Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328497
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 24: No hay final feliz

Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Finales de noviembre

Eleazar y Victoria miraban las dichosas fotografías, la mayoría de ellas publicadas por toda la prensa sensacionalista del país. Hacía una semana que había saltado el escándalo... y las reacciones no se habían hecho esperar. Las opiniones eran diversas... pero para la gente conservadora y monárquica, era una vergüenza que el príncipe y su novia no guardaran un cierto decoro y respeto.

Los debates no se hicieron esperar; algunos culpaban a la prensa, por atreverse a publicar las instantáneas, de los que ellos llamaban, vida privada de la pareja. Otros simplemente no sabían que decir, cuestionando la procedencia de las fotografías. El debate estaba en si tenían una vida privada y otra pública. Algunos sectores conservadores no querían oír hablar de la relación, y mucho menos de una futura boda.

El acoso y persecución a la chica no se hizo esperar. A los periodistas ya les daba igual que llevara seguridad. La seguían a todas partes, preguntándole por las fotos de marras. La cara de ella reflejaba su angustia y sus nervios... y justo eso era lo que Eleazar y su familia quería. El acoso a su familia, en Forks, también fue más que evidente. Un par de veces, su padre llegó a increpar a los periodistas, pero no pasó nada más.

Las imágenes en la televisión les hizo levantar la vista de las publicaciones.

En ellas, se veía a una Isabella cabizbaja y asustada, agarrando fuertemente su bolso. Iba en compañía de Emmet y Rosalie. Se refugiaron en una tienda, a las que los periodistas entraron también, haciendo caso omiso a las advertencias de Emmet y sacándole fotos a distancia. Las dependientas la observaban curiosas y con interés, de mientras ella y Rose miraban los artículos.

Su cara era el reflejo de la angustia y el agobio que estaba viviendo. Edward estaba de viaje oficial, y todo el escándalo le había pillado en el extranjero; no regresaba hasta el viernes.

-No se la ve con buena cara- musitó Victoria. Su marido la miró, arqueando una ceja.

-Eso era lo que pretendíamos... y te puedo asegurar que Edward no estará muy contento cuándo regrese- dijo satisfecho. Su mujer lo miró sin comprender.

-¿Crees que no estarán cavilando a ver cómo se han conseguido esas fotos?; no te extrañe que discutan... y enfadados decimos muchas cosas de la que luego nos arrepentimos- siguió relatando.

Victoria asintió en silencio, mirando de nuevo la televisión.

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El mundo se nos echó encima, por culpa de las fotos que nos sacamos en verano, mientras estábamos perdidos en nuestro paraíso particular. Había hablado con Edward un par de veces solamente, y lo único que me dijo fue que ya hablaríamos cuándo él regresara.

Apenas comía, y noté que, incluso en palacio, me dirigían miradas inquisitorias y de incredulidad... eso era lo que me daba más miedo... sólo Edward y yo teníamos esas fotos, cada uno en su portátil, ¿de dónde las habían sacado?.

Carlisle y Esme me dijeron que estuviera tranquila, que todo tendría una explicación. Sam llamó al resort en el que estuvimos, preguntando si habían notado algo sospechoso cuándo estuvimos allí, pero nada. Nuestros amigos, al igual que Alice y Jasper, no daban crédito; la única explicación, según Emmet, era que alguien había robado esas fotos, colándose en nuestros ordenadores... ¿pero quién?.

Ese viernes, estaba acostada, abrazada a una de las almohadas, llorando sin parar. Sin querer, Alice, haciendo zapping, encontró un programa en el que hablaban sobre nosotros... y las palabras con las que se dirigieron a mi me llegaron al corazón como una daga; llegaron incluso a cuestionar que yo había mandado las fotos a los periódicos. Mi cuñada bufó cabreada, insultando hasta al presidente de la BBC, qué cómo permitía que eso se cuestionara.

La puerta se abrió, y no me di cuenta, de que Edward había llegado. Lentamente se acercó a mi, con las manos en el bolsillo de los pantalones, serio y cabizbajo.

-Edward...- me levanté y me lancé en sus brazos, que me recibieron sin ánimo alguno.

-¿Cómo estás?- me preguntó. No pude hacer otra cosa que echarme a llorar.

-Tranquila- me consoló, acariciando mis rostro.

-¿Cómo han podido saberlo Edward?; ¿cómo tienen esas fotos?- pregunté entre lágrimas.

-No lo sé Bella... no lo sé- dijo pasándose una mano por el pelo, resoplando enfadado -voy a ver a mis padres- me dijo.

-Te acompaño- seguían todos en el salón, ya que después de lo que oí por la tele, me fui a mi cuarto... eran solo las nueve y media de la noche.

Después de saludar a todos, paseó de un lado a otro de la sala, cabreado.

-¿Cómo ha podido pasar ésto?- mascullaba entre dientes.

-Edward, no lo sabemos; a nosotros también nos ha pillado de sorpresa- le aclaró su hermana.

-¡Por el amor de dios Alice!, sólo Bella y yo sabíamos de la existencia de esas fotos. Sólo una- recalcó la palabra- está a la vista de todos, y es la que está en mi habitación, en un marco- le explicó.

Me quedé estática, no podía dejar de pensar en lo que acababa de decir.

-Edward, cálmate- ordenó su padre, serio.

-¡¿Cómo quieres que me tranquilice?; nos están cuestionando, diciendo que no son formas de comportarse... y no hemos hecho nada malo. Están poniendo en entredicho mi futuro papel sucediéndote y...- le corté, enfadada y cabreada.

-Perdona, a mi también me están poniendo al límite, insinuando incluso que alguien cercano ha filtrado las fotos- le respondí duramente.

-Ya lo sé- rodó los ojos -no me has dejado terminar- me siseó cabreado. Me encogí ante el tono de su voz, nunca me había hablado así.

-Basta- Esme estaba seria y enfadada -vais a deciros cosas de las que después os podéis arrepentir- nos advirtió.

-Está claro que alguien ha robado esas fotos, alguien que tiene acceso a los ordenadores- meditó en voz alta Emmet.

-Em; sólo Bella y yo sabemos la clave de acceso a nuestros portátiles- le dijo. Mis lágrimas ya no podían parar; él, directa o indirectamente, me estaba acusando.

-¿Estás insinuando que he sido yo?-.

-Bella... no sé que pensar, la verdad- dijo frustrado.

-¡¿Cómo te atreves a ni siquiera pensarlo?- le chilló su hermana. Rose le miraba alucinada, al igual que Jasper, que no daba crédito.

-¡¿Qué quieres que piense?; tenemos a la alguien que filtra la información, ¡¿Pero quién?- le gritó de vuelta.

-¡No le chilles a ella!- le encaré -¿cómo puedes pensar siquiera que he sido yo?- le reclamé con el corazón encogido.

-Bella, ¿cómo lo explicas entonces?- gimió -si de verdad hay un topo aquí, nos habríamos dado cuenta y...- no lo dejé terminar.

-Edward, no digas más, todo ha quedado muy claro... ya está, no discutas más con nadie. Me iré mañana mismo de aquí- mi corazón había dejado de latir según iba pronunciando las palabras.

-Bella, no tienes porq...- Edward vino hacia mi, pero me retiré un paso hacia atrás.

-¿A dónde irás hija?; aquí no tienes a nadie, no quiero que estés sola- dijo Esme preocupada.

-No te preocupes Esme, me las arreglaré- le dije quitándome las lágrimas de los ojos.

-¡¿Pero te estás oyendo?- me chilló Edward -tú misma te lo estás diciendo todo, yo no he dicho nada de dejarte- espetó cabreado.

-¡Deja de gritarme, maldita sea Edward!- los nervios acumulados, debido a los últimos acontecimientos, explotaron en ese mismo instante. Me miró con furia contenida.

-¡¿Cómo quieres que permanezca aquí... después de insinuar que yo he filtrado las fotos?- le pregunté -¿así confías en mi?-.

-No me chilles tú tampoco- me cortó, intentando calmarse.

