalo que mis padres le habían hecho al padre de Bella.

-Vamos a tener que alquilar una casa sólo para meter tus bártulos- refunfuñaba la abuela, estudiando el regalo que había recibido por parte mía y de Bella -me encanta hijos, muchas gracias- expresó contenta, probándose el pañuelo de seda para el cuello.

Miré al mi alrededor, esperando que Alice descubriera la segunda parte del regalo de mi mujer, que estaba feliz con los DVDs de una de sus serie favoritas entre sus manos. Jasper y yo comparábamos los videojuegos y la nueva videoconsola que ambos habíamos recibido por parte de Alice y de Bella.

-Opsss... Bellie, aquí hay otra caja para ti- le indicó mi hermana. Mi mujer arqueó una ceja mientras la cogía y me lanzaba una mirada furibunda.

-Para Bella, de parte de... ¿Casper e Isolda?- me preguntó alucinada, rememorando la conversación que mantuvimos una mañana en los jardines.

-A mi no me mires- levanté ambas manos, en señal de protección, intentando sofocar las risas. Mi niña seguía refunfuñando mientras lo abría, pero pude ver cómo su cara cambiaba cuándo descubrió el contenido.

-Qué bonito- expresó mi hermana en su suspiro, admirando la cadena de platino, del que pendía una aguamarina redonda, no muy grande.

-Así ya tienes el pack completo; me faltaba regalarte el colgante- le expliqué, esbozando una pequeña sonrisa; ella no dijo nada, simplemente se acercó a mi, abrazándome por la cintura.

-Es precioso... pero te has pasado- me susurró en plan regañina cariñosa -ya tengo un aderezo completo de aguamarinas- me recordó.

-Pero esas pertenecen a las joyas oficiales- le volví a remarcar -y estas son las tuyas personales- le señalé los pendientes y la pulsera que le regalé el primer año -¿te gusta?- ella me miró, sonriendo por fin.

-Claro que me gusta mi amor; es precioso- me agradeció -¿y tú regalo, te gusta?- interrogó dudosa.

-Por supuesto; tengo videoconsola nueva- exclamé cómo un niño pequeño -y videojuegos nuevos- acabé satisfecho.

-Eso es para que no nos deis la murga y nos dejéis tranquilas un rato- aclaró mi hermana, admirando el nuevo bolso de piel que le habían regalado mis padres. Jasper y yo miraros a nuestras parejas seriamente. Bella se encogió ligeramente de hombros, sonriendo con malicia.

-Gracias, cariño- agradeció Jasper a mi hermana, con tono sacástico.

-Ahora los hombres se entretienen con cualquier cosa- la abuela meneaba la cabeza -si esos cacharros hubieran existido hace cuarenta años...- se lamentaba.

-¿Le habría comprado uno a su marido?- le preguntó mi padre, admirando los libros de historia contemporánea de Ámerica, regalados por Charlie y Sue.

-Ya lo creo... así no me hubiera tanto la murga- replicó tal normal -por cierto, ¿no viene tu tío Alfred?-.

-Vendrá mañana por la tarde, a merendar- contestó mi madre, admirando el perfume que había recibido cómo regalo. La buena mujer sonrió pícara.

-Qué hombre tan encantador- dijo con cara soñadora. Bella soltó la carcajada, ante la estupefacta mirada de Charlie.

-No puedo creer que ligues a tus años, mamá- ese fue el detonante para otra batalla dialéctica entre madre e hijo.

-¿Me estás llamando vieja?- le reclamó seria -será que tú estás muy joven- le picó -cada día estás más calvo, y se te están formando unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos, y...- mi suegro la cortó.

-Gracias por llamarme viejo, mamá-.

-Es la realidad- la sala entera estallamos en carcajadas ante la tranquilidad de la abuela al contestar; definitivamente, nunca cambiarían.

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Desgraciadamente, las navidades pasaron muy deprisa, y mis padres y la abuela regresaron a Forks después de Año Nuevo. Los compromisos y reuniones volvieron a ocupar la primera plana de nuestra vida cotidiana.

