Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328514
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 35: Salida al mundo

EDWARD PVO

La semana pasó sin mayores sobresaltos, gracias a dios. Mi novia, poco a poco, se fue encontrando menos cohibida en la universidad. El martes nos quedamos a comer en una de las cafeterías de alrededor del campus, ante la atenta mirada de la gente... era una tontería volver a casa para tener que regresar dos horas más tarde. Repasamos el temario de cabo a rabo, revisando minuciosamente la bibliografía que nos dieron de referencia, para futuras consultas. Por suerte, la mayoría de los libros estaban en la biblioteca del palacio, de modo que no teníamos mucho problema. Había varias asignaturas del cuarto curso en las que los trabajos contaban el 60% de la nota, y el resto el examen, librándote de examinarte esos temas; a dios gracias, la asignatura de Economía global y comercio exterior era extensa... y una de las que menos me gustaba, no podía ocultarlo.

El viernes, antes de irnos a casa, le informamos al señor Delamore la elección de temas de los trabajos a presentar, y nos dio la fecha de entrega del primero, el dos de noviembre... y cómo nos nos quedaba otro remedio, nos pusimos manos a la obra... pero el sábado tenía una cita con mi novia... una cita de verdad.

Le encargué a Maguie que comprara entradas para una película, que sabía que le hacía mucha ilusión ver a mi niña. Emmet libraba ese fin de semana, y Quil y Embry se iban con mis padres, ya que tenían diferentes compromisos... de modo que Nick, otro de los escoltas, vendría con nosotros. Después la llevaría a cenar a un restaurante tailandés que me había recomendado Emmet en Covent Garden, Thai Pin, me dijo que se llamaba. Era pequeño y discreto, y la comida muy buena.

Por fin podía llevarla por ahí, sin revolucionar, más o menos, a la prensa y que empezaran a especular sobre quién era la misteriosa acompañante del príncipe. En un principio pensé en ir a la Royal Opera house, también en el distrito del Covent Garden, de hecho se le conocía por este nombre al famoso teatro, o al Royal Albert Hall, a ver una función de ballet. A Bella le encantaban, y nunca había podido ir a uno... pero Maguie me recordó el compromiso que teníamos la semana que viene... y decidí guardar el secreto, para sorprenderla.

Terminé de ponerme la cazadora, cuándo mi niña salió del baño; llevaba unos pantalones vaqueros negros, un poco acampanados, y un jersey azul por debajo de su chaqueta negra de piel, muy moderna. Llevaba botines con un poco de tacón... desde que se hizo pública nuestra boda, había notado un cambio muy grande en su forma de vestir; aunque a mi no me importara lo que llevara puesto, tenía que reconocer que el cambio le sentaba genial.

-¿Voy bien?- me preguntó girando; mi pequeño amigo se empezó a despertar, al dejarme admirar su curvas, marcadas por los pantalones... e imaginando esa ropa interior tan sexy que se había acostumbrado a llevar... y que era superior a mis fuerzas. Me mordí el labio, pensando en el texto que me había leído hace un rato sobre Política exterior.

-Muy guapa; cómo siempre- recalqué las dos últimas palabras -no vamos a una cena de estado- le recordé con un poco de burla, siempre sin mala intención. Rodó los ojos, poniendo una de sus preciosas caritas.

-Sigues sin ser objetivo- contraatacó resignada y mofándose a la vez, poniéndose frente al espejo y pasando un pañuelo largo por su cuello. Reí, acercándome a ella y rozando con mi nariz su cuello y su oreja.

-¿Cómo quieres que sea objetivo... con lo que seguro llevarás debajo de ese jersey?- pregunté en voz baja. Noté que su piel se calentaba... ya estaba sonrojada, no fallaba. Ella me miró a través del espejo, con una sonrisa traviesa.

-Si te portas bien, te lo enseñaré después- resolvió con voz insinuante -ahora vámonos, pequeño- me dio un pequeño beso en la mejilla, cogiendo su bolso y mi mano, tirando de mi. Entre risas, y con las manos entrelazadas, bajamos hasta el garaje, dónde Nick ya estaba esperando, al lado de otro volvo similar al mío, pero de color negro. Nos saludó, parco en palabras, cómo era él, y nos metimos en el nuestro, ya que el nos seguiría. Bella buscó las entradas en su bolso, mirando la hora de comienzo.

-Edward, llegamos un poco tarde- dijo con el ceño un poco fruncido.

-De eso se trata... pero tranquila, no nos perderemos el comienzo- le advertí con una sonrisa inocente. Puso cara de no entender nada.

-Ya lo verás- no pareció muy convencida -¿no confías en mi?- puse mi mejor puchero. Ella me devolvió una de sus preciosas sonrisas. Por fin llegamos al cine. Le indiqué a Bella que teníamos que esperar en el coche, mientras Nick salía primero, a echar un vistazo. Las puertas ya se habían abierto, de modo que la entrada estaba bastante despejada. Mientras esperábamos, Bella se acurrucó contra mi, apoyando su cabeza en mi hombro.

-Me hace mucha ilusión salir así...parecemos una pareja normal- dijo con una pequeña risa. Besé su cabeza, riendo también.

-Somos una pareja normal- le aclaré. Ella rodó los ojos.

-Por eso somos la noticia estrella de los últimos años- repuso.

-Eso también- la rodeé con mi brazo – no te preocupes por nada; verás que bien lo pasamos- ella me dio un pequeño beso.

-Gracias por esta noche... por si luego se me olvida agradecértelo- asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano, acariciando sus dedos y jugando con el anillo. Por suerte, nadie podía vernos, las lunas estaban tintadas.

Vi regresar a Nick, cargado con una pequeña bolsa. Me hizo una seña, indicando que podíamos bajar. Bajé yo primero, y le abrí la puerta a Bella, ayudándola a bajar. Nick me entregó la bolsa, mientras Bella buscaba las entradas de nuevo en su bolso. El también entraba con nosotros a la sala. Con el detrás nuestro, caminamos hacia la entrada. Bella le tendió los tickets a la chica, que se quedó de piedra al levantar la vista, y vernos allí.

