Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328477
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 25: Soledad

El nudo que tenía en el estómago se fue haciendo más y más notorio cuándo la voz de la azafata se escuchó en el avión, anunciando que en veinte minutos aterrizábamos en el aeropuerto de Heathrow. Antes de tomar el vuelo llamé a Rosalie, que suspiró aliviada y feliz por escuchar de nuevo mi voz. No le conté mucho, aclarándole que una vez llegara, respondería a sus preguntas. Lo único que le pedí fue que, por favor, recogiera todo lo que aun tenía en casa de Edward. No era mucho, apenas algo de ropa, unos CD´s y libros.

Las seis horas de vuelo se me hicieron interminables. Por suerte no tenía a nadie sentado a mi lado... pero algunas personas si me reconocieron; no se acercaron a hablarme, pero sentía miradas clavadas en mi espalda. Con mis ya inseparables gafas de sol permanentemente puestas, me coloqué los auriculares de mi Ipod, cerrando los ojos... y sumiéndome en mis recuerdos, cómo siempre que hacía cuándo estaba sola.

Una vez pasé los trámites de aduana, tras abrirse las puertas, divisé a Rosalie, que nada más verme, echó a correr hacia mi. Nos abrazamos durante algunos minutos, pero un flash, disparado por la cámara de un periodistas, nos hizo separarnos. Al momento, ya nos tenían rodeadas.

-¿Qué opina de el comunicado que ha mandado palacio, diciendo que se toman un tiempo de reflexión?- un chico joven me acercó tanto el micrófono, que casi me lo hace tragar.

-¿La separación es definitiva?- preguntó otra chica.

-¿Ha hablado con el príncipe?- la sola mención a Edward hizo que un nudo se instalara en mi garganta, y mis ocultos ojos se aguaron de nuevo. Rose me tomó del brazo, sacándome del medio de ese revuelo de periodistas.

-Dejadnos pasar, por favor- bufó exasperada, cargando una de mis maletas. A trompicones, conseguimos llegar la coche. Las preguntas retumbaban en mis oídos, una y otra vez.

-Emmet está dentro, súbete rápido- me susurró en voz baja. Hice lo que ordenó, y nada más cerrar las puerta, Emmet se dio la vuelta, dirigiéndome una sonrisa tranquilizadora.

-Hola Bella- alargó su mano, que yo tímidamente tomé. Al momento le dio un amistoso y tranquilizador apretón.

-Hola- murmuré, intentando esbozar una pequeña sonrisa. Rosalie subió al de pocos segundos, sentándose detrás, a mi lado, y el coche arrancó.

-Buitres, sólo les interesa la carnaza- siseaba enojada. Me quité las gafas, acostumbrándome a la luz.

-Bella... tu pelo...- dijo sorprendida –no me había dado cuenta-. Intenté restar importancia, queriendo sonar casual.

-Necesitaba cambiar de imagen, ¿estoy muy mal?- interrogué. Ella me sonrió con cariño, pasando los dedos por el.

-No, te queda muy bien; simplemente un poco más corto- suspiró, queriendo coger fuerzas -¿cómo estás?-.

-Lo intento... per...- mi voz se quebró. No sabía las lágrimas que había derramado en todo este tiempo, pero nunca se agotaban. Desde esa noche en la que salí corriendo, un extraño dolor se instaló permanente en mi pecho... y desgraciadamente, el remedio para eso sólo lo tenía una persona... él.

Rose nos dijo nada más, simplemente me abrazó con cariño, y en un silencio sepulcral el coche avanzó hasta el que sería mi nuevo hogar; antes de llegar, le había indicado mi dirección, y ella, muy amablemente, pasó a recoger las llaves y se ocupó de trasladar mis cosas. Paramos ante un edificio marrón, con la fachada con toques neoclásicos. Eran tres alturas, se suponía que mi apartamento estaba en el primer piso.

Rose y Emmet salieron primero; por suerte, parecía que habíamos despistado a la prensa. Me indicaron que podía bajar tranquila; mi amiga me rodeó los hombros con un brazo, en un gesto confortante, mientras nos adentrábamos en el edificio, seguidas por Emmet, que portaba mi equipaje. Una vez con la puerta cerrada, estudié con detenimiento ni nuevo y solitario hogar. Una cocina pequeñita, abierta al pequeño salón. Una encimera hacía las funciones de mesa y separaba un poco las estancias. Un diminuto cuarto de baño y mi dormitorio, no había nada más en la casa. Por lo menos, al igual que el apartamento que compartimos Rose y yo los dos primeros cursos, estaba reformado y bien equipado y decorado, con muebles funcionales y modernos.

Al volver a la sala, Rose estaba en la cocina, haciendo café. Me senté en le sofá, en silencio, mirando a mi alrededor, hasta que volvieron al salón, potando cada uno una bandeja.

-Hice la compra esta mañana- me explicó amablemente, mientras ponía un plato con galletas enfrente mío.

Cogí una, pero apenas le di dos bocados, la dejé de nuevo en el plato. Emmet rompió el silencio.

-¿Cómo te encuentras?-. Suspiré largo y tendido.

-No muy bien- respondí escuetamente, negando con la cabeza, agachándola.

-Algo sabemos, hemos hablado con Sue y con Ángela durante las navidades- me explicó.

-Me lo dijeron...- respiré de nuevo, tomando la taza de café que me ofrecía Rose -lamento mucho no haber llamado yo misma... pero no podía- musité.

-Tranquila por eso... es comprensible- me dijo Rosalie.

Les hablé de mi estancia en Forks, explicándoles mi estado y la decisión de volver, ellos me escuchaban atentos.

-Me alegra que hayas vuelto; no estábamos muy seguros- me dijo Em con un codazo amistoso.

-Daba igual que me quedara en América o que regresara, tengo asumido que los periodistas me van a dar la murga una temporada- expresé fastidiada, rodando los ojos.

Rose y Emmet, se miraron, interrogándose mutuamente en silencio si debían o no decirme algo.

-Alice y Jasper están muy preocupados... y tienen muchas ganas de verte- me dijo.

-También yo...- suspiré con pena.

-Carlisle y Esme también- añadió Emmet.

-Sé que Esme ha hablado con Sue; diles de mi parte que se lo agradezco... ellos ya no deberían preocuparse por mi y...- mi amigo me interrumpió, serio.

-No digas eso, sabes que te quieren mucho-.

-Ya lo sé Emmet... y yo también les quiero, y a Alice, y a Jazz...- me quedé callada, y en mi rostro se dibujó una mueca de pena.

-Y a Edward- apostilló mi amiga; mis ojos se aguaron de nuevo, quise negarlo... pero mi madre decía que era una pésima mentirosa, de modo que agaché las cabeza, queriendo ocultar mis lágrimas.

-Bella... puede que no quieras escuchar ésto, y estamos al tanto de lo mal que lo has pasado... y lo pasas... pero no te puedes hacer una idea de cómo está Edward- explicó Emmet. Desvié mi vista hacia otro lado, quitándome las lágrimas con mi mano.

-Emmet, por favor- no podía escuchar hablar de él... todavía no; me dolía mucho, y su desconfianza y ese alteza real todavía estaba muy presente en mi pensamiento.

-Está hecho polvo, apenas come, no sonríe... si supieras cómo se arrepintió al instante de todo lo que dijo- relataba con pena y desánimo Rosalie.

En el fondo, una parte de mi sabía que algo de razón llevaba... pero no podía.

-Sé que ambos perdimos los estribos esa noche- musité.

-Es normal Bella... la casa real no puede permitirse polémicas así; por supuesto, tenéis todo el derecho a una vida privada... y si nadie hubiera robado esas fotos, nada habría pasado- defendió Emmet.

-Además, no creas que no se está investigando el asunto; Sam está hecho un basilisco; nunca imaginó que dentro de los muros de palacio pudiera haber un chivato- relataba Rose.

-¿Y han averiguado algo?- interrogué curiosa -ya me da igual, el daño está hecho... pero supongo que Carlisle y Esme no estarán muy contentos con un topo en su propia casa- dije.

