Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328489
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 18: Un verano inolvibable I

Nada más llegar a casa, me tiré en el sofá, exhausta después de casi un mes sin levantar la vista de los apuntes. Hoy por fin, viernes doce de junio, acababa de realizar el último examen del curso. Edward estaba aún en el suyo, y ya terminaba también. Habíamos quedado en vernos en casa y reunirnos aquí los seis, como era la costumbre. Me cambié de ropa, desterré los libros y apuntes lanzándolos al escritorio, y bajé a por la comida. Decidí encargar comida italiana, así no tenía que cocinar.

Al volver a casa, estaba preparando la mesa, cuándo sonó en timbre. Al abrir la puerta, la pequeña duende se tiró a mis brazos. Con el lío de los exámenes casi no la había visto.

-Se acabó, somos libres Bells- dijo emocionada. Después de saludar a Jasper, los hice pasar. Estábamos terminando de poner la mesa, cuándo la puerta se abrió, entrando Rose, Emmet y Edward. Me lancé a sus brazos, que me recogieron de inmediato.

-Por fin- suspiré contra su pecho.

-¿Cómo te ha ido cariño?- me preguntó.

-Bien, mejor de lo que esperaba, ¿y el tuyo?- pregunté de vuelta.

-Creo y espero que bien; por fin libres- susurró contra mis labios, para después darme un gran beso. Lo recibí gustosa, ya que casi no habíamos tenido momentos de intimidad desde que empezaron los exámenes. Un carraspeo nos hizo separarnos.

-Chicos, me encanta que sean tan fogosos... ¡pero me muero de hambre!- dramatizó Emmet, poniéndose una mano en el corazón.

Todos reímos ante su comentario, mientras Rose le daba una colleja, diciéndole que no tenía paciencia alguna.

Comimos en animada charla, en un ambiente relajado y bromeando los unos con los otros.

-¿Cuándo os marcháis?- le pregunté a Rosalie. Ya que Emmet y ella nos iban a acompañar a Foks durante un mes y medio, el cogía las vacaciones en tres días.

-El martes nos vamos a Cardiff tres semanas, y julio lo pasaremos en Boston- explicó, ya que aun no conocía a los padres de Emmet.

-Tendremos que recoger el apartamento- musité pensativa, ya que hasta que nos fuéramos a Forks, me quedaba todo el verano con Edward en su casa. Miré a Alice, preguntándole con la mirada.

-Nosotros nos vamos en dos semanas a Norfolk Park, y desde mediados de julio a Windsor- nos explicó. Estaba claro que cada pareja se iba por su cuenta. Miré a Edward con algo de pena. Me apetecía mucho estar en Windsor, y nos íbamos el domingo de la próxima semana, pero no estaríamos a nuestro aire. Me devolvió una mirada divertida y traviesa... algo se traía entre manos.

-¿Qué me he perdido?- pregunté alzando una ceja.

-Nada- respondió, disimulando una sonrisilla maliciosa, que compartía con Alice.

-Sabes que no me van mucho las sorpresas- le advertí un poco seria.

-Tranquila- me sentó en su regazo -creo que te va a gustar... pero lo sabrás un poco más tarde- repuso divertido.

Por mas que puse los pucheros más lastimeros que se me ocurrieron, no me dijo nada.

Una vez que Jasper y Alice se marcharon, y Emmet y Rose se encerraron en el cuarto de ella, dirigí mi vista a mi principesco novio... ¿qué diantres se le habrá ocurrido esta vez?.

-¿Y bien?- pregunté cual niña pequeña esperando el regalo de navidad. El rió, mientras me sentaba en su regazo y me rodeaba la cintura.

-Digamos que te he comprado un pequeño regalo, por ser buena estudiante- me dijo burlón. Puse cara de circunstancias, me encantaban los regalos que me hacía... pero no quería que se gastara tanto dinero. Además, en ocho días cumplía veintidós años, y no sabía qué regalarle. Sabía que lo celebraría en la intimidad, y comeríamos con sus padres y Alice y Jasper en palacio.

-Bueno... en realidad es para disfrutarlo los dos- me explicó. Fruncí el entrecejo, pensando... pero no se me ocurría nada.

-Cierra los ojos- me dijo muy bajito. Obedecí, y posó algo ligero y plano en mi mano. Era un sobre. Le miré con un interrogante en mi cara.

-Vamos, ábrelo cariño- me animó.

Lentamente saqué el contenido; eran dos pasajes de avión, y al leer el destino casi me desmayo de la impresión.

-¿Isla de Mahe?- pregunté alucinada. Edward asintió con una sonrisa.

-Per... pero eso está en las Seychelles- murmuré en voz baja.

-Así es... al día siguiente de mi cumpleaños nos vamos dos semanas de vacaciones... solos tu y yo- me anunció.

No podía creer lo que estaba diciendo... ¿era una broma?.

-Pero... ¿no tienes que llevar seguridad?- pregunté confusa. El negó con la cabeza, explicándome.

-El hotel al que vamos, el Maia Luxury, es un resort privado. Está formado por una decena de casas individuales, con una cala exclusiva en cada una de ellas. Cada casa cuenta con servicio propio de habitaciones... y créeme, por las cantidades que se pagan, son muy, muy discretos. Jasper y Alice fueron hace un par de años, y nadie se enteró. También varios príncipes amigos míos han ido de incógnito, con sus novias... me lo han recomendado- me explicó.

Le miraba patidifusa; no sabía cómo lo hacía, pero siempre lograba sorprenderme.

-Sabía que te daba un poco de envidia que ellos cuatro se fueran solos un tiempo... y también nos merecemos intimidad, necesito abrazarte y besarte sin que tenga que mirar a mi alrededor- me explicó -y me gustaría que nuestras primeras vacaciones juntos fueran inolvidables, dado que todavía no te puedo llevar a hacer turismo por ahí... y me gustaría enseñarte tantos lugares- me contó con un poso de tristeza en su voz.

Las lágrimas caían por mi cara, no podía creerlo. Me abracé fuertemente a su cuello, besándole la cara.

-Gracias, gracias, gracias... es demasiado, pero me encanta; no puedo esperar a pasear por la playa, sin nadie que nos moleste- sonreí ante esas palabras.

Por internet me mostró el hotel... y no tenía palabras. Eran casas de un dormitorio, equipadas con una pequeña cocina y un coqueto salón, con una televisión de plasma enorme, y ordenador con conexión a internet.

Muy bien amueblado y lujoso, una cama enorme de matrimonio, que desembocaba en una terraza, mirando al mar. En la terraza, mesas y sillas, para poder comer ahí mismo. El baño estaba abierto también al mar, con la bañera redonda pegada al cristal, y la pequeña piscina de la casa parecía fundirse con las azules aguas del Océano Índico.

Las calas, de arena blanca, y el asombroso atardecer que mostraban las fotografías me dejaron enamorada del sitio.

-Iremos en un vuelo privado desde aquí, el hotel tiene su propio heliopuerto; debes darme tu pasaporte para dárselo a Maguie, para que haga todos los trámites- me siguió contando.

-¿Cuántas horas de vuelo son?- pregunté curiosa.

-Son unas doce horas, diez desde París; allí hay una diferencia horaria de tres horas, ahora allí son -miró su reloj, haciendo cálculos -las siete y media de la tarde- me explicó. Aquí eran las cuatro y media.

Le miré emocionada, no podía creérmelo todavía.

-Gracias de nuevo Edward, es un sueño- le dije, escondiendo mi cara en su cuello.

-Gracias a ti, por aceptarlo y compartirlo conmigo-, me dijo con ternura.

Esa noche Emmet y él se quedaron a dormir con nosotras. Llegó el día que Rose y Emmet se iban; ya estábamos en casa de Edward, y habíamos cerrado y recogido el apartamento. Me despedí de ellos con un gran abrazo hasta agosto.

-Espero lo paséis muy bien por allí- le deseé a Rose.

-Y tú disfruta ese pedazo de viaje que vas a hacer- me guiñó un ojo divertida. Le devolví una sonrisa cómplice, observando cómo se montaban en el coche, camino de la ciudad natal de Emmet.

Esa semana descansamos y dormimos a nuestras anchas. Una tarde me fui con Alice de compras, alegando ella que necesitaba ropa de playa para el viaje. De paso, aproveché para comprar el regalo de Edward.

Volví con cinco bikinis, varios pareos, sandalias y chancletas, pantalones cortos, camisetas y vestidos playeros.

Recogí el regalo de Edward; después de mucho pensarlo, me decidí por una partitura de una obra de Shubert, que estaba agotada desde hace años, pero finalmente, pude conseguir.

El veinte de junio, día de su cumpleaños, Edward debía dar una rueda de prensa en una de las salas de palacio. Sólo sería media hora, y después comeríamos en familia. Estiré los músculos, y lentamente me incliné sobre su cara, dándole pequeños besitos.

-Arriba dormilón- susurré en voz baja. Lentamente abrió los ojos, mirándome con una pequeña sonrisa.

-Felicidades cariño- susurré para darle un beso en los labios. Una de sus manos fue hacia mi melena, enredando los dedos en ella.

-Gracias, buenos días mi niña- dijo estirándose. Me reí, mientras me estiraba hacia la mesilla para coger mi regalo. Se lo tendí con una pequeña sonrisa.

-Espero que te guste- balbuceé jugueteando con mis dedos. Lentamente lo abrió, y en su cara se dibujó una sonrisa.

-No sabía qué comprarte, y me acordé de la partitura que no conseguías encontrar- le expliqué con una sonrisa tímida.

-Gracias cariño, me encanta- dijo contra mis labios -aunque tu eres mi mejor regalo- susurró contra mi cuello, para empezar a recorrerlo con su boca. Ahogué varios gemidos, mientras me tumbaba en la cama, sin dejar de besarme, pero unos golpes en la puerta nos separaron abruptamente. Pegué un salto, escondiéndome en el baño, por suerte ambos estábamos vestidos. Oí voces, y finalmente la puerta se cerró de nuevo.

-Bella, puedes salir- me dijo Edward desde el otro lado. Lentamente abrí la puerta, estaba roja de vergüenza. Mi novio no podía disimular la risa. Al final terminé por reírme con él.

-Era Demetri, la conferencia es dentro de una hora- me dijo. Asentí con la cabeza, y me despedí de él, para ir a mi habitación a cambiarme.

Me duché y me puse unos vaqueros piratas, con una camiseta blanca y unas sandalias blancas y planas, ya que hacía mucho calor.

Al salir de mi habitación entré de nuevo en la de Edward, estaba peleándose con el nudo de la corbata.

-Espera- le dije. Me acerqué y en un momento lo arreglé. Estaba muy guapo, con un traje gris, camisa azul claro y una corbata de rayas amarillas y azules.

-Listo- exclamé contenta, dejando un pequeño beso en sus labios.

-Gracias, se te da bien- me alabó mirando el nudo por el espejo.

-Siempre le hago el nudo de las corbatas a mi padre, nunca consigue aprender- dije con una pequeña sonrisa.

Agarrados de la mano nos dirigimos hacia el comedor; por el camino todo el mundo felicitaba a Edward, que daba las gracias con amabilidad. Sus padres, Alice y Jasper ya estaban allí. Recibió las felicitaciones de toda la familia, y desayunamos tranquilos.

-Edward, la prensa está preparada- le dijo Sam. Suspiró lentamente, y se volvió hacia mi.

-Te prometo que terminaré enseguida- dijo cogiéndome de una mano.

-Tranquilo, buena suerte- le guiñé un ojo.

Salió con Sam, y Maguie se volvió para hablarme.

-Ven conmigo querida... supongo que querrás verlo- me dijo. Asentí curiosa, y me fui con Maguie, Carlisle y Esme hacia una sala contigua. Había más gente allí, y me puse en una esquina, desde dónde le veía. Los flashes de las cámaras disparaban a toda velocidad, pero el parecía tranquilo.

-Alteza, ¿cómo celebrará su cumpleaños?- interrogó un periodista.

-Tranquilamente, con mi familia y amigos más cercanos- respondió con esa voz aterciopelada que le caracterizaba.

-Acaba de terminar su segundo año de universidad, ¿cómo le ha ido?- preguntó otro.

-Bastante bien, de momento he aprobado todas las asignaturas, a falta de dos por saber la nota. Estoy muy satisfecho con la carrera y lo que trata- explicó.

Sam señaló a aun chico moreno y musculoso, para cederle la palabra.

-Príncipe Edward, la mayoría de los herederos europeos están ya casados o comprometidos; ¿no ha pensado en que debe dar continuidad a la dinastía?- preguntó con mala intención.

Noté que Edward se tensaba un poco, pero consiguió mantener la compostura para responder.

-Verá, señor Black- empezó su discurso, y yo gemí para mis adentros, a Edward no le caía nada bien este periodista- el tema de si tengo novia o no es un asunto privado, que nos concierne a mi y a ella, en el caso de que la tenga -hizo una pausa, para después seguir -por supuesto que sé que la sucesión debe asegurarse con un heredero, y cuándo decida contraer matrimonio todos lo sabrán- terminó de decir, dando por zanjada la pregunta.

-¿Qué hay de los rumores que lo emparejan con la princesa Anne Louise de Noruega?- siguió preguntando Black. Rodé los ojos, mientras Esme me daba una mirada tranquilizadora.

-Con todo mis respetos hacia la princesa, son totalmente falsos- afirmó rotundamente.

Sam dio la palabra a una chica morena, de cara amable.

-Leah Clearwater, del London Daily -se presentó, por lo menos esta y el otro chico del London Daily son amables, según lo que me contaba Edward - ¿cómo se le presentan las vacaciones, Alteza?-.

-Pues descansando y disfrutando con mi familia; hasta octubre no tengo ningún viaje programado- respondió con una pequeña sonrisa.

Sam observó al pequeño grupo de periodistas -bien, si no hay ninguna pregunta más, hemos terminado-.

-Gracias por atendernos alteza, y feliz cumpleaños- dijo uno de ellos, arrancando los aplausos del resto.

-Gracias señores, buenos días- se despidió y salió del salón, entrando a donde nosotros estábamos. Las puertas se cerraron tras él, y soltó un suspiro de alivio. De inmediato, se acercó a mi.

-¿No estás enfadada?- me preguntó con nervios.

-¿Por qué iba a enfadarme?, Edward, has estado muy bien... y recuerda que ya no hago caso a toda eso que saca el Daily Mirror- le dije acariciándole una mejilla e intentando tranquilizarle. Me besó la palma de mi mano, todavía en su cara.

-Perdona cariño, es que ese Black y su periódico me sacan de mis casillas- siseó cabreado.

-Ahora vámonos a dar un paseo, a ver si te tranquilizas- le dije.

-Antes déjame cambiarme de ropa, me estoy asando de calor- masculló, quitándose la corbata.

Pasamos el resto de la mañana solos, perdidos por el palacio y hablando de lo ocurrido en la rueda de prensa. A la hora de la comida ya se le había olvidado, y volvía a estar relajado y feliz.

-¿A qué hora os vais?- preguntó Carlisle.

-El avión sale a las seis de la mañana, nos toca madrugar- dijo Edward.

-Espero lo paséis bien y disfrutéis, es un auténtico paraíso- nos dijo Esme, mirándonos con complicidad.

-¿Habéis estado?- le pregunté.

-Tres veces, dos de visita oficial y una de turismo, así como vosotros- nos explicó.

-En 1756, las islas pasaron a dominio francés; desde 1794 pasaron a ocupación inglesa, y después de las Guerras napoleónicas, en 1814, pasaron exclusivamente a ser territorio inglés- me explicó Carlisle.

-Hasta que en 1976 la Commonwealth le concedió la independencia- terminó de añadir Edward.

Estaba asombrada, ese dato no lo sabía. El resto de la comida pasó tranquilamente, charlando y recibiendo recomendaciones.

-No te preocupes Bella, el resort está a prueba de periodistas; no os pillarían ni por asomo- nos dijo Alice.

-La seguridad allí es extrema; los clientes que van allí son gente muy rica e importante- dijo Esme, que también conocía el hotel.

-Habéis pasado una época estresante con los exámenes... os vendrá bien desconectar del mundo y descansar- nos dijo Carlisle.

Jasper volvió a hacer alusión a la rueda de prensa un rato después.

-Ese Black- siseó con rabia -siempre sacándote el mismo tema- le dijo Jazz.

-Y pensar que la novia del príncipe estaba en la habitación de al lado, si lo supieran- dijo Alice con una sonrisa malvada.

-Alice, deja el tema, por favor- le suplicó Edward cansado.

Lo miré preocupada.

-Edward, cariño, no pasa nada... yo soy la primera que no hago caso de todas las mentiras que sacan, así que estate tranquilo, ¿me has oído?- le advertí.

-No puedo evitar preocuparme Bella... no quiero que te hagan daño- murmuró en voz baja.

Una vez cambiamos de tema, seguimos charlando tranquilamente, hasta que Carlisle se fue a su despacho a trabajar y Esme a despachar el correo que tenía pendiente.

Decidí llevarme a Edward a la sala de música. Una vez en el piano, tomé aire para aclarar las cosas. Sentados en la banca del piano, hablé.

-Edward... nunca te han afectado esos rumores, ¿qué te pasa?- estaba muy preocupada, no era normal en él.

-Bella -tomó aire para seguir -temo que esos rumores terminen por afectarte, y que nos afecten a nosotros- dijo desviando su mirada de mi cara.

-Edward... en este año que llevamos juntos, o casi, te han casado con media Inglaterra y parte de Europa... ¿crees que si no me fiara de ti, o me dejara llevar por las habladurías, estaría aquí?- pregunté.

-Ya lo sé... a veces pienso que es muy egoísta por mi parte por haber accedido a ésto- exclamó con frustración.

Me estaba asustando de verdad... ¿dudaba de haberme pedido que fuera su novia, a estas alturas?; decidí respirar tranquila.

-Edward, cariño... yo misma te lo dije aquella noche, no me importa, siempre que estés a mi lado; y lo has hecho, créeme- le tranquilicé, tomando una de sus manos y jugando con sus dedos.

El me miró más relajado, esbozando una media sonrisa.

-¿Sabes que me han dado ganas de volverme y decirte que salieras conmigo?, ¿te imaginas lo que hubiera pasado?- me preguntó casi riéndose.

-No quiero ni pensarlo- rodé los ojos, divertida -tendrías que ponerme varios escoltas- añadí sarcástica.

-Casi tendrías que llevar más seguridad que yo- rebatió burlón. Le di un suave golpe en el brazo, en señal de protesta. El rió por mi acción, y llevó su mano hacia mi cara, acariciándola con cariño. Me apoyé en ella, mirándole a los ojos.

-No quiero que discutamos, y menos por este tema- le supliqué.

-Lo siento cariño, y quiero que tengas clara una cosa; no estaba cuestionando nuestra relación, eres lo mejor que me ha pasado... y admiro cómo lo estás llevando de bien- me explicó con ternura. Solté un suspiro de alivio para mis adentros.

-Espero hacerlo bien, ahora y el futuro- dije casi para mis adentros.

-Y lo harás muy bien, y yo estaré siempre a tu lado- me respondió.

-Con eso me basta- terminé de decir.

Sonreí levemente, mientras nuestras caras se acercaban la una a la otra.

-Te amo-susurró contra mi cara. Su aliento me dejó levemente aturdida.

-Y yo a ti- le devolví en respuesta. Nuestros labios se juntaron en un beso lleno de cariño. Su aliento casi en mi garganta hizo que gimiera en voz no muy fuerte, mientras mis dedos peinaban sus cabellos, tan finos como las hebras de seda.

Una vez necesité aire para respirar, le devolví una mirada cariñosa.

-Y ahora... ¿estrenarás tu regalo?- le propuse, señalando la partitura.

Me guiñó un ojo, mientras sus dedos empezaron a pasear por el teclado.

La tarde transcurrió tranquila y sin novedad alguna. Antes de la cena, Edward fue a hablar con Maguie, para ésta darle los pasajes y pasaportes, y confirmar la reserva del hotel y la hora de salida del vuelo. De mientras, estaba en mi cuarto con Alice, haciendo la maleta mía y la de Edward, mientras la pequeña duende iba sacando las cosas y tachando la lista que había hecho. Una vez cenamos, nos despedimos de la familia, ya que salíamos muy temprano hacia el aeropuerto. Llamé también a mis padre y a Sue, quedando en que si no pasaba nada los llamaría al regresar. Me costó conciliar el sueño, estaba muy nerviosa.

A las cinco menos cuarto, sonó la alarma del móvil de Edward. Apenas había dormido unas pocas horas, pero conseguí levantarme enseguida. Me puse unos vaqueros, una camiseta y una sudadera, ya que por las mañanas hacía un poco de fresco. Edward ya estaba esperándome en la puerta de mi cuarto. Mientras tomábamos un café rápido, bajaron el equipaje al coche.

Salimos hacia el aeropuerto, el tráfico era mínimo a esas horas, por lo que en veinte minutos escasos llegamos. Giraron para llevar el coche hasta una de las pistas oficiales, dónde un pequeño avión, similar a los que usaba la familia en sus viajes de estado, nos esperaba.

El interior era todo lujo y comodidad. Después de acomodarnos y de despegar, una señora de unos cuarenta años se presentó.

-Bienvenido a bordo alteza; señorita Isabella, mi nombre es Mary, espero tengan un feliz vuelo; llegaremos a Mahe a las nueve de la noche, hora de destino- nos explicó.

-Gracias- dijo Edward. Mary se volvió para traernos el desayuno. Mi novio se volvió para hablarme.

-Mary lleva muchos años trabajando para nosotros, ella y Mildred, que está de vacaciones, nos acompañan en todos los viajes. Después te presentaré al comandante y al resto- me explicó.

-¿Sabe quién soy?- pregunté con cautela. Edward asintió.

-Sabe que eres mi novia, Maguie tuvo que advertirlo; no te preocupes- me dijo calmándome.

Mary apareció en ese momento con las bandejas del desayuno. Una vez desayunamos en condiciones, me acomodé en el confortable asiento, sacando el libro que estaba leyendo. Edward iba ojeando el periódico.

Después de comer, se tumbó, con la cabeza en mi regazo, quedándose dormido. Suavemente acariciaba su pelo, mientras la música de mi Ipod iba adormilándome a mi también.

Dormimos una buena siesta; desperté tumbada en el regazo de Edward, no recuerdo en que momento habíamos cambiado de posiciones. Peinaba suavemente mi pelo.

-¿Hemos dormido mucho?- pregunté, todavía atontada.

-Unas dos horas o algo así, todavía tenenos tres horas de viaje. ¿Quieres un café?-. Asentí mientras me estiraba para desperezarme.

Una vez merendamos, pasamos a la cabina de control, presentándome al comandante jefe y al resto. Me mostró y me explicó los funcionamientos del avión.

Por fin llegó el momento de aterrizar. Mary nos indicó que nos abrocháramos los cinturones, ya que en diez minutos tomábamos tierra en el heliopuerto del hotel.

Al descender del avión, un aire caluroso y húmedo me sacudió el rostro. Dos personas nos esperaban al lado de un jeep con las lunas tintadas.

-Bienvenidos al Maia Luxury; soy Robert Lifs, el gerente. Espero disfruten de su estancia en Mahe.

-Gracias- respondió Edward.

-Si tienen la amabilidad de seguirnos, les llevaremos hasta su villa- nos dijo señalándonos el coche. Una vez cargaron el equipaje, nos montamos en el asiento trasero. La noche estaba iluminada por una preciosa luna llena, e iba mirando ansiosa por la ventanilla. La costa se extendía a nuestros pies.

Una vez pararon el coche, descendimos y el gerente abrió la puerta. Estaba impresionada. Exquisitamente amueblada, como en las mejores suites de los hoteles de lujo, era impresionante. El suelo de madera oscuro, y las paredes pintadas de blanco. Una vez dejaron el equipaje, se acercó a nosotros un señor de unos cincuenta años.

-Soy Marcus, seré su mayordomo durante estas dos semanas. Cualquier cosa que necesiten, no tienen más que pedírmelo, marcando en el teléfono el 011; en una media hora les servirán la cena- nos tendió la carta para que eligiéramos. El hombre era simpático y amable, y muy eficiente. Mientras elegimos iba organizando a los mozos que transportaban nuestro equipaje.

-¿Han elegido?- se volvió hacia nosotros.

Una vez pedimos la cena, a base de pescado y marisco, nos dejó la llave y salió por la puerta. Todavía miraba a mi alrededor, obnubilada.

El dormitorio era enorme. Una enorme cama de madera oscura, cubierta por una fina colcha blanca y cojines de plumas de diferentes tamaños. Las puertas de la terraza estaba entreabiertas. Había una mesa, sillas y dos enormes tumbonas blancas. La vista era de ensueño. El mar se abría paso por el horizonte. El baño, con la enorme bañera y jacuzzi, estaba todo cubierto por paredes de cristal , mirando también al mar.

En un lateral de la terraza, unas pequeñas escaleras daban paso al pequeño jardín y a la piscina, cuya orilla se fundía con el mar, igual que en las fotos.

Me quedé apoyada en la barandilla. El suave aire caliente me daba en la cara, y el olor a mar, mezclado con las exóticas flores del paisaje, era embriagador, pero sin llegar a ser agobiante y fuerte.

Edward me rodeó con sus brazos.

-¿Qué te parece?- preguntó en bajito.

-Es increíble, todavía no puedo creer que esté aquí- respondí mientras me daba la vuelta.

Rió mientras me besaba la frente.

-Y que estemos solos... sin carabinas- repuse divertida.

-Por fin algo de intimidad- dijo antes de besarme. Rodeó mi cintura con sus brazos, y el beso se hizo mucho más apasionado. Al separarme le abracé fuertemente, escondiendo mi cara en su pecho.

-Gracias- murmuré bajito.

-De nada- respondió -y ahora vamos a deshacer el equipaje, enseguida vendrá la cena- me indicó.

Una vez ordené la ropa, decidí cambiarme, ya que hacía mucho calor. Me puse un ligero vestido de playa, en tonos dorados, con una chancletas. Edward también se había cambiado, poniéndose unas bermudas beige y una camisa blanca, con chancletas también.

Cenamos tranquilamente en la terraza, únicamente con la luz de las velas y de la luna. Al terminar, se sentó en una de las tumbonas, conmigo entre sus brazos. Miraba fijamente al cielo, lleno de pequeñas y de brillantes estrellitas.

-Qué tranquilidad- suspiré relajada.

-Si... necesitábamos estas vacaciones- afirmó pagado de si mismo -aunque te confieso que tengo muchas ganas de ir a Forks, y que hagas de guía turística- añadió con una sonrisa.

-Allí no pasaremos tanto calor... por las noches hay que salir con chaqueta- apunté riéndome.

-No me importa, los veranos en Inglaterra tampoco suelen ser muy calurosos, ya lo verás. Además, no puedo esperar ver a tu padre con el delantal, organizando la barbacoa- dijo divertido.

Me reí, la verdad es que la imagen de mi padre, con su delantal que simulaba un traje de preso, era muy graciosa.

Permanecimos un buen rato allí, hasta que de mi boca se escapó un bostezo. Había sido un viaje muy largo, y estaba rendida.

Edward me miró, y sin decir una palabra, me cargó en brazos hasta la cama. Apagó las luces, dejando la cortina entreabierta, para que la habitación quedase un poco iluminada.


EDWARD PVO

Bella estaba tan cansada, que tuve que cargarla en brazos hasta la cama. No se si serían imaginaciones mías, pero cada día daba la impresión de que pesaba menos. Al posarla, intenté dejarla su espacio, pero sus brazos siguieron rodeando mi cuello.

-No te vayas... te he echado de menos- dijo con voz baja y sensual, acercando sus labios a los míos. Era un beso demandante y urgente... demandante de sentir de nuevo nuestros cuerpos juntos, de ser solamente una misma persona.

Note que sus pequeñas manitas desabrochaban los botones de mi camisa con lentitud y paciencia. La quitó lentamente, empujándola por mis hombros y brazos, acariciando a la vez la piel que quedaba libre. Mis manos se dirigieron al borde de su corto vestido, y empecé a subirlo, para sacarlo por la cabeza. Quedó en ropa interior, con un sencillo pero a la vez sexy conjunto negro. Mis labios viajaron desde su cuello, bajando lentamente, besando, mordiendo y succionando cada trozo de su suave y pálida piel.

Bella gemía y respiraba con dificultad, mientras sus manos de dedicaban a recorrer mi pecho, suavemente, como el toque de una pluma.

No sé en que momento me quité los pantalones, si es que los quité yo, o Bella contribuyó a ello. Arqueando levemente su espalda, conseguí desabrochar el sostén. Sus pechos aparecieron ante mi, preparados para recibir mil y una caricias.

Mi lengua se posó en uno de los rosados montículos, endureciéndose, más si cabe, ante el contacto con mi aliento. Jugaba con ambos senos, provocando que Bella tirara de mi pelo, y nuestras caderas crearan una deliciosa y placentera fricción, notable aún con la ropa que llevábamos puesta todavía.

-Bella, eres tan bonita- murmuré contra su pecho. Ella tiró de mi cabeza, y al llegar a su altura, me besó impaciente. Su lengua jugaba a una peligrosa danza de erotismo y amor con la mía. Saboreé cada rincón de su boca y de sus labios, sabía dulce, con ese aroma de frutas tan característico de ella, que me volvía loco.

Besé su vientre, proporcionándole unas placenteras cosquillas, y mis dedos trazaron las formas de sus caderas, al la vez que agarraba sus diminutas braguitas y las hacía desaparecer de su cuerpo.

Me posicioné de nuevo sobre ella, una vez me liberé mis boxers, y ella enroscó sus piernas alrededor de mi cintura sin dejar de besar sus pequeños y carnosos labios. Ese contacto me hizo perder la poca cordura que me quedaba. Yo no estaba para muchos preliminares, y mi novia parecer ser que tampoco.

-Edward, hazlo, por favor, no lo soporto más- balbuceó con la respiración entrecortada.

Recargué mi frente en la suya, mientras poco a poco me iba introduciendo en ella. Estaba tan caliente, que no pude más que dejar salir un gemido de gozo.

Lentamente, empecé a moverme, mientras ella afianzaba el agarre de mis caderas entre sus piernas.

Escondí mi cara en el hueco de su cuello, llenándolo de besos. Ella acariciaba mis hombros y mis brazos, mientras murmuraba mi nombre una y otra vez.

-¿Sabes que me encanta oír mi nombre de tus labios?- le pregunté entre jadeos y dulces embestidas. Ella simplemente mordió su labio inferior, cerrando los ojos y echando su cabeza hacia atrás. Sus caderas se elevaron, y el ritmo lento dio paso a unas embestidas fuertes y cada vez más rápidas, haciendo que ella reprimiera gritos de placer.

-Chilla todo lo que quieras, nadie nos oye aquí- conseguí decirle. Fue decirle eso, y empezó a gemir y gritar en voz alta, dando rienda suelta a toda la pasión acumulada.

-Edward... ahhh, por favor, sigue- decía con los ojos cerrando y retorciéndose debajo de mi.

-Bella... dios cariño- decía yo entre beso y beso.

Sentí una fuerte punzada en mi bajo vientre, y supe que estaba apunto de explotar, al igual que ella. Se me puso la carne de gallina al dar la última estocada, que mandó escalofríos a todas las partes de mi cuerpo. Pude sentir cómo mi niña es estremecía entre mis brazos, para terminar gritando mi nombre.

Lentamente, sin aplastarla, aún dentro de ella, giré nuestros cuerpos. Ella reposaba encima mío, sudorosos y con la respiración entrecortada. Suavemente acaricié su largo pelo, tratando de que se su respiración se calmara. Pude sentir que se relajaba, y lentamente salió de mi, para acomodarse en la cama, escondiendo su carita en mi cuello, como era su costumbre.

-Buenas noches pequeño... te quiero- ésto último lo dijo casi dormida.

Sonreí, dándole un beso en la frente, y arropándola con la sábana.

A la mañana siguiente me giré, buscando a mi novia en la cama... pero no estaba. Me desperté extrañado... y me la encontré en la terraza, apoyada en la barandilla. Ya se había puesto el bikini, azul y blanco. Estaba muy sexy. Lentamente me levanté y me puse mi ropa interior. Me acerqué a ella sin hacer ruido, y la rodeé con mis brazos.

-Buenos días preciosa- le dije, dándole un pequeño beso en el lóbulo de la oreja.

-Hola, ¿has descansado?- me preguntó, volviéndose y dándome un pequeño beso. Asentí con una sonrisa, mientras ella se acurrucaba en mi pecho. Besé su cabeza, para después preguntarle.

-¿Quieres ir a la playa?- indagué.

-Por eso me he puesto el bikini- me aclaró con una graciosa mueca -estaba esperando que despertases, para pedir el desayuno- me dijo.

-Está bien, llama y pídelo, de mientras me pondré el bañador- le contesté, dándole un pequeño besito en la nariz.

Una vez disfrutamos del desayuno, Bella preparó una pequeña bolsa y bajamos los escalones que daban acceso a la pequeña cala. Pero antes de salir, me embadurnó de crema protectora de arriba a bajo, y yo hice lo mismo de vuelta.

-Es algo pegajosa- dije. Ella arqueó una ceja, mientras me miraba seria.

-Hay que dársela media hora antes para que haga efecto en el agua... además, también eres pálido de piel y no quiero que te pongas como un cangrejo- me dijo seria. Asentí a regañadientes. En medio de la pequeña playa, había dos tumbonas enormes y una sombrilla blanca en medio de ellas. Bella se quitó los pantalones cortos y se tumbó, y yo hice lo mismo en la hamaca de al lado.

-Que tranquilidad- musitó relajándose.

-Y que lo digas...- repuse medio adormilado, ya que el sol y el calor invitaban a ello. Una vez pasó la media hora, me puse de pie, para dirigirme al agua.

-¿Vienes?- le pregunté.

Nos acercamos hasta la orilla. Bella metió un pie, sacándolo de inmediato.

-Está un poco fría- dijo haciendo un tierno puchero.

-¿Fría?... pero si parece un jacuzzi, además es mejor que te metas de golpe- le dije acercándome a ella con una sonrisilla traviesa.

-Edward... ni se te ocurra- amenazó apartándose, pero hice caso omiso. Bella empezó a correr por la arena, pero al alcancé en unos segundos.

-¡Edward!, bájame ahora mismo- me decía entre risas, ya que me la cargué al hombro, cual saco de patatas.

-Ni lo sueñes- le contesté, divertido por verla enfurruñada. Con ella encima me metí en el agua, y cuándo el agua me llegaba casi a la cintura, me sumergí, hundiéndola a ella también.

En el agua la solté y nadé hasta la superficie. Ella apreció enfrente mío al de un momento. El pelo que se pegaba a la cara, pero hundiendo su cabeza hacia atrás se lo retiró. Se acercó a mi riéndose y dándome pequeños golpes.

-Me vengaré, lo juro- dijo muy convencida.

Miré su cuerpo, el bikini se le pegaba a los pechos, haciendo notar sus pezones, duros por el contraste del agua. Me mordí el labio inferior, esta mujer era mi perdición. Nadamos un poco más dentro.

-¿Está fría?- pregunté con sarcasmo.

-Ya no... esto es la gloria- dijo ella acercándose a mi. Agarré sus nalgas, pegándola a mi cuerpo. Ella rodeó mi cuello con sus brazos, y con sus piernas mi cintura.

Permanecimos en uno de nuestros cómodos silencios, abrazados y dejando que las olas nos mecieran suavemente. Acariciaba su espalda, trazando dibujos por ella.

-Me quedaría así siempre- dijo mi niña. La besé con ternura y delicadeza.

-Yo también- susurré en bajito.

 

Capítulo 17: Un americano en Londres II Capítulo 19: Un verano inolvibable II

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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