Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328521
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 19: Un verano inolvibable II

Los días pasaban deprisa. Llevábamos una semana perdidos en nuestro paraíso privado, y fueron los días más felices de mi vida. Mi príncipe particular, nunca mejor dicho, hizo que nuestra pequeña escapada fuera romántica e inolvidable.

Mi piel había adquirido un ligero tono bronceado, el cual encantó a Edward. Éste se había puesto más moreno que yo, y ese tono tostadito de piel le quedaba fenomenal.

Todas las mañanas bajábamos a nuestra pequeña playa; después de comer y de descansar un poco, nos dábamos un pequeño chapuzón en la piscina o íbamos a dar un pequeño paseo.

Después de cenar en la terraza de nuestra habitación, me quedaba absorta mirando el atardecer, era tan bonito. En un par de ocasiones hicimos buceo, con un instructor privado. Maravillada, recorrí junto a Edward los asombrosos arrecifes de coral, y viendo peces de mil formas y colores diferentes.

La última semana pasó más rápido de lo que hubiera querido, y me apenaba pensar que pasado mañana regresábamos a Londres.

Esa noche cenamos algo ligero, ya que habíamos comido mucho al mediodía. Al acabar la cena, Edward se volvió hacia mi. Estaba apoyada en la barandilla, ya había anochecido, y una preciosa luna llena iluminaba el paisaje.

Sus labios trazaron un camino de besos por mi cuello, deteniéndose en el lóbulo de mi oreja.

-¿Qué piensas mi niña?- preguntó estrechándome entre sus brazos.

-Voy a añorar este sitio- suspiré con pena.

No dijo nada, simplemente me abrazó más fuerte todavía. De pronto, una maravillosa idea salió de sus labios.

-¿Quieres darte un baño?- me preguntó con voz sensual.

-¿Ahora?- pregunté confusa. Sonrió maliciosamente, esperando mi respuesta. Me mordí el labio... ¿quién en sus cabales rechazaría un baño nocturno, en una isla paradisíaca... con alguien como Edward?; desde luego, yo no.

-Hum...- hice como si meditara mi respuesta- me gusta la idea, voy a ponerme el bikini- le dije, dándome la media vuelta para entrar a la habitación, pero su mano me detuvo. Inclinándose de nuevo en mi oído y susurrándome con pasión.

-¿Quién ha dicho que vas a necesitar bikini?- esa preguntá hizo que mis piernas flaquearan; mi cuerpo se convertía en gelatina gradualmente mientras sus labios trazaban el camino desde mi nuca al comienzo de mi espalda, un poco descubierta gracias a la camiseta de tirantes y a la coleta que llevaba en esos instantes

Me giré lentamente, quedando cara a cara. Mis manos se apoyaron en su pecho, a la altura de su corazón; lo sentía latir con fuerza y velocidad.

-Eres la única persona que hace que mi corazón lata de esa manera- susurró contra mis labios, con su frente apoyada sobre la mía.

Esbocé una tímida sonrisa, sintiendo un repentino fuego en mis mejillas; aunque ya lleváramos casi un año de relación, me seguía sonrojando cuándo me decía cosas así.

-Me encantan tus sonrojos- murmuró suavemente, acariciando una de mis mejillas con sus manos. Lentamente nuestros labios se unieron en un beso dulce y tierno. Mis manos, en una pequeña caricia, volaron hasta su suave pelo, para entrelazar mis dedos en él, como era costumbre.

Sus brazos se convirtieron en una prisión infranqueable de mi cuerpo, estrechándome con suavidad; un estremecimiento recorrió cada célula de mi cuerpo. Sus manos acariciaban mi espalda, dibujando líneas y figuras infinitas, haciendo que pequeños escalofríos de placer sacudiesen mi columna.

Poco a poco ese beso pasó de ser tierno y delicado a un beso ansioso y pasional; su lengua y la mía iniciaron una lucha enzarzada. Lentamente mis manos, todavía ancladas en su cuello, bajaron lentamente por su costado, llegando al extremo de su camiseta. Con un poco de torpeza, la deslicé por su cabeza lo más rápido que pude. Ésta desapareció en algún rincón de la espaciosa terraza, y la mía no tardó en seguir el mismo camino, al igual que mi sostén.

Me estrechó, aún más si cabe, entre sus brazos, queriendo fundir nuestras pieles en una sola, ese pequeño contacto hizo que mis nervios cobraran vida propia. Separándome lentamente de él, me di la vuelta, caminando hacia la piscina. En el transcurso del camino me liberé del resto de la ropa. Pude sentir su mirada de deseo clavada en mi espalda. Me metí lentamente en el agua, y apenas pasaron unos minutos, sus brazos volvieron a estrecharme con suavidad.

Me di la vuelta, encontrándome con sus impresionantes ojos topacio, que brillaban con intensidad; me perdí en ellos, bebiendo todos y cada uno de los sentimientos que expresaban. Mis piernas rodearon sus caderas, y mis manos su esbelto cuello, mientras mis labios buscaron los suyos; éstos se unieron en un beso desesperado y pasional. Su característico sabor, dulce y varonil a la vez, invadió por completo mis sentidos, haciéndome enloquecer.

Sin saber cómo terminé con la espalda pegando al bordillo, aprisionada entre éste y su cuerpo. Nuestras bocas apenas se separaban unos segundos, para volver a unirse desesperadas y ansiosas.

-Bella...no te puedes hacer uno idea de cuánto te quiero- susurraba entre beso y beso.

-Hazme el amor- conseguí decir simplemente, apoyando mi frente en la suya, aún con mis ojos cerrados, pude sentir la sonrisa torcida que tan loca me volvía.

Me levantó un poco, para que su ya muy excitado miembro entrase en mi de forma lenta, torturándome de placer.

Mi espalda se arqueó, dejando mis pechos a la vista. Seguía entrando y saliendo de mi, cuándo pude sentir su boca en uno de ellos, tirando de él, mordiéndolo con suavidad y delicadeza. Depositó mil y una caricias sobre ellos, haciendo que mi cuerpo deseara más.

Necesité apoyarme, iba a desfallecer. Mis manos se posaron en sus hombros, ayudándome éstos en la tarea de subir a y bajar en torno a su miembro. Sus fuertes brazos en torno a mi cintura y a mis nalgas me apretaban cada vez más a su cuerpo.

-Bésame, por favor- supliqué casi desesperada. Sus magníficos besos, unidos a la situación en la que nos encontrábamos en ese momento, hicieron que un estremecimiento recorriera mi bajo vientre, enviando descargas a todas las partes de mi cuerpo.

-Bella...- beso -mi niña- de nuevo beso -te amo- balbuceó en mi oído, en un jadeo.

-Te amo- beso -ahhh... Edward- mi grito quedó ahogado por otro de sus besos. Pude sentir cómo segundos después el escondía su cara en el hueco de mi cuello, llegando a un intenso orgasmo.

Al cabo de unos minutos, lentamente se separó y se quedó mirándome fijamente; me parecía increíble como su mirada podía brillar de lujuria y amor al mismo tiempo. Apoyé mi frente en su hombro, todavía intentado que mi respiración volviera a su ritmo normal.

-Ha sido increíble- conseguí murmurar, todavía cansada.

Edward me miró con una sonrisa traviesa, nadando conmigo entre sus brazos hasta las escaleras. Su fuerza permitió que pudiera salir del agua conmigo encima. Me apoyó en el suelo y sin decir una palabra, cogió una toalla, secándome entre suaves caricias y besos. Intenté hacer lo mismo, pero me envolvió con la toalla, cogiéndome en brazos, y dirigiéndose al dormitorio.

-Edward...- no pude seguir hablando ya que me cortó con un pequeño beso.

-Y va a seguir siendo increíble- respondió al comentario que había hecho en la piscina, posándome con delicadeza en la cama, donde estuvimos amándonos hasta el amanecer.

EDWARD PVO

Siempre dicen que el tiempo pasa cómo un suspiro estando con la persona amada... y ahora lo confirmaba por mi mismo.

Entrábamos en la tercera semana de julio, llevábamos un mes en Windsor, descansando y disfrutando de la compañía mutua, sin tener que disimular en la facultad y sin ningún viaje que nos separara. Nuestra pequeña escapada terminó, para fastidio y resignación de los dos. Nunca olvidaría ese viaje, el primero que hicimos juntos, dónde hubo tiempo para poder relajarnos y vivir nuestro amor sin restricciones y encierros.

Observaba a Bella desde la ventana de mi habitación, estaba en los jardines con mi hermana y mi madre, reunidas en torno a la mesa, con un café entre sus manos, charlando y riendo; mi padre me había reclamado, para enseñarme algunos informes y comentar un poco la agenda de otoño, que ya empezaba a llenarse de actos institucionales y viajes de estado.

Después de más de una hora de reunión, subí un momento a mi habitación antes de bajar a su encuentro. Antes de salir una sonrisa cruzó mi cara, viendo la fotografía que descansaba en mi mesilla. Estábamos Bella y yo abrazados, y a nuestras espaldas el atardecer de la isla de Mahe; teníamos muchas fotos de nuestra estancia allí, que Bella había pasado a mi portátil.

Con una pequeña sonrisa surcando todavía mi cara, bajé a reunirme con ellas. Nada más puse un pie en el jardín, unos preciosos ojos chocolate me miraron con cariño, invitándome a acercarme a la mesa. Bella me tendió la mano con una sonrisa dulce. Mi madre y Alice me miraban divertidas.

-¿Me he perdido algo?- les pregunté mientras me sentaba, después de besar a mi novia suavemente en la frente.

-Nada hermanito- respondió mi hermana con una sonrisa maliciosa.

-Alice...- bufé en advertencia.

-Bella nos ha estado hablando de vuestro "pequeño incidente" de ayer- dijo maliciosa, mientras mi madre se reía.

Rodé los ojos mentalmente; le había pedido a Bella que me enseñase a cocinar... y en qué hora. Por suerte no nos pasó nada, pero la cocina pudo haber corrido peor suerte... y la sartén pasó a mejor vida.

-Edward, hijo, deja que te de un consejo... no te acerques a la cocina o dejarás a Inglaterra sin alguno de sus más valiosos palacios- dijo mi madre, sin poder contener las risas. Mi hermana se reía sin pudor alguno, y Bella me miraba divertida, pero con la disculpa escrita en su cara por haberlo contado.

-Es que estabas tan gracioso, corriendo de un lado a otro gritando "¡fuego, fuego!"- dijo ella, para terminar de soltar la carcajada.

Lentamente, y rojo de vergüenza, me incliné para decirle en voz baja.

-Chivata... no creas que no me vengaré- repuse divertido, dejando un beso detrás de su oreja. Ella jadeó bajito, mientras me dirigía una mirada de advertencia. Sonreí inocentemente, sabiendo la reacción que le provocaba que la besara en ese lugar.

Los días pasaron, y llegó la víspera de nuestro viaje a Forks. Bella estaba ansiosa y emocionada, deseando ver a su familia y de mostrarme todo aquello. Yo también estaba ansioso, por una vez el verano no se reducía a leer, pasear y montar a caballo por Windsor... aunque este año, al tener a mi niña conmigo, fue más llevadero. Rose y Emmet ya habían regresado hace una semana, y estábamos los cuatro listos para partir hacia Estados Unidos... pero lo bueno no podía durar.

La tarde anterior a nuestra partida, estábamos en uno de nuestro íntimos paseos por el jardín.

-¿Entonces me llevarás a Seattle?- iba preguntándome a mi niña.

-Si... aparte de Forks, recorreremos los alrededores- iba explicándome con una de sus preciosas sonrisas.

-No puedo esperar- le dije contento y animado, parándome para darle un beso. Estábamos perdidos en nuestro mundo, cuándo una voz estridente nos hizo separarnos de golpe.

-¿Quién te crees que eres para acosar de esa manera al Príncipe de Gales?-. Mis ojos y oídos no daban crédito a lo que tenía delante. Tanya estaba enfrente nuestro, con los brazos en jarras y una mirada altiva y arrogante.

Bella enarcó una ceja, mirándola con un deje de interrogación en su preciosa carita. Mi particular aversión hacia ella, dormida después de un año sin verla, ni a ella ni a su familia, volvió a salir a flote.

-Tanya... nadie me está acosando, haz el favor- respondí frío y distante. Bella me miró preocupada en cuánto escuchó el nombre, ya que alguna vez le había hablado de Tanya y sus irritantes padres.

Ella se acercó con paso decidido para abrazarme, pero di unos pasos para atrás, con Bella aún en mis brazos. Captó la indirecta, y su vista se posó en Bella. Sus ojos azules, fríos como el hielo, la escrutaron de arriba a abajo.

-Veo que has estado muy entretenido este tiempo- dijo con desdén. Rodé los ojos, mientras Bella la seguía mirando estupefacta.

-Tanya, te presento a Bella... mi novia- ya no podía ocultarlo más, era evidente; bastante suerte había sido que no se enteraran en todo un año. Al decir "mi novia", pude observar cómo sus ojos se abrían por la sorpresa.

-Es un placer conocerte- Bella intentó ser educada, tendiéndole una mano. Tanya ignoró el gesto. Por detrás de ella, mis padres y unos muy alucinados Eleazar y Victoria observaban la escena.

-¿Novia?- preguntó Victoria con una falsa sonrisa -vaya Edward... qué calladito lo tenías- un placer querida, soy Victoria, tía de Edward- dijo tendiéndole la mano. Mi novia se la estrechó, esbozando una educada sonrisa falsa.

-El es Eleazar, hermano de la reina Esme- presentó con suficiencia a su marido. Éste apenas hizo un gesto con la cabeza, que Bella correspondió.

-Hermanastro- aclaró Alice por detrás nuestro -cuánto tiempo sin saber de vosotros- dijo con malicia, mirando a Tanya, que estaba de un humor de perros.

-Alice, ¿por qué no te pierdes?- exclamó la rubia. Mi madre, en vista de que la situación se iba a descontrolar por momentos, tomó la palabra.

-Eleazar y Victoria han venido de visita tres días, no sabía que iban a venir- anunció y aclaró la situación. Si lo llego a saber, nos hubiéramos ido antes a Forks.

Decidí escaparme de allí con Bella, excusándonos por tener cosas que hacer. Alice vino con nosotros, muerta de indignación. Una vez en la seguridad de mi habitación, y con el resto de los chicos allí, explotó.

-¿Quién se creen que son para tener esas suficiencias?- dijo enfadada.

-Cielo, parece mentira que no los conozcas... ya me extrañaba que no los hubiéramos visto en un año- suspiró Jasper frustrado.

-Tu peor pesadilla ha vuelto, Edward- apuntó Emmet preocupado. Rodé los ojos, mientras Rose preguntaba.

-¿Esa es vuestra especie de prima lagarta que pretendía ser reina de Inglaterra?-.

-Sus queridos padres no han dejado de metérsela a Edward por los ojos desde que eran unos niños- aclaró Jasper.

Bella me miraba preocupada y un poco alarmada. Dejé de dar vueltas por la habitación, para agacharme enfrente de ella.

-¿Qué te ocurre cariño?- pregunté ansioso, tomando una se sus pequeñas manitas.

-¿Crees que ha sido una buena idea que les dijera que era tu novia?- interrogó con preocupación.

-Después de pillarnos besándonos no me quedaba otra... y tranquila, mis padres ya les advertirán que, por su propio, bien, más les valdrá no decir ni pío- le dije acariciando su mejilla.

-Aún así, no estaría de más andarnos con ojo; no me fío un pelo de ellos- dijo Emmet. Todos asentimos en acuerdo con él. Seguimos en mi habitación hasta que nos llamaron para cenar.

Al llegar al comedor, todos estaban esperándonos. Esme le susurró algo a Bella, que ni novia agradeció tiernamente.

-Gracias Esme- le respondió. Eleazar abrió los ojos como platos.

-¿Cómo te atreves a tutear a su Majestad?- le reprochó enojado. Bella se quedó muda de la impresión, agachando los ojos, sonrojada de vergüenza.

-Eleazar... tanto Bella como Rosalie- dijo señalando a la novia de Emmet- pueden llamarnos así. Ellas son dos miembros más de esta familia... y creo que no eres quién para decidir quién debe tratarnos por nuestro título- le replicó mi madre enfadada.

Bella y yo la miramos agradecidos; si hubiera hablado yo, no hubiera sido tan amable.

Nos sentamos a la mesa; Bella se sentó a mi lado, todavía un poco sorprendida por todo lo que estaba pasando.

-Cuéntanos algo sobre ti Bella- le pidió Victoria.

Bella dejó en tenedor, para responderle.

-Soy americana; vine con una beca para estudiar mi carrera, junto con Rosalie; Edward y yo nos conocimos el primer día de clases- le explicó escuetamente.

-¿Americana?- apuntó Tanya escéptica.

-¿Algún problema?- inquirí molesto. Ésta, la ver mi cara de enfado, negó rápido con la cabeza.

-¿A qué se dedican tus padres?- interrogó Eleazar.

-Mi padre es jefe de policía... y mi madre era enfermera- musitó con pena, agachando sus ojitos. Por debajo de la mesa tomé su mano, dándole un apretón, diciéndole en silencio que estuviera tranquila.

Después de un pequeño interrogatorio, Tanya exclamó contenta.

-Bien... parece ser que lo pasaremos muy bien estos tres días-. Me reí por lo bajo, mientras la respondía con fingida pena.

-Me temo que eso no va a ser posible; mañana salimos de viaje-. La cara de Tanya no tenía precio.

-Parece ser que vais en serio- siseó con fastidio.

-Bella estudia Relaciones Internacionales, al igual que que Edward... y poco a poco vamos enseñándole protocolo y otras cosas así- le informó mi padre, que se había mantenido en silencio.

-¿Protocolo?, ¿acaso me estás diciendo que estoy delante de la futura Princesa de Gales?- interrogó Eleazar a mi padre.

Mi padre asintió con una sonrisa, para seguir.

-Por supuesto, de momento deben acabar sus estudios... pero esa es la decisión de ellos- le dijo.

-Vaya querida... entonces debemos felicitarte; cierto es que nos sorprende la noticia... siempre pensé que Edward elegiría a alguien más... como decirlo... más apropiado y preparado- soltó con malicia.

-O por lo menos a una chica inglesa- añadió Tanya.

-¿Alguien cómo tu?- le devolvió la puya Alice, sonriendo con malicia.

Tanya la fulminó con la mirada, para responderle.

-Pues no sé que tengo de malo... además, seguro conozco mejor que ella las costumbres y el estilo de vida qu...- la corté, furioso.

-No se te ocurra seguir hablando; siempre dejé claro que me casaría por amor... y resulta, Tanya, que estoy enamorado de ella- enfaticé las cuatro últimas palabras.

-Qué romántico... pero... ¿has pensado qué pensará la gente?, ¿crees que un matrimonio así será del agrado de todos?; te lo dije hace un año, no antepongas tus sentimientos por encima del deber- acabó su discurso mi tío.

Bella se disculpó de la mesa, y pude ver lágrimas en sus ojos. Irritado y furioso, me volví amenazante.

-No se te ocurra volver a mencionar ese tema delante mío... y déjala en paz- murmuré furioso.

-Y te prevengo que si la prensa se entera de algo, antes de que Palacio se pronuncie al respecto, no seré tan amable con tu familia- dijo mi padre enfadado.

Victoria habló, en un intento de calmar los ánimos.

-Ruego nos disculpes Carlisle, Esme... no creíamos que era tan serio- sabía que intentaba arreglarlo, pero los conocía lo suficiente para saber que todo ésto era una simple fachada.

Mi madre asintió, para después volverse a mi.

-Ve con Bella... ella te necesita-.

Me levanté de la mesa, y busqué a mi niña por todo el palacio. La encontré en un banco del jardín, sus sollozos llegaron a mis oídos.

Me acerqué a ella, rodeándola con mis brazos.

-Cariño, no llores; no merece la pena- le susurré. Ella se acurrucó en mi pecho, llorando a mares.

-Edward... puede que en el fondo tengan razón... ¿qué opinará el resto?; ¿les gustará que una simple chica americana sea su princesa?- murmuró con pena. Me aparté de ella, mirándola fijamente.

-Bella... cada día tengo más claro una cosa, y es que vas a ser mi mujer; y en cuánto la gente te conozca y vea cómo eres, te querrá... al igual que todos te quieren aquí... al igual que yo; te quiero con locura Bella... y te prometí que estaría siempre contigo- le dije, mirándola fijamente.

Ella se mordió el labio inferior, apartando su mirada de mi cara.

-Y no te preocupes por ellos, no te van hacer nada, te lo prometo; ya te he contado cómo son, no debes hacer el más mínimo caso a lo que digan- la seguí contando.

Parece ser que eso la relajó, ya que dejó de llorar.

La volví a rodear en un tierno abrazo, besando su frente. Ella me sonrió agradecida.

-Ven, vamos a despedirnos de mis padres, mañana nos vamos muy temprano- le dije.

-Menos mal que no vamos a tener que aguantarlos más estas vacaciones- dijo ella, suspirando un poco aliviada.

Nos encaminamos de nuevo al comedor, agarrados fuertemente de la mano. En ese momento me juré a mi mismo que nada, absolutamente nada, me apartaría de Bella... porque ya no sabía vivir sin ella.

A la mañana siguiente, muy temprano, los cuatro cogimos el avión, rumbo a Seattle, dispuestos a disfrutar del resto del verano.


El mismo día, a la misma hora...

Sede central del periódico Daily Mirror, mediodía

Jacob Black se encontraba enfrente de su ordenador, con un lápiz detrás de la oreja y tamborileando sus dedos nerviosamente en la mesa. Los meses de verano eran monótonos y aburridos; los famosos del tres al cuarto estaban de vacaciones en el sur de Europa... y la familia real en Windsor, como era costumbre. Sólo esperaba que llegase el día diez, para marcharse de vacaciones de una buena vez.

No dejaba de dar vueltas a la rueda de prensa que tuvo lugar en palacio, el día del cumpleaños del príncipe; había vuelto a confirmar que no tenía novia y ninguna intención, por el momento, de contraer matrimonio... pero había algo raro. Lo había comentado con otros compañeros... antes habría contestado a la pregunta con naturalidad, pero en esa ocasión percibió cierto deje de tensión en su voz... y aquello era extraño. Llevaba siguiendo al príncipe y cubriendo las ruedas de prensa de palacio bastante tiempo, y había algo que no le cuadraba.

Pero no se podía jugar el cuello, las informaciones así debían contrastarse, sino se meterían en un buen follón. Una cosa es sacar una lista de las princesas casaderas y otras estupideces por el estilo, pero no podía hacer insinuaciones tan serias de ese tipo, echaría a perder su carrera.

En un último intento, y después de hablarlo con James, su redactor jefe, volvió a llamar al departamento de prensa de palacio, para obtener permiso para entrevistar al príncipe a solas.

-Palacio de Buckingham, centralita- respondió una operadora.

-Soy Jacob Black, del Daily Mirror, querría hablar con Sam Ulley, por favor-.

-Un momento, le paso con el departamento de prensa- una musiquilla de espera estuvo sonando durante unos minutos, hasta que al final alguien habló.

-Prensa, le habla Lorena Folding- respondió una mujer, que por cierto era nueva.

-Si, verá, soy Jacob black, trabajo para el Daily Mirror; me gustaría hablar con Sam Ulley sobre un artículo que queremos escribir del príncipe Edward- explicó de nuevo.

-Lo lamento, el señor Ulley está de vacaciones hasta principios de septiembre- informó la chica.

Juró para sus adentro su mala suerte, sin embargo, siguió insistiendo.

-Tengo entendido que la familia está en Windsor; podría acercarme allí una mañana, sólo queremos hacerle unas preguntas sobre su responsabilidades de heredero de la Corona- medio rogó.

-Lo lamento señor Black, pero sabe muy bien que toda entrevista directa con algún miembro de la familia debe estar autorizada por el señor Ulley; además, el príncipe no está en Inglaterra en estos momentos- dijo para asombro de Jake.

-¿Y dónde está?; tengo entendido que no tenía ningún viaje oficial- dijo extrañado.

-No puedo darle más datos, no estoy autorizada para eso; sólo decirle que es un viaje privado, efectivamente nada oficial. ¿Desea algo más?- preguntó la chica.

-No gracias, supongo que volveré a llamar en septiembre para lo de la entrevista, gracias de todos modos- dijo a modo de despedida.

-Que pase un buen verano, señor Black- dicho esto, la comunicación se cortó.

Jake colgó a su vez, reclinándose en su silla. No le cuadraba nada; una opción era que estuviese con el príncipe heredero de Dinamarca o de España, ya que los tres eran bastante amigos. Después de una llamada a prensa internacional, confirmó que ambos príncipes se encontraban cada uno en su lugar de veraneo, sin rastro de Edward.

Se pasó toda la mañana haciendo averiguaciones. Norfolk Park, la mansión de Jasper, estaba cerrada a cal y canto, de modo que no había ido allí, aparte de que Jasper estaba en Windsor. La familia de Kate, esposa del hijo del primo del rey, tampoco estaba en Escocia... ¿dónde diablos estaba el principito?.

Llamó al aeropuerto, deseando que Alec, un controlador aéreo que hacía de chivato para el periódico, supiese algo y que no se encontrara de vacaciones. Marcó su extensión directamente, y gracias a dios, el aludido contestó.

-¿Alec?- preguntó.

-¡Jake, amigo, qué sorpresa!, ¿cómo va el verano?- respondió alegre.

-Bien, en unos días me voy de vacaciones; ¿mucho trabajo?- preguntó.

-Si, es época de turistas... y ya sabes que todos los peces gordos que te dan de comer no pasan por aquí- respondió Alec burlón -¿qué puedo hacer por ti?-.

-Verás... quería que me confirmaras si el avión privado de la familia real ha tenido movimientos estos días- se dispuso a apuntar.

-Espera un momento- se oyó el tecleo del ordenador- no, lo siento; además no hay viajes programados hasta octubre- respondió resuelto. Jake suspiró con frustración.

-¿Y otro avión en calidad de vuelo privado, aunque no sea el oficial?- interrogó de nuevo.

-Déjame ver... vaya, es curioso...- dijo pensativo -no es precisamente el avión oficial, pero hoy a salido un vuelo privado, a las siete de la mañana; han alquilado el avión- me dijo.

-¿Tienes la lista de pasajeros?-.

-Veamos... Rosalie Hale, Emmet McArthy, Marie Swan y Albert Graham- a Jake se le iluminaron los ojos. No conocía a las mujeres ni al tal Albert... pero si a Emmet, era el guardaespaldas privado del príncipe.

-¿Destino?-.

-Espera... ya está... Seattle, Estados Unidos- dijo resuelto.

-Gracias Alec, te debo una- le agradeció Jake. Después de charlar unos minutos más, cortó la comunicación.

Decidió quedarse a comer en la redacción, atando cabos de toda la información que había recibido.

¿Y si el tal Albert Graham era Edward?; podía perfectamente viajar bajo un nombre falso para pasar desapercibido. Y además, con dos chicas... ¿y por qué a Estados Unidos?, encima Seattle; hay destinos y ciudades más atractivas en ese país... ¿qué había en Estados Unidos que a Edward le pudiera interesar?.

Así pasó toda la tarde; a última hora, mientras la mayoría de sus compañeros recogían y salían rumbo a sus casas, decidió ir a ver a James, su jefe. Le pidió a Paul que lo acompañara, contándole antes la historia.

Después de exponer sus teorías, James por fin habló.

-Ciertamente es raro... pero necesito pruebas reales de que efectivamente es el príncipe Edward; ya sabéis que con palacio no se puede jugar. No es la primera vez que nos metemos en líos y nos reprenden severamente- puntualizó James serio.

-Danos permiso para ir allí y hacer averiguaciones... puede que sea una pista falsa... pero el que esté Emmet allí me mosquea- dijo Jake resuelto.

Después de meditarlo unos minutos, James asintió.

-Está bien... pero cuándo me refiero a pruebas reales, me refiero a testimonio gráficos y claros, que no dejen lugar a dudas- aprobó por fin.

Después de recibir una cuantas indicaciones, ambos periodistas abandonaron el despacho, con una sonrisa en la cara, para arreglar el viaje... en una semana, partían para Seattle.

 

Capítulo 18: Un verano inolvibable I Capítulo 20: Chantajes

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445335 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios