Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328472
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 39: Entre leyes y bisturíes

Eché una ojeada al reloj de la pared, que había llegado a dar las dos y media de la mañana silenciosamente y sin apenas darme cuenta. Cansada y agotada, cerré los apuntes y me metí en la cama, arropándome hasta las orejas y acurrucándome contra la espalda de Edward, que llevaba una hora dormido... pero por más agotada que estuviese, el café doble que me tomé después de cenar hizo su efecto, impidiéndome dormir. Suspirando pacientemente, me tendí poca arriba, haciendo un repaso mental de todo lo que había sucedido desde que regresamos de Forks, una vez pasaron las navidades.

Recordé con una pequeña sonrisa las experiencias vividas en las vacaciones, los graciosos piques entre mi padre y la abuela, la alegría de regresar a mi hogar, de volver a ver a todos mis amigos, exceptuando a la idiota de Jess... lo bien que lo pasamos en la fiesta en casa de los Weber... y lo que más me gustaba, poder compartir todo eso con Edward, que cada día se encontraba más a gusto en mi casa, que ya también consideraba como suya. En Forks podíamos ser simplemente Edward y Bella, y disfrutar de cosas que aquí no podíamos hacer. Ang se reía cuándo veía a nuestros novios debatir sobre deportes o de cualquier otro tema, o cuándo Edward se ponía a hacer algo con mi padre... todavía les costaba asimilar que, por muy príncipe de Gales que fuera, era un chico normal.

Aparte de descansar y de salir con los chicos a tomar algo, nuestras vacaciones habían estado presididas por las leyes y las relaciones internacionales... y ahora estábamos sumergidos en plenos exámenes... los cruciales exámenes que debíamos pasar, antes de poder empezar el proyecto de fin de carrera. Los exámenes habían comenzado el veinte de enero... mentalmente fui repasando las asignaturas de las que ya nos habíamos examinado... de cuarto curso habíamos aprobado Conflictos internacionales y Política exterior inglesa; y estábamos a expensas de saber la nota de las restantes asignaturas.

De quinto curso sólo habíamos hecho un examen, el de Derecho diplomático y consular, y aun nos quedaban tres... y ya, si todo iba bien, terminaríamos. El último examen sería el dieciséis de febrero, de la materia de Alianzas de estado para seguridad internacional... bueno, yo lo haría ese día, pero Edward lo haría el trece. El catorce de febrero se iba con su padre al Líbano, a visitar a los soldados que estaban destinados allí, en misión humanitaria, y estarían allí dos días. Resoplé agobiada... sabía que Edward haría viajes de este tipo, pero me asustaba mucho que fuera a zonas de riesgo; me pasé un buen rato dando vueltas en la cama, hasta que le terminé despertando.

-¿No puedes dormir?- murmuró con voz pastosa.

-No- puse un puchero de frustración, que acompañó a un suave quejido prominente de mi garganta.

-Ven aquí- me abrió los brazos, y me acurruqué dentro de ellos, suspirando satisfecha y cerrando los ojos.

-¿Estás nerviosa por el examen de mañana?- me interrogó.

-Un poco... pero bueno, lo llevo decentemente- me auto consolé -pero tengo miedo- murmuré.

-¿De qué?- ahora el que tenía los ojos bien abiertos era el.

-¿Qué pasa si suspendemos alguna materia?- pregunté con miedo -no podremos casarnos y...- puso uno de sus dedos en mis labios, haciéndome callar.

-Cariño, no digas eso; vamos a aprobar todos los exámenes... y en el caso de que pasara algo raro y suspendiéramos alguno, encontraríamos una solución... no podemos suspender la boda tan fácilmente- me recordó. Asentí con la cabeza... aunque teníamos un buen historial académico, el hacer dos cursos en uno no era nada fácil.

-Tienes que tranquilizarte... y no te preocupes por el viaje; en dos días estaré de vuelta- me consoló, dejando un suave beso en mi sien.

-Supongo que los nervios me juegan malas pasadas- dije en voz alta. Me estrechó más entre sus fuertes brazos, acariciando suavemente uno de los míos.

-Intenta dormir mi amor; mañana el examen es a las once, no tenemos que madrugar mucho- me animó.

Poco a poco, con el latido de su corazón retumbando suavemente en mis oídos, conseguí dormirme.

0o0o0o0o0o0o0o0

Dos semanas después de aquella noche, estaba esperando a Edward en el pasillo de la facultad. Ese día habíamos tenido el penúltimo examen, el de Opinión pública internacional. Ayer no pudimos contener las ganas de abrazarnos en pleno campus cuándo nos dijeron que habíamos aprobado todos los exámenes de cuarto curso. Sólo nos faltaban saber las notas de los del último año, y realizar el dichoso examen de Alianzas de estado para seguridad nacional. Hoy era ocho de febrero, a Edward le quedaban cinco días para hacerlo, y a mi ocho.

-Pues sí que le cuesta; normalmente él sale antes que tú- estaba con Emmet y Rosalie, que intentaba calmarme.

-Tranquilízate Bella... está más preocupada por su examen que por el tuyo- me dijo.

-Me preocupo por los dos- le contesté en voz baja... no podía evitarlo, era superior a mis fuerzas. Al cabo de cinco minutos la puerta se abrió, y me levanté cómo un resorte, acercándome a Edward.

-¿Cómo te ha ido?- interrogué ansiosa. Rió mientras me daba un beso en la mejilla, tranquilizándome.

-Bien, mejor que el que hicimos la semana pasada- me explicó, tomándome de la mano y acercándonos a nuestros amigos -¿tomamos un café?; creo que nos lo merecemos- me dijo divertido. Los cuatro nos dirigimos a la cafetería, y una vez sentados en torno a la mesa, entablamos una animada conversación.

-De modo que entre los días veinte y veintiséis vas a conocer mi ciudad natal- exclamó contento nuestro amigo, frotándose las manos.

-Sí... por fin voy a conocer el País de Gales- repliqué contenta, ante la sonrisa de Edward -¿vendrás con nosotros, no?- le pregunté.

-Por supuesto... iban a ir Quil y Morris... pero al final iré yo con Quil. Conocerás a mis padres- dijo contento.

-¿Tú los conoces?- pregunté a mi novio. Afirmó con la cabeza.

-Su padre también formó parte de la Guardia real- me explicó.

-Así que te viene de familia; eso no me lo habías contado- le reproché en bromas.

-Dormiremos en Cardiff, y desde allí nos trasladaremos por las distintas ciudades- me contaba mi prometido.

-El paisaje te va a encantar... nuestras playas son las más espectaculares de Gran Bretaña- enumeraba mi amigo.

-Y los castillos y pueblos medievales son increíbles... es cómo retroceder a la época de Arturo y los caballeros de la mesa redonda- me explicaba Rosalie, que ya había recorrido toda la zona, acompañada de su novio.

-Tengo muchas ganas de ir, y también a Escocia- relaté con una sonrisa -¿me llevarás a ver el Lago Ness?- interrogué a mi prometido.

-Te llevaré... después de los compromisos que tenemos en Edimburgo, Glasgow y otras ciudades- me explicó. Asentí con la cabeza; sus padres, su hermana y Jasper venían con nosotros a Escocia, y la última noche había cena de gala en el palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de la familia en Edimburgo. Seguimos un largo rato en torno a la mesa, disfrutando del café y nuestra animada charla con Emmet y Rose, lo que nos vino bastante bien para olvidarnos un poco de los exámenes y poder relajarnos.

0o0o0o0o0o0o0o0

Desde ese día hasta hoy no hicimos otra cosa que estudiar el último examen. Me revolví inquieta en mi silla; hoy se examinaba Edward... y mañana se iba al Líbano con su padre. El reloj de nuestra habitación ya marcaba la una y media del mediodía, y el examen comenzaba a las once de la mañana.

Bufando, cerré de un manotazo mis apuntes y me asomé a la ventana; el día, aunque hiciera frío, estaba despejado y el sol se asomaba tímidamente, calentando un poco el ambiente. Cogí una chaqueta y salí a pasear por los jardines. Respiré con ganas y necesidad. El aire fresco tranquilizó mis nervios, y al llegar a nuestro lugar secreto, me tumbé en la hierba, a la sombra de aquel roble centenario, mientras recordaba cómo hacía más de dos años, en este mismo lugar, pasamos nuestras primeras horas de novios, dónde me hizo mi primer regalo... estaba tan sumida en mis recuerdos, que no oí unos pasos lentos y pausados; sentí un cosquilleo de placer recorriendo mi oreja y parte de mi cuello cuándo una suave voz se posó en mi oído.

-Hola preciosa- sin abrir los ojos, giré la cabeza, siguiendo al dueño de esa voz.

-Hola pequeño- susurré en voz baja; sus labios se posaron en los míos, y no pude contener el gemido que salió de mi garganta. Pasé las manos por su cuello, atraiéndolo más hacia mí. Después de besarme hasta dejarme sin aliento y pensando cosas incoherentes, por fin abrí mis ojos, encontrándome con esa sonrisa que tanto me gustaba.

-¿Qué tal?- le pregunté mientras él se tumbaba también, atrayéndome hasta su cuerpo.

-Mejor de lo que pensaba; al final no me ha preguntado nada sobre armamento de emergencia en Medio Oriente- me explicó.

-Entonces eso me entra a mi seguro- resoplé fastidiada. Al hacer el examen en días distintos, obviamente, las preguntas sería distintas.

-Es muy probable- meditó mi novio en voz alta. Estuvimos hablando un rato más del examen, hasta que un pinchazo en el costado derecho de mi tripa me hizo sobresaltarme y que me incorporara.

-Bella... ¿cariño te encuentras bien?- Edward me miraba preocupado, alzándose y quedando apoyado en uno de sus brazos. Respiré profundamente, y el dolor desapareció en unos pocos segundos.

-Ya pasó- le expliqué, intentando tranquilizarle -qué raro- murmuré -tuve el periodo la semana pasada- medité en voz baja. Aunque tomara anticonceptivos, a veces solían darme ligeros pinchazos cuándo me venía... aunque no dolían de ese modo, gracias a las pastillitas.

-Puede que los nervios te pasen factura... apenas comes- me medio reprochó con dulzura.

-Será eso... y hablando de comer, me parece que va siendo hora de que vayamos- Edward se levantó primero, y me ayudó a ponerme de pie. Me miraba preocupado.

-¿Seguro que estás bien?; podemos llamar al doctor Libss- me propuso una vez más.

-Tranquilo, no es necesario, de verdad- le calmé con un pequeño beso y entrelazando nuestros dedos, camino del comedor.

A la mañana siguiente, a las seis de la tarde, nos despedíamos de mi suegro y de mi novio. Lo miraba preocupada, enfundado en un traje militar verde. Esme abrazaba a Carlisle, rodeada por Alice y Jasper, y yo escondí mi cara en el pecho de Edward, abrazándome a su cintura.

-No te preocupes mi vida- me reconfortó -en dos días y medio estaremos aquí de nuevo... y nos iremos un par de días a Windsor a descansar de los exámenes- me prometió. Suspiré, intentado que las lágrimas no hiciesen acto de presencia.

-¿Me llamarás en cuánto llegues?- balbuceé cómo una niña pequeña. Rió quedamente, estrechándome entre sus brazos.

-Te lo prometo cariño... sabes que te llamaré todos los días- me recordó. Alcé mis cabeza, y él, comprendiendo mi gesto, bajó la suya, atrapando mis labios en un beso tierno y cariñoso... pero tuve que separarme de él, conteniendo una mueca de dolor.

-¿Te sigue doliendo la tripa?- envolvió mi rostro con sus manos, cómo si estuviera reconociéndome.

-Me ha dado otro pinchazo- le expliqué, intentando respirar; cómo la otra vez, a los pocos segundos, el dolor remitió -serán los nervios por el último examen- le dije, pero esta vez no se quedó tan conforme como ayer.

-No sé Bella... nunca te había pasado ésto- me miraba preocupado -lo mejor será que te vea el doctor Libss... no tienes buen aspecto- respiré, intentado tranquilizarme; lo único que quería era que no se marchara nervioso.

-Te prometo que esta noche me iré a la cama pronto a descansar... y que si me sigue doliendo, se lo diré al doctor- recité cual niña de parvulario. Pero su mirada estaba cargada de miedo y preocupación.

-No me voy tranquilo, y lo sabes- me explicó -quizá debería qued...- lo silencié con un pequeño beso, era la única forma de que me dejara hablar.

-No pienso permitir que incumplas tus deberes- le regañé divertida -estaré bien, simplemente tendré el estómago revuelto-. Pareció estudiar mi cara y mis palabras, hasta que resopló, afirmando.

-Está bien... pero si te pones peor me lo dirás inmediatamente- me advirtió, con el ceño fruncido.

-Prometido... cuidate mucho- enterré mi cara en su cuello y me aferré a su uniforme con mis puños.

-Te quiero mi niña- me besó por última vez.

-Y yo a ti- susurré en sus labios. Se despidió de su familia, y yo lo hice de ni suegro. Todos nos quedamos en la puerta, despidiéndoles con la mano, hasta que el coche traspasó las verjas de seguridad.

Después de cenar, me quedé un rato con Esme, Alice y Jasper en el salón, viendo un poco la tele... la guerra entre Víctor Zimman y Jane O´Cadagan ocupaba la atención de la prensa rosa.

-Jane, ¿tiene algo que objetar a las críticas del señor Zimman, acerca de que usted no es la apropiada para el diseño del vestido de novia de la futura Princesa de Gales?- preguntó un joven periodista a la modista a la salida de su estudio, ubicado en el centro de Londres.

-El no se va a vestir de novia ese día... para mi es un honor que la señorita Isabella y la Casa real hayan confiado en mi para ese día tan señalado- respondió tranquila y con una sonrisa.

-¿Qué le parece la polémica que se ha generado?- volvió a interrogar el reportero.

-Por supuesto que hay diseñadores con mucho más renombre, experiencia y prestigio que yo- respondió la interpelada -pero le recuerdo al señor Zimman que me he pasado años estudiando corte y confección, costura... y creo estar suficientemente capacitada-.

-¿Cómo es la señorita Isabella?-.

-Es una chica joven, de su tiempo; fue muy fácil imaginar el vestido una vez ella me lo describió- respondió con una sonrisa cómplice, a lo que Alice y yo nos miramos divertidas.

-¿Alguna pista acerca de las preferencias de la novia para ese día?-

-Será blanco- contestó medio riéndose -si me disculpa, tengo que irme-.

Jasper no disimuló la risotada al terminar el reportaje. Yo rodé los ojos, resignada... a este hombre nunca iba a caerle bien, hiciera lo que hiciera.

-Chochea demasiado- siseó mi cuñada.

-Es muy tradicionalista... pero no hay que hacerle mucho caso- Esme se encogió de hombros en un gesto despreocupado.

-No puedo creerlo... no sabía que mi vestido de novia traería tanto debate antes del veintitrés de junio- refunfuñé.

-Es una de las cosas que más expectación genera- dijo mi cuñado -en una boda normal la novia es la protagonista... imagínate la vuestra- me recordó. Iba a responderle, pero otro pinchazo en el mismo sitio hizo que la palabra se me quedara en la boca; ninguno pasó por alto mi mueca contraída.

-¿Otra vez?- Esme se acercó a mi, preocupada. La miré sin comprender.

-Mientras Edward y tú os despedíais te ha ocurrido también- explicó Jasper. Estaba claro que nos habían observado.

-Ayer me dio uno... pero hoy tengo el estómago raro, aparte de los pinchazos... me siento hinchada- me quejé frustrada.

-¿No estarás...?- Alice dejó la frase inconclusa. Sentí mi cara arder de vergüenza.

-¡¿Qué!; ¡no!... no es un dolor menstrual- expliqué incómoda -ni tampoco es eso que te imaginas- aclaré. Esme posó su mano en mi frente.

-Cielo, yo creo que tienes fiebre... haré que Preston avise al doctor Libss- iba a volverse hacia el teléfono, pero la detuve.

-No es necesario Esme... creo que me retiraré a descansar, y mañana me sentiré mejor- les calmé.

-Está bien... pero mandaré que te traigan algo para el estómago- su voz y mirada no admitían réplica alguna.

Media hora después, me metí a la cama, ligeramente aliviada... menudo San Valentín de las narices... por lo menos, cuándo Edward regresara ya habría acabado los dichosos exámenes, y podríamos disfrutar de la celebración en Windsor, solos y tranquilos.

Al día siguiente no me levanté peor... pero tampoco estaba mejor que ayer por la noche; me había levantado unas tres veces al baño... pero nada de nada... seguía incomodísima. Apenas salí de mi cuarto para comer y cenar... mañana tenía el dichoso examen, y a partir del mediodía sería libre. Había hablado con Edward, y para colmo de males habíamos tenido una pequeña discusión. Sabía que estaba muy preocupado por mi, ya que nada más responder al teléfono, notó algo raro en mi voz. Le medio eché la bronca, diciéndole que se preocupaba demasiado por un simple dolor de tripa... y desde ahí, mal. Por suerte, me disculpé y se le pasó el cabreo a los poco minutos, y nos despedimos bien, quedando en llamarme mañana, nada más salir de mi examen, a esas horas ya estarían en el avión, de regreso a Londres.

Sue y mi padre también me llamaron, para desearme buena suerte; también me notaron cansada y rara, pero no les dije nada, no quería preocuparles. Esa noche me despedí de Esme y de mis cuñados sintiéndome realmente mal; tenía escalofríos, a pesar de que mi frente estaba ardiendo, y los pinchazos empezaban a hacerse constantes. Me tomé la medicina que me dieron el día anterior, y por unas horas pude conciliar el sueño.

A las ocho en punto el despertador me sacó de mis ensoñaciones. Al incorporarme de la cama para ponerme de pie, un doloroso e intenso pinchazo volvió a aparecer... y esta vez no se me pasó hasta unos pocos minutos. Me senté de nuevo en la cama, respirando entrecortadamente, y palpándome la tripa, que estaba dura cómo una piedra. El pinchazo mandaba calambres por toda mi pierna derecha, y al levantarme de nuevo para ir al baño, apenas podía moverme sin que me doliera. Me costó un esfuerzo sobrehumano llegar al baño, dónde una gran arcada me sorprendió. Después de vomitar la comida de la menos los dos días anteriores, parecía que me recomponía un poco.

No desayuné, y me fui directa al coche, dónde Rose y Emmet ya me esperaban.

-Bella, ¿qué te pasa?- Rose vino corriendo hacia mi, tomándome del brazo. Emmet también se acercó, asustado.

-Nada... no me encuentro muy bien- les dije -pero vámonos, tengo un examen a las nueve y media- les recordé.

-¿Crees que estás en condiciones de hacer un examen?- interrogó mi amigo serio, con los brazos cruzados -llevas unos días encontrándote mal- señaló.

-Tengo que ir- protesté. Rose chasqueó la lengua, pero me hicieron caso.

-Está bien... pero nada más terminar, a casa; y a que te vea el médico- me advirtió Emmet serio.

Con el dolor subiendo de intensidad, conseguí terminar el dichoso examen. Emmet casi me mete a mi habitación en brazos. Le prometí que me echaría un rato, hasta que Esme volviera de un compromiso en Ipswich, a una hora de Londres. Una hora después, sonó el teléfono de mi habitación, informándome de que Esme ya estaba aquí, y me esperaba con Zafrina y Maguie para repasar los compromisos del viaje a Gales.

El dolor de mi tripa se acentuaba a cada movimiento que hacía, y a duras penas conseguí llegar a la salita. Al verme las tres, se levantaron corriendo.

-¡Señorita Isabella!, ¿qué le ocurre?- Zafrina rodeó mi cintura, intentando ayudarme.

-M...me duel... me duele- cubrí mi tripa con las manos, ahogando un grito por el pinchazo que me dio.

-Maguie, avisa a Preston y al doctor Libss- Esme estaba muy nerviosa, y también me rodeó la cintura...en ese preciso momento sentí que la habitación daba vueltas a mi alrededor, volviéndose todo negro.

-¡Bella!; ¡Bella, hija!- sentí el grito angustiado de Esme antes de perder la conciencia.

0o0o0o0o0o0o0

Abrí los ojos lentamente, y mi vista se posó en un techo blanco; extrañada y atontada, miré a mi alrededor... y enseguida comprendí que estaba en un hospital. Intenté moverme, pero el ya familiar dolor volvió en cuánto me moví apenas un milímetro.

-Hija- giré la cabeza, encontrándome con Esme, Alice y Rosalie, mirándome preocupadas.

-¿Dónde estoy?- pregunté con voz ronca, aunque lo sabía perfectamente.

-En el hospital. Te están haciendo pruebas- Esme me tomó de la mano, intentando calmarme.

-¿Qué me pasó?- interrogué asustada y con ese dolor taladrándome el abdomen.

-Te desmayaste; el doctor Libss llegó al cabo de diez minutos a palacio y te hizo un reconocimiento. Nos dijo que teníamos que trasladarte inmediatamente al hospital, para que te hicieran pruebas y poder confirmar su diagnóstico- me explicó Alice. Iba a preguntar qué sospechaba, pero la puerta se abrió, entrando el doctor Libss, acompañado de tres hombres con una bata blanca.

-Majestad, alteza, señorita Isabella, señorita Hale; les presentó a Patrick Connell, director del hospital; y a los doctores Marcus Shield y Abraham Dorshire- se acercaron a mi cama, rodeándome.

-¿Qué tiene?- preguntó mi cuñada, asustada y nerviosa. En ese momento entraba Jasper en la habitación.

-Después de la exploración, hemos llegado a un diagnóstico rotundo y unánime... abdomen duro, fiebre, vómitos, esa respuesta de dolor a los movimientos...- empezó a recitar uno de los doctores.

-El análisis muestra los leucocitos altos, y la ecografía abdominal nos ha disipado las dudas- explicó el otro doctor.

-Señorita Isabella... tiene un ataque de apendicitis- me soltó el doctor Libss.

-¿Qué?- atiné a responder, muda de la impresión y de miedo. Comencé a sollozar, debido al escalofrío que recorrió mi cuerpo.

-¿Qué deben hacer?- preguntó mi suegra, sin soltarme de la mano.

-Por supuesto, operarla; es el único remedio para que no derive en una peritonitis- nos explicó el doctor Libss. Al ver mi cara de susto, el doctor Shield me tranquilizó.

-Es el procedimiento rutinario; no es una intervención complicada señorita Isabella-. Asentí con lágrimas, sabía que debían operarme, pero me daba miedo. Esme habló unos minutos más con los doctores, hasta que se volvieron hacia mi.

-En menos de una hora la meteremos en quirófano; en el gotero le empezarán a administrar antibióticos preoperatorios- me dijo el otro doctor, antes de retirarse de la habitación. El doctor Libss y el señor Connell se quedaron hablando con Esme, mientras Alice, Rose y Jasper me rodeaban.

-No deben preocuparse; hemos desalojado la planta por medidas de seguridad, tal y cómo nos ha dicho el coronel Sommerland- le explicaba el hombre a mi suegra -y los escoltas ya están aquí-. Esme asintió preocupada.

-La prensa se ha enterado- siguió informando el señor Connell -¿qué medidas debemos tomar?-.

-No creo que se pueda ocultar... y más cuándo Edward llegue al hospital- añadió Jasper.

Edward... ¿se lo habían dicho?; miré a mi cuñado asustada... ¿y mi padre y Sue?.

-Esme...- ella se volteó, acercándose a mi.

-Tranquila cielo; todavía no sabe nada- me explicó.

-Queríamos esperar a ver qué decían los médicos- acotó Rosalie. Asentí mientras intentaba incorporarme... pero el dolor no me dejó hacerlo.

-Bien- mi suegra tomó la palabra -hablaré ahora mismo con Sam... pero creo que lo más seguro es que el hospital emita un parte médico para la prensa- nos explicó -y antes de nada, quiero hablar de nuevo con los doctores- el director asintió con la cabeza, saliendo a buscarles.

-Edward- murmuré entre lágrimas. En estos momentos estaría ya de regreso a casa.

-Tranquila Bella, le avisaremos... y también a tu padre y a Sue- me dijo Rose.

-Pero no les hagáis venir... no quiero que dejen a la abuela sola- les imploré -una vez me operen estaré mejor-.

-Por eso no te preocupes hija- me consoló Esme. Tal y cómo me dijeron los médicos, en menos de una hora entraba en el quirófano.

-Bien, señorita Isabella; cuente hasta diez de forma regresiva- me indicó una enfermera, sonriéndome a través de la mascarilla; me fijé que inyectaban un líquido blanco en la vía, y me ponían un montón de cables.

-Diez... nueve... ocho...- sentí que mis párpados pesaban, y caí en un profundo sueño.

0o0o0o0o0o0o0

EDWARD PVO

Colgué extrañado el teléfono del avión; era la tercera vez que llamaba a mi niña, para ver qué tal había hecho el examen... y su estado se salud. Me tenía muy mosqueado; hacía días que no se encontraba bien... y pese a sus protestas, en cuánto me bajara del avión la obligaría a ver al médico. Volví a mi asiento, dónde mi padre leía unos informes. Habíamos dormido unas horas, y nos habíamos cambiado de ropa, quitándonos el uniforme militar. Al ver mi resoplido, mi padre levantó la vista de sus papeles.

-¿No has conseguido hablar con ella?- me interrogó. Negué pensativo.

-Estará descansando... habéis hecho un esfuerzo sobrehumano con los exámenes- me recordó.

-Eso es cierto... espero que esté bien- musité en voz baja.

-Edward cálmate... - espetó mi padre -verás cuándo tengáis hijos, y te toque acompañarla al parto- me dijo con una sonrisa cómplice. Sonreí, pensando en nuestros futuros hijos... muchos monárquicos y sectores se sentirían decepcionados si el primero no era un chico... y eso que la ley de sucesión en Gran Bretaña no hace distinciones en cuánto al sexo; el primogénito es el heredero, sea chico o chica.

Me conformaba con que fueran igual de guapos que mi niña, buenos y cariñosos... y lo educaríamos de la manera más normal posible, como a cualquier niño de su edad.

-Será una madre estupenda- dije con una sonrisa.

-Y una princesa estupenda- añadió mi padre -no lo está haciendo nada mal-. Afirmé con una pequeña sonrisa, recordando los actos a los que habíamos asistido... y que ahora se intensificarían.

-Siempre supe que podría con ello... aunque ella no lo viera al principio- le dije en plan confidencia -si te digo la verdad... estaba dispuesto a renunciar a todo ésto, si ella no me aceptaba-.

Estudié la cara de mi padre; no estaba enojado, y sonrió con entendimiento.

-Te comprendo mejor de lo que crees hijo... yo no sé que es lo que hubiera sido de mi sin tu madre a mi lado- me explicó -también me planteé renunciar... y eso que a tu abuelo al principio no le gustó nada tu madre- me confesó -pero un día me planté delante, diciéndole que o me casaba con ella, o haría lo que tú acabas de decirme-.

Escuchaba atento las palabras de mi padre.

-Nunca nos lo habíais contado- mi padre se encogió de hombros, mirando por la ventanilla.

-Después de conocerla, tu abuelo estaba más que encantado con ella... por todo eso que vivimos, tu madre y yo siempre os dijimos a tu hermana y a ti que ante todo, os casarais con la persona de las que os enamorarais- me decía.

-A veces creo que es pedirle demasiado... ha quedado expuesta a la opinión pública de por vida- medité con un deje de pena en mi voz.

-Es una vida difícil... y cuándo subáis al trono, el día que yo falte, es primordial que os sigáis apoyando el uno al otro-.

-Pero para eso faltan muchos años- no me gustaba hablar de eso... el día que yo subiera al trono, significaría que mi padre habría muerto.

-Siento decírtelo...- le miré aterrado, cortándole en mitad de la frase.

-¿Estás pensando en abdicar?- negó con un suspiro, sonriéndome.

-Por supuesto que no... sólo quería decirte que aun me quedan muchos años; tengo una salud de hierro- se señaló a si mismo, un poco petulante -me quedan muchas cosas por hacer... quiero ejercer de orgulloso abuelo, cazar con Charlie- rodé los ojos, menuda pareja habían formado -y todo eso siendo rey... hijo, no tengo motivos para abdicar... ningún Cullen ha renunciado al trono en vida, y no seré yo quién lo haga- respiré para mis adentros, aliviado por sus palabras.

-Y cambiando de tema... ¿dónde os vais a ir de luna de miel?- preguntó curioso. Iba a responderle... pero el teléfono del avión sonó. Uno de los ayudantes de mi padre lo cogió, hablando unos minutos; pude ver que su cara se contraía de la sorpresa, mirándonos un poco aterrados. Finalmente, se volvió a mi padre.

-Majestad, la reina está al teléfono, es urgente- nos miramos extrañados, y mi padre se levantó inmediatamente.

-¿Qué ocurre, querida?- interrogó preocupado. Mientras mi padre escuchaba a mi madre, su vista se posó en mi, mirándome con una expresión que no supe descifrar.

-Quiero hablar con los médicos, pásamelos- su tono serio y preocupado hizo que me revolviera en mi asiento... médicos... un sudor frío se adueñó de mi frente. Interrogué a mi padre con la mirada, pero se metió en el compartimiento de al lado.

-Bill, ¿qué está pasando?- interrogué.

-Su majestad le explicará, alteza- desvió su cara de la mía. Dios... Bella... iba a levantarme, pero en ese momento, mi padre salía, dando órdenes.

-Quiero un informe completo de su estado en cuánto salga del quirófano; nos faltan dos horas para aterrizar; del aeropuerto nos trasladaremos directamente al hospital- mi padre habló unos momentos más y colgó.

-Papá...-.

-Hijo... Bella está ingresada- nada más decirme eso, me levanté de un salto, paseando de un lado a otro y revolviéndome el pelo.

-¿Qué le ocurre?- demandé histérico -has mencionado algo de un quirófano- al ver su titubeo, reventé.

-¡¿Qué le pasa?-.

-Tiene un ataque de apendicitis, y deben operarla de inmediato- me quedé parado en el sitio, procesando lo que mi padre me estaba contando. Ahora encajaban muchas cosas, los dolores, ese malestar... mierda... y yo no estaba a su lado.

-Dios- me senté de golpe, pasando mis manos por mi cara -lo sabía, sabía que no estaba bien... - mi padre se acercó a mi, tranquilizándome.

-Edward, tranquilo- me relató todo lo sucedido en las últimas horas, y cómo se desmayó de dolor, en los brazos de mi madre.

-Ahora mismo la metían al quirófano; llegaremos allí antes de que despierte de la anestesia; ella estará bien; tranquilo hijo-.

El resto del viaje fue una auténtica pesadilla... mi niña... en un hospital, en un quirófano... estaba aterrado... no podía sucederle nada, no lo soportaría... mi pecho se contrajo de dolor, y no me calmaría hasta que la tuviera frente a mi.

Media hora antes de aterrizar, llamó mi madre, para decirnos que la operación ya había terminado, y que enseguida la subirían de reanimación. Esta vez me puse yo al teléfono, y los doctores también hablaron conmigo, aparte de con mi padre, diciéndonos que todo había salido bien. Por fin el vuelo tomó tierra, y el coche salió directo para el hospital. Entramos por la puerta trasera, ya que la entrada estaba copada por los periodistas y curiosos. El director nos recibió allí mismo, acompañándonos a la última planta.

Nada más entrar a la sala que precedía a la habitación, fui directa a mi madre y mi hermana.

-Edward tranquilo... ya está- me abrazó con cariño, pasando sus manos por mi espalda.

-¿Cómo ha pasado?- conseguí preguntar, con un hilo de voz.

-Es un proceso agudo... y el procedimiento normal es la cirugía de urgencia- me relató Rosalie, una vez mi padre y yo saludamos al resto de los presentes -no sé cómo consiguió aguantar en el examen- rodé los ojos... viniendo de Bella, me lo creía. Hablamos unos minutos, hasta que por la puerta aparecieron dos médicos. Después de darnos la mano, escuchamos el parte médico.

-La operación ha ido bien; hemos extraído el apéndice inflamado y hemos limpiado la zona. Ahora mismo la están subiendo- nos relató el doctor Dorshire.

-¿Y la recuperación?- pregunté.

-Si todo va bien y esta noche no tiene fiebre; mañana mismo podremos darle el alta. Su majestad y el doctor Libss nos han dicho que allí estará más tranquila y el doctor Libss la vigilará. Deberá guardar reposo unos días... y aunque aun lleve los puntos, debe caminar para que los músculos no se contraigan y ayude a sanar más rápido- nos explicó.

-No quedarán secuelas; no ha llegado a derivar en una peritonitis; calculamos que en unas tres semanas podrá retomar su vida normal- nos tranquilizó el otro doctor.

Se despidieron de nosotros en el momento en que la cama con mi niña entraba en la habitación. Estaba pálida, pero con una expresión tranquila en su rostro, y todavía dormida. Una vez que la acomodaron, la enfermera nos indicó que despertaría en un rato. Me acerqué a ella, intentando no llorar; me dolía verla ahí tumbada, con la vía puesta, parecía tan frágil.

-Cariño- susurré, apartando un mechón de su frente y tomándole una mano. Se removió un poco, pero siguió dormida. Me dejaron sólo con ella en la habitación, nadie se quería ir a casa hasta que abriera los ojitos. Acerqué el sillón a la cama, y sin soltar su mano, permanecí allí hasta que la sentí removerse.

Escuché un leve quejido; automáticamente levanté la vista. Sus ojos se abrieron poco a poco, enfocándome con ellos.

-Edward- murmuró, apretando mi mano. Me levanté cómo un resorte, sentándome con cuidado en la cama.

-Mi vida... Bella- llevé su mano a mis labios, besándola despacio -ya ha pasado cariño, ya está- se intentó incorporar, pero se llevó su mano hacia el lugar dónde debía estar los puntos.

-Me duele- se quejó, con los ojos vidriosos.

-Es normal... los puntos te tirarán unos días- le expliqué -no hagas esfuerzos-.

-Lo... lo siento- me miraba con miedo y preocupación -no pensaba que sería una apendicitis... y no quería gritarte, diciendo que te preocupabas demasiado y...- la callé con un dedo.

-Soy yo el que lo siente... no debí haberme marchado- musité pesaroso y enfadado conmigo mismo.

-No Edward... tenías que hacer ese viaje- me recordó -y ahora lo he estropeado todo- la miré sin entender -no podré ir a Gales, y habrá que reorganizar la agenda y...-.

-Cariño- la interrumpí -eso no importa ahora; lo primero que tienes que hacer es recuperarte... y el resto puede esperar... yo te cuidaré- le prometí -no iré a ningún compromiso hasta que no estés bien... me he llevado un susto de muerte- balbuceé con la voz rota.

-Estaba muy asustada... lo único que quería era que llegaras- limpié una lágrima que caía por su cara, y ella apoyó su mejilla en mi mano.

-No llores mi amor, ya ha pasado todo- la consolé con una pequeña sonrisa -espero que puedas perdonarme, por no estar a tu lado y...-.

-No tengo nada que perdonarte Edward, no ha sido tu culpa- me explicó con paciencia. Tiró de mi mano, acercándome a ella; entendí sus intenciones y dejé un pequeño beso en su boca y en sus mejillas.

-¿Vendrás mañana?- me preguntó con voz temblorosa.

-Me quedaré aquí contigo, hasta que te den el alta-.

-Pero Edward... seguro que acabas de aterrizar, y estarás cansado y...- negué con la cabeza, besándola de nuevo.

-No voy a separarme de ti... he pasado mucho miedo, y no estaría tranquilo- iba a volver a protestar -y eso no se discute- terminé serio y rotundo.

-Está bien- se dio por vencida -necesito incorporarme un poco, me duele la espalda- me pidió. Pasé un brazo por su cuerpo, sujetándole con cuidado la cintura y poniéndole las almohadas más altas. Después de volver a tumbarla sobre ellas, una pequeña sonrisa apareció en su cara.

-¿Mejor?- interrogué; afirmó con la cabeza, moviéndose un poco y haciéndome sitio a su lado.

-Ven- me pidió, señalando el sitio que había dejado. Nada más apoyar mi espalda en la almohada, apoyó su cabeza en mi hombro, suspirando satisfecha.

-¿Han avisado a mi familia?- me preguntó.

-Mi madre ha hablado con ellos, y yo también hace un rato, ¿quieres llamarles?-.

-Sí, se quedarán más tranquilos- cogí el móvil, marcando el número de su casa y pasándoselo.

Mientras Bella hablaban con su padre, salí un momento a la salita, informando al resto de que ya había despertado. Volví a entrar, cuándo ella colgaba con una mueca de enfado.

-¿Qué te pasa?- me acerqué a la cama, preocupado.

-He intentado convercerlos de que no vengan, pero no me hacen caso- refunfuñó cruzándose de brazos.

-Cariño, es normal que quieran venir- le dije, sentándome de nuevo a su lado -además, si todo va bien, mañana te quitarán el suero y te darán el alta- le dije.

-¿De verdad?- asentí con una pequeña sonrisa, tomándole de la mano -y ahora, tienes algunas visitas- le indiqué la puerta. Mi familia entró, acercándose a la cama.

-¿Cómo te encuentras hija?- le preguntó mi padre, después de darle un beso.

-Cansada... y los puntos me duelen casi tanto cómo la propia apendicitis- dijo con una pequeña mueca.

-Menuda racha llevamos en esta casa; primero Jazz, ahora tú... el doctor Libss está haciendo horas extras a montones- dijo mi hermana divertida.

-He hablado con Ang y Ben; se han enterado en cuánto han visto las noticias- nos explicó Rose -mañana te llamarán- le dijo a Bella, que pareció animarse un poco con todos allí.

Un rato después, ya de noche, mi familia se despidió, y por fin nos quedamos un poco tranquilos. Emmet me traería ropa y algo de comer.

-¿Así qué vas a hacer de enfermero?- me sondeó divertida mi niña, acurrucándose contra mi.

-Sip- respondí pagado de si mismo -¿quieres que me vista de blanco?- interrogué malicioso.

-No te quedaría mal- dijo con una pequeña risita, pero en su cara se formó una mueca de dolor -me duele si me río, si toso...- se quejó. En ese momento, Emmet entró por la puerta. Después de saludarme, se acercó a la cama.

-¿Cómo estás?-.

-Cómo si me hubiera arrollado un camión- respondió cansada.

-No debimos dejarte hacer el examen esta mañana; al aparecer en el coche, ya estaba realmente mal- me explicó Emmet.

-No hubieras podido conmigo; a terca no me gana nadie- se cruzó de brazos, mirándole fijamente.

-Me lo creo- rodé los ojos, negando con la cabeza

-Tenía que hacerlo... sino no podemos casarnos- susurró con voz contenida.

-Bella... no llores cielo- ella me abrazó cómo pudo, escondiendo su cara en mi cuello -no quiero que te agobies... seguro que lo has aprobado- la consolé. Todavía estaba muy asustada... y sabía que Bella odiaba los hospitales, le traía demasiados recuerdos por todo lo de su madre.

-No llores pequeña Bells- Emmet se quedó un rato más con nosotros; mi niña se calmó e incluso bromeamos un rato los tres, hasta que empezó a bostezar. Nuestro amigo se despidió de nosotros, recordándonos que estaría en la salita. Me puse un chándal y una camiseta, y al salir del baño Bella ya estaba prácticamente dormida.

-Descansa cariño- besé su frente, tapándola y echándome en la cama de al lado, cayendo enseguida dormido.

0o0o0o0o0o0o0o0

A la mañana siguiente, abrí los ojos cuándo la luz del sol me despertó. Giré mi vista hacia Bella, que me miraba con cariño. Tenía mejor color que ayer, y se veía un poco más animada.

-¿Por qué no me has despertado?- me incorporé rápidamente, acercándome a su cama.

-Estabas muy cansado del viaje... y yo he pasado buena noche, las enfermeras me han vigilado... no llevo ni diez minutos despierta- me informó. Se incorporó con esfuerzo, acercándose a mis labios, dejando un pequeño beso.

-Buenos días pequeño- susurró con una pequeña sonrisa. La sujeté por la cintura, para que no estuviera incómoda.

-Buenos días cariño- se abrazó a mi, suspirando tranquila. Pasé las manos por su espalda, dejando un besito en su cabeza -¿te duelen los puntos?- interrogué preocupado.

-Un poco... ésto, verás... necesito ir al baño- me pidió con un poco de vergüenza.

-Yo te ayudo, tranquila- acerqué sus zapatillas a la orilla, y con cuidado se sentó en la cama. Le costaba mucho moverse. Se agarró al soporte del suero, y pasó su otro brazo por mi cintura.

-Ufsss... me tiran mucho- se quejó, una vez estuvo de pie.

-Despacio- le recordé, sujetándola. Poco a poco llegamos al baño, y mientras ella se aseaba, fui a dar los buenos días a Emmet, el pobre había dormido en el sofá. Me dijo que me traería un café y que Embry estaba en la puerta.

-Edward- me llamó mi novia; me acerqué a la puerta, y la encontré apoyada en el lavabo, esperándome.

-¿Necesitas algo más?- le pregunté, una vez la senté en la cama.

-Un besito- puso un puchero de lo más lastimoso; reí divertido.

-Eso no tienes que pedírmelo- me acerqué a ella, pero literalmente se me echó encima, pasando sus manos por mi cuello y besándome con urgencia. Al estar sentada al borde de la cama, pude rodear su pequeña cintura con mis brazos, ya que la cama estaba muy alta. No sé el tiempo que estuvimos así, hasta que una voz burlona carraspeó antes de decir algo.

-Veo que alguien va a necesitar muchos mimos los próximos días- a regañadientes me separé de mi novia, mirando a Emmet, que veía acompañado de Rose, mi hermana y Jasper.

-Buenos días Bellie... se te ve mejor- canturreó mi hermana con una sonrisa malévola. Mi niña rodó los ojos, un poco molesta por la interrupción.

-Buenos días chicos- los saludó, sonrojada y acomodándose en la cama.

-Sentimos la interrupción- Jazz me palmeo el hombro, riéndose entre dientes. Mientras ellos se quedaban con Bella, fui a asearme y cambiarme al baño. Al terminar, me senté al lado de Bella, apoyado en las almohadas mientras tomaba el café.

-¿Qué tal has pasado la noche?- le preguntó Rosalie.

-Muy bien; no me he despertado mucho y he descansado... aunque ahora casi no me pueda ni mover- se volvió a quejar -además, tengo un buen enfermero- me miró con una sonrisa.

-Tienes a todo el país revolucionado- dijo mi hermana con una risa.

-Ni me lo recuerdes- rodó los ojos -qué vergüenza...- musitó roja como un tomate.

-Tu padre ha hablado con Charlie y Sue... llegan mañana- nos informó Jasper.

-Les dije que no vinieran... nunca me hacen caso- resopló fastidiada.

-Cariño, es normal que quieran venir- le volví a decir. La conversación tomó un rumbo más divertido, hasta que los médicos llegaron para examinar a mi novia. En ese momento los chicos se marcharon y llegaron mis padres. Esperamos en la salita, hasta que salieron a informarnos.

-La señorita Isabella se encuentra bien; ha pasado buena noche y ha ido al baño, eliminando la anestesia- nos explicó el doctor Shield y la herida está limpia y bien, hemos hecho la primera cura-.

-¿Podrá irse a casa hoy?- interrogó mi padre.

-Vamos a retirarle el suero en unas horas, y probaremos a darle alimentos; si los tolera bien, por la tarde a última hora le daremos el alta- nos explicó el otro doctor. Conversamos con ellos unos minutos más, y entramos de nuevo en la habitación, dónde una enfermera le ponía un algo en la vía.

-Es para que no le duelan tanto los puntos- nos informó; una vez se marchó, mis padres se acercaron a la cama.

-¿Cómo estás hija?- mi madre se sentó a su lado, tomándole de la mano.

-Mejor... pero cansada y...- sus ojos se aguaron, y un sollozo salió de su labios.

-Bella, ¿qué tienes?- me acerqué corriendo a su lado, y ella se abrazó a mi, escondiendo su carita en mi pecho.

-¿Qué te pasa cielo?, ¿estás peor?- interrogué asustado, acariciando su espalda.

-Siento mucho todo lo qué ha pasado- murmuró entre lágrimas.

-Cariño, ¿por qué dices eso?; no es tu culpa, ni la de nadie... ha pasado y punto- le dijo mi madre.

-Es que... ahora me perderé muchos compromisos, y os voy a hacer cambiar toda la agenda de golpe y porrazo y...- la callé.

-Eso no importa ahora, lo primero eres tú y tu salud... y por los viajes y actos no te preocupes; todo se puede reajustar y posponer- le explicó mi padre. Ella giró su rostro, mirando a mi padre hipando y sollozando.

-Bella, ahora tienes que recuperarte; y ya te dije ayer que no iremos a ningún sitio hasta que estés bien- le recordé, dejando un beso en su frente.

-¿Seguro que no pasa nada?- negué con la cabeza, al igual que mis padres, intentando tranquilizarla.

-Seguro- pareció convencerse, pero cuándo quise acomodarla en la cama, apretó su agarre contra mi cintura.

-No- susurró -quédate aquí- me pidió. Me senté a su lado, y ahora si se acurrucó entre mis brazos.

La mañana pasó tranquila; mandaron muchos ramos de flores y regalos para mi niña, que leía las notas alucinada y sorprendida, por el cariño de la gente y de diversas instituciones y autoridades. Mis padres se quedaron a comer con nosotros, y tal y cómo nos dijo el doctor Shield, le retiraron el suero, dándole un yogur para comer. Al ver qué lo toleraba bien, a eso de las ocho y media de la tarde, nos dijeron que podíamos irnos a casa. Rosalie le había traído ropa cómoda, por si acaso. Una vez le ayudé a vestirse y recogimos los papeles, los doctores que la habían operado y el director del hospital nos acompañaron hasta la salida, despidiéndose de nosotros; les agradecimos la atención prestada, y nos acercamos a la prensa, que llevaba un día y medio haciendo guardia allí.

Bella iba agarrada a mi, no quiso ir en una silla de ruedas. Con paso lento, quedamos enfrente de ellos.

-¿Cómo se encuentra, señorita Isabella?- le preguntó Leah.

-Mucho mejor, pero muy cansada- respondió mi niña.

-¿Se llevaría un susto tremendo?- me preguntó Jake.

-Imaginénse, me pilló de vuelta del Líbano, en pleno avión- le expliqué.

-Pero son cosas que pasan- interrumpió mi niña -pero ha sido un susto, y ya ha pasado- siguió relatando.

-¿Qué pasará con el viaje a Gales y el resto de compromisos?- preguntó otro periodista.

-Se pospondrán hasta que Isabella se recupere- le expliqué -los médicos estiman que en una tres semanas estará recuperada del todo-.

-Muchas gracias por su interés- les agradeció mi novia, con una pequeña sonrisa.

-Le deseamos una pronta recuperación- dijo Leah, sonriéndole con ánimo.

-Muchas gracias a todos; si nos disculpan, debemos irnos- les dije, a modo de despedida y encaminándonos hacia el coche. Ayudé a Bella a subir, y rápidamente, nos dirigimos a palacio.

En la entrada principal, estaban mi familia y muchos de los empleados, preocupados por ella. Salió del coche, y saludó uno por uno a todas los que estaban allí, agradeciéndoles su preocupación. Emily, Maguie y Zafrina la abrazaron con cariño.

Al ver lo cansada que estaba, mi madre le pidió a Emily que nos sirvieran la cena en nuestro cuarto, para poder descansar. Alcé a Bella en brazos, adentrándome en casa.

-Pensaba que tenía que andar- protestó divertida.

-Eso lo dejaremos para mañana; estás agotada- le expliqué un poco serio. Ella sonrió, rodeándome el cuello con sus manos y acomodándose en mis brazos, suspirando satisfecha. Besé su frente, dejando salir un suspiro de alivio... me costaría mucho recuperarme de este susto.

-Eres mi enfermero favorito- su aliento me hizo cosquillas en mi cuello.

-Y tu la paciente más bonita del mundo... aunque un poco protestona- objeté con una risa. Levantó su cabeza, queriendo decirme algo en su defensa... pero la callé con un beso, camino de nuestra habitación.

 

Capítulo 38: California Dreamin Capítulo 40: ¿Qué llevas debajo?

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
14444843 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios