Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
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Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 37: London Fashion Week

-¿Quieres algo más, aparte del café?- me preguntó Edward, en el mostrador de la cafetería a la que solíamos acudir en el descanso de las clases. Negué con la cabeza, mientras me dirigía a nuestra mesa habitual y me quitaba la chaqueta.

En quince días nos daban las vacaciones de navidad, y nos íbamos a Forks. Había pasado un mes y medio desde nuestro viaje a Italia, y los momentos tan especiales que habíamos compartido volvían a mi mente, haciéndome esbozar una sonrisa. Desde que regresamos, no habíamos hecho otra cosa que dedicarnos a la universidad y a nuestros interminables trabajos y ensayos; queríamos quitarnos todo lo que pudiéramos del temario para los exámenes de finales de enero. Parecía una contradicción, pero llevábamos mucho mejor las asignaturas de quinto curso en vez de las de cuarto. Edward lo achacaba a que cómo duraban sólo medio semestre, el temario era menos extenso. Rosalie y Alice, seguidas por Quil, entraban en ese momento por la puerta. Edward y Emmet seguían en la barra, pidiendo. Después de diez minutos, estábamos en torno a la mesa, saboreando el café.

-¿Qué vais a hacer este fin de semana?- preguntó Emmet a Rosalie.

-Cierto, tenéis fin de semana de chicas... peligro- susurró mi novio con voz misteriosa. Edward y Jasper se marchaban, acompañando a Carlisle a un acto del centenario de la academia militar de Sandhurst, en Alemania, dónde Edward y su padre habían realizado la formación militar. Emmet, Quil y Nick se iban con ellos, trabajando... de modo que desde el jueves por la tarde hasta el domingo por la noche nos quedábamos sin novios y sin maridos.

-Ya lo tengo todo estudiado- respondió mi cuñada, pagada de si misma -de momento, hacernos dueñas y señoras del palacio- canturreó divertida – sin ofender a mamá- terminó contenta.

-¿Y algo más?- interrogó Rosalie, con una ceja alzada.

-Por supuesto... pero eso lo hablaremos con Bellie a solas...- dijo con tono misterioso, mirando a su hermano con una ceja alzada. Me reí, observando a Edward, que rodaba los ojos. Rosalie meditó unos instantes, hasta que una sonrisa pilla apareció en su cara.

-Ya me lo explicará Bella cuándo regrese- le devolvió la contestación.

-Te aseguro que no... pero en unos meses saldrás de dudas- mi prometido puso cara de no entender ni pío, y me miró con un puchero de lástima. Negué divertida... pero tenía que aprovechar su ausencia. Quería hablar de un detalle muy importante para todas las novias... el vestido. Lo había ido dejando y dejando... y faltaban sólo seis meses para la boda, tenía que empezar a decidirme ya.

Al día siguiente, a eso de las siete de la tarde, nos despedíamos de los chicos en la puerta.

-Cuídate mucho... y si Alice os vuelve tarumbas a Rose y a ti me llamas- me susurró Edward mientras me abrazaba con cariño. Reí divertida, mientras escondía mi cara en su cuello. Sabía que habría veces que el viajaría y yo no, y viceversa, sobretodo cuándo nos casáramos... pero llevábamos desde agosto sin separarnos, y me puse un poco triste; aunque eran sólo tres días.

-¿Me llamarás en cuánto llegues?- pregunté en voz baja. Me estrechó más entre sus brazos, asintiendo con la cabeza.

-Te llamaré todos los días cariño, te lo prometo- me aseguró -sólo son dos horas de vuelo hasta Berlín- me recordó.

-Te quiero- susurré, dejando un suave beso en sus labios, que el correspondió, acariciando mi mejilla con sus dedos.

-Y yo a ti cariño; hasta el domingo- se apartó de mi, dándole un beso a su madre y a su hermana y metiéndose en el coche. Una vez el coche salió por la verja de seguridad, nos fuimos con Esme al salón, ya que enseguida cenaríamos, junto con Rosalie.

Al día siguiente fui con Embry y Rosalie a clase. Lauren y Cathy se sentaron conmigo, y en el recreo se unieron al café, cómo solían hacer algunas veces, cuándo estaba Edward, incluso a veces con sus novios. Eran muy simpáticas, y de las pocas personas con las que teníamos un trato amigable en la universidad. En el cambio de una de las clases, salí a una papelería que había al lado de la entrada principal, para sacar unas fotocopias, con Embry pisándome los talones. Estaba esperando a que me entregaran los apuntes, cuándo me fijé en la portada de una revista. Salía una foto mía, y al lado un pequeño texto.

-"La cuenta atrás ha comenzado; poco a poco se acerca la que sin duda, será la boda del año en Inglaterra. Ya se van sabiendo algunos detalles del evento, cómo el lugar de la ceremonia y algunos actos previos que tendrán lugar. Sin duda, una de las cosas que crea más expectación es la elección del diseñador del vestido de novia... y las joyas que lucirá Isabella. Las tiaras y aderezos, reservados a la Princesa de Gales, esperan pacientemente la elección de la novia. ¿Cual será la tiara elegida?; ¿se casará con la misma que se casó la Reina Esme?"- al lado, había una foto de Esme el día de su boda. Estaba muy guapa y elegante, del brazo de Carlisle... y la tiara que llevaba... era muy bonita, y discreta. No era muy grande, y observé que llevaba esmeraldas.

Cuándo me entregaron el aderezo, el día del anuncio, Alice y Edward si que habían mencionado el tema... pero me daba mucha vergüenza preguntar acerca de ello. Decidí que esa tarde en casa echaría un vistazo por internet... tendría que hablar del tema en algún sitio.

Después de comer, y ya con el fin de semana por delante, me dediqué a terminar uno de los trabajos que debía entregar antes de navidades, así tendría el fin de semana un poco libre; necesitaba un descanso con urgencia, y Edward también... no veíamos la hora de que llegaran los exámenes, aunque después nos quedara el proyecto de fin de carrera para mayo, tendríamos cuatro meses para prepararlo poco a poco. Estaba sumergida en el mundo de los diferentes tratados políticos posteriores a la Segunda guerra mundial, cuándo Alice y Rose entraron por la puerta de mi cuarto.

-Bellie Bellie... ¿te queda mucho?- se sentaron a mi lado, quedando en medio de ellas.

-No... déjame acabar la frase final... listo- tecleé la última palabra, y le di a guardar -¿qué planes tenemos?- interrogué.

-Nos vamos las tres a ver un desfile de la London Fashion Week- anunció contenta. A Rose se le iluminó la cara... y a mi; desde que tuve que cambiar mis hábitos de vestir, reconozco que le había pillado afición al tema.

-A las siete de la tarde comienza el desfile, de modo que tenemos tiempo para prepararnos... pero antes vamos a tener una pequeña charla- Alice se acomodó en el suelo, rodeada de cojines, como era habitual, y Rose y yo en el sofá, cómo era costumbre en nuestras tertulias.

-¿Y bien?- las apremié a que hablaran. Rose tomó la palabra.

-Bella... dentro de seis meses te casas... - empezó su discurso. Arqueé una ceja, mirándola sin entender una sola palabra.

-Te aseguro que estaba enterada- contesté con una sonrisilla inocente.

-¿Y piensas casarte en vaqueros?- la seria pregunta de mi cuñada, hizo que volviera a caer en la cuenta de lo que había leído esa mañana en la papelería.

-Ya lo sé... y he estado pensando en el asunto- les informé. Ellas se enderezaron, para escucharme atentamente, pero Alice pegó un brinco, levantándose del suelo. Salió de la habitación sin decir nada, regresando con Esme al de un minuto.

-¿Qué ocurre?- preguntó divertida, sentándose al lado de Rosalie.

-Por fin Bellie ha pensado algo acerca del vestido- respondió Alice con una sonrisa. Esme se volvió hacia mi, con la misma cara de expectación que mis dos amigas.

-Cuenta, cuenta... pero antes voy a ordenar el té y el café- una vez lo pidió, y un empleado lo sirvió, las tres me escucharon atentas.

-Bueno... veréis... he estado investigando... y viendo videos de bodas reales por internet; definitivamente, quiero algo sencillo, pero a la vez elegante- ellas me escuchaban en silencio.

-No quiero llevar mucha pedrería... me refiero en el vestido- aclaré -aunque de joyas también quisiera ir discreta- Esme y Alice se sonrieron entre ellas.

-Pues para eso... tienes que subir arriba, a ver las tiaras- me explicó mi cuñada.

-He echado un vistazo por internet y...- el brinco de Alice nos dejó paradas, con la taza en la mano.

-Bellie- estaba muy seria, con los brazos en jarras y golpeando el pie con el suelo -te recuerdo que están un piso por encima de tu cabeza- me dijo.

-¿Por qué no nos has pedido que te las enseñáramos?- Esme estaba confusa.

-Pensé que no podría lucirlas hasta que me case... y me daba apuro- confesé, mordiéndome el labio.

-Y así es... pero por supuesto que puedes ir a verlas- me dijo Esme -mañana subiremos las cuatro- decidió -recuerda que todo debe ir un poco en conjunto... y para eso, tienes que decidir cómo quieres el vestido y los complementos-.

-Precisamente, para eso vamos al desfile esta tarde... a ver si algún diseñador de los que desfila esta tarde te convence- relató Alice.

-Todos los modistos ingleses están expectantes, esperando tu elección- dijo Rose con una sonrisa cómplice. Esme iba añadir algo, pero justo en ese momento, nos interrumpieron.

-Perdonen por la interrupción; majestad, tiene una llamada- Esme suspiró, poniéndose de pie.

-Os veré esta noche... me tenéis que poner al día en cuánto a tendencias se refiere- dijo pícara.

Después de que ella se fuera, decidimos prepararnos, quedando en una hora en la puerta principal. Me puse unos pantalones vaqueros negros, ajustados, con una modernas sandalias altas. Por arriba, un top de gasa blanco, con una chaqueta negra, entallada y moderna. Con los pendientes que me había regalado Edward en Italia, y el bolso, me dirigí a la entrada, dónde ya estaban mis amigas. Alice con unos pantalones de raso negro, anchos, taconazos y una moderna blusa en tonos azules, de manga larga. Rose también con pantalones y chaqueta, en color blando, con un top rojo, al igual que los zapatos y el bolso.

-Me gustan tus sandalias- dijo mi rubia amiga, mientras nos dirigíamos a los coches -llevas casi más tacón que yo- comparó.

-Me voy haciendo, mas o menos- le expliqué divertida. Mientras íbamos de camino, recibí una llamada de Edward.

-Hola mi vida- me saludó nada más descolgar.

-Hola cariño, ¿cómo va todo?- pregunté con una sonrisa.

-Por aquí todo bien... hace mucho frío -me explicó- pero no paramos, vamos de un lado para otro- me contaba -¿y tú?-.

-Estoy en el coche con las chicas... vamos a ver un desfile de modas- le conté.

-¿Más ropa?- interrogó divertido.

-Eres un cotilla... no sé si me compraré algo- le dije en voz baja.

-Vale, vale... ¿me lo enseñarás cuándo regrese?- preguntó con voz insinuante -me encantan esos vestidos que llevas-.

-Creo que no te lo voy a poder enseñar- le dije con fingida pena.

-¿Por qué no?-.

-Porque tendrás que esperar unos meses para verlo- le expliqué, a ver si caía. Se quedó callado unos minutos... y pude sentir su sonrisa al otro lado del teléfono.

-Seguro que estarás preciosa... ¿ni una pista?- interrogó divertido.

-Será blanco- contuve la risa, mientras oía sus bufidos.

-Eso me lo imagino... a menos que quieras casarte de rojo, o de verde, o de algún otro color-.

-Sorpresa... cómo todo novio, saldrás de dudas el día de la boda- afirmé pagada de mi misma.

-Me rindo... bueno cariño, espero que lo paséis muy bien; mañana te llamo- se despidió.

-Cuídate, te quiero-.

-Y yo a ti preciosa, hasta mañana- la comunicación se cortó.

-¿Era Edward?- preguntó Alice. Afirmé mientras guardaba el teléfono, y proseguimos la animada charla.

Nada más aparecer por allí, la prensa desvió sus cámaras de los famosos que posaban en el photocall, para sacarnos fotos a nosotras. El organizador del evento estaba enterado de que íbamos, de modo que nos dio la bienvenida, acompañándonos hasta nuestros asientos, cómo no, en primera fila. Mucha gente importante se acercaba a saludarnos, entre ellos artistas mundialmente conocidos. Rose y yo estábamos bastante asombradas... incluso estrechamos la mano a varios actores y cantantes, Alice nos los iba presentando.

El desfile dio comienzo; hoy presentaban sus modelos tres de los modistos ingleses más conocidos, junto con una joven promesa del diseño, que había obtenido varios premios revelación en distintas categorías. Sentada entre Rose y Alice, fuimos estudiando los vestidos, trajes, complementos... sobre todo, poniendo especial atención a los modelos de fiesta y de novia, que salían a lo último. Antes del último desfile, hubo una pausa de diez minutos. Alice, Rose y yo comentamos lo visto hasta el momento.

-¿Qué te parecen?- sondeó mi pequeña cuñada.

-El segundo me ha gustado bastante... veremos a ver el que queda- dije pensativa -el primero no- les dije en voz baja -demasiada pedrería- Rose asintió.

-Pero recuerda que te lo van a hacer a tu gusto, de modo que eso no te tiene que preocupar- añadió Alice. Estuvimos hablando del tema unos minutos más, hasta que el inicio de la música anunció el último desfile.

-"y ahora, en primicia para la XXVIII edición de la London Fashion Week; una muestra en exclusiva de la joven diseñadora galardonada con varios premio revelación a lo largo del pasado año, Jane O´Cadagan"- la voz en off anunció a la diseñadora de moda en Londres en los últimos meses. Yo tenía algún vestido de ella, que todavía no había estrenado. Básicamente, se dedicaba a moda para fiesta y novias; quedé impresionada por las gasas y los encajes delicados; era clásico, pero con un toque moderno y actual... y no abusaba mucho de la pedrería... ¿por qué no ella?.

Al terminar el desfile salió a saludar, roseada de sus modelos. Era una joven de unos veinticinco años, alta y rubia, con una melenita recta por la altura de los hombros.

-¿Qué te ha parecido?- me sondeó Rose, una vez la gente se levantaba y abandonaba la sala.

-Me ha gustado mucho- le dije, admirada; Alice me escuchaba atenta, y llamó a uno de los escoltas, indicándole algo. Cuándo éste volvió, salimos rumbo al coche.

-¿A dónde has mandado a Morris?- interrogué con el ceño fruncido.

-A hablar con Jane O´Cadagan, mañana a las cuatro de la tarde vendrá a Palacio- miré asombrada a mi cuñada -¿qué?- se encogió de hombros -sé que has tomado la decisión Bellie; por supuesto no le hemos dicho para qué. Ella se piensa que soy yo su clienta- miré con una sonrisa a mi cuñada... era demasiado lista... a veces creo que tiene algo en su cabecita para el ver futuro.

-Eres la mejor- la piropeé con una sonrisa.

Comentando todo lo acontecido llegamos a casa. Esme atendía una reunión con Maguie, de modo que cenamos nosotras solas. No queríamos irnos a dormir, así que las tres, enfundadas en los pijamas, nos reunimos en el cuarto de Alice. Acomodadas en la inmensa cama de mi cuñada, empezó la conversación.

-¿Y bien?; ¿qué has pensado?; tienes que ir con una idea, para explicársela a Jane mañana- me dijo.

-Alice; cálmate... ¿y si no acepta?- le dije, mordiéndome el labio.

-Tonterías... seguro que lo hará- me rebatió.

-Será un buen dato para su currículum; así que sólo por eso...- Rose dejó la frase inconclusa, ya que la puerta se abrió de repente. Esme entró con una sonrisa divertida. Llevaba un pijama de raso blanco, y traía en la mano dos botes de helado, con cuatro cucharas.

-¿Os importa que me una a la reunión?-.

-Claro que no, mamá... y traes helado... huumm... ¿tienes el de chocolate con trocitos de galleta?- mi suegra asintió, leyendo la etiqueta del otro.

-Chocolate con trocitos de galleta... y vainilla con frambuesas- nos informó. Alice y yo, nos quedamos con el de chocolate, y Rose y ella con el de vainilla.

-Bien, ponedme al corriente- inquirió.

-Ya tenemos diseñador- contestó Rosalie, con la boca llena.

-Diseñadora- corregí -Jane O´Cadagan- Esme meditó unos momentos, hasta que recordó algo.

-La conozco- contestó -he visto trabajos suyos por internet; tiene un estilo muy personal- alabó -ni demasiado anticuado ni demasiado moderno- murmuró en voz alta.

-Le he pedido que venga mañana a palacio- le informó su hija -no le hemos explicado para qué-.

-Me parece bien- musitó pensativa.

-Puede hacer también los trajes del cortejo- dijo Alice contenta.

-Cierto- se giró hacia mi -¿en quién has pensado?- me quedé un poco parada por la pregunta.

-Pues... en nadie... ¿qué cortejo?- pregunté curiosa.

-Podríamos llamarlo damas de honor... aunque no son eso precisamente. Digamos que... uffss... no sé cómo explicarlo- mi pequeña cuñada refunfuñaba molesta... hasta que una imagen vino a mi cabeza. Era de la boda de Christian y Madde de Dinamarca... y las damas de honor iban ayudándole y colocándole bien el velo y la cola durante toda la ceremonia... definitivamente, youtube era un pozo de sabiduría en estos casos.

-¿Te refieres a las chicas que iban ayudándola con el vestido?- me aseguré antes de responder; no lo había pensado, pero obviamente, supe al momento quiénes serían esas personas.

-Rose- me giré para mirar a mi amiga; ella brincó desde dónde estaba, para darme un abrazo.

-Por supuesto que acepto, faltaría más- exclamó contenta.

-Y Ang, claro- Alice y Rose asintieron -es mi mejor amiga desde que nos conocimos, el primer día de guardería- le expliqué a mi suegra.

-Me parece una idea estupenda cielo- concordó. Me giré hacia Alice.

-¿Tú no puedes?- pregunté con un puchero de pena. Negó con la cabeza.

-No puedo, soy la hermana del novio. Por protocolo y todo eso- aclaró -pero estaré en primerísima fila- sonrió con malicia. Además, Jasper será el padrino de Edward, el que lo acompañe al altar- me explicó. Miré a Esme, extrañada.

-¿Aquí el novio no llega del brazo de su madre?- pregunté incrédula.

-No; no es la tradición- me aclaró Esme, encogiéndose de hombros -por supuesto, Charlie te llevará al altar; eso si que se hace cómo de costumbre- añadió, viendo mi cara confusa.

-También es costumbre llevar a niños pequeños, llevando los anillos- explicó Alice -¿en tu familia hay niños pequeños?; en la nuestra no hay; y el bebé de Garret y Kate es muy chiquitín todavía- meditó. El primo segundo de Carlisle y su mujer habían tenido un niño en mayo, cuándo Edward y yo estuvimos separados.

-Las niñas de Harry, el hermano de Sue- pensé en voz alta -mi madre era hija única, y mi padre también lo es; no tengo primos-.

-Cierto, lo comentamos aquí cuándo estuvieron tus padres... perfecto entonces; una cosa más decidida- expresó Esme, contenta.

-Espero que Ang acepte- me mordí el labio, un poco nerviosa.

-Por supuesto que aceptará... y vamos a averiguarlo ahora mismo- Alice se levantó de la cama, buscando su teléfono -veamos; son las doce y media de la noche... de modo que en Los Ángeles son...- hizo los cálculos en silencio – pero Rosalie se adelantó.

-Las cuatro y media de la tarde; perfecto, habrán salido de clase-. Alice buscó el número en la agenda, poniendo el manos libres.

-Hola pequeña duende- la voz de mi amiga inundó la habitación.

-¡Hoolaaaa!- saludamos las tres a la vez, riendo.

-¿Estáis las tres juntas?- preguntó mi amiga, conteniendo la risa.

-Sip; estamos de fiesta de pijamas en mi habitación- le explicó mi cuñada -¿cómo estás?, ¿y Ben?-.

-Yo he salido de clase hace un rato, y Ben no llegará hasta bien entrada la tarde, estamos bien, deseando que lleguen las vacaciones; ¿y vosotras?-.

-Los chicos se han ido con mi padre a un compromiso; están en Alemania y no regresan hasta el domingo- le seguía explicando.

