Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328502
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 33: La Prometida del Príncipe

EDWARD PVO

La rabia que sentía era tal, que me daban ganas de cargarme los jarrones de palacio, pese a lo que me dijeran los de conservación y patrimonio. Cómo no se me había ocurrido antes... Eleazar... reconozco que a mi no me pudiera ni ver... pero no tengo la culpa de que no me guste su sobrina. El daño que nos habían hecho a Bella y a mi no se lo iba a perdonar en la vida, por no hablar de lo que tenía que estar sintiendo mi madre en estos momentos... traicionada por su propia familia.

Mi niña intentó calmarme... y por ella, lo hice, aunque sólo fuera una fachada. Me relajé y fuimos al encuentro de los periodistas, para agradecerles todo lo que habían hecho. Bella se agarró fuertemente de mi mano mientras entrábamos. Charlamos unos minutos con ellos, y una vez ya en nuestra habitación, después de cenar, no pude menos que abrazarla con fuerza, diciéndole lo bien que lo había hecho.

-¿De verdad qué lo he hecho bien?, estaba muy nerviosa- dijo, todavía ruborizada.

-Has estado estupenda, cariño. Se notaba que estabas un poco nerviosa, casi me rompes la mano- expresé divertido- pero es normal, ya te irás acostumbrando-.

-Lo siento- susurró con culpa, mordiéndose el labio y agachando sus ojitos -no quería hacerte daño-. Levanté su mentón con uno de mis dedos.

-No pasa absolutamente nada mi vida. Ha sido una especie de ensayo para la semana que viene... ¿crees que te soltaré ese día?, ni lo pienses- le reproché con cariño. Ella me dio las gracias con un tierno beso, que yo respondí gustoso, alzándola en mis brazos. Nunca entendería cómo había podido vivir sin sus besos... y sin ella, todos estos meses. Ella era mi otra mitad.

-¿Tu madre ha llamado a Eleazar?- me preguntó, una vez nos acurrucamos en la cama.

-Mañana por la mañana estarán aquí. También han mandado llamar a Félix- le conté.

-Tengo ganas de tenerlos delante... para que nos miren a la cara y admitan todo lo que han hecho -refunfuñó, con la frente arrugada -¿qué crees que harán tus padres?- me interrogó seria.

-No lo sé mi niña; en lo que a nosotros respecta, vetarlos en todas las ocasiones en las que estemos nosotros... y por supuesto, en las de la boda; no los quiero cerca de ti- siseé entre dientes. Ella asintió, meditando otra pregunta.

-¿Sería rebajarse a su altura, si te digo que me gustaría que los periodistas destaparan la historia, y exponerlos a ellos a la opinión publica?- suspiré pensando, mientras la acercaba más a mi cuerpo.

-Yo también lo he pensado... pero no sé si eso sería correcto por nuestra parte- dije fastidiado. Ella me dio la razón, asintiendo con la cabeza y bostezando a la vez.

-Duérmete cariño- susurré en voz baja, dejando un suave beso en su frente y tapándola. Ella siguió abrazada a mi, cerrando despacio los ojos. Lo acontecido las últimas horas me tuvo un buen rato desvelado. Observaba a Bella dormir, con las graciosas muecas que ponía. Intenté conciliar el sueño, jurándome que estos impresentables me las pagarían, todos y cada uno de los desplantes que había sufrido Bella... y el tema de las fotos.

A la mañana siguiente mi niña estaba muy nerviosa, al igual que todos los que estaban enterados de lo sucedido. Le dije a Bella que esperara fuera, que primero hablaríamos mis padres, Jasper y yo con ellos, a solas. Ella asintió, sabía que no quería cruzarse con ellos, al menos de momento.

-Tranquila cariño, no será muy difícil- le dije, tomándola de las manos y dejando un suave beso en ellas. Alice la agarró de los hombros, apartándola de mi.

-Vamos Bellie, tranquila, enseguida entraremos- ambas se alejaron, y entré al salón, dónde ya estaban mis padres y Jasper. Debíamos aparentar normalidad. Diez minutos después, nuestra conversación fue interrumpida por uno de los mayordomos, anunciando a la desagradable visita. Primero entraron Eleazar y Victoria, del brazo y con una mirada arrogante y altiva, seguidos de Tanya... con un modelito incapaz de creer. Nada más verme, se acercó a mi, con una sonrisa de oreja a oreja.

-Eddie... demasiado tiempo sin vernos- haciendo acopio de valor, me acerqué a ella, para darle dos besos. Ella se sorprendió, pero una mirada triunfal apareció en su cara. Después de saludar a mis tíos, mi padre les invitó a tomar asiento. Dejamos que ellos empezaran a hablar... y así lo hicieron.

-¿Cómo estás Edward?; te vemos muy bien- la voz de mi tía apartó la idea de mi cabeza, de pegarle un puñetazo a su marido.

-Voy mejor- repuse, encogiéndome de hombros.

-Vemos que has superado la ruptura con tu novia...pero han salido rumores de que volvéis a estar juntos- relató Tanya, de forma casual. Jasper me dirigió una perfecta ceja arqueada... con un asombro que ni el mejor actor podría interpretar.

-¿Es cierto eso Edward?; vaya... pensé que habías aprendido la lección- me dijo, sonriendo con malicia.

-¿Qué ocurre?- preguntó Eleazar, con el ceño fruncido. Mi madre contestó, con tranquilidad y parsimonia.

-Simplemente que Edward se dio cuenta de cómo era en realidad Bella... sólo ella pudo haber filtrado esas fotos a la prensa-. La cara de los tres era de total sorpresa, mirándose entre ellos.

-Entonces... ¿fue ella?- interrogó alucinada Victoria. Rodé mentalmente los ojos... ¿cómo podían ser tan falsos?.

-No tenemos otra opción. Alguien sacó las fotos del ordenador de Edward... y son fotos personales; sólo ellos las tenían- la voz de mi padre, seria, retumbó en la sala.

-Pues si fue ella... menudo problema te has quitado de encima- dijo Tanya, mandado una mirada sospechosa a su tía.

-Tenía yo razón; esa niña no era apropiada. Espero que a partir de ahora, nos des una Princesa de Gales que realmente merezcamos- dijo mi tío, pagado de si mismo. Me estaban sacando de mis casillas, no podía tolerar que hablaran así de mi Bella... empezaba el asunto.

-Pues... creo que he encontrado a la buena- canturreé contento, cruzándome de brazos.

-¿Y cuándo nos la vas a presentar?- pude entrever un deje de fastidio en la voz de Tanya.

-Vendrá luego. Era un sorpresa que os tenía preparada... pero antes quisiéramos haceros unas preguntas- mi voz se fue poniendo seria por momentos. Mi padre se levantó, cogiendo una de las fotos... concretamente, en la que salía Félix entrando en su casa.

-¿Conocéis a este hombre?- le preguntó a Victoria. Mi tío estaba impasible... pero mi tía se quedó callada, con la foto en la mano.

-Lo conocemos de verlo aquí, ha trabajado para vosotros- contestó Eleazar, sin entender nada -vino a pedirme trabajo-.

-¿Y de nada más?- me levanté, quedando enfrente de ellos.

-No- negaron a coro.

-Pues es curioso... porque el si que os conoce; es más... afirma que le pagasteis por un trabajito que hizo el verano pasado- explicó Jasper, mirando a la familia.

-Eso es mentira- dijo Eleazar al instante.

-No os preocupéis, vamos a averiguarlo enseguida- mi padre se acercó al teléfono, presionando un botón. Por la puerta aparecieron Preston, el coronel Somerland, Emmet... y el aludido. Las caras de Eleazar y su familia no tenían precio.

-Tanya... antes de explicar nada, te doy las gracias. Por descubrirte tú misma, con el comentario que hiciste acerca de las fotos de Edward... eso nos puso bajo sospecha- la explicación de Jasper dejó a la chica fuera de combate, ante la reprobatoria mirada de sus padres. Mi padre tomó de nuevo la palabra.

-Félix, ¿es cierto lo que nos has contado hace un rato?; ¿fue Eleazar el que te proporcionó el microchip para acceder al ordenador de Edward, y te pagó para que le consiguieras esas fotos?-. Mis tíos se pusieron de pie, ofendidos por la acusación.

-¡Eso no es cierto!; ¡este tipo miente!- bramó como loco.

-¿Cómo puedes pensar eso de tu propia familia?- mi tía estaba muy nerviosa.

-Precisamente, nunca me lo hubiese esperado de vosotros- habló mi madre, seria y enfadada.

-Félix, ¿es cierto?- preguntó de nuevo mi padre. Éste agachó la cabeza unos momentos, para asentir despacio.

-Sí, fueron ellos. Lo que les he contado hace un rato es verdad, se lo juro- su voz mostraba ansiedad.

-¡Mentiroso!- bramó mi tío.

-Pensábamos someteros a un careo... pero creo que no será necesario. Vuestros nervios os delatan- le dijo mi madre, negando con la cabeza.

-Te aseguro que yo también puedo amargarte la vida cómo nunca habrías imaginado... ¿por qué lo hicisteis?- la voz de mi padre hizo que los tres se encogieran levemente.

-¿Te imaginas lo que dirá la prensa si ésto sale a la luz?- le preguntó Jasper con una sonrisa malvada.

-No seríais capaces de ello- soltó mi tía, con tono arrogante.

-No me pongas a prueba- mi voz nunca sonó tan fría y enojada. Se quedaron callados unos instantes... hasta que mi tío habló.

-¿Cuánto te han pagado ellos, maldito bastardo?, ¿no fue suficiente con las diez mil libras que te dí?- por fin confesaban de una vez. Mis puños se cerraron con fuerza, llenos de rabia.

-No le hemos pagado más que lo que le correspondía por su despido. Pero le hemos explicado los inconvenientes de jugársela a la familia real- explicó mi padre.

-Y vosotros lo habéis hecho; ¿por qué?- la pregunta de mi madre resonó en la habitación.

-Responde a su majestad- instó Preston a mi tío.

-Coronel, llévese a Félix, por favor- los aludidos salieron de la sala, seguidos por Preston.

-¿Tan mal os hemos tratado, para hacerle eso a Bella y a mi hijo?- seguía preguntando mi madre.

-Ella no es apropiada- masculló entre dientes.

-No creo que seas el indicado para opinar nada. ¡¿Cómo pudisteis hacernos ésto?- me acerqué a él, quedando a unos pocos centímetros.

-¡¿Estás rabioso, porque no me he fijado en tu sobrinita?- seguí chillando -siempre te has aprovechado del nombre y la posición de mi madre... y con Tanya de princesa, ni te cuento- mascullaba furioso -y encima, tenéis el valor de seguir acusando a Bella hasta hace unos minutos... y el tema de si es o no es apropiada... eso lo decido yo- seguí siseando.

-Habéis hecho mucho daño a mi hijo... y a toda la familia. Por vuestra culpa, han estado separados- les reprochó mi madre, furiosa.

-No comprendo por qué esa niña es tan venerada en esta casa; además, no vale para este mundo- les miraba fijamente, esperando una explicación.

-Vamos, no ha sido capaz de soportar la presión. Seguro que esa noche perdisteis los nervios y discutisteis... ¿crees que así debe actuar una futura reina?- miraba incrédulo a mi tío... ¿cómo podían ser tan cínico y frío?.

-Ella es muchas cosas que, desgraciadamente, tu sobrina no es; no le llega a Bella a la suela del zapato- le expliqué, con una sonrisa, mientras iba hacia la puerta. La abrí un poco, y allí estaba Bella con mi hermana. La cara de mi niña estaba roja e hinchada, señal de qué había estado llorando. Le tomé de la mano, acariciándola un poco y adentrándola en la sala. Estaba muy nerviosa, y su mano temblaba ligeramente en la mía, pero miraba a los presentes fijamente.

-Vaya... así que los rumores eran ciertos, has vuelto con ella- dijo Tanya, sin esconder su genio -te felicito querida-.

-Ni se te ocurra dirigirme la palabra- murmuró Bella en voz alta y cortante.

-¿Así que la señorita se da aires de grandeza?- solté la mano de Bella, encarando a mi tía.

-No te vuelvas a dirigir a ella de esa forma, ¿me has entendido?- mi paciencia se estaba acabando, y sentí a Bella tirar de mi brazo.

-Edward, por favor- susurró nerviosa. Me dio una mirada de súplica, y me alejé de esa odiosa mujer. Pasó su mano por mi brazo, queriendo tranquilizarme.

-Qué tierno...- la voz de mi tío, de burla absoluta, hizo que mi genio volviera -espero lo pases bien con ella Edward- mi respiración se agitó, por lo que estaba insinuando. Tanya miró a Bella con una sonrisa maliciosa.

-¿Pensabas que llegarías a casarte con él?; eres una ingenua- no pude aguantarlo más, me liberé del agarre de Bella y me dirigí a mi tío, agarrando su traje y zaradeándolo.

-No vuelvas a dirigirte a ella de esa forma, ¿me has entendido?- por la mirada que le dediqué, simplemente tragó saliva, intentando zafarse.

-Basta- siseó mi padre.

Le solté, volviendo a lado de Bella y rodeando su cintura con uno de mis brazos, atrayéndola a mi lado.

-No voy a permitir que se insulte a nadie de mi familia... y menos tolerarlo de vosotros- dijo mi madre. Mi tía rodó los ojos, mientras Tanya bufaba.

-Ella no pertenece a la familia- dijo mi prima postiza, cómo si fuera obvio.

-Te equivocas... tengo la gran alegría de presentaros a la prometida de mi hijo- el silencio reinó en la sala, a cuenta de las palabras de mi madre.

-¡Qué!- la chillona voz de Tanya casi nos dejó sordos.

-Así es; Edward y Bella van a casarse- explicó Jasper, de la mano de Alice, que miraba a mi prima con una sonrisa de suficiencia.

Mi tía se sentó de nuevo, impresionada por la noticia; mi tío no sabía dónde meterse... y Tanya se puso a dar chillidos, cómo una loca.

-¡No puedes hablar en serio!; ¡mírala bien!. Ni siquiera es inglesa... ¿por qué ella?- preguntaba colérica.

-Porque ella es muchas cosas que tú no eres... y por supuesto, porque la amo- Bella me dedicó una sonrisa, por las palabras que dije, y se volvió hacia Tanya.

-Lo siento querida- dijo conteniendo la risa, y con un poco de burla. Tanya se apresuró hacia ella, pero un fuerte brazo le cortó el paso.

-No, no, no- le advirtió Emmet, canturreando divertido.

-De modo, que si lo que queríais era separarlos... os ha salido el tiro por la culata- explicó mi hermana.

Mis padres tomaron la palabra.

-Nunca os perdonaremos ésto. No sé que es lo que he podido hacerte yo; siempre he intentado que nos lleváramos bien, a pesar de lo que pasó con nuestras madres- decía mi madre, susurrando con pena en su voz -Carlisle y yo hemos estado hablando; por lo que a nosotros respecta, espero que no volváis a molestarnos. Siento decirlo así, de esta manera... pero no queremos ningún tipo de relación con vosotros- Bella y yo nos miramos, con un alivio en nuestras caras y respirando tranquilos.

-Y te lo advierto -la voz de mi padre inundó la habitación- si volvéis a hablar de nosotros con la prensa... tanto si es bueno como si es malo, os juro que todo ésto saldrá a la luz, con mi expresa autorización – recalcó

-Y por supuesto, si los medios se enteran del compromiso antes del día veintitrés, también- añadí.

-Pe... pero Esme- Eleazar tartamudeaba, intentando encontrar palabras que pudieran arreglar la situación -no puedes hacernos ésto, somos tu familia; te aseguro que repararemos el dañ...- mi madre negó con la cabeza.

-¿Ahora vienen las disculpas?, ¿se os termina el chollo?- mi padre no evitaba el ser sarcástico -¿crees que no sabemos que has aprovechado la posición de mi mujer, para hacer esa fortuna que posees?-.

-Eso no es cierto- respondió, ofendido.

-Pues los comentarios apuntan a que es todo lo contrario- añadió mi hermana.

-¿Crees que no tenemos constancia de todos los trapicheos que has hecho, utilizando el nombre de tu hermana para introducirte en determinado círculos sociales... y hacer negocios?- preguntaba mi padre, con una ceja arqueada. El silencio de mi tío, sin argumentos, fue la respuesta a todo. Victoria seguía sentada, incapaz de sostenernos la mirada, y Tanya paseaba de un lado a otro furiosa.

-La ambición os ha cegado- les reproché -más os vale que cuándo salgáis por esa puerta no se os ocurra aparecer por aquí, ni molestarnos... ni a mi ni a ella- les advertí amenazante, mirando a mi niña.

Eleazar miraba mi madre, pero ésta apartó su mirada. Mi padre se volvió, cogiendo de nuevo el teléfono. Preston apareció.

-Por favor, acompaña a Eleazar y a su familia a la salida- le pidió.

-Esme, por favor- Victoria tenía la cara constreñida en una mueca de horror.

-Si son tan amables, por favor- Preston les indicó la puerta, con un movimiento de su brazo. El matrimonio salió sin dirigirnos una sola mirada... pero Tanya se paró delante nuestro, encarándose con Bella.

-Te saliste con la tuya... el habría acabado siendo mío- le murmuró... esta niña era tonta de remate. Iba a apartar a Bella, pero no me dejó.

-Creo que estás equivocada... querida prima- canturreó mi novia, con una mueca de burla.

-Eres un zor...- me interpuse entre las dos.

-Ni se te ocurra terminar esa palabra... o me importará un comino que seas una mujer- algo debió ver en la expresión de mi cara, ya que se dio la vuelta, haciendo una gran salida dramática, cual diva ofendida.

-Tanya... un consejo- mi hermana se acercó a ella, con una cara inocente y cándida.

-La próxima vez, échate menos agua oxigenada en el pelo... se nota demasiado... y no se te ocurra volver a insultarla de esa manera- su tono de voz se volvió serio. La aludida se quedó parada en el sitio, roja de furia y vergüenza; finalmente, salió por la puerta.

Bella y yo respiramos aliviados. Por fin nos quitaríamos a estos impresentables de por medio. Ella se abrazó a mi, escondiendo su carita en mi pecho.

-Tranquila mi amor, ya está. No volverán a molestarnos nunca más- le dije en voz baja, dejando un beso en su cabeza.

-¿Cómo pueden ser así?- refunfuñó enfadada.

-No le des vueltas, no volveremos a verlos- intenté tranquilizarla, dejando un beso en su arrugada frente -ahora tenemos otras cosas más importantes de las que preocuparnos- le dije con una sonrisa. Ella se volvió a abrazar a mi, ante la mirada cariñosa de toda mi familia.

0o0o0o0o0o0o0o

Por fin aclaramos el desagradable asunto, y cerrar de una vez por todas el tema de las fotografías. Tal y cómo me dijo Edward, no volvimos a saber de ellos, aunque nos constaba que habían intentado ponerse en contacto con Esme, en un inútil intento de arreglar la situación. Carlisle nos tranquilizó, y también nos aseguró que si volvían a las andadas, se enterarían los medios... y ellos, dada la situación, no saldrían muy bien parados.

La fecha del anuncio se iba acercando, quedaban tres días, y hoy a primera hora de la tarde llegaban mi padre y Sue. Esa última semana fue un poco ajetreada, preparando cada detalle. Mañana se mandaría la nota oficial, anunciando la noticia a todo el mundo.

En lo que a mis clases, por llamarlo de alguna manera, respecta, Preston me dio un montón de carpetas y folios, con el protocolo de palacio. Me las iba leyendo poco a poco, con la ayuda de Edward y del resto, que me iban aclarando puntos que no entendía. Esa mañana habíamos tenido una reunión con Maguie. Antes de nuestro viaje a Italia, en octubre, teníamos varios compromisos a los que asistir. En todos iba acompañando a Edward, y a veces, a algún otro miembro de la familia, pero en todos estaría él, cosa que me alivió bastante.

Preston también me enseñaba un poco de la historia de la dinastía Cullen, y los símbolos y las diferentes costumbres de cada región del país. Intentaba aprender lo máximo que podía, y poco a poco lo iba consiguiendo, con la ayuda de todos.

Por fin, llegó la hora en la que llegaban mi padre y Sue. Tenía muchas ganas de verlos, y aunque hablara casi a diario con ellos, no era lo mismo. Habíamos aplazado la celebración de mi cumpleaños, para celebrarlo todos juntos. Jasper se fue a recogerlos al aeropuerto; al de un rato de marcharse, Edward y yo, acompañados de la familia, bajamos a la entrada, esperándoles en el jardín.

Intenté retener las lágrimas al verlos bajar... pero la persona que venía con ellos me hizo imposible hacerlo. Miré a Edward, que estaba igual de sorprendido que yo.

-Era un sorpresa- se excusó mi suegro, con una sonrisa cómplice. Corrí a los brazos de mi abuelita, que me recibió con una sonrisa de oreja a oreja.

-Mi niña, mi pequeña- me saludó, dándome besos por toda la cara.

-¿Cómo no me habéis dicho nada?- pregunté, todavía alucinada.

-No sabíamos si podría aguantar el viaje- explicó mi padre -pero nos amenazó con molernos a palos si no la traíamos- explicó divertido, mientras me abrazaba -¿cómo estás hija?, ¿todo bien?- afirmé con la cabeza, mientras saludaba a Sue.

-Estás preciosa hija... y no sabes lo que me alegra ver esa cara de felicidad- me decía. Miré hacia atrás, y observé que mi padre se acercaba a Edward.

-Jefe Swan... yo... quería disculparme, por cómo traté a Bella esa noch...- mi padre le cortó.

-No me debes ninguna explicación, todas las parejas pasan sus momentos de crisis- le dijo, quitando hierro al asunto -está todo olvidado; no puedo negar que ahora mi hija es feliz... y sé que eso es por tu culpa- le dijo con un pequeña sonrisa. Edward respiró aliviado, y mi padre le abrió los brazos.

-Bienvenido a la familia... y te lo repito de nuevo, llámame Charlie- mi novio asintió, abrazándole y palmeándole el hombro. Mientras Edward saludaba a Sue, Carlisle y Esme se acercaron a mi abuelita, que ya se había acomodado en su silla de ruedas.

-Abuela, te presento a los padres de Edward- ella alzó la vista, quedándose un poco impresionada... pero enseguida salió su desparpajo innato.

-Es un honor conocerles en persona...todavía no puedo creerlo- les dijo, intentando ponerse de nuevo de pie, pero ellos se lo impidieron.

-Por favor, no se levante; es un placer conocerla por fin. Bella nos habla a menudo de usted- le decía Esme, bajando a su altura y dándole un suave abrazo.

-Un honor conocerla, señora Swan- Carlisle le besó suavemente la mano, con una sonrisa.

-Desde luego, la educación a Edward le viene de familia. Charles, podrías aprender un poco y tomar ejemplo- Carlisle contuvo la risa, al igual que Esme.

-Mamá.. aquí no, por favor- suplicaba mi padre. Alice se acercó a ella.

-Abuela, bienvenida a Inglaterra- le dijo de forma cariñosa, mientras la abrazaba.

-Me alegro mucho de verte hija; veo que Jasper tenía razón, sigues igual de guapa que siempre-. Carlisle y Esme la miraban con una sonrisa.

-Ella se ha convertido en nuestra abuela postiza, incluidos Rose y Emmet- les explicó a sus padres.

-¿Dónde está mi nieto?- preguntaba por Edward, que nada más oírla, se acercó y se agachó a su altura.

-Bienvenida abuela- la miraba con una sonrisa.

-¿Qué esperas para darme un abrazo?- Edward rió mientras la abrazaba. Nos quedamos con ella, mientras veíamos cómo mi padre y Carlisle se daban un fuerte abrazo, riendo alegres, al igual que Esme y Sue.

-¿Qué te parece nuestra casa?- le preguntó Edward a la abuela.

-Impresionante... tenéis que enseñármela- nos dijo, mirando a todos los lados.

-Cuándo descanses un poco mamá, debes estar agotada del viaje- le reprochó mi padre.

-No empieces a darme la murga; ¿acaso crees que me iba a perder el compromiso de mi nieta?- le preguntó, arqueando una ceja- no sabes lo que me costó convencerlo para que me trajera... este hijo mío es tonto- murmuró, mirándole fijamente. La escuchábamos atentos, mientras Carlisle le dirigía una mirada divertida a mi padre. Les había contado el carácter de mi abuela, pero eso había que vivirlo en directo. Una voz fuerte y vacilona pareció por la puerta.

-¿Oigo refunfuñar a la señora más encantadora de Forks?- dijo Emmet, acercándose, con Rosalie detrás suyo.

-No me hagas la pelota, grandullón -le apuntó con el bastón -y dale un abrazo a la abuela-. Éste no se hizo de rogar, y después se giró hacia Rose.

-Hola hija... espero que sepas atarle en corto- le dijo, mientras Edward contenía la carcajada, mirando a Em.

-Tranquila abuela; si necesito ayuda para enderezarle, te llamaré- respondió divertida. Me acerqué a Carlisle y Esme, mientras Edward y Emmet metían a la abuela dentro.

-Gracias por dejar que viniera- les agradecí emocionada.

-No nos tienes que agradecer nada; hemos contratado a una enfermera, para que ella esté cómoda y atienda sus necesidades cada vez que venga a Londres- explicó Esme.

-No debíais tomaros tantas molestias- les dijo mi padre.

-No es molestia; al contrario. Es un placer tenerla aquí... menudo carácter tiene- le dijo Carlisle, divertido.

-Y qué lo digas- mi padre rodó los ojos.

-Eso es porque la haces rabiar demasiado- explicó Sue.

Después de pelear un buen rato con mi abuela, conseguimos convercerla para que descansara un rato en su habitación. En verdad la pobre estaba agotada. Mis padre y Sue también descansaron un rato, hasta media tarde. Edward y yo nos quedamos un rato a solas, y nos fuimos a la sala de música.

-Menuda sorpresa... tenía muchas ganas de ver a la abuela- me confesó divertido -echaba de menos los puntos sarcásticos que tiene-.

-Yo también... estoy tan contenta de tenerla aquí- exclamé feliz... - ya falta menos... para lo del anuncio y eso... y mañana sale la nota de prensa- suspiré.

-Por fin el mundo se va a enterar de que eres mía- ronroneó sobre mi cuello, haciéndome cosquillas. Sonreí, cuándo se ponía celoso era irresistible.

-Y las princesas casaderas y niñas de bien sabrán que el soltero de oro de la realeza europea deja de serlo- rebatí, medio riéndome.

-Y no puedo estar más que encantado por la noticia- dijo pagado de sí mismo; suspiré, apoyando mi cara en su cuello.

-Estoy un poco nerviosa- confesé. El pasó su mano por mi espalda, tranquilizándome.

-Te entiendo... pero yo estaré a tu lado, y todo va a salir bien mi vida- me animó, cómo sólo él sabía hacerlo. Asentí lentamente, mientras una de sus manos se posaba en las teclas, tocando una bonita melodía.

-¿Vas a elegir tú la música de la ceremonia?- le pregunté. Asintió con una sonrisa.

-¿Tienes alguna petición especial?; si es así, me lo dices sin falta- advirtió.

-Yo no entiendo mucho de música clásica, aunque me guste escucharla- medité en voz alta -pero hay una que sí me gusta mucho- me miró, esperando mi contestación.

-No se si podrás colocarla en algún punto de la ceremonia- dije con cautela.

-Si no me dices cual es...- insistió de nuevo.

-El Canon- contesté en voz baja.

-¿El Canon de Pachebel?- preguntó; afirmé con la cabeza.

-Veré qué puedo hacer... será una sorpresa- dijo con una sonrisa inocente.

Nos quedamos un rato más allí, mientras el tocaba el piano. Estaba apoyada en su hombro, con los ojos cerrados... hasta que mis padres y los suyos entraron en la sala. Carlisle empujaba la silla de la abuela.

-Tocas muy bien... eso no me lo habías contado- le dijo a Edward, con admiración.

-Gracias por el cumplido, abuela-.

-¿Habéis descansado?- interrogué en general.

-Un poco; esta noche nos iremos pronto a la cama... para poder adaptarnos al horario- dijo Sue.

-Estábamos enseñándoles el palacio- nos explicó la madre de Edward -creo que la abuela se queda a vivir aquí- dijo divertida.

-Ya lo creo que me quedaría- afirmó, pagada de si misma -por cierto... ¿no vas a mostrarme el anillo?- a mi abuela no se le escapaba nada. Me agaché a su altura, alzando la mano. El diamante y las aguamarinas relucían en mi mano... era tan bonito. Sue también se agachó, mirándolo alucinada.

-Por el amor de dios... Bella, es impresionante- murmuró admirada. Asentí, observando la reacción de la abuela, que lo estudiaba con detenimiento.

-Santo dios... ¿este pedrusco es auténtico?- Edward se echó a reír, al igual que el resto.

-Pues si, abuela; es de verdad. ¿Qué te parece?- indagó.

-No tengo palabras, es precioso- respondió la buena mujer.

-¿Son aguamarinas?- preguntó Sue, una vez que me levanté. Me fijé que mi padre también se había acercado, mirando mi mano.

-Si. Un diamante talla oval, aguamarinas y montura de platino- les expliqué -era de la abuela de Edward-.

-¿De la reina Elizabeth?- miré a mi abuela asombrada.

-¿La viste alguna vez, en fotos?- interrogué curiosa.

-Por supuesto que sí. Más o menos seríamos de la misma edad. Puede que en América no haya monarquía, pero las noticias de lo que ocurría en mundo llegaban. También recuerdo a tu abuelo, el rey Edward- nos contaba.

-¿Recuerda a mis padres?- Carlisle se agachó a su altura, mirándola interesado.

-Cómo no voy a acordarme... todavía recuerdo el revuelo que se armó con su visita a EEUU, en 1959- Carlisle asintió asombrado -además, eres su viva imagen- añadió la buena mujer.

-Vaya... usted y yo tendremos una gran charla; tiene que contarnos cosas de aquella época- decía mi suegro, asombrado y contento.

-Será un placer- replicó ella, risueña como un niña.

Edward y yo nos unimos al paseo. Mis padres habían estado en Windsor, pero no en Buckingham. La abuela miraba a todos los lados, alabando las valiosas porcelanas y los muebles que adornaban las salas. Llegamos al salón de la reina Alejandra, llamado así por la esposa de unos de los antecesores de Carlisle, ya que según se decía, éste era su sitio favorito. Las paredes eran blancas, con remaches dorados, al igual que la tapicería y las cortinas. Exquisitos muebles franceses del siglo XVIII completaban la decoración.

-Aquí se dará la rueda de prensa el viernes- explicó Edward a mi familia.

-Es impresionante- murmuraba Sue, mirando la enorme la lámpara de cristal.

-¿Estás nerviosa?- me preguntó mi padre, mirándome cómplice.

-Un poco... no lo puedo negar- confesé.

-Lo harás muy bien hija- me animó con una pequeña sonrisa. Suspiré largo y tendido... a partir de mañana, diría adiós a ni anonimato.

0o0o0o0o0o0o0o0o0

Esos días pasaron muy rápido. Al día siguiente, la noticia de nuestro compromiso era portada de todas las publicaciones, y en la televisión no se hablaba de otra cosa. Había una legión de periodistas acampados a las puertas del palacio, intentando captar una foto de Edward... y sabía que habían ido a mi antiguo apartamento, por las imágenes que salieron en la televisión. Todo en vano, ya que permanecimos encerrados en palacio.

El día veintitrés estaba que me iba a dar un ataque. A las diez de la mañana, Alice me sacó de la sala del desayuno tirando de mi, llevándome a una habitación que desconocía por completo. Era un pequeño salón de belleza, y no le faltaba mi el más mínimo detalle.

-¿Qué es ésto?- le pregunté asombrada, mirando hacia todos los lados.

-Aquí nos peinan y maquillan para las cenas de gala y los actos oficiales- me explicó con una sonrisa -ven, te presentaré a los chicos -ella es Maud, la maquilladora- una mujer joven de unos treinta años, se acercó para saludarme. Era muy simpática.

-Es un honor conocerte por fin; y de parte de todo el equipo, nuestra más sincera enhorabuena-.

-Muchas gracias- respondí, un poco roja de vergüenza.

-Ellas son Peter, Marian y Lexie- me presentó. El chico, más o menos de la edad de Maud, me dirigió una sonrisa tranquilizadora. Lexie, un poco más mayor que ellos, me dio la mano, al igual que Marian, que andaría sobre los cincuenta años.

-Nos vamos a ver mucho por aquí- me dijo, sonriendo con amabilidad. Alice tomó el mando de la situación.

-La protagonista primero- dijo la pequeña duende, mirándome pícara -después vendrán mi madre, Sue y la abuela- les indicó. Ellos asintieron, y sin darme tiempo a nada más, me hicieron sentarme.

-¿Qué te vas a poner?; debo saberlo, para los colores del maquillaje. También quiero que me expliques tus gustos sobre el tema.- Maud se quedó conmigo, mientras que Alice se sentaba en otra silla.

-No me gusta el maquillaje muy recargado... es decir... a ver si me explico bien...- murmuré en voz baja, pero Maud me sacó del atolladero.

-Te gusta... pero a la vez, quieres que no se note mucho-.

-Eso es- le di la razón -y en cuánto lo que me voy a poner; llevo un vestido de color marrón claro, con un abriguito de seda, del mismo color, a la altura de las rodillas, y en las mangas lleva un pequeño reborde de pedrería, de diferentes tonos marrones; la manga llega un poco más bajo del codo; los zapatos a juego, y de tacón- le expliqué. Ella asintió con una sonrisa.

-Tienes un tono de piel muy bonito. De ahora en adelante, para todas las ocasiones, nuestra principal preocupación será resaltar tus ojos. Edward tiene razón, son preciosos- pude sentir mi sonrojo, subiendo por mis mejillas.

-No viene mucho por aquí; su pelo es indomable- dijo Lexie, riendo divertida.

-Lo he comprobado- le respondí, también riendo.

-Sólo viene cuándo ya lo lleva muy largo; lo mantenemos a raya, pero siempre dejándoselo cómo a el le gusta- dijo Peter, que estaba con Alice.

Volví a mi conversación con Maud, y decidió cómo me iba a maquillar... pero primero tenía que peinarme. Lexie se ocupó de mi. Al final me dejó el pelo suelto. Ya me pasaba los hombros, y con una plancha, hizo algunos tirabuzones sueltos por toda mi melena. También mi antiguo flequillo, largo y hacia un lado, volvió de nuevo. Me apartó el pelo de la cara con dos horquillas, y Maud vino conmigo.

-Tienes una cejas muy bonitas, se nota que las cuidas- alabó -sólo les daré una formá más redondeada, y un poco más finas. Apenas se notará el cambio- me explicó. Después de un buen rato, y ya con Esme, Sue y mi abuela allí, terminaron conmigo.

-¿Te gusta?- asentí contenta. La base de maquillaje era de un color claro, más o menos cómo mi piel, y el único efecto que hacía era resaltar mis facciones, haciéndolas más suaves y delicadas. Mis ojos parecían mucho más grandes y expresivos, gracias a la combinación de colores entre marrones y cobres, y el lápiz, también marrón. No me aplicó colorete, ya que según ella, no lo necesitaba, y mis labios tenían un color rosa pálido, apenas era imperceptible la pintura sobre ellos.

-Estás muy guapa hija- me dijo Esme, viéndome a través del espejo.

-¿Hemos terminado?- pregunté.

-Faltan las uñas -la miré sin entender -tendrás que mostrar el anillo- acotó con sabiduría. En media hora, mis uñas estaba arregladas, con una impecable y discreta manicura francesa.

-Ahora sí estás lista- Alice se acercó a mi, dándome un apretón en el hombro. Estaba muy guapa, con su melenita negra bien peinada, sin las puntas disparadas. Parecía una señorita del París de los años veinte.

Decidí esperarla mientras la maquillaban, y cómo no tardaron mucho, ella y yo nos adelantamos.

-Traete el vestido; te ayudaré a ponértelo- me dijo, metiéndose en su habitación. Fui a por mis cosas, y volví a su cuarto. Media hora después miraba el resultado en su espejo.

-Estás impresionante... eres toda una princesa- me dijo, una vez terminamos. La cogí de las manos.

-Gracias por todo Alice, sois tan buenos conmigo- me estaba emocionando... y enseguida me echó la bronca.

-Cómo te arruines el maquillaje, te enteras- me riñó en bromas. Al momento, tocaron a la puerta. Era Preston.

-Alteza, señorita; todos están esperándolas- mi cuñada afirmó con la cabeza, y éste cerró la puerta. Ella me dio un último repaso, colocándome bien uno de los pendientes. Llevaba los que me había regalado Edward, al igual que la pulsera.

-¿Preparada?- afirmé con decisión, aunque por dentro me moría de los nervios.

-Vamos entonces-.

Según nos acercábamos, el follón de voces cada vez se hacía más presente... y llegamos a la antesala que precedía al salón de la reina Alejandra. Rose, Sue y Esme me rodearon, admirando mi vestido... pero yo buscaba a otra persona con la mirada. Nuestros ojos se encontraron, y pude sentir cómo me traspasaba con ellos, mirándome embobado. Estaba muy guapo, con un traje negro, camisa blanca con rayas azul clarito, y una corbata en diferentes tonos azulados. Me acerqué lentamente a él, cómo siempre, roja de vergüenza.

Al llegar a su altura, me cogió de las manos.

-Estás preciosa cariño- dijo con verdadera admiración.

-Y tú muy elegante... te quedan muy bien los trajes- murmuré divertida. Rió, negando divertido... pero enseguida paró, mirándome fijamente, y pasando sus brazos por mi cintura.

-Te quiero- susurró en voz baja, sólo para mi.

-Y yo a ti- le respondí. Sin importar que estuvieran todos presentes, me dio un pequeño beso, breve pero dulce. Sam se abrió camino, acercándose a nosotros.

-Es la hora- nos indicó. Miré a nuestra familia y amigos. Emmet y Jazz nos levantaban el pulgar, en señal de animo. Nuestros padres y la abuela sonreían, al igual que Alice y Rose, que me desearon buena suerte con los labios.

-¿Estás lista?- cogí el brazo que Edward me ofrecía, mientras que Sam abría las puertas. Tomé aire, mientras empezábamos a andar, adentrándonos en la sala. Nada más aparecer, una tormenta de luces por poco nos deja ciegos. Conseguí esbozar una tímida sonrisa, y posamos pacientemente para las fotos y las cámaras de televisión. Edward no hacía más que girarse hacia mí, dedicándome sonrisas cómplices y miradas llenas de cariño, que yo agradecía en silencio.

Pude distinguir en primera fila a Seth, Jacob y Leah, haciendo su trabajo. Una vez terminaron, nos acercamos a los periodistas, y Edward comenzó a hablar.

-Buenos días. Muchas gracias por haber venido- acaricié tímidamente su brazo, sin que nadie lo notara. Aunque pareciera imposible, a él también le costaba hablar en público. Sam empezó a dar la palabra a los periodistas, por turnos.

-Alteza, ¿es cierto qué se conocieron en la universidad?-.

-Si, es cierto. Isabella llegó tarde, y el único sitio que quedaba libre era el que estaba a mi lado- explicó con una pequeña sonrisa.

-¿Y qué le pareció a primera vista?- esta vez era Leah la que preguntaba.

-Si les soy sincero... me enamoré de ella nada más verla- dijo, mirándome fijamente. Agaché la mirada un momento, intimidada por sus palabras, y sentí que Edward tomaba la mano que tenía apoyada en su brazo, apretándola con cariño.

-¿Y a usted, señorita?, ¿qué ha visto en el príncipe?-. Tomé aire, respirando profundamente, me tocaba hablar.

-Es un chico sencillo, bueno y cariñoso. Podemos hablar de cualquier cosa, me hace reír, me cuida... es muy buena persona, y comparto los valores que tiene acerca de la vida y del trabajo- mi voz había adquirido un tono tranquilo, a pesar de que los nervios iban por dentro. Miré a Edward, esbozando una tímida sonrisa.

-¿Cree que podrá afrontar la tarea de ser princesa?- otro periodista habló.

-No puedo negar que al principio me daba miedo y respeto... pero intentaré hacerlo lo mejor posible. Pondré todo mi empeño en ello. Tengo gente que me ayuda... y el ejemplo de la reina Esme- Edward tomó la palabra nada más terminar yo.

-Ella ha hecho un gran sacrificio- le miré, extrañada por sus palabras -casarse conmigo significa casarse con Inglaterra... y yo sabré corresponder a su elección, estando a su lado-. Sin poder evitarlo, me acerqué más a el, apoyando mi cabeza en su brazo, mirándole emocionada... pero al segundo me recompuse, cayendo en la cuenta del protocolo y las formas. Mi novio simplemente sonrió, y pasó su mano por mi espalda, rodeándome la cintura.

-Lo siento- le susurré. El agachó la cabeza, para mirarme.

-¿Por qué?- no entendía nada.

-Por apoyar la cabeza y...- me cortó.

-No pasa nada; mira cómo te tengo yo agarrada... y no te pienso soltar- reí por el comentario, mientras nos hacían más preguntas.

-Es de suponer que querrán tener hijos-.

-Por supuesto que tendremos familia. Es un paso más, para asegurar la continuidad y sucesión de la dinastía... y a ambos nos encantan los niños- añadió.

-¿Los tendrán pronto?-. Edward me miró, cediéndome el turno.

-Ambos somos muy jóvenes... y una vez nos casemos, esperaremos un tiempo, no demasiado -aclaré al momento -para que yo me vaya acostumbrando poco a poco a mi nueva vida- terminé de decir. En mi fuero interno, sabía qué en cuánto nos casáramos, llegaría el debate y la espera acerca de nuestros hijos... sobre todo del primero, que sería el siguiente en la sucesión... Edward y yo lo habíamos hablado.

-¿Puede enseñarnos el anillo?- era Seth el que preguntaba. Edward tomó mi mano, acariciando mis dedos, mientras los fotógrafos disparaban las cámaras.

-Es un joya familiar, que perteneció a mi abuela, la reina Elizabeth- explicó, adelantándose a la pregunta.

-Se sentirá halagada, llevando una joya de tal valor sentimental-.

-Por supuesto, es muy especial para mi que él me lo haya dado- respondí.

-¿Dónde es la boda?; ¿ya hay fecha concreta?-.

-El veintitrés de junio, en la catedral de St. Paul- contestó Edward, bajando mi mano, pero dejándola unida a la suya, y entrelazando nuestros dedos -de momento es lo que podemos contarles; en estos próximos meses se irán sabiendo más detalles- terminó de explicar.

Sam dio por finalizada, la ronda de preguntas.

-Si no tienen más, eso es todo; la familia real y los padres de la señorita Isabella saldrán en unos momentos- anunció a la sala.

-Enhorabuena- la voz de Jake resonó en la habitación, arrancando aplausos y felicitaciones, que Edward y yo agradecimos.

-Gracias a todos una vez más, por haber venido y sus buenos deseos... espero que no se arrepienta- dijo divertido, mirándome fijamente, lo que arrancó risas cómplices entre la prensa.

-Ya es demasiado tarde... vas a tener que aguantarme- le contesté, riendo yo también. Las bromas relajaron el ambiente, y observamos que entraban sus padres, seguidos de la Alice, Jasper y mis padres y la abuela. Sam nos colocó para la foto, y tomé a mi padre del brazo, sin soltar la mano de Edward.

-Muy bien hija, se susurró, palmeando mi mano. Esme me sonrió cómplice, al igual que Sue y Alice. Carlisle, Jazz y Edward comentaban entre ellos todo lo ocurrido, divertidos y relajados. La abuela quedó delante del grupo, por la silla de ruedas, justo delante de Edward y yo.

Me mordí el labio, dejando salir mis nervios por fin. Sabía que desde ahora, todas las miradas estarían puestas sobre nosotros... pero a la vez estaba feliz... ya no teníamos que escondernos. Un apretón en mi mano hizo que volviera la mirada a mi novio, que me miraba con una sonrisa, y con ternura en sus ojos. A la vez que nos sacaban las fotos, no parábamos de sonreírnos y de mirarnos... ahora ya no era un secreto... era la prometida del príncipe.

 

Capítulo 32: Volviendo a vivir Capítulo 34: Una pareja más o menos normal

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445133 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios