Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328488
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 34: Una pareja más o menos normal

EDWARD PVO

Las puertas del salón de la Reina Alejandra se cerraron tras nosotros. Respiré aliviado, mirando a mi amor con una gran sonrisa... pero estaba pensativa, y un poco seria.

-¿Qué pasa cariño?, ¿por qué tienes esa cara?- interrogué preocupado. Ella jugaba con sus manos, retorciéndolas de forma nerviosa.

-Es que... verás... siento haber apoyado la cabeza en tu brazo, no he podido evitarlo- su vista permaneció agachada, mirando al suelo.

-No digas eso Bella, lo has hecho muy bien- la voz de mi padre hizo que levantara la vista.

-¿De verdad?- preguntó.

-En serio Bellie... a mi me ha parecido muy tierno y espontáneo- le dijo mi hermana, cosa con la que concordó Rosalie.

-¿Por qué crees que no podemos hacer eso en público?; eres mi prometida... y pueden vernos de la mano, de la cintura... incluso si te beso no pasa nada- le expliqué con una sonrisa divertida.

-Eso sí; no pienses que te dará un beso de película, de esos que os dais a menudo- mi novia y yo miramos a Emmet, arqueando una ceja, al igual que Charlie.

-¿Qué?- se encogió de hombros -es la verdad; cómo mucho uno pequeño y discretito- añadió burlón. El resto de la sala rompió a reír, haciendo que mi niña se relajase. Estaba guapísima con ese conjunto... y los tacones hacían sus piernas sexys y largas.

Charlie se acercó a nuestro lado, abrazando a su hija.

-Lo has hecho muy bien Bells. Has hablado de forma tranquila y educada-.

-Pero dulce y atenta con todos... sobre todo con Edward- dijo Sue -¿y tú decías que no valías para ésto?- le preguntó burlona. Mi novia suspiró, negando divertida.

-Estaba hecha un flan- confesó.

-Pues lo has hecho muy bien- le murmuré al oído y dejando un pequeño beso en su mejilla.

Rose y Emmet se despidieron de nosotros, ya que se iban a pasar el día fuera. Nosotros nos dirigimos al comedor, comentando lo ocurrido anteriormente. Bella tiró de mi brazo, para indicarme que parara un momento, y así lo hice, quedándonos solos. Iba a preguntarle qué pasaba... pero ella no dijo una sola palabra. Simplemente acercó sus labios a los míos, besándome con ansias. Respondí encantado a su beso, acercándola más a mi cuerpo con mis brazos; cuándo pensé que iba a separarse de mi, lo hizo dejando pequeños y cortos besos, que recibí gustoso.

-Necesitaba hacer ésto desde que me cogiste de la mano, al responder a la primera pregunta- murmuró entre esos pequeños besos -he tenido que aguantar las lágrimas en algunos momentos- confesó, mordiéndose el labio. Sonreía mientras la miraba, y una de mis manos acarició su carita.

-Bella; todo lo qué dicho ahí fuera es la verdad- ella me miró conmovida.

-Ya lo sé... ¿de verdad que lo he hecho bien?- volvió a preguntar. Dejé un pequeño beso en su frente, ligeramente arrugada.

-Muy bien cariño, de verdad. Los ingleses van a tener una princesa estupenda- mis palabras hicieron que sonriera un poco. Por fin, algunas palabras positivas salieron de sus labios.

-Para ser la primera vez creo que no ha estado mal... pero tendré que verme para juzgarme- dijo con una risa.

-No creo que tengas problemas por eso... esta noche pondremos Sociedad Inglesa, a ver qué dicen... pero sólo por ésta vez- le guiñé un ojo, mientras ella reía.

-¿Sabes que ésto tiene una ventaja?; no tendremos que contratar foto y vídeo para la boda- reí por su comentario, rodeándole los hombros y caminando hacia el comedor. Hoy comíamos en uno de los comedores oficiales, reservados para almuerzos privados con mandatarios, la ocasión lo merecía. Era mucho más pequeño que el de gala. Al entrar, Emily vino hacia nosotros, al igual que Maguie y Sam, que felicitaron a Bella.

-Ha sido precioso... destiláis amor, no se puede esconder- observó Emily.

-Ni se debe esconder- la voz de mi madre hizo que Bella sonriera.

Comimos en familia, mucho más relajados, comentando todo lo acontecido. Después de la comida, hablaríamos en serio acerca de algunos aspectos de la boda, con todos. Llegaron los postres... y con ello una tradición a cumplir en todos los compromisos matrimonales de la Casa real inglesa. Mi padre se puso de pie, mirando fijamente a mi novia.

-Bella, jamás podremos agradecerte todo lo que has hecho por Edward. Gracias a tu amor y cariño, mi hijo ha dado un gran cambio. Sé que siempre le ponías ganas a la tarea -expresó divertido, mirándome- pero desde que ella está a tu lado, todos hemos visto el cambio. Sin duda alguna por eso estás más tranquilo y relajado en los compromisos... pero sobre todo, eres feliz... y esa es la principal preocupación de tu madre y la mía propia. Bella, gracias por ello... hija-. Con la mirada agachada, y una pequeña lágrima surcando su carita, Bella escuchó el discurso de mi padre. Al terminar, mi padre alzó la copa, brindando.

-Por el futuro; por permitirnos conocer a tu familia... que ahora también es la nuestra- dijo mirando a Charlie -por Edward y Bella-.

Abracé a mi niña, emocionada, ya que no se esperaba nada de ésto; también Charlie, Sue y la abuela se emocionaron, agradeciéndole a mi padre sus palabras.

-Ésto no me lo habías contado- me reprochó con cariño.

-Es una tradición; el rey da "oficialmente" la bienvenida a un nuevo miembro a la familia, el mismo día del compromiso- le expliqué.

-Y ahora... los regalos- dijo Alice contenta.

-¿Regalos?- me interrogó seria y sorprendida.

-Es la otra parte de la tradición- sonreí, divertido. Mi padre hizo una seña, y dos empleados se acercaron. Mi madre cogió un estuche de terciopelo rojo, un poco grande, y se acercó a Bella, tendiéndoselo con una sonrisa.

-Con todo nuestro cariño, de parte de Carlisle y de la mía-. Bella lo cogió, dándole un beso, en señal de agradecimiento. Tuve que ayudarla para abrirlo... y por poco se cae al suelo. Miró a mi madre, con los ojos como platos.

-Es el aderezo de diamantes de la Reina Alejandra. También pertenece a las joyas de la Casa Real; desde que ella murió, no había vuelto a ser utilizado. Carlisle y yo pensamos que sería un bonito recuerdo de este día... y que partir de hoy, lo uses- le explicó con una sonrisa.

-Oh, por dios- murmuró ella. El aderezo estaba compuesto por una gargantilla; un collar un poco más largo; una pulsera; dos broches de diferentes formas y dos pares de pendientes, uno de ellos un poco largos, de forma antigua, y los otros pequeños, con forma de lágrima. Los diamantes brillaban en todo su esplendor en el estuche.

-Esas son algunas de las joyas que lucirás... aparte de las reservadas a la Princesa de Gales- le explicó mi hermana, refiriéndose a las tiaras y los otros aderezos, que esperaban pacientemente a su nueva dueña, en una de las cámaras acorazadas de palacio. Sue se acercó a admirar las joyas, mientras Bella miraba a mi hermana.

-¿Otras joyas?-.

-Bella... ¿qué te pensabas?; por supuesto que las vas a lucir... pero las reservadas a la princesa, será cuándo te cases, éstas te las puedes poner desde ahora- le aclaró.

-No había caído en la cuenta; es decir, sí pero... ¿no estaré rara con una diadema así?- iba a responderle, pero mi madre y Sue se adelantaron.

-Estarás impresionante; Bella- le dijo mi madre, a lo que Sue dio la razón con la cabeza.. Volvió su vista hacia el regalo.

-Es precioso... no sé qué decir- murmuró, cogiendo uno de los broches, que tenía forma de lazada. Me di cuenta de que la abuela quería verlas, y le hice una seña a Bella con la cabeza. Ésta se acercó, dejando a Sue y a mi madre. La abuela se puso las gafas, estudiando meticulosamente el contenido.

-Es increíble; que maravilla- suspiraba -estarás preciosa con ellas Isabella; ¿de verdad creías que no te ibas a poner nada de ésto, ni las tiaras?, ¿no has visto a la madre de Edward, o a Alice?- mi novia asintió -pues vete haciéndote a la idea- terminó resuelta.

-Bien dicho abuela- canturreé divertido, ante la divertida mirada del resto. Charlie carraspeó, llamando nuestra atención.

-Nosotros también te hemos traído algo... y también a ti, Edward- miré sorprendido a mi suegro. Un empleado le acercó una pequeña cajita, que éste entregó a la abuela Swan, que me la tendió.

-Aunque mi nieta pase a ser una Cullen... tú también serás un Swan- sonreí ante el pequeño discurso -y mi hijo y yo estamos de acuerdo, por una vez y sin que sirva de precedente -todos reímos ante la ocurrencia, menos Charlie, que rodaba los ojos- de qué nos gustaría que tuvieses ésto- no pude menos que abrazar a la buena mujer, y me dispuse a abrirlo. Bella, a mi lado, me miraba curiosa y expectante. Un reloj de muñeca, con la esfera de oro y una correa de cuero negra, apareció. Mi niña abrió los ojos, por la sorpresa, al igual que yo.

-Es el reloj del abuelo- me dijo. Miré a Charlie, esperando una explicación.

-Mi padre tenía mucho cariño a ese reloj; lo utilizaba en ocasiones especiales... a ella -relató, señalando a la abuela- le hace mucha ilusión que lo tengas tú-. No sabía qué decir, me quedé con la mente en blanco. Mi madre se acercó para verlo, al igual que Alice y mi padre.

-Papá- Bella estaba igual de sorprendida que yo.

-Charlie; me siento muy halagado... pero ésto pertenecía a tu padre... y no sé si...- la abuela me calló.

-Pamplinas; también queremos que tengas algo nuestro- dijo señalando a su hijo y a Sue. El abuelo estaría orgulloso de su pequeña- explicó con una sonrisa emotiva, mirando a Bella-.

-Hijo es precioso- me dijo mi madre, observando el reloj. Me acerqué a la abuela, quedando a su altura.

-No sé cómo agradecérselo- le expliqué, un poco emocionado.

-Me conformo con que lo lleves con cariño-.

-Eso por supuesto- contesté.

-Y... que me guardéis una habitación, para poder venir a visitaros- terminó resuelta. Todos rieron ante el comentario de la buena mujer. La verdad, es que la abuela se había ganado a todos los habitantes de palacio.

-De eso me ocuparé yo personalmente- le respondí, para después darle un beso. También me acerqué a mi suegro y a Sue, dándole las gracias. Vi que mi padre admiraba el reloj, junto con Charlie, explicándole algo. Al de unos minutos, los empleados volvieron, cargando con dos paquetes planos y grandes, y una caja pequeña.

-Hija, ésto es para ti- le explicó Sue. Bella arqueó una ceja.

-Suponíamos que de joyas irías bien servida- dijo Charlie divertido -aun así, también te hemos traído una- dijo bajando la cabeza. Bella cogió la cajita pequeña. Al abrirla, miró a su padre, con lágrimas en los ojos.

-El broche de mamá- susurró emocionada. Miré la joya, de forma ovalada, con pequeños diamantes.

-A ella le habría gustado mucho poder dártelo este día- mi niña se abrazó a Charlie y a Sue.

-Gracias- dijo con voz ahogada. Se quitó las lágrimas, volviéndose a mi madre y a mi hermana, que admiraron el pequeño legado de la madre de mi niña.

-Qué bonito- Alice lo cogió, admirándolo.

-Mi madre lo llevó en su boda- les explicó.

-Y deberías hacerlo tú también- mi madre la tomó de los hombros, animándola. Mi padre carraspeó, llamando nuestra atención.

-Te quedan aún dos paquetes inmensos- le recordó, divertido. Mi madre rodó los ojos.

-Tienes la impaciencia de un niño esperando a Santa Claus- todos reímos, mientras mi padre se encogía de hombros con fingido enojo. Bella abrió el primero, admirándolo con una sonrisa.

El marco de plata contenía varias fotos. Una de la boda de Charlie y Sue, con Bella en medio, en otra salíamos Alice y Jazz, Ang y Ben, Rose y Emmet y nosotros dos, durante nuestra estancia en Forks el verano pasado; también había una de los dos, junto a la abuela Swan, el día del cumpleaños de Bella, y otra de padre e hija, abrazados y riendo alegremente.

-En realidad, es un regalo para los dos- nos explicó Sue. Bella miraba las fotos contenta -para que no os olvidéis de nosotros- dijo con falso reproche.

-Lo colgaremos en la pared, ¿verdad?- me preguntó.

-Por supuesto que si cariño- ella sonrió, mientras besaba su cabeza... y observé el otro paquete, adivinando su contenido. Miré a Charlie, que me dedicó una mirada cómplice. Bella lo abrió, quedándose parada... y obviamente, llorando.

-Mamá- susurró en voz baja.

Era un retrato realizado al óleo. La imagen de la madre de Bella, con ella en su regazo, era preciosa. Su sonrisa y sus ojos era igual que los de mi novia, y ambas miraban felices al frente. Mi niña tendría unos tres años, y llevaba un vestido blanco y dos graciosas trenzas en el pelo. Bella no decía nada, simplemente pasó el dedo por la cara de su madre, llorando en silencio. Mis padres y Alice y Jasper observaban la escena conmovidos, al igual que Sue y la abuela, que luchaba por retener las lágrimas. Dejamos que Bella admirara el cuadro ella sola; sin decir una palabra, avanzó hasta su padre, y ambos se abrazaron.

-Ella debía estar aquí, contigo, en la que va a ser tu casa a partir de ahora- murmuró Charlie -y sé que esta fotografía es una de tus favoritas, de modo que mandamos hacer el retrato-.

-Gracias, gracias, gracias- murmuraba mi niña, ahogando las lágrimas y separándose de su padre, admirando de nuevo el cuadro.

-No lo hemos enmarcado... pensamos que éste querrías ponerlo a tu gusto- le explicó Sue. Ella asintió contenta.

-Nunca nos habías enseñado una foto de ella... eres su viva imagen- mi padre se acercó a Bella, rodeándola los hombros.

-Es cierto... tu sonrisa... y los ojos...- explicó mi madre. Me acerqué a Bella, rodeándola la cintura.

-¿Qué te parece?- me preguntó.

-Es muy bonito; también lo colgaremos, por supuesto... tendrá un lugar privilegiado en nuestro salón- le dije, atrayéndola hacia mi. Ella escondió su cara en mi pecho. Sabía lo doloroso que era para ella no tenerla aquí, compartiendo todo lo que estaba sucediendo, y aunque me lo negara, sabía que muchos días había llorado en silencio, acordándose de de ella, cómo era lógico.

-Recuerdas lo que te dije una vez... ella te está viendo... nos está viendo- la consolé, murmurándole en voz baja. Ella afirmó con la cabeza, respirando profundamente y esbozando una pequeña sonrisa, mientras levantaba de nuevo la vista.

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Después de terminar la comida, pasamos al salón. Bella se sentó, quitándose los zapatos, y yo me deshice de la corbata. Observé con una risa cómo mi padre y Charlie hacían lo mismo. Nos sirvieron café y té, y abordamos el tema de la boda. La familia de Bella ya estaba al corriente de lo poco que había decidido.

-Tal y cómo nos dijo Esme, venimos con los deberes hechos... la lista de invitados- Sue le pasó un papel a Bella, que ella estudió meticulosamente. Alcé la vista por encima de su hombro, echando también un vistazo. Leímos los nombres con detenimiento... y mi novia puso una mueca de digusto.

-Me parece bien, excepto los señores Stanley... y Jess-.

-¿Por qué dices eso?- pregunté extrañado.

-Cuándo rompimos... me las encontré en el centro comercial... y me dijeron cosas nada agradables... y en esa época estaba muy mal y me hicieron mucho daño- susurró en voz baja -Ang estaba conmigo... me dijeron algo así que me salió mal la jugada, persiguiendo a un príncipe-.

-No nos dijiste nada- exclamó Sue, sorprendida. Ella se encogió de hombros.

-Entonces ellos fuera, por supuesto- le indiqué, un poco enojado. Ella cogió un bolígrafo, tachando, y siguió revisando.

-No te has olvidado de nadie... todo Forks está en este papel- dijo ella, mirando a su padre.

-Bella; familia directa somos muy pocos. Tu madre era hija única, y sus padres y parientes cercanos ya no viven- le recordó -mis tíos ya no viven tampoco... únicamente mi primo Adam y su mujer-.

-Viven en Detroit, apenas van a Forks. Yo no los he visto desde que vine aquí el primer año- me aclaró mi novia. Asentí, con la cabeza, agradeciendo la aclaración.

-Sue quiere invitar a su hermano Harry y a su familia- nos explicó. A ellos si que los conocí el verano pasado. Viven en Seattle, y tienen dos hijas de siete y cinco años.

-Por supuesto- añadí; para Bella era como su tío, y se llevaba muy bien con las pequeñas, aunque no se vieran mucho. Era un hombre simpatiquísimo, y su mujer muy amable y alegre.

-Nosotros, de familia directa, tampoco somos demasiados- dijo mi padre -sólo Garret y Kate, los hijos de Lord Archibald; y dos tíos míos, el duque de York y los duques de Kent- asentí con la cabeza. El duque de York era viudo, y era muy mayor; y el matrimonio vivía en Durham, a dos horas de Londres, en su mansión familiar.

-Son los hermanos de mi padre; y por petición propia, dada su avanzada edad, están apartados de la vida pública, aunque sean hijos y hermanos de rey; por parte de mi mujer, la hermana de su madre, y su hija. Viven en Dublín- les explicó mi padre. Bella escuchaba atenta la explicación, y una vez terminó mi padre, prosiguió con la lista.

-Billy está también- leyó ella en voz alta, aludiendo al mejor amigo de su padre- los Weber, los Cheney, los Newton, los Milley, los Nills... - ella seguía repasando la lista -hasta el señor Lohire, el alcalde- dijo divertida. También había muchos compañeros de la comisaría.

-Eso es lo que tiene Forks; al ser tan pequeño, todos nos conocemos- dijo Sue.

-Ten en cuenta que no vendrán todos, por la distancia- nos dijo.

-Espero que la mayoría puedan venir- exclamó mi novia, contenta. Le pasaré la lista a Preston y Maguie, y llevaremos las invitaciones en navidades, para que puedas repartirlas- le explicó.

-¿Tendrán una fecha tope, para confirmar, verdad?- preguntó Sue a mi madre.

-Es lo mejor; hay que buscar alojamiento para mucha gente- le aclaró.

-Por supuesto, vuestra familia puede alojarse aquí. Tenemos sitio de sobra- le dijo mi padre.

-Ésto... ¿cómo hay que ir vestidos?- Bella y yo reímos ante la pregunta de su padre. Mi madre se lo explicó.

-La ceremonia es a las seis y media de la tarde. Para los hombres, uniforme de gala... o chaqué. Las mujeres de largo; se dará la opción de las tiaras- explicó -en la invitación, se incluirá una nota, explicándolo-.

-Las princesas y reinas irán así- dijo Alice, divertida.

-Con condecoraciones y bandas, tanto para hombre o mujer, en el caso de que se posean- añadí. Sue asintió con una sonrisa, y mi padre se giró hacia Charlie.

-Te compadezco- le dijo con una risa, dándole un codazo -yo odio los chaqués... pero cómo iré de uniforme, me libro- mi suegro rodó los ojos, ante las risas de todos.

-Estoy deseando que llegue el día- dijo la abuela – si pones alguna objeción, tendrás que pasar por encima de tu mujer y de mi... no puedo esperar a verte de pingüino- la sala estalló en carcajadas... menuda mujer, era simplemente genial.

-Gracias por tu apoyo, mamá... y también a ti, Sue- rezongó enfadado.

-Vamos Charlie... estarás muy bien- le dijo Sue, entre risas. Una vez se pasó el divertido momento, continuamos con la conversación.

-Y tú... ¿qué te vas a poner?- me susurró Bella.

-El uniforme de gala del Ejército de tierra- le expliqué. No era un secreto, me había visto vestido así algunas veces, la mayoría por fotos, muy pocas en persona. Ella asintió.

-Estás muy guapo vestido así... como un príncipe de verdad- me devolvió en bajito. Reí, negando con la cabeza.

-No eres nada objetiva- ella me miró divertida, dándome un besito en la cara.

-Seguramente, habrá celebraciones y actos unos días antes. El veinte es el cumpleaños de Edward, y aprovecharemos para celebrar la cena de gala anterior a la boda. También se organizarán distintos actos, para la gente joven, y otros para el resto de los invitados. Están todos invitados a ellos; sabemos que hay gente que sólo podrá venir a la boda en si... pero queremos que sepáis que no hay ningún problema en absoluto- les explicó mi madre.

Después de un buen rato de charla, mi novia y yo nos perdimos un rato a solas. Sin cambiarnos de ropa, salimos a los jardines, dando un paseo. Ella cogió mi brazo, apoyando su cabeza mientras andábamos.

-Ahora sí que lo puedo hacer- me dijo entre risas.

-Pues a mi me ha gustado, y ya te lo he explicado antes, no pasa nada... aunque cómo bien dice Emmet, tenemos que guardar un poco las formas en público- aclaré divertido. Seguimos el paseo, comentado el agotador día.

-¿Te ha gustado el reloj?; sé que, en comparación con lo que yo he recibido de tus padres, es poco- dijo en voz baja. Rodé los ojos, parando, un poco enfadado.

-Bella... claro que me gusta. Es un objeto al que tu padre y la abuela tienen mucho cariño, y para mi eso es lo importante... y también es muy valioso, es una pieza que ya no se fabrica- le expliqué, serio. Ella bajó sus ojitos. Suspiré, levantando su cara.

-Perdona- murmuró ella.

-Cariño- acaricié su barbilla -aunque viva rodeado de todo ésto- le expliqué -me gusta cuándo alguien viene y me hace un regalo de corazón, sin importar su valor. No soy tan engreído y superficial- le expliqué divertido.

-Eso ya lo sé- contestó con una mueca -y hablando de los regalos, ¿sabías lo que me iban a regalar tus padres?- me interrogó seria.

-Algo; sabía que te regalarían alguna joya... pero no sabía cual- le expliqué, confesando mi culpa.

-Es... una pasada- dijo ella, todavía asombrada -¿por qué no me has hablado del tema?-.

-Bella; vas a convertirte un miembro de la familia real. ¿No has escuchado a la abuela?- le recordé -tampoco me preguntabas nada sobre ello- inquirí divertido.

-Si, alguna vez lo he pensado. Me da miedo llevar algo tan valioso encima... no sé cómo me veré, con la tiara encima de mi cabeza- meditó.

-Pues preciosa, ¿cómo te vas a ver?, además, seguro que las lucirás muy bien- ella se puso roja como un tomate -la pequeña duende te echará una mano con eso, tranquila- ella rió por mi comentario.

-Y mi madre- aclaré -ella te enseñará a colocarte las condecoraciones y las bandas- le recordé.

-¿Qué órdenes llevaré?- interrogó curiosa.

-La Jarretera no, hasta que seas reina; no me preguntes por qué, normas de la orden- me encogí de hombros -llevarás la Orden de la Familia Real- ella meditó unos instantes, acordándose de su imagen- mi padre ya la ha encargado hacer; la Real Orden Victoriana, con banda azul oscura y roja, y placa; y la Orden del Imperio Británico, sólo con placa... y cuándo vayamos a algún país extranjero, las de ellos-.

-Me acuerdo; me lo explicó tu madre una vez-.

-Las mismas que ostenta mi hermana. Mi padre te las concederá el día anterior a la boda-. Ella asintió, suspirando, pensando en algo qué decir.

-Sé que iba a ser así... a veces me parece que todo es un sueño- murmuró.

-Poco a poco te acostumbrarás cariño- le dije, tomándola de la mano -no sabes las ganas que tengo de verte así-.

-Pues hasta que nos casemos nada, así que tendrás que esperar- me recordó divertida, pasando su dedo por mi nariz.

Seguimos paseando, hablando de mil y una cosas, hasta la hora de la cena.

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Según entrábamos por la puerta de nuestra habitación, me quité los zapatos. Aunque cómo bien me dijo Alice el día que me los compré, que a pesar del alto tacón, eran cómodos, las horas ya pasaban factura a mis pies. Me quité el abriguito, y le pedí a Edward que me bajara la cremallera del vestido.

-Te queda muy bien, estabas muy guapa- me volvió a decir. Después de guardar cuidadosamente la ropa de ambos, y con el pijama puesto, nos tumbamos en la cama, poniendo la tele... y creí morir de la vergüenza. En todas las cadenas estaban las imágenes de esta mañana. Nunca me había percatado tanto de lo roja que me ponía, hasta que me vi en el pequeño aparato. Edward salía muy guapo, y se le notaba lo contento que estaba. Yo también era feliz, pero me sentía rara... él estaba más acostumbrado a verse en la tele y en fotos. Observé atenta mi tono de voz; cómo me dijo Sue, era dulce y atento, y los nervios los tenía bastante controlados. Me sorprendí a mi misma, mientras me oía.

-¿Lo ves?- me dijo Edward, señalando el televisor -has estado muy bien- me recordó por enésima vez ese día. Al fondo de las imágenes, se oían los comentarios de los contertulios del programa.

-De verdad, si a mi el príncipe me dice así, con esa mirada, que se enamoró de mi nada más verme...- una periodista dejó la frase inconclusa, poniendo cara soñadora.

-Y el momento en el que ella ha apoyado la cabeza... se notaba que estaba emocionada- seguía explicando otra chica.

-Es un verdadero cuento de hadas... y no se puede negar que se quieren, salta a la vista- decía la presentadora.

-Es indudable; después de todo lo que han pasado; del acoso al saberse su relación, de su ruptura por las fotos- Edward frunció el ceño- porque apostaría lo que sea que ese asunto fue un detonante importante... yo estoy encantada con la noticia, y por fin, boda real en nuestra ciudad... tendremos aquí a toda la realeza europea-.

-Mathilde, cómo experta en protocolo, ¿cómo los has visto?- le preguntó la presentadora.

-Isabella me ha sorprendido para bien. Era la primera vez que la oíamos hablar... y su voz, aunque tímida, cómo es lógico- aclaró -es muy dulce, educada... y ha conseguido dominar sus nervios. Obviamente, tiene mucho que aprender todavía... pero de verdad, muy correcta-.

-Y muy bien vestida- añadió la primera que habló.

-Pero se han saltado el protocolo- dijo un señor mayor, que resultó ser un periodista al que, no sé por qué, no le caía muy bien -ciertamente, me parecería bien en una pareja normal, no en ellos- Edward bufó, un poco enfadado.

-No se han saltado el protocolo. Son jóvenes, se quieren, y es normal que tengan esos gestos cómplices y cariñosos... y creo que vamos a disfrutar con sus apariciones en público. Él ha dado un cambio muy grande- añadió la mujer.

-¿Qué ha opinado la gente de a pie?; ya sabemos que los ingleses apoyaron el romance desde el primer momento- la presentadora hizo la pregunta en general.

-La gente ahora está expectante y contenta con la noticia; Isabella hoy ha ganado adeptos... y según la vayamos viendo estos meses, en los actos y viajes con él, y se vaya acercando a la gente, lo iremos sabiendo- terminó de decir.

Seguían comentado y pasando imágenes de la rueda de prensa. Edward me miraba divertido, hasta que captó mi atención.

-Parece que Inglaterra va a tener una princesa dulce y encantadora... como te dije una vez; ¿por qué te lo crees si te lo dice alguien que no sea yo?- murmuró enfurruñado, como un niño pequeño.

-Porque tu no eres objetivo conmigo, no cuenta- aclaré burlona, repitiendo sus palabras. Apagó la tele, atrayéndome a sus brazos.

-¿No?- me preguntó en voz baja, mientras me acercaba a él, para besarme. Suspiré divertida, mientras posaba sus labios en los míos.

-Vaya manera qué tienes de convencerme- objeté, poniendo carita de niña buena. Sonrió de lado, poniéndose encima mío, sin aplastarme. En un gesto automático, llevé mis manos a su pelo, acariciándole.

-¿Sabes que llevo todo el día aguantándome?; estabas preciosa con ese vestido... y los tacones te hacían muy sexy- susurró en voz baja, y un poco ronca. Sin decirle nada de vuelta, acerqué su cabeza a la mía, besándole con ganas.

-Pues creo que lo que llevaba debajo que te va a gustar más- murmuré, un poco roja, por lo que acababa de decir. Comprar ropa interior de La Perla era lo que tenía.

-¿Cómo puedes decirme eso... y no enseñármelo?- se hizo el ofendido. Lentamente, con una mirada pícara e insinuante, me fui subiendo la camiseta de tirantes del pijama, dejando a la vista el sujetador de encaje, en tonos violetas.

-Me vas a matar un día de éstos... eres demasiado apetecible- sus besos dejaron mi boca, para recorrer mi cuello y la parte superior de mi escote, a la vez que uno de mis pechos era aprisionado en una de sus manos. Entre besos y caricias, conseguí quitarle la camiseta y bajarle los pantalones, con la ropa interior incluida. El pequeño principito se apretó contra mi estómago, saludándome. Me quité el resto de mi pijama, quedando con la braguita, tipo culote, a juego con el sujetador.

Me senté encima de sus piernas, dándole la espalda, mientras observaba su miembro, listo para mi. Me mordí el labio, ansiosa, a la vez que acercaba mi boca. Pude oír su gemido por la sorpresa, pero sentí que dejó caer la cabeza encima de la almohada.

-Quiero verte- me suplicó entre jadeos. Dejé mi tarea un momento, a la vez que me deshacía de mi sujetador. Volví a mis caricias, tanto con mi boca como con mis manos, intentado que disfrutara lo máximo posible. Mis manos paseaban por su abdomen, y sentí que agarraba mi cabeza, marcando el ritmo que el quería. Al poco, sentí que se estremecía, y su respiración se agitaba por momentos, señal de que iba a terminar. Hizo un gesto, queriendo apartarme... pero no le dejé.

-Bella... me ...me voy- al decir eso, lo único que hice fue intensificar mis caricias, y pude sentir cómo terminaba, ahogando un grito con los labios apretados. Lentamente fui subiendo por su pecho, dejando pequeños besos, hasta llegar a su boca, que atacó la mía con desesperación.

-Bella- beso -eso ha sido- otro beso -uffsss...- todavía intentaba recuperar el aire. Sonreí satisfecha.

-No es justo que la mayoría de las veces disfrute yo sola... también te lo mereces- le expliqué, de nuevo entre besos, con una pequeña sonrisa. Pude sentir de nuevo su excitación, pegada a mi cuerpo.

-Te recuperas pronto- observé divertida.

-Nunca me canso de estar contigo, ni me cansaré- susurró contra mis labios, a la vez que sus manos iban bajando mis braguitas, despacio. Excitada y ansiosa, posicioné mis piernas en su cintura, y entró en mi de una vez. Mis manos fueron a su pelo, dándole dulces tirones.

-Edward... bésame- le demandé, demasiado excitada y seria. Dicho y hecho, sus labios se posaron en los míos de nuevo. Nos besámanos con ganas, con pasión... cómo decía Emmet, los besos que me daba eran de película, me dejaban KO total... era inexplicable. Aprisionó mis manos por encima de mi cabeza, sujetándolas entre las suyas, siempre sin hacerme daño.

-¿Tienes idea alguna de cuánto te quiero?- susurró en mi oreja, dejando pequeñas cosquillas.

-Sé lo que yo siento... y no lo puedes imaginar- conseguí decirle entre jadeos. Arqueé mi cuerpo, eso le volvía loco... y por la fuerza y rapidez de sus embestidas, supe que llegaría enseguida, y así lo hizo, al igual que yo.

Desplomada sobre la cama, con los ojos cerrados, intenté recuperar el aire. Al de un minuto abrí los ojos, y pude ver esos topacios que tanto adoraba, mirándome con una pequeña sonrisa. Me incorporé para acercarme a él, que me refugió en su protector abrazo. Nos quedamos en silencio, pensando en lo acontecido en el día. El lunes volvíamos a la universidad, a las clases. Sentía una mezcla de alegría y nervios... nervios por ser observados y estudiados al milímetro... y alegría porque podríamos ir a tomar un café juntos, de la mano, sin escondernos, y volver a estar con él durante las clases.

-¿Qué pasa por esa cabecita?- Edward jugaba con un mechón de mi pelo, enrollándolo en su dedo.

-Estaba pensando en el lunes... nos van a ver juntos- dije con una pequeña sonrisa.

-Si; la verdad es que tengo ganas de hacer cosas "normales" de novios- expresó contento -el sábado de la próxima semana iremos al cine, ¿quieres?- me ofreció. Me incorporé un poco, mirándole.

-¿Podemos?- pregunté interesada. El asintió.

-Obviamente, tendremos que ir con seguridad cuándo salgamos así... pero ya no tenemos que andar en las sombras- me explicó con una sonrisa -podremos ir al cine, al teatro, a cenar... cómo una pareja normal- asentí con una gran sonrisa, dándole un pequeño beso y volviendo a acurrucarme entre sus brazos, para después dormirme.

La semana siguiente pasó muy deprisa... y salimos de nuestro encierro particular. Fuimos con mis padres y la abuela, a enseñarles un poco la ciudad. Me costó hacerme a la idea... era raro pasear junto a mi novio, ante la atenta mirada de la gente, que nos reconocía y nos saludaba, en la medida que Emmet y Quil les permitían acercarse a nosotros. Escuché, sobre todo, palabras de ánimo, y sonrisas dirigidas a mi en muchas ocasiones. Salieron fotos en las revistas, en las que estábamos haciendo cola para entrar a la Torre de Londres. Aunque nosotros íbamos con gafas de sol, si te fijabas bien se nos reconocía. En una yo hablaba con Sue, y Edward tenía mi cintura rodeada por su brazo, mientras le explicaba algo a mi padre.

También leímos las críticas serias, tanto nacionales como internacionales, que salieron sobre nosotros... y había de todo. Hubo una que me afectó un poco, asegurando que yo era muy poca cosa al lado de Edward... pero me había prometido, por mi salud mental, hacer oídos sordos, y eso fue lo que hice, tomármelo con filosofía. Además, siempre se aprende algo de las críticas, sean buenas o malas.

El teléfono de Carlisle no dejó de sonar en toda la semana. Las Casas reales europeas, con las que la dinastía Cullen se llevaba bien, a excepción de un par de ellas, llamaron, felicitando a él y a Esme por la boda de su hijo. Edward se llevaba mejor con algunos príncipes que otros, pero la mayoría hablaron con él, felicitándonos a los dos por la boda. Por supuesto, se pasó dos horas al teléfono con Christian y Madde, y con Carlos y Valeria. El príncipe danés y el español era con los que mejor se llevaba.

Yo hablé con Ángela al día siguiente. Estaba impresionada por lo que vio en televisión, alabando mi vestido y lo bien que lo hice, para ser la primera vez. Le pregunté qué había opinado la gente en Forks. Por lo que me contó, la gente estaba muy sorprendida... pero el alcalde estaba que iba a explotar de felicidad; la Princesa de Gales, nacida allí... según el señor Lohire, era un orgullo y un auténtico honor. También me dijo que todo el mundo estuvo pegado a la tele, en el pub del pueblo, viendo el compromiso en directo, a pesar del cambio de horario... y que los periodistas americanos prácticamente se habían mudado allí.

Eso lo vimos, ya que al día siguiente, salieron imágenes de Forks, y los periodistas hablaron con la gente, que en general, estaba contenta por la pequeña Bella. Vi que hablaban con el señor Blage, el director de mi antiguo instituto, con el alcalde, con varios compañeros de mi padre... y con más gente del pueblo. Mi padre rodaba los ojos, mientras Edward y yo reconocíamos a mucha gente, comentando lo que decían. Puede parecer extraño verte todos los días en las noticias y el las revistas... pero tenía que acostumbrarme a todo ésto.

Llegó el día en el que mis padres y la abuela se marchaban. Me despedí con pena de ellos, consolándome en voz baja de que las navidades estaban a la vuelta de las esquina, y pronto los vería de nuevo.

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El lunes el despertador nos sacó de nuestro descanso a las siete y media en punto. Después de un buen rato holgazaneando, al final tuvimos que levantarnos. Al salir de la ducha, miré por la ventana. Aquí ya hacía algunas semanas que se había ido el verano; apenas pasábamos de los diecisiete grados, y la mayoría de los días eran frescos y nebulosos. Decidí ponerme unos vaqueros ajustados, con botas altas por encima de ellos, negras y planas, y una camiseta blanca, con una rebeca negra por encima. Cogí un trench de color negro, cortito y moderno, por si acaso. Estaba poniéndome mis pendientes azules, lo que llevaba desde que Edward me los dio, en Norfolk Park, cuándo salió del baño, perfectamente despierto y preparado.

-Buenos días cariño- me dio un pequeño beso.

-Qué guapo- le dije con una sonrisa. También llevaba vaqueros, con una camiseta negra y una sudadera roja, muy moderna. Sus inseparables pumas marrones completaban su atuendo.

-¿Yo?- se miró de arriba abajo, sorprendido por el piropo -aquí la única guapa eres tú, creí que lo sabías- me dijo divertido. Mi sonrojo apareció, como siempre.

-Quería darle los buenos días a tus coloretes también- me explicó con una pequeña risa, besando suavemente mis mejillas. Rodé los ojos, resignada.

-¿Has cogido todo?- me tendió su carpeta y algunas fotocopias, que metí en mi bolso, al igual que su móvil y su cartera.

-Voy a dónde Maguie, para que nos de el resguardo de las matrículas- dijo saliendo por la puerta.

-Te espero en el comedor- medio grité para que me oyera. Después de meter mis cosas, y mi nuevo y estupendo móvil, nótese el sarcasmo, regalo de mi cuñada y Jazz. ¿Para que diablos quería yo un blackberry lila...?; todavía apenas sabía utilizarlo, menos mal que Edward estuvo un buen rato entretenido con él, averiguando las funciones y explicándome con una paciencia infinita. Metí el CD para el coche, y salí rumbo al comedor. Por el camino saludé a unos cuántos empleados, que ya estaban también en pie. Edward me dijo que iríamos los dos solos, en el volvo, seguidos por Emmet y Rosalie, que irían en el suyo. Aunque Jasper ya había acabado la carrera en junio, este año se dedicaría al proyecto final de arquitectura, la llevaría a su facultad, con Embry de escolta. Nada más entrar, Emily salió de la cocina.

-Buenos días Bella- me saludó con una sonrisa. Ella, junto con Sam y Maguie, eran las únicas personas en palacio que no me llamaban señorita Isabella.

-Buenos días Emily, ¿cómo estás?-.

-Bien cariño; te he preparado una macedonia de frutas, y una tostada de pan con mermelada de albaricoque- me señaló. Emily, el primer día que llegué aquí, me interrogó durante dos horas, acerca de mis gustos culinarios. La verdad que nos cuidaba a todos demasiado.

-Gracias; ¿el resto ya ha desayunado?- interrogué.

-Sus majestades ya se han ido -recordé que tenían un compromiso en Manchester, y no volvían hasta la noche -Rose y Emmet desayunan arriba, en su apartamento -volví a asentir- y Alice y Jasper ya se han ido- terminó de contarme. Se sentó conmigo, haciéndome compañía. Por fin Edward llegó, y una vez desayunamos, bajamos al coche. Ya estaban allí Rose y Emmet... dándose un beso de película. Edward y yo carraspeamos a la vez, para llamar su atención.

-La vas a ahogar- le dijo mi novio, divertido. Se enfrascaron en una absurda discusión, acerca de los tipos de besos. Rose y nos nos mirábamos resignadas.

-Hombres- rodé los ojos.

-Y que lo digas...- contestó con un gracioso mohín. Una vez conseguimos llamar su atención, por fin montamos en los coches. Miré a Edward mientras ponía el Cd del coche. Coldplay y la voz de Chris Martin inundó el interior. Era tan raro, ir con él así. Arrancó, y nos sumergimos en el tráfico londinense.

-¿Tenemos que ir a hablar con alguien?- interrogué curiosa.

-Con el decano, y después ya podremos ir a clase- me explicó. Asentí, mirando por la ventanilla. Estaba un poco nerviosa, por ver a mis antiguos compañeros y saber qué pensarían de nosotros. Edwrad notó mis nervios, y posó su mano en mi pierna, dándole un apretón cariñoso.

-Tranquila- afirmé con la cabeza, mientras agarraba su mano, entrelazando nuestros dedos.

Conseguimos llegar a tiempo, y Emmet aparcó delante de nosotros. Primero salieron ellos de su coche, y después de que Emmet echara una mirada general, nos hizo una seña para bajar. Edward fue más rápido, y mientras yo ponía un pie fuera, ya estaba él a mi lado, dándome la mano. Cerró el coche, y yo me acerqué a Rose, que agarró mi brazo, en señal de animo. La gente murmuraba y cuchicheaba, era más que notorio, aparte de someternos a un riguroso estudio, mirándonos de arriba abajo... por no hablar de los periodistas, que estaban apostados en la escalinata principal, esperando nuestra llegada. Menos mal que al campus interior no podían entrar. Según íbamos andando, distinguí a Leah y Jake, apostados con el resto de sus compañeros, cámara en mano. Me saludaron con la mano, y Edward y yo les dirigimos una sonrisa.

-Tranquila señorita Isabella- me dijo Leah al pasar por nuestro lado. Entramos al interior, y nos dirigimos al despacho del decano. Reconocí a gente de nuestro curso, mirándonos con una sonrisa, pero sin atreverse a acercarse a nosotros. Ahora entendía a la perfección lo que me contó Edward el primer día que le conocí. Iba entre Rose y Edward, que iba charlando con Emmet. Yo intentaba distraerme, hablando con mi amiga, cuándo sentí que Edward tomaba mi mano, apretándola con cariño. Le sonreí agradecida mientras continuábamos nuestro camino, al llegar a las oficinas, las secretarias se pusieron de pie, y una de ella se fue hacia el despacho, llamando a la puerta. El decano, el coordinador de las cátedras de derecho y el señor Delamore salieron a recibirnos.

-Alteza, señorita Isabella; bienvenidos de nuevo, y nuestra más sincera felicitación- nos saludó, alzando la mano, que ambos estrechamos. Después de saludar al resto, Edward y yo pasamos al despacho, tomando asiento. Allí nos explicaron nuestra situación, académicamente hablando. Nos examinaríamos tanto de las asignaturas de cuarto cómo de quinto entre enero y febrero. Podríamos complementar la nota con trabajos y ensayos, y quitarnos temario para los exámenes, lo cual era un alivio. Y finalmente, a finales de mayo, la exposición del proyecto. Nos entregó una copia de los horarios, y vimos que los martes teníamos clase por la tarde.

-Son las asignaturas de quinto curso- nos aclararon -el señor Delamore se hará cargo de su tutoría durante todo el curso; cualquier problema que tengan, sea de las asignaturas de cuarto o quinto, o algún problema con el proyecto, no duden en preguntársela- éste se volvió a nosotros.

-Quién lo iba a decir... eché la bronca a la princesa por llegar tarde ese día- Edward me miró riendo, al igual que yo hice, y me puse un poco roja, hasta que el señor Delamore siguió hablando -no tengan ninguna duda de que les ayudaremos todo cuánto esté en nuestra mano. Quiero que al más mínimo problema, acudan a mi, o al resto de profesores- nos dijo.

-Gracias por su ayuda. Sabemos que ésto es inusual, y no deberían hacerlo- les agradeció Edward. El decano quitó importancia al asunto.

-Se ha hecho muchas veces, más de las que se piensan; no a todos se les conceden, hay que estudiar los motivos y las circunstancias. Estamos seguros de que superarán este año sin problemas, sus calificaciones son muy buenas- después de permanecer unos minutos más allí, salimos del despacho.

-Les veré en unos minutos en mi clase, en el aula 16- nos pusimos de pie, saliendo del despacho. Allí estaba Emmet, esperándonos.

-¿Rosalie- pregunté curiosa.

-Ya se ha ido a su clase. En en descanso nos espera en la cafetería de enfrente- Edward y yo asentimos, y fuimos a nuestra primera clase.

-¿Crees que podremos hacerlo?- pregunté a Edward.

-Claro que sí Bella. Por eso sólo vamos a Italia en octubre. El resto de los viajes serán después de los exámenes- me recordó -todo sea por verte el veintitrés de junio vestida de blanco- me susurró con cariño y tomando mi mano, entrelazando nuestros dedos.

Menudos meses... los exámenes, los actos, los viajes, preparar la boda, de la que nos queríamos encargar personalmente, con ayuda por supuesto... no veía el momento de perdernos en nuestra luna de miel.

Al llegar a la que fue mi antigua clase, un nudo de nervios me apretó en el estómago. El señor Delamore ya estaba allí; entramos ante la atenta mirada de nuestros compañeros... y ellos si que se acercaron a felicitarnos. Pude ver a Mauren y Cynthia, dos chicas que hicieron comentarios un poco... desagradables, cuándo se confirmó nuestro noviazgo, antes de romper. Estaban un poco apartadas, y nos observaban curiosas. Varios chicos felicitaron a Edward, y éste se lo agradeció. Lauren se acercó a mi, quedando a mi altura.

-Bella, bienvenida de nuevo- me dijo, por lo menos seguía amable y simpática.

-Me alegro de volver a verte- le dije sincera. En verdad que la chica era muy simpática.

-Cuándo vimos que no regresaste después de navidades... lo pasarías mal esos meses- me medio preguntó.

-Pues si... pero eso ya ha pasado- le dije con una pequeña sonrisa. Me sentía de lo más extraña, siendo el centro de atención.

-Estabas muy guapa el viernes, en la rueda de prensa- me dijo otras de mis compañeras. Todos conversaban con nosotros de manera amable y distendida, y por fin pude relajarme un poco.

-¿Podemos verlo?- Cathy, otra de mis compañeras, señaló mi mano. Edward y yo sonreímos, mientras yo tendía un poco mi mano. Contemplaban el anillo con admiración.

-Qué bonito- dijo, a lo que Lauren asintió, mirándolo también. El carraspeo del señor Delamore hizo que todos voláramos a nuestros asientos.

-Os he guardado vuestro sitio de siempre- nos dijo Lauren, que se sentó delante nuestro -menudo año os espera, yo me moriría si tuviera que hacer dos cursos en uno- nos dijo. Al salir la noticia, antes de la rueda de prensa, palacio también explicó lo que pasaría con nuestros estudios, de modo que no era un secreto.

-Teníamos que hacerlo así- le expliqué.

-Y pensar que nadie se dio cuenta, hasta que se confirmó; ninguno nos lo podíamos imaginar- me encogí de hombros, ante la mirada divertida de Edward.

-No podía saberse, al menos al principio- explicó mi novio.

-Me alegro mucho por los dos, en serio- nos felicitó. Edward y yo se lo agradecimos, y nos dispusimos a atender a la clase. Rebusqué en mi bolso un par de bolis, y dándole a Edward su carpeta y sus cosas.

-¿Estás más tranquila?- me preguntó en voz baja. Asentí... era un día muy temido por mi... y un escollo más superado.

 

Capítulo 33: La Prometida del Príncipe Capítulo 35: Salida al mundo

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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