Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328501
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 23: Acoso y derribo

Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Finales de octubre.

Eleazar paseaba de un lado a otro de su despacho, mientras su mujer y Tanya ojeaban los periódicos. Las portadas de todo el mes tenían un nombre propio; Isabella Swan. Hacía casi un mes que la noticia había trascendido a los medios de comunicación, y sin quererlo, los periodistas del Daily Mirror se les habían adelantado. Y para enojo y asombro de la familia, palacio mandó un comunicado a todos los medios, confirmando la relación, y pidiendo respeto para el príncipe y su novia.

Se les veía juntos en contadas ocasiones, principalmente a la salida y entrada de la universidad. Ella no podía acompañarle a los actos oficiales hasta que estuvieran prometidos; por lo menos el protocolo de palacio se mantenía en todo su rigor.

Dado que la muchacha estaba prácticamente todos los días en el punto de mira, Eleazar esperaba que se descubriera algo escandaloso de su anterior vida en Forks... pero nada, ni una triste foto de una noche de inocente juerga adolescente. Su historial académico era intachable, al igual que su familia, discreta, humilde y sencilla. La gente de Forks, su lugar de nacimiento, había echo una piña en torno a los Swan y a su hija; cierto es que la prensa instaba a la gente a que hablara; pero los mínimos comentarios que se hacían eran resaltando la bondad y las cualidades de la joven y de su entorno familiar; y por supuesto, estaban pletóricos y orgullosos de que la futura reina hubiese nacido y criado en Forks.

Los debates y las reacciones no se hicieron esperar; los periodistas expertos en casas reales dieron una opinión positiva, aludiendo a que la mayoría de los herederos europeos se habían casado con muchachas normales y corrientes, sin título real, pero todas ellas bien educadas, inteligentes y con una buena formación académica y universitaria. Además, el precedente de su hermana Esme, que ni siquiera terminó la universidad, hacía ganar puntos a Bella entre los más reticentes. Esme es muy querida y respetada... y Bella llevaba el mismo camino.

Según se iban descubriendo cosas, cómo que se conocieron el primer día de universidad, y según misteriosas fuentes, que el príncipe se enamoró nada más verla, al igual que ella de él, la preciosa historia de amor caló hondo en los corazones de los ingleses de a pie, que apoyaban el romance.

Los monárquicos y políticos se mostraban prudentes a la hora de hacer algún comentario; algunos tenían sus reticencias, principalmente con el tema de que no era inglesa, pero nada más.

Los debates en los programas de corazón eran ya tónica habitual. Los periodistas que intentaban acercarse a ella salían escaldados, ya que palacio le había puesto seguridad. No salía sola bajo ningún concepto, y en un intento de protegerla más, se la habían llevado a vivir a palacio, cosa necesaria según explicaron, ya que toda la familia de Isabella estaba en EEUU.

Tanya bufaba mientras ojeaba las noticias.

-No lo puedo entender... los expertos en moda alaban su estilo sencillo y juvenil... pero si no sabe combinar ni los colores- murmuraba enojada.

-¿Esta niña no tiene un sólo defecto?- suspiraba Victoria a su lado, ojeando otra revista.

-Está claro que no esperábamos ésto- siseó su marido, apoyándose en la mesa con los brazos cruzados -nunca confirman estas cosas, y resulta que a Sam se le enciende la bombilla y lo hacen- terminó de decir.

-Pero no hablan nada de matrimonio, ni de compromiso- expresó Tanya, mirándole.

-Parece que no sabes cómo funciona ésto, sobrina- le reprochó su tía- no anunciarán nada hasta unos meses antes de casarse; para eso deben acabar la universidad, y están todavía en el tercer curso- le recordó.

Eleazar meditó unos segundos antes de hablar.

-Bien, en vista de que la niñita es más santurrona que una monja... vamos a seguir con el plan trazado al principio- resolvió.

Tanya y su tía se miraron, sonriendo socarronamente... el escándalo estaba servido.

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Mi vida había dado un giro de 360º. Cómo bien me contó Esme un tiempo atrás, en una de nuestras confidenciales charlas, pasé de ser alguien pequeño e insignificante en el mundo a no poder ir a comprar el pan a la vuelta de la esquina.

