Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328484
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 49: Nueva vida en palacio

Suspiré cansada, recostándome en la cama y cerrando los ojos. Había pasado un mes desde el nacimiento de nuestro pequeño, y desde que regresamos a casa, una semana después de mi cesárea, llevábamos un desajuste de horas tremendo. Había noches que Charlie no hacía más que llorar y no conseguía dormir, de modo que tanto Edward cómo yo nos turnábamos y pasábamos las noches en vela, acunándole y meciéndole. Otras, gracias a dios, las pasaba medianamente bien.

La salida del hospital fue una auténtica locura; ya que la prensa nos retuvo un buen rato todavía, sacando fotos a nuestro pequeño. Los tres posamos pacientemente, y aunque Edward y yo estábamos agotados, nuestras sonrisas de felicidad estaban instaladas permanentemente en nuestras caras; nuestro hijo se portó muy bien en su primera rueda de prensa, ya que permaneció plácidamente dormido en mis brazos y ni los flashes de las cámaras consiguieron que se despertara.

La familia estaba que no cabía de gozo con el nuevo miembro, sobre todo los abuelos; cuándo desvelamos el nombre, ya que nadie sabía nada, la cara de emoción de mi padre fue digna de recordar... y las quejas de la abuela acerca de la elección, también.

El sonido del teléfono hizo que abriera los ojos y que, de un salto, me levantara corriendo. Después de que Charlie pasara parte de la noche en vela, había decidido por fin dormirse, después de desayunar, por supuesto. Esa noche me tocó a mi, ya que Edward tenía una reunión con su padre y el Primer ministro, en uno de los salones de palacio.

-¿Sí?- murmuré, bajando el tono de voz y echando un vistazo al moisés, dónde mi hijo dormía plácidamente.

-Alteza, perdone la interrupción- se disculpó Preston.

-No pasa nada- le quité importancia, cerrando un poco la puerta nuestro dormitorio; aunque Charlie tenía su propia habitación, de momento dormía con nosotros en un pequeño moisés.

-Zafrina quiere saber si sería posible comentar unos asuntos con usted- me informó. Aunque los primeros cuatro meses apenas tendría actos oficiales y viajes, el resto de mis actividades se mantenían.

-Claro; el pequeño se acaba de dormir; dígale que venga por favor- respondí.

Después de colgar, fui a cambiarme de ropa, y en unos pocos minutos, ya estaba Zafrina en el despacho que compartíamos Edward y yo. Decidí salir a su encuentro, y pedirle que nos reuniéramos en el salón, para poder estar pendiente del niño. La señora Hiddick no empezaría a trabajar hasta dentro de dos meses; Edward y yo lo decidimos así; y aunque Sue, Esme y la abuela no paraban de darme consejos y recomendaciones, queríamos ser nosotros los que nos ocupáramos los primeros meses y aprender a ser padres.

Una vez nos sentamos en el sofá, Zafrina y yo repasamos los documentos que se habían amontonado durante el resto del mes. Estampé mi firma un millar de veces, y casi una hora después, ya habíamos terminado.

-Tiene mucho mejor aspecto, alteza- observó Zafrina, dejando la carpeta encima de la mesa.

-De la cesárea prácticamente estoy recuperada- le conté -y poco a poco nos vamos defendiendo en la tarea-.

-Un hijo siempre es un cambio muy grande, y más el primero- me relató ella -a veces llora y te desesperas, porqué no sabes qué le pasa-.

-Cierto- le di totalmente la razón -aunque ya nos vamos entendiendo los tres; mi marido es un experto en cambiar pañales- ella rió divertida por mi comentario, y seguimos charlando un rato más, hasta media mañana.

Después de la reunión y de la charla con Zafrina, me fijé que el día estaba soleado, de modo que decidí dar un paseo por los jardines. Abrigué bien a mi niño, que no se inmutó mientras le vestía y le metía en el carrito, tapándole bien. Mi padre y Sue habían salido esa mañana, para dar un paseo y hacer las compras de navidad; cómo el pequeño nació a mediados de noviembre, ya decidieron quedarse y pasar de nuevo las navidades aquí. Esme estaba en otra reunión, y Alice y Jasper en Norfolk Park, pasando unos días. Tanto Alice cómo Rose se habían graduado en verano, y Rose ya había empezado a trabajar en un buffete de Londres, en calidad de becaria.

Seguida de Casper e Isolda, que miraban a Charlie con cierta curiosidad siempre que Edward y yo lo teníamos en brazos, me encaminé hacia los jardines, parando cada vez que me cruzaba con alguien del servicio, que observaban al pequeño con una sonrisa.

Aunque hacía sol, el tiempo era un poco frío... pero realmente necesitaba respirar aire fresco. Me pasé una hora paseando a lo largo y ancho del jardín, recorriendo las distintas partes y rincones. Charlie se había despertado a mitad del camino, pero estaba muy tranquilo con su chupete en la boca y moviendo sus manitas cada poco rato.

-Ya es casi la hora de comer- le hablé a mi pequeño, acariciándole la mejilla con mi dedo -¿quieres ir a ver a papá y al abuelo Carlisle?- le propuse -seguro que ya habrán terminado-. Mi pequeño esbozó una sonrisa inconsciente por debajo de su chupete, y sus ojos topacio, del mismo color que los de Edward, miraban a su alrededor con curiosidad, o movía su cabecita cada vez que se producía un ruido un poco fuerte. Tenía el pelo castaño, igual que el mío, y mi nariz, pequeña y respingona... pero la forma de sus rasgos y sus ojos eran iguales que los de Edward... hasta sus rizos rebeldes.

Me adentré en palacio, topándome con Preston de camino al despacho de mi suegro.

-Alteza- me saludó, parándose a mi lado e inclinándose hacia el carro -¿cómo está el pequeño príncipe?- canturreó con una sonrisa, haciéndole cosquillas en la tripa.

-Está estupendamente, después de la siesta matutina- le informé con una sonrisa; el hombre rió divertido por mi comentario, sin despegar la vista de mi niño.

-¿Han terminado ya?- le pregunté.

-El Primer Ministro se ha ido hace media hora, alteza- me contó Preston -su majestad y el príncipe están en el despacho- me despedí de él, dándole las gracias y encaminándome hacia allí. Casper e Isolda se fueron con él, siguiéndole hasta la cocina. Una vez en la puerta, le saqué del carro, quitándole la ropa de abrigo y cogiéndolo en brazos. Se acurrucó en mi pecho, con sus manos a cada lado de su cabecita, cómo siempre hacía, y toqué a la puerta antes de abrirla.

-Hola- saludé con una sonrisa a Carlisle y a Edward, que ya sin corbata y sentados en uno de los sofás, revisaban varios documentos.

-Pero mira quién ha venido a vernos- mi suegro se levantó cómo un resorte, acercándose a mi y cogiendo al niño en brazos. Era increíble ver a Carlisle y Esme con su nieto, se les caía la baba. Mi marido también se acercó, dejando un pequeño beso en mi mejilla.

-¿Has dormido algo?- me interrogó, después de hacerle una carantoña a Charlie y pasando un brazo por mi cintura.

-Muy poco; he tenido una reunión con Zafrina, y después hemos salido a pasear- le conté -por lo menos, se ha portado muy bien- señalé a nuestro hijo con la cabeza.

-Igual que su padre- añadió mi suegro -tampoco nos dejaste dormir mucho los primeros meses, hijo- le explicó a mi marido, riendo divertido.

-Es todo un Cullen- expresó Edward, con una sonrisa orgullosa -y con el carácter de la abuela Swan-.

-En eso tienes razón- suspiré, rodando un poco los ojos -¿cómo ha ido la reunión?- le pregunté a Edward.

-Bien, cómo siempre- se encogió despreocupadamente de hombros -por cierto, el presidente de Australia y señora vienen de visita oficial en abril- me contó.

-Pensé que la vista se aplazaba hasta después del verano- le devolví en respuesta, con el ceño fruncido.

-Reajustes de agenda- me aclaró mi suegro, sin dejar de mirar al pequeño y haciéndole monerías. Justo en ese momento, Esme entraba por la puerta.

-Con cuidado- le reprendió a su marido -sujétale bien la cabecita- le recordó, posicionándose a su lado y dedicándole una sonrisa a Charlie.

-No se me ha olvidado, querida- le contestó con falso reproche -todavía recuerdo cuándo cogía a mis hijos en brazos-.

-¿Ves?- me dijo mi marido, poniendo un lamentable puchero de pena -ya ni nos saludan- Esme rió divertida ante el comentario, al igual que yo.

-Hola hijos- rodó levemente los ojos, pero enseguida su vista se posó de nuevo en el niño, quitandóselo a Carlisle de los brazos y acomodándolo en los suyos.

-¿Cómo esta el rey de la casa?- le preguntó a mi hijo, ante el falso enfado de Carlisle.

-Estoy muy bien querida, gracias por preguntar- Edward y yo los mirábamos divertidos.

-Creo que te han destronado en tu propia casa, papá- comentó Edward, con una sonrisa perversa.

-Eso parece- se lamentó cómicamente... pero Charlie frunció el ceño, empezando a llorar suavemente.

-Tiene hambre, ya es su hora- musité, mirando a Edward, que me dio la razón.

-Sí; vamos a darle de comer, y después vendremos para almorzar con vosotros- les explicó a sus padres. Esme y Carlisle se despidieron de nosotros, y Edward cogió al niño en brazos, para irnos a nuestras habitaciones; mientras caminábamos hacia allí, Edward iba hablándole para que calmara, a la vez que hacía círculos en su pequeña espalda y dándole pequeños besos en su cabecita... era muy tierno ver así a padre e hijo.

Nada más llegar, me acomodé en la cama, y mientras Edward se cambiaba de ropa, acomodé al pequeño en mis brazos, preparándome para darle le pecho. Una vez tuvo vía libre, se agarró a él, comiendo con avidez.

-Pues sí que tenías hambre- le dije con una sonrisa y quitándole la manita de la nariz, ya que él mismo se estorbaba. Edward se reunió con nosotros, ya en vaqueros y camiseta, y se sentó al otro lado de la cama, viendo al pequeño con una sonrisa.

-¿Crees que esta noche dormiremos algo?- le pregunté con un suspiro a mi marido.

-Veremos qué decide el rey de la casa- repitió con una risa las palabras de su madre, cogiendo con cuidado una de las manitas de Charlie y pasando el dedo por ella.

-Es tan pequeño- musitó extasiado -todavía me cuesta hacerme a la idea- giré la cabeza, observando a mi marido con una pequeña sonrisa.

-Pues vete haciéndote a ella- le recordé, apoyando mi cabeza en su hombro y cerrando los ojos -porque los dos hemos creado a este pequeño milagro-.

Dejó un pequeño beso en mi coronilla, para después apoyar su mejilla en ella.

-Quién nos lo iba a decir, aquel primer día en la universidad...- reí cómplice a su comentario, observando ambos a nuestro hijo.. o cómo decía Edward, nuestro pedacito de cielo.

0o0o0o0o0o0o0

El día de Nochebuena llegó sin apenas darnos cuenta, al menos para Edward y para mi. Estábamos todos acomodados en el salón privado, viendo el discurso de navidad, que este año se había grabado una semana antes, debido a la apretada agenda de mi suegro. Con nosotros estaban mi padre, Sue, la abuela, Jasper y Alice, obviamente... y este año se nos habían unido Rosalie y Emmet, ya que el trabajo de Rose no les permitía viajar con tranquilidad a Boston.

Miré de reojo a nuestros amigos; Rose tenía a Charlie en brazos, y Emmet jugueteaba con el pequeño, arrancándole imperceptibles sonrisillas. Hacia pocos días que les habíamos pedido que fueran los padrinos de bautismo de Charlie, celebración que tendría lugar en la capilla de palacio, a mediados de enero.

Ellos eran muy importantes para nosotros, y nunca olvidaríamos cómo nos ayudaron y apoyaron en los primeros tiempos de nuestro noviazgo, cómo guardaron el secreto, junto con la pequeña duende y Jasper, y Ang y Ben... ellos también vendrían al bautizo, ya que aun no conocían a Charlie en persona. Edward y yo soportamos los pucheros de mi cuñada, ya que también quería ser madrina del pequeño... así que para nuestro próximo hijo o hija, ya teníamos padrinos. Rosalie y Emmet aceptaron de inmediato, emocionados con la petición... y dándonos a su vez otra estupenda noticia... en septiembre se casaban en un pequeño pueblo en Gales.

-Bravo- alabó la abuela, una vez que el discurso terminó -qué capacidad de transmitir-.

-Gracias abuela- le agradeció mi suegro, inclinándose cortesmente hacia ella.

-No es por nada Edward- se metió Emmet en la conversación -espero que cuándo te toque a ti, que será dentro de mil años- añadió, ante la mirada atónita y divertida de Carlisle -cambies un poco el guión, que nos lo sabemos de memoria-.

-Grandullón- refunfuñó la abuela, mirando por encima de sus gafas.

-Tranquilo, Emmet- enfatizó mi marido su nombre- te llamaré para que lo escribas personalmente- todos nos echamos a reír, debido al puchero que puso nuestro escolta y amigo.

-Será por mi falta de oratoria- nos contestó, alzando una ceja.

-No me hagas hablar- masculló Rosalie entre dientes, levantándose y pasándole nuestro pequeño a Sue; nuestro hijo era el juguete de la familia, e iba pasando de unos brazos a otros.

-Déjame ver a mi campeón- reclamó mi padre, Sue le dio la vuelta, quedando el niño cara a cara con mi padre, que sonreía orgulloso al ver a su nieto.

-Creo que nos vamos a tener que mudar aquí- exclamó Sue, divertida.

-Por mi encantada- respondí riendo y acurrucándome al lado de Edward.

-Y por mi también, consuegro- añadió Carlisle, divertido -tenemos que enseñarle al pequeño Charlie el arte de la caza y pesca-.

-Ya estamos- Esme rodó los ojos, al igual que Sue y yo misma.

-Déjalos que sean felices ahora- me dijo Edward -cómo a Charlie no le guste cuándo sea mayor, vendrán las lamentaciones- todos reímos ante el comentario.

-Pobre pequeño mío- la abuela sacudió la cabeza, en señal de desaprobación -apenas tiene dos meses y ya lo están mareando- fulminó a mi padre con la mirada.

-Todos los Swan hemos sido cazadores... papá lo fue también- le recordó.

-Tu padre no le daba a un jabalí aunque se lo pusieran a cinco metros- resopló la buena mujer.

-¿Es eso cierto?- preguntó Jasper, conteniendo la carcajada.

-Por supuesto que no- contestó al segundo mi padre, cogiendo al niño en brazos.

-Ten cuidado... no es un paquete del supermercado- le regañó la abuela. Mi padre rodó los ojos, suspirando con paciencia.

-Ya lo sé mamá; te recuerdo que he cogido a mi hija en brazos muchas veces y...- la abuela le interrumpió.

-Pues no lo parece... alcornoque- la risotada se escapó de la garganta de mi suegro, que luchaba por mantener la compostura, al igual que el resto de los presentes.

Estuvimos charlando un buen rato, ya que aun faltaba un poco para que la cena estuviera preparada. De repente, sentí un ligero cosquilleo en mi oreja, y una cálida voz susurrándome al oído.

-Ya que tenemos niñeras y niñeros por un largo rato... ¿quieres perderte unos minutos conmigo?- me giré y estudié la sonrisa pícara de mi marido. Asentí levemente con la cabeza, y ambos nos disculpamos.

-Enseguida regresamos- dijo Edward, tomándome de la mano y saliendo a la galería principal de palacio.

-¿A dónde me llevas?- indagué curiosa. Al llegar a la sala de música, cerró la puerta tras nosotros, acercándose a mi y rodeando mi cintura.

-Sólo quería darle un beso de verdad a mi mujer- murmuró contra mis labios -y poder estar unos segundos a solas tú y yo-.

-Me gusta la idea- acorté la distancia que nos separaban enredando mis dedos en su pelo y acercando su cabeza a la mía.

Sus labios recibieron gustosos los míos, besándolos con ternura y cariño. Jamás me cansaría de sentir ese escalofrío que se adueñaba de mi cuerpo cada vez que nuestras bocas se fundían en una sola; era exactamente igual a cómo me sentí cuándo me besó por primera vez... a sólo unos metros de aquí, bajo el atardecer de Londres, con el jardín de palacio cómo mudo testigo de nuestro recién estrenado noviazgo.

Cunado tuvimos que separarnos para tomar aire, Edward juntó su frente con la mía, mirándome embobado. Sus ojos color topacio reflejaban ese amor que siempre me ofrecía, y que yo tomaba gustosa.

-Ha sido un año increíble- me susurró, con la voz un poco quebrada por la emoción -me has dado el mejor regalo que podría recibir- sonreí a la mención de nuestro hijo.

-¿Sabes una cosa?- le pregunté; al ver su mirada expectante, proseguí hablando -tu me diste el mejor regalo hace unos cuantos años... enseñándome que a veces... los cuentos de hadas existen; y no me refiero al hecho de que seas un príncipe de verdad-.

-¿Ah, no?- me preguntó con una sonrisa, estrechándome aún más, si era posible, entre sus brazos.

-Me has dado lo más valioso para cualquier persona... apoyo, cariño... amor; nos hemos casado, hemos sido padres...- me interrumpió con una sonrisa pícara.

-Esa tarea todavía no la hemos terminado- replicó inocentemente; reí divertida, acariciando su mejilla.

-Pues todo eso... nuestra familia, nuestros amigos siempre apoyándonos, los obstáculos y preocupaciones que vendrán en el futuro, nuestros padres apoyándonos... nuestras charlas y discusiones, nuestra complicidad... nuestro amor... ese es mi verdadero cuento de hadas- musité, sonriendo emocionada.

-Y yo haré que se cumpla todos los días; lo prometí hace un año y medio, en la catedral de St. Paul, y lo seguiré haciendo... mi niña-.

Mi niña... todavía suspiraba cómo una tonta cuándo me llamaba así.

-Y yo también lo seguiré haciendo- le respondí -escribiremos cada día una página más de nuestro cuento de hadas... siempre que sigas llamándome mi niña, aunque llegue un día en que esté llena de arrugas y con el pelo lleno de canas- le aclaré con una sonrisa. Rió divertido por mi comentario, juntado de nuevo nuestras fuentes.

-Te lo prometo... mi niña- susurró contra mis labios, para volver a acariciarlos con los suyos.

De nuevo nos envolvió esa burbuja que parecía aislarnos del mundo... un mundo en el que no cabía nadie más... un mundo en el que no éramos los Príncipes de Gales... un mundo en el que simplemente éramos dos personas que se amaban de manera incondicional... y lo harían por siempre.

...

...

...

FIN

 

 

Capítulo 48: Apuestas Capítulo 50: Epilogo

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14444954 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios