Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
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Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 32: Volviendo a vivir

EDWARD PVO

Desperté casi a media mañana, después de un gratificante y reparador descanso, cómo hacía mucho que no tenía. Me estiré a gusto, recordando con una sonrisa el día anterior... y haciéndome todavía a la idea de que no era un sueño. Me giré al lado contrario, encontrándome la cama vacía. Las sábanas revueltas y la almohada ligeramente hundida dejaban ver que no había dormido solo, que mi niña estaba aquí, conmigo... aparte del característico perfume de Bella, que estaba por toda la habitación.

Me incorporé lentamente, buscando mis boxers, que encontré en una silla, puestos ahí por Bella, estaba más que seguro. La puerta del baño de abrió, apareciendo mi novia, más guapa que nunca, si era eso posible, con unos pantalones vaqueros piratas, unas sandalias blancas y una camiseta, blanca con dibujos negros. Venía secándose el pelo con una toalla, e intentando no hacer ruido. Al verme despierto su preciosa sonrisa apareció de nuevo, acercándose a mi. Sus ojos volvían a tener ese brillo tan característico de ellos, y el leve rubor en sus mejillas hacía que ya no se viera tan pálida y triste.

-Buenos días; siento haberte despertado- me dijo una vez paró a mi altura, dejando la toalla encima de la cama. La rodeé con mis brazos, estrechándola entre ellos.

-Buenos días cariño, no me has despertado- le aclaré, agachando la cabeza y dándole un beso, que ella devolvió gustosa.

-Echaba de menos mis besos de buenos días- le dije con una sonrrisilla pilla e inocente. Rió por mi comentario, mientras se acomodaba entre mis brazos.

-Ahora te los daré todos los días- me aclaró.

-Y no sabes lo que me gusta esa parte de la cuestión- añadí -¿cómo estás?- mi voz cambió a un tono un poco serio. Evidentemente, estaba irradiando felicidad por los cuatro costados... pero me preocupaba mucho Bella, no quería que estuviera tan asustada e intimidada.

-Ahora estoy tranquila y relajada, más o menos- aclaró con un gracioso mohín- tengo muchas preguntas que hacerte- me señaló, sonriendo avergonzada- pero si te soy sincera, ha sido la primera noche en mucho tiempo que he dormido del tirón- susurró en voz baja.

Besé el tope de su cabeza, intentando tranquilizarla un poco.

-No sabes cuánto he extrañado tus abrazos- me explicó, apoyándose más en mi- siento que nada me puede pasar dentro de ellos-.

-En eso llevas razón; si alguien te vuelve hacer el mínimo daño, responderá ante mi, y no seré tan benevolente- en mi fuero interno, jamás me perdonaría por cómo la traté aquella noche... sus lágrimas se grabaron en mi mente... y a veces esa imagen volvía, torturándome. Ella me miró, con el ceño fruncido.

-Edward... eso ya pasó; por favor... ahora sólo tenemos que preocuparnos de los ajetreados meses que nos esperan. Tienes que enseñarme muchas cosas- explicó, mientras aparecía una sonrisa de nuevo en su cara.

-Mi niña manda... pero primero me voy a duchar, y luego vamos a desayunar; estás muy delgada- le dije con cierto reproche. Rodó los ojos, mientras salía de mis brazos y volvía a entrar en el baño, para terminar de prepararse.

Quince minutos después, salíamos arreglados, camino del comedor. Por el camino nos encontramos con mi hermana y con Jasper, que ya habían desayunado.

-Buenos días- les saludó Bella, con una sonrisa.

-Ya era hora... son casi las once de la mañana- dijo la pequeña duende, haciendo que mi novia se pusiera roja.

-Estaba cansada del viaje- se excusó inocentemente. Jasper me miraba con una sonrisa pícara, que yo intenté ignorar, resignado.

-¿Papá y mamá?- interrogué.

-También han desayunado. Se han ido a dar una vuelta; Bella, después te veo, tenemos que hablar- mi hermana no dejaba de dar saltitos mientras hablaba.

-Está bien, pero cálmate; sino no llegarás viva a junio- le recomendó, divertida. Una vez conseguimos llegar al comedor y desayunar tranquilos, Bella tomó mi mano, conduciéndome a los jardines. El día estaba un poco frío y con niebla.

-Veo que empieza el interrogatorio- objeté, viendo la expresión de su carita, señal de que estaba pensando algo qué decir. Al de un minuto, por fin habló.

-¿Dónde viviremos cuándo estemos casados?- entrelacé nuestros dedos, y empezamos a caminar.

-Pues... en Londres- repuse divertido. Ella me miraba con una ceja arqueada.

-Eso ya lo sé; me refiero el sitio concreto- explicó con un suspiro de paciencia -¿por qué te encanta hacerme rabiar?- preguntó en un murmullo, pero la oí.

-Refunfuñando eres adorable, ya te lo dije una vez- contraataqué, mientras me acercaba a ella y dejaba un beso en su frente -volviendo a tu pregunta... en Buckingham. Tendremos nuestra propia ala privada, en palacio, al lado de las dependencias privadas de la familia- ella asintió con una sonrisa.

-Me lo imaginaba. Así no nos separaremos mucho de tus padres y del personal- meditaba en voz alta.

-Y si queremos intimidad, te aseguro que podemos evitar cruzarnos con alguien; ya sabes que eso es inmenso- apostillé -en septiembre, al volver a Londres, empezarán con las reformas. Creo que estos meses tendremos que mudarnos a otra habitación, mientras tanto-. Proseguimos el paseo, y otra pregunta apareció en los labios de mi niña.

-Veintitrés de junio... ¿dónde?-.

-Una vez te pregunté cual preferías. Por volumen de invitados sólo tenemos esas dos opciones- le recordé sonriendo -¿cuál te gusta más?-.

-Personalmente, me gusta más la catedral de St. Paul- dijo ella -¿qué te parece?, ¿prefieres Westmister?-.

-A mi también me gusta más St. Paul- confesé -mis padres se casaron en Westminster, pero mis abuelos- le conté, jugando con el anillo de su mano- se casaron en la catedral-.

-¿De verdad?; nunca me lo habías contado- me interrogó sorprendida. Asentí con la cabeza, mientras pasaba un brazo por sus hombros. Ella rodeó mi cintura con uno de los suyos, tomando mi mano que quedaba libre entre la suya.

-¿Podremos prepararla nosotros?; es decir, sé que tendremos que pedir ayuda, por toda la gente importante que vendrá y esas cosas... pero me gustaría poder ayudar en algo- preguntó con cautela.

-Claro que sí, cariño. Y tu padre y Sue también deben dar su opinión. Por eso no te preocupes, será una boda preciosa... y nos ocuparemos personalmente- le aseguré -en el fondo, a mi también me gustaría ocuparme del asunto, y no dejar que la organización del protocolo la organice- me dio la razón, suspirando tranquila.

-¿Habrá muchos invitados?-.

-Pues... a ver; representantes de las Casas Reales, jefes de Estado, aristocracia- ella me miró, sin entender -Jasper es el duque de Norfolk... pero hay más gente con título de nobleza, ya los conocerás- le expliqué- personalidades... y obviamente, familia y amigos- terminé de enumerar.

-¿Podré invitar a Ángela, y a Ben... y mi padre podrá invitar a gente de Forks?-. Me paré de repente, extrañado por la pregunta.

-¿Por qué preguntas eso?-.

-Es que... no es una boda normal, por decirlo de alguna manera, y quizá el protoc... la callé con un pequeño beso, era la única forma.

-Bella... por encima de todo eso, es nuestro día... tu día... y por supuesto, tu padre tiene carta blanca para invitar a quién quiera; es la boda de su hija- le expliqué -olvida un poco el tema del protocolo; no te agobies con eso. Verás que no es para tanto... pero una vez volvamos a Londres, Maguie te va a volver loca... ya hay algunos compromisos cerrados... y un par de viajes... y ahora vas a venir conmigo- le dije con una pequeña risa.

-Es lo que llevo esperando. Me sé la teoría, más o menos... tendré que acostumbrarme a ir de tu brazo- dijo ella, soltándose de mi agarre y dándome el brazo, mirando nuestros cuerpos y la posición de ellos -si te doy la mano... ¿me salto el protocolo?- interrogó curiosa.

-Ya lo averiguarás el día del anuncio del compromiso- respondí, divertido por las ocurrencias de mi niña -cuándo vayamos a algún acto con mis padres, tu estarás a mi lado. Yo debo estar unos pasos por detrás de los reyes... pero tú a mi vera... independientemente si aun estamos solteros... menos cuándo sea un acto militar, a menos que quieras venir conmigo, a pasar revista a las tropas- sonreí por la ocurrencia, mientras ella me golpeaba juguetonamente el brazo.

-Me quedaré sentadita, no te preocupes.- respondió medio riéndose. Continuamos con nuestro relajado paseo, entre risas y preguntas. Al final llegamos a nuestro lugar secreto, ese en que tanto aquí como en Londres, nos perdíamos del mundo.

-Echaba de menos este sitio- me acomodé con la espalda apoyada en el árbol, y ella se sentó a horcajadas encima mío, escondiendo su carita en mi cuello. Pasé las manos por su espalda, y pude sentir su ronroneo, señal de que estaba cómoda.

-¿Alguna pregunta más?- interrogué.

-Uffsss... me quedan un montón; pero ya las haré. Ahora sólo quiero estar contigo- susurró, su aliento hizo cosquillas en mi cuello, poniéndome la carne de gallina.

Nos quedamos callados, disfrutando simplemente de la compañía del otro. Su pequeño cuerpo, amoldado al mío, se estremecía cada vez que pasaba una mano por su espalda. No nos dimos cuenta de que mis padres se acercaban a nosotros, iban de la mano, hablando, hasta que se percataron de nuestra presencia.

-Cariño, mis padres- le susurré, dejando un pequeño beso en su mejilla. Miró para atrás, levantándose en el acto.

-Buenos días hijos- nos saludó mi padre, mientras nos acercábamos a ellos.

-Buenos días- respondimos a coro.

-¿Has descansado del viaje?- mi madre se acercó a Bella.

-Lo necesitaba- dijo mi novia, agarrándose de su brazo.

-Bella, ¿te importa que te robe a tu prometido?; sólo será una hora, a lo sumo- le preguntó mi padre. Ella asintió con la cabeza.

-Volveré enseguida, te lo prometo- dejé un pequeño beso en sus labios, para alejarme con mi padre.

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Me quedé con Esme, mirando cómo se alejaban los dos y entraban en el palacio.

-¿Quieres pasear?; hace mucho que no hablamos- me dijo ella, guiñándome un ojo. Nos perdimos por los jardines, cómo siempre habíamos hecho.

-¿Eres feliz?- la pregunta de Esme me sacó de mis cavilaciones.

-Mucho... a veces creo que estoy soñando- musité, mirando mi anillo. Me giré hacia Esme, mirándole la mano y buscando el suyo. Ella se dio cuenta de mis intenciones, y elevó el brazo. Un impresionante anillo, con una preciosa esmeralda rodeada por diamantes, relució.

-Impresiona cuándo lo ves- me explicó -lo primero que le pregunté a Carlisle era a ver si era de verdad- dijo con una risa.

-También yo hice eso- respondí cómplice, bajando la vista del nuevo al mío. La luz natural hacía que las aguamarinas adquieran una tonalidad un poco más oscura, sin llegar al tono de los zafiros, aparte del brillo del diamante central.

-Es precioso- murmuré -¿a Carlisle no le importa que lo lleve yo?-.

-En absoluto Bella; está más que orgulloso de ello. Se os nota la felicidad a leguas... sé que lo has pasado muy mal hija, al igual que Edward. Todos estos meses he hablado con Sue, y con Alice y Rose; me iban contando-.

-Sue nunca me lo dijo... pero sabía que por algún lado u otro, lo sabrías- repuse.

-Pero todo eso ya ha pasado... ahora estáis juntos, vais a casaros... podrás acompañarle. Edward lleva esperando eso mucho tiempo. Conozco a mi hijo, y sé que nada más verte, el primer día de universidad, se enamoró de ti- me contaba.

-La primera vez que le vi fue en la televisión, en un programa de la prensa del corazón. Salieron imágenes vuestras... y después él con Alice- le conté, recordando esos tiempos.

-¿Y qué te pareció?- la curiosidad de mi suegra, rozando el cotilleo, me hizo mucha gracia.

-Guapísimo- al decir ésto, me puse roja de vergüenza -lo que jamás me podía imaginar, es que compartiría clase con él... gracias a que llegué tarde, me tuve que sentar a su lado- seguía relatando. Esme me escuchaba atenta e interesada.

-La primera vez que me dijo que me amaba casi me caigo del susto- recordé con una sonrisa -pero tenía miedo, de no ser adecuada para él, de causarle problemas... pero también le amaba... aunque pensara que el sacrificio estaba en que yo renunciara a nuestra felicidad- Esme me miraba sin comprender.

-Después de todo lo ocurrido, con el lío de las fotos y de nuestra ruptura... tenía miedo de lo que pensara la gente. Me pidió que me casara con él antes de irme a Forks... le dije que no; pero mi padre...- le expliqué, pero me interrumpió.

-Eso me lo contó Sue ayer. Créeme, te entiendo mejor que nadie. Yo también he pasado por esos temores- me relataba.

-Pero no puedo estar sin él... me va a costar acostumbrarme a ésto... per...- me cortó.

-Todos vamos a ayudarte, eso ya lo sabes. Aprovechad estas semanas... en cuánto volvamos a Londres, empezará el jaleo- me recordó.

-Eso me lo puedo imaginar... Edward me ha explicado dónde viviremos... y hemos decidido el lugar de la boda- le conté. Ella me miraba, esperando las novedades.

-En la catedral; nos gusta más que Westminster- le aclaré.

-Es muy bonita. Después habrá cena y baile en palacio- me explicó.

-¿Habrá celebraciones unos días antes, cómo en el resto de los países europeos?- indagué curiosa.

-Eso lo hablaremos; tres días antes es el cumpleaños de Edward... pero si, habrá cena de gala, y seguramente, el gobierno organizará actos en vuestro honor, para todos los invitados. Podríamos hacer que coincidiera con su cumpleaños- digería las palabras de Esme, pensando las reacciones.

-¿También podrán ir mi familia y amigos?, ¿o sólo es para los invitados reales?-.

-Claro que podrán venir, cielo. Por eso en septiembre, el día del anuncio, tu padre y Sue estarán aquí. Vamos a empezar a discutir todas esas cuestiones... pero obviamente, tu familia y amigos son invitados prioritarios... por mucho rey y presidente que venga- me tranquilizó.

-¿Estabas muy nerviosa el día que se anunció vuestro compromiso?-.

-Un poco, pero Carlisle me tranquilizó. Al final fue todo bien... y el vuestro será así... te preocupas demasiado- dijo palmeando mi mano.

-¿Qué me pongo?- murmuré, resoplando fastidiada... pero Esme me oyó.

-Alice te ayudará con eso. No tienes que vestir muy seria, eres joven. Hoy en día hay trajes muy juveniles, para todas las ocasiones. No tienes que ir con un traje chaqueta serio y recatado. Hoy en día hay trajes muy bonitos y actuales, vestidos y abriguitos a juego, vestidos de fiesta... bolsos, sombreros, tocados... tranquila por eso-.

-Tendré que renovar mi vestuario- musité -quiero estar bien- dije, mordiéndome el labio -voy a arruinar a Charlie y Sue-. Ella rió divertida, por mi comentario.

-En parte... y otra parte te lo regalaré yo misma- me ofreció.

-Esme... no quiero que gastéis todo ese dinero- protesté.

-Debo convertirte en la mejor princesa que haya tenido Gran Bretaña. Tómalo cómo mi regalo... y el de Alice- estaba asombrada, eran todos tan generosos conmigo.

-Sin embargo, el traje de novia te lo van a regalar tu padre y Sue, ayer me lo dijeron- me confesó cual secreto de estado -¿tienes una idea de lo que quieres llevar?-.

Suspiré... mi traje de novia... algo sí había pensado. Iba responderla, cuándo vimos a Edward y Carlisle acercarse a nosotras.

-¿Ya habéis terminado?- le preguntó Esme a su marido.

-Si, ahora te contará Edward- me dijo mi suegro.

-¿Hay algún problema?- pregunté asustada. Edward se acercó a mi, rodeándome la cintura.

-No cariño. Simplemente iba a contarte nuestro primer viaje oficial- dijo con una sonrisa inocente. Abrí los ojos, por la sorpresa.

-Iba a ir yo sólo... pero dado los acontecimientos, ahora tendré compañía. ¿Qué piensas de ir a Italia?- literalmente pegaba saltitos, al igual que mi cuñada.

-¿De verdad?, ¿cuándo nos vamos?- interrogué.

-A finales de octubre, una semana. Los próximos viajes serán cuándo hayamos hecho los exámenes finales, en febrero. Estaremos tres días en Roma; se inaugura el nuevo edificio de la Embajada, y hay algunos actos más a los que tendremos que asistir. Después, los cuatro días restantes, nos dedicaremos a hacer turismo, de forma privada-.

-¿Podemos hacer eso?- mi mente vagaba ilusionada, imaginándome a los dos, paseando de la mano, cómo una pareja normal, por las calles de Roma.

-Claro que sí. Estos años he ido sólo a los viajes, o con mis padres y mi hermana... de modo que cumplía mis obligaciones, y para casa- me relató -recorreremos Roma dos días... después nos vamos a Venecia- me llevé las manos a la boca, impresionada y feliz.

-Esta es una de las ventajas de nuestro trabajo- decía Carlisle, pagado de si mismo.

-¿Te hace ilusión?- sondeó mi novio, mirándome fijamente. Me lancé a sus brazos, riendo contenta.

-Claro que sí... es un sueño; gracias por dejarme ir. Sé que los primeros días tendremos trabajo -aclaré- ante la divertida mirada de Esme y Carlisle.

-Vaya... ella se lo toma más en serio qué tu- decía Carlisle, picando en bromas a su hijo.

-Gracias por tu confianza, papá- le devolvió la broma, ante las risas del resto. Nos dejaron a solas, y le di un gran beso a Edward, en agradecimiento.

-¿Y eso?- preguntó divertido, una vez le liberé.

-Por todo... ir a Italia siempre ha sido uno de mis sueños... bueno, conocer Europa- le recordé. El negó con la cabeza, acariciando mi mejilla con la palma de su mano.

-Hay tantos lugares qué quiero enseñarte... y ahora tendré la oportunidad de hacerlo- me dijo, sonriendo contento.

-Y no podría tener un guía mejor- añadí, guiñándole y ojo y besándole otra vez, con mi corazón de nuevo en su lugar, cómo siempre debió haber sido.

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Esas semanas de agosto pasaron muy rápido. Apenas me separé de Edward; después de tantos meses alejados, lo único que queríamos era estar juntos, y disfrutar de nuestra mutua compañía.

Finalmente, mi examen se adelantó unos días, de modo que en vez del ocho, lo tuve el tres de septiembre, y gracias a dios, lo aprobé sin problemas. Regresamos a Londres dos días antes, coincidiendo con la vuelta de Emmet y Rosalie. Mi amiga, nada más verme, se arrojó a mis brazos, felicitándole y brincando de alegría según le iba contando las novedades. Se pasó media hora con su cara pegada a mi mano, girándola y alejándola, para observar el anillo y estudiarlo con todo el detenimiento del mundo.

Emmet también me dio uno de sus abrazos de oso, hasta que Edward le paró, viendo mi cara, verde del mareo... pero con Edward hizo lo mismo, cogiéndole y dándole vueltas cómo si estuvieran bailando. También recibimos la felicitación del personal; todavía recordaba emocionada cómo nos abrazaron Emily y Maguie. Después de hablar con mi padre y Sue unas cuantas veces, quedaron en que llegarían el día veinte a Londres. El día para el anuncio quedó fijado el veintitrés, pero se mandaría una nota de prensa sólo dos días antes, convocando a los medios y dando la noticia de forma oficial.

Finalmente, tuve que renunciar a la beca; no estaba bien visto que la futura princesa de Gales estuviera becada, dado los recursos económicos que tenía la familia real; después de largas conversaciones entre nuestros padres, al final Charlie no dio su brazo a torcer, diciendo que el se encargaría gustoso de mi último año de estudios, pese a las protestas de Carlisle, que insistía en hacerse cargo.

La casa real también habló con el decano del King´s College; claro está, le tuvieron que contar la situación, rogándole encarecidamente que por favor, no dijera ni una palabra acerca de la boda, hasta que se hiciera oficial. Aceptaron nuestra petición sin problemas. Había algunas asignaturas de cuarto que tendríamos que estudiar los dos cuatrimestres de golpe; otras en las que podríamos complementarlo con trabajos y ensayos... y el proyecto de fin de carrera, por llamarlo de alguna manera. Finalmente, decidimos que escribiríamos el proyecto final, para exponerlo a finales de mayo, delante de un tribunal evaluador, junto con otros alumnos de quinto curso.

Ayudada por Rose y un empleado de palacio, recogí las pocas cosas que había dejado en el apartamento del campus de Grenwich, para llevarlas al que sería mi hogar a partir de ahora. Por orden de Carlisle y Esme, Preston había mandado llamar a un arquitecto, para que hiciese el proyecto de lo que sería nuestra casa, por decirlo de alguna manera. Cómo las obras estaban por empezar, decidimos pasarnos a otra habitación, de modo que estuvimos dos días de mudanza. Un poco apartadas del resto, teníamos una pequeña sala, con un espacio para estudiar, el dormitorio y un enorme baño... y un pequeño cuartito pequeño, que sería, cómo decía Alice, mi armario provisional... aunque fuera un poco más pequeño que mi cuarto de Forks.

La prensa se dio cuenta de que había ajetreo en palacio, y las sospechas y rumores que el príncipe y su novia habían retomado la relación no se hicieron esperar; sobre todo el día en que nos descubrieron de incógnito en una tienda. Rose se había apuntado a las compras, que no pude aplazar más, para mi interno pesar. Alice, ella y yo recorrimos las más exclusivas boutiques de Londres.

Dado que mi pequeña cuñada era de sobra conocida por las tiendas, me pasé tres días enteros de probador en probador. Compré desde ropa interior, hasta zapatos, pasando por trajes, vestidos, ropa informal, vestidos de noche, tanto largos como cortos. Incluso sombreros y tocados.

Reconozco que Alice y Rose tenían un gusto impecable; la única condición que les puse es que quería cosas sencillas. Ellas rodaron los ojos, diciéndome que la sencillez no estaba reñida con la elegancia... y en el fondo tenían razón, sobre todo al verme enfundada en uno de los vestidos de fiesta, del que me enamoré al instante, nada más la dependienta me lo enseñó. Al ver la etiqueta, por poco me caigo al suelo; jamás pensé que vestiría ropa de diseñadores tan conocidos... pero el vestido era un sueño, no lo podía negar.

Me sentí mal la noche del segundo día de compras, hablando con Charlie y Sue; el dinero que mi padre me dio al venir a Londres iba bajando poco a poco, debido a las compras. Aunque Alice y Rose me regalaron cosas, al igual que Esme, Carlisle y Edward, me sentía rara gastando tanto dinero... y un poco culpable, no lo podía negar. Mi padre me dio un sermón, al igual que Sue, diciéndome que para algo que podían pagar ellos sin discutir, siempre de buenas, con los padres de Edward, que no protestara tanto y que les dejara hacerlo.

También llame a Ángela mientras estuvimos en Windsor. Contándole las noticias... e invitándoles a la boda. Sabía que tanto ella como Ben guardarían el secreto, y no me equivocaba. Edward y yo casi la podíamos sentir pegar brincos por su casa de Forks. Por supuesto que aceptaron encantados, y le prometí que en Navidades le llevaría la invitación. Le pedí a Edward pasar mis últimas navidades de soltera en mi casa, a lo que él accedió gustoso, incluso dijo que vendría conmigo.

De eso estábamos hablando una mañana, a una semana de la llegada de mis padres, cuándo Preston llamó a la puerta de nuestra habitación.

-Adelante- miré extrañada a Edward, no esperábamos ni visita ni teníamos que hablar con nadie esa tarde; su respuesta fue encogerse de hombros, sin saber nada él tampoco

-Perdonen por la interrupción alteza, señorita Isabella; sus padres los esperan en la sala- nos informó.

-¿De qué se trata?- preguntó curioso mi novio, mientras nos levantábamos del sofá.

-Mejor vengan conmigo; allí les explicaremos- nos dijo, para después salir de la habitación.

-¿Pasa algo?, ¿hay algún problema?- Edward me tomó de la mano, intentando tranquilizarme.

-No lo sé cariño, pero estate tranquila- asentí mientras llegábamos a la sala. Aparte de sus padres, todos estaban allí, tanto mis cuñados como Rose y Emmet, al igual que Sam.

-¿Pasa algo?- preguntó inquieto, al ver las caras que reinaban en la sala. Esme tenía los ojos rojos, signo de qué había estado llorando; la cara de mi suegro brillaba de sudor, a cuenta del cabreo que tenía encima.

Alice se acercó a nosotros, tendiéndonos un sobre. Edward lo cogió, preguntándole con la mirada.

Varias fotos, de tamaño de un folio, aparecieron en nuestras manos. En ellas se veía una gran casa, que no reconocí. Varias personas salían y entraban de ella... y en una de esas fotos, estaba Félix.

No entendía nada; estaba claro que se trataba de lago de las dichosas fotos. Miré a Edward, esperando una explicación... y de verdad, me dio miedo. Sus ojos se salían de las órbitas, y la vena de su cuello se fue hinchando, llena de rabia.

-¿Qué ocurre?; Edward, me estás asustando.

-Es la casa de Eleazar y Victoria- me explicó, siseando furioso.

-¡Qué!- estaba tan sorprendida, que caí al sofá, aterrizando con un pequeño bote. Ahora entendía las lágrimas de Esme... y las caras de furia y de rabia contenida.

-Cuándo fuimos a comer a casa de Eleazar por su cumpleaños, Tanya hizo un comentario... bastante sospechoso, acerca de las fotos- nos explicó Jasper. Miré incrédula a Edward.

-¿Por qué no me dijiste nada?- soltó las fotos encima de la mesa, sentándose a mi lado.

-Yo no fui, estaba de viaje oficial... y tampoco me contasteis nada- le reprochó a su hermana.

-Tampoco le contamos nada a papá y mamá; teníamos que tener pruebas contundentes... de modo que les pedimos a nuestros amigos periodistas que vigilaran a Félix y a Eleazar- aclaró mi cuñada.

-Al pillar a Félix, dedujimos que se pondría en contacto con sus compinches, ya que nos dijo que no había actuado sólo- Sam hablaba, todavía incrédulo por las noticias.

-Y lo qué dijo Tanya... nos dio que pensar- acabó Jasper.

-¿Qué dijo?- pregunté en un susurro.

-Estaba sorprendida; obviamente era una fachada perfecta... pero insinuó algo así que cómo era posible que le hubieran robado las fotos a Edward- nos explicó.

-De sus documentos privados- añadió Jasper.

Cómo no lo pensamos antes... Eleazar y su familia...pero era impensable que le hiciera eso a su propia hermanastra. Sabía que Tanya perseguía a Edward a toda costa, pero nunca imaginé que su venganza fuera de ese calibre. Miré a mi prometido, paseando furioso de un lado a otro del salón, revolviéndose el pelo y jurando en hebreo.

-Cálmate cariño- me puse de pie, llegando a su altura. Me tomó de las manos, suspirando enfadado.

-No puedo calmarme... nos han hecho mucho daño, nos la han jugado... ¡y por su culpa, hemos estado sufriendo muchos meses!- terminó de decir, elevando bastante el tono de voz.

Asentí derrotada, mientras me miraba se posaba en Esme. Para ella había sido un palo tremendo, su propia familia había hecho todo ésto. Me acerqué a ella.

-Lo siento mucho Esme- ella palmeó mi mano, en un gesto tranquilizador.

-Tú no tienes la culpa de nada hija... nunca me he llevado especialmente bien con Eleazar... pero no me esperaba esta puñalada por la espalda- me dijo, conteniendo un pequeño sollozo.

-¿Qué vamos a hacer?- Rose, tan sorprendida como todos, hizo la pregunta que me hacía yo para mis adentros.

-Desde luego, llamarlos y que nos lo expliquen... pero ésto no quedará así; éste no me conoce cabreado- murmuraba Edward entre dientes. Carlisle me dirigió una mirada tranquilizadora.

-Te aseguro que van a responder ante mi, Bella. Y van a pagar todo el daño que han causado- nunca había visto tan enfadado a mi suegro... en verdad intimidaba.

-¿Y si nos lo niegan?- la pregunta de Emmet resonó en la habitación.

-Vamos a llamar a Félix el mismo día. Les someteremos a un careo- Preston respondió a la pregunta.

-Hay pruebas contundentes... asustándoles un poco, alguien terminará confesando- dijo Sam.

-Esme va a llamar a Eleazar esta misma noche, fingiendo de que no pasa nada. Les haremos venir aquí, con la excusa de que les invitamos a comer- nos explicó Carlisle.

Después de unos minutos hablando, Sam tomó de nuevo la palabra.

-Majestad; los periodistas que han vigilado la casa de Eleazar están aquí todavía. Ellos mismos han traído las fotos en mano- nos dijo.

-Que no se vayan todavía. Quiero darles las gracias, por todo lo que han hecho. Alice, Jasper, venid con nosotros -se giró, mirándonos a Edward y a mi- ¿queréis salir también?-.

Miré a mi novio, esperando su respuesta.

-¿Pueden vernos juntos?- le pregunté.

-No creo que digan nada; sabrán guardar el secreto hasta dentro de una semana- nos aclaró Sam.

Se adelantaron todos, dejándonos a Edward y a mi unos momentos a solas.

-No puedo creerlo- murmuré. Edward me abrazó, escondiendo su cara en mi cuello.-

-Tranquila cariño... te aseguro que nos la van a pagar todas juntas, por todo lo que hemos sufrido-.

La angustia y el dolor, del recuerdo de aquellos meses horribles, volvió a mi memoria, haciendo que toda la rabia y frustración que sentía, salieran de mis ojos, en forma de lágrimas.

-Maldita niñata oxigenada- siseé cabreada.

-Tranquila cielo, eso dejámelo a mi... aunque reconozco que estás muy sexy enfadada- me dijo con una sonrisa divertida, intentando que sonriera un poco, cosa que consiguió.

-¿Quieres que salgamos?- me preguntó.

-Me gustaría darles las gracias, por todo lo que han hecho- reconocí -se lo merecen-.

-Eso es cierto; vamos entonces- me cogió de la mano, saliendo al pasillo. Me paré en uno de los enormes espejos que colgaban de la pared, arreglándome la ropa y peinándome un poco.

-Estás muy bien cariño- me piropeó Edward, esperando con paciencia. Una vez paramos tras la puerta, notó mis nervios, y me rodeó con sus brazos, dándome un beso que me dejó atontada.

-¿Preparada?- suspiré profundamente, tomando su mano y adentrándonos.

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Salón azul del Palacio de Buckingham

Jacob, Seth y Leah abrieron los ojos por la sorpresa cuándo vieron entrar allí a los mismísimos reyes, acompañados de la princesa Alice y del duque de Norfolk, seguidos por Sam Ulley.

-Señor Black, señor Clearwater, señorita Leah. Queremos darles las gracias, por todo lo que han hecho- la voz del rey denotaba simpatía y cercanía. Nunca lo habían visto fuera de las ruedas de prensa, y por supuesto, era la primera vez que se dirigía directamente a ellos, sin protocolo de por medio.

-Gracias por aclarar este embrollo- la reina estaba triste y consternada.

-No se merecen. Se hizo mucho daño a dos personas que no lo merecían en absoluto. Lamento que haya tenido que enterarse de esta manera, majestad- Leah se dirigió a la reina, suponiendo cómo lo estaba pasando por su mente.

-Era impensable que los Platt estuvieran metidos en el lío- añadió Seth.

-Pero cuándo la princesa nos relató la conversación con su sobrina... sospechoso era, indudablemente- relató Jake.

-De verdad, muchas gracias por todo. Espero volver a verles por aquí, cubriendo los actos y ruedas de prensa oficiales. Sam hablará con sus superiores, tendrán acreditaciones permanentes; desde ahora consideren ésta su segunda casa- se miraron sorprendidos, y agradecieron de corazón las palabras del rey.

-Hagan llegar nuestros saludos al príncipe Edward- dijo Leah.

-Y que ha sido un auténtico placer poder aclarar todo este tema- añadió Jake. Los reyes se miraron con una sonrisa cómplice.

-Se la van a dar ellos mismos- se miraron sin entender nada. El ruido de la puerta, hizo que giraran sus cabezas. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, al ver aparecer al príncipe Edward... de la mano de Isabella.

El príncipe les dirigió una mirada tranquilizadora; la pobre chica estaba un poco roja de vergüenza, agarrada fuertemente de la mano del príncipe.

-Sé que lo conocen, pero no en persona. Les presento al príncipe Edward... y a su prometida, la señorita Isabella Swan- la voz de Sam resonó en la habitación. Seth y Jake se miraron asombrados, mientras Leah esbozaba una gran sonrisa.

La pareja de acercó, y Edward les ofreció su mano, al igual que ella.

-Es un placer conocerles personalmente- la suave voz del príncipe hizo babear mentalmente a Leah... qué chico tan encantador.

-El gusto es nuestro alteza, señorita Isabella; y dejen que les demos la enhorabuena- Seth habló con cautela, en nombre de los tres.

-Muchas gracias; supongo que pondrán guardar el secreto, hasta el día veintitrés- les dijo el príncipe, mirando a su novia con una pequeña sonrisa, que ella correspondió tímidamente.

-Ese día se citará aquí a los medios, para hacer público el compromiso- aclaró Sam.

-Vaya... por fin Londres tendrá una boda real- dijo Jake sonriendo de oreja a oreja. Todos rieron, incluida la real pareja.

-Nosotros también queríamos agradecerles todo lo que han descubierto, lo hemos pasado muy mal. Gracias de verdad- el príncipe miró a su prometida, tranquilizándola con la mirada. Ella se volvió a los periodistas, hablando y, por primera vez, escucharon su voz.

-Gracias de corazón. Cierto que lo pasamos muy mal con la publicación de las fotos... y jamás se hubiera sabido nada, de no ser por su ayuda- su tímido tono de voz, pero a la vez dulce y cariñoso, les dejó sorprendidos a los tres.

-Yo... quería pedirles disculpas... por haber sacado las fotos de su estancia en EEUU...- Bella y el príncipe negaron con la cabeza.

-Es su trabajo, señor Black- dijo ella.

-Cierto es que nos pilló todo de sorpresa... ahora espero que no me agobie, preguntándome cuándo me voy a casar- la broma de Edward hizo que el ambiente se relajara. La familia charló unos minutos más con ellos, en un ambiente relajado y distendido. Se despidieron hasta la próxima semana, ya que los tres estarían aquí, cubriendo el anuncio del compromiso.

-Menuda sorpresa...- Seth no sabía qué decir, estaban los tres atónitos.

-¿Queréis saber mi opinión?- preguntó Jake, una vez salieron del edificio, camino a los coches- me alegro mucho por ellos... ella es encantadora-.

-Se nota que se quieren muchísimo... y creo que vamos a tener a una princesa cercana con los ingleses- concordó Leah.

-Hacen una pareja estupenda... ¿estarán aquí los Platt el día del anuncio?- preguntó Seth, con una sonrisa malévola.

-No creo... pero la cara de la sobrinísima será un poema; me duele en el alma perdérmela- los tres rieron por la contestación de Jake... pero no se podían ni imaginar lo que iba a ocurrir en palacio mañana mismo... ni la caras de la familia Platt.

Capítulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capítulo 33: La Prometida del Príncipe

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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