Cada vez que ponía un pie fuera de la que ahora era mi casa, y aunque Emmet se había convertido en mi sombra, una nube de fotógrafos y periodistas me esperaban. Seguían mis pasos, sabían dónde encontrarme... era muy agobiante; ya había pasado más de un mes, y me daba miedo salir a la calle.

Cada día salía en televisión, principalmente a la entrada y salida de la universidad. La prensa se hacía eco de cada movimiento que hacía, cada paso que daba. A Edward también lo seguían, pero los periodistas, en su línea habitual, no le plantaban el micrófono delante. Intentábamos sobrellevarlo lo mejor posible, sin dejar que afectase nuestra relación de pareja. Una vez dentro de la seguridad de los muros de palacio, volvíamos a ser sólo Edward y Bella, no el príncipe de Gales y su novia.

Apenas encendía la televisión, pero había ojeado la prensa escrita. Habían conseguido fotos mías de cuándo era pequeña, fotos de mi madre... toda mi corta vida estaba reflejada en los periódicos. Sabía que antes o después ésto iba a salir a la luz... pero nos pilló tan de sorpresa que todavía no lo habíamos asimilado.

Escuchar opiniones y murmullos a tu alrededor se había convertido también en una constante en mi vida, sobre todo en la universidad. Cada vez que me veían junto a Edward, simplemente hablando con Rose y Emmet, o cuándo mi novio me acompañaba a mi aula, saltaban los murmullos y las miradas inquinas y escrutadoras. Admito que debe haber opiniones para todos los gustos... pero las críticas negativas, sin apenas conocerme, me dolían mucho; si esa gente supiera que yo era la primera en reconocer qué era inferior a Edward en todo... si supiesen lo que le dije aquella noche de hace más de un año, cuándo me dijo que me amaba... si ellos supieran el miedo que tenía de no saber hacerlo tan bien como lo hacía Esme.

El ruido de la televisión me sacó de mis pensamientos; era viernes y estaba en la habitación de Edward, esperando que volviera de un acto en el Museo de Historia Natural. Bueno, ahora nuestra habitación. La propia Esme dijo que era ridículo que durmiéramos en cuartos separados, que eso eran antiguallas, y cómo solo lo sabíamos nosotros... y toda la gente que trabajaba allí; pero la lealtad y la discreción eran elementos fundamentales para trabajar para la familia real.

Las noticias de las ocho ya habían acabado, de modo que busqué alguna película para ver. Pasaba los canales, hasta que escuché salir mi nombre de los labios de una periodista rubia y joven... la curiosidad pudo conmigo, y lo dejé.

-Buenas noches a todos; hoy en Sociedad inglesa tendremos un debate sobre la noticia bomba de estos últimos años. El noviazgo de nuestro príncipe heredero con la señorita Isabella Swan no ha dejado indiferente a nadie... ¿pero qué opina la gente de a pie?; ¿el hecho de que no sea inglesa es un fallo importante?; ¿las monarquías han avanzado con los tiempos?; ¿qué les parece que nuestro príncipe, por fin, se haya enamorado?. Intentaremos poner respuestas y debatir todos estas cuestiones, siempre desde la educación y el respeto, por supuesto. Para eso tenemos la colaboración de Arthur McCullighan y Rose Marie Lymman, periodistas expertos en temas de la monarquía; Amy Lamp y Carla Rangill, periodistas y habituales colaboradoras del programa, y Mathilde Ulman, experta en protocolo-.

Escuchaba atentamente, presa de los nervios. En ese momento entró Edward por la puerta, quitándose la chaqueta. Me levanté para ir a su encuentro.

-Hola mi vida- me estrechó entre sus brazos, levantándome del suelo -¿cómo estás?-.

-Bien- me miró serio, no muy convencido -de verdad- le aclaré con una sonrisa de ánimo. Asintió levemente,y después de darme un beso y dejarme al borde del colapso, fue a ducharse y a ponerse el pijama. Me senté en el sofá, y mi nombre volvió a sonar en esa caja llamada televisión.

-Pues yo me alegro de que el príncipe se haya enamorado por fin; además, hay que resaltar que desde un año, que es lo que deben llevar juntos, él se muestra más simpático y cercano- comentó Carla.

-Eso es verdad; ya no es tan tímido y retraído; en los actos oficiales es... más abierto; le pone más ilusión a la cosa- añadió la otra periodista.

-¿Es relevante, curioso... ehhh... no sé como describirlo... inapropiado... que no sea inglesa?; pongamos el caso de que Isabella hubiera nacido aquí, simplemente eso... ¿sería más aceptable para ciertos sectores ultramonárquicos?- cuestionó la presentadora.

-Mi opinión es que no; no tiene nada que ver que sea americana, sea inglesa o sea australiana; los ultramonárquicos, si por ellos fuera- enfatizó Arthur -los príncipes sólo se casarían con alguien de sangre real... y ya no estamos en el siglo XVI; los matrimonios ya no se conciertan, desde luego- explicó el hombre.

-A mucha gente el sistema monárquico le parece obsoleto o puede no estar de acuerdo con ello; por suerte, aquí la familia real es muy querida, y para que ambas conjuguen- explicaba Rose Marie –deben adaptarse a los nuevos tiempos, al igual que la sociedad y las costumbres. La gente no debe tener la imagen de la monarquía cómo un sistema absolutista y retrógrado, deben ver que son cercanos, amables... personas normales y corrientes-.

-Y por eso mismo, el príncipe Edward es un chico joven y de su tiempo, que se ha enamorado de una chica normal, sin títulos... ¿y qué?; tenemos el precedente de sus padres... y mirad ahora a la reina Esme- dijo Carla.

-Cabe añadir que la mayoría de los herederos europeos ya están casados; y ninguna de las mujeres que han elegido han nacido en un palacio, con el tratamiento de alteza real desde la cuna... y no ha pasado nada- recalcó Rose Marie.

-Además, la gente puede pensar que el casarse con un miembro de la familia real es la bomba y que todo es muy bonito... pero no señor; está el protocolo, deben aprenderlo al dedillo, el saber estar... simplemente el hecho de que tu vida quede expuesta a la opinión pública es algo muy difícil y complicado de llevar- explicó Rose Marie.

-A veces puede parecer una jaula de oro... y si no has nacido en este mundo cuesta adaptarse; y por suerte, Isabella parece tener el apoyo de los reyes- apostilló Amy.

-No todos han tenido la misma suerte, y algunos príncipes han tenido que luchar e imponerse a mucha gente para poder casarse con la mujer que aman- relataba Arthur.

-Hemos hablado antes del tema del protocolo; Mathide, ¿es muy complicado para alguien que viene de fuera, por así decirlo?- le preguntó la presentadora.

-Cada casa real tiene su protocolo y sus costumbres; por supuesto, es algo que debe aprender si en el futuro ella y el príncipe contraen matrimonio. Y no es fácil acostumbrarse. Por suerte, cuando el rey Carlisle subió al trono hubo muchas cosas que se cambiaron, de modo que el protocolo ya no es tan inflexible y rígido- explicaba la mujer.

-Signo de que los tiempos cambian- añadió Rose Marie, aludiendo a la modernización y cercanía de los miembros de la familia real.

-Sin embargo, está claro que deberá aprender- siguió diciendo la experta en protocolo.

-¿Es por eso que apenas se les ve juntos?; me refiero al hecho de que, desde que saltó la noticia, apenas se les ha visto a ellos, juntos, de la mano, cómo una pareja normal- preguntó la presentadora con interés.

-Y no se les verá juntos en público hasta que no se anuncie la boda, me refiero a muestras de afecto; estas fotos fueron sacadas en un viaje privado... y sí, salen besándose, de acuerdo...pero como una pareja de novios normal; les han pillado... llamémoslo mala organización, indiscreción, mala suerte... pero no pasa absolutamente nada por el hecho en sí- explicaba Mathilde.

-Es más, en las bodas reales hemos visto a los príncipes emocionarse, cogerse de la mano... a mi me parecen gestos espontáneos y bonitos- expresó Carla.

-Exactamente... y esos gestos cariñosos a mi me gustan- dijo Amy.

-A la gente le gusta eso... por muy realeza que sean, son seres humanos normales, que se enamoran, ríen, lloran, se emocionan...- enumeraba Arthur.

-¿Qué estás viendo?- no oí a mi novio, que se había sentado a mi lado. Puso atención, y después de descubrir que se referían a nosotros, hizo un mohín.

-Cariño, no quiero que veas esas cosas y te agobies más- me dijo preocupado. Asentí y cogí el mando, apagando el aparato.

-En el fondo sentía curiosidad, además no han dicho nada que no supiera antes- le expliqué, gateando hasta sentarme en su regazo. Rodeé su cuello con mis manos, acercándome para besarle. Sus labios y los míos se mecían suavemente, con ternura y amor. Bajó éstos por mi mentón, hasta que lograron su meta, ese punto de mi cuello que tan loca me volvía que besara.

-¿Sabes que me encanta tenerte aquí conmigo?- ronroneó sobre éste. Reí al sentir su aliento en él, por las cosquillas.

-Lo puedo imaginar... a mi también me gusta; somos como una pareja conviviendo- musité, levemente atontada.

-Bueno... teniendo en cuenta que vivimos con mis padres, con mi hermana, con Jasper, con el servicio...- enumeraba con voz juguetona y medio riéndose.

-Ya... pero tienes que admitir que el que tu habitación esté apartada es una ventaja- repuse divertida, juntando muestras frentes y riendo; adoraba estos momentos en los que podía tenerle así, conmigo, y que estuviéramos relajados y tranquilos.

Sus ojos dorados me miraban fijamente; cada vez que me observaba así sentía un escalofrío de la cabeza a los pies... parecía que me hacía el amor con solo mirarme, pero a la vez era cariñosa, tierna, protectora...

Su mano, afianzada en mi cadera, subió lentamente por mi espalda, de una forma tan sensual que sentí mi cuerpo deshacerse; mi piel se puso de gallina.

-¿Tienes frío?- me preguntó extrañado.

-No... ¿nunca lo has notado?; cada vez que me tocas así tiemblo; y es... es como si miles de imanes pasaran por mis venas, terminando de unirse en mi corazón, para que éste explote y de un vuelco y...- tanto me emocioné que no me di cuenta de lo que decía; al fijarme en su mirada, enmudecí, roja de vergüenza.

-Perd... perdona, yo... -giré la cara, pero el la volteó al momento, apoyando su mano en mi mejilla.

-No te avergüences Bella... yo también lo siento... y no puedes hacerte una idea de cuánto te quiero mi niña, puede que te suene cursi -rió avergonzado – pero no sé que sería de mi sin ti... y no creo que merezca todos los sacrificios que estás haciendo- musitó en voz baja. Suspiré, tomando aire.

-Edward... te lo dije hace un año; te lo dije hace un mes, cuándo nos pillaron... y te lo repito: claro que lo mereces... sé que a unos les gustaré, y a otros no. Y sí, agobia el que te estén esperando a la entrada y salida de la universidad; agobia el que te saquen más fotos que al Big Ben... echo de menos el poder salir a pasear tranquilamente por un parque, sola... me duele no poder acompañarte y ver cómo realizas tu "trabajo" -hice el gesto de las comillas con mis dedos -me gustaría vivirlo en primera persona, y no saber sólo la teoría; pero respeto el protocolo y las costumbres... y sé que todo tiene su recompensa y llegará- le expliqué jugueteando con sus dedos.

-Bella...-. Le puse un dedo en sus labios, para que me dejara continuar.

-Además, has cumplido lo que me prometiste, estar a mi lado... y no puedo pedirte más, porque ya lo has cumplido, ya lo cumples- me corregí.

Me besó en agradecimiento por las palabras; fue un beso corto y dulce. Me abracé a su cuello, escondiendo mi cara en él.

-Te quiero- susurré muy muy bajito; no dijo nada, simplemente me apretó más hacia él.

Me separé lentamente de él, y me vino una pregunta a la cabeza, sabía que era pronto, pero no pude evitar hacerla.

-¿Puedo hacerte una pregunta?- pregunté con cautela. Asintió, esperando interesado.

-¿Dónde se casan los príncipes de Gales?- se rió, besándome levemente.

-Pues por volumen de invitados, debe ser en un sitio grande- explicó, esperando mi reacción.

-Eso me lo imagino... Alice me ha enseñado fotos y videos por internet de cuándo habéis ido a otras bodas así- aclaré.

-Entonces parte de la teoría te la sabes- me devolvió.

-Ajá... por ejemplo, Alice dice que el día que se case, se casará en la Capilla de San Jorge, en Windsor-.

-Si, a ella y a Japer les gustaría que fuera allí... ¿y a ti?- me interrogó divertido -te advierto que no es lo mismo; una cosa es que se case un hijo o hija de los reyes... y otra que lo haga el heredero- aclaró.

-Eso quiero que me digas- suspiré rodando los ojos, ¿por qué le gustaba tanto hacerme rabiar?.

-¿Prefieres la Catedral de St. Paul o Westminster?-. Sopesé las opciones en mi mente.

-Las dos son enormes... y me dará muuuucha vergüenza hacer el paseo delante de tanta gente importante- respondí, con la cara ardiendo.

-Y no sabes las ganas que tengo de ver esa imagen, verte vestida de blanco, con una tiara de diamantes adornando tu cabeza, viniendo hacia mi... pero no has respondido a mi pregunta, así que no desvíes el tema- protestó divertido. Me mordí el labio inferior, meditando. Tenía claro cuál me gustaba más, pero me salí por la tangente.

-Te lo diré cuándo llegue el momento- respondí. Hizo un gesto con la cabeza, aceptándolo.

-Pero... - vi que acercaba peligrosamente a mi cuello, llenándolo de besos -¿no me vas a dar una pequeña pista?-.

-No me hagas chantaje- negué con la cabeza.

-¿Chantaje, yo?- preguntó de lo más ofendido -¿acaso no puedo besar a mi novia?- preguntó inocentemente. No me dio tiempo a responder, porque mi labio inferior terminó aprisionado entre los suyos. Lo mordía y lo acariciaba con su lengua, y eso era una tortura para mis nervios.

-Edward...- le advertí. Pero sus caricias y besos no pararon, de modo que no sé en qué momento terminé sentadas a horcajadas encima suyo. Lentamente subió la parte de arriba de mi pijama, acariciando toda la piel que dejaba a la vista, para terminar sacándolo por la cabeza.

Mis pechos, sin prenda alguna, quedaron a su su merced. No pude hacer otra cosa que arquear la espalda al sentir su boca en uno de ellos, devorándolo como si de un niño pequeño se tratase. Mis dedos se enredaron entre sus despeinados cabellos, atrayéndolo más hacia mí.

Mi respiración se convirtió en una sucesión de jadeos entrecortados, mezclado con mi voz, intentando decir alguna cosa coherente... pero no me salía nada, tan solo el repetir su nombre y una y otra vez, perdida en otro mundo.

Separé su cabeza de mis pechos, buscando su boca, necesitaba besarle; su boca y la mía enseguida comenzaron su particular guerra de amor, nuestros alientos eran uno; respiraba su aire, él respiraba el mío... Agarré el extremo de su camiseta, y en cuánto vio mis intenciones, se separó lo justo para sacársela el mismo. Paseé mis manos por su pecho, bajando lentamente, maravillándome por su suavidad, seguí bajando hasta su abdomen y estómago... notando la carne de gallina.

-Bella... me estás tentando- dijo contra mi clavícula. Levanté la cabeza, pero continuaba con mi particular tortura... cada vez más y más abajo.

-¿Acaso no puedo besar a mi novio?- pregunté con voz sugerente, justo en su oreja, besándola suavemente. Me miró un segundo, e inmediatamente me hizo un gesto con la cabeza para que me bajara de encima suyo. Extrañada y asombrada, hice lo que pidió, nunca me había apartado así. Iba a preguntarle que ocurría, pero no me dio tiempo, ya que el, en cuánto se puso de pie, volvió a aprisionarme entre sus brazos, besándome hasta dejarme sin respiración.

Sin deshacer el beso me cogió en volandas, camino a la cama.

-¿Pensabas que te ibas a librar?- me preguntó entre beso y beso -pues ni lo sueñes... eres mía, y te lo voy a demostrar- dijo con voz ronca. Excitada como nunca, no pude responderle con palabras, pero si con besos, y más besos, a cada cual más largo y ansioso.

Me posó en la cama como si fuera una frágil muñeca, mirando mi semi desnudez. Todavía de pie, me quitó los pantalones del pijama, y de paso se llevó el resto de mi ropa. Sin decir una sola palabra, terminó de quitarse la suya y se subió a la cama.

Sus manos fueron desde los dedos de mis pies hasta mi cadera, lentamente. Volvió a bajarlas, pero se pararon en mis muslos, separando lentamente mis piernas y posicionándose entre éstas; nuestros cuerpos encajaron con la pasmosa facilidad de siempre. Tomó mi cara con ambas manos, acercando la suya y repitiendo esos besos que me dejaban sin aliento, pero que a la vez hacían que mi corazón latiese por y para él. Sin más preámbulos, nuestros cuerpos se unieron de forma íntima. Su mirada se clavó en la mía, moviéndose lentamente, haciéndome el amor de forma delicada y tierna. Una de sus manos acariciaba y masajeaba uno de mis muslos, su boca acariciaba mis labios, mi cuello, mi garganta...

Mis manos tiraban de su rebelde pelo, y podía escuchar los jadeos que eso le producía; sabía que tiraba con algo de fuerza, pero el no se quejaba. No nos decíamos palabra alguna, nuestras miradas y besos hablaban en vez de nuestra voz. Sus movimientos cada vez eran más rápidos, y eso significaba que el final estaba por llegar; clavé mis uñas en su espalda, cerrando los ojos y viajando a un mundo paralelo, al que él no tardó en llegar.

Cayó exhausto encima mío, cerrando los ojos y apoyando su cabeza a la altura de mi corazón. Pasé las manos por su pelo, intentando que se tranquilizara y relajara. No sé cuánto tiempo permanecimos así, acurrucados en los brazos del otro. No abrí mis ojos hasta que lo sentí moverse de encima mío. Me volvió a aprisionar entre sus brazos, a la vez que echaba las sábanas por encima nuestro.

-Duerme cariño- me susurró en voz baja, dejando un suave beso en mi mejilla. Sonreí de vuelta, deseándole buenas noches en un murmullo y cerrando los ojos.

Me desperté a mitad de la noche, bañada en sudor y con la respiración agitada. Tuve una extraña pesadilla; intenté calmar los nervios, pero ya no dormí tranquila el resto de la noche, una rara opresión se había instalado en mi pecho.

Una semana me despedí de Edward; se iba de viaje dos semanas, en la que visitaría varios países asiáticos y del Medio Oriente. Me colgué de su cuello y lo abracé con fuerza... no se por qué, algo me decía que no estaba todo bien... y no me equivoqué.

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Sede central del Daily Mirror; principios de noviembre

Jacob Black se encontraba sólo en la redacción; sus compañeros habían salido a comer. Aunque todo el mundo, incluidos sus superiores, le habían felicitado por la exclusiva que había conseguido, no se sentía del todo tranquilo ni satisfecho con su trabajo. Sabía que había puesto a esa chica en el ojo del huracán, y comprendía lo que eso significaba para la vida de Isabella Swan.

Paul, su compañero de viaje en EEUU, le decía que no se lo tomara así, que tarde o temprano, si el príncipe se casaba con ella, tendría que salir a la luz. Desde que había salido la noticia, su compañero se había vuelto el perrito faldero de James. A él lo mandaron a cubrir otras noticias, y era Paul el que hacía guardia en la puerta del King´s College o de palacio, para captar una foto de Isabella.

Mordisqueaba un sándwich de atún, ojeando por el ordenador las fotos del reportaje que estaba haciendo, cuándo Philip, el conserje de la redacción, se acercó a su mesa con un sobre marrón oscuro.

-Jake, han traído ésto- dijo dejándolo encima de su mesa -no va dirigido a alguien en concreto, y cómo solo estás tú-. Éste lo cogió extrañado, no esperaba nada a su nombre, ni ninguno de sus compañeros le había dejado aviso de que esperaban algo.

-Gracias Philip- agradeció. Una vez el conserje se alejó de su mesa, tomó el extraño sobre entre las manos. No tenía remitente alguno, ni llevaba matasellos ni ningún otro indicio de procedencia. Al abrirlo y sacar el contenido, se atragantó con su propia saliva. Se levantó apresuradamente, encerrándose con seguro en el cuarto de revelado.

Una vez allí, estudió las fotos que tenía delante. Éstas mostraban al príncipe y a Isabella, en alguna playa perdida, en actitud cariñosa, en algunas fotos, demasiada. Leyó la fecha que aparecía en ellas... junio de ese mismo año. Extrañado, hizo una llamada al aeropuerto, averiguando que, efectivamente, un avión oficial salió para la isla de Mahe por esas fechas, aclarando que se trataba de un viaje privado de algún miembro de la familia real.

Estudió con detenimiento las fotos; como fotógrafo profesional, se notaba a simple vista que eran fotos privadas, sacadas por los propios protagonistas. Guardando las fotos de nuevo, buscó en internet imágenes del lugar. Comprobó que se trataba de un exclusivo y privado resort, con imponentes medidas de seguridad.

Enseguida ató cabos, y dedujo que alguien se había hecho con esas fotos... ¿quién quería poner en una situación delicada a los reales novios?. Tenía muy claro que si ésto se publicaba, el escándalo estaba servido. No estaban desnudos ni nada por el estilo, pero había ciertos gestos y actitudes bastante comprometedoras. En algún otro personaje famoso no pasaría nada... pero eran el príncipe de Gales y su novia.

Decidió guardar las fotos unos días; siempre había seguido al príncipe en cada paso que daba... pero para una vez que palacio confirmaba un noviazgo, no quería ser el causante de algo malo; bastante tenía la pobre chica encima, con medio país apoyándola y el otro cuestionándola.

Unos días después, James le llamó a su despacho. Por la mirada que le echó, sospechó que algo sabía de las dichosas fotografías.

-Jake; he recibido una comunicación de palacio, pidiendo que se retiren unas fotografías... privadas... por decirlo de alguna manera, del príncipe Edward y su novia; ¿sabes algo del asunto?- interrogó serio.

Al desviar su mirada, James se impacientó.

-Te prevengo que esas fotos están en todas las redacciones; Aro, del London Daily me ha llamado preguntando por las fotos. Todas las publicaciones del país tienen ese comunicado, y las fotos circulan por todas ellas- dijo cabreado.

-Llegaron aquí hace cinco días, estaba yo sólo en la redacción e ib...- un grito le interrumpió.

-¡¿Y cuándo pensabas informarme?-.

-Iba a hacerlo, pero...- no pudo seguir hablando.

-Soy tu superior inmediato, y debes informarme de algo así- le reprochó James serio y enfadado. Jake negó con la cabeza, bufando.

-¿Qué medidas se van a tomar?- sondeó a su jefe.

-¿Crees que voy a dejar que una exclusiva así se quede sin ver la luz?; ¿sabes los ejemplares que se venderán?-. Jake no daba crédito a lo que escuchaba.

-Aro, por supuesto no las va a publicar; su amistad con Sam es muy estrecha y cercana, pero si van a salir algunas de ellas en otras publicaciones- le explicó -por lo tanto, enséñame esas fotos y después te pones con ello, las quiero en portada, junto con un artículo- le ordenó.

Jake se levantó, tirando la silla a consecuencia del cabreo.

-¡¿Estás loco?; es un escándalo. Bastante hemos hecho con abrir la caja de pandora; ¿qué pasa si ésto les afectas?... ¡alguna de ellas son muy comprometidas!- exclamó furioso.

-Precisamente, por las informaciones que me han llegado, algunas si lo son... ¡por fin el principito se anima!- dijo con voz burlona -ahora, traeme esas fotos- instó de nuevo.

Una vez volvió al despacho con el sobre, observó la cara de regocijo de su jefe mientras observaba las instantáneas. Era inútil que se las negara, si pululaban por todos los lados, tarde o temprano las vería.

-Vaya vaya... menudas vacaciones... nunca pensé que Edward era tan... fogoso- murmuraba con una sonrisa de suficiencia -ten, las quiero todas en el artículo- le ordenó de nuevo.

Jake tomó aire, y por primera vez se reveló contra el hombre que le había dado una oportunidad nada más salir de la facultad de periodismo.

-No voy a escribir ningún artículo, y mucho menos publicar las fotos- dijo con voz firme -¿sabes las consecuencias, verdad?; los vas a poner en una situación horrible... y bastante tienen ya con el acoso y la presión a la que están sometidos- dijo desesperado y enfadado a la vez.

-Jake, esto es un negocio, y si esta noticia nos va a dar millones de ejemplares vendidos, eso es lo que debemos hacer- le contestó su jefe.

-No; y sé que en parte, lo haces por darle a Sam en las narices, es personal- se volvió a negar Jake, dándose la vuelta y saliendo por la puerta, pero su jefe volvió a llamarlo.

-Dale las fotos a Paul y que se encargue del artículo... y despeja tu mesa; estás despedido-.

Jake desafió la mirada desafiante de James, devolviéndosela, y sin decir una sola palabra, salió dando un fuerte portazo.

 

Capítulo 22: Un país sorprendido Capítulo 24: No hay final feliz

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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