-Hola- le saludó Bella en voz baja, dedicándole una sonrisa tranquilizadora, al igual que yo.

-Oh... alteza, señorita Isabella... es un honor tenerlos aquí- retorcía sus manos, un poco nerviosa -¿quieren que llame al encargado?-.

-¡No!; por favor... - le pedí amablemente -simplemente queremos disfrutar de la película- ella seguía mirándonos, un poco anonadada -por favor; nos gustaría poder volver... nos gusta mucho el cine- le expliqué... y también pidiéndole entre líneas que guardara un poco el secreto. Ella se quedó impasible un minuto, hasta que asintió, dedicándonos una sonrisa y cogiendo las entradas que mi novia le tendía.

-Sala dos; por el pasillo principal, la segunda puerta a la derecha. Me llamo Martha, por si necesitan algo- todavía estaba un poco nerviosa, pero mucho menos que antes.

-Gracias- le agradecí con una sonrisa.

-Gracias Martha- Bella le dedicó otra, un poco tímida. Le tomé de la mano, y la conduje hasta la sala dos. Ya estaba a oscuras, de modo que entramos sin hacer ruido; había gente, pero para ser sábado no demasiada, la verdad.

Buscamos nuestros asientos. Estaban en una esquina, por si acaso teníamos que salir por cualquier cosa. Yo me senté en la orilla del pasillo, quedando los dos asientos que estaban al lado de Bella libres. Nick se sentó tres filas por detrás de nosotros, también en la orilla.

-¿No se sienta nadie aquí al lado?- me susurró Bella, una vez nos acomodamos. Negué con la cabeza.

-Las entradas de esos asientos las tiene Nick... por seguridad- le expliqué -de modo que puedes poner las chaquetas- le dije, viendo que tenía la mía y la suya en su regazo. Abrí la bolsa, sacando las palomitas y tendiéndole una botella de agua. Acomodó de nuevo su cabeza contra mi cuerpo, y pasando uno de mis brazos alrededor de sus hombros, consiguió encontrar una postura cómoda. Justo en ese momento, terminaban los trailers de las películas a estrenar, empezando la que veníamos a ver. Un buen rato después, ya sin palomitas y con la película bastante avanzada, Bella se volvió hacia mi, para susurrarme al oído.

-¿Eso ocurrió de verdad?; se supone que la película está basada en hechos reales... pero ésto no me cuadra mucho- murmuró con el ceño fruncido, comentando una escena.

-A mi tampoco, la verdad- le contesté, dejando un beso detrás de su oreja. Sentí que por esa zona la piel se le ponía de gallina. Se giró hacia mi, mirándome en la oscuridad, debatiéndose en si hacer algo o no. Lentamente fue acercando sus labios a los míos... pero se paró, quedando nuestros rostros muy cerca. Adivinando lo que pasaba por su cabeza, terminé de acercarme a ella, besándola. Sus labios, suaves y perfectos, hacían que mi mente se quedara en blanco cada vez que la besaba. Ella correspondió al beso, pero de repente se apartó, cayendo en la cuenta de dónde estábamos.

-Shhh... ven aquí- la atraje de nuevo hacia mi, besándola de nuevo. Su pequeña lengua jugaba con la mía, en un juego travieso, pero a la vez dulce. Cuándo noté que empezaba a respirar con dificultad, la dejé que tomara un poco de aire. Sus mejillas estaban calientes, y sus pequeños labios un poco hinchados.

-No nos ve nadie... estamos a oscuras- le susurré con la voz un poco ronca y también jadeante. Ella negó divertida con la cabeza, dejando un casto beso de nuevo en mis labios y volviendo su vista hacia la pantalla.

La película terminó poco después. Salimos de la sala antes de que encendieran las luces. Tomados de la mano y seguidos por Nick, nos dirigimos con paso rápido al coche. Por suerte, Martha había cumplido su palabra, ya que no había periodistas a la redonda. Una vez dentro, con el coche ya en marcha hacia Covent Garden, empezamos a hablar.

-¿Ahora dónde vamos?- interrogó curiosa, después de comentar la película un rato.

-A cenar, ¿tienes hambre?- asintió con la cabeza -¿te gusta la comida tailandesa?; Emmet me ha recomendado un restaurante que está bastante bien- le expliqué.

-No la he probado nunca, de modo que me tendrás que aconsejar- me advirtió.

Aparcamos enfrente de restaurante. Esta zona estaba más concurrida que la del cine, obviamente, ya que había muchos restaurantes y pubs en ella. Cuándo vi que Nick me hacía una seña, bajé del coche, y Bella detrás mío. Agarré a mi niña de la cintura, atrayéndola hacia mi, mientras esperábamos para cruzar la calle. Esta vez no tuvimos tanta suerte, y si que hubo personas que se nos quedaban mirando fijamente, cuchicheando y preguntándose si en realidad éramos nosotros. Bella se tensó un poco, pero intenté calmarla.

-Tranquila... no pasa nada- le dije con una pequeña sonrisa, que ella correspondió, suspirando profundamente.

Por fin, el semáforo se puso en verde, y cruzamos; por suerte había hecho la reserva de restaurante, bajo un pseudónimo, por supuesto. Nick entró primero, dando el nombre y echando una ojeada al sitio. Habló unos instantes con el camarero, y nos hizo una seña para que pudiéramos entrar. El encargado también se había acercado.

-Alteza, señorita Isabella... es un placer tenerlos aquí; síngame por favor, su mesa está lista- entre las miradas atónitas de algunos comensales, llegamos hasta nuestro sitio. Estaba en una fila de mesas con bancos dobles para sentarse, era la última. Nos pusimos de espaldas a la gente, y me senté al lado de mi novia.

-Aquí tienen la carta; ¿desean algo de beber?- miré a Bella, esperando.

-Agua, por favor-.

-Para mi también- se alejó para traer el pedido, mientras Bella abría la carta y la ponía en medio de los dos. Rodeé su cintura de nuevo, leyendo los platos.