Había pasado dos meses desde las navidades; estábamos a finales de febrero, Edward y sus padres partieron ayer mismo a Sudáfrica y Mozambique, en visita de estado. Yo no pude acompañarles en esta ocasión, ya que tenía varios compromisos que no podía eludir. Estaba con Zafrina, Maguie y Sam, repasando el discurso que iba a dar en una hora escasa, en la inauguración de un nuevo centro de acogida para madres adolescentes. Demetri se había ido al viaje con Edward y sus padres, de modo que Zafrina me acompañaría, ya que Alice estaba en otro acto en Dorchester.

Me revolví inquieta en ella silla, ya que la cinturilla de la falda me apretaba mucho; llevaba días muy hinchada y con un humor de perros... en conclusión, síndrome pre menstrual en toda regla.

-Aquí tiene el discurso, alteza- Sam me tendió un folio, con los cambios finales que realicé ayer en el último momento.

-El centro también va a colaborar en varios programas para madres solteras, que no tienen trabajo ni hogar, aunque no sean adolescentes- me explicó Zafrina, pasándome un informe detallado.

-¿Algo así cómo ayudas y cursos?- pregunté.

-Eso es, alteza- contestó ésta -el centro también ofrecerá apoyo y ayuda psicológica, y dará a las jóvenes la posibilidad de estudiar y poder compaginarlo con la maternidad- terminó de explicar -eso se lo explicará el señor Jenson, el director del centro. También va al acto el Ministro de Sanidad y Asuntos sociales y el alcalde- enumeró.

-Bien; entonces, ya podemos irnos-.

-Por supuesto; mandaré preparar el coche- Maguie salió de la sala para alertar nuestra salida, y yo fui un momento a mi habitación, para buscar el abrigo y el bolso; miré la cama cómo una niña que miraba un dulce, estaba agotada, y deseando terminar y acostarme.

-Portaos bien- me despedí de Casper e Isolda, que dormitaban perezosamente en el salón, yendo hacia la puerta. A medio camino me esperaba Zafrina, que portaba una pequeña carpeta con documentos. Al llegar al coche, Quil ya estaba montado en el coche que nos precedía, y Emmet, trajeado y con el pinganillo en la oreja, me sostenía la puerta en el que iría yo.

-Maguie va a degollarnos con la mirada- me advirtió, señalando a la buena mujer -llegamos tarde- me previno.

-Hola Emmet, yo también me alegro de verte- le respondí en un tono no muy simpático, y al momento me di cuenta -perdona Em, es que estoy agotada y...-.

-Tranquila Bella, no pasa nada- le di una sonrisa de disculpa mientras me metía en el coche. Por fin arrancamos, y Emmet, acomodado en el asiento delantero, se giró para hablarme.

-¿Qué te ocurre?; te veo cansada- observó.

-Estoy reventada- musité en un suspiro -y muy nerviosa; tengo que dar un discurso-.

-Verás cómo lo haces muy bien- me animó -Edward me ha llamado hace un rato y me dijo lo del discurso- me contó -y Rosalie te manda muchos ánimos-.

-Dale muchos besos de mi parte... oye, ¿queréis venir mañana a comer?; mañana por la mañana tengo una reunión, y el resto del día libre- le propuse.

-Yo no puedo Bella, pero creo que Rose mañana no tiene clase; puedo traerla y recogerla por la tarde- me ofreció -se lo consultaré, y le digo que te llame-.

-Hecho- suspiré satisfecha. El camino se hizo un poco lago, pero por fin llegamos a nuestro destino.

-¿Preparada?- interrogó mi amigo; asentí mientras el se bajaba y se dirigía a abrirme la puerta. Al poner el pie en la calle, ya tenía al señor Jenson y al alcalde enfrente mío.

-Es un honor que esté aquí, alteza- estreché la mano del alcalde, respondiéndole.

-El placer es mío, señor Alcord; señor Jenson- saludé con el mismo gesto al gerente del centro.

-Bienvenida al centro Histic Falls, alteza; es un placer que haya podido venir; las jóvenes esperan ansiosas verla-.

-No podía faltar- le devolví en respuesta, y con una sonrisa afectuosa -y tengo ganas de conocer a las chicas-.

Me condujeron hacia dentro del edificio, al que accedí seguida por Zafrina, Quil y Emmet. El vestíbulo era grande y espacioso, iluminado gracias a los grandes ventanales. Me posicioné en un pequeño atril que había en la pared derecha, al lado de la placa que descubriría después del discurso. Busqué a algunos de nuestros amigos periodistas entre la marea de reporteros, y efectivamente, allí estaban Jake y Leah, a los que sonreí con disimulo, ganándome otra sonrisa de vuelta por su parte. Zafrina me tendió un pequeño papel, e intentando respirar tranquila, empecé la pequeña locución.

-Estamos hoy aquí- empecé a recitar, casi de memoria -en la inauguración del que será el primer centro social dedicado íntegramente a proteger a madres adolescentes y solteras. El centro Histic Falls, pionero en lanzar programas de apoyo y orientación para estas jóvenes madres, abre hoy sus puertas con esperanzas e ilusiones, para ayudar a estas jóvenes madres, para darles una oportunidad y un apoyo fundamental en sus vidas; un apoyo que ahora más que nunca, necesitan.

Mis mejores deseos y mucha fuerzas para todos los trabajadores y voluntarios que se embarcan en esta excepcional tarea; y mi mas sincero ánimo y cariño para todas las chicas que pasarán por aquí; gracias a todos- me temblaban un poco las manos cuándo solté el papel con el texto, que estaba un poco arrugado, debido a mis nervios. Pude notar los colores de mis mejillas cuándo la sala estalló en aplausos, y el director Jenson y el ministro agradecieron mis palabras.

-Gracias por sus buenos deseos, alteza- el ministro de adelantó un paso, estrechándome la mano.

.No se merecen- respondí, todavía un poco avergonzada; en algunos aspectos, seguía siendo muy tímida. Entre aplausos, descubrí la placa que tenía a mi espalda, que sería el recordatorio de este día. Leí el texto en voz baja un momento.

"En recuerdo de la inaguración del centro para madres adolescentes y solteras Histic Falls, con la presencia de su alteza real la Princesa de Gales. Londres, 27 de febrero del 2011".

-¿Le gusta el recordatorio?- me sondeó el señor Jenson; asentí con la cabeza, volviéndome hacia la multitud. Un niño de unos seis años se acercó con desparpajo hacia mi, con un pequeño ramo de flores. Me agaché a su altura.

-Muchas gracias- el pequeño, rubio y de ojos azules, me dedicó una pequeña sonrisa, pero cuándo fui a preguntarle algo, corrió al lado de su madre, escondiéndose detrás de ella. Me quedé con la palabra en al boca, ante la diversión del resto, y no pude menos que echarme a reír yo también.

-Nos gustaría que recorriera las instalaciones; si es tan amable, alteza- acompañada del director, del alcalde y del ministro, y con Zafrina, Quil y Emmet pisándome los talones, recorrí las distintas dependencias. Había una guardería, perfectamente equipada, y diversas aulas; un espacioso comedor y un salón dónde las jóvenes se reunían para un rato de asueto. Estudié con detenimiento cada sala, saludando a los trabajadores y las chicas que estaban allí; la mayoría de ellas estaban embarazadas, y algunas ya tenían a sus bebés con ellas.

Subimos a la segunda planta, dónde se ubicaban los dormitorios de las jóvenes; alguna de ellas estaban allí. Al adentrarme en uno, una chica de no más de diecisiete años, embarazada, me observaba con timidez; una pequeña de dos años revoloteaba a su alrededor.

-Hola- saludé con una sonrisa tranquilizadora, ya que la chica estaba un poco sorprendida de verme allí.

-Hola- contestó simplemente; alcé mi mano, y la pobre titubeó un poco antes de cogerla, pero al final lo hizo.

-Me llamo Pamela- se presentó -aunque todos me llaman Pam-.

-Es un placer conocerte; yo me llamo Isabella.. aunque creo que ya lo sabes- ella rió conmigo, y me invitó a pasar hacia el interior.

-Perdón por el desorden -se excusó -llegué ayer y todavía estoy deshaciendo las maletas-.

-No pasa nada; tranquila por eso; ¿es tu hija?- señalé a la pequeña.

-Si, se llama Mary- me explicó -mira Mary, es la princesa- la pequeña me miró fijamente unos segundos, y aleccionada por su madre, se acercó a mi.

-Es preciosa- le dije a Pam, acariciando los rizos rubios de la pequeña -hola Mary, ¿me das un beso?- me agaché a su altura, y la niña dejó un gracioso pa en mi mejilla, rodeándome el cuello con los bracitos. Me giré un segundo, para darle el ramo y el bolso a Zafrina y alcé a la pequeña, que se acomodó satisfecha en mis brazos. Reí por su naturalidad, y seguí hablando con su madre.

-¿De cuánto estás?- me interesé por su estado.

-De seis meses, casi siete- aclaró -es otra niña-.

-Vaya; quiero decir, eres muy joven- medité en voz alta.

-Al quedarme embarazada por segunda vez, mi novio dijo que no se haría cargo de otra niña- me explicó, con un deje de tristeza en su voz -tuve que dejar el instituto y ponerme a trabajar; pero con mi embarazo, ya no puedo hacerlo-.

-¿Por qué no?-.

-Trabajaba en una fábrica de envasado de alimentos, y estaba muchas horas de pie -me explicó -y no me quisieron trasladar a otro puesto más adecuado y...- el señor Jenson la interrumpió.

-Pam, eso no es relevante, y no creo que sea apropiado contarle a su alteza eso- me volví hacia el director, extrañada por sus palabras.

-Déjela hablar- le pedí, con una mirada un poco seria.

-Pero alteza; ya sabe que estas jóvenes están aquí porque han cometido errores, y ese punto en concreto- señaló a Pam -es fruto de las consecuencias que trae un embarazo no deseado- miré incrédula a este hombre... ¿éste señor iba a dirigir este centro?, ¿con esos pensamientos?.

-Señor Jenson, pueden que no pensaran en las consecuencias de quedarse en estado sin esperarlo; pero ese no es motivo para que no le adaptaran el puesto de trabajo- respondí con un poco de enojo -y los niños no tienen la culpa de nada, y seguro que para Pam- señalé a la joven -sus hijas no son un error-.

-Por supuesto que no; ellas me dan fuerzas para seguir adelante- apoyó mis palabras. El señor Jenson me dirigió una incómoda mirada, pero hice caso omiso y seguí de charla con ella.

-Cuándo nazca la pequeña me gustaría retomar mis estudios-me confesó, un poco más tranquila y alegre.

-Por supuesto que podrías- la animé -tendrías más posibilidades de conseguir un puesto de trabajo-.

-Eso creo yo también; ojalá pueda hacerlo- suspiró.

-Claro que podrás, ya lo verás- seguí hablando unos minutos con ella, con Mary en mis brazos, hasta que me despedí para proseguir con la visita.

Al finalizar el recorrido, noté que el director del centro se despidió de mi de manera fría, pero no le di importancia. Al llegar a palacio, me despedí de Emmet, Quil y Zafrina hasta el día siguiente, y después de cambiarme de ropa, salí en busca de Alice y Jasper, para cenar con ellos y con Emily. Estuvimos comentando los diferentes actos a los que habíamos asistido, y me despedí de ellos enseguida, ya que estaba agotada. Estaba poniéndome el pijama, cuándo sonó mi móvil.

-Hola cariño- saludé a mi marido -¿cómo va todo por allí?-.

-Hola mi niña- su voz de terciopelo me animó un poco; todavía les faltaba diez días para volver, y lo echaba mucho de menos -todo va bien, mañana por la mañana salimos hacia Pretoria- me contó -pero es agotador y estresante, y eso que no hay cenas de estado hasta la última noche- me indicó.

-Yo también estoy muy cansada- le respondí -hoy he estado en la inauguración del centro ese para madres solteras- le recordé -y ha sido agotador-.

-De eso quería hablarte- su voz sonaba un poco seria -Bella, Maguie ha llamado a mis padres; al parecer, nada más irte el señor Jenson ha llamado a palacio, quejándose de que le has cortado de muy malas maneras... incluso dice que le has humillado delante de una de las jóvenes de allí-.

Me quedé petrificada, sin poder encajar lo que Edward me contaba.

-Yo no he hecho nada de eso- me defendí -sólo le dije que quería escuchar la historia de la chica; además, hizo un comentario sobre las jóvenes de allí que me pareció fuera de lugar-.

-Bella; yo te creo... pero hay veces que tenemos que callar, aunque los comentarios no nos gusten en absoluto y...-.

-Pero te lo repito una vez más; no era mi intención... pero ese comentario me pareció muy cruel, y más delante de la chica- estaba empezando a cabrearme de verdad -definitivamente, no sirvo para ésto- murmuré con la voz rota.

-No digas tonterías; sabes que eso no es cierto y...- no le dejé continuar, ya que inexplicablemente, mi cara estaba cubierta de lágrimas.

-Nunca aprenderé; siempre meto la pata, algo se me escapa... sé que no soy perfecta, pero no he nacido con el manual del protocolo debajo del brazo- sollocé.

-¿Quieres dejarme hablar?- el tono enfadado de Edward me dolió -yo no he insinuado nada de eso... sólo te digo que a veces, hay que dejar pasar ciertos comentarios, aunque no sean muy correctos- me reprendió, serio.

-Lo tendré en cuenta para la siguiente ocasión- respondí con tristeza y rabia -y supongo que cuándo vengas me echarás la bronca... y me la echará tu padre... el señor Zimman se frotará las manos si ésto llega a oídos de la prensa-.

-Bella... yo no voy a echarte la bronca, y mi padre menos; ¿quieres dejar de ser tan cabezota y decirte cosas tu sola?; sólo te lo he comentado, nada más- por el tono que utilizó, sabía que estaba perdiendo la paciencia... pero la palabra cabezota me dolió.

-¡Yo no soy cabezota!- le respondí, medio chillando -quizá tenga razón el señor Zimman y otros monárquicos, y no sirva para ésto -volví a la carga -ni siquiera sirvo para quedarme embarazada- susurré con voz rota.

-¡¿Quieres hacer el favor de tranquilizarte?- ahora el también gritaba -¡deja de montarte la película y escúchame!- me pidió, un poco desesperado.

-¡No me chilles!- rompí a llorar en cuánto dije esas palabras.

-Bella, por favor cariño...- me pidió, un poco más calmado.

-Edward, estoy muy cansada- dije entre hipidos -hablaremos mañana- no le di tiempo ni a despedirse, ya que colgué el teléfono rompiendo a llorar encima de la cama. Lloré un buen rato, descargando mis nervios... y sin entender muy bien qué me pasaba; sabía que me ponía un poco insoportable cuándo me iba a venir la regla, pero nunca me había afectado tanto.

-A ver si me baja de una vez y se me va el mal humor- murmuré para mi misma, después de calmarme un poco. Un rato después, acomodada en la cama con Casper e Isolda, sentí mi móvil vibrar; era un mensaje de Edward, preguntándome si estaba mejor. Estuve tentada a llamarle, pero viendo lo tarde que era, le mandé otro de vuelta, disculpándome y deseándole buenas noches. Su respuesta llegó a momento.

"Buenas noches cariño; y no me he enfadado contigo en ningún momento, que te quede claro. Te llamaré mañana al mediodía. Te amo".

Suspiré aliviada, respondiendo al escueto mensaje.

"Yo también te amo; hasta mañana".

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Pero mi mal humor no se fue; al contrario, empeoró según avanzaban los días... y empecé a atar cabos cuándo vomité el desayuno dos días, y mi periodo se declaró desparecido en combate. Cuándo me percaté de ello, sentí un pellizco en el corazón... ¿estaría embarazada?.

Edward regresaba mañana por la noche; por suerte, al día siguiente hablamos largo y tendido acerca del encontronazo que tuvimos, y ambos nos disculpamos y hablamos con calma; riñas de casados, decía mi marido, de seguro esbozando su sonrisa torcida. Esos tres días no tenía ningún compromiso que atender, y le pedí a Zafrina que llamara al doctor Libss, sin decirle para qué. Una le expliqué lo que me ocurría, me citó en el hospital dónde me operaron de apendicitis, para hacerme el pertinente reconocimiento y confirmar mis sospechas.

Le pedí a Zafrina que preparara todo, bajo el más absoluto de los secretos; por suerte, el hospital tenía a buen recaudo los historiales médicos de la Familia real, y todos los que colaboraban con el doctor de cabecera de la Familia eran la discreción en persona. Escoltadas por Embry, y en el volvo plateado de Edward, llegamos al hospital accediendo por la puerta trasera. Una vez allí, y después de explicarle lo que me ocurría, el doctor esbozó una sonrisa cómplice.

-Por lo que me está contando, es muy probable que esté en estado; y los diez días de retraso que tiene son muy significativos- me dijo -pero saldremos de dudas realizándole un análisis de sangre; son mucho más fiables que los test de orina- después de hacerme las pruebas y de que doctor Libss me asegurara que me llamaría mañana a primera hora, para los resultados, me despedí de él.

Con el mismo sigilo que entré, salí del centro hospitalario; Zafrina me había esperado fuera, y Embry también. No dijeron una palabra, pero pude observar su expectación y su curiosidad por lo que pasaba.

-Alteza...- me abordó impaciente Zafrina, pero la detuve.

-Mañana me lo confirmarán; no diga nada, por favor- le rogué.

-Por supuesto alteza, nadie sabrá que hemos estado aquí- me tranquilizó; por suerte, todos nuestros empleados eran de una discreción absoluta, requisito imprescindible para trabajar el palacio. Pasé el resto del día echa un mar de nervios; hasta Alice me preguntó qué me pasaba, pero simplemente le dije que estaba nerviosa por la vuelta de Edward y sus padres, y no le dio más importancia.

A la mañana siguiente, después de una noche larga e impaciente, el teléfono sonó; lo cogí temblorosa.

-Alteza, soy el doctor Libss- mi respiración se congeló por un instante, hasta que me dio los resultados.

-Le escucho-.

-Enhorabuena alteza; Gran Bretaña tendrá un nuevo heredero al trono- lágrimas de nervios y felicidad inundaron mis mejillas... estaba embarazada... Edward y yo íbamos a ser padres.

-¿De verdad?- no se me ocurrió otra cosa que preguntarle.

-De verdad- afirmó el buen hombre, conteniendo una risa afectuosa -está embarazada de casi seis semanas, según su analítica, y todos los parámetros hormonales están bien; felicidades alteza-. Mi mente intentaba asimilaba las palabras del doctor Libss... no podía creerlo, llevaba a una pequeña personita en mi interior.

-Obviamente; tendrá que volver a la consulta, y someterse a un exhaustivo examen, para constatar que todo marcha bien- me explicó -debe empezar a tomar vitaminas prenatales, y a tomarse el trabajo con más calma- me advirtió -supongo que vendrá acompañada del príncipe- adivinó.

-Se lo diré esta noche- respondí, entusiasmada -ésto... ya sabe que no se hará anuncio oficial hasta que cumpla tres meses de embarazo, y...- el buen hombre me interrumpió.

-Por eso puede estar tranquila; ya lo viví con la reina Esme- me recordó -le aseguro que no se sabrá nada; además, si pasa algo, que dios no quiera, es mejor que no haya revolución mediática-.

-Si, en eso tiene razón- aprobé.

-Entonces les espero el lunes, a las cuatro de la tarde, en mi consulta; le llevaré personalmente las vitaminas esta misma tarde- después de hablar unos minutos más, la conversación terminó.

Me senté en el sillón, todavía con el teléfono en la mano... un hijo... no podía creerlo; un pedacito mío y de Edward... un niño querido y deseado, y muy importante, con un destino marcado desde ese mismo instante, al igual que su padre. Por instinto, llevé la mano a mi vientre... ¿cómo sería?... ¿sería un pequeño de cabello cobrizo ensortijado y ojos topacio, cómo su padre?... apenas sabía que existía hasta hace unos minutos, pero ya le quería con toda mi alma.

Pasé el resto del día con una sonrisa tonta en mi cara; por suerte, lo pasé descansando hasta que llegaran Edward y sus padres. Íbamos a cenar con ellos, para que nos contasen su viaje, y Rose y Emmet también estarían, al igual que la pequeña duende y Jazz. A eso de las seis de la tarde, unos pasos presurosos hicieron que Casper e Isolda se posicionaran al lado de la puerta, avisándome de la llegada de Edward.

-Hola, pequeños diablillos- se agachó para acariciarlos, ya que no reparó en mi presencia, hasta que carraspeé.

-¿Y a tu princesa no le dices nada?- le pregunté, con un cómico puchero. Sonrió divertido, caminando hacia mi.

-Por supuesto que sí- dijo abriéndome los brazos; inmediatamente me acurruqué dentro de ellos, cerrando los ojos y sintiendo de nuevo su cercanía.

-Te he echado de menos- susurré, alzando la cabeza y mirándole.

-Y yo también cariño, no sabes cuánto- me besó lentamente, sin prisas, disfrutando de nuestro reencuentro. Sonreí satisfecha, escondiendo la cara en el hueco de su cuello, dejando ahí un pequeño besito y soltándole la noticia.

-A partir de ahora, vas a tener a dos princesas que saludar... o a un pequeño príncipe- sentí que sus brazos se tensaban a mi alrededor. Al levantar la cabeza, pude ver la expresión patidifusa de su rostro.

-Estoy embarazada- le dije, acariciando su mejilla. Su cara cambió a otra distinta; me miraba cómo si fuese un descubrimiento asombroso.

-Bella... ¿vamos a ser padres?- me preguntó en un hilo de voz, pero el mismo se respondió -¡vamos a ser padres!- asentí emocionada mientras me levantaba del suelo en un intenso abrazo y me besaba cómo si no hubiera otra oportunidad para hacerlo.

-¿Desde cuándo lo sabes?- me preguntó impaciente, una vez me posó de nuevo en tierra firme.

-Tenía un retraso de diez días, y vomité por las mañanas un par de veces... y por eso tengo tan mal humor- rodé los ojos, mientras el me observaba sonriendo -de modo que ayer el doctor Libss me hizo un análisis, y esta mañana me ha confirmado el resultado; tengo casi seis semanas de embarazo- le expliqué con una sonrisa -y nadie lo sabe, excepto Zafrina, que me acompañó al hospital, el doctor y yo- asintió feliz mientras me volvía a abrazar.

-Soy tan feliz cariño... es increíble, un hijo- murmuró emocionado -es el mejor regalo que podríamos recibir-.

-Habrá que decírselo a la familia...- expresé contenta.

-Y sólo ellos lo podrán saber, hasta que lo comuniquemos oficialmente- siguió la frase mi esposo -y Emmet y Rose; y Ang y Ben, por supuesto; son muy buenos guardando secretos- terminó de decir con una risa, que yo acompañé.

-Es todo tan... no sé ni qué decir- susurré con voz trémula -no puedo creer que dentro de mi haya una personita- la mano de mi marido se dirigió a mi vientre, acariciándolo con suavidad.

-Os quiero tanto a los dos- me abracé a él, llorando emocionada... a partir de ahora éramos tres... una verdadera familia.

 

Capítulo 46: Cumpliendo un papel Capítulo 48: Apuestas

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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