-Perdona Edward, es qu...- me cortó de un manera fría y dolorosa.

-Príncipe Edward, y alteza real para ti... ¿me has dejado, no?- me aclaró mordaz y dolido.

-¡Edward!- el grito de Carlisle resonó en la habitación.

Mi corazón se paralizó ante esas palabras... cierto que los dos habíamos pedido los estribos... pero nunca me había hablado así... y muchos menos decirme que lo tratara por su titulo. Esas palabras se clavaron a fuego en mi alma, rompiéndola en pedazos. Miré a que había sido el amor de mi vida... y que siempre lo sería, antes de salir corriendo de aquella habitación, hecha un mar de lágrimas, y dejando parte de mi corazón en esa sala.

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EDWARD PVO

-¡Edward!- el grito de mi padre resonó en la habitación. Al momento me percaté de mi error, dándome cuenta de lo que le había dicho a ni niña... ¡dios!, ¿cómo había sido capaz de decirle algo así?.

Quise salir a buscarla, pedirle perdón. Sabía que ella no había tenido nada que ver con el tema de las dichosas fotos... pero los nervios, el cansancio, la presión de todas estas semanas, sobre todo de esta última, nos sobrepasaron a ambos.

Hice ademán de salir, pero la autoritaria voz de mi padre me detuvo.

-Quédate aquí- mis padres me miraban con una mezcla de pena y de decepción, al igual que mi hermana, mi cuñado y nuestros amigos -dejadnos hablar a solas- les indicó. Salieron despacio, dirigiéndome una mirada asesina.

-Papá, mamá, yo lo sient...- mi padre me cortó, enfadado como nunca.

-¿Cómo te atreves a hablarle a Bella en ese tono?- interrogó seria mi madre.

-¿Y a pedirle qué te trate por tu título?- añadió mi padre, incrédulo.

-Yo no quería, los nervios me han jugado una mala pasada- expliqué, casi con lágrimas en los ojos.

-Nunca te he escuchado decirle a nadie que te tratara por tu título de esa manera... y lo que menos me esperaba era que se lo dijeras a Bella- reprochó mi madre, cruzando los brazos.

-Edward- mi padre resopló -precisamente, por el título y rango que ostentamos, por haber nacido con ciertos privilegios, debemos ser personas justas y humildes... y lo que has demostrado hace unos minutos deja mucho que desear- me dolieron sus palabras, pero decían la verdad.

-¿Cómo has podido pensar que Bella ha tenido algo que ver en todo este asunto?; sabes que lo está pasando mal, la miran con lupa... y ella está aguantando todo, por ti, por cómo te ama- me dijo seria.

-Y yo también la amo, más de lo que os podéis imaginar- les dije, ya sin poder contener las lágrimas -pero hemos perdido los nervios y...- mi madre me cortó.

-Has desconfiado de ella, directa o indirectamente, y no sé si lo podrás arreglar- dijo ella bajando la cabeza.

-Debo ir a hablar con ella- tenía que arreglar este estropicio, y por supuesto, suplicarle su perdón. No podía perderla, no podía vivir sin ella.

Antes de salir, me giré de nuevo, encarando a mis padres.

-Lo siento mucho- no sabía que más hacer o decir.

-No es a nosotros a quién debes pedir disculpas- dijo mi padre, con la decepción en su voz y en su cara.

Asentí, dándome la vuelta y corriendo hasta nuestra habitación, pero mi niña no estaba. Fui a la habitación de mi hermana, y desde allí escuché su llanto. Iba a entrar, toqué a la puerta, y salieron Emmet y Jasper.

-¿Cómo está?- pregunté desesperado.

-¿Cómo quieres que esté?- le va a dar un ataque de nervios- me dijo Emmet, cabreado.

-Edward, ¿por qué le has dicho eso?- Jasper me miraba consternado. Agaché mi mirada, incapaz de justificarme.

-Yo no quería Jazz, de verdad; los nervios me han jugado una mala pasada y...- me cortó.

-¿Tanto cómo para pensar que ha sido ella?- interrogó Emmet.

-¡No!, se que ella no ha tenido nada que ver... ¿pero quién ha hecho ésto?- pregunté, agarrándome el puente de mi nariz.

-No lo sé... y habrá que investigar... está claro que alguien ha robado esas fotos- resolvió Jasper, pensativo.

Asentí, tirando de mi pelo con fuerza.

-¿Puedo entrar?- le pregunté. Emmet entró para hablar con las chicas, y lo que escuché me rompió el corazón.

-No, por favor, no quiero verle- sollozaba ni niña, llorando a mares.

Emmet salió, negando con pena en la cara.

-Déjala dormir esta noche aquí; mañana podrás hablar con ella- me dijo Jazz, cogiéndome por los hombros y llevándome a mi habitación.

-No, quiero verla, por favor- le supliqué, pero Emmet volvió a negarse.

-Está muy nerviosa, si te ve se va a alterar más; opino como Jasper, déjala dormir y mañana habláis- asentí derrotado, quería verla, y estrecharla entre mis brazos, pero tampoco quería que se pusiera peor, de modo que me fui con Jasper.

Una vez en la soledad de nuestro cuarto, lloré y lloré, descargando toda la rabia y tristeza que tenía. Sabía que mis palabras le habían hecho mucho, mucho daño a mi amor. ¿Cómo fui capaz de dudar de ella ni siquiera un instante?; y lo pero, es que estaba más que seguro de que no me iba a perdonar tan fácilmente.

Apenas pegué ojo, y a eso de las seis de la mañana, conseguí conciliar un poco el sueño. No me desperté hasta las once de la mañana, y lo primero que hice nada más cambiarme, fue ir a buscar a Bella. El cuarto de mi hermana estaba vacío, de modo que me dirigí al salón. Allí estaban mis padres, y mi hermana y Jasper.

-Buenos días- saludé con la voz contenida.

-Buenos días- me devolvieron el saludo con voz baja y triste.

-¿Dónd... dónde está Bella?- apenas me salía la voz de la garganta. Mi madre me miró, reteniendo las lágrimas, e incapaz de sostenerme la mirada. Me giré a mi hermana, que me tendió un papel. Lo cogí con una mirada interrogante, y miré a Jasper y a mi padre, pidiendo una explicación.

-Ella se ha ido- las palabras de mi padre cayeron como una losa, enterrando mi muerto corazón en ese mismo instante.

-¿A dónde?, ¿dónde está?- pregunté desesperado.

-Se ha marchado a Forks- explicó escuetamente mi cuñado.

-Lee la nota, supongo que algo te explicará- dijo mi hermana. Asentí, saliendo de la sala. Me encerré en una de las salas de palacio, y con un nudo en la garganta, abrí el sobre.

"No sé que poner, ni qué decir... ni siquiera sé si esta decisión es la acertada.

Siempre dijiste que estarías a mi lado, y lo has estado durante todo este tiempo... hasta ayer. Cada palabra, cada grito... eran como un dardo, apuntando al centro de mi corazón... ese que, hasta ese momento, te pertenecía en su totalidad.

Sé que puede sonar tópico, y comprendo que no haya una explicación posible, pero yo no he hablado una palabra con la prensa, y mucho menos he tenido algo que ver con esas fotos. Lamento que tu imagen haya quedado en entredicho... la poca gente que aun no me criticaba, ahora se estarán frotando las manos; y pueden que el fondo tengan razón.

No sirvo para ésto, nunca estaré a la altura de tu familia, y mucho menos seré una digna sucesora de tu madre. Durante un año pensé que los cuentos de hadas en verdad existían... y estoy segura de qué existen... pero no para mi.

No temas, el habernos separado no significa que yo vaya a convertirme en primera plana de las publicaciones; por el amor que te tengo, y que siempre te tendré, jamás sacarán algo de mis labios, ni de los de mi familia y mi entorno.

No sé si después de navidades regresaré a Londres. Te aseguro que no volveré a molestarte, ni a perseguirte, ni nada. No te pido nada, ni siquiera que pienses en mí... aunque yo si piense en ti, a cada segundo de lo que resta de mi vida.

Dale las gracias a tus padres, a tu hermana, a Jasper, a Emmet... a Emily, a Sam, a Maguie, a Demetri... por haberse portado tan bien conmigo, y haberme abierto las puertas de vuestro hogar.

Te deseo toda la suerte del mundo, y que seas feliz. Sé que sabrás salir adelante con la tarea que tienes encomendada desde que naciste... y serás un buen rey, al igual que tu padre.

Gracias por todo este tiempo juntos, lo guardaré como mi más preciado tesoro en mis recuerdos.

Isabella Marie".

Dejé caer la carta de mis manos, llorando en silencio. No sé el tiempo que permanecí sentado en el suelo, con la cara entre mis manos. Un apretón en mi hombro me sacó de ese estado. Mi hermana me miraba con lágrimas; me abracé a ella, incapaz de decir nada coherente... sólo quería correr detrás de ella, y suplicarle su perdón, me arrastraría ante ella, y le pediría que se casara conmigo... y si ello implicaba renunciar al trono, no lo pensaría dos veces. No quería la vida que me tocaba vivir si no estaba ella a mi lado, apoyándome cómo siempre lo había hecho, animándome con su sonrisa, mirándome con sus preciosos ojos... esos ojos, que eran los míos.

-Tengo que ir a buscarla Alice, no puedo perderla- le dije desesperado.

-Edward, piénsalo bien, no puedes plantarte en Forks así por así... dudo mucho que Charlie quiera verte en estos instantes- dijo con voz triste.

-Todo este escándalo pasará Edward, dentro de varios días la gente hablará de otras noticias... pero te prometo que vamos a investigar a todo el mundo. Sam está hecho un furia, y no parará hasta encontrar a los culpables- me dijo Jasper.

-¿Y de qué va a servir... si ya no la voy a tener a mi lado?- dije levantándome y saliendo por la puerta. Jazz me tomó del brazo.

-Deja que pase las navidades en Forks, que se tranquilice... pero te prometo que lo vamos a descubrir todo- asentí levemente con la cabeza, para después encerrarme en mi habitación.

Sus cosas todavía estaban allí, apenas se había llevado nada., su aroma de frutas estaba por el aire.

Desde ese mismo instante, no volví a ser el mismo.

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El reflejo plateado de la luna se colaba por la ventana; con la cabeza apoyada en el cristal, lloraba; era la tónica habitual de todas las noches desde hace un mes. Llevaba un mes en mi casa, en Forks, encerrada y aislada del mundo. Los periodistas se enteraron de mi llegada, y franqueada por mi padre y Sue, y escondiéndome detrás de unas gafas grandes y oscuras, me sacaron del aerpuerto. Había destrozado la tarjeta de mi teléfono móvil, de modo que no estaba localizable.

Una vez en casa, entre lágrimas, simplemente expliqué a mi padre y a Sue que habíamos discutido, a cuenta de las dichosas fotos, y que obviamente, habíamos roto. No dijeron nada malo ni de Edward ni de su familia, simplemente me preguntaron si era definitivo y si lo había pensado bien. Afirmé con un sollozo, escapando a mi habitación y tirándome en la cama, de dónde no me levanté en casi dos semanas. Apenas comía, y había perdido peso. Mis ojeras y mi palidez eran más que evidentes, y mi padre y Sue llegaron a temer seriamente por mi salud... pero no quería ver ni oír hablar a nadie. Ni siquiera Ángela y Ben pudieron pasar de la puerta de mi cuarto.

Las pesadillas se convirtieron en una tónica habitual en mis sueños... más de una noche y padre o Sue me tranquilizaban en sus brazos... pero eran otros brazos los que yo necesitaba... y nunca volvería a sentirlos. Después de una monumental charla con ellos, decidí hacer de tripas corazón y salir a respirar aire puro, aunque fuese al jardín trasero de mi casa. Las imágenes del verano, en divertida charla con nuestros amigos, las barbacoas que celebrábamos en casa... todos esos recuerdos volvían a mi mente una y otra vez.

Pasé las navidades sin ánimo alguno; sólo recuerdo haberlo pasado así de mal el primer año en que faltó mi madre; en Nochebuena, a las once de la noche ya estaba en la cama,

La abuela Swan se quedó unos días con nosotros, y nada más verla, sólo pude arrodillarme a su lado en el suelo, y apoyar su cabeza en su regazo, volviendo a llorar. Ella simplemente peinaba mi cabello, con sus dedos.

-Isabella... sé que ahora lo ves todo negro... pero recuerda lo que os dije en verano; las grandes historias de amor tienen momentos dulces, y amargos- me decía con cariño.

-No sé que hacer abuela...- sollozaba.

-Está claro que ambos os queréis; y seguro que él se arrenpintió al instante de todo lo que te dijo . El amor no se esfuma de la noche a la mañana cielo; todo ésto os ha venido muy grande... pero creo que era una prueba de fuego, que ambos debíais pasar. La presión a la que estarás sometida cuándo te cases con él será mayor- la corté.

-¿Cómo puedes decir que nos casaremos abuela?; para mi eso ya es un imposible- le dije, escuchando crujir a mi corazón.

-Isabella... si os queréis, el tiempo se encargará de juntaros de nuevo. Si de verdad os amáis, ninguno podrá ser reemplazado en el corazón del otro. Tiene que pasar un tiempo, las aguas deben volver a su cauce... pero si hay amor del bueno, y sé que lo hay- dijo con una bonita sonrisa, levantándome la cara -sé que llegará el día en que correréis el uno a los brazos del otro- relataba con con cariño.

-¿Tú crees?- interrogaba en voz baja.

-Lo primero de todo, debes perdonarle desde tu corazón... pasará un tiempo, y sé que ambos lo pasaréis mal... pero estoy segura que ésto es sólo un punto y seguido- me explicó.

Medité las sabias palabras de mi abuela; no lo admitía, pero había perdonado todo lo que me había dicho esa fatídica noche; pero ambos nos habíamos gritado, y dicho cosas horribles... y no sabía si eso, por mucho que dijera mi abuelita, no se olvidaba de la noche a la mañana.

Una vez pasó la nochebuena y el día de Navidad, acompañada por Sue, fui a tomar un café con ella a la pequeña cafetería del pueblo; llevaba casi un mes encerrada en mi casa. Los murmullos y cuchicheos no se hicieron esperar, pero Sue agarró fuertemente mi brazo, impidiendo que saliera de allí corriendo.

La señora Stanley, la madre de Jessica, me dio una mirada cruel y burlona mientras nos servía los cafés. Sabía, por medio de Ang, los comentarios que había hecho una vez se conoció la noticia. La que pensé que era mi amiga se enojó conmigo, por no habérselo contado, y ahora se regodeaba de mi desgracia, y para colmo de males, no le hablaba ni a Ángela ni a Ben por el simple hecho de que ellos lo sabían. Todo se había vuelto del revés, y me culpé de que Ang y Jess ya no se hablaran. Mis otros amigos no opinaron mucho, pero no se atrevían a acercarse a mi.

Una vez con nuestro pedido servido, nos sentamos en una mesa alejada. Me quité las gafas de sol, perdiendo mi mirada en un punto fijo de la pared y dando vueltas mecánicamente al café. Había un tema pendiente, que mi padre, Sue y yo habíamos debatido muchas veces durante este tiempo, y era hora de decidirme.

-Cariño, ¿qué has pensado?- me interrogó Sue. Tomé aire.

-No quiero perder la beca, me gustaría continuar mis estudios- le dije; ella asintió con una sonrisa.

-Haces bien Bella... sé que es complicado, pero debes seguir, y recuperar un poco tu vida- alabó, suspirando aliviada.

-Voy a regresar a Londres- musité en voz baja.

-¿Estás segura?; sabes que puedes quedarte aquí, en América. Papá y yo estaríamos más tranquilos si estuvieras cerca de nosotros- me dijo preocupada.

Suspiré, mirando a la pared de nuevo.

-Lo sé. Pero aparte de... Edward...- dolía decir su nombre -tengo allí a Rose- le dije.

-¿Sabes que la prensa te acosará?- inquirió seria.

-Pasará. Sé que Sam ha enviado un comunicado, diciendo que nos tomábamos un tiempo de reflexión- dije con una triste sonrisa, era una manera fina para decir que habíamos terminado -y poco a poco dejaré de interesar a la gente- suspiré.

-Esme ha llamado, y Rosalie, y Alice... han preguntado por ti; están muy preocupados- me dijo con cautela. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

-¿Cuándo ha sido eso?-.

-Desde que llegaste aquí, varias veces- me explicó -no quisimos decirte nada, y supusimos que nos querrías hablar con ellos- aclaró.

-Ya- simplemente asentí. Todavía recuerdo las lágrimas de Alice y de Rosalie... las de Esme... y el abatimiento de Carlisle, Emmet y de Jazz al despedirme de ellos esa mañana, y cuándo entré un momento a mi habitación, a recoger en silencio, mientras el estaba dormido. Desde la puerta le lancé un pequeño beso, susurrándole "Te amo" por última vez.

-Edward tampoco está pasándolo nada bien; Esme está muy preocupada por el- me explicaba, pero interrumpí su conversación.

-Sue, por favor...- le dije, desviando mi cara, en un inútil intento de esconder mis lágrimas.

-Está bien Bella; es tu decisión. He hablado con la comisión que gestiona la beca, y han entendido tu situación. Trasladarán tu expediente a la universidad de Greenwich; también está en Londres, pero muy alejada del King´s College- me informó. Asentí con una pequeña sonrisa.

-Tal y como pediste, estudiarás en el turno de tarde; hay muchos menos alumnos, y estarás más tranquila. Vivirás en un pequeño apartamento en el propio campus- me dijo.

-Me parece bien- asentí, tomando un pequeño sorbo de café.

-Bella, ¿has pensado que al regresar a Londres, te acabará encontrando tarde o temprano?- le miré extrañada, no entendía la pregunta.

-¿Quién?-.

-Edward- respondió escuetamente.

-Sue, ni aunque me escondiera en el Polo Sur, tendría escapatoria; claro que tiene medios para encontrarme- dije rodando los ojos- además; Alice y Rose son mis amigas... y cuándo esté preparada, las veré de nuevo- musité.

Sue respetó mi decisión al igual que mi padre. Sabía que preferían tenerme con ellos, más cerca de casa... pero debía ser fuerte y dar la cara, no debía esconderme del resto del mundo... porque no había hecho nada malo, ni Edward tampoco. Simplemente éramos una pareja de novios, que habíamos roto.

Ángela por fin me convenció, unos días antes de que regresara a Londres, para que la acompañara a Port Ángeles, de compras y para, según ella, charlar con calma. Llevaba puesta la capucha de la sudadera, y no me quitaba las gafas de sol, no quería armar un revuelo si los periodistas estaban allí. Por suerte, era mediodía, y el centro comercial estaba casi vacío. Nos sentamos en una cafetería, antes de realizar las compras.

-¿Cómo estás?- no habíamos hablado en todas las vacaciones.

-Bueno... intento hacerme a la idea- musité bajando la cabeza.

-Bella, todo se arreglará, ya lo verás- intentó animarme, cogiéndome de la mano.

-Ang; siento mucho el que te hayas enfadado con Jess por mi culpa, yo no...- me cortó con una sonrisa.

-Tranquila Bells, es un envidiosa, y no tien...- una voz nos cortó la conversación. La propia Jess estaba allí, con su madre al lado y mirándonos con una sonrisita de suficiencia.

-Vaya... pero si es la princesita despechada- dijo con burla y altivez en su voz.

-Déjala en paz- Ang se puso de pie, encarándose con ella.

-¿Qué pasa?; ¿la princesita no sabe defenderse sola?- canturreó con tono inocente.

-¿Cómo pudiste pensar que llegarías a casarte con él?; Bella, Bella Bella... -mi sangre hervía por momentos, pero me contuve, había visto a dos fotógrafos merodeando por el centro comercial -no eres lo suficiente buena para él- Ang, no aguantó más, y explotó.

-¡Déjanos tranquilas y lárgate de una santa vez!- bramó furiosa.

-Nunca pensé que irías tras un príncipe, querida... pero te ha salido el tiro por la culata- la señora Stanley sonreía con malicia. No pude más, y me levanté.

-No tenéis ni idea de lo que estoy pasando... y ahora os pido, por favor, que me dejéis, y no volvías a dirigirme la palabra- siseé en voz baja y amenazadora -vámonos de aquí Ang- cogí del brazo a mi amiga, alejándonos de aquellas dos víboras. Una vez las perdimos de vista, todavía retumbaban en mis oídos sus risitas de burla. Mis lágrimas volvieron, bañando mi rostro.

-Tienen razón Ang... siempre he sido inferior a Edward y siempre lo seré- sollocé con un nudo en la garganta.

Mi amiga me abrazó con cariño, consolándome.

-No quiero oírte decir esas cosas...- me reprendió con voz suave – sabes que eso nunca ha sido un impedimento para Edward, ni para su familia; y no las hagas caso, la envidia es muy mala; todavía no concibo cómo hemos aguantado a Jess tantos años- dijo extrañada, con una sonrisa traviesa.

Reí ante su comentario, agradeciéndole su consuelo.

-Gracias por defenderme... y respetarme; se que no me he portado bien el tiempo que he estado aquí y...- ella me cortó.

-Es normal Bells; Ben y yo pasábamos por tu casa, para preguntarles a tu padre y a Sue. Entendíamos que no quisieras ver a nadie- me reconfortó. Titubeó unos segundos.

-Bella, he hablado con Alice estos días... y con él; está igual o peor que tú y...-.

-No, Ang, no puedo hablar de él sin echarme a llorar- le supliqué. Mi amiga suspiró.

-De acuerdo, necesitas tiempo... poco a poco- me reconfortó -y ahora, vamosa dar un paseo... tenemos tarjetas que exprimir- me dijo, tirándome del brazo.

Pasamos un buen rato de tienda en tienda, mirando ropa y otros complementos. No tenía ánimos para comprarme nada, de modo que dejé a Ang en la cola de una de las tiendas, para pagar, mientras salí a sentarme en un banco. Enfrente de la tienda había una peluquería. Se me ocurrió una idea, y al salir Ang se la comenté.

-¿Me estás diciendo que vas a cortarte el pelo, en un intento de pasar desapercibida?; no lo veo- refunfuñó.

-Bueno... me vendría bien un cambio de look- medité -ya sé que los periodistas me van a reconocer igual- le medio di la razón. Mi amiga meditó unos instantes.

-Está bien, pero entraré contigo; hay ciertos límites que no te voy a dejar cruzar- dijo poniéndose de pie.

-¿Cómo cuales?- interrogué curiosa.

-Nada de teñirte- me reprochó seria -no te veo ni de rubia platino ni de morena- dijo. Asentí con una pequeña sonrisa.

Dos horas después miraba el resultado a través del espejo. Tampoco estaba tan cambiada, Ang no me dejó.

Mi melena, que antes me llegaba a más de la mitad de mi espalda, ahora apenas me llegaba a los hombros. Mis tirabuzones desaparecieron y ahora lucía una melena lisa. Ciertamente no había cambiado mucho, mi padre y Sue no dijeron nada, simplemente que me quedaba bien, y que me hacía falta un cambio.

Una vez en mi habitación, me estudié con detenimiento en el espejo. Había adelgazado mucho; las ojeras, menos visibles que otros días, todavía se marcaban en mi pálida piel, lo que hacía destacarlas más. Pasé mis dedos por mi pelo, cerrando los ojos y recordando cómo Edward siempre jugaba con él, agarrando mis tirabuzones con un dedo, enrollándolo y estirándolo.

Me senté en el alfeizar de la ventana , apoyando la cabeza en el cristal.

-Edward- suspiré con voz rota, llorando en silencio.

 

Capítulo 23: Acoso y derribo Capítulo 25: Soledad

 


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Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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