Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328517
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 31: Y sin ti no puedo vivir

EDWARD PVO

El verano pasaba, lento y silencioso. No sé como conseguí acabar los exámenes, y aprobar todas las asignaturas. Mi mente volaba una y otra vez a la noche anterior a que Bella se fuera a Forks. Sabía que era una locura, pero tenía que intentarlo. La quería en mi vida, como mi mujer, y ya me daba igual todo lo demás.

Ni siquiera me dejó abrir la caja, donde reposaba el anillo. Sabía que tenía que pensarlo y meditarlo, y no debía agobiarla... pero esa negativa inicial hizo que mi corazón se resquebrajase en ese mismo instante.

Era todo tan difícil... no tenía la culpa de haber nacido príncipe, no es algo que yo hubiera elegido... pero las cosas eran así.

Mis padres, bueno, y todos, notaron que algo había cambiado en mi estado de ánimo. La visita oficial a Australia y Nueva Zelanda se me hizo interminable. Emmet y Jasper me acorralaron un día, y no me quedó otro remedio que confesar; necesitaba hablar, y que alguien me escuchara. Se quedaron pasmados cuándo les dije que le había pedido que se casara conmigo, pero entendieron por qué lo había hecho; era fácil y simple, no podía soportar estar sin ella un segundo más.

Jazz me dijo que tuviera paciencia, que no la agobiara y le dejara pensarlo. Esperar a septiembre se me hacía largo y difícil. Ella no quería que renunciara, pero vaya si estaba dispuesto a hacerlo, si con ello podía tenerla conmigo; me dolía por mis padres, tenían sus esperanzas puestas en mi, y aunque aun faltaba mucho para que yo tomara su relevo... si con ello ganaba a mi niña, me daba por satisfecho en esta vida. No me importaba sacrificar todo por lo que había sido educado... a mi niña tampoco la consideraba egoísta... puede que desde esa noche, en que la traté tan mal, considerara que no merecía sacrificio alguno por su parte... y no la culpaba.

Desde que me declaré a ella, hace casi dos años, he soñado con dos imágenes. Verla entrar el la iglesia, con un vestido de novia precioso y una diadema de brillantes, caminando hacia mi... y otra, vestida de fiesta, con la diadema, las bandas y las placas, de mi brazo; cumpliendo a la perfección con su papel de princesa, susurrándome o comentándome todo lo que veía a su alrededor. Esas imágenes cada vez se difuminaban más, queriendo desaparecer por completo.

Dejé el libro, no me enteraba de nada de lo que estaba leyendo. Saqué de mi bolsillo la cajita de terciopelo negro, observando su contenido. Mi padre me la cedió hace algunos años, para que se la diera a mi futura esposa; era una de las joyas de la Casa real inglesa, y era muy importante para él. Estudié la forma del anillo, al que había mandado hacer algunos cambios, para adaptarlo al estilo de Bella. Meneé la cabeza, cerrando de nuevo la cajita, e intentando retomar la lectura del libro.

Michael, uno de los jardineros, pasó por allí, y se acercó para saludarme. Me puse de pie, acercándome y quedando a su altura.

-Buenas tardes- saludé con una leve sonrisa.

-Buenas tardes alteza, hace una tarde calurosa, y eso que casi son las ocho de la tarde- dijo con voz cansada.

-Si, es un verano duro- expresé en voz baja, refiriéndome al calor... y a mis pensamientos -¿cómo está su familia?-.

-Todos muy bien; en septiembre nos iremos unos días de vacaciones a Glasgow; mi mujer echa de menos a su familia- me explicaba amablemente. Conversamos durante unos minutos... y pude ver cómo sus ojos se abrían por la sorpresa, mirando por encima de mi hombro.

-¿Se encuentra bien?- interrogué sin entender nada. Al no contestarme, insistí de nuevo -¿señor Bradford?-.

-Creo que tiene visita, con permiso- se alejó, con una ligera inclinación de cabeza. Le vi alejarse, y me indicó que me diera la vuelta.

Mis ojos debían estar jugándome una mala pasada, porque no podía creer la visión que tenía delante de mi. Mi niña, mi princesa, a sólo unos metros, mirándome con lágrimas y con una sonrisa. Mi corazón palpitó deprisa; quise correr hacia ella y abrazarla, y asegurarme de que no era un sueño... pero estaba tan paralizado que las piernas no me respondían... Mordiéndose el labio inferior, presa de sus nervios, como siempre, hizo lo que nunca esperé que hiciera... echar a correr hacia mi, abrazándome con fuerza y escondiendo su carita en mi cuello, cómo siempre había hecho. Al sentir su calor, su pequeño cuerpo amoldándose al mío, las descargas que siempre pasaban por mis venas cuándo la rozaba... entonces me di cuenta de que no era un sueño, y la estreché fuertemente entre mis brazos, sin dejarla que se alejara de mi un solo milímetro.

-Bella- la llamé, pero no respondió. Podía sentir sus espasmos, debido al llanto, y sus lágrimas por la piel de mi cuello; permanecimos así unos minutos; deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante, para siempre... pero lo que escuché casi me hace caer de bruces al suelo.

-Sí... quiero- su voz, suave y dulce, pronunció lo que tanto tiempo llevaba esperando... mi cabeza empezó a dar vueltas, no podía haber escuchado bien.

-Bella- murmuré, sorprendido... y emocionado.

Ella levantó su rostro, mirándome con esos ojos que tanto había extrañado. Seguía amarrada a mi cuello, y juntó su frente con la mía.

-Perdóname Edward... tenía miedo... y lo tengo- dijo con la respiración agitada, muy nerviosa y tímida a la vez -no puedo permitir que renuncies... y si tu estás dispuesto a sacrificarlo todo... yo también-.

-Bella, cariño...- ella me silenció con uno de sus dedos, que besé suavemente, antes de que siguiera hablando.

-Me da igual lo que piensen de mi. Tengo el apoyo de mi familia, de la tuya, espero- rodó levemente los ojos- y el tuyo... sé que vas a ayudarme, al igual que yo a ti, en todo lo que pueda. Me has demostrado que me quieres, por encima de todo – sonreí como un tonto enamorado – y mi amor por ti también se merece un sacrificio, que supere mis miedos y que afrontemos juntos esa... tarea- la miraba emocionado, todavía sin poder creerlo. Mi pecho se infló de emoción y alegría... ella aceptaba casarse conmigo, con todo lo que conllevaba. Mis ojos se aguaron, intentado retener las lágrimas, ella se dio cuenta, y tímidamente me acarició la cara.

-Y la más importante de todas... te amo... y sin ti, no puedo vivir-. Ella bajó sus ojitos, roja como un tomate por lo que acababa de decirme. Al ver mi silencio, su cara cambió.

-No sé si es demasiado tarde, quiz...- no la dejé seguir hablando, ya que mis labios se posaron en los suyos, dejando que toda la emoción y alegría que me habían dado sus palabras, saliera en ese beso. Mi mente se quedó en blanco, sintiendo aquella anhelada sensación de sus labios, que necesitaba tanto como respirar. Me separé de ella cuándo noté que jadeaba.

-Bella... no te puedes hacer una idea de lo que siento en este instante. No se si merezco ese sacrificio que estás dispuesta a hacer... te prometo que nunca más estarás sola; yo estoy aquí, contigo... y vas a ser la mejor princesa que haya tenido Inglaterra... y lo más importante de todo... mi mujer- ella me miraba emocionada, sin dejar de llorar.

-No sabes lo que he esperado este momento; volver a tenerte entre mis brazos, y no dejarte ir... compensaré todo el daño que te hice y...- ella me calló de nuevo, besando brevemente mis labios.

-Eso ya lo has hecho, Edward- dijo una vez se separó de mi boca.

-Y lo seguiré haciendo... todos los días, durante el resto de mi vida. Gracias por perdonarme y darme otra oportunidad... te amo mi niña... te amo- esto último lo dije mientras volvía a juntar mis labios con los suyos. Ella me agarró del pelo, atrayéndome más hacia ella, y haciendo que el beso se volviera más intenso. Su lengua rozó la mía, y un escalofrío recorrió mi espalda, fortificando el agarre de mis brazos sobre su cintura, y levantándola en el aire, dando vueltas con ella. Cuándo me di cuenta de que casi la estaba ahogando, la dejé suavemente en el suelo, pero sin liberarla de mis brazos. Habíamos estado separados mucho tiempo, y no la quería soltar. Rebusqué con una mano en el bolsillo de mis vaqueros, sacando la cajita y mostrándosela.

-Creo que esto te pertenece desde ahora- dije con una pequeña sonrisa, mientras la abría y le enseñaba su contenido. Se llevó las dos manos a la boca, contemplando el anillo.

-¿Es de verdad?- preguntó alucinada. Me reí, asintiendo con la cabeza, mientras sacaba el anillo y se lo deslizaba por el dedo corazón de su mano izquierda. Encajaba a la perfección.

-Era el anillo de compromiso de mi abuela, la reina Elizabeth; mi padre me lo cedió hace unos años, esperando encontrar a su nueva dueña- le expliqué.

El diamante, de talla ovalada, descansaba en medio de dos aguamarinas, de similar forma y tamaño, todo ello rodeado por una sencilla montura de platino.

-Originalmente, el anillo tenía dos rubíes rodeando el diamante; mi padre me dio permiso para que el día que fuera necesario, hiciese cambios en él, respetando el diamante central- aclaré. Bella lo miraba absorta, con la respiración entrecortada.

-¿De tu abuela?; Edward, debe de tener un valor incalculable- decía sorprendida. Asentí con una sonrisa.

-Ya te expliqué una vez que lo tenía; pertenece a las joyas de la Casa real inglesa... ahora es tuyo. Cambié los rubíes por aguamarinas porque se que te encantan esas gemas... como la pulsera y los pendientes que te regalé-.

-Es impresionante... y precioso- murmuró emocionada. Le quité una lágrima que bajaba por su mejilla.

-Espero que lo lleves puesto- susurré.

-Nunca he llevado una joya así... dios... no sé qué decir- decía, roja como un tomatito.

-Solamente que lo llevarás siempre- le volví a decir.

-Eso por supuesto... tendré cuidado de no perderlo, de verdad; es un honor que haya sido de tu abuela, significa mucho para mi- decía con una pequeña sonrisa.

-No la llegué a conocer, pero era una mujer fuerte, luchadora y muy buena y querida por su pueblo... al igual que lo serás tu- le dije. Pasó sus manos por mi cintura, y le devolví el abrazo, dejando pequeños besos por su pelo, que ya había crecido un poco. Ahora le llegaba por debajo de los hombros, y en las puntas se empezaban a formar esos pequeños tirabuzones. Sonreí, más feliz de lo que jamás había estado en mi vida, y con ella aun en mis brazos, seguí preguntándole.

-¿Has venido sola desde Forks?- interrogué.

-Si... tuve una charla con Ang y Rose... y con mi padre y Sue; el fue quién me abrió los ojos... y me dijo que viviera a buscarte y decírtelo- me explicó. Desde ese momento, era esclavo del jefe Swan de por vida, nunca podría agradecérselo lo suficiente. Tendría que regalarle algo la próxima vez que lo viera.

-También me dijo que debía enfrentarme a mis miedos... y que tengo la oportunidad de hacer algo importante por Inglaterra y EEUU- me explicaba. La escuchaba con una sonrisa, cómo aquel día en que la conocí, en clase del señor Delamore.

-¿Has venido sola desde el aeropuerto?- seguí preguntando, con el ceño fruncido. Ella se separó de mi, mirándome con ojitos de culpa.

-Bueno, verás... llamé a tu hermana, y no cogía... de modo que llamé a Jasper; le pedí que no dijera nada, quería darte una sorpresa- dijo tímida. La abracé más todavía, dejando un pequeño beso en su mejilla.

-Pues lo has conseguido-.

-No sabía qué esperar... tenía miedo... quizá tu ya no...bueno, qué te habrías cansado de esperarme; cuándo te vi de espaldas, y te giraste... no pude hacer otra cosas que correr a tus brazos, aunque me rechazaras- susurró, con voz trémula.

-¿Rechazarte?; ni en broma... te hubiera esperado toda la vida, te lo aseguro- le dije, sorprendido -te lo dije muchas veces, y te lo vuelvo a decir... siempre serás tú- le aclaré, acariciando su cara con mi mano.

Ella simplemente asintió, apoyando su mejilla en mi pecho, y cerrando los ojos. Pude ver a Jazz a lo lejos, levantando el pulgar hacia arriba... y a mi hermana, con las manos cruzadas en el pecho, sorprendida.

-Cariño... me parece que tenemos audiencia- le dije en voz baja. Se giró, apareciendo una sonrisa en su cara, mientras mi hermana y Jasper se acercaban.

-Tanto blackberry de última generación y lo tienes apagado todo el día- le dijo Bella, rodando los ojos. Mi hermana alzó las manos.

-Perdón, perdón, perdón- canturreaba con un puchero, abrazando a mi novia con cariño.

-¿De modo que estáis de nuevo juntos?- preguntó de nuevo, pegando saltitos. Bella asintió, mirándome con con una pequeña sonrisa.

-¿Lleváis mucho ahí?- interrogué a mi cuñado.

-Sólo cinco minutos... y por cierto, enhorabuena- dijo, acercándose y abrazándome. Alice miraba a su novio sin entender nada. Después de dar un beso a Bella, Jazz cogió la mano dónde estaba el anillo, poniéndoselo enfrente.

-Nos perdimos el momento justo- explicó entre risas. Mi hermana abrió los ojos de la impresión.

-¡AAAHHHHHHH!- gritó; nos abrazó a los dos a la vez, y salió corriendo, en dirección a la casa.

-¡Mamá, papá!- chillaba como loca. Jasper la miraba con una ceja arqueada; Bella la observaba conteniendo la carcajada, y yo rodé mis ojos... ¿seguro que no hay ninguna enfermedad llamada hiperactividad?.

0o0o0o0o0o0o0o0

Seguíamos viendo cómo Alice realizaba un sprint hasta el interior de palacio, buscando a sus padres. De nuevo el miedo volvió a invadir mi cuerpo. Era tan feliz, con Edward a mi lado, y con todo lo sucedido los minutos anteriores, que no caí en ese pequeño detalle.

¿Qué pensarían?; ¿dejarían que hiciéramos dos cursos en uno, y poder casarnos?; mi novio notó el cambio de semblante de mi cara, y me miró preocupado.

-¿Qué pasa cariño?-.

-¿Qué opinarán tus padres?- pregunté con un hilo de voz... pero el esbozó una de sus sonrisas torcidas, que tanto me gustaban.

-Puedes preguntárselo tu misma- me hizo un gesto con la cabeza, indicando que mirara al frente.

Carlisle y Esme estaban frente a nosotros, atendiendo a lo que Alice les explicaba. Nos miraban con una gran sonrisa, y Esme me abrió los brazos. Me acerqué a ella, y me dio un abrazo cariñoso, de esos que daba mi madre.

-Bella, hija... qué alegría más grande- se le notaba que intentaba no llorar.

-Os he echado de menos, mucho- musité en voz baja.

-Y nosotros a ti; créeme, esta casa no ha sido la misma sin ti- dijo mi suegro, que también se acercó para abrazarme. Una vez me liberaron de los abrazos, me tomó la mano, observando ambos el anillo.

-Te queda muy bien; era de mi madre, espero que te guste- me contaba, con una gran sonrisa.

-Es precioso, y un honor llevarlo; significará mucho para ti- murmuré.

-Lo es, créeme- se quedó conmigo, mientras Esme abrazaba a Edward.

-Estamos tan contentos por vosotros- le decía, ya llorando a mares.

-¿Cómo estás?- la pregunta de Carlisle hizo que girara de nuevo la cabeza hacia él.

-Feliz... y muy asustada; verás... quería pediros disculpas, por haber huido despavorida esa noche. Sé que no estuvo bien y... -Esme se acercó de nuevo a nosotros, cogiendo mi mano.

-No nos debes ninguna disculpa, hija... pero estamos seguros de qué ambos habéis aprendido que no debéis culparos por errores ajenos; y que tenéis que hacer, a veces, oídos sordos a las críticas. Y en cuanto a ti -me dijo con una sonrisa – te entiendo más que nadie, pero no tienes que tener miedo; te vamos a ayudar a acostumbrarte a todo este mundo, todos- me aseguró.

-Gracias, de verdad- no sabía que decir ni qué hacer... en verdad me querían en esa casa. Observé que Edward se había alejado unos metros, con el móvil en la mano. Miré a Jazz, que me dijo que me acercara. Edward puso el manos libres... y los chillidos de Rose aparecieron.

-¡Bella!, ¿es cierto lo que me ha contado Emmet hace un segundo?- parecía que le iba a dar un ataque de histeria.

-Si... y creo que tienes parte de culpa, por decirlo así. Gracias a ti y a Ang, por abrirme los ojos- le dije al teléfono.

-Simplemente necesitabas un empujoncito. Ang me ha llamado hace un rato, contándome la conversación con tus padres. Creo que le debes mucho a Charlie; me alegro mucho, por los dos- dijo ella. Asentí, tenía que llamarlos y contarles las noticias.

-¿Te veré pronto?- pregunté.

-El uno de septiembre Emmet se reincorpora al trabajo... allí estaremos- me aseguró. Por cierto... sácale una foto al anillo y me la mandas- reí con ganas, como hacía tiempo que no me reía; Rose no cambiaría nunca.

-De acuerdo... mañana te llamo más tranquila- me despedí de ella, y Edward apretó la tecla, cortando la comunicación.

-¿Quieres llamar a casa?- me dijo. Asentí, y marcó el número de Forks, poniendo el manos libres.

-¿Sí?, ¿quién es?- la voz de Sue salió del pequeño aparatito.

-Hola Sue-.

-¡Charlie, tu hija está al teléfono, ven aquí ya!- gritó. Edward contuvo la carcajada, al igual que el resto.

-Dinos, estamos con el altavoz puesto- dijo al de un rato, ya que mi padre estaba muy torpe todavía -¿has visto a Edward, has hablado con el?- preguntó; si Rosalie se quedó al borde del infarto, Sue no era menos.

-Está aquí, a mi lado- el aludido pasó un brazo por mi cintura, acercándome a su cuerpo.

-¿Y bien?- esta vez era mi padre quien hablaba.

-Uffsss... papá... me voy a casar- solté.

-¡Bella, por dios!; cariño, no sabes lo felices que estamos, de que hayáis aclarado todo- dijo Sue, emocionada.

-Y de que seáis felices, por fin- la voz de mi padre volvió a resonar – Edward, ¿me escuchas?- le preguntó a mi novio.

-Aquí estoy, jefe Swan- respondió.

-Cuida a mi pequeña... ahora más que nunca- le ordenó, serio.

-No te preocupes; además os debo una disculpa a ambos, por hacer sufrir a Bella todos estos meses- dijo, poniéndose serio.

-Edward, todas las parejas pasan por momentos difíciles y complicados... y sabemos que, a partir de ahora, vais a afrontar todo lo que os venga- nos dijo sabiamente -¿recuerdas lo que hablamos, pequeña?- las palabras de mi padre dejaron a Edward fuera de combate.

-Si, papá... gracias por todo- murmuré en voz baja.

-Gracias jefe Swan- agradeció también Edward -no le he pedido la mano de su hija oficialmente- dijo cauteloso.

-Edward, dos cosas; primero: creo que si no te la doy, ciertas personas me muelen a palos- dijo con voz de misterio -empezando por mi madre- me reí, imaginando a mi abuelita - segundo: llámame Charlie-.

-Está bien... Charlie... por cierto, tu compañero de caza quiere hablar con vosotros, y mi madre- Esme nos hacía señas, para que le pasáramos el teléfono. Se alejaron, pero pudimos sentir los gritos y las risas de alegría. Miré a Edward, que me regaló un pequeño beso, que devolví con una gran sonrisa.

-¿Estás más tranquila?- me preguntó. Asentí con una sonrisa, mientras Alice me tomaba de las manos, dando saltitos.

-¡Tenemos tanto que hacer!... ufffssss... ¡Bella!... ¿te das cuentas que vais a casaros?- la miraba divertida, asintiendo con la cabeza.

-Me doy cuenta... supongo que la boda de un príncipe heredero no se prepara en un mes- dije, rodando los ojos. Edward sonrió por mi comentario, mientras que sus padres se acercaban de nuevo a nosotros.

-¿De qué habéis hablado tanto rato?- les preguntó curioso.

-Os lo explicaremos... pero ahora a la mesa... tenemos mucho que celebrar... y que hablar- el resto se adelantó; Edward y yo nos quedamos un poco rezagados, me volví a abrazar a él, escondiendo mi cara en su cuello.

-¿Qué piensas?- me susurró, pasando sus manos por mi espalda.

-Ufffsss... no lo sé... estoy cansada del viaje... agotada de los nervios... soy tu prometida- enumeré, todavía sin poder creérmelo.

-Eso último me gusta cómo suena- dijo divertido, estrechándome entre sus brazos.

-Soy muy feliz- dije en voz muy baja.

-Y yo también cariño, no te imaginas cuánto... podrás venir conmigo a los actos oficiales, de viaje de estado... pero sobre todo, quiero que estés tranquila, y que no te agobies, ¿de acuerdo?- me miró serio, esperando una respuesta. Suspiré afirmativamente.

-Buena chica- me dio un besito en la nariz, mientras tomaba mi mano, conduciéndome al comedor.

Nada más entrar allí, su familia nos esperaba de pie, al lado de la mesa, pero el servicio del castillo también estaba allí, capitaneados por Angus. Una ola de aplausos inundó la sala, felicitándonos. Me puse más roja que un tomate, agachando mi cara. Edward me rodeó con sus brazos.

-Te tienes que empezar a acostumbrar- me dijo en voz baja, mientras dejaba un beso en mi mejilla. Asentí nerviosa, alzando la cabeza y dedicando una pequeña sonrisa al resto. Angus se adelantó un paso, acercándose a nosotros.

-De parte de todos los empleados, enhorabuena alteza; señorita Isabella- nos ofreció su mano, que ambos estrechamos.

-Muchas gracias a todos, de verdad- dijo Edward, de parte de los dos. Por fin el servicio volvió a sus quehaceres, y nosotros pudimos sentarnos a cenar.

La cena transcurrió tranquila, entre risas cómplices y comentarios de todo tipo... sobre todo de Alice, que estaba revolucionada. Por primera vez en meses, logré terminarme toda la comida; la última vez que había comido era, por el cambio de horario, hace unas diez horas, y estaba muerta de hambre. Después pasamos al salón, dónde nos sirvieron el café y empezó la conversación.

-Bella, hemos hablado con tus padres. Nos han dicho que decidáis sin presión alguna cuándo queréis casaros, cosa con la que concordamos tu madre y yo- nos explicó Carlisle. Edward tomó aire, para hablar, pero Esme se le adelantó.

-Os decimos ésto, porque Jasper nos ha explicado qué podéis hacer el último año de carrera, junto con este curso. Si es así, hablaremos en septiembre con el rector de King´s College, para solucionarlo- nos siguió explicando. Miré a mi novio, que empezó a hablar.

-Veréis, cuándo le pedí a Bella en junio que se casara conmigo -sus padres abrieron los ojos, por la sorpresa -me rechazó, más o menos- aclaró con una mueca, cosa que hizo que su padre le sonriera comprensivamente -ya estaba informado de todo eso. Yo estoy más que dispuesto a hacerlo, pero si Bella quiere que esperemos otro año, esperaremos- terminó de decir, mirándome con una sonrisa... y supe que llegaba mi turno para decir algo.

-Yo también estoy dispuesta, ambos llevamos los cursos sin problemas, tengo que hacer un examen en septiembre, pero fue por lo de mi padre- expliqué. Edward me dio un beso en la mano, contento por mi decisión.

-Podéis hacerlo, estamos seguros- nos animó Jasper.

-Debíamos saberlo; si hacéis los dos cursos, es de suponer que os casaréis pronto, ¿queréis hacerlo oficial?- la pregunta de Esme me puso un poco nerviosa... pero Edward agarró mi mano, tranquilizándome.

-Si ella quiere, no tengo ninguna objeción a eso- dijo serio.

-Si se hace oficial... ¿podré acompañarle a algunos actos y viajes, verdad?- pregunté.

-Eso es; no tendréis que estar escondidos... podréis volver a la universidad juntos, estar en la misma clase... salir por ahí... con cuidado y con escolta, claro está- añadió Carlisle. Miré a Edward, que esperaba mi respuesta. Tenía que acostumbrarme a todo aquello... y así nos pareció que era el mejor modo.

-Está bien- decidí finalmente.

-¿Segura?- volvió a insistir Edward. Asentí de nuevo, con un gesto de cabeza... pero una pregunta vino a mi mente.

-Ésto... ¿el Parlamento debe dar su autorización para la boda?; he leído que en algunos países, Holanda, Suecia... debe ser así- pregunté.

-Aquí no cariño; la ley de Gran Bretaña contempla un "consentimiento silencioso"; es decir, mi padre debe informar al Parlamento que contraeremos matrimonio, pero la auténtica autorización la da el rey; si el rey lo aprueba, el parlamento también- me explicó.

-Y por supuesto que lo apruebo- dijo Carlisle, en tono burlón y divertido. Esme miró a su marido, arqueando las cejas y riendo por su ocurrencia, al igual que el resto.

-Y... ¿quién costea la boda?- pregunté curiosa.

-El gobierno asigna los presupuestos de la Familia real cada año. Desde hace algunos años, también pagamos una serie de impuestos. Por supuesto, la boda saldrá de los presupuestos asignados a la familia... pero también hay que hablar con el ayuntamiento y el gobierno; la seguridad esos días, arreglos de calles, etc... eso sale de los presupuestos generales- explicó Esme.

-El rey asigna anualmente, de ese presupuesto, a cada miembro su "sueldo", llamémoslo así, a cada miembro de la familia, por la representación y el trabajo de los miembros de la corona; aparte del de los empleados y para el mantenimiento de su casa- me explicó Edward. Escuchaba atentamente, enterándome de cosas que había oído de pasada.

-Es así en todas las monarquías constitucionales- añadió Jasper.

-Ehmm... ¿religión?- pregunté dudosa. Edward me miró sorprendido.

-¿Por qué preguntas eso, cariño?-.

-Bueno... pertenecéis a la Iglesia Anglicana cuya máxima autoridad es el rey de Inglaterra- murmuré con algo de vergüenza.

-¿Sabes lo qué quiere decir eso?- Carlisle me miraba con una sonrisa.

-Significa que sois católicos...pero que no estáis bajo el mando, por así decirlo, de Roma- expliqué lo mejor que pude.

-Eso es- dijo Edward, asombrado -no sabía que lo supieras- me susurró en voz baja.

-Es el tiempo que estuvimos juntos, me informé- le confesé con una risita.

-Y tú... perteneces a la iglesia episcopaliana, que es una variante de la Iglesia Anglicana allí, en EEUU- explicó Carlisle- por lo tanto, no. Y aunque fueras católica por la Iglesia de Roma, hoy en día se pediría una dispensa papal. Eso de que hay que renunciar a la religión y adoptar la oficial del país, por casarse con un heredero al trono apenas se contempla en las leyes de sucesión de ningún país europeo, hoy en día- me explicaba con cariño.

-Además, a efectos de la Iglesia, eres anglicana, así que ningún problema- apuntó mi madre.

-¿Y mi nacionalidad?- seguí preguntando; todos allí me miraban divertidos... y de repente me dio mucha vergüenza -lo siento, os estoy friendo a preguntas-.

-No cielo, tranquila, es lógico y normal- Esme me sacó del apuro, al igual que Edward.

-Tendrás doble nacionalidad desde el momento en que te cases con Edward- me contó Carlisle.

-Y nuestros hijos también tendrán pasaporte americano- añadió, mirándome y volviendo a agarrar mi mano. Asentí, demasiada información... pero eran cosas que necesitaba aclarar.

-¿Habéis pensado en alguna fecha?, ¿alguna en especial?- inquirió Alice, curiosa.

-Yo no; personalmente, no tengo ninguna en mente... ¿tú quieres alguna en concreto?- me preguntó curioso.

Pero yo si tenía una... y me hacía mucha ilusión. No estaba segura, pero en el avión creía haber calculado bien.

-¿Alguien lleva un móvil?- Edward me tendió el suyo, y busqué el calendario... hasta que di con ella... y efectivamente, era sábado.

-¿Cual es?- preguntó la pequeña duende, ansiosa.

-El veintitrés de junio- dije en voz baja -mis padres se casaron ese día- recordé con una pequeña sonrisa , mirando mi anillo y acordándome de ella... de mi madre. Edward captó el mensaje, abrazándome con cariño.

-¿Qué te parece?- le pregunté.

-Me parece perfecto, mi niña- me consoló, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza. Dejó un suave beso en mi cabeza, y me quedé acurrucada junto a el, con su brazo por mi cintura.

Esme se acercó a nosotros, sentándose a nuestro lado.

-Es una bonita fecha, hijos; y muy especial para ti . Seguro que a tu padre le hace muchísima ilusión- me dijo con cariño -además, para esas fechas, si todo va bien, ya habréis terminado los estudios- Edward asintió, mirándome fijamente.

-¿Qué?- pregunté extrañada... y ruborizada; cada vez que me miraba así, me salían los colores.

-Tres días después de mi veinticuatro cumpleaños... una bonita forma de celebrarlo- objetó con una sonrisa.

-Bien... entonces, si os parece bien, anunciaremos el compromiso a finales de septiembre, justo antes de qué comencéis las clases- explicó Carlisle.

-Dentro de mes y medio, más o menos- musitó Edward, pensativo.

-Está bien- acepté.

-También hemos hablado de eso con tus padres, y estarán aquí contigo, no te preocupes- dijo Esme.

-Aunque nosotros estamos solo para las fotos- dijo Alice, divertida – ese día te tocará hablar, Bellie, y a Edward- dijo divertida. Mi novio rodó los ojos.

-Gracias por la aclaración, pequeña saltamontes- repuso burlón. Me quedé pensativa... sería la primera vez que hablara ante los medios... menos mal que Edward estaría conmigo... tendría que ensayar.

Involuntariamente, un bostezo salió de mi boca... empezaba a notar los efectos del jet lag. Edward miró su reloj, y decidió que era hora de que nos retiráramos.

-Bella está cansada... podemos seguir mañana- dijo a modo de despedida. Nos desearon buenas noches, y salimos al pasillo, rumbo a la habitación de Edward... ahora nuestra.

-¿Te encuentras bien?- me preguntó en cuánto estuvimos a solas, pasando un brazo por mi cintura.

-Sí, claro que sí... siento el mareo de preguntas... pero quería saber- me disculpé, encogiéndome de hombros.

-No te disculpes, mi vida... es normal... y sabes que puedes preguntarnos lo que quieras, cualquier duda que te surja, por pequeña que sea- me reprochó con cariño.

Al fin llegamos a la puerta de nuestra habitación. Edward me cedió el paso, cerrando tras él. Vi que mi maleta ya estaba desecha, y mi ropa en el armario. Suspiré pesadamente, mientras Edward seguía apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente... con el deseo escrito en su rostro. Demasiados meses separados, sin amarnos... sin apenas tocarnos... y esa distancia dolía, y mucho.

Me acerqué a él, lentamente, tomándole de los hombros. Bajó su cabeza a la altura de la mía, quedando nuestros ojos conectados a la misma altura. Sabía que estaba intentado contenerse, por la expresión de su cara. Esos topacios dorados me traspasaban el alma, leyéndola... y quería que leyera la necesidad que tenía de sus besos, de sus caricias... de él.

-Bella... yo...- parecía tímido y avergonzado.

-Shssss... por favor...- lo silencié, con uno de mis dedos, posándolo suavemente en sus labios, tan suaves como siempre. Me mordí el labio inferior, nerviosa como si fuera la primera vez.

-Te necesito- murmuré, inclinando mi cabeza hacia a un lado, cerrando los ojos y acortando los escasos centímetros que me separaban de sus labios. Se amoldaron a los míos perfectamente, primero suaves y tiernos, cómo pequeñas caricias de una pluma. Sus manos se anclaron en mi cintura, apretándome contra él, recibiendo el saludo de su intimidad, haciéndome saber que su cuerpo reaccionaba a mis caricias, cómo si nunca nos hubiéramos separado.

Apenas nos separábamos unos segundos, no dábamos tregua alguna al fuego que emanaban nuestros cuerpos. Cada caricia, cada beso, cada roce... hacían que nuestros cuerpos volvieran a sentir esas mágicas sensaciones, dormidas pero no extinguidas.

-Ed... Edward... por favor... no pares- le conseguí decir entre beso y beso.

-No sabes lo qué te he extrañado... y no puedes hacerte una idea de cuánto te necesito yo también- dijo contra la piel de mi cuello, a la vez que lo besaba.

Volví a su boca, esta vez besándole sin tregua alguna. Su lengua exploraba cada rincón de mi boca, sin dejar de acariciar un solo recoveco de ella.

Me colgué de su cuello, sin separarnos, y el me alzó en sus brazos. Mis piernas aprisionaron su cintura, sintiendo el placentero roce de nuestra intimidad. Conmigo en sus brazos empezó a andar, con una de sus manos recorriendo mi columna, y la otra posada en una de mis piernas.

Sin dejar de movernos, agarré el extremo de su camiseta, sacándola a trompicones. Su pecho, duro y firme, con cada músculo marcado, apareció ante mi. Lentamente bajé las manos por él, recordando la suavidad de su piel, cada lunar, cada rincón escondido.

Sentí que me posaba en una superficie dura, sentándome y quedando de pie entre mis piernas. Besaba y mordía cada una de las células de mi cuello, tiernamente, como una caricia. Su aliento me hacía cosquillas, y sus manos se fueron al borde de mi camiseta, haciéndola desaparecer. Mis labios volvieron a buscar los suyos, en una caricia incontenible por mi parte, moviendo mis manos desde su cuello hasta esa perfecta uve de su bajo vientre. Sus jadeos coparon la habitación en cuánto rocé con las yemas de mis dedos esa parte de su cuerpo.

-Ahhh... dios... ¿cómo puedes hacerme eso?- susurró en mi oído, dejando un suave beso en él -sabes que me encanta- dijo con un jadeo.

Sus manos, rápidas y concisas, se deshicieron de mi sujetador, pasando sus manos por mis pechos y mis sensibles pezones, que enseguida se endurecieron, debido al roce con sus dedos. Mi espalda se arqueó, en un movimiento involuntario, y tuve que apoyar mis manos en la mesa, inclinándome hacia atrás y ofreciéndole mi cuerpo, que el no dudó un sólo instante en besar con su boca, labios y dientes.

Al final terminé tumbada encima de la mesa, gimiendo y jadeando cosas incoherentes, enredando los dedos en el suave pelo de Edward y empujando su cabeza contra mis pechos, que no dejó un sólo segundo en paz. Si uno lo torturaba con su boca, el otro recibía caricias y tirones con sus dedos.

-Ed... ward... aaahhhhh... por favor- le suplicaba, nunca antes me había torturado de esa forma.

-¿Por favor, qué?- dijo mientras mordía uno de mis pezones, tirando suavemente de él, haciendo que un cosquilleo de placer me recorriese entera. Levantó la vista, acercándose a mi boca, que no tardé en morder suavemente, delineando con mi lengua su labio inferior, y tirando de él.

Nunca había visto sus ojos así, el deseo y la necesidad que teníamos el uno del otro se reflejaba en los ojos de ambos. Se irguió lentamente, y bajando suavemente su mano por todo mi cuerpo, llegó a mi cintura, que recorrió con un dedo, para terminar desabrochándome el pantalón y quitándolo de mi cuerpo, junto con la única prenda interior que quedaba. Me recorrió de arriba abajo con su mirada, inclinándose y dejando suaves besos en mi vientre y en mi ombligo. Su aliento me hizo cosquillas, haciendo que la carne se me erizara... y la vez me sonrojara, con una mezcla de pasión y vergüenza que nunca antes había sentido.

Me senté de nuevo, apoyando las manos en la parte trasera de su cabeza, lo atraje hacia mí, quedando nuestras bocas separadas apenas unos milímetros.

-Vamos a la cama- apenas salió de mi boca más que un ronroneo sexy, lo que hizo que sonriera de esa forma que tan de cabeza me traía.

Me levanté cómo pude, ya que mis cuerpo se había convertido en una masa gelatinosa y temblorosa. Completamente desnuda, tiré de él tomándole de la mano, y haciéndole que cayera sentado en el borde. Me agaché entre sus piernas, quitando lo que quedaba de su ropa.

El pequeño principito me dio la bienvenida mientras el se acomodaba en la cama. Con atrevimiento que yo no sabía que tenía para estas cosas, me deslicé por la cama, a gatas, parando a su altura. Estaba tumbado, y apartándome el pelo que caía por mi cara y mis hombros, atrajo mi cara hacia la suya, sonriendo de forma torcida.

-Eres una niña muy mala- me dijo con voz ronca, antes de estrellar sus labios en los míos, chupándolos y mordiéndolos sin hacerme daño, pero mandando olas de fuego y de placer por todo mi cuerpo.

-Yo no soy mala- dije en voz baja -simplemente hago disfrutar a mi prometido- murmuré contra sus labios, sonriendo pícara.

Lentamente me senté sobre el, a horcajadas, uniendo lentamente nuestros cuerpos. Sentí el jadeo que salió de su pecho, pero abrió los ojos, cayendo en la cuenta de algo, se incorporó, quedando sentado y mirándome con terror.

-Bella, cariño... no nos hemos protegido y...- le corté con un pequeño beso, mientras yo negaba con la cabeza.

-Tranquilo; no he dejado de tomar la pastillita. Sabes que me ayuda a regular la visita de todos los meses- le expliqué divertida. Sentí que se relajaba, pero no se volvió a tumbar, sino que se abrazó a mi, escondiendo su cara en mi cuello y regalándome besos en él. Sus manos pasaban por toda mi espalda, bajando y subiendo por ésta. Me agarré a sus hombros, tomando impulso y moviéndome lentamente. Sabía que eso le torturaba y le ponía al límite, no llevar, sólo en este aspecto, el control de la situación.

Su respiración se estrellaba en cada poro de mi piel, y al final, después de un buen rato de jadeos tortuosos y entrecortados, agarró mis nalgas, girándome y posando mi espalda en la cama. Le miré con cierta sorpresa y fingido enfado, mientras el sonreía, pagado de si mismo.

-Sip, definitivamente eres muy mala- susurró en mi oreja, lamiéndola despacio, a la vez que empezaba a moverse despacio.

-Ed... Edward... ahhh... más, más- conseguí que me salieran las palabras.

-¿Más, qué?- susurró en mi oído -me lo tienes que decir-.

-Más rápid... rápido- busqué su boca, necesitaba besarle, sino los gritos empezarían a salir por ella, y desgraciadamente, ahora no estábamos solos. Mis palabras fueron órdenes para él, ya que sus embestidas y empujones dentro de mi tomaron un ritmo atroz, haciendo que mi corazón empezara a bombear salvajemente. Esa corriente, tan familiar y añorada, nació en mi vientre, haciendo que me retorciera, presa de placer y de pasión.

-Si... sí... por favor... así, no pares, así- le decía una y otra vez, con los ojos cerrados y mi cara enterrada en su cuello.

-Cariño... me voy- decía, sudoroso y agitado. Al oír esas palabras, mi cuerpo abandonó todo atisbo de cordura, y las descargas por todo mi cuerpo no se hicieron esperar, llegando al punto máximo del placer casi a la vez. Me besó de una forma inexplicable, acallando los gritos que querían salir de nuestras bocas. Terminó desplomado encima de mí, sudoroso y jadeante, al igual que yo.

Todas las emociones vividas ese día, hicieron que mis ojos se volvieran acuosos. Hice un esfuerzo sobrehumano por evitar que salieran... pero levantó la vista, y se dio cuenta. Se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y me atrajo hasta sus brazos. Acurrucada entre sus piernas, enredados entre las sábanas, me abrazó de esa forma que tanto me gustaba, dejando pequeños besos en mi cara.

-No llores más cariño... estamos aquí, juntos de nuevo... y vamos a olvidar estos meses anteriores- me decía. Sabía que lloraba de felicidad, y lentamente me fue meciendo y arrullando, hasta que el cansancio y las emociones pudieron conmigo, quedándome dormida en su pecho, segura y protegida... con él a mi lado.

 

Hola chicas como están? Espero que hayan tenido una Feliz Navidad en compañía de sus seres queridos, y que hayan recibido regalos que tanto deseaban. Como regalo de navidad atrasado jejeje aquí les dejo 5 capitulos nuevos y un nuevo fanfic Cowboy De mi Corazón, que de seguro esta en la ultima página de sala cullen,  espero les guste.

Saludos Caro508 QUE PASEN FELIZ AÑO NUEVO!!!

Capítulo 30: Abriendo los ojos Capítulo 32: Volviendo a vivir

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14445286 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios