Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328525
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 21: Descubrimientos

EDWARD PVO

-¡Bella, Rosalie!- alcé la voz para que me oyeran desde el piso superior -Ben y Ángela ya están aquí- les recordé, mientras metía mi cartera y el móvil en el bolsillo del pantalón. Me aseguré de coger las llaves del coche y mis gafas de sol y, por si acaso, una gorra. Íbamos a un mercadillo, lo que implicaba multitud de gente; cierto es que no había tenido ningún problema en todo el mes que llevábamos allí, nadie me había reconocido... pero mejor prevenir que curar.

Rose bajó las escaleras poniéndose los pendientes.

-Ya estoy lista... ¿y Emmet?- preguntó, buscándole con la mirada.

-Creo que está en la cocina, saqueando la nevera- repuse. Bufó mientras iba en su busca. Al momento, mi niña bajó. Estaba muy guapa con esa camiseta verde, y los vaqueros ajustados se pegaban a su cuerpo, sin dejar ni una curva para la imaginación. Le abrí los brazos, y ella, al llegar al último escalón, dio un gracioso saltito, aterrizando en ellos.

Después de darle un beso, sin bajarla aun de mis brazos, no pude resistir el susurrarle al oído.

-Estás muy guapa... esos vaqueros te hacen un trasero precioso- ella me miró con picardía, dándome a la vez un pequeño golpe en el brazo.

-Pervertido... - me susurra mientras se ríe, un poco roja de la vergüenza.

-¿Qué?- encogí los hombros inocentemente, mientras le daba un pequeño besito en la nariz -eres mi novia, tengo derecho a piropear cada parte de tu cuerpo- repuse con fingido enojo.

-¿Y si otro lo hace?- responde alzando una ceja, pero siempre con el tono bromista en su voz.

-De eso nada- repuse un poco serio. Ella se echó a reír, escondiendo su cara en mi cuello.

-Tampoco quiero eso, tranquilo... soy toda tuya- me murmuró al oído, con voz dulce. Se volvió a abrazar a mi, mientras yo acariciaba su espalda lentamente, como a ella le gustaba... pero poco duró el íntimo momento, ya que Emmet y Rosalie salían, por fin, de la cocina.

-No os despegáis ni con disolvente- dijo rodando los ojos. Mi novia le sacó la lengua, cual niña pequeña.

-Y tu no puedes vivir sin dejar de visitar el frigorífico cada dos horas... si yo fuera Rose, me empezaría a preocupar- le pinché. Bella y Rose se reían, y Emmet bufaba molesto.

-Muy gracioso, Alteza Real... y ahora vámonos- dijo saliendo por la puerta, seguido por todos nosotros.

Una vez llegamos a Port Ángeles, y después de dar mil vueltas, conseguimos aparcar. Nos reunimos con Ben y Ang y nos adentramos en el bullicio de gente. Debido a que cada pareja deseaba ver diferentes puestos, decidimos separarnos y quedamos una hora después en la cafetería que había a la entrada de la explanada, donde se celebraba el mercadillo. Ben y Ang se fueron hacia un lado, mientras que Rose tiraba de Emmet para ir a dónde se encontraban los puestos de ropa y bisutería.

-¿Por dónde quieres empezar?- interrogué a mi novia. Ella señaló la sección de libros antiguos. Afirmé mientras le cogía de la mano y tiraba de ella.

Al llegar a los puestos, rodeé su cintura, abrazándole por detrás. Ella miraba curiosa los títulos mientras yo observaba por encima de su hombro.

-Mira Edward- levantó un libro con las tapas de piel verde oscura y las hojas amarillentas- tiene que ser interesante- me dijo.

Me bajé un poco las gafas de sol, leyendo el título, escrito en letras góticas de color dorado.

-"El fantasma de Canterbury y otras leyendas inglesas"- sonreí por el título - ¿no te he contado alguna de estas leyendas?- le pregunté extrañado. Ella negó, dispuesta a escucharme.

-Bueno... hay mil y una historias de fantasmas ingleses... nuestra cultura popular está llena de ellos- le expliqué.

-¿En serio?- preguntó muy interesada, mientras dejaba el libro. Seguimos andando, uno detrás del otro, con su pequeño cuerpo pegado a mi pecho.