-Si quieres, podemos pedir el primero para compartir, y después cada uno el segundo- le propuse -así pruebas diferentes cosas-.

-Está bien, ¿qué me recomiendas?- inquirió.

-Pues... de primero éste- le señalé.

-Fideos finos de arroz, con crujiente de camarones- leyó en voz alta -no suena mal- aprobó con la cabeza -y me gustaría probar este plato- lo señaló con su dedo.

-Panecillos de pollo frito, con distintas salsas... podemos pedirlo también- afirmé sonriendo. Observé a mi novia con una sonrisa. Leía atenta el resto de los platos, jugueteando con mis dedos. A veces todavía me parecía un sueño el tenerla a mi lado, y que fuera a casarse conmigo... esa noche, además estaba tan guapa... la palidez y la tristeza de sus ojos, que tantos meses la acompañaron, habían desaparecido por completo. Sus mejillas tenían un toque rosa muy pálido, y sus ojitos brillaban cada día más.

-¿Qué quieres de segundo?; podemos pedir uno carne y otro pescado- le sugerí -para qué pruebes cosas variadas-.

-Vale... yo pescado... a ver... salmón en curry rojo- dijo finalmente, después de unos minutos -¿tú?.

-Asado de pollo al jengibre- le dije. Una vez vino el camarero, nos dejó las bebidas y nos tomó nota del pedido. Bella bebió un poco antes de comenzar a charlar de nuevo. La cena transcurrió conversando tranquilamente y con Bella descubriendo la cocina tailandesa, que al final y para mi alivio, le gustó. Cuándo nos despedimos del encargado, que nos acompañó hasta la puerta, nos dirigimos de nuevo a los coches.

-¿A dónde vamos ahora?-.

-A dar un paseo- le expliqué. Para una vez que podía conducir a mi aire... y con ella a mi lado, no iba a desaprovechar la ocasión. Cruzamos el puente de Westmister, dejando a un lado el Parlamento, con el famoso Big Ben, hasta aparcar en las proximidades del Puente de Londres, cerca de la orilla del Támesis. Había unos paseos muy bonitos allí, con zonas ajardinadas.

-Vamos- le dije al salir del coche. Tomados de la mano, nos acercamos hasta el muro; al otro lado del río, la Torre de Londres nos saludaba, perfectamente iluminada, al igual que el resto de los edificios históricos. Nick se quedó un poco apartado, queriendo darnos un poco de intimidad.

-¿Te crees si te digo que nunca la había visto iluminada?- la miré extrañado. Ella afirmó con la cabeza.

-Pues es verdad... está muy bonita así- dijo con una sonrisa. Me puse detrás de ella, rodeándola con mis brazos y dejando un suave beso en su cabeza.

-¿Te lo has pasado bien?; siento que nuestra primera cita de verdad llegue con más de dos años de retraso- me disculpé. Ella se dio la vuelta, sin liberarse de mi abrazo.

-Ha valido la pena esperar- me susurró, bajando la vista hacia el suelo, con una preciosa mueca de vergüenza. Se abrazó a mi cuerpo, pasando sus manos por mi cuello, admirando los famosos edificios que teníamos a la vista. Desde dónde estábamos se veía la Cúpula blanca de la Catedral de St. Paul, también iluminada. Se quedó mirándola fijamente, con una pequeña sonrisa.

-¿Qué piensas?- le pregunté en voz baja.

-En muchas cosas... recuerdo la vez que estuvimos en Norfolk Park; me llevaste a ver un pequeño lago- hice memoria, acordándome al instante.

-Cómo te dije aquella vez, daría lo que fuera por tenerte así siempre... siendo simplemente Edward y Bella- murmuró. Abracé su pequeño cuerpo, suspirando.

-A mi también me gustaría mi vida- a veces daría cualquier cosa por no haber nacido príncipe... pero era lo que había -pero ahora vas a estar conmigo- expresé feliz. Ella asintió con la cabeza, escondiendo su carita en mi cuello.

-Para siempre- sentí que decía en voz baja.

Permanecimos un buen rato en silencio, abrazados el uno contra el otro, disfrutando de nuestra compañía y de nuestra escapada de novios... que no podía haber ido mejor para haber sido la primera vez.

0o0o0o0o0o0o0o0

El fin de semana pasó rápido, y el lunes volvimos a clase. Aparte del viaje a Italia y de algunos actos a los que teníamos que asistir, hasta que termináramos los exámenes, iríamos a los imprescindibles. Lo primero era lo primero, y lo que más nos preocupaba ahora eran los estudios, por la cuenta que nos traía. La tarde del jueves, estábamos en la biblioteca, rodeados de libros de códigos de leyes y de papeles, resoplando y un poco hartos, en busca de un dichoso decreto ley que se nos resistía. Rosalie también estaba con nosotros, ya que compartía algunas asignaturas de las nuestras.

-Esto es infumable- se quejaba mi novia, con los papeles en la mano. Rose asintió, suspirando cansada.

-Propongo que lo dejemos por hoy; son las ocho y media de la noche- les informé, consultando la hora. Ambas asintieron, cerrando los libros.

-¿Cenáis con nosotros?- le preguntó Bella a Rosalie. Ésta asintió, diciendo que iba arriba un rato, para dejar los libros y levantar a Emmet del sofá.

-Entonces a las nueve y cuarto en el comedor; nosotros tenemos que hablar con Maguie... mañana vamos al teatro, con toda la familia- le explicó.

-¿Primer acto oficial?- interrogó nuestra amiga, curiosa. Asentimos con la cabeza, quedando en vernos en el comedor. Bella y yo fuimos directos al salón, dónde mis padres, Maguie, Alice y Jasper ya estaban esperándonos.

-Hola- saludamos a coro, sentándonos al lado de mi madre.

-Hola hijos, ¿cómo lo lleváis?- nos preguntó, después de saludarnos todos.

-Hartos- exclamé un poco enojado -no encontramos el dichoso decreto 183/34 del código político de 1897- expliqué entre dientes.

-¿El que habla de las diferencias acerca del sufragio censitario y del sufragio universal?- Bella y yo miramos a mi padre, arqueando una ceja de incredulidad. Mi padre se encogió inocentemente de hombros.

-¿Qué?- nos preguntó.

-Charlaremos luego- le dijo mi niña, rodando los ojos. Mi padre reía divertido, al igual que el resto. Por fin, Maguie tomó la palabra.

-Bien; mañana se inaugura oficialmente la temporada de teatro y espectáculos- le explicó a Bella -la familia siempre asiste a una representación ese día, en la Royal Opera House-.

-O sea, en el Covent Garden- dijo mi novia.

-Eso es. Este año se cumple el segundo centenario de la fundación de la Compañía real de danza- seguía diciendo. A mi niña se le iluminaron los ojitos, mirándome contenta.

-¿Vamos a ver una función de ballet?- me preguntó ilusionada. Asentí, tomándola de la mano.

-Si... creo que el que vamos a ver es de Tchaikovsky, La Bella durmiente- dije, mirando a Maguie, que lo confirmó con un gesto.

-Qué bonito... me encantan los ballets... y nunca he podido ir a ninguno -exclamó feliz -¿cómo hay que vestirse?- miró a mi hermana, esperando una respuesta.

-Con vestido largo- le dijo. Bella asintió, meditando. Yo tenía muchas ganas de que llegara mañana; nunca la había visto enfundada en un vestido de fiesta.

-Toda la alta sociedad inglesa se da cita allí ese día- le explicó mi hermana de nuevo. Bella la miró sin entender.

-Conocerás a la mayoría de la nobleza... a uno ya lo conoces- dijo divertida, tomando a Jasper de la mano.

-¿Por qué no están más relacionados con la Familia real?; he leído que antes formaban la corte de los reyes- preguntó curiosa. Mi padre tomó la palabra.

-Y así fue hasta principios del siglo XX. Antes los altos cargos de palacio los ocupaban la gente con título importante; era lo que se llamaba la camarilla. Mi abuelo, al subir al trono, y después mi padre, reformaron a fondo el protocolo, adaptándolo a los tiempos modernos- le explicó amablemente.

-Hoy en día son empresarios de éxito; cada uno a su manera. Poseen inmensas fortunas y legados familiares importantísimos- le siguió contando.

-Hay algunos más tradicionalistas que otros- le contó mi madre -muchos de ellos son Caballeros de la Orden de la Jarretera, y siguen estando presentes en multitud de actos y costumbres vinculadas a la Casa real- siguió relatando.

-Pero ya no residen en la corte, ni ocupan cargos en ella- añadió mi padre -yo estudié con algunos, y entre ellos tengo algunos buenos amigos... pocos- aclaró.

-Cómo eran los padres de Jasper- dijo mi madre, mirándolo con una sonrisa.

Bella escuchaba atenta a las explicaciones de mis padres, y haciéndole miles de preguntas a Jazz, que amablemente le iba contando cosas.

Al de un rato, y después de que Maguie nos diera la hora del espectáculo, fuimos al comedor, dónde ya estaban esperándonos Rosalie y Emmet. Tenía muchas ganas de que llegara la noche de mañana... para ver a mi niña convertida en toda una princesa. Y no me podía imaginar la parálisis que sufrió mi corazón al verla.

0o0o0o0o0o0o0o0

Al ballet... estaba hecha un mar de nervios. Aparte de la ilusión que me hacía, por fin vería uno en directo... esa salida significaba mucho para mi. Por lo que después me contó Edward, en la intimidad de nuestro dormitorio, estaríamos situados en el palco real, y la familia entraba acompañada del himno de Gran Bretaña. Sus padres ocupaban el centro; al lado de su padre, Alice, franqueada por Jasper. Edward se sentaría entre Esme y yo. Por lo que me relató, el palco real era enorme, con una pequeña salita interior, para recibir a la gente, y estaba exclusivamente reservado para ellos.

Después de regresar de la universidad, eché un rato a Edward de nuestra habitación, a buenas, y secuestré a Rosalie y Alice... para ver qué vestido me ponía. A las seis teníamos que ir a peinarnos, y eso, según me explicaron, dependía mucho del vestido que llevaría. Mi novio nos dejó allí, con una sonrisa traviesa, y se fue un rato con Jasper y Emmet, a quemar la videoconsola, según sus palabras.

Ellas se acomodaron en uno de los sofás de nuestro pequeño salón, y saqué los trajes de noche que había comprado. Me fui a la sala, y empezaron las pruebas. Me probé vestidos de todo tipo, había adquirido bastantes. Después de casi dos horas sacando pegas y conclusiones, nos quedamos entre dos. Esme pasó por allí, y se apuntó con una sonrisa divertida al lío.

Al final, después de otra media hora de debate, nos decidimos. Era negro, con escote palabra de honor y espectacular... la parte de arriba era drapeado de seda, haciendo que la tela quedara plisada. El cuerpo terminaba justo en dónde lo hacían mis caderas, y después caían hasta el suelo capas y capas de chiffon y gasa, haciendo el efecto de suaves y delicadas plumas.

-Te queda increíble- me dijo Esme, levantándose y admirando de cerca el vestido. Rose me sacó los zapatos. En las tiendas decidí, dado que no alcanzaría la altura de Edward ni aunque me pusiera zancos, que cuándo llevara vestidos largos no llevaría algo muy incómodo. Al final me decidí por unos de raso negro, atados al tobillo, de punta redonda y tacón aunque alto, un poco ancho, para poder estar cómoda.

-¿Qué quieres ponerte?; me refiero de joyas; sería una buena ocasión para que estrenaras algo del aderezo que te regalamos- me preguntó Esme con una sonrisa.

-¿Puedo?; es decir... me gustaría mucho, pero no quiero pasarme- suspiré preocupada. Sabía que sería estudiada al milímetro, y por lo menos quería que dijeran que iba adecuadamente vestida y arreglada.

-Por supuesto, para eso te las regalamos. Esme se dirigió al escritorio, llamando por teléfono. Al de pocos minutos, un empleado vino con la caja roja, que estaba guardada con las otras joyas. Después de un pequeño debate, Alice me empezó a explicar.

-Creo que tienes dos opciones buenas. Ya que vas a hacerte un recogido, yo optaría por los pendientes largos, sin nada en el cuello, y con la pulsera; o aprovechando el tipo de escote, la gargantilla pequeña, con los pendientes pequeños- resolvió.

Esme tomó el collar mencionado, poniéndomelo para ver el efecto. Iba pegado al cuello, y los pequeños y redondos diamantes brillaban en todo su esplendor. Aparte de los cierres de seguridad, al final se ataba con una cinta de raso negro. Me puse los pendientes pequeños, admirando el conjunto, en verdad que quedaba muy bien. Después de probarme la otra opción que me dijo Alice, me quedé con la gargantilla.

Dos horas después, Lexie había recogido mi cabello en un precioso recogido bajo, a la altura de mi cuello, haciendo un enrevesado patrón de ondas. Dejó algunos mechones sueltos por mi cara, ya que todo el pelo tirante y retirado no me quedaba muy bien. Maud me maquilló cómo la primera vez, cambiando la sombra de ojos. El juego del lápiz negro, del iluminador y del rímel hizo que mis ojos se vieran grandes, y que resaltaran. Las sombras esta vez eran un juego de colores tirando a un dorado un poco oscuro, con un efecto ahumado y moderno. También me aplicó polvos iluminadores por el escote, para que no contrastase mucho con el maquillaje de mi cara.

Alice y yo salimos juntas de allí. Esme hacía rato que había terminado. Primero se vistió ella, y me indicó que la esperara, que después me ayudaría. Llevaba un vestido de gasa, ajustado en el pecho y con un sólo tirante, dejando un hombro al descubierto y la falda caía suelta en miles de capas de organdí. Unos impresionantes pendientes y pulsera de amatistas y diamantes hacían juego con el vestido, en diferentes tonos malvas. Se enfundó sus zapatos, y luego nos fuimos a mi habitación. Una vez con todo puesto, me miré al espejo... y no podía creer que esa chica menuda y pequeña fuera yo.

-Mi hermano se va a caer de culo- dijo divertida y contenta.

-¡Alice!; sabes que me da una vergüenza horrible- le dije, preocupada por los acontecimientos de esta noche. La pequeña duende se acercó a mi, tomándome de las manos.

-Ya lo sé Bellie... pero quiero que estés tranquila. Vas arropada por todos nosotros... y sobre todo, por cierto novio que en estos momentos estará dejando un agujero en la moqueta del vestíbulo de tanto pasearse, así que en marcha-. Cogió su bolso, y yo hice los mismo. Era pequeño y de mano, de raso negro también, al igual que el el chal, de punto de seda, por si acaso, aunque no hacía mala noche.

Con mi respiración sumamente alterada, llegamos al vestíbulo principal. Esme ya estaba allí, con una falda de raso gris, larga hasta los pies, cuerpo de pedrería en negro y chaqueta gris, a juego con la falda. Como únicas joyas, unos impresionantes pendientes de esmeraldas y diamantes, largos. Rose estaba allí, esperando para verme. Esme le había dicho si quería venir, ya que Emmet venía con nosotros, esta vez trabajando; pero se disculpó, agradeciendo la invitación, ya que tenía varios trabajos pendientes para entregar. Me guiñó un ojo, asintiendo con la cabeza y aprobando el resultado final.

Los chicos iban todos enfundados en smokings negros. Edward estaba hablando con su padre, Jasper y Emmet, que también iba con un traje negro, al igual que la corbata. Por el hombro colgaba el pinganillo con el que se comunicaban entre ellos... ahora si que parecía un escolta de verdad Carlisle me miró con una sonrisa, indicándole a Edward mi presencia.

Se quedó tan parado al verme, con los ojos como platos, que me tuve que acercar a él, pero Emmet le sacó de su mundo.

-Edward, cierra la boca; te van a entrar moscas- ambos le fulminamos con la mirada, pero hizo caso omiso, cómo siempre. La familia fue bajando a la puerta principal, a los coches, pero mi novio y yo nos quedamos unos segundos allí.

-¿Qué tal?- pregunté, sonrojada por cómo me miraba, mientras yo pasaba mi mano por la falda del vestido. Sin decir una sola palabra, me atrapó entre sus brazos, besándome cómo solo él sabía hacerlo. Pasé una de mis manos por su espalda, devolviéndole el beso y encerrándonos en nuestra burbuja particular. Me separé lentamente de él, pese a la carita que puso porque el beso terminara. Por suerte, no llevaba los labios pintados, Maud decía que no era necesario, debido a su color natural.

-¿Y bien?; deduzco que te gusta- le pregunté de nuevo. Sin dejar de rodearme con sus brazos, seguía mirándome embelesado.

-No tengo palabras... uffsss... eres un sueño- susurró contra mis labios. Sonreí nerviosa, apartando mi mirada de la suya.

-Pues siento decepcionarte... pero soy de carne y hueso- murmuré de vuelta.

-Para mi lo eres- dijo, un poco serio. Le agradecí sus palabras con otro beso brece y tierno. Cogiendo mi mano y entrelazando nuestros dedos, nos dirigimos a la entrada. Nuestro coche ya estaba esperándonos, y Emmet me abría la puerta, con una sonrisa cómplice. El viaje hasta el teatro me se hizo eterno, además, al ser viernes, a esas horas había mucho tráfico en la ciudad. Retorcía mis manos con nervios, hasta que Edward las tomó entre las suyas, dándoles un apretón cariñoso.

Mi corazón palpitaba con fuerza cuándo la fachada del teatro apareció ante nosotros. Íbamos en el último coche, y el resto de la familia ya había bajado de los suyos. Había vayas a los lados, custodiadas por policías. También me fijé en la prensa, apostada a los lados de la puerta. El coche se detuvo, y recordé lo que me dijo Esme; debía esperar a que Emmet me abriera la puerta.

-¿Preparada?- la pregunta de mi novio hizo que volviera la vista hacia él. Su pelo estaba más revuelto que otras veces, y muy guapo con ese traje. Me dedicó una sonrisa de ánimo. Asentí, y dejó un pequeño beso en mi mejilla, susurrándome antes de bajar.

-Recuerda que no te voy a soltar- iba a responderle, pero no me dejó, ya que bajó del coche. Pude ver que saludaba a la gente congregada allí, sonriendo con amabilidad. Finalmente, mi puerta se abrió. Edward ya estaba en frente mío, ayudándome a bajar.

-Suerte- giré al vista hacia Emmet, que me guiñó un ojo, en señal de ánimo. Nada más poner un pie en la alfombra, la luz de los flashes me cegó por unos segundos.

-¡Isabella, Isabella!- la gente gritaba mi nombre, al igual que el de otros miembros de la familia. Me puse más roja que un tomate, y en ese momento sentí que Edward tomaba mi mano, haciendo que le cogiera del brazo.

-¿Todo bien?- le respondí que sí, y con un pequeño movimiento de mano, Edward y yo correspondimos a los saludos, y dejando a los periodistas hacer su trabajo. Nuestros amigos estaban allí. Jake y Seth disparaban sus cámaras.

-Miren aquí un momento, por favor- uno de ellos se dirigió a nosotros, y pacientemente, posamos. Leah también estaba, y levantó el pulgar imperceptiblemente, animándome un poco. Seguidos por Quil y Emmet, entramos en el hall del teatro. Nada más vernos entrar, Alice y Jasper se pusieron a nuestro lado.

-Eres la estrella de la noche- me susurró Alice con una sonrisa traviesa, mientras nos sacaban una foto a los cuatro. Tuve que evitar con un esfuerzo sobrehumano rodar los ojos, mientras negaba con la cabeza. Observé que Carlisle y Esme hablaban con varias personas, que se acercaron a nosotros. Un hombre de unos sesenta años saludó a mi novio.

-Alteza, bienvenido. Es un honor contar con su presencia esa noche- hablaron unos momentos, y después giraron su vista hacia mi.

-Soy Sir Nathaniel Trombund, director del Royal Opera House- el hombre tenía pinta de ser simpático, y tomé la mano que me ofrecía, para estrechársela.

-Isabella Swan; es un placer conocerle-.

-El placer es todo nuestro de que ambos estén aquí esta noche. Espero que la función sea de su agrado- Edward y yo conversamos con él unos momentos, y después me fue presentando a los distintos responsables del teatro. Finalmente, nos reunimos con el resto de la familia, al pie de las escaleras, para que nos sacaran una foto a los seis. Carlisle me indicó que me pusiera a su lado, y así lo hice. Entre él y Edward, posé con el resto de la familia, aguantando durante tunos minutos los cegadores flashes.

Al terminar éstas, se acercaron tres niñas preciosas. Tendrían unos cuatro o cinco añitos, y vestían un simpático tutú rosa, y cada una portaba un pequeño bouquet de flores en tonos blancos, iguales. Se acercaron a Esme, Alice y a mi, ofreciéndonos los pequeños ramos. Me agaché a su altura, ante la atenta mirada de Edward.

-¿Son para mi?- la pequeña asintió con la cabeza, y con una sonrisa nerviosa.

-Son muy bonitas- le agradecí, admirando las pequeñas rosas blancas y los liliums -¿me das un beso?- la pequeña pareció dudar, pero finalmente me lo dio.

-¿Cómo te llamas?- le pregunté.

-Elizabeth- me respondió; pareció dudar, pero finalmente habló -¿vas a casarte con él?- señaló a Edward, que se agachó, interesado por la conversación que nos traíamos entre manos.

-Pues si- le respondí con una pequeña risa.

-¿Qué te parece?, ¿a qué es guapa?- la pregunta de Edward a la niña hizo que me pusiera de nuevo con un tomate. Me miraba divertido, esperando la contestación de la pequeña.

-Mucho... el vestido es de princesa- dijo al fin. Reí, mientras le daba un beso de nuevo.

-Gracias por las flores Elizabeth- le dije con una pequeña sonrisa. Subiendo las escaleras, Esme se puso a nuestro lado.

-Lo estás haciendo muy bien hija- me dijo -¿qué os traíais con la pequeña?- de repente me asusté, igual me había saltado alguna norma a la torera. Ella vio mi gesto preocupado, y enseguida se explicó.

-No has hecho nada malo, tranquila- iba responderle, pero Edward se adelantó.

-Le preguntó si iba a casarse conmigo... y yo le pregunté si mi novia era guapa- le explicó divertido. Esme rió, escuchando la versión de Edward.

-¿Ves?; estás espectacular. Todos los dicen- me dijo Esme, una vez dentro de la antesala del palco. En ella había sillones y mesas auxiliares, dónde Alice me indicó que podía dejar el ramo y el bolso. En una mesa pegada a la pared, distintos tipos de bebidas y un pequeño tentempié. Se separaba del palco por una cortina de terciopelo azul. El escudo de la dinastía Cullen lo adornaba por la parte delantera, tal y cómo había podido ver por una de las puertas, mientras subíamos. La pequeña duende se quedó conmigo hablando.

-¿Qué te parece?, ¿habías venido alguna vez?- me preguntó. Negué con la cabeza.

-Es la primera vez que vengo... y creo que no será la última- le confesé, admirando todo a mi alrededor... era tan irreal que yo estuviera allí, con ellos. Carlisle y Esme se acercaron a nosotras también.

-¿Ves cómo no pasa nada?- mi suegro me pasó un brazo por los hombros, sonriendo satisfecho; en la antesala no había periodistas. Respiré más o menos aliviada, intentando relajarme.

-Además estás muy guapa... y el collar te queda muy bien- alabó.

-Deja de ligar con mi novia, papá- todos reímos ante la ocurrencia de Edward, que me rodeó con sus brazos, atrayéndome hacia él, dejando un pequeño beso en mi mejilla.

-Sólo le hacía un cumplido a mi hija- protestó divertido -para mi sólo existe una mujer, ¿verdad querida?- también atrajo a Esme hacia sus brazos, imitando a su hijo. Esme y yo nos miramos, conteniendo la carcajada. Emmet y Quil se quedaron en la antesala, y el resto de la seguridad fuera del palco, en la puerta. Los acordes del himno empezaron a sonar. Edward me soltó, y tomé el brazo que me ofrecía.

Mis suegros pasaron primero, quedándose de pie frente a sus asientos, y después por protocolo, Edward y yo. Alice y Jasper entraron los últimos. Escuchamos lo que quedaba de él en silencio, y una vez terminó, la sala estalló en aplausos, dándonos la bienvenida. Con un gesto tímido, correspondí a los saludos, al igual que el resto. El teatro estaba lleno a rebosar, no cabía un alfiler. Edward se inclinó hacia mi, susurrándome en voz baja.

-Que sepas que esta noche la mayoría de los aplausos son para ti- le miré un poco asustada, mientras el asentía, mirándome con cariño. Por fin pudimos sentarnos. Edward trajo mi silla un poco hacia su lado, y me ayudó, quitando los papeles que había encima de ella. Me los tendió, y los ojeé. Era el programa de La Bella durmiente, y después otro programa con las representaciones de la temporada. Este año había muchos ballets.

-¿A cual querrás ir?- Edward se inclinó hacia mi, y comentamos un poco lo que había escrito.

-Por mi, a todos- le aclaré con una pequeña mueca -El lago de los cisnes, Gisselle, Sherezade...- iba leyendo el papel -este me gustaría mucho verlo- le señalé a mi novio, que se inclinó de nuevo hacia mi, casi juntando nuestras cabezas.

-¿Coppelia?- asentí contenta -Royal Albert Hall, del 13 al 21 de marzo- iremos, te lo prometo. Además, la música es muy buena- me dio la razón. Siempre que escuchábamos música clásica, mi novio, cómo buen entendido en la materia, me iba explicando las distintas partes, al igual que haría esta noche. Comentamos el programa unos minutos más, hasta que las luces bajaron. La obertura de la obra inundó el teatro... hasta que se alzó el telón.

El escenario y los decorados eran impresionantes... y los vestidos y tutús que las bailarinas lucían, de ensueño. Mi mente viajó hasta mi niñez, me acordé de mi madre, canturreando música clásica siempre... y de cómo veíamos la versión de Disney de La Bella durmiente. Tatareaba la música en voz baja, sin perder detalle del espectáculo. Disfruté como una niña, observando embelesada cómo las delicadas bailarinas se movían con gracia y agilidad. Al término de éste, las luces se encendieron, dando paso a la media horas de descanso; la obra estaba dividida en cuatro actos: prólogo, primer acto, segundo acto, y final. Durante toda el rato Edward iba contándome y comentándome las partes y las diferentes escenas. La familia entró dentro de la antesala. Alice y Esme me rodearon.

-¿Qué te parece?- indagó mi suegra.

-Es precioso... me hace recordar mi infancia, cuándo veía la película de dibujos- expliqué.

-¿A qué si?; a mi me pasa lo mismo... verás que bonito el vals de Aurora y el príncipe, en el segundo acto- decía Alice, también emocionada con la obra -eeeres tú el príncpe azul, que yo soñé...- tarareaba divertida la letra de la canción. Reí con ella, acompañándola un poco. Edward y Jasper nos observaban divertidos mientras se acercaban a nosotras.

-¿Lo estás pasando bien?- me preguntó mi novio, rodeándome la cintura con sus manos.

-Es... increíble... una pasada- murmuré -todavía no me hago a la idea de todo lo que me está sucediendo- posé mis manos en su pecho, mordiéndome el labio inferior. Sonrió divertido, besándome la frente... hasta que Emmet entró.

-Majestad, hay algunas personas que quieren saludarlos- no parecía él, en la vida lo había visto tan serio.

Varios matrimonios de mediana edad entraron. Carlisle y Esme se acercaron a saludarles. Conversaron durante unos minutos, y las cabezas giraron hacia nuestra posición. De la mano de Edward, avanzamos hasta ellos. Las señoras tenían todas un porte elegante, y las joyas que lucían eran impresionantes, más incluso que las que lucían Esme o Alice. Edward me fue presentando a las distintas personas, y entonces caí en la cueta... la nobleza; la mayoría de ellos nos dirigían palabras amables y sinceras, felicitándonos por la boda y preguntándome, siempre de modo amable, cómo lo iba llevando. Tenía que empezar a recordar nombres, como Duques de Westminster, Marqueses de Devonshire, Duques de Northumberland, Vizcondes de Clive y un largo etcétera... hasta que llegaron unos poco amables.

-Ellos son Lord Vicent y Lady Ane, Duques de Gloucester- me indicó Edward.

-Encantada de conocerles- les respondí, con una pequeña sonrisa. Alcé la mano, cómo bien me había indicado Maguie que debía saludar. El hombre la tomó sin cambiar el rictus serio de su cara, soltándome enseguida y la mujer ni se molestó en tomarla.

-Mis felicitaciones alteza, señorita- nos felicitó el hombre. Edward rodeó mi cintura con su brazo, en un gesto protector.

-Muchas gracias Lord Vicent- respondió, mirándolos serio.

-También a ti querida... harás una gran boda, has tenido suerte- me quedé parada, sin saber por dónde salir.

-Serás la primera reina americana que tenga Inglaterra- dijo Lady Ane, con cierto tono de reproche -esperamos mucho de ti... aunque hay costumbres que si no naces entre ellas, es imposible aprender-.

Los ojos de Edward se iban a salir de las órbitas, del enfado que tenía... pero decidí que lo mejor era contestar tranquila, y eso fue lo que hice.

-Una vez, cierta persona me enseñó que una reina no se distingue por su lugar de nacimiento, sino por otras cosas- aludí a las palabras que la propia Esme me dijo un día – y no duden que por mi parte, pondré todo mi empeño, para hacerlo lo mejor posible- mi voz tranquila y suave, hizo que Edward esbozara una sonrisa orgullosa. Los antipáticos Duques se disculparon y salieron del palco... y mis nervios salieron, haciendo que mis ojos se aguaran; ¿de verdad valdría para ésto?.

-Ssshhhh... no cariño, no llores- Edward me apretó contra su costado, acariciándome la cintura. Esme y Carlisle, con dos matrimonios, que habían presenciado toda la escena, nos rodearon.

-No les hagas caso hija... ellos son así siempre- me dijo Esme, poniéndose a mi lado. Carlisle estaba muy serio.

-Lo lamento mucho; igual les he contestado involuntariamente de malas y no debía haberlo hecho- musité, pesarosa y cabizbaja.

-No te disculpes Bella... has estado muy bien, y les has contestado con mucha educación. Carlisle está enojado porque la historia se repite... sus padres conmigo tampoco fueron muy amables, pero no se ha enfadado contigo- me explicó ella, un poco molesta. Una de las señoras, morena y bajita, se dirigió a mi.

-Lady Ane siempre tan amable- rodó los ojos -has estado muy bien querida, no te preocupes- me consoló.

-Bella, te presento a Lord Arthur y Lady Patricia, Duques de Connaught- y a Lord Patrick y Lady Olga, Marqueses de Londonberry- mi suegro se dirigió a mi con una sonrisa tranquilizadora -estudié con ambos en mi juventud, y somos grandes amigos- me indicó.

Por suerte, todos ellos fueron muy amables, y las mujeres se dedicaron a poner un poco verde a Lady Ane... en verdad eran muy simpáticas. Conseguí relajarme, y poder olvidar un poco el desagradable incidente. Cinco minutos antes de que empezara el segundo acto, se despidieron de nosotros, diciendo que seguro que nos volvíamos a ver pronto.

-Cariño, no estés triste... y has hecho muy bien en responderles- no pude evitarlo, y me abracé a Edward, escondiendo mi cara en su cuello.

-Por supuesto que sí... ¿quién se creen que son?- Alice estaba indignada. Respiré profundamente, levantando mi cabeza.

-Bella hija... no les hagas ni caso. Estás haciendo un gran esfuerzo, sabemos que eres muy tímida... y poco a poco vas venciendo obstáculos- Carlisle se acercó a mi, tomándome por los hombros -ese es el pequeñísimo sector de la nobleza ultra conservadora que todavía existe... viven estancados en el siglo XIX- refunfuñó. Ente todos lograron animarme un poco, eran demasiado buenos conmigo. Alice me dio un vaso de agua, en verdad lo necesitaba.

-Lo estabas pasando tan bien Bellie... olvídate y disfruta de lo que queda- me aconsejó. Vi a Edward mirarme preocupado, y decidí seguir el consejo de mi cuñada. Además... sabía que no le gustaría a todo el mundo, y lo asumía... pero los nervios que tenía esa noche, por ser el primer acto al que acudía con la familia y todo eso, me jugaron una mala pasada. Volvimos a acomodarnos en el palco, y al apagar las luces, sentí que Edward tomaba mi mano, en un gesto protector. Sonreí de vuelta, posando mi otra mano, encerrando la suya, y así permanecimos hasta que el telón bajó.

0o0o0o0o0o0o0o0

Días después de la noche en el Convent Garden, Edward y yo estábamos una noche en nuestra habitación, viendo la televisión. Las imágenes de esa noche todavía se repetían, y eran comentadas con minuciosidad. El debate en Sociedad Inglesa había comenzado.

-Isabella estaba espléndida- decía una de las colaboradoras -nunca pensamos que elegiría ese tipo de estilismo... ha sido sorprendente-.

-Sólo había que fijarse en la cara del príncipe- dijo otra con una sonrisa pícara. Me reí, mientras Edward rodaba los ojos.

-Ese vestido no era apropiado en absoluto.. tanta gasa... no estábamos en el carnaval de Río de Janeiro- dijo un hombre entrado en años, canoso y monárquico a ultranza... Víctor Zimman... al que seguía sin caerle muy bien.

-¿Por qué no?; ¿acaso habría ido mejor con un corsé y cuello alto... rememorando el medievo?- la voz burlona de otra periodista resonó.

-La princesa Alice también iba moderna y juvenil- dijo la presentadora, con el ceño fruncido.

-No me compares el porte de la princesa Alice con el de Isabella. El modelo que vestía la princesa era de...- la primera chica que habló, le cortó la palabra.

-Este hombre es tonto- siseaba Edward entre dientes.

-Pues para tu información, querido Víctor... te diré que no estás muy puesto en moda y tendencias. Ese disfraz, resulta que es un modelo de alta costura, de un prestigioso diseñador inglés- le rebatió.

Edward y yo nos reímos, el pobre hombre no sabía por dónde salir.

-Aparte de lo espléndida que iba, tanto de ropa como de joyas... se nota que está aprendiendo a actuar en público... y lo está haciendo muy bien- Mathilde, la experta en protocolo, habló, dejando a Víctor con la palabra en la boca.

Edward apagó la tele... en verdad éramos masocas... todos los viernes que podíamos veíamos sociedad Inglesa, para ver que decían de nosotros.

-Dentro de una semana nos vamos a Italia- recordé con una sonrisa, mientras me acomodaba en su pecho.

-Si... el avión sale a las seis de la tarde del domingo... esta semana hablaremos con Maguie, repasando la agenda- me recordó.

-Está bien... ¿por qué vamos de nuevo a la inauguración?; fuiste allí para eso, durante uno de los meses que estuvimos separados- interrogué.

-En esa ocasión hubo problemas de organización a última hora, de modo que cumplí con el resto de la agenda, pero la velada se anuló- me explicó. Asentí con la cabeza.

-Te va a encantar Roma mi vida... y Venecia- me dijo.

-¿Pasearemos en góndola?- pregunté ilusionada, cual niña pequeña. Asintió divertido.

-Iremos dónde tu quieras- suspiré emocionada, impaciente por que llegara la semana que viene.

 

Capítulo 34: Una pareja más o menos normal Capítulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445245 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios