Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328491
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 15: Confesiones suegra- nuera

Después de que superáramos con éxito los parciales de mitad de curso, ahora tocaba tranquilidad hasta mayo, estábamos a finales de marzo.

Era viernes, y último día de clases; teníamos por delante diez días por las vacaciones de Pascua. Edward volvía mañana por la noche, estaba de visita oficial en la India, llevaba diez días fuera. Era un país con el que las relaciones diplomáticas debían ser buenas. Desde la época victoriana hasta 1947, fecha en que se proclamó su independencia, la India había pasado por muchos cambios, tanto políticos como sociales; y a la vez, las zonas musulmanas se separaron, para formar un estado independiente, Pakistán.

Por lo qué me iba contando Edward por teléfono, la visita iba viento en popa. Ningún mandatario británico había visitado la India desde que Edward II, padre de Carlisle y abuelo de Edward, lo había hecho en 1969.

Había ido siguiendo las noticias... veía a mi novio con una sonrisa, admirando los monumentos y escuchando atentamente las explicaciones y conversaciones con altos cargos y ministros de ambos países.

Este era el viaje más largo que había hecho desde que estábamos juntos... ya habían pasado más de seis meses desde aquella noche de septiembre... era increíble cómo pasaba el tiempo.

Muy discretamente, ya que Alice y Jasper se iban a pasar el fin de semana a Norfolk Park, un coche de palacio me recogió en una de las puertas traseras de la universidad, para llevarme allí. Llevaba una pequeña maleta, ya que el domingo nos íbamos a Windsor a pasar éstos días. .. y el martes llegaban mi padre y Sue. Edward estaba de los nervios... incluso una vez nos enfadamos porque le regañé por el tema, diciendo que mi padre no se comía a las personas... pero no nos duró mucho el cabreo... y, sin yo admitirlo en voz alta, también temía la reacción de mi padre, menos mal que Sue me prometió que lo tendría a raya.

Rosalie y Emmet se habían ido hace dos días a Boston, para presentar a su novio a la familia. Dado que estaríamos en Windsor, Edward no necesitaría escolta... y podríamos pasear a nuestras anchas por allí...aquel sitio estaba más vigilado que la Casa Blanca. Adoraba nuestros paseos por los jardines, poder respirar aire puro y hablar de nuestras cosas.

Nada más llegar a palacio, Maguie vino a recibirme.

-Bella, ¿cómo estás?- dijo dándome un beso en la mejilla.

-Muy bien Maguie, ¿ y tú?- la pregunté de regreso, cogiéndola del brazo mientras me guiaba al comedor.

-Bien querida, enhorabuena por tus notas, Edward me lo ha contado... espero no te enfades por el viaje... te prometo que tiene la agenda libre hasta junio- me dijo guiñándome un ojo. Le di una sonrisa, mientras le decía.

-Tranquila... sé que es su trabajo, y el tuyo- .

-Algún día espero organizar la vuestra- me confesó cómplice. Al llegar al comedor, Esme se levantó de inmediato para abrazarme.

-Bella cielo, bienvenida- me saludó mientras me besaba. Aparte de Sue, era lo más parecido que tenía a una madre.

-Hola Esme... uhmmm... qué bien huele- dije sentándome a la mesa, sólo había tomado un mísero café a media mañana.

Maguie se sentó con nosotras, mientras me preguntaban qué tal las clases. La comida transcurrió en una animada charla, y después de despedirnos de Maguie, que se iba de vacaciones a visitar a su hermana, Esme y yos nos dirigimos hacia el salón.

Una vez nos sentamos y nos trajeron el café, y a Esme un té, cómo buena inglesa, proseguimos la conversación.

-¿Tienes ganas de conocer Windsor?- me preguntó con una sonrisa.

-Sí... Edward me ha hablado mucho... y gracias por invitarme... e invitar a mi padre y a Sue- le agradecí.

-No tienes que agradecer nada cielo... a Carlisle y a mi nos gustaría haber ido a Forks... pero nuestra visita no sería muy discreta; además, tenemos muchas ganas de conocerles... Carlisle ya ha planeado las monterías de caza- me dijo con una sonrisa divertida.

Me reí de vuelta, mientras mi vista se posaba en una fotografía de Esme. Llevaba in vestido largo de fiesta, color burdeos. Una banda amarilla clarita, con una pequeña franja blanca en medio cruzaba su pecho. En uno de los laterales del vestido, dos placas no muy grandes, y en el omóplato izquierdo un pequeño broche, que era un lacito amarillo, y encima de éste, un pequeño camafeo, con la imagen del rey Carlisle, rodeado de pequeños diamantes. Sobre su cabeza, una preciosa diadema de piedras preciosas.

Siempre había sentido curiosidad, tomando el valioso marco de plata entre las manos, me senté a su lado, para preguntarle.

-¿Pesa mucho?- le interrogué, señalándole la diadema. Ella la observó unos segundos, y me respondió.

-No, suelen ser muy ligeras... algunas sí que pesan, pero por lo general no- me respondió.

-¿Y la banda, qué significado tiene?; lleváis muchas- le pregunté, señalando el trozo de tela amarillo y blanco. Ella me miró con una sonrisa cómplice, y yo me puse cómoda en le sofá... sabía que significaba esa sonrisa... tocaba clase de protocolo.

-Las bandas que nos ves lucir, las que nos cruzan el pecho, son órdenes y distinciones de distintos países. Cuándo vamos de visita a un país extranjero, o alguien viene a Londres,en las cenas de estado, se intercambian las bandas; es decir, nosotros lucimos las del otro país, y ellos las nuestras. Es un signo de institución y de respeto hacia el visitante o anfitrión. Las placas lo mismo. Una es la nuestra, y otra la del país . Por ejemplo, esta es una banda de la orden de Isabel la Católica, orden española. Cada país tiene sus órdenes y colores de las bandas -me contó amablemente, asentí en silencio, meditando lo que me estaba diciendo.

-¿Qué placa es la inglesa?- le pregunté señalándolas en la foto. Ella dirigió su dedo a la primera que llevaba; estaban colocadas una debajo de la otra.

-Es la Orden de la Jarretera, la distinción inglesa más alta. Se conceden poquísimas, en su mayoría a reyes y jefes de Estado. Alice no la tiene; sólo la llevamos nosotros y el príncipe de Gales, o sea Edward; la de abajo es la correspondiente al país visitante o anfitrión- me explicaba con calma. No me podía imaginar a mi misma así vestida, con todas esas joyas y distinciones encima.

-Y el pequeño lacito amarillo, es la Orden de la Familia Real, las concede el rey a título personal a las mujeres pertenecientes a la familia real- me terminó de explicar con una sonrisa.

Me quedé meditabunda unos instantes, mientras que miles de preguntas se arremolinaban en mi cabeza.

-¿No es un poco extraño que la gente haga una pequeña reverencia para saludarte?, es decir, ¿cuesta acostumbrarse a todo ésto?- pregunté con un hilo de voz.

Esme suspiró, mirando hacia otro lado. De repente se levantó.

-Ven, vamos a dar un paseo por el jardín- me invitó. La seguí, y una vez allí, cogiéndome del brazo, empezamos a caminar.

-Verás Bella... el que pases de ser una persona anónima a un miembro de la familia real por supuesto que intimida. Una vez que se anunció mi compromiso matrimonial con Carlisle, pasé de poder ir a comprar el pan tranquilamente a tener que llevar escolta a todos los lados. La gente te reconoce allá donde vayas. Cómo iba diciendo, una vez se hizo público el compromiso empecé a acompañar a Carlisle a diferentes actos y viajes por Europa. Es extraño... -recordaba con melancolía- cómo vigilan cada paso que das, cada gesto qué haces, qué ropa llevas... pero debes aprender a aceptar las críticas buenas y no tan buenas, y esforzarte por ir aprendiendo un poco cada día- me decía con una pequeña sonrisa.

Me quedé callada unos minutos, hasta que Esme rompió el hielo.

-¿Qué piensas cielo?-.

-Es que... verás, soy tan tímida... y me sonrojo enseguida, y me asusta ser el centro de atención- le confesé con una triste sonrisa. Ella palmeó mi mano, mientras me decía.

-Lo sé Bella; incluso si has nacido príncipe o princesa, es complicado. Yo lo veo en mi hijo- sonreí a la mención de mi novio -antes de conocerte, era muy serio y tímido. En los viajes de estado y en los actos le costaba un esfuerzo tremendo sonreír... ahora se desenvuelve mejor, es más natural y cercano... y eso debo agradecértelo a ti- me dijo.

Roja de vergüenza, no supe qué contestar, por lo que ella siguió hablando.

-Ahora es diferente, y sé que eso es porque un día sabe que estarás a su lado, compartiendo todo eso... y tú no debes tener miedo al protocolo y normas, es muy fácil. Simplemente hay que sonreír con educación, y estar un poco informada de lo qué se va a visitar, o las razones políticas y sociales por las que se hace tal viaje al extranjero. Nunca debes temer qué te suceda nada, la seguridad es extrema- me explicaba.

La miré, esperando que siguiera hablando. Según ella lo contaba, parecía todo tan fácil.

-Por ejemplo, en los banquetes y cenas oficiales; aquí el protocolo sienta hombre- mujer-hombre-mujer, y así sucesivamente. La mesa de banquetes es alargada, y las parejas quedan enfrentadas. Ponte en el caso, hay una visita ofical de los reyes de Dinamarca, y también vienen el príncipe heredero y su esposa. El centro de la mesa es la cabecera. La preside Carlisle, y justo enfrente yo, a mi lado estarán: a mi derecha el rey de Dinamarca, y a la izquierda el príncipe heredero; al lado de Carlisle, enfrente del rey danés, la reina y al otro la princesa. Tú, debido a que estarías ya casada con Edward, estarías enfrente de él, a un lado tendrías al príncipe danés y al otro al primer ministro. Edward quedaría entre la reina y la mujer del primer ministro... y así a lo largo de la mesa- terminó de explicarme.

-Vaya...- musité asombrada.

-Ambos reyes, antes de la cena, dan un pequeño discurso, y después ya comienza la cena. La costumbre es guardar un equilibrio, y charlar con ambos invitados de manera educada, pero a la vez distendida. Después, en las copas y el baile, el ambiente se relaja- me contaba.

-Esme... ¿es muy incómodo que te llamen Alteza o Majestad?- pregunté de repente.

-Bueno... obviamente, en la intimidad no te tratan así... pero en actos oficiales si; yo al principio, pensaba que muchas veces no se dirigían a mi, sino que le hablaban a otra persona- me dijo entre risas, a las que yo me sumé. Una vez paramos de reír, volvió a hablarme.

-Serás una gran princesa Bella, lo presiento... y no debes dejar que las críticas mellen tu estado de ánimo; habrá gente a la que le gustes, y a otras no, y eso ocurrirá siempre. A quién tienes que gustarle es a cierto chico... y eso ya lo damos por sentado- dio ella guiñándome un ojo.

-Gracias Esme, por enseñarme y animarme, haces que todo sea muy fácil...- le agradecí de corazón. Ella negó con la cabeza.

-No Bella... ¿sabes?, la madre de Carlisle falleció siendo él muy joven; ojalá ella hubiera estado a mi lado para ayudarme. Cierto que tuve ayuda de muchas personas, pero siempre eché en falta a la reina Elizabeth. La recuerdo mucho, cuándo era pequeña la veía en las revistas y en la tele, ¿nunca has visto un retrato suyo?- me preguntó.

-Creo que Edward me enseñó una foto de ella, hace tiempo- pensé en voz alta.

Sin decir nada más, Esme me llevó adentro, y nos dirigimos a una de las salas reservadas para actos y audiencias. Me señaló un gran retrato; una mujer con el pelo del mismo color que el de Edward, apareció ante nuestras narices. Su mirada inspiraba confianza, y a la vez, fuerza y valentía. Sus ojos eran de color miel, iguales a los de Carlisle.

-Era muy guapa- susurré. Esme asintió con una sonrisa, pero fuimos interrumpidas por un ligero carraspeo. Un chico alto y fuerte, yo diría que más que Emmet, me miraba con interrogante, preguntándose quién era yo.

-Majestad, la cena va a servirse en diez minutos- le dijo.

-Gracias Félix. Ella es la señorita Isabella Swan, la novia del príncipe. Bella, el es Félix, acaba de empezar a trabajar en palacio- nos presentó. El chico no pudo disimular su cara de sorpresa la decirle Esme quién era yo.

-Es un placer conocerla- me dijo educadamente, pero un poco frío.

-Igualmente- esbocé una sonrisa de nervios... este hombre tenía algo raro.

-Espero sabrás ser discreto Félix. Aquí todo el mundo conoce a Isabella- le dijo Esme con educación, pero dejando entrever que no debía decir nada.

Éste simplemente asintió, saludándonos con un leve inclinamiento de cabeza y marchándose por la puerta.

Esme y yo nos dirigimos hacia el comedor; allí me presentó a Demetri, otro joven que había entrado a trabajar en palacio, al igual que Félix. Era alto y rubio, y tenía pinta de ser simpático. Esme y yo cenamos enseguida, para después irnos al salón a ver una película. Me despedí de ella casi a la una de la madrugada, para ir a la cama. Me estaba cambiando el pijama, cuándo mi móvil sonó, era un mensaje de texto. Una sonrisa cruzó mi cara mientras lo leía.

"Hola mi niña, supongo que estarás dormida, así que no me atrevo a despertarte. Un beso y hasta mañana, te amo".

Riéndome le di al botón de llamar, según mis cálculos en la India eran las seis y media de la mañana, pero por el mensaje sabía que estaba despierto. Al segundo tono contestó.

-Hola cariño, ¿qué haces despierta?- me preguntó extrañado.

-Hola pequeño... pues me he quedado con tu madre a ver una película, y ahora mismo me estaba metiendo en la cama- le conté mientras me tapaba.

-¿Qué has hecho hoy?- me preguntó interesado.

-Pues... por la mañana en clases, no te has perdido mucho, la verdad, y después he venido aquí, y he pasado el día con tu madre; hemos tenido otra de nuestras clases de protocolo- le conté con una sonrisa.

-¿Y qué ha tocado esta vez?- siguió preguntando.

-Pues me ha explicado cómo organizan los banquetes, y los lugares asignados a cada comensal; ya me he enterado que no te pondrás sentar a mi lado- dije con un falso puchero de pena.

-Pero te tendré en frente- contraatacó divertido.

-Y también me ha contado el tema de las bandas y condecoraciones que se lucen, y un poco la historia de la Orden de la Jarretera- seguí contándole.

-Veo que la clase ha sido intensa- contestó riéndose.

-Sí... no me puedo quejar, tengo la mejor maestra- suspiré con alegría.

-Y eres una buena alumna... apostaría a que casi te lo sabes mejor que yo- me contestó.

-¿Y tú?, ¿cómo van las cosas por allí?- pregunté interesada.

-Pues bien, pero ha sido un viaje muy largo y agotador, apenas hemos parado, tengo muchas cosas que contarte- me relataba.

-Te extraño mucho- le dije.

-Y yo cariño, créeme... tengo unas ganas de abrazarte... ufffsss... y de pasar estas vacaciones juntos, sin tener que separarnos- me dijo.

-Ya lo sé... mañana te esperaré despierta- le recordé. El rió por mi impaciencia, mientras me decía.

-Cuándo llegue ten por seguro que te enterarás... no te vas a escapar de mis brazos- susurró con misterio.

-Tampoco pensaba escaparme... ¿ya te levantas allí?- dije para cambiar de tema.

-Enseguida, tenemos una visita y una comida y después de comer cogemos el avión... llegaremos a medianoche, hora de Londres- me dijo.

-Te estaré esperando pequeño- le dije. El iba a decir algo, pero sonó el teléfono de su habitación. Habló unos minutos y colgó. Apenas le entendía nada.

-Bella cariño, me tengo que ir, te veo esta noche, cuídate mucho- me dijo a modo de despedida.

-Hasta la noche, te quiero- me despedí.

-Te quiero preciosa, hasta luego- contestó antes de colgar.

Me metí con una sonrisa en la cama, y muchos nervios en la boca de mi estómago. Esos diez días se me habían hecho eternos.

El día siguiente pasó sin grandes sobresaltos. Por la mañana, después del desayuno, mientras Esme atendía una reunión con una de las fundaciones caritativas que ella presidía, me escaqueé disimuladamente y me fui a nuestro rincón secreto del jardín. Era un diminuto jardín, rodeados por parterres altísimos de césped, podados exquisitamente trazando elegantes formas. Dentro de ellos se extendía el diminuto jardín, en verano lleno de flores silvestres. En medio había un centenario sauce llorón, sus ramas casi llegaban al suelo. Me recosté en el tronco, mientras leía la novela que había empezado hace una semana. El día era templado y hacía sol; perdí la noción del tiempo hasta que se hizo la hora de comer. Esme me contó acerca de su reunión, y me preguntó que había hecho todo ese rato.

Después de tomarnos el café, reanudé la lectura de mi libro mientras ella releía una y otra vez los documentos y cartas que le había dejado Maguie. Así pasamos el día, y después de cenar se retiró a descansar, ya que le dolía un poco la cabeza, según ella por culpa de tanto informe. Me puse el pijama y me asomé por la puerta de mi dormitorio. Al ver vía libre, me deslicé en silencio hasta la habitación de Edward, decidiendo que le esperaría allí. Me tumbé en sofá que había en el pequeño salón de la habitación, poniendo la tele en bajito... pero me quedé dormida.

Sentí que unos brazos me estrechaban con suavidad, abrí los ojos y allí estaba él, tan guapo cómo siempre, mientras me miraba con cariño. Sonreí, enroscando mis brazos alrededor de su cuello y juntando nuestros labios, sedientos después de esos diez días.

Cuándo nos separamos, me levanto del sofá y me cogió en brazos, mientras yo le rodeaba la cintura con mis piernas; por fin habló.

-Te he echado de menos mi niña- me dijo con la cabeza apoyada en mi hombro.

-Y yo cariño... se me ha hecho eterno- le contesté de vuelta, con mi cara escondida en su cuello, aspirando su aroma. No sé qué me pasó, pero la emoción pudo conmigo, ya que empecé a sollozar.

-No llores, ahora estás aquí, conmigo... por favor, no soporto verte llorar- me consoló, acariciándome el pelo.

Una necesidad se apoderó de mi, y busqué sus labios de nuevo, dándole un profundo beso y enredando mis dedos entre su pelo. Conmigo todavía en brazos se dirigió hacia su cama, para saciar el deseo que ambos llevábamos aguantando desde hace días.

Una vez nos tumbamos en ella, sin dejar de besarnos, nuestras ropas empezaron a volar para perderse por la habitación; mis manos recorrían su cuerpo de arriba abajo, y las suyas ascendían desde mis piernas hasta mis pechos, que esperaban sus caricias con ansiedad.


EDWARD PVO

No podía parar de besarla, habían sido unos días larguísimos, y yo na no sabía vivir sin ella. Era el hombre más feliz del mundo en ese momento, la tenía debajo de mi, tan bonita como siempre; sólo quería amarla en ese momento.

Sus pechos, redondos y perfectos, me incitaban una y otra vez, así que dejé sobre ellos un torrente de caricias y besos, mientras ella pasaba sus manos desde mis nalgas hasta mi espalda, en un recorrido infinito, como si quisiera aprenderse cada recoveco de mi piel.

Empezaba a descontrolarse, a gemir mi nombre mientras me decía lo mucho que me había echado de menos; cuándo bajé para besar su ombligo, un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Ella disfrutaba, sin duda alguna, pero quería que llegara al cielo, así que mi cabeza siguió bajando, donde el rincón que escondía la feminidad de mi novia me llamaba con una fuerza poderosa.

Miré hacia arriba y descubrí que tenía los ojos cerrados, con las manos a ambos lado de su cara, mientras no hacía mas que moverse, debido a la excitación que la embargaba en ese momento.

Mi lengua buscó ese punto de excitación en su intimidad, y acariciándolo y jugando con él, parecía que llegaba al punto cumbre, a la vez que me agarraba del pelo y empujaba mi cabeza hacia ella, en un intento de que no me alejara ni un milímetro. Sentí que su cuerpo se convulsionaba, así que subí hasta quedar cara con cara. Nuestros labios se unieron de nuevo , en un beso excitante y pasional.

Con un movimiento brusco, me giró para ponerse encima mía, y devolverme todas y cada una de las caricias que yo le había regalado. Fue bajando lentamente, y sus pequeñas manos y su lengua dejaban mil y una sensaciones en mi piel, poniéndola de gallina. Su boca estaba a la altura de mi abdomen, cuándo agarró mi miembro entre sus suaves manos.

Empezó a acariciarlo de arriba hacia abajo, con movimientos suaves y constantes; me estaba volviendo loco, cuándo sentí que algo húmedo y suave también me acariciaba. Ese contacto con su boca hizo que ya perdiera completamente el control y agarrara su pelo, mientras sólo podía decir entre jadeos, cuánto la quería y cómo se sentían sus caricias. Ella, al notar que me estremecía, se apartó y buscó mis labios, que yo enseguida uní a los suyos; nuestras lenguas se perdieron en la boca del otro, en una lucha encarnizada.

Sin dejar que me diera la vuelta, se puso encima mío de nuevo, mientras su sexo se acoplaba a la perfección con el mío, y acariciando mi torso, empezó a moverse, despacio pero placenteramente; nuestros jadeos llenaron el silencio de la habitación. Agarré sus caderas, y ella ejecutó lo que eso significaba, dando más rapidez a sus movimientos, haciendo que empezáramos un viaje a través de nuestras reprimidas sensaciones.

En un segundo que ella bajó la guardia, pude darme la vuelta, con ella conmigo dentro; agarré una de sus manos, entrelazando nuestros dedos, mientras que la otra se posicionaba en la parte baja de su espalda, haciendo que se arqueara ligeramente.

Seguimos nuestro viaje de sensaciones, a la vez que mi niña agarraba mi pelo y yo jugaba con mi boca en su cuello y oreja, besando y mordiendo todo pedazo de piel que aún no había tocado. Al llegar al clímax de nuestra unión, su cuerpo se arqueó, haciendo que nuestras caderas se rozaran, más si cabe, y nuestras bocas acallaron los gritos del otro con un beso lleno de amor. Caí rendido a su lado, intentando relajar mi respiración, mientras ella buscaba su sitio habitual entre mis brazos, para caer rendida en un profundo sueño, y no tardé en seguirla.

Unos tiernos y pequeños besitos por mi pecho me despertaron a la mañana siguiente. Sonreí mientras una de mis manos acariciaba las mejilla de Bella. Me sonrió de vuelta, para acomodarse encima mío.

-Buenos días- me dijo.

-Buenos días mi niña- le dije mientras incorporaba un poco la cabeza, buscando sus labios. Ella captó la indirecta, ya que apoyó sus manos en mis hombros, para subir su cabeza a la altura de la mía y darme mi beso de buenos días, que yo saboreé con ansias.

Al separarnos, me miró con una de sus bellas sonrisas, mientras me preguntaba.

-¿Qué planes tenemos para hoy?-. Hice gesto pensativo, mientras levantaba una ceja.

-Pues... descansar, que para algo estamos de vacaciones- repuse divertido, mientras ella rodaba los ojos y apoyaba su barbilla en mi pecho.

-Vale... ¿algo más?- respondió juguetona.

-Pues... yo había pensado... que podríamos quedarnos aquí todo el día... y...- le respondí con picardía, mientras me daba la vuelta y la aprisionaba debajo de mi. Apoyé mis manos a ambos lado de su cabeza, mientras que la besaba el cuello.

-Eres malo... ¿lo sabes, verdad?- jadeó ella en un suspiro. La miré divertido, mientras besaba su nariz.

-Puedo ser mucho más malo- susurré contra sus labios; ella me miraba con una sensual sonrisa, mientras volvíamos a besarnos... y habríamos seguido el asunto, pero ella era la sensata.

-Cariño... me encantaría seguir con ésto... pero tus padres nos esperan a desayunar- susurró en mi oído.

Suspiré, mientras le daba la razón y la ayudaba a levantarse, ella recogió su pijama del suelo y se lo puso. Me dio un pequeño besito, diciéndome que en quince minutos estaría preparada. Sonreí como un tonto viéndola mirar a un lado y al otro del pasillo, para volver a su habitación.

 

Capítulo 14: Desahogo Capítulo 16: Un americano en Londres I

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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