-Por ejemplo... sabes que Enrique VIII se casó seis veces -ella afirmó con la cabeza -al divorciarse de Catalina de Aragón, para poder casarse con Ana Bolena, se produjo la ruptura con la Iglesia de Roma – le iba contando.

-La creación de la Iglesia Anglicana- afirmó mi niña. Asentí mientras proseguía la historia.

-Pues después conoció a Jane Seymour, repudiando a Ana Bolena. Sus más allegados le convencieron de que Ana le había traicionado, y fue juzgada y condenada a morir decapitada en la Torre de Londres- seguí con mi relato. Ella me escuchaba atentamente, en silencio.

-Desde entonces, se dice que el mismo día que murió, su espíritu aparece en la torre, vagando por los pasillos y galerías; igual que el Catherine Howard, su quinta esposa, a la que también condenó a morir- concluí. Ella me miraba impresionada.

-Vaya- musitó -¿alguien los ha visto?-.

-Hay unos que dicen que sí, otros piensan que no... yo no se qué creer, la verdad. Hay quién jura y perjura haber visto al mismísimo Enrique VIII- me encogí de hombros, al ver que ella no decía nada, proseguí la historia.

-De todas formas, también se dice que fue un rey caprichoso, que se dejaba influenciar por malas compañías que tenía alrededor suyo- aclaré.

-Espero que todos los reyes no sean así- dijo divertida en voz baja. Reí con ella.

-Seré un buen marido y un buen rey, te lo prometo- murmuré contra sus labios, para después darle un pequeño besito -¿quieres un café?- asintió mientras tiraba hacia el puesto. Una vez con nuestros vasos en la mano, seguimos recorriendo el mercadillo. Llegamos a donde estaban Rose y Emmet, que casualmente estaban con Ben y Ángela.

Las chicas iban delante, observando los puestos, quedándonos los chicos detrás de ellas, charlando de deportes.

Observé que Bella miraba con atención un pequeño joyero de madera, con la tapa labrada. Me acerqué por detrás, acariciando su estómago.

-¿Te gusta?- ella afirmó con la cabeza, pero lo volvió a dejar en su sitio.

-Te lo compro... como regalo de cumpleaños- le aclaré rápidamente.

-Edward... ya te he dicho mil veces que no quier...- no la dejé terminar, ya que le di un beso para que no protestara. Ella paró un momento, quitándome las gafas.

-Me doy con ellas- dijo con una pequeña risita, para después volver a besarnos. Una vez me liberó de ese estupendo beso, le puse un puchero del estilo de los que hace mi hermana. Ella negaba con la cabeza mientras volvía a colocar mis gafas en su sitio.

-No te he comprado nada... y además... sabes que en ésto de los regalos es en la única cosa en la que no estamos de acuerdo... anda, por favor- le supliqué con cara de niño bueno... si mi niña supiera que su regalo de verdad lo traen mi hermana y Jasper, que van a venir a darle una sorpresa por su cumpleaños... esperaba que no se enfadase mucho ese día.

-Está bien... lo acepto por mi cumpleaños- suspiró con paciencia. Volvió a coger la caja mientras yo pagaba.

Después de un rato paseando, decidimos ir a una famosa pizzería de Port Ángeles. Al final nos liamos más de la cuenta, y no llegamos a casa hasta la hora de cenar.


Mercadillo medieval de Port Ángeles, mismo día, unas horas antes.

Jake paseaba detrás de Paul con gesto resignado. Mientras su compañero iba parando en cada puesto que encontraba y compraba regalos para toda su familia, el iba metido en sus pensamientos.

Por un lado, las ganas de volver a su casa y disfrutar de sus vacaciones familiares en Dover, pueblo costero dónde su mujer había nacido.

Y por el otro, maldecía la hora en que se le ocurrió perseguir una teoría... pero era extraño. Según le dijeron al llamar a la redacción, en Londres, no había ni rastro del príncipe en todas las islas británicas... ¿dónde coño estaría?.

Llevaban ya un buen rato recorriendo aquel sitio, y su estómago clamaba por un poco de comida.

-Paul, tengo hambre, vamos a comer algo-.

-Ya voy... - se dio la vuelta, mirando a su amigo- eres un agonías, tío; no dejas a uno relajarse-.

Jacob se volvió para curiosear un puesto de dulces y pastas, pero la voz de Paul le interrumpió su tarea.

-Jake... no te lo vas a creer- la voz de su amigo era apenas un murmullo; extrañado se dio la vuelta. Parados en un puesto de ropa, estaban una chica rubia, desconocida para ellos, con un chico que era todo músculos, moreno de pelo, y una cara arrogante que habían visto demasiadas veces.

-Emmet- susurró Jake -eso significa que está aquí; saca las cámaras... y tápate un poco; recuerda que ellos nos conocen a la perfección- le susurró a su compañero, exasperado y ansioso. Paul rodó los ojos ante la obviedad. Después de sacar unas cuantas fotos a Emmet y a la chica, decidieron volver a recorrer el mercadillo. Paul miraba las fotos en la enorme pantalla de la cámara.

-Buenas instantáneas... por cierto, ¿esta chica será novia de Emmet?; si es así, tiene suerte; madre mía... cómo está la rubia- a Paul se le caía la baba admirando a Rosalie.

Andaron durante más de veinte minutos, observando y vigilando a todo el mundo que había allí... era de locos, como buscar una aguja en un pajar.

De repente, Jake se fijó en una pareja que estaba parada frente a un puesto de artesanía de madera; ella era una chica bastante bonita; no tan explosiva como la rubia que estaba con Emmet, pero tenía su encanto, con esos tirabuzones castaños y esa translúcida piel. Detrás suyo,un chico la abrazaba, bastante más alto que ella, también pálido de piel. Iba con una gorrra con la visera un poco baja, como si quisiera ocultar su rostro, y unas gafas de sol. No sabía por qué, ese cuerpo y esos gestos le resultaban familiares.

Los vigiló con disimulo... empezaron a besarse... y vio cómo la joven retiraba las gafas de el... y lo que estaba sucediendo ante sus ojos no tenía precio.

Aunque no se le distinguía bien la cara, no había ninguna duda; eran sus facciones... era el príncipe Edward y su … ¿novia?.

Rápidamente su cámara se puso a disparar a toda máquina, captando cada momento de ese beso que se estaban dando.

Paul llegó a su lado, no se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo.

-¿Has encontrado algo?- susurró a su compañero; estaba tan ocupado en cambiarle la batería a la cámara que no se había dado cuenta. Jake se giró, dejando de hacer fotos, y señalándole la romántica escena. La cara de Paul era de asombro total.

-Joder- fue lo único que pudo decir. Detrás de ellos, Emmet, la chica rubia y otra pareja aguardaban a que ellos pagaran lo que parecía ser una caja de madera. Al alejarse, la pareja se tomó de la mano. Las cámaras volvieron a funcionar, hasta que los vieron alejarse.

-¿Los seguimos?- indagó Paul. Jake negó con la cabeza.

-Primero hay que llamar a James y contarle ésto- musitó, todavía asombrado por la exclusiva que acababa de conseguir -las pruebas las tenemos, y son más que contundentes-.

-De modo que llevan aquí todo el puto mes y no les hemos visto, ¿dónde se alojarán?- se preguntó Paul, hablando consigo mismo.

-Paul... eso es lo de menos; ¿no te das cuenta de que el príncipe tiene novia?- se paró para meditar unos instantes - ¿recuerdas que te comenté que lo noté tenso e incómodo en la rueda de prensa por su cumpleaños, en el palacio?- Paul asintió.

-Si, recuerdo que lo estuvimos comentando... no sé que decir; no imaginé qué nos íbamos a encontrar ésto- dijo, todavía sorprendido.

Jake asintió al comentario de su amigo, y se encaminaron rumbo al coche. Allí hablaron con Londres. Al colgar, Jake se giro a su compañero.

-Tenemos que volver ya mismo; James no quiere que mandemos las fotos, por seguridad; prefiere que las llevemos en persona- le explicó. Paul iba a preguntar algo, pero su compañero tomó la delantera para hablar.

-Una vez allí, hablaremos; por descontado hablarán con palacio- le explicó.

-¿Crees que confirmarán el noviazgo?- Jake se encogió de hombros.

-No lo sé; veremos con que nos sale Sam Ulley... pero varias cosas están claras; esa chica debe ser americana, o tener familia aquí... y debe ser alguien muy importante y especial para Edward, sino no... no entiendo el viaje hasta aquí- relató.

-¿Crees que estamos ante la la futura Princesa de Gales?- siguió interrogando Paul.

-Lo sabremos en muy poco tiempo- respondió escuetamente Jake mientras arrancaba el coche, camino del hotel.

Debían darse prisa, ya que en unas pocas horas, debían estar en un avión, camino de Londres.


Las últimas semanas en Forks pasaron deprisa... y el día del cumpleaños de Bella llegó, y lo celebrábamos con una cena con su padre y Sue, la abuela Swan y nuestros amigos... incluidos mi hermana y Jasper, que llegaban a las seis de la tarde. Después de la cena tomaríamos algo en el pequeño pub que había en Forks, con el resto de los chicos.

Después de comer, mi novia y yo fuimos al supermercado, quedándose Emmet en casa, sacando las camas para Alice y Jasper, sin que Bella no notase; en ese momento Rosalie se escaqueó rumbo al aeropuerto.

Charlie y Sue se fueron a buscar a la abuela Swan a la residencia. Después de un buen rato en el supermercado, volvimos cargados a casa. Toqué el claxon, para que saliese a echarnos una mano.

Al salir, le quitó las bolsas a Bella, que le siguió hasta la cocina, renegando que no necesitaba ayuda.

-No protestes tanto Bella... te ha sentado muy mal cumplir veinte años- le pinchó nuestro amigo- por cierto, ¿qué tenemos de menú?- interrogó curioso.

-Pues... ensalada con pasta y aguacate, espárragos trigueros a la plancha, redondo de ternera asado, tarta de chocolate y almendras... y helado- enumeró pensativa.

-Genial- Emmet se frotaba las manos -¿me dejarás que ponga velitas en la tarta, verdad?- preguntó con una maliciosa sonrisa.

-Ni lo sueñes- se negó tajantemente, con los brazos cruzados –por cierto, ¿Rose?- preguntó, buscándola con la mirada.

-Le ha llamado Ángela, vuelve enseguida- mintió mi amigo a la perfección. Ella asintió, para ponerse con la cena.

-Voy a ir adelantando, para que cuándo llegue Sue no tenga tanto que hacer- nos explicó.

-Te ayudo- dije poniéndome a su lado.

Fuimos preparando varias cosas, a la vez que Emmet abría la gran mesa del salón; pasó un buen rato, hasta que oímos un coche aparcar, era el coche patrulla, ya que Rose se había llevado el de Bella.

-Emmet, ayúdame- salimos para ayudar a la abuela de Bella, que estaba de un humor de perros con Charlie.

-¡Por fin!; santo dios, que viacejito; pensaba que no llegaríamos hasta la semana que viene- farfullaba entre dientes.

Le abrí la puerta, ayudándola a bajar.

-Hola abuela- la saludé.

-Edward, hijo, que alegría verte; ¿por qué no habéis venido tú y Bella a recogerme?- me preguntó un poco enojada.

-Teníamos que quedarnos aquí a preparar la cena- le expliqué divertido.

-Mamá, no atosigues al chico- le dijo Charlie mientras sacaba la silla de ruedas del maletero.

-Calla alcornoque- le regañó, lo que provocó la risotada mía y de Emmet, y la mirada inquisitiva que nos lanzó mi suegro.

Emmet y yo ayudamos a la abuela a adentrarse en la casa; Sue ya estaba en la cocina manos a la obra, junto con Bella. La anciana se quedó estudiando a Emmet de arriba a bajo.

-¿Y quién eres tú, hijo?- le interrogó.

-Soy Emmet McArthy, amigo de Edward y su escolta privada; es un placer conocerla- le dijo afectuosamente mientras le daba la mano que le tendía.

-Es un placer conocerte... de modo que eres una especie de policía, ¿perteneces a Scotland Yard?- le preguntó curiosa. Emmet se río por lo bajo.

-Mas o menos... pertenezco a la Guardia Real... pero ahora estoy destinado en Seguridad- le explicó con simpatía. En ese momento, Bella y Charlie entraron en la sala. Mi novia corrió a abrazarla.

-Feliz cumpleaños tesoro... veinte años... no puedo creer cómo pasa el tiempo- le dijo afectuosa mientras le tendía un pequeño paquete.

-Parece que fue ayer- musitó Charlie.

-Pues perdona que te contradiga... por ti si que ha pasado el tiempo Charles... cada día estás más calvo- apuntó su madre, con las manos apoyadas en su bastón y mirándole con una mueca. Bella, Em y yo nos echamos a reír a carcajada limpia.

-Bella, me nombro fan número uno de tu abuela... es absolutamente genial- decía Emmet.

-Abuela- le regañó Bella entre risas. La mujer le tendió un pequeño paquete... y otro para mi.

-Pero abuela... si no es mi cumpleaños- repuse extrañado. Ella hizo un gesto para que lo abriera.

-Bella me contó que fue en junio... y dado que ya perteneces a la familia, te lo debía- me explicó con cariño.

Bella abrió su regalo, descubriendo una bufanda tejida en angora, de color lila, con unos guantes a juego. Tanto en la bufanda como en los guantes estaban rodeados por los bordes con una cinta de un color lila más oscuro. Curioso, abrí mi regalo; el mío era otra bufanda, de color gris, también de angora, con el ribete en negro.

-¿Las has hecho tú, abuela?- le preguntó Bella sorprendida. La mujer asintió con la cabeza.

-A saber qué tiempo hace en Londres en invierno; no quiero que os enferméis- dijo graciosamente.

-Muchas gracias- le agradecí, conmovido por el gesto.

Le dimos un beso a la buena mujer, que sonreía satisfecha.

Proseguimos poniendo la mesa y preparando la cena... hasta que tocaron el timbre. Ben y Ang habían llegado, y detrás estaba Rose, Alice y Jasper. Les hice un gesto de silencio, dejando a mi hermana y mi cuñado en la puerta.

Bella hablaba con los recién llegados, hasta que la interrumpí.

-Cariño, hay un mensajero en la puerta... trae un paquete desde Londres. Bella se dirigió allí, extrañada; al abrir del todo la puerta se quedó sin palabras.

-¡Feliz cumpleaños Bellie!- mi hermana y ella se abrazaron durante un buen rato. Después de abrazar a Jasper, los hizo entrar en casa.

-Pero cómo es posible, ¿por qué no me habíais dicho nada?- preguntaba alucinada.

-Queríamos darte una sorpresa... y lo hemos conseguido; nos quedamos diez días, de modo que volvemos a Londres todos juntos- le explicó Jasper.

Una vez que la abuela conoció a todos los que faltaban, y dado que aún faltaba un poco para cenar, Bella se dispuso a abrir los regalos.

Por parte de Ben y Ángela, recibió varios libros y un collar de bisutería largo, con unos pendientes a juego. Rose y Emmet le regalaron uno de sus perfumes favoritos y una chaqueta a la que ya había echado el ojo.

Mi hermana y Jasper, un bolso de piel, marrón y grande, según Alice, a la última moda. Bella miró la etiqueta con horror y sorpresa.

-¿Me has comprado un bolso de Prada?- mi hermana se encogió de hombros, asintiendo con la cabeza.

-No pongas esa cara de terror Bellie... sé que te encanta- afirmó, pagada de sí misma.

-Alice... claro que me encanta, pero esto vale mucho dinero- protestó.

-Pero nada...eres mi cuñada y te mereces lo mejor- mi hermana zanjó la discusión. Bella le dio las gracias emocionada a ella y a Jasper.

Disimuladamente, me la llevé al recibidor, cogiendo el regalo que le había encargado traer a mi hermana.

-Feliz cumpleaños cariño- le susurré mientras se lo tendía.

-Edward...- suspiró -debí imaginarme que no ibas a regalarme sólo un joyero de madera- rezongó resignada, a la vez que lo cogía.

-Empiezas a conocerme- le respondí divertido.

No pudo ocultar la emoción al ver uno de sus libros favoritos. Era una edición original de poemas de Lord Byron, del año 1796.

-Pero Edward... este libro es el de la Biblioteca de Palacio... no puedo aceptarlo; estará catalogado y... -la callé con un dedo en sus suaves labios.

-Quiero que lo tengas tú ,cielo; es que más lees cuándo estás allí- le dije con cariño. Ella simplemente asintió, pasando los brazos por mi cuerpo y escondiendo su carita en mi pecho. La abracé con cariño, mientras le besaba el pelo. Una vez levantó su rostro, me habló divertida.

-¿Sabes?; en el fondo me quedo tranquila... pensaba que ibas a darme un anillo u alguna otra joya- musitó pensativa -y ya tengo la pulsera y los pendientes- dijo señalando a mis anteriores regalos.

-Bueno...- medité la respuesta -el anillo lo tengo... pero te lo daré el día que te pida matrimonio- le expliqué divertido.

-¿Cómo que lo tienes?- interrogó extrañada-

-Pertenece a las joyas de la Casa Real inglesa, por supuesto- seguí explicando. Iba a decir algo, pero la callé.

-Y por el momento, hasta ahí puedo leer- le dije, dando por finalizada la conversación. Ella negó con la cabeza, con gesto paciente. La cogí de la mano para volver al salón.

La cena transcurrió entre risas y charlas divertidísmas... gracias en parte, a la abuela Swan, que no se cortaba en relatar historias de Charlie en su infancia.

-¿De modo qué saliste de la consulta del doctor Sybory con los pantalones y calzoncillos por los tobillos?; esa no me la habías contado- le decía Sue entre risas a un más que avergonzado Charlie.

-Tenía cinco años... y el doctor Sybory parecía que ponía banderillas en vez de inyecciones- protestó enérgicamente.

-Pamplinas... te aterraba ir allí, miedica- le seguía picando la abuela.

Sacamos el enorme pastel de cumpleaños, con velas, pese a las protestas de Bella.

-Vamos Bells... pide un deseo- la animaron Charlie y Sue. Ésta y mi hermana esperaban con la cámara de fotos preparadas. Mi niña cerró los ojos, pensando unos segundos, para después apagar las velas.

Degustamos la tarta y el delicioso helado. Todos repetimos, estaba buenísimo.

-Sue hija, ponme otro trozo- pidió la abuela.

-Mamá, ya sabes lo que dice el médico; no puedes tomar mucha azúcar y... ¡ouch!- el bastón de la abuela impactó en la pierna de Charlie.

-Sabrás tú lo que me conviene, alcornoque- murmuró con fastidio -deja de hacerte el enfermero ideal- le dijo señalando el plato, instándole para que le echara otro trozo.

Toda la mesa estalló en carcajadas, había que reconocer que la abuela era la única que sacaba los colores al jefe Swan.

En un momento de la tertulia, Alice le pasó su móvil a Bella. Oí que saludaba a mis padres, agradeciéndoles el haberse acordado de su cumpleaños. También habló con Maguie, Emily y Sam.

Los jóvenes seguimos la fiesta en el pub del pueblo, con el resto de los amigos de Bella.

Los últimos días pasaron rápido, enseñándoles Forks a Alice y Jasper, que hicieron muy buenas migas con los amigos de Bella.

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Pasado mañana regresábamos a Londres. El día anterior nos habíamos despedido de Ángela y Ben, que volvían a Los Ángeles, ya que aquí la universidad empezaba antes que en Inglaterra. Bella se despidió entre lágrimas de sus amigos, arrancando su promesa de que estaban invitados a conocer Londres y pasar unos días allí con nosotros.

Los ronquidos de Emmet y Jasper me despertaron a eso de las nueve de la mañana. Pasé por el dormitorio de Charlie y Sue, de camino al baño, y ya no había nadie, ya que sus vacaciones habían terminado también. Después de ducharme y vestir, bajé a desayunar. Me sorprendí al encontrara allí a mi niña, vestida y con una taza de café entre sus manos.

-Buenos días cariño, ¿qué haces despierta?- le pregunté mientras me acercaba a ella. Después de darle un beso, me contestó.

-Me he despertado... y no quería levantar aún a las chicas; además... tengo que ir a un sitio- me explicó.

-¿A dónde?, ¿quieres que te acompañe?- interrogué mientras me servía el café.

-Me gustaría... quiero que conozcas a alguien- musitó en un susurro.

No dije nada más, adivinaba a dónde quería ir. Ella fue allí nada más llegamos a Forks. Pero en aquella ocasión quiso ir sola. No me molestó en absoluto, lo entendía a la perfección.

Después de dejar una nota a los demás, salimos rumbo al coche. Bella me dejó conducir, indicándome el camino.

Al llegar al sitio, bajamos y ella sacó de la parte de atrás un pequeño ramo de rosas blancas. Agarró fuertemente mi mano, conduciéndome hasta el lugar.

-Hola mamá- su voz era baja y emocionada -he venido a despedirme, mañana volvemos a Londres- le explicaba a la lápida de mármol gris.

Ella se agachó, quitando unas hierbas secas y otras flores marchitas y colocando las que traía. Al terminar, se quedó agachada allí unos momentos, pasando su dedo por las letras de doradas.

Leí el sencillo epitafio:

"Renne Swan

26 de octubre 1967- 10 de febrero 2003

Siempre en nuestros corazones.

Tu esposo, hija y familia."

Observé a mi niña, una pequeña lágrima caía por su carita. Ella se puso de pie, y la rodeé por detrás con mis brazos, queriendo darle un poco de consuelo.

-Cómo verás, por una vez vengo acompañada- sonrió levemente, mirándome con una pequeña sonrisa- me gustaría tanto que lo pudieras conocer mamá- susurró con voz ahogada, y ya sin poder retener las lágrimas -y que conocieras a su familia, a mis nuevos amigos... te extraño tanto mamá- ella escondió su carra en el hueco de mi cuello. Sólo pude acariciarle el pelo y mecerla suavemente.

-No llores más mi vida... además, estoy seguro de que ella te ve siempre, desde allí dónde esté- intenté consolarla.

-Ojalá fuera cierto- murmuró llorando. Le acaricié la cara con cariño.

-Y lo es... estoy seguro de ello- le respondí con convicción. Ella levantó su rostro, manchado de lágrimas.

-Gracias Edward- me dijo simplemente. Le cogí la cara con mis manos, enmarcando su precioso rostro.

-Bella... es normal, era tu madre... y ya te dije aquella vez en tu casa que cuidaría de ti en estos momentos... y lo haré siempre- le regañé con cariño.

Ella me besó dulcemente, con un casto y tierno beso.

-¿Quieres quedarte a solas?- le pregunté.

-No. Sólo quería decirle adiós- dijo, todavía un poco llorosa.

Permanecimos allí unos minutos, hasta que tomamos el camino de regreso a casa.


Mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra. Mediados de septiembre.

Eleazar se revolvía inquieto en su sillón. Félix le había llamado hacía unas horas, confirmándole que tenía el encargo. Victoria y Tanya habían ido a Londres de compras, de modo que se encontraba sólo en casa.

Después de otro rato, Preston, el mayordomo de la casa, le anunció la llegada de la esperada visita. Félix entró en el despacho. Después de saludarse, le tendió lo que parecía ser un pen-drive de ordenador.

-Al final tuve que usar el dispositivo que me entregó- le explicó mientras Eleazar conectaba el pen; sonrió satisfecho.

-Vaya vaya... si que se lo pasaron bien en la Seychelles- murmuraba viendo las fotos; fotos íntimas de una pareja en sus vacaciones en una playa.

Después de observarlas detenidamente, abrió el cajón y sacó un sobre similar al que le dio a Félix la vez anterior.

-Conforme; ahí tienes las cinco mil libras que faltaban- dijo poniéndose de pie y estrechándose las manos -y recuerde; nunca hemos hecho este trato; simplemente conocerá a mi familia y a mi por ir a visitar a mi hermana la reina- le advirtió.

-No se preocupe por eso; adiós- Félix salió de allí como alma que lleva el diablo, guardando muy bien su recompensa.

En su despacho, Eleazar volvía a ver las fotos, murmurando en voz alta.

-Ahora sí me las pagarás Edward, todos esos desaires hacia mi familia y mi hija... y sobre todo tú, querida hermana... puede que Tanya no sea la futura reina... pero Isabella tampoco lo será-.

 

 

 

Hola aquí les dejo un nuevo capítulo y me agrada mucho que les guste esta historia, les pido votitos y comentarios.

Ya publique una historia que se llama Cuidando un Corazón, para que se den una vueltita por el fic, pronto subiré otra historia que es también de la misma autora… Saludos Caro508

Capítulo 20: Chantajes Capítulo 22: Un país sorprendido

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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