-Créeme que se tarde o temprano se sabrá- afirmó Emmet, pagado de si mismo. En ese momento, llamaron suavemente a la puerta. Miré a Rose con pavor... pero Emmet se levantó para abrir.

Alice y Jasper entraron en el piso; mi pequeña amiga estaba llorando.

-Bellie...- me acerqué a ellos, que me rodearon en un gran abrazo; abrazó que no tuve casi fuerzas para devolver.

Me soltaron un poco sorprendidos, pero les di una mirada tranquilizadora. Se sentaron conmigo, uno a cada lado, mientras Emmet y Rose preparaban más café. Después de responder a sus preguntas sobre mi estado de ánimo, y de reconocerme de arriba abajo, la pequeña duende chasqueó la lengua.

-Has adelgazado mucho, estás pálida... tu melena... Bellie, no se si estarás bien aquí, sola- dijo con verdadera preocupación en sus ojos.

Agarré su mano, palmeándola.

-Estaré bien, tranquila-.

-No sabíamos si venir o no- dijo Jasper con cautela.

-Que Edward y yo ya no estemos... juntos... no significa que rompa con mis amigos... pero me vendrá bien un cambio de aires- les expliqué -no significa, ni mucho menos, que deje de veros... pero necesito estar sola una temporada- murmuré.

-Bella- Rose me suplicaba con la mirada... pero no podía.

-No Rose... necesito pensar en todo lo que ha pasado... y el veros me trae demasiados recuerdos qu...- no pude seguir hablando, me derrumbé, llorando y llorando...

Alice me recogió en sus brazos, consolándome.

-Está bien, respetaremos lo que nos pides... pero llámanos de vez en cuándo- dijo triste.

-Claro, también podéis llamarme- intenté bromear, pero no salió así.

-Esperaremos el tiempo que necesites- me dijo Jasper, dándome una sonrisa de ánimo.

-Además, si estoy con vosotros... sé que tarde o temprano me lo cruzaré... y no podría soportarlo- sollocé.

-Bella, tenéis que hablar y arreglar ésto; enfadados decimos muchas cosas que no son ciertas y...-.

-Jasper, no puedo- tomé aire -y en fondo es lo mejor; debe encontrar a alguien que esté a su altura, en posición, educación...- Alice me interrumpió.

-No, Bella... si dices eso, es que no conoces a mi hermano-.

-No lo reconocía esa noche Alice... cada grito, cada palabra... me hizo mucho daño-.

-Y él es el primero que lo ha admitido, y lo está pagando muy caro- añadió Emmet.

-Bella, os amáis de una forma inexplicable... ¿o me estás diciendo que ya no le amas?- la pregunta de Jasper acabó por derrumbarme.

-Perdonad- me levante del sofá, encerrándome en el baño. Esas palabras hicieron que mi ánimo decayera hasta el más profundo de los subsuelos... claro que le amaba, y siempre le amaría.

Una parte de mi deseaba que todo ésto fuera una pesadilla, y despertar a su lado y que me tranquilizara cómo sólo el sabía hacerlo. Necesitaba sus abrazos, sus caricias, sus besos, sus palabras de cariño, sus miradas... lo necesitaba con urgencia.

Me apoyé en el lavabo con las dos manos, mirándome en el espejo. Cerré un momento los ojos, recodando la noche en la que se me declaró.

"Bella... Bella te quiero", aquellas palabras volvían a mi mente, junto con la primera vez que me besó. Sus suaves labios, contra los míos... pero los gritos y la desconfianza, junto a ese "y alteza real para ti" pasaron de nuevo por mi cabeza, haciendo que mi corazón estallase en pedazos una vez más.

Logré tranquilizarme, respirando pausadamente. Al salir, cuatro pares de ojos me miraban ansiosos. Les di una pequeña sonrisa, diciéndoles por favor que estuvieran tranquilos.

Se quedaron un rato más conmigo, hasta que se hizo la hora de la cena. Rose y yo preparamos algo rápido, después de cenar, se despidieron de mi con un gran abrazo, ya era muy tarde y debían regresar a casa. Les prometí que estaría bien, y ellos me dijeron que me llamarían en tres o cuatro días, para ver cómo iba.

Después de recoger y de deshacer las maletas, me aovillé en la cama. Estaba encogida, en posición fetal, intentando dormir... y mi último pensamiento antes de sucumbir a Morfeo, fue para él.

-Te quiero Edward- al salir esas palabras, una solitaria lágrima bajó por mi cara.

No lo había negado, porque no podía hacerlo... claro que le amaba, con todo mi ser... y ese sentimiento no desaparecería de la noche a la mañana.

0o0o0o0o0o0o0o0o0

EDWARD PVO

Llevaba casi tres meses sumido en un pozo sin fondo; de la noche a la mañana había perdido a lo que más quería en el mundo, mi niña, mi Bella... si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, y borrar aquella noche.

Todavía no entendía cómo pude decirle esas palabras... pero ambos estábamos nerviosos; llevábamos dos meses sometidos a un acoso imparable, y ella mucho más que yo. Por supuesto que ella no había filtrado esa fotos a la prensa, ¿pero quién querría hacernos tanto daño?. Hacíamos caso omiso a los rumores y a los comentarios; es más, mucha más gente de la que pensábamos, entre ellos sectores de la nobleza y monárquicos, indirectamente, nos apoyaron.

Pero la publicación de esas fotos colmó el vaso para las habladurías, los chismorreos y las críticas. Ambos teníamos asumidos que yo era un personaje público... pero también teníamos derecho a una vida privada, como dos jóvenes cualquiera de nuestra edad.

Durante todas las navidades, las peores de mi vida, releí una y otra vez la carta que me dejó; casi me la sabía de memoria.

"No sirvo para ésto, nunca estaré a la altura de tu familia, y mucho menos seré una digna sucesora de tu madre"... siempre considerándose poca cosa... y era yo el que no le llegaba a la suela del zapato.

"Te deseo toda la suerte del mundo, y que seas feliz. Sé que sabrás salir adelante con la tarea que tienes encomendada desde que naciste... y serás un buen rey, al igual que tu padre"... eso lo diría el futuro; pero lo que tenía claro es que no podría soportar esa tarea sin ella... al igual que el resto de los aspectos de mi vida privada. No podía vivir sin ella, sin ver sus preciosos ojitos, que desbordaban dulzura y cariño, sus adorables sonrojos, su carita... sus sabios consejos, sus palabras tranquilizadoras... ella era, por encima de todo, la mujer a la que amo, por la que renunciaría a todo ésto si ella me lo pidiese, si ello se traducía en estar a su lado.

En todo este tiempo apenas volví a sonreír, creí enloquecer... me faltaba mi mitad, mi compañera, mi amor... sé que mi madre, mi hermana y Rose llamaron a Forks repetidas veces, pero no consiguieron hablar con ella. Sue les iba informando acerca de su estado, pero lo poco que me contaron no pude soportarlo; podía adivinar su estado, y todo por mi culpa.

Quise tomar un avión y seguirla, pero entre todos, me hicieron desistir. Decían que necesitaba tiempo. Mi corazón dio un brinco de alegría cuándo supe que volvía a Londres. Rose me contó que había cambiado de universidad, ahora iría a Greenwich, y viviría allí, en un pequeño apartamento. Me dolía ese cambio, pero la entendía. No me hizo gracia que Sam mandara ese comunicado, y más sin ella saberlo antes, pero era mejor a qué empezaran las especulaciones de por qué ya no estaba aquí, en palacio.

La noche en que regresó quise ir a verla, casi tuvieron que retenerme a la fuerza, pero al final entré en razón. Alice me dijo que según como la viera, me mandaría un mensaje para poder ir... pero ese mensaje no llegó. Me contaron la conversación que mantuvieron con ella, palabra por palabra, y cómo la encontraron. No tuve que hacer muchos esfuerzos para imaginarlo, ya que al día siguiente la noticia de qué había vuelto acaparaba páginas en todas las revistas. Sus ojos permanecían escondidos, detrás de esas gafas de sol, estaba muy pálida, muy delgada... y su melena había desaparecido. Ahora no quedaba rastro de esos preciosos rizos castaños que adornaban sus puntas, pero aun con el pelo liso, que casi no cubría sus hombros, estaba preciosa... toda ella en si era preciosa, tanto por dentro como por fuera.

Jasper me dijo que ella, en ningún momento había dicho que no me amaba, pero necesitaba tiempo, para que las cosas se tranquilizaran, y ella poco a poco fuese saliendo a flote. Con todo el dolor de mi corazón, y por insistencia de mi familia y mis amigos, tuve que resignarme, tampoco la podía agobiar y que me terminara aborreciendo.

Durante estos tres meses estaba al tanto de cómo estaba. Mi hermana, Jazz, Rose y Emmet no la vieron mucho, por expresa petición de ella... pero alguna que otra vez sí, y me iban contando cómo estaba... y también sabía que, con timidez y cautela, alguna vez preguntaba por mi. La veía de vez en cuándo en las revistas y en la tele. Le hacían miles de preguntas... y ella en ningún momento habló, cómo bien sabía que ella haría. Aguantaba estoicamente que la persiguieran hasta la puerta de su casa. Una de las veces, que la fotografiaron sin ella darse cuenta, observé sus ojos. Estaban vacíos e inexpresivos... y tristes, la luz y el brillo que tenían, y que los hacían tan especiales, ya no estaba. Seguía muy delgada... pero igual de bonita y preciosa como siempre.

El 10 de febrero, aniversario de la muerte de su madre, me revolví inquieto en mi silla todo el día. Ese día estaba con mi padre, atendiendo una audiencia privada con el Primer ministro y varios consejeros del gobierno... pero mi mente estaba ausente de esa sala; quería estar con mi niña, como aquella vez hace un año, y acunarla entre mis brazos, consolarla, decirle que todo estaba bien y que yo estaba su lado...

Toda la confianza que había ganado en ese año en que Bella estuvo a mi lado, y que hacía que en los actos oficiales y viajes de estado fuese más abierto y espontáneo, desapareció de la noche a la mañana. Observaba las fotos que me hacían, y podía ver yo mismo cómo mis ojos se nublaban, cada vez más, a causa de la melancolía y de los recuerdos. Aunque debía poner buena fachada y sonreír, a veces no podía, era superior a mis fuerzas.

Mis padres y mi amigos intentaban animarme, sabía que estaban muy preocupados por ambos. Tenía días más o menos buenos, y otros no tanto... pero por la noche, sólo, la habitación era testigo de mis lágrimas... y sólo ella tenía el remedio. Más de una vez pensé en escaparme de palacio, sin que nadie lo notase, y esperar pacientemente a que saliera de su casa. Quería verla una vez más, aunque fuera de lejos.

Mi primer pensamiento nada más levantarme de la cama, era para ella, y el último del día, antes de cerrar los ojos, también.

Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Me había quedado sentado al borde de la cama, con los brazos apoyados en las rodillas y mirando la foto que descansaba en mi mesilla, la foto de mi niña.

-Adelante- dije poniéndome de pie. Alice entró en la habitación, cerrando la puerta. Llevaba un vestido de fiesta color ocre oscuro, largo hasta los pies. La banda azul de la Orden del Elefante, máxima condecoración del reino de Dinamarca, cruzaba su pecho, y las placas y distinciones de Dinamarca e Inglaterra prendidas en el vestido. Una diadema de diamantes y zafiros adornaba su cabeza.

Mi mente voló hacia la imagen de mi niña, a todas las ocasiones en las que la había imaginado así... mi princesa.

-Edward, la cena está a punto de empezar- me dijo de forma cariñosa. Asentí, tenía ganas de ver a Christian, príncipe heredero de Dinamarca. Era uno de mis amigos, era abierto y simpático, y aunque era unos años mayor que yo, cuatro para ser exactos, nos llevábamos muy bien. Hace dos años, justo antes de que Bella y yo estuviésemos juntos, estuve en su boda con Maddeleine, una chica encantadora, y al igual que Bella, sin título de princesa desde la cuna.

Mi hermana se acercó y arregló un poco mi traje de gala, azul marino. Las condecoraciones de mis rangos militares pendían de él, al igual que las placas de Dinamarca e Inglaterra. Ajusté la banda azul danesa, que también cruzaba mi pecho, estirándola bien. Me observé en el espejo, pasando las manos por mi pelo, en un inútil intento de domarlo un poco; recordé con una sonrisa de melancolía cómo una vez que Bella estaba en palacio me ajustó bien la banda, mientras yo le iba señalando las placas y condecoraciones. Fue una de las poquísimas veces que me vio vestido así, en persona.

-"Esta -dijo señalándola- es la orden de la Jarretera"- su dedito pasó por la placa de rubíes y diamantes, recordando las clases de protocolo y todo lo que le enseñaba mi madre.

-"Eso es"- admití con una sonrisa.

-"Estás muy guapo"- me susurró al oído -"es la primera vez que te veo así vestido, en persona , cómo un auténtico príncipe".

-"Tú príncipe"- recalqué divertido, estrechándola entre mis brazos y besándola.

Suspiré resignado, guardando de nuevo esos recuerdos en mi corazón. La voz de Alice me sacó de mis sueños.

-¿Cómo estás?; esta semana apenas hemos coincidido- desde el domingo hasta el jueves estuve de viaje oficial en Luxemburgo, y volví ayer de madrugada.

-Bien- le regalé una pequeña sonrisa, que no me llegó a los ojos. Pero no le convenció en absoluto.

-Edward... tienes las tristeza tatuada en la cara- bufé frustrado.

-¿Cómo quieres que esté?- espeté sarcástico -hace más de tres meses que no la veo Alice, y me estoy volviendo loco- dije, desviando la mirada de la cara de mi hermana. Ella me miraba fijamente, esperando a que continuara.

-Te juro que lo intento Alice, intento pensar que todo va a arreglarse... pero pasa el tiempo y no quiere verme. Y no puedo dejar de pensar en ella ni un sólo instante- musité, dirigiéndome hacia la ventana, mirando a la nada. Mi hermana se acercó sigilosamente, poniendo su mano en mi hombro, dándole un ligero apretón.

-Edward, ya lo sé, y te entiendo... pero debes tener paciencia. Poco a poco va hablando de ti con mayor naturalidad, sin llorar ni emocionarse. Ella sabe qué debéis hablar, y lo haréis- dijo con convicción.

-¿Cuándo, Alice?; quizá ya sea demasiado tarde- murmuré en voz baja.

-No lo es Edward... ella no ha dejado que quererte, se le nota y sus palabras la delatan-.

-Ojalá fuera cierto- mi voz se había convertido en un susurro permanente.

-Edward... tienes que darle tiempo. Sabes que este mundo- dijo señalando a su alrededor- es difícil incluso para nosotros, y para ella, que no ha nacido en él, con más razón. Ya nadie se acuerda del escándalo de las fotos- me recordó.

-Sé que es difícil... y ella me dijo que aguantaría todo si yo estaba su lado... y le fallé, aquella maldita noche yo...- mi hermana me tomó del brazo.

-Metiste la pata, no lo puedo negar. Pero estoy segura de que todo se va a arreglar; tendrás que recuperar su confianza y ganártela, y eso llevará un tiempo- me advirtió.

Suspiré, asintiendo lentamente.

-¿Sam ha averiguado algo?- pregunté.

-Nada- meneó la cabeza. Ha estado preguntando a todo el mundo, y por lo menos, aquí nadie sabe nada. Lo único que hemos deducido es que las fotos se sustrajeron de tu portátil, porque Bella se llevó el suyo a Forks en verano -asentí con la cabeza, el mío no me lo había llevado ni siquiera a Windsor.

-¿Por qué supones que fue en verano?; las fotos salieron a finales de noviembre- le interrogué, cruzándome de brazos.

-Porque en verano no estábamos en Londres. Mientras nosotros estamos aquí dudo mucho que ese alguien se atreva a hacer algo así- aclaró -en verano la mayoría de la gente está de vacaciones, de modo que hay menos personal-.

-¿Y quién estaba aquí en esas fechas?; eso se sabe, basta con pedir la lista de las vacaciones del personal a Preston- Sir Preston Wells era el chambelán mayor de palacio, lo mismo que Angus en Windsor. Entre otras funciones, era el jefe de personal, quién organizaba a cada uno en sus funciones, a excepción del departamento de prensa, el territorio de Sam, y de el coronel Somerland, jefe de seguridad.

-Lo hemos hecho, y eso reduce la lista a 65 personas- normalmente, en total, trabajaban en palacio unas 140, desde Emily hasta personal de mantenimiento jardineros, doncellas, mayordomos...

Asentí, mañana hablaría con Sam, a ver si había averiguado cómo demonios habían llegado las fotos a las redacciones.

Unos golpes en la puerta interrumpieron nuestra conversación.

-Adelante- Félix entró, inclinando la cabeza.

-Con permiso, altezas. Sus majestades e invitados los esperan- nos previno.

-Gracias, enseguida vamos- volvió a salir por la puerta. Este hombre no me caía nada bien, y por alguna razón que desconocía, Bella no era de su agrado, ni siquiera yo mismo.

-¿Vamos?, tengo ganas de ver a Christian- le ofrecí el brazo a mi hermana, que lo tomó con una graciosa reverencia.

-Ha preguntado por ti, y Madde también- me explicaba mientras íbamos saliendo.

Fuimos en una divertida charla, hasta llegar a la sala contigua al salón del trono. Los asistentes a la cena, ya estaban allí, esperando que nosotros y nuestros agasajados entráramos.

Nada más aparecer por el salón, Christian se adelantó para saludarme.

-Edward, ¿cómo estás?- me abrazó, palmeándome el hombro.

-Voy tirando- respondí, intentando sonar animado. Me giré para saludar a su esposa y a sus padres, los reyes de Dinamarca. Conversamos unos minutos, hasta que Preston anunció al salón nuestra entrada.

-Después de la cena tenemos que hablar- me dijo apuntándome con el dedo.

Volví a ofrecer el brazo a mi hermana, entrado detrás de los reyes daneses y delante de Christian y su mujer. Una media hora después, después de dar la mano y recibir inclinaciones de cabeza de una inmensa fila de gente, pasamos al comedor.

Apenas presté atención al discurso de mi padre y de nuestro invitado. No cené mucho, y me dediqué a conversar con Madde y la mujer de nuestro primer ministro.

Una vez terminó el banquete, se sirvieron los cafés y las copas. La gente hacía grupos de tertulia en torno a las mesas. Mis padres y los padres de Christian departían con nuestro Primer ministro y el embajador danés en Londres, en una charla distendida e informal. Mi hermana, Madde y Jasper charlaban en otra mesa. Iba a dirigirme a ellos, pero Chris me interceptó a mitad de camino.

-Vamos un poco fuera, las paredes tienen oídos- una vez nos encontramos en uno de los balcones, ajenos a los chismosos, empezó el interrogatorio.

-Edward, ¿qué ha pasado?; vi las fotos cuándo saltó la noticia- me preguntó directamente.

-Los escándalos se propagan- siseé entre dientes.

-¿Cómo es posible que os pillaran en ese resort?; yo mismo estuve allí con Madde antes de nuestro compromiso, y mucha gente a la que conozco, y nunca...- no lo dejé terminar.

-Mi hermana y Jasper también han estado, y no pasó nada... esas fotos son hechas de nuestra cámara personal, y sólo las teníamos Bella y yo- le expliqué. Me miró boquiabierto, y le relaté la historia completa. El me escuchaba atentamente, sin interrumpirme.

-El asunto es serio... está claro que aquí hay alguien que filtra información- dijo.

-Ya lo sabemos, y en ello estamos, créeme-.

-De modo que ya no estáis juntos- negué con la cabeza, suspirando.

Le conté también lo que sucedió aquella noche. Mi voz alguna vez se atascaba en mi garganta, recordando aquellos sucesos.

-Lo lamento mucho amigo... no sabes la alegría que me diste cuándo me contaste que por fin estabais juntos... el príncipe sexy de pelo revuelto, por fin enamorado- rodé los ojos resignado, solían llamarme así muchas veces.

-La he perdido Chirs... no quiere verme- suspiré abatido.

-Edward, Alice tiene razón... dale tiempo. Si ella te sigue queriendo, tarde o temprano todo se arreglará. Sé que estás frustrado, furioso, pero debes tener paciencia... pero has tenido suerte, y no sabes cuánta- me dijo. Le miré extrañado.

-Mis padres, al principio, no aceptaban a Madde. Mi padre se opuso a que nos casáramos... hasta que poco a poco les fuimos demostrando que lo nuestro era serio, y que nos amábamos de verdad. Todo porque mientras éramos novios, una ex-pareja suya hizo unas declaraciones poco afortunadas, y pasó unas fotos suyas a la prensa un tanto... morbosas... parecido a lo que os ha ocurrido-.

-Nunca me lo habías contado- escuchaba asombrado.

-No era yo el que salía en las fotos... pero aun así, soportamos una fuerte presión y acoso. Pero poco a poco, conseguimos superarlo; no te niego que discutíamos, a cuenta de los nervios y el agobio... pero todo pasó, y gracias a sus esfuerzos y su personalidad, mis padres terminaron aceptándola. Ahora míralos, la adoran, una vez la han conocido. No sabes la suerte que tienes de que tus padres os apoyen desde el primer momento... y deduzco que para enamorarte, es una chica muy muy especial- me dijo con una sonrisa cómplice.

Asentí, relatándole cosas que sólo sabían Jasper y Emmet. Le hable de ella un buen rato.

-Te has enamorado de verdad; Edward, ten paciencia... pero no la dejes escapar. ¿Sabes lo difícil que es encontrar a una chica que nos quiera por ser simplemente unos hombres normales y corrientes, dejando de lado los títulos y los palacios?- me preguntó serio.

-Claro que lo sé... yo mismo se lo dije, que entendía que me dijera que no, por todo lo que ésto conlleva- recordé.

-Y ella lo ha soportado muy bien. Admito que te equivocaste esa noche, y tú mismo lo reconoces... pero también, a veces explotamos. Es muy difícil para ellas hacerse a este modo de vida... yo te digo la verdad; no podría soportarlo sin Madde- confesó.

-Lo mismo me pasa a mi... no quiero ésto si ella no está a mi lado- dije en voz baja.

-Entonces, ten paciencia... pero recupera a la Princesa de Gales... estaré esperando la invitación de boda- dijo divertido, dándome un amistoso codazo.

-Gracias por escucharme, amigo- agradecí.

-De nada... espero me llames y me cuentes cómo van las cosas... y por favor, pillad a quién haya hecho esto, y darle su merecido- añadió serio.

-De eso no te quepa duda; volvamos dentro- le indiqué, apoyando mi mano en su hombro.

Reconozco que me vino bien hablar con Chris, con alguien que había pasado por algo similar.

Una vez terminó la fiesta, y los invitados se marcharon, me cambié de ropa. No tenía sueño, de modo que con un pantalón de chándal y una sudadera salí a pasear por el jardín. Mis pies me llevaron a nuestro lugar secreto, ese sitio dónde nos escondíamos del resto del mundo. Me apoyé en el tronco del sauce, recordando las innumerables veces que había ido allí con ella, y la abrazaba en torno a mi cuerpo, y reíamos de cualquier cosa, las confidencias al oído... nuestros cuerpos juntos, entrelazados... nuestros besos.

Mis lágrimas cayeron por mi cara, susurrando su nombre, mirando al oscuro cielo.

-Te quiero Bella... te quiero... mi niña-.

 

Capítulo 24: No hay final feliz Capítulo 26: Anhelo

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14444866 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios