Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328505
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 20: Chantajes

Masión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra

-No puedo creer que Edward tenga novia- murmuró Victoria, incrédula. Veía cómo sus planes de convertir en princesa a su sobrina Tanya se esfumaban de la noche a la mañana.

-Y nada menos que una aventurilla de mal gusto con una americana, que sueña con convertirse en la princesita del pueblo- siseó Tanya, ordenando su teñido cabello.

Eleazar no prestaba atención a la conversación, sumido en sus propios pensamientos. A su lado, Heidi, hermana de su mujer, los miraba a los tres cómo si les faltaran unas cuantas neuronas.

-Vamos, ésto es de locos- dijo fastidiada y enfadada a la vez -habéis intentando meterle a Tanya por los ojos, y lo único que habéis conseguido es que la deteste... además, cómo inglesa, me parece estupendo que nuestro príncipe se haya enamorado- hizo una pausa, tomando aire- que sea un príncipe, no quita que pueda casarse por amor... además tu hermanastra es el ejemplo perfecto- le dijo a Eleazar, mirándole con una ceja alzada.

Éste se revolvió inquieto a la mención de Esme. No podía evitar odiar a su hermanastra; la madre de Esme fue la causa de que su padre abandonara a su madre, para irse con ella y formar una familia... pero cuándo se supo la noticia de su compromiso con el entonces príncipe Carlisle, se convenció de que debían llevarse bien. Ser pariente de la reina de Inglaterra tiene sus ventajas y el las había aprovechado, haciendo una inmensa fortuna... y más que tendría si Tanya llegara a casarse con Edward.

-Querida Heidi, no hables de lo que no sabes; no todo el mundo vive en el mundo de los cuentos de hadas cómo tu... ¿crees que a los ingleses les gustará una princesa que ni siquiera ha nacido en Inglaterra?- le preguntó éste.

-No creo que el hecho de nacer o no nacer en Inglaterra sea relevante; además por lo que me habéis contado, es una chica inteligente, discreta y bien educada- contraatacó maliciosa, mirando a la hija de su fallecida hermana Gianna. Tanya la fulminó con la mirada

-Además, el corazón no atiende a razones... y no se puede obligar a nadie a amar a otra persona así por así... no estamos en la Edad Media, ya no se hacen matrimonios concertados- terminó Heidi, pero al alzar la vista, su especie de familia seguía sumida en sus planes.

-Debemos hacer algo ya- dijo Victoria.

-Por eso no os preocupéis, lo tengo todo calculado- canturreó Eleazar con una maliciosa sonrisa.

Heidi se sobresaltó, esa sonrisa de su cuñado no podía traer nada bueno.

-¿Estáis locos?, ¿habéis perdido el juicio?- hizo una pausa, mirando detenidamente a los tres personajes que tenía ante sus narices -si se enteran en palacio no quiero ni imaginar la que se puede organizar- dijo horrorizada.

-Entonces más vale que no te quedes a escuchar- invitó su cuñado, sutilmente, a que se marchara. Dejó la taza de té en la mesa, para levantarse.

-Estáis locos, habéis perdido el rumbo... no pensé que la ambición os llevara a caer tan bajo- se volvió a su hermana, mirándola fijamente -cuándo todo esto estalle, no vengáis con lamentaciones- dicho ésto, salió del salón.

Victoria dirigió una mirada interrogante a su marido, y lo mismo hizo Tanya.

-Y bien, ¿qué has pensado?- preguntó con curiosidad.

-Bueno, he estado cavilando, llegando a varias conclusiones. Si llevan casi un año de noviazgo, deben tener fotos de ellos dos juntos. Con la ayuda de alguien de palacio, filtraremos, de forma anónima, esas fotos a la prensa- concluyó satisfecho.

Victoria y su sobrina se miraron, no muy convencidas del asunto.

-¿Y si palacio no se pronuncia al respecto?, o peor aún, ¿y si confirman el noviazgo?- preguntó de nuevo Tanya.

-Eso es lo de menos... veréis, durante este año la han mantenido protegida, ajena a todo; el tema no es que la noticia llegue a los oídos de la prensa... el quid de la cuestión es si ella soportará el acoso tan de repente; pasó lo mismo con Esme, y le costó acostumbrarse- expuso Eleazar, que siguió tomando la palabra.

-Imaginaos el debate que conllevará, cuestionarán hasta la ropa que lleve; por no hablar de las reacciones de los monárquicos empedernidos; se cuestionará si será una buena princesa y reina en el futuro... y tanto Edward como Bella soportarán mucha presión... demasiada- dijo malicioso.

-Resumiendo, lo que se pretende es hacer que ambos exploten- concluyó Tanya. Éste asintió con un leve movimiento de cabeza.

-Puede que ocurra o no... pero sería un buen motivo para que rompan- dijo Victoria.

-¿Y cómo vas a conseguir esas pruebas, si es que existen?- dijo Tanya de repente.

-Sobornaremos a alguien del servicio- replicó satisfecho.

-Me temo que será una tarea muy complicada... allí todos conocen a la chica, y la adoran; por no hablar de la fidelidad hacia la familia- musitó Victoria pensativa.

-Ya he caído en eso... y he hecho mis investigaciones... tengo a alguien que puede estar dispuesto a ayudarnos; le he citado hoy mismo, debe estar al llegar-.

Siguieron hablando durante unos minutos, hasta que la esperada visita llegó. Un hombre alto, moreno y musculoso, y de mirada fría y calculadora apareció ante sus ojos.

-Siéntate Félix- le ofreció Eleazar. Tomó asiento, mirando de reojo a su alrededor. Se volvió hacia su mujer y su sobrina, para presentarles al individuo.

-Querida, Tanya; el es Félix, mayordomo de palacio, apenas lleva unos meses trabajando allí- el aludido saludó con un movimiento cortés de cabeza, que ambas mujeres devolvieron.

-¿Quiere tomar alguna cosa?- ofreció Victoria a la inesperada visita.

-Un café, si no es mucha molestia- reclamó el aludido.

-Por supuesto; Erin- se dirigió a la chica del servicio- trae un café para el señor- la muchacha salió a cumplir el encargo.

-Supongo que mi marido ya le ha explicado el asunto- interrogó Victoria a Félix.

-¿Por qué está dispuesto a prestarse a ésto?- preguntó Tanya.

-Verá señorita... la chica no es de mi simpatía, ni el príncipe Edward- contestó.

-¿Por algún motivo concreto?- interrogó Tanya curiosa.

-Siempre he creído que la futura reina debe ser alguien con clase... y por supuesto inglesa- dijo simplemente, encogiéndose de hombros.

-Además, mi madre es muy anciana; y la residencia en la que está internada cuesta mucho dinero- dijo sin tapujos.

-Así que lo hace por dinero... pensaba que Carlisle y Esme eran más generosos con el sueldo de sus empleados- dijo Victoria.

-Y lo son, no puedo quejarme en ese aspecto... pero una ayuda extra nunca viene nada mal- dijo el hombre, tomando la taza de café.

Después de un incómodo silencio, Eleazar tomó la palabra.

-Bien, este es el trato; necesito que alguien rebusque entre las cosas de Edward fotos de ellos dos juntos, me da igual que sean o no sean comprometidas. Eso no lo puede hacer nadie que no esté dentro del propio palacio- explicó Eleazar. Félix asintió.

-Las fotos existen, de muchos momentos... es más, en junio se fueron de vacaciones ellos dos solos a las Sheychelles- explicó Félix.

-¿A las Sheychelles?; vaya, vaya... Edward si que sabe tirar el dinero en su noviecita- siseó Tanya con rabia y envidia.

-¿Dónde pueden estar esas fotos?- siguió preguntándose Victoria.

-Rebuscarás en cajones, armarios, ordenadores... en cualquier sitio que se te ocurra- le dijo Eleazar.

-Descuide, tarde o temprano daré con ellas- le prometió Félix.

Éste se levantó, dirigiéndose a su despacho. Volvió unos minutos después, con un pequeño aparato con puerto USB y un abultado sobre blanco.

-Es un microchip de última tecnología; te servirá por si debes acceder a ordenadores y agendas electrónicas con clave; no lo utilices si no es estrictamente necesario- le advirtió, y le tendió el sobre- mi parte del trato, cinco mil libras. El resto cuándo nos des lo que buscamos- el hombre cogió rápidamente el sobre.

Ambos hombres se estrecharon las manos, mientras Victoria y su sobrina se miraban entre sí con una malévola sonrisa... el plan estaba en marcha.


Llevábamos una semana en Forks, y nos estábamos divirtiendo de lo lindo. Mi padre y Sue decidieron retrasar sus vacaciones hasta agosto, para pasar con nosotros todo el tiempo que les fuera posible. Estaba en el jardín trasero de mi casa, ayudando a Sue a tender la ropa mientras Edward y mi padre montaban la inmensa barbacoa que íbamos a celebrar esa noche.

Había invitado a Ángela y Ben, que ya habían regresado de pasar unos días en Sacramento con los abuelos de ella. El resto de mi pandilla no regresaba hasta dentro de unos días, ya que cada uno estaba con sus respectivas familias en sus lugares de veraneo.

Sue y yo observábamos divertidas la escena. Rose y Emmet se habían ido al súper, a comprar todo lo que Charlie les había puesto en la lista para la cena de esta noche... y lo que se estaban perdiendo no tenía precio.

Mi padre, por fin, se había comprado la barbacoa de sus sueños; era enorme y muy moderna... y no se le ocurrió otra cosa que esperar a Edward para montarla. Estaban empezando a maldecir los dos por lo bajini, ya que o no encontraban los tornillos o no les encajaba una pieza. Mientras los miraba, seguí sumida en mis pensamientos.

A Edward y Emmet les encantó mi casa... lo que no les encantó tanto fue la advertencia que mi padre, muy sutilmente, nos hizo a los cuatro.

-"Bien, esta es vuestra habitación; Rosalie dormirá con Bella... y recordad que en esta casa se duerme con las puertas abiertas..." -dejó la frase inconclusa, mirando a Edward y Emmet con una ceja alzada.

Desde nuestra llegada, no habíamos tenido ningún problema. Edward estaba encantado de poder ir a tomarse un café o salir a pasear por la calle sin que le reconocieran. Le había enseñado mis lugares favoritos de Forks, así como mi antiguo instituto.

Emmet y mi novio también visitaron la comisaría donde trabajaba mi padre, el cual presentó orgulloso a su yerno, según me contó Edward esa misma noche. Emmet estaba emocionado, toquiteando todo sin parar; incluso se sacó una foto en el coche patrulla de mi padre, con la gorra incluida.

Los miraba con una sonrisa, hasta que Sue me sacó de mi trance.

-¿Crees que conseguiremos cenar esta noche?- me preguntó.

-Pues no lo sé... a este paso lo dudo- respondí burlona. Mi padre y Edward me miraron mosqueados.

-Bells... me ofendes; Edward y yo somos muy capaces de montar este cacharro, ¿verdad, hijo?- preguntó mi padre, a lo que Edward dio la razón.

-Charlie... no sé que decirte- respondió Sue riéndose -anda, ayúdame un momento en la cocina- mi padre la siguió a regañadientes. Edward se acercó a mi.

-Todavía no me has dado mi beso de buenos días- dijo juguetón, mientras me aprisionaba entre sus brazos.

-Creo que si te lo di- repuse divertida. Edward rodó los ojos.

-Ese me lo diste en la mejilla... no cuenta- respondió pagado de si mismo, esbozando su característica sonrisa.

Me mordí el labio inferior comicamente, mientras meditaba. No tuve tiempo para nada más, ya que su boca capturó mis labios, dándome un beso que me dejó sin aliento. Sentí sus manos pasear por mi espalda, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera ante su contacto... ¿cuándo tuviéramos sesenta años seguiría sintiendo esa sensación?; esperaba que sí.

Mis manos se apostaron en su cuello... y cómo ocurría cada vez que besaba a Edward, el tiempo y todo lo que sucedía a nuestro alrededor se evaporó... hasta que un carraspeo nos hizo separarnos.

-¿No podéis manteneros despegados el uno del otro ni dos horas?- preguntó Emmet en su peculiar tono burlón.

Arqueé una ceja a la vez que negaba con la cabeza. Edward le devolvía la sonrisa burlona.

-¿Y vosotros...?; porque que yo recuerde, habéis tardado tres horas en hacer la compra-.

-¿Y qué problema hay con eso?- devolvió la pregunta confuso.

-¿Qué el supermercado está a diez minutos en coche?- respondió Edward, a la vez que Rosalie se ponía más roja que un tomate.

-Es que estoy acostumbrado a dormir abraz... - se intentó intentar explicar Emmet, pero Edward lo cortó al instante.

-Nos entendemos Em, pero no podemos saltarnos las reglas del jefe Swan- exclamó divertido.

Decidimos dejar ahí la conversación, ya que mi padre volvió a jardín.

Unas cuántas horas después, la barbacoa ya estaba de pie, encendida y preparada para ser usada. La enorme mesa de madera también estaba lista...y mi padre se autoproclamó chef de la noche, con su característico delantal que simulaba un traje de preso. Emmet y Edward se reían por lo bajo, la verdad es que mi padre estaba muy cómico, dando la vuelta a las chuletas.

En ese momento entró Sue, acompañada de dos personas muy especiales.

-Bella... creo que alguien quiere saludarte-. Al girarme, Ángela y Ben estaban allí, con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Ang!- corrí a abrazarla, hacía muchos meses que no la veía.

-Que ganas tenía de verte- le dije.

-Y yo a ti... te has hecho demasiado inglesa- dijo en broma.

Después de saludar a Ben, Rose se acercó a saludarles, ya que se conocían del verano pasado.

Respiré profundamente, y me giré de nuevo para Ángela.

-Voy a presentaros a alguien- les dije mientras los guiaba al jardín. Al ver a Edward, los grandes ojos negros de Ángela se abrieron por la sorpresa, al igual que los de Ben.

-Bella... ¿por qué no me lo has contado?- siseó en mi oído.

-No podía hacerlo; apenas lo saben nuestras familias, y...- no pude seguir, ya que me interrumpió.

-¿Es quién yo creo que es?- era Ben el que preguntaba. Asentí con la cabeza, Ángela era mi mejor amiga, y me sentía un poco culpable de no habérselo contado.

-¿Desde cuándo?- preguntó ella escuetamente.

-Desde el pasado septiembre- musité en voz baja -no te enfades conmigo por favor- le pedí con carita de pena. Se quedó unos minutos en silencio, meditando la situación.

-¿Y a qué esperas para presentármelo?- me dijo divertida e ilusionada -luego tenenos que hablar, quiero detalles- me indicó, señalándome con el dedo. Suspiré aliviada, no quería que ella se enfadara conmigo. Nos acercamos hasta dónde estaba Edward.

-Ben, Ang, el es Edward, mi novio- éste estiró la mano para saludar a Ben, que seguía mudo de la impresión, y después le dio dos besos a Ángela.

-Es un placer conoceros por fin; Bella me ha hablado mucho de vosotros- les dijo mientras me pasaba el brazo por la cintura.

-Encantada alt...- Edward la cortó.

-Sólo Edward por favor- les dijo amablemente.

Una vez se les pasó el schock inicial, debido a que Edward empezó a hablar con ellos con naturalidad, y después de presentarles a Emmet, por fin pudimos sentarnos a la mesa a cenar.

Los chicos y Charlie estaban entretenidos, hablando de deportes, de modo que Ang empezó el extenso interrogatorio. Cada vez que me preguntaba algo, ni Sue ni Rose me dejaban contestar, ya que se me adelantaban. Por suerte y conociendo a Ang, los detalles más íntimos se los ahorró en presencia de Sue.

-Es increíble... y tan romántico- no dejaba de repetir esa frase. Una vez escuchó la historia completa, se volvió hacia mi, dándome un gran abrazo.

-Me alegro tanto por ti Bella, por fin te has enamorado... en el instituto creí que eras anti-hombres...- dijo algo seria.

-Simplemente pasaba que no eran Edward- respondí encogiéndome de hombros.

-Vas a ser una princesa... es... un cuento de hadas... en pleno siglo XXI- murmuró casi para si misma -espero que dentro de unos años me invites a tu boda- añadió divertida.

-Eso no se sabe todavía Ang- le reprendí con una sonrisa -vamos a por el postre- le pedí, levantándonos y entrando a la cocina. Saqué la tarta de queso de la nevera, mientras mi amiga buscaba los platos en la alacena.

Antes de salir, volvió a hablar.

-Me alegro mucho por ti amiga, de verdad- me dijo guiñándome un ojo. Sonreí mientras la abrazaba. Me separé de ella, para pedirle un gran favor.

-Sólo te pido una cosa- suspiré antes de volver a tomar la palabra -no digas nada, por favor, apenas lo sabe la familia y el círculo muy íntimo- mi amiga asintió.

-Lo suponía; habría sido el cotilleo más jugoso que nunca se hubiese oído en Forks; me hago una idea de lo que sería estar perseguida por los periodistas -dijo con una graciosa mueca, aludiendo a su futura profesión -no te preocupes Bella, tu secreto está a salvo con nosotros, y tranquila, hablaré con Ben- me aseguró.

Le agradecí sus palabras, era una chica estupenda.

-¿Al resto le vas a decir quién es realmente?- me preguntó de nuevo.

-No... creo que de momento es mejor así... no quiero ni pensar en lo que diría Jess al enterarse... además, ¿crees que guardaría el secreto, con lo bocazas que es?- interrogué con una ceja alzada.

-Cierto- resopló, dándome la razón. En ese momento entró Edward en la cocina.

-Venía a ver si os habíais perdido; a Emmet sólo le falta aporrear la mesa pidiendo el postre- me explicó divertido.

-Ahora vamos- respondí, negando con frustración. Emmet era igual que un niño pequeño.

Salí por la puerta trasera, mientras el y Ang se quedaban un momento hablando en la cocina. Podía escuchar sus risas al acercarse a la mesa.

-¿Qué es tan divertido?- indagué curiosa.

-Nada; Edward me estaba contando cómo te secuestraron el palacio la noche en que se te declaró- exclamó entre risas -y la verdad es que no me extraña... hicieron bien, conociéndote- añadió aún entre risas, a las que se sumaron Rose y Emmet.

-Gracias por burlaros de mi- dije con una mano en el corazón, haciéndome la ofendida de forma teatral. Edward me rodeó los hombros con su brazo, dándome un suave besito en la mejilla, y susurrándome al oído.

-Te lo he dicho mil veces, me encanta verte refunfuñar- su sensual tono de voz hizo que me pusiera más roja que un tomate. Le di un ligero golpe en el pecho, reprendiéndole con cariño.

La velada transcurrió sin sobresaltos; mi padre y Sue enseguida se retiraron a descansar, dejándonos a los seis en el jardín, sumidos en una divertida conversación. Edward, Emmet y Ben habían congeniado muy bien. Miraba el rostro de mi novio, contento por conocer a gente fuera de su mundo y poder hablar con tranquilidad.

El tiempo estival pasaba rápido y fugaz. Ya estábamos a finales de agosto, y habíamos hecho mil y una cosas y recorrido toda la zona y los alrededores. Los chicos habían conocido al resto de mis amigos; todavía tenía en mi retina el asombro de Jess al presentarle a Edward... y el evidente y descarado escaneo al que le sometió. Edward me confesó en casa que le recordaba un poco a Tanya.

También conoció a la abuela Swan... y fue una tarde memorable... cada vez que me acordaba, no podía parar de reír.

Edward y yo nos adentramos en los jardines de la residencia de Port Ángeles, seguidos por Charlie y Sue. Edward le había dado el día libre a Emmet, ya que Rose y él también merecían un poco de intimidad. Al lado de un banco, divisé a a mi abuelita, sentada en una silla de ruedas. Me volví a mi padre, muy preocupada.

-¿Ya no puede andar?- pregunté entristecida. Edward me observaba preocupado.

-Sí que puede Bells... lo que ocurre es que cada día está más torpe; de modo que consideraron que por aquí no hiciese esfuerzos... pero si te fijas, lleva el bastón en la mano- me dijo señalándola.

Asentí, respirando un poco más tranquila, mientras nos acercábamos a ella.

-Abuela- llamé su atención, agachándome a su lado. Sus ojos, cubiertos a su alrededor de pequeñas arrugitas, me observaron un breve momento, reconociéndome. Una sonrisa apareció en su rostro.

-Isabella... mi niña- literalmente me tiré en sus brazos, abrazándola conmovida. Una vez me soltó, me inspeccionó de arriba a bajo con una sonrisa permanente en su arrugada cara.

-Estás muy guapa... eres igual que tu madre... porque a mi hijo no te pareces mucho... gracias a Dios- masculló con el ceño fruncido. Edward, Sue y yo tuvimos que ahogar la carcajada, mientras mi padre rodaba los ojos.

-Mamá... no empecemos- le saludó y se acercó a ella, para darle un beso, seguido de Sue.

-Hola mamá Swan- saludó Sue.

-Hola hija... espero que me hayas traído mis bombones favoritos- exclamó contenta. Sue le hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

-Sabes que no te convienen... ¡ouch!- se quejó mi padre, ya que le había dado un golpe en la espinilla con su bastón.

-Qué sabrás tu lo que me conviene- murmuró, mirándole con el ceño fruncido, para después volverse a mi -pero cuéntame hija, ¿qué tal por Londres?- .

-Muy bien abuela, y la universidad también- le respondí con una sonrisa. Ésta asintió, y su mirada se posó en Edward.

-¿No me presentas a este guapo muchacho?- preguntó pícara. Le tomé de la mano, acercándole.

-Abuela... es mi novio, Edward- le presenté.

-¡Por fin mi nieta se ha enamorado!; es un gusto conocerte- le dijo contenta.

-El gusto es mío señora Swan- le dijo Edward, mientras tomaba la mano que ella le alzaba, para besársela. La cara de mi abuela no tenía precio.

-Llámame abuela... qué modales tan exquisitos... eres todo un caballero... no como otros- respondió, mirando a mi padre con una ceja alzada. Mi novio y yo nos reímos con disimulo... pero Sue no pudo esconder la risotada. La cara de mi padre era todo un poema.

-Espero que mi hijo esté siendo buen suegro y te trate bien- interrogó a Edward seria -si te causa problemas o te agobia, dímelo y le haré entrar en razón- exclamó, alzando su bastón y apuntando a mi padre.

-Mamá... déjalo ya- masculló mi padre, ligeramente enfadado. Edward sonrió, antes de contestar.

-Tranquila abuela, tanto su hijo como Sue me tratan estupendamente- la guiñó un ojo cómplice.

Mi padre y Sue se ausentaron unos momentos, para ir a buscar unos cafés. La abuela nos señaló el banco con su bastón, invitándonos a tomar asiento a su lado.

-Bien... háblame de ti... eres inglés, ¿cierto?, tu acento te delata- interrogó a Edward con una gran sonrisa.

Mi novio asintió, contestando pacientemente a las preguntas que mi abuela le realizaba.

-Eres un muchacho encantador... y se nota que quieres a mi nieta, me siento halagada de que la quieras de esa forma- concluyó contenta la abuela Swan. Edward me tomó de la mano, regalándome una de sus encantadoras sonrisas, que yo devolví tímidamente.

-Pero... no me habéis dicho toda la verdad- dijo la anciana, con falso enojo. Edward y yo la miramos sin entender. Nos hizo un gesto para que nos acercáramos.

-¿Cuándo me vais a contar que eres el príncipe heredero de Inglaterra?... ¿y qué mi nieta será la futura reina?- preguntó en voz baja. Me quedé pegada al asiento, mientras Edward la miraba alucinado. Ella nos miraba con una sonrisa de suficiencia.

-Abuelita, ¿cómo...?- dejé la frase inconclusa.

-Veréis... a tu padre y a Sue, alguna vez, se les escapaban comentarios y frases que me daban que pensar... sabía que tenías novio... y que se llamaba Edward; sólo necesité recordar ciertos comentarios... cómo por ejemplo tu apellido, Cullen... de modo que até cabos... mis piernas no funcionarán bien, pero ésto está estupendamente- nos explicó risueña y divertida, tocándose su canosa cabeza. Al ver nuestro asombro, nos indicó en voz baja.

-Ayudadme a levantar, necesito mover mis oxidadas piernas-. Edward y yo la ayudamos a levantarse, y agarrándola cada uno de un brazo, caminamos lentamente con ella. Mi abuela pareció meditar unos minutos, hasta que por fin habló.

-Sabía que el destino te tenía guardado un lugar especial y privilegiado, Isabella; no puedo sentirme más orgullosa de ti de lo que estoy ahora- contó mientras me miraba con cariño.

-Abuela...- suspiré un poco emocionada.

-Pero lo importante es que ambos os queráis... y que en el futuro os ayudéis y apoyéis mutuamente- hizo una pausa, para seguir hablando -pasaréis momentos buenos... pero también muy malos... es lo que tienen las grandes historias de amor- nos explicó con cariño y una mezcla de sabiduría en sus ojos -y tranquilos... mis labios están sellados- nos guiñó un ojo.

Seguimos paseando con ella un rato más, hasta que llegaron mi padre y Sue. La tarde transcurrió entre divertidas charlas y risas... y las regañinas que le echaba mi abuela a mi padre, cómo si siguiera siendo un niño.

-Espero volváis pronto a visitarme- nos dijo después de abrazarnos a Edward y a mi.

-Te recogeremos para comer todos juntos el día de mi cumpleaños- le dije.

-Espero vengáis vosotros dos -nos dijo señalándonos a Edward y a mi; tu padre conduce muy mal- refunfuñó.

-No conduzco mal mamá... simplemente respeto las reglas de tráfico- le respondió mi padre.

-Pamplinas... hasta las tortugas viajan más rápido que nosotros- musitó fastidiada -rodó los ojos, mientras se volvía a nosotros dos -bien hijos, nos vemos pronto-.

Íbamos paseando, acercándonos a los acantilados de la Push; la puesta de sol desde allí era muy bonita... y hacía mucho que no paseaba por allí. Edward estaba hablando por el móvil, aunque su otra mano en ningún momento soltó la mía. Iba recordando la divertida conversación con la abuela, cuándo mi teléfono vibró en mi bolsillo. Viendo quién era, respondí al instante.

-Hola Ang-.

-Hola Bella... os llamaba porque el sábado hay un mercadillo medieval en Port Ángeles... ¿os gustaría acercaros?- preguntó.

-Espera, que pongo el altavoz... repite el plan- le dije, observando que Edward ya había colgado el teléfono. Una vez volvió a hacer la pregunta, mi novio afirmó con la cabeza.

-Hecho, nos apuntamos; además a Rose también le gustará ir- confirmé.

-Vale... entonces el sábado pasamos por tu casa a recogeros; ¿os va bien a las diez?-.

-Perfecto- dijo Edward.

-Bien, me voy pitando a casa de Ben... tenemos cena familiar- se despidió.

-Portaos bien- le recomendó Edward con una pilla sonrisa.

-Lo mismo digo... principitos- susurró muy bajito, aguántándose la risa -hasta el sábado- cortó la comunicación.

Seguimos caminando, hasta que nos sentamos en una pequeña roca, desde donde se veía toda la playa y los acantilados de la Push. Contemplamos el paisaje en silencio, escuchando el ritmo de nuestra respiraciones. Cerré los ojos, mientras Edward me envolvía entre sus brazos.


Hotel Lexintong; Seattle

Aquello era frustrante, desesperante... Jacob Black y Paul Simmons llevaban casi un mes por allí... y ni rastro del príncipe Edward. Había recorrido todas las ciudades importante del estado, incluso habían pasado la frontera, para ir a Vancouver... pero nada.

En el aeropuerto no averiguaron nada.. por allí no habían visto a nadie que coincidiera con la descripción de Edward, ni con la de Emmet... dedujeron que si estaban aquí, no habían alquilado ningún coche, ya se habían preocupado de preguntar al encargado del aeropuerto.

Jake colgó el teléfono bufando como un toro bravo; acababa de hablar con James, su jefe... y la conversación no había sido nada agradable. En una semana se les acababa el visado, y volvían a Londres con las manos vacías.

Enfrente suyo, Paul estudiaba un mapa de la zona.

-¿No ha sido muy amable, cierto?- interrogó sin levantar la vista.

-Cierto... puede que nos hayamos confundido, y hayamos seguido una pista falsa- suspiró frustrado.

Paul levantó la vista, mirando a su compañero.

-Nos queda una semana todavía... y hay zonas que aún no hemos visto...- Jake lo cortó.

-Paul, hemos mirado todas las ciudades y pueblos medianamente grandes... y ni rastro- le recordó.

-Mira... tenemos que aprovechar los días que nos quedan... aunque sea para hacer turismo... pasado mañana podríamos acercarnos a un pequeño pueblo llamado Port Ángeles... este fin de semana hay una feria y mercadillos- le propuso.

Jake aceptó a regañadientes mientras se disponía a tomar una ducha. Lo único que quería era regresar a Londres para poder descansar y estar con su mujer y su pequeño... pero no se podía ni imaginar que esa salida a Port Ángeles le iba a proporcionar la mayor exclusiva de su vida...

 

Capítulo 19: Un verano inolvibable II Capítulo 21: Descubrimientos

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445172 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios