Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328496
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 48: Apuestas

EDWARD PVO

En mi vida había estado tan nervioso; durante estos nueve meses de espera había lidiado con las hormonas de mi mujer, con su cansancio, con la alegría desbordada de nuestras familias por la noticia, con los preparativos para recibir al nuevo miembro de la familia, con los extraños antojos que tenía Bella, con la prensa siguiendo el día el día del embarazo... pero ahora estaba que me moría de los nervios; hacía ya dos semanas que no salía de Londres, sin separarme de Bella y de nuestro garbancito, cómo le bautizó mi hermana Alice cuándo dimos la noticia a la familia.

Bella tuvo que reducir mucho la agenda de compromisos durante los tres primeros meses, ya que los pasó con muchas molestias; incluso llegó a perder peso, ya que su estómago no admitía nada sólido. Yo tuve que ausentarme a causa de diversos viajes que no podían ser pospuestos por más tiempo, pero sólo fui a los imprescindibles; no quería separarme mucho tiempo de ellos. El doctor Kulman, el ginecólogo que llevó todo el embarazo, le recomendó viajar lo menos posible, y eso hizo.

Bella y yo vivimos el desarrollo del embarazo juntos; sólo falté a una de las citas médicas, y fue porque estaba de viaje oficial en Singapur. Cada mes veíamos a nuestro pequeño en la pequeña pantalla del ecógrafo; era increíble que ese ser tan pequeñín tuviera un corazón, y que cada día creciera más y más.

Un ligero apretón en mi mano hizo que me volviera, para fijar la vista en mi mujer, tumbada en la cama del hospital y con un rictus de dolor y cansancio en su cara. Llevaba más de seis horas con contracciones, y todavía tenía que dilatar unos centímetros más para poder administrarle la epidural. Cuándo pasó la contracción, su sudoroso rostro se relajó, apoyándose en las almohadas.

-Ya pasó cariño, ya está- la reconforté, pasando un paño húmedo por su cara y frente; su preciosa sonrisa apareció en su cara.

-Todo sea por verle enseguida la carita- susurró -¿en qué andaba tu mente?- inquirió curiosa. Me senté en la silla de nuevo, con una de mis manos en su enorme e hinchadísimo vientre y la otra entre las suyas. Cómo sonido de fondo, escuchábamos el corazón de nuestro bebé, gracias al monitor que estaba al lado de la cama.

-Pensaba en todo lo que hemos vivido en estos nueve meses- le expliqué.

-¿Recuerdas el día que dimos la noticia a la familia?- me recordó con una pequeña risa.

-Cómo olvidarlo...- murmuré, suspirando resignado...

…...

Después de que Bella me diese la noticia; decidimos esperar unos días, hasta pasar la primera consulta con el doctor Kulman. Allí fue la primera vez que vimos a ese ser tan pequeñito, con su corazón repiqueteando sano y fuerte. Debo reconocer que inflé a preguntas al pobre doctor, pero éste nos atendió con paciencia, diciéndonos que era normal todo ese interrogatorio en los padres primerizos. Le recordó a mi niña que bajase el ritmo de los actos oficiales, y sobre todo, los viajes; y después de recetarle más vitaminas y algo para aplacar las naúseas, regresamos a nuestra casa. Pensábamos reunir a la familia ese mismo sábado y decírselo, y también hablar con Charlie y Sue ese día... pero la indiscreción palatina se nos adelantó. Esa misma tarde, mientras dábamos un paseo por los jardines con Casper e Isolda, mi hermana salió a nuestro encuentro.

-Hola pequeña duende- saludó mi mujer con una sonrisa; ésta se agachó para acariciar a los perritos un momento, y al levantarse, observé su sonrisilla malévola.

-Hola Bellie; hola hermanito- canturreó, poniéndose al lado de mi mujer y cogiéndola de un brazo. Arqueé una ceja; conocía demasiado bien a mi hermana, y esa sonrisa no me era en absoluto desconocida; algo tramaba.

-¿Qué tal vuestra mañana libre?- nos preguntó, echando a andar de nuevo.

-Bien; muy tranquila- se encogió mi mujer de hombros, en un gesto despreocupado -hemos salido a hacer algunas compras, y a dar un paseo- le explicó inocentemente.

-Ya...- murmuró distraída -¿habéis ido con Quil y Nick, verdad?- la miré extrañado; ¿a qué venía preguntar por los escoltas?.

-Emmet no podía venir, tenía una reunión con el coronel Sommerland- le expliqué.

-Vaya- arrugó el ceño -es curioso...- musitó pensativa -al bajar a buscaros he oído hablar a Quil y Nick- Bella se puso roja cómo un tomate; definitivamente, mi mujer no sabía mentir.

-¿Espiando conversaciones ajenas?- interrogué con el ceño fruncido -eso no está bien- le reproché intentando parecer serio.

-Pues lo que decían era muy interesante- rebatió ella -¿qué hacíais en el hospital?, ¿estáis alguno enfermo?- preguntó sin paños calientes. Bella se mordió el labio, interrogándome con la mirada si decírselo o no.

-Está bien- accedí -verás Alice... vas a ser tía- nada más decir eso, mi hermana rodeó con sus brazos a mi mujer, saltando cómo una loca.

-¡Lo sabía!- chilló, emocionada y feliz -además, llevas unos días un poco pálida y muy cansada- exclamó, sonriendo divertida -ayer, en la conferencia del museo, casi te quedas dormida- Bella rió, negando con la cabeza.

-Intenté disimular- se excusó inocentemente mi mujer. Alice la volvió a abrazar un momento, y después se giró para hacer lo mismo conmigo.

-Qué noticia tan estupenda- me dijo emocionada, una vez me soltó -por fin tendremos a un pequeño principito correteando por los pasillos de palacio- sonreí mientras veía la imagen en mi cabeza.

-¿Un pequeño principito?- la voz de Emmet hizo que nos giráramos de repente -¿es cierto eso?- nos interrogó con una sonrisa de oreja a oreja.

-O princesita- añadí, mientras mi amigo me abría los brazos.

-No sabéis lo que me alegro por vosotros, enhorabuena- exclamó contento -verás cuándo Rosalie se entere- dijo una vez me liberó de su abrazo, cogió a Bella en volandas, levantándola de suelo.

-Con cuidado- le advertí; mi hermana me miraba divertida.

-Lo digo por su bien- me encogí de hombros -sino quiere terminar con el desayuno de Bella en su camisa- Emmet captó el mensaje, dejando a mi niña en el suelo.

-¿Cuándo lo vais a decir al resto de la familia?- nos interrogó de nuevo Alice.

-Íbamos a hacerlo el sábado- les expliqué -pero dado los acontecimientos, creo que lo haremos hoy mismo; y ya sabéis...-.

-Secreto de estado hasta el anuncio oficial- terminó la frase Emmet, rodando los ojos. Bella rió al ver la expresión de nuestro amigo.

Esa misma noche anunciamos a mis padres la noticia; mi madre se emocionó, abrazándonos con fuerza, al igual que mi padre, feliz y orgulloso por partida doble; la dinastía continuaba creciendo... e iba a ser abuelo. Jasper y Rosalie también estaban, y nos felicitaron emocionados. Después de cenar y de celebrarlo en familia, llamamos a Forks. Todos estaban alrededor del teléfono, expectantes por la reacción de la familia de Bella.

-¿Sí?- contestó Sue al otro lado.

-Hola- le dijo bella, con una sonrisa.

-¡Bella, cariño!; ¿cómo estáis?- exclamó contenta.

-Estamos bien; Edward está aquí- le indicó.

-¿Cómo os va?; os vimos el otro día en la tele, en el acto del Royal Albert Hall- nos explicó.

-Todo está bien, Sue- le dijo Bella -¿está papá por ahí?- le interrogó -¿y la abuela?-.

-¿Quieres que los llame?; pondré el altavoz- se oyeron pasos y murmullos por el otro lado de la línea; después de apenas un minuto, volvió la comunicación.

-Hola hija, Edward; ¿cómo estáis?-nos preguntó mi suegro.

-Muy bien papá- respondió Bella -verás... tenemos algo que deciros...- el chillido de la abuela Swan por poco nos taladra los tímpanos.

-¡Estás embarazada!- adivinó la buena mujer; Bella rodó los ojos, ante la risa de mi familia.

-Sí- respondió escuetamente -vais a ser abuelos-.

-Y bisabuela- añadí con una sonrisa.

-¡Charlie, seremos abuelos!- exclamó Sue, con la voz trémula.

-Hija mía, que estupenda noticia... wau... un nieto... no puedo creerlo- decía Charlie, impresionado -me alegra ser abuelo tan joven, para poder jugar con él y...- la abuela le interrumpió.

-¿Joven?; te recuerdo, Charles- recalcó su nombre -que tu hija acaba de decirte que va a tener un hijo... así que eso de joven es muy discutible- Bella miraba alucinada al teléfono, al igual que yo; mi familia seguía la batalla dialéctica entre madre e hijo con carcajadas contenidas.

-¿Me estás llamando viejo?; mamá, por el amor de dios- resoplo furioso.

-Tómalo cómo quieras- resolvió satisfecha la buena mujer. Ese comentario desató una auténtica guerra entre madre e hijo... y con mi familia y nosotros de testigos, con el océano de por medio.

…...

-¿Recuerdas la pelea de papá y la abuela?- mi mujer rió divertida y yo reí con ella, rememorando la divertida conversación.

-Claro que sí... fue una forma curiosa de dar la noticia, y... -paré al observar que Bella contraía su cara, apretando mi mano.

-Respira cariño... eso es-.

-Me duele- gimió, intentando acordarse de lo que aprendimos en las clases de preparación al parto. Bella me apretó la mano con fuerza, llegó incluso a hacerme un poco de daño; de mientras yo miraba el monitor que medía la intensidad de las contracciones, y suspiré aliviado cúando empezaron a bajar.

-Ya está pasando- la animé; en poco más de un minuto, su cara de relajó de nuevo, y suspiró agotada, acostándose de nuevo en las almohadas.

-¿Quieres un poco de agua?- mi mujer asintió, y una vez me devolvió el vaso, nos relajamos unos minutos, hasta la siguiente contracción.

-Se está haciendo de rogar- musitó mi niña con el ceño fruncido, pasando la manos por su vientre.

-Está muy a gusto y no quiere salir- me encogí de hombros, sonriendo divertido. Justo en ese momento, la puerta se abrió, pasando a la habitación mi madre y Sue.

-¿Cómo va todo?- interrogó mi madre, acercándose a la cama.

-Según los médicos, va por buen camino aunque despacio; le está costando mucho dilatar- le expliqué.

-¿Hay mucha gente abajo?- preguntó mi mujer, incorporándose un poco.

-La prensa ya está haciendo guardia en la puerta principal- nos informó Sue, acercando una silla y sentándose a mi lado. Desde que palacio informó que Bella había ingresado, el ajetreo de periodistas era constante.

-¿Alice y Jasper?- pregunté a mi madre.

-Vendrán dentro de un rato, junto con Rosalie; Emmet ha ido a por unos cafés- nuestro amigo había venido con nosotros al hospital, cumpliendo con su trabajo, junto con Quil y Embry. Cómo ocurrió cuándo operaron de apendicitis a Bella, primero examinaron las instalaciones, y desalojaron parte de la planta dónde estaba la habitación.

-¿Papá ya está de regreso?- pregunté.

-El avión ha salido de Helsinki a la hora prevista; no puede tardar mucho- me siguió relatando mi madre.

Miré por la ventana; eran apenas las cuatro de la tarde, pero el cielo estaba oscuro, lleno de nubarrones, y hacía mucho frío. Miré a Bella, que también miraba por la ventana.

-¿En qué piensas?-.

-Me estaba acordando de Jake, de Seth, de Leah... cómo tarde mucho en nacer- señaló su tripa -se van a congelar, debe hacer un frío tremendo-.

La prensa... si de normal ya los teníamos bastante encima, desde que anunció oficialmente que esperábamos un hijo, la locura fue en aumento...

…...

"Sus altezas reales, los Príncipes de Gales, tienen la alegría de anunciar que esperan el nacimiento de su primer hijo para el próximo mes de noviembre. La Princesa se encuentra en perfecto estado de salud, y tanto la Familia Real cómo la familia Swan están felices con el próximo nacimiento.

Palacio de Buckingham, 4 de mayo de 2011".

Con este escueto comunicado se dio a conocer la noticia de forma oficial. Las felicitaciones no se hicieron esperar; Bella y yo estuvimos varios días pegados al teléfono, hablando con todo el mundo. Medio Forks se pasó por casa de Charlie, dejando pequeños regalos y felicitando al abuelo del futuro rey o reina de Inglaterra.

Nuestros amigos, tanto miembros de las Casas reales cómo compañeros de universidad, y los chicos de Forks, a excepción de Ang y Ben, que ya lo sabían, también nos felicitaron. Además, Madde también estaba embarazada, pero su hijo nacía en septiembre, dos meses antes que el nuestro. Chris se pasó dos horas conmigo al teléfono, dándome consejos, sobre todo con el tema de los antojos.

Esa noche había cena oficial en palacio; el Presidente de Brasil y su esposa estaban de viaje oficial en Londres; por suerte, las molestias de Bella remitieron en su mayoría cuándo pasó el primer trimestre del embarazo, y había insistido en acudir a todos los actos. Estaba sentado en nuestro salón, esperando a Bella; Casper e Isolda dormitaban plácidamente en la alfombra, a mis pies. El teléfono sonó, y lo cogí, deduciendo que nos estaban esperando; efectivamente.

-Alteza, el Presidente y su esposa están llegando- me informó Preston.

-Gracias; vamos enseguida- colgué y fui a buscar a Bella a la habitación. Me la encontré delante del espejo, de costado y estudiando la forma de su tripita, que ya estaba levemente redondeada, aunque había que fijarse mucho.

Me apoyé en el marco de la puerta, observando a mi princesa, preciosa con un vestido de corte imperio en tonos lilas, su pelo recogido y la tiara que llevó el día de nuestra boda, aparte de los pendientes y la pulsera a juego. Movió la cabeza, quitándose algo de la mente, y se ajustó la banda y las placas, con el ceño fruncido. Rodé los ojos, acercándome a ella por detrás y rodeándola con mis brazos.

-Estás preciosa, así que no pongas esa cara- le susurré al oído, dejando un pequeño beso detrás de la oreja.

-Sigues sin ser objetivo- se encogió de hombros; hice caso omiso del comentario, dejando un pequeño beso en su sien y llevando una de mis manos a su vientre.

-¿Cómo estás?; hoy no te ha dado mucha guerra- le indiqué.

-Cierto; espero poder disfrutar de la cena; Emily me ha contado el menú, y no hay nada que me de asco- confesó con una risa. Se dio al vuelta entre mis brazos, echando una mirada a mi uniforme y poniendo bien una de las placas.

-Listo- exclamó con una sonrisa satisfecha -por cierto, ¿has visto la cesta que nos ha mandado la Asociación de Pediatría inglesa?- negué con la cabeza; Bella me tomó de la mano, tirando de mi y acercándome a la habitación que ocuparía nuestro bebé. En una mesa en el centro, había una cesta gigante de color marrón, con un enorme lazo blanco. Dentro de ella había dos ositos de peluche, también blancos; botes con cremas, geles, colonias... y un gracioso pijamita con una jirafa bordada; tenía hasta una manoplas y un gorrito a juego.

Tomé una de las manoplas; apenas me cabían dos dedos dentro de ella.

-Que pequeñitas- musitó mi mujer con una sonrisa -es increíble; nuestro bebé todavía no ha nacido, y ya tiene cositas- decía, admirando el diminuto pijamita.

-Y más que tendrá- repliqué contento -creo que vamos a tener que poner el freno a los abuelos, o lo malcriarán demasiado-.

-Por no hablar de la tita Alice, cómo ya se ha auto proclamando- dijo mi niña, rodando los ojos -el tito Jasper, la tita Rose, la tita Ang, el tito Ben... el tito Emmet- hizo una graciosa mueca -aunque los últimos cuatro sean postizos-.

Ambos reímos; en verdad la familia estaba encantada y feliz con la noticia, y qué decir nuestros amigos más íntimos... según Ben, era el primer niño de la pandilla. Dejamos los regalos para ordenarlos al día siguiente, y fuimos hacia la antesala del salón del trono. Mis padres y mi hermana ya nos estaban esperando, junto con Jasper y nuestros invitados.

-Bellie- mi hermana se posicionó al lado de Bella, tocándole la tripa -garbancito- canturreó divertida -¿cómo está hoy?-.

-Bastante tranquilo, no he vomitado nada... todavía- mi mujer rodó los ojos.

-Eso es que protesta cuándo comes algo que no le gusta- dijo Jasper, sonriendo divertido.

-¿Cómo se encuentra hoy, alteza?- la mujer del presidente brasileño se acercó, junto con mi madre.

-Mucho mejor... pero si por mi fuera, me iría a la cama ya- confesó un poco sonrojada -estoy agotada-.

-Nos retiraremos pronto- le aseguré.

-Aprovechad, que estos meses tenéis excusa- observó mi padre; el Presidente rió, dándole la razón.

-Imagino que los periodistas estarán encima de ustedes... sobre todo debatiendo si será niño o niña- observó el buen hombre, mirando a mi padre.

-Constantemente- resopló -y eso que nuestra ley de sucesión no hace distinciones; el primogénito es el heredero, independientemente de su sexo- le explicó.

-Pero siempre hay algún monárquico empedernido que piensan que es mejor que sea varón- protestó Jasper con un mohín.

-A nosotros nos da igual, sea lo que sea -aclaré, rodeando la cintura de mi mujer -queremos que nazca sano y bien-.

-Yo quiero una futura reina; moderna y de su tiempo- confesó mi hermana, sonriendo divertida.

-No estaría mal- aprobó mi madre -ya son demasiados años con herederos varones-.

La divertida conversación se vio interrumpida por el himno; mi mujer me tomó de brazo, para entrar en la sala a saludar a los invitados. Nada más cruzamos las puertas, los periodistas pidieron que nos acercáramos.

-¿Vamos?- le pregunté a Bella; mi esposa asintió con una sonrisa, y nos acercamos a ellos.

-Muchas felicidades, altezas- nos felicitó Jake, mientras posábamos ante las cámaras.

-Gracias- agradeció mi mujer.

-Supongo que es un bebé muy deseado- nos interrogó una chica rubia.

-Muchísimo- contesté -teníamos muchas ganas de ser padres-.

-Alteza, ¿cómo se encuentra?- le interrogó Leah.

-Me encuentro bien; obviamente, me canso mucho y tengo molestias de vez en cuándo, cómo cualquier mujer embrazada- explicó mi niña, agarrada fuertemente de mi brazo.

-Sus familias estarán felices con la noticia- inquirió Seth. Esta vez mis padres también se acercaron.

-Siempre es una alegría la llegada de un niño- respondió mi padre, con una sonrisa de oreja a oreja -y tanto mi familia cómo la familia de la Princesa están felices por la noticia-.

-Felicidades majestades; su primer nieto- les recordó Jake.

-Y el primero de muchos, esperemos- replicó mi padre de nuevo.

-Muchas gracias por sus buenos deseos- agradeció mi madre, para después retirarnos los cuatro y ocupar nuestro lugar, saludando a los invitados...

…...

Desde ese instante, los debates y apuestas sobre si sería niño o niña acapararon la atención de la prensa rosa durante los meses siguientes; por norma general, no se suele hacer público. Incluso una vez, viendo Sociedad Inglesa, estuvimos a punto de llamar para opinar y proponer un nombre, tanto de niño cómo de niña.

Viendo que Bella estaba tranquila, y que Emmet había traído el café, salí un momento hacia la salita; justo en ese instante, entraron Rose y mi hermana por la puerta.

-¿Cómo va todo?- me preguntó Rosalie, después de saludar a ambas.

-Lento, pero bien- les expliqué -le está costando mucho- mi hermana me cogió del brazo, animándome.

-Todo irá bien, Edward- me tranquilizó Alice -no creo que haya un embarazo más vigilado que éste en todo Londres-.

-Cierto- apoyó Rose las palabras de mi hermana -¿podemos quedarnos un rato con ella?-.

-Claro, así aprovecho para tomar un café y comer algo- les agradecí; entraron en la habitación, y enseguida empecé a oír risas... ya estaban cotilleando, seguro.

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El dolor de una contracción hizo que la espalda se me arqueara... ¿y yo me quejaba por los dolores menstruales?; a partir de ahora, eso serían cosquillas para mi.

-Tranquila hija, respira- me decía Esme, pasándome un paño por la frente.

-Me duele- gemí, cerrando los ojos y respirando cómo me enseñaron.

-Ya está pasando- Sue me dio un apretón en la mano; eché una ojeada al monitor, y vi cómo bajaba de intensidad.

-Wow, Bellie... eres una campeona- en la puerta estaban Rose y Alice; les hice un gesto con la mano para que entraran.

-Venimos a hacerte compañía- explicó Rose, después de saludar a Esme y Sue.

-Entonces nosotras también vamos a comer algo con Edward- dijo mi suegra; salieron de la habitación, dejándome con las chicas.

-¿Cómo estás?- me preguntó Rosalie -Ang me ha llamado, está preocupada-.

-Creo que tenemos para rato- murmuré resignada -esta pequeña cosita no quiere salir-.

-Ainssss- suspiró cómicamente mi cuñada -no puedo creer que prácticamente ya esté aquí-.

-Cierto- concordé con ella; habían sido tantos días... Rose y Alice habían estado a mi lado prácticamente todo el embarazo, bien saliendo a comprar cositas, haciéndome compañía, reuniéndonos todos en nuestra casa para comer...

…...

-La comida estaba deliciosa, Bella- suspiró Emmet satisfecho, apoltronándose en nuestro salón. Edward sirvió el café para todos, y después se sentó a mi lado. Ya estaba de cinco meses y medio, y había empezado a usar ropa premamá.

-Bien- Jasper tomó la palabra -¿cuándo vais a saber qué es?; muero por ganarle ciento cincuenta libras a Emmet- exclamó burlón. Me reí mientras Edward se sentaba a mi lado, rodando los ojos.

-Apostando por causa de nuestro bebé- murmuró cansinamente, apoyando su mano en mi vientre.

-Vamos Eddie, no te quejes; te recuerdo que tenéis a toda Inglaterra apostando- le explicó Emmet.

-Además, nosotros también tenemos nuestras apuestas-murmuré maliciosa; Edward me miró alzando una ceja.

-¿Ah, sí?- interrogó Rosalie, dando vueltas a su café.

-Sip... pero eso queda para nosotros dos- piqué a mi marido, que al acordarse de su promesa se removió incómodo. Sonreí divertida, pensando en la noche que me esperaba.

-Hum... esa sonrisita- nos dijo mi cuñada. Edward carraspeó, aligerando el ambiente.

-Si no dejáis de picarnos... no os decimos qué es- los ojos de nuestros amigos se abrieron como platos.

-¿Lo sabéis ya?- preguntó Jasper, sorprendido.

-Y no habéis soltado prenda en toda la comida... traidores- nos acusó Emmet.

-¿Y bien?- a mi cuñada estaba punto de darle un ataque de ansiedad -estoy harta de comprar ropita unisex- se quejó.

-Es un niño- anunció Edward, dedicándome una pequeña sonrisa.

-¡Si!- Emmet se puso en pie de un salto, sólo le faltó hacer el baile de la victoria -Jazz, creo que me debes algo- replicó con cara de niño bueno.

-Tendrá suerte el muy... mejor me callo- murmuró mi cuñado, con una mueca de fastidio, levantándose y sacando la cartera del bolsillo trasero de sus pantalones. Emmet estaba esperando, con la palma de la mano extendida.

-De momento te conformas con cincuenta; me dejas sin liquidez ahora mismo- le dijo Jazz, dejando los billetes en la palma de su mano.

-Un pequeño principito- exclamó Rosalie, contenta -¿ya habéis pensado el nombre?-.

-Todavía no- le contó mi marido.

-A mi me gustaría llamarle Edward- sugerí, a ver si por fin mi esposo cedía -un mini Eddie-.

-Ni hablar- se negó en redondo -me niego a que le fustiguen cómo a mi y le llamen Eddie-.

-Edward...- intenté poner cara de cordero degollado, pero la risa me delataba.

-Nop; y no me valen pucheros- replicó satisfecho.

-Tenéis que ponerle un nombre histórico, vinculado al trono de Gran Bretaña- pensó Rose en voz alta -¿qué tal Arthur?- sugirió.

-Sí... y yo el mago Merlín- protestó su novio -ni se os ocurra- nos advirtió, con una mirada inquisidora.

-¿William?- propuso Jasper.

-No me gusta- hice un mohín.

-¿Henry?- dijo la pequeña duende.

-No, que después se casa seis veces...- se burló Rosalie. Edward y yo seguíamos atónitos el debate que se había formado, hasta que a mi esposo se le acabó la paciencia.

-A ver señores- viendo que no le hacían ni caso, elevó el tono de voz -¡señores!- los ojos de nuestros amigos se giraron hacia él.

-Gracias; vamos a ver... ¿de quién es el niño?- interrogó cual maestro de escuela.

-¿Tuyo?- murmuró sarcástica mi cuñada.

-¿Y de Bella?- Emmet se cruzó de brazos.

-Pues eso mismo; el niño es nuestro y nosotros lo decidiremos-.

-Per...- la pequeña duende iba a protestar, pero Edward le interrumpió.

-Pero nada- apoyé mi cabeza en el hombro de Edward, reprimiendo las carcajadas ante el mosqueo de los chicos. Por suerte, la conversación tomó otros derroteros... pero yo esperaba impaciente a la noche, para cobrarme mi apuesta...

XxXxXxXxXxX

-Bella... por favor, no puedes hacerme ésto- se quejó mi marido desde el cuarto de baño; ahogué una risa, apagando la mayoría de las luces y creando un ambiente íntimo. Me posicioné en la cama, cómodamente apoyada en las almohadas.

-Me lo prometiste- le respondí, intentando poner voz lastimosa -venga, no es para tanto... sal ya-. Oí resoplar a Edward mientras salía del baño; se plantó delante mío, con una camisa blanca... y la faldita escocesa.

Mi primera impresión fue soltar una carcajada al verle allí, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

-No tiene gracia- se quejó -¿no podemos hacer apuestas normales?.

-Tú estabas muy convencido de que llevaba a una princesita aquí dentro- señalé mi vientre con una sonrisa inocente -además, también es un antojo que tenía desde hace tiempo- murmuré, pasando los ojos por sus desnudas piernas y mordiéndome el labio inferior... tenía las hormonas demasiado revueltas, definitivamente.

-Un helado a las cuatro de la mañana es un antojo normal- me explicó, con los brazos en jarras -no que tu esposo te haga un streptease- mi cara cambió a una mueca de pena.

-Por favor- le rogué; suspiró resignado -hazlo por tu princesa- le chantajeé. Pareció meditarlo unos instantes, hasta que por fin habló.

-La primera y la última vez- moví la cabeza, contenta y feliz; sólo me faltó dar palmaditas. Encendí el equipo de música con el mando a distancia... y el espectáculo comenzó.

Las manos de Edward empezaron a pasearse por su pecho, a través de la fina camisa que llevaba, se podían entrever esos cuadraditos que tenía por músculos; sus caderas hacía un gracioso pero a la vez sexy movimiento, haciendo que la faldita se meneara de un lado a otro... en uno de esos movimientos, en el que la falda se levantó un poco, pude averiguar que no llevaba nada debajo. Con movimientos lentos, sus manos se dirigieron a los puños de su camisa, desabrochando los botones, después pasó a los botones frontales... la camisa iba dejando, poco a poco, al descubierto su torso cincelado... tan fuerte, tan amplio...

-¿Te gusta lo que ves?- murmuró malicioso, lanzándome la camisa. Mi mirada recorría cada parte de su ya expuesta piel; mis dedos picaban ansiosas por recorrer su pecho una y otra vez.

Se dio la vuelta con un sugerente movimiento, y mi vista se recreó en su espalda, en sus marcados omóplatos... mis ojos se posaron en sus caderas, en las que reposaba la cinturilla de la falda; no pude evitar esbozar una sonrisa traviesa mientras veía cómo su perfecto y redondeado trasero se movía al son de la música.

Sin poder evitarlo, me levanté, yendo a su encuentro; necesitaba pasar mis manos por esa vasta superficie de piel, suave cómo la seda. Al sentir mi tacto, lentamente se dio la vuelta, y sin dejar su sensual baile, atrapó mis labios en un apasionado beso; sentí que la cabeza me daba vueltas, y que algo explotaba en mi interior... le necesitaba dentro de mi ya...

Cuándo llevé mis manos a los botones laterales de la falda, Edward las atrapó, apartándolas con un pequeño gesto.

-Siempre cumplo mis promesas- murmuró con voz ronca sobre mis labios. Me empujó suavemente, para que me sentara en la cama y poder seguir disfrutando.

Sus manos bajaron lentamente, desde su cuello hasta su caderas, pasando por esa uve de su bajo vientre que asomaba y que tan loca me volvía. Estaba tan ensimismada, recréandome en esa parte de su anatomía, que no me di cuenta que sus manos ya habían desabrochado los botones y las tiras que unían la dichosa prenda. Se alejó unos centímetros de mi, haciendo un amago de tirarla al suelo... pero no lo hizo.

Con un sensual movimiento, se dio la vuelta, volviendo a mis ojos la perfección de su espalda... de nuevo hizo amago de quitarse la faldita, pero no lo hizo... aunque esta vez, la volvió lentamente a recolocar en su sitio, dejando asomar parte de su redondeado trasero.

Finalmente se giró; mi respiración se quedó atorada en mi garganta, viendo cómo los músculos de su vientre se contraían de una manera tortuosa y condenadamente sensual, a causa del baile... en un gesto involuntario, pasé la lengua por mis labios, haciéndole entender que necesitaba sus caricias urgentemente, ya, en ese mismo instante... Meneando sus caderas de un lado a otro, sus dedos soltaron la última prenda que le quedaba, quedando expuesto ante mi... con mi pequeño Eddie listo para atacar...

Sonriendo con malicia, mi marido me hizo tumbarme en la cama, para poder tumbarse él después; con mucho cuidado, sin dañar mi vientre, buscó mis labios de manera desesperada, y yo se los concedí, atacándolos sin piedad; sus manos se fueron a la parte de arriba de mi pijama, agarrando los extremos...

-¿Y bien?- preguntó sobre mi boca, haciendo que mis labios cosquillaran por su cálido aliento -¿he cumplido con sus expectativas, señora Cullen?-.

-Siempre las cumples- murmuré, dejando pequeños besos en su cuello -ahora es mi turno- susurré en su oreja.

Juntó su frente con la mía, sonriendo torcidamente y dejándonos perder en un mar de besos, caricias y pasión... toda la noche.

…...

-¿En qué piensas?- salí de mis excitantes recuerdos, volviendo la vista hacia Rose.

-En nada- meneé la cabeza en un gesto despreocupado -si ellas supieran- murmuré maliciosa para mis adentros.

-Estás sonrojada- observó la pequeña duende, arqueando una ceja.

-Lo que estoy es agotada- exclamé frustrada -el día que deis a luz, ya me lo contaréis- les advertí. Mi cuñada iba a replicar, pero justo en ese momento entró el doctor Kulman, acompañado de un hombre y tres mujeres.

-Alteza, señorita- saludó a mis acompañantes -si nos permiten un minuto-. Me guiñaron un ojo, saliendo por la puerta.

Después de eso, me revisaron de arriba abajo; gemí de dolor cuándo me hicieron el tacto... el doctor Kulman se apartó con dos de sus residentes, evaluando la situación. En ese momento, entró Edward, acercándose directamente a mi lado y dejando un pequeño beso en mi frente. Las enfermeras alzaron las comisuras de sus labios, no era muy normal vernos así. Por fin, al cabo de unos minutos, el facultativo nos puso al corriente de la situación.

-Todo sigue su curso, altezas; ha conseguido dilatar un centímetro más... pero no es suficiente todavía- nos relató el doctor Kulman. Dejé caer mi cabeza hacia atrás, dándome paciencia a mi misma. Mi marido entrelazó nuestros dedos, asintiendo lentamente con la cabeza.

-Volveremos en una hora- se despidieron de nosotros, dejándonos a solas.

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PVO EDWARD

-Tranquila mi vida- sin soltar la mano de Bella, tomé asiento de nuevo a su lado.

-No nos queda otra- me encogí de hombros -¿tu padre ya ha llegado?- me preguntó.

-Todavía no- le aclaré- pero el tuyo y la abuela si; están en la salita-.

-Creo que mi padre va a terminar por mudarse aquí- me confesó mi mujer, ahogando una carcajada -menuda temporada de avión que llevan, adem... - su cara se contrajo de nuevo... otra contracción; y esta vez, mucho más larga que las anteriores. No me gustaba verla así, y no poder nada más que reconfortarla y animarla; la ayudé a incorporarse cuándo ella lo intentó, ya no tenía fuerzas.

-Me duele mucho- dijo, cerrando un momento los ojos e intentando respirar compasadamente.

-Vamos cariño, que enseguida pasará- poco a poco, su respiración se fue relajando, y la contracción cesó.

-Lo estás haciendo muy bien- la animé, besando su mano con cuidado.

-Dice la abuela que es el dolor más bonito del mundo- sonrió cansada- y tiene razón-.

La abuela... no había duda que si mi hijo heredaba el sarcasmo de la abuela Swan, íbamos a divertirnos mucho... o a desesperarnos mucho...

…...

Miraba embobado y con una sonrisa el redondeado vientre de mi mujer; apenas faltaban dos meses para verle la carita a nuestro pequeño. Bella dormitaba en nuestra cama, respirando pausadamente. Había sido un verano largo y caluroso, cosa que no había sentado muy bien a mi esposa, ya que se hinchaba mucho y se cansaba más, si eso era posible. Desde que pasó el primer trimestre del embarazo, la tripa de Bella crecía a pasos agigantados, y eso que vez en cuándo, había días que tenía el estómago tan revuelto que apenas podía comer nada sólido. Podría hacer una lista de diez folios con las noches que ambos nos pasamos en el servicio, ella vomitando y yo aguantado su pelo y frotándole la espalda.

Me tumbé a su lado, con cuidado y sin despertarla, posando una de mis manos en su tripa. Sonreí satisfecho al recibir el saludo de mi hijo, que ese día estaba de lo más revoltoso.

-Hola pequeño- le dije en un murmullo, pasando mi mano por dónde notaba movimiento -mamá está cansada, déjala dormir un rato- pero no debía estar por la labor, ya que Bella se despertó.

-Hola- me incliné, dejando un pequeño beso en sus labios.

-¿No te deja dormir?- interrogué sonriendo; Bella meneó la cabeza, tumbándose boca arriba.

_No tiene sueño- se encogió de hombros -además, cuándo llevo mucho rato quieta y tumbada de lado, no le debe de gustar- me contó rodando los ojos -porque empieza a moverse y no hay quién lo pare- me explicó -mira- movió mi mano, posándola a un costado; allí el movimiento era más notable -según el doctor Kulman, aquí están los pies-.

Apoyé mi cabeza en su tripa, con cuidado, oyendo los graciosos ruidos que provenían del vientre de mi mujer. Bella me acarició el pelo, y yo cerré los ojos, ronroneando satisfecho.

-Te voy a echar de menos en los actos oficiales- musité con los ojos cerrados.

-Sólo serán los primeros cuatro meses- me recordó -además, la señora Hiddick parece de total confianza- me dijo. La señora Hiddick sería la encargada de cuidar a nuestro hijo cuándo nosotros debiéramos ausentarnos; era una mujer de unos cincuenta años, acostumbrada toda su vida a cuidar niños.

-Me recuerda mucho a Betty- dije; Bella me miró sonriendo; sabía el cariño que le tenía a Betty; fue mi nana, y la de mi hermana, durante muchos años; falleció cuándo yo estaba en el último año del colegio. Nos cuidó cómo si fuéramos sus hijos, y era alguien a quién todos recordaban en palacio con inmenso cariño.

-Espero que nuestro niño le de menos quebraderos de cabeza que tú- me picó Bella -no pongas esa cara- me regañó dulcemente al ver mi expresión desaprobadora -tu madre dice que eras muy travieso-.

-Exagera- me excusé inocentemente -simplemente era un poco inquieto, después me fui haciendo más formal-.

-Me preocupa mucho su educación- suspiró Bella -técnicamente, no será cómo la de un niño normal- musitó, preocupada. Eso era cierto... mi hijo, al igual que yo, nacía con un destino ya escrito, y su educación estaba marcada por el papel sucesorio que tendría en el futuro. Pero mi mujer y yo teníamos claro una cosa; había que educarle cómo a un niño cómo otro cualquiera, y debía disfrutar de su infancia; se podían conjugar ambas cosas. Iría a un colegio normal, y estaría con compañeros de su edad, haciendo las cosas que hacen los niños.

-Lo haremos bien, cariño- la animé -nadie nace sabiendo ser padres- le recordé -no podemos afirmar que no cometeremos errores... pero intentaremos ponerles solución-.

-Eso es cierto- me dio la razón; noté que estaba incómoda, y me levanté de la cama.

-¿Quieres salir a dar un paseo?- le propuse -ya no hace tanto calor-.

-Me vendrá bien- aceptó; salimos a los jardines, seguidos por Casper e Isolda; aunque eran principios de septiembre, todavía estábamos en Windsor, y hasta dentro de una semana no volvíamos a Londres. Mi hermana y Jasper se habían ido de vacaciones románticas, de modo que estábamos con mis padres, Charlie, Sue y la abuela Swan, que justo se acercaban a nosotros. LA familia de Bella llevaba aquí dos semanas, y ya se quedarían hasta que naciese nuestro hijo.

Casper e Isolda se pusieron a ladrar cómo locos en cuánto vieron a mi suegro... no les caía bien, y el sentimiento era mutuo.

-Malditas bolas peludas- refunfuñó Charlie, intentando que Isolda soltara su pantalón.

-Papá- le regañó Bella -no la llames así, pobrecita-.

-Ya conoces a tu padre, hija mía- suspiró la abuela -siempre tan amigable... desde que sabe qué se va a convertir en abuelo, está más insoportable- mi padre ahogó la carcajada, para poder preguntarle.

-¿Es cierto eso, consuegro?; pero si eres muy joven- le animó -¿te imaginás cómo será cuándo nos llevemos al pequeño de pesca?- a mi padre se le iluminaron los ojos con la idea.

-Ya que con Edward fue misión imposible... ahora se resarcirá con el nieto- le explicó mi madre a Sue, sonriendo divertida.

-Ya están mareando al niño, y todavía no ha nacido... pobrecito mío- suspiró cómicamente la abuela -he hecho tres pares más de patucos- nos contó, volviéndose a nosotros.

-¿Dónde vamos a meter tanta ropa?- inquirió mi mujer -entre los regalos, lo que nosotros hemos comprado, lo que tú le has hecho...- le explicó a la abuela.

-Lo que le han comprado Ang, Rose y Alice...- seguí enumerando; la habitación de nuestro pequeño, en Londres, estaba ya perfectamente preparada y esperando al nuevo miembro de la familia... y ya no entrabna más cosas en los armarios y en los cajones.

-Bueno, es un seguro- miramos a la abuela sin entender -cuándo se vea públicamente al niño, no es bueno que repita modelito- Sue y mi madre rieron divertidas, al igual que mi padre.

-Ahora te pareces al señor Zimman, abuela- le reprochó mi esposa, sonriendo divertida.

-Mamá, no agobies a los chicos- le reprendió Charlie, rodando los ojos.

-Calla mendrugo- le amenazó con el bastón en alto -¿y qué me dices del disfraz de sheriff que le has comprado expresamente?- mi padre no podía aguantar la risa, ni el resto tampoco -ni se os ocurra ponerle eso- nos dijo por lo bajini.

Seguimos el divertido paseo, animados por la conversación entre madre e hijo...

…...

Desde que regresamos de Windsor, se podía decir que la cuenta atrás había comenzado; toda la familia estábamos pegados a Bella, saltando a la mínima. Mi mujer rodaba los ojos, llamándonos alarmistas, explicándonos una y otra vez que cuándo se pusiera de parto, realmente nos enteraríamos... y así fue esta misma mañana, cuándo se empezó a encontrar incómoda.

Llevábamos casi diez horas en el hospital, y todo iba muy lento... demasiado; empezaba a preocuparme, y justo cuándo iba a avisar al doctor Kulman, para consultarle una cosa, el monitor del ritmo cardíaco del bebé se alteró.

-¿Qué está pasando?, ¡Edward!- sollozó Bella, agarrándose el vientre.

-No pasa nada, tranquila- salí deprisa de la habitación, cruzando la sala dónde estaban todos y dirigiéndome a Emmet.

-Avisa a una enfermera- mi amigo salió apresuradamente, y al volver a la habitación, Sue, mi madre y la abuela rodeaban la cama. Me cedieron el paso, y me acerqué a mi mujer, que ya se retorcía, literalmente, de dolor. Por suerte, en menos de un minuto el ginecólogo ya estaba allí. Pidió a todos que salieran, incluido yo.

-Tranquilo hijo- Charlie me dio una palmada en la espalda mientras esperábamos en la salita; iba de un lado a otro, pasándome las manos por el pelo y resoplando histérico.

-Alteza- la voz del doctor Kulman hizo que mi corazón se alterara.

-¿Algo va mal?- inquirí, preocupado y angustiado.

-La Princesa no está llevando bien el trabajo de parto- me explicó -y eso está causando sufrimiento fetal- tomé aire, intentando calmarme.

-¿Qué sugieren?- inquirió Sue.

-Las contracciones son muy seguidas... pero no ha dilatado lo suficiente- nos explicó el problema -de modo que lo mejor es hacer una cesárea- me dijo, esperando mi aprobación -la Princesa está de acuerdo-.

-Está bien- nos hubiera gustado que fuera un parto natural, pero mi mujer ya no podía más, y no quería que sufriera y que sus vidas corrieran peligro. Entré un momento, para despedirme de mi mujer; al ser una cesárea, no me dejaban entrar al quirófano. Besé suavemente sus labios.

-Todo irá bien cariño- mi esposa esbozó una triste sonrisa, mezclada con lágrimas y angustia.

-Alteza, tenemos que irnos- me quedé apoyado en el marco de la puerta, viendo cómo se llevaban la cama y a mi mujer.

Durante casi una hora, fui el hombre más nervioso de la faz de la tierra; mi padre había llegado, directo desde el aeropuerto, y también Jasper. Todos intentaban animarme, diciendo que ya pronto acabaría. Charlie fue un par de veces al control de enfermería, pero no tenían noticias.

-Tranquilo Edward- Jasper se acercó a mi, parándose al lado de la ventana.

-Si les pasa algo a alguno de los dos..- musité, cerrando los ojos, incapaz de seguir pronunciando palabra alguna... no podría soportarlo. Mi cuñado iba a responder, pero se quedó con la palabra en la boca, ya que en ese momento entró el doctor Kulman, seguido de sus ayudantes.

En dos zancadas me planté delante suyo, con la familia rodeándome.

-Enhorabuena alteza- me felicitó con una sonrisa -tres kilos seiscientos gramos, y cincuenta centímetros- me contó -es un niño sanísimo, y con unos buenos pulmones- solté todo el aire que había estado conteniendo durante esa hora, ante los gritos de felicidad de nuestras familias.

-¿Y la Princesa?-.

-Su alteza está estupendamente; lo ha hecho muy bien- me explicó. Por fin pude respirar tranquilo, esbozando una sonrisa inmensa.

-Eres padre- mi madre se abrazó a mi, llorando emocionada, lo mismo que Sue y la abuela; mi hermana y Rose también lo hicieron, y pude oír a mi padre, riendo feliz con Charlie y Jasper.

Me entregó el acta de nacimiento y otros papeles que tenía que firmar, para que fueran llevados a palacio y entregados al Secretario de justicia, que se encargaría de todos los trámites.

-¿Cuándo podré verlos?- inquirí, ansioso.

-Los están subiendo ya... mire- abrieron la puerta, y primero entraron la cama de Bella; tenía buen aspecto, aunque se notaba el cansancio acumulado de las horas anteriores, y aún estaba dormida; seguidamente una enfermera se acercó a mi, con un bultito en sus manos.

-Felicidades alteza- me tendió a mi hijo... dios... era tan pequeño; estaba vestido con un pijama azul y blanco, y con un gracioso gorrito a juego. Tenía los ojitos abiertos, y movía lentamente sus manitas. Tenía el color de pelo de Bella, y su misma piel pálida.

-Oh, por dios- murmuré, con los ojos aguados por las lágrimas... era perfecto, y muy guapo; era algo que habíamos creado Bella y yo... era increíble. Dejé un besito en su mejilla, y en un minuto tenía a toda la familia alrededor, y a Rose y Emmet. Mi padre se puso a mi lado, rodeándome los hombros. Charlie, Sue y mi madre miraban al pequeño emocionados; también me agaché a la altura de la abuela, que sonrió satisfecha y feliz al ver a su bisnieto.

-Qué chiquitín es- dijo mi hermana, acariciando una de sus manitas. Después de unos minutos admirando al nuevo miembro de la familia, les dije que iba a llevar al niño con Bella. Decidieron dejarnos un poco de intimidad, y se fueron a palacio a descansar. Entré sin hacer ruido, ya que Bella seguía dormida, pero un pequeño sollozo hizo que abriera los ojos; mi pequeño tenía el ceño fruncido, y lloriqueaba suavemente.

-Hola- la saludé, acercándome a la cama -creo que hay alguien que quiere conocerte- después de posar al niño en sus brazos, quité con mi pulgar una lágrima que resbalaba por la mejilla de mi mujer.

-Edward- murmuró, sin despegar la vista de nuestro pequeño; le acarició la mejilla con un dedo, mirándole emocionada. Me senté a su lado, y ella apoyó su cabeza en mi hombro.

-Es precioso- susurró emocionada -ha valido la pena todo el dolor-; asentí sonriendo. acercando mi dedo a la manita de mi hijo, que lo agarró firmemente.

-Bienvenido a la familia, Charles Anthony Mansen Cullen- le saludó mi mujer con una sonrisa; habíamos decidido que el pequeño llevara el nombre de su abuelo materno, era una sorpresa para Charlie.

-Te quiero mi niña, y lo has hecho muy bien- mi esposa giró su cabeza, para darme un pequeño beso.

-Yo también te quiero- me devolvió en respuesta; nuestro hijo protestó, y ambos nos reímos divertidos.

-Y a ti también te queremos- le aclaró mi mujer, acariciándole la cabecita, miré a mi familia con una sonrisa... no podía ser más feliz.

 

Capítulo 47: Primeras navidades de casados Capítulo 49: Nueva vida en palacio

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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