-¿De modo que estáis de fin de semana de solteras?... y yo aquí, perdiéndome la fiesta, no es justo- sonreímos ante su pequeño enojo. Esme sonreía, escuchándonos divertida.

-Ang- la llamé -tengo que preguntarte algo- le dije.

-Dispara-.

-Verás... hemos estado hablando de unos asuntos de la boda... y necesito dos damas de honor, para que me ayuden con la cola de vest...- el grito de mi amiga resonó.

-¡Sí, por supuestísimo que sí, acepto!; gracias por acordarte de mi Bella-.

-¿Cómo no me voy a acordar de ti, tonta?- la reproché con cariño -verás; mañana hemos quedado con la diseñadora que espero -rodé los ojos- haga mi vestido, y de paso los vuestros- le expliqué.

-¿Y cómo van a hacer para medirme?- mi suegra tomó la palabra.

-Por eso no hay ningún problema, puede medirte un modisto allí y mandar las medidas. Bella me ha dicho que vais a venir para las vacaciones de pascua, dos meses antes de la boda... y por lo menos, en junio, estaréis aquí una semana antes- Ang estaba callada, preguntándose quién sería.

-Oh, lo siento; no me he presentado. Soy Esme, la madre de Edward y Alice-.

-¿L...la...rein...reina?- me reí, imaginando la cara de Ang, pálida y cortada.

-Un placer conocerte por fin Ángela... y llámame Esme- le dijo, cómo era habitual en ella.

-Igualm... igualmente majest... Esme- soltó con un suspiro.

-Cómo te iba explicando... una vez que manden tus medidas, cuándo vengas aquí te harán las pruebas; por eso no tienes que preocuparte. Sólo tienes que hablar con la otra dama de honor, para que podamos explicarle mañana a la modista- le relató.

-Y esa soy yo- habló Rosalie. Ang rió, quedándose callada unos minutos.

-Nada de amarillo; odio ese color- expresó seria.

-Eso dalo por hecho, yo también odio ese color para vestir- le aclaró mi rubia amiga, haciendo una mueca de desagrado.

-Y sencillo... para eso reconozco que soy cómo cierta señorita castaña- sonreí, escuchando a mi amiga.

-Gracias por aceptar amiga- le agradecí.

-¿Crees que iba a negarme?; ni de broma- objetó divertida -mañana en cuánto habléis con ella me llamáis sin falta- nos dijo despidiéndose.

-Descuida, déjalo en mis manos- le tranquilizó Rose.

Una vez cortamos la comunicación, seguimos apostadas en la habitación de Alice, las cuatro, charlando hasta altas horas de la madrugada.

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Al día siguiente, nada más aparecer por el comedor para desayunar, ya estaban allí todas esperándome.

-Buenos días- saludé con una sonrisa.

-Buenos días hija, ¿has descansado?- me preguntó Esme. Mientras me servía el café, Alice tomó la palabra.

-Mamá ya ha avisado; vamos a subir a ver las tiaras... y otras cosas de valor que se guardan en el piso de arriba- me indicó contenta.

-Alice, déjala desayunar tranquila- le reprochó su madre, pero no pude esconder mi curiosidad.

-¿Qué otras cosas de valor?- no entendía nada.

-Verás Bella... hay muchos objetos personales de diferentes monarcas que están guardados; por ejemplo, hay una gran colección de abanicos, que han pertenecido a diferentes reinas; bolsos de fiesta, juegos de tocador...- enumeraba mientras la escuchaba interesada.

-El velo de novias de la dinastía Cullen- Alice me guiñó un ojo, mientras miraba a Esme, esperando una explicación.

-Es un velo realizado en el siglo XVIII; es de encaje de Bruselas. Todas las princesas, tanto hijas de los reyes como las princesas de Gales se han casado con él- me explicaba.

-¿Y todavía se conserva?- pregunté alucinada.

-Si; claro está, cada vez que se usa, que no son muchas veces- aclaró con una pequeña mueca- se hacen los arreglos que pueda precisar- me dijo. Escuché curiosa... y dado que mi vestido no iba llevar muchos adornos, quizá el velo quedara bonito.

-Aparte de la tiara, ¿quieres llevar pulsera, collar...?- me preguntó Rosalie. Negué con la cabeza.

-Sólo los pendientes, mi anillo de compromiso... y si pudiera ser, el broche de mi madre- murmuré en voz baja, agachando la cabeza. No pude evitar acordarme de ella, en lo emocionada que estaría viviendo estos meses y preparativos. Las chicas y Esme notaron mi tristeza... pero tras una profunda respiración, levanté la mirada, con una pequeña sonrisa.

-Por supuesto que si cielo; hablaremos de eso con Jane... quizá pueda incorporar el broche al vestido; sería una bonita forma de lucirlo- propuso mi suegra; la verdad es que no se me había ocurrido.

Desayuné deprisa; en el fondo, la curiosidad me picaba demasiado. Nos dirigimos al segundo piso, en la otra punta dónde estaba el apartamento de Rose y Emmet. Nos adentramos en una gran sala, custodiada en la puerta por un oficial. Al vernos, se levantó, saludando a Esme y a Alice con una inclinación de cabeza. Vimos aparecer a Preston seguido de nosotras, que nos dio los buenos días.

El oficial nos abrió la puerta. Era una sala enorme, con muchos armarios y vitrinas, y una gran mesa en el centro; al fondo, una enorme caja fuerte, similar a la de los grandes bancos. Tecleó un código de seguridad, y la puerta se abrió. Esme me cedió el paso... y lo que veían mis ojos no podía ser verdad.

Alineadas y reposando en estuches de terciopelo, a la vista y protegidas con un cristal, las joyas y tiaras que había en esa sala eran indescriptibles. Había de todas las formas y tamaños, con todo tipo de piedras. Reconocí, por verlas en las fotos, algunas que lucían Alice o Esme. Rose y yo nos llevamos las manos a la boca... mirando a todos los lados, sin saber dónde posar la vista. Mi cuñada sonreía, al igual que mis suegra.

-¿Podemos acercarnos?- pregunté, todavía con la boca abierta. Esme afirmó riendo, y junto con Alice, nos empezaron a explicar.

-Éstas de aquí, son las de la reina- había cinco tiaras; dos totalmente de diamantes, una de ellas con perlas en la parte superior, otra con rubíes, otra con esmeraldas y otra con unos impresionantes topacios rosas. Todas ellas con sus correspondientes collares, pendientes, pulseras, broches... y parte de los aderezos completos, muchas otras joyas sueltas... a Sue le daría un síncope, pénsé divertida, con lo que el gustaban estas cosas...

-La mayoría de las tiaras pueden desmontarse para formar broches, collares, alfileres, pendientes- me explicaba Esme. Reconocí la diadema de amatistas de Alice, llevó los pendientes y la pulsera que hacían juego al ballet; y su aderezo de zafiros, aparte de otros dos de diamantes. Me fijé en que cada una tenía una diadema redonda, parecida a los tocados tradicionales rusos. Esme se sacó de dudas.

-Estas tiaras se llaman Kokoshnik; durante la revolución rusa, los zares vendieron muchas de sus joyas a sus parientes y diversas casas reales europeas, para que los bolcheviques no se apropiaran de ellas. Aun así, la mayoría no salieron de Rusia, y hoy se exhiben en el Kremblin de Moscú- nos relataba.

-Y éstas... son las de las princesa de Gales- Alice hizo una divertida reverencia, señalando a la pared izquierda de la sala. Miré a Rose, que me hizo un gesto para que me acercara. Había un aderezo completo de aguamarinas y diamantes... era precioso. La diadema era muy discreta... y supe desde ese instante que sería uno de mis favoritos.

-Perteneció a la princesa Louise, hermana del tatarabuelo de Carlisle; al morir sin hijos, en su testamento dejó constancia de que el aderezo pasara al príncipe de Gales, en aquel momento, su sobrino Carl George. Desde entonces está vinculado al uso de las princesas de Gales-.

También había un aderezo de zafiros, pero la diadema era muy grande; otro con esmeraldas, también precioso... y dos de diamantes, sin ninguna piedra de color. Fijé mi vista en una de esas tiaras. No era muy grande; tenía una base de brillantes redondos; encima de ellas pequeñas filas, entre ellas había piedras en forma de lágrimas, pequeñas... y coronando cada fila, un diamante, también redondos y de tamaño algo mayor que los de la base. Me la quedé observando unos minutos, maravillada... ¿pero cómo se vería eso en mi cabeza?, me costaba mucho hacerme a la idea que tarde o temprano tendría que llevarlas.

-Es el aderezo Marquesa- me explicó Esme. El collar se parecía mucho al del aderezo que me habían regalado, pero había ligeras diferencias.

-Es precioso- murmuré, sin quitar la vista de él -bueno, todas las joyas lo son; el de aguamarinas también me ha impresionado mucho- les aclaré. Alice sonrió por mi comentario.

-¿Te has decidido por alguna?... ¿o lo quieres pensar más?- interrogó Rosalie. Iba a responder, pero Alice negó con la cabeza.

-Para eso tienes que ver el velo. Preston lo ha sacado mientras estábamos aquí- salimos fuera de la cámara. El velo estaba extendido por toda la mesa. El borde llevaba encaje, y también por el centro... pero era muy raro. No era todo completamente bordado. Aparte del borde, había dos hileras de encaje que ocupaban el centro, y el resto era de tul. La verdad es que el patrón y el dibujo que formaban los bordados se veía muy bonito.

-Es maravilloso- dije admirada, pasando un dedo sobre el, con un poco de miedo -¿puedo llevarlo?- Esme asintió con una gran sonrisa.

-Por supuesto que si cielo- esta tarde lo bajaremos para que Jane lo vea- me indicó.

-¿Cuánto mide?- preguntó Rosalie, admirando una de las puntillas.

-Cuatro metros- indicó mi suegra. Hice mis cábalas mentales... y por fin hablé.

-Me encanta la de aguamarinas; es decir, todas las diademas son preciosas... pero esa no me parece apropiada para la boda... de modo que la marquesa- les revelé.

-Magnífica elección, señorita Isabella- alabó Preston con una sonrisa. Esme ordenó que la sacaran de la caja. Me pusieron delante de un espejo, y la propia Esme me la puso encima de la cabeza. Alice y Rose se acercaron con el velo, para que me hiciera una idea, sosteniéndolo de la forma en que iría colocado. Me quedé unos momentos, observándome... con la mente en blanco. En verdad el conjunto quedaba muy bien, y la tiara era muy ligera. Me daba miedo mover la cabeza, por si se caía.

-¿Cómo van sujetas?- pregunté. Mi cuñada se acercó quitándomela un momento y mostrándome una base muy fina, casi imperceptible, forrada de un material suave.

-Aparte de la base se sujeción- me la señaló con el dedo -todas llevan pequeñas aperturas invisibles, para enganchar las horquillas; las que utilizamos son muy finas, y no se notan. Marian es la experta en colocarlas- me confesó mientras volvía a ponérmela. Me veía tan rara... los diamantes relucían y destacaban sobre mi cabello castaño, haciendo un contraste precioso... me sentía cómo cenicienta, al descubrir el vestido que le había hecho su hada madrina.

-Eres toda una princesa- Esme se acercó a mi, rodeándome los hombros.

-Ojalá fuera cierto... todavía me cuesta creerme todo ésto- murmuré para mi, pero mi cuñada de oyó.

-Pues ni no te crees ésto...- dijo señalando a su alrededor- no te imaginas los próximos meses- dijo maliciosa. Rose y Esme sonreían cómplices, mientras yo intentaba acostumbrarme a la imagen que reflejaba el espejo.

A las cuatro en punto de la tarde, un empleado nos avisó de que Jane O´Cadagan había llegado. Era una joven alegre y muy extrovertida; tal y cómo predijo Rose la noche anterior, aceptó encantada hacerse cargo de mi vestido y de los del resto del cortejo. Lo había hablado con Sue la noche anterior, justo después de llamar a mi amiga, y le pareció una idea estupenda, y estaba encantada con la imagen de sus sobrinas vestidas de damitas. Quedé con ella en que les llevaría los bocetos, al igual que Rosalie llevaría los suyos y de Ángela, para que más o menos eligieran el estilo. En navidades, mientras estábamos en Forks, se celebraban las bodas de plata de los señores Weber, y Ang nos había invitado a todos; incluso Alice y Jasper irían, una vez pasada nochebuena y el día de navidad, aunque volverían para pasar el fin de año en Londres.

Nos pasamos toda la tarde con la joven modista, incluso bajaron el velo y las joyas que llevaría. Me explicó que no había problema para incorporar el broche de mi madre, incluso podríamos ponerlo en un sitio que no fuera los hombros y el escote, para que fuera original. Estudió con minuciosidad el velo, y fue dibujando, a grandes rasgos, el diseño que más o menos llevaría. Me lo entregó, para poder mostrárselo a Sue y me tomó medidas, quedando para la primera prueba en las vacaciones de Pascua, dos meses antes de la boda. Nos explicó que necesitaba al menos un par de meses para realizar los bordados, que se basarían en los que tenía el velo, y otro mes para el vestido en si. Además, para esa época ya estaría libre de exámenes, y tendría mucho más tiempo libre.

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Entre unas cosas y otras pasamos un fin de semana de chicas de lo más ajetreado. Reconozco que nos lo pasamos muy bien, y por fin me había quitado de encima uno de los asuntos que más me preocupaban. El domingo, a eso de las once de la noche y ya en mi cuarto, medio aburrida en el sofá, unas suaves manos me taparon los ojos. Me asusté y pegué un bote, pero enseguida reconocí esa voz inconfundible. Me di la vuelta, levantándome y abrazando a mi novio, que me recibió en sus brazos con una sonrisa.

-Qué entusiasmo, voy a tener que marcharme más a menudo- dijo con una risita, mientras yo permanecía colgada de su cuello.

-Tonto, ¿no puedo alegrame de que que regreses?- relaté con falsa modestia. Rió divertido, mientras me apretaba entre sus brazos. Permanecimos así un minuto, hasta que levanté la vista, para dejar que sus ojos me recorrieran con esa mirada de amor y de ternura, tan característico de ellos.

-Te he echado de menos- murmuró sobre mis labios; dejé que su aliento me acariciara, haciéndome estremecer ligeramente. Posando una mano por detrás de su cabeza, me acerqué hasta que nuestros labios se juntaron, ansiosos e incontrolables.

-No sabés cómo te he extrañado- murmuró una vez que se separó unos segundos de mi, para después volver a besarme.

-Yo también te extrañé- dije con la respiración agitada, y mis mejillas rojas y calientes. Sin decir una sola palabra, me cargó en sus brazos, cual recién casada, para posarme delicadamente en la cama; la ropa fue desapareciendo poco a poco, y la habitación se llenó de gemidos y de susurros ahogados. Besó cada parte de mi cuerpo que se posaba delante de sus ojos, lo recorría con sus manos, dibujando cada línea, cada lunar, cada pequeño rincón...

-Tu piel es tan suave- murmuraba mientras pasaba sus manos a lo largo de mis piernas, mi cuerpo se estremecía con cada toque, mandando escalofríos de placer a lo largo de todas mis terminaciones nerviosas. Con cuidado se posicionó entre mis piernas, quedándose parado un momento.

-¿Pasa algo?- murmuré, todavía jadeante. Negó con la cabeza, mientras que una de sus manos se posaba en mi mejilla; su pulgar rozaba levemente mis labios, en una delicada caricia.

-A veces todavía me cuesta pensar que todos estos meses no han sido un sueño- confesó, un poco avergonzado. No pude hacer otra cosa que besarle, para demostrale que efectivamente, estaba bien despierto. Poco poco fui sintiendo cómo entraba, suavemente y sin prisa. Dejé salí un suspiro de gozo, agarrando su pelo y escondiendo mi rostro en su cuello.

-Sabes tan bien- dijo en murmullo, entrando y saliendo lentamente. Su aliento en mi clavícula, y su lengua pasando por ella y por la zona dónde se concentraba mi pulso, hacia que una extraña electricidad recorriera mis venas, mandando furiosas pulsaciones a mi vientre. Con un pequeño tirón a su cabello, acerqué su boca a la mía. Sus gemidos y los míos murieron en la garganta del otro, cada vez más incontrolables y fuertes, señal de que ambos estábamos llegando al final.

-Edw...Edward- no pude contener el grito que acompaño a mi orgasmo, haciendo que mi cuerpo se retorciera de placer; sentí que ahogaba su grito en mi cuello, y cómo caía encima de mi, con la respiración agitada y el cuerpo lleno de sudor, al igual que el mío.

Cuándo logramos recuperarnos, más o menos, sin ni siquiera vestirnos, nos quedamos hablando un buen rato todavía. Apoyados en las suaves y blanditas almohadas, ligeramente incorporados, me contó cómo fue el fin de semana en Alemania.

-Algunos de los actos organizados eran un verdadero aburrimiento- me confesó en tono cómplice y divertido -pero por otro lado, reconozco que me ha hecho ilusión ver a mis antiguos compañeros de promoción- me relataba.

-¿Estaban todos los de tu unidad?- pregunté curiosa. Me había hablado del ejército muchas veces; de hecho, después de navidades, justo antes de los exámenes, asistiríamos a un acto en una academia inglesa, junto a Carlisle y Esme.

-Casi todos; algunos de ellos están invitados a la boda -me recordó -ya los conocerás; incluso me han regalado un par de fotos que no tenía- me explicó. Se levantó, cogiendo del escritorio un sobre grande y marrón. Sonreí, disfrutando de la vista de su perfecto y redondeado trasero... pero parecía que tenía ojos en la nuca, ya que me hizo sonrojar.

-¿Ves algo que te guste?- murmuró malicioso. Resoplé, intentado esconder mis mejillas, pero no pude evitar contestarle.

-Pues si... bonito trasero- sólo me faltó sacarle la lengua, cual niña enfurruñada. Se carcajeó mientras se metía de nuevo en la cama, atrayéndome a sus brazos.

-No te enfades- suplicó con diversión -sabes que eres su dueña y señora- murmuró contra mis labios -y puedes hacerle todos los piropos que quieras... o sacarle defectos- añadió, disfrutando del espectáculo de verme roja como un tomate. Suspirando resignada, cogí el sobre, sacando las fotos, para echarles un vistazo. La imagen de Edward, vestido con un traje verde de camuflaje y botas militares me impactó... ¿es qué todo lo que se ponía le quedaba bien?, pero hubo algo que me llamó la atención.

-Qué raro estás con el pelo tan corto- le dije, acariciándolo a la vez.

-Allí no podía llevar el pelo tan largo- me recordó -lo primero que hicieron, cuándo llegué allí, fue cortármelo- me explicó -¿estoy muy mal?- me preguntó con una sonrisa. Estudié la foto con detenimiento.

-No, mal no- le aclaré- sólo que se me hace raro verte así, sin tu pelo revuelto, no es largo pero tampoco corto- medité para mi -me gusta la mezcla de ello... y el pelo revuelto te hace muy sexy- le dije, dejando un beso en su mejilla.

-Vaya... yo había pensado en echármelo todo para atrás con gomina, para la boda- puso un puchero, y yo una mueca de desacuerdo. Al ver mi cara, rió divertido.

-Qué no, tonta- me aclaró – odio el pelo así, además no me queda bien- añadió rodando los ojos. Negué divertida, pasando mi dedo por una de sus patillas, perfectamente recortadas, mientras me explicaba quiénes eran sus compañeros y hablándome un poco de lo que vivió allí esos dos años.

-¿Y tú?- preguntó, una vez terminó con su relato.

-Pues... aparte de lo que NO te puedo contar- recalqué el no, por si no le había quedado claro -hemos hecho una especie de fiesta de pijamas, incluida tu madre- le expliqué -y he subido al segundo piso, a ver unas cosas- repuse inocentemente.

-Por fin te has atrevido; un día iba a subirte yo mismo -me dijo, rodando un poco los ojos- ¿te han gustado?- asentí en silencio.

-Me da miedo llevar algo tan valioso encima de la cabeza- le volví a recordar – pero ya he elegido... la que llevaré en la boda- se incorporó un poco, interesado.

-¿De verdad?- negué con la cabeza.

-Sorpresa, cómo todo lo demás... y no valen chantajes de ningún tipo- le señalé con mi dedo, advirtiéndole. Asintió con una mueca, pero no preguntó nada más. Seguimos compartiendo confidencias, hasta que ambos nos quedamos dormidos, abrazados el uno al otro.

 

Capítulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capítulo 38: California Dreamin

 


Capítulos

Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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