Un Cuento de Hadas Moderno (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 01/12/2010
Fecha Actualización: 02/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 29
Visitas: 328490
Capítulos: 53

Bella recibe una beca para estudiar su carrera universitaria en Londres; allí conocerá a un chico de ensueño...¿los príncipes azules existen?, puede que sí.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora. Las localizaciones y monumentos de Londres son reales.

 

 

 

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Capítulo 30: Abriendo los ojos

Nada más abrir la puerta, la pequeña duende se tiró a mis bazos, sollozando.

-Bellie, no quiero que te vayas tan pronto- me dijo con un puchero.

-No me voy para siempre, pequeña duende; simplemente adelanto mi viaje dos semanas. Además, el ocho de septiembre tengo que estar de vuelta, para el examen- dije rodando los ojos. Emmet emitió un ligero carraspeo, ya que alice bloqueaba el paso y el resto estaban en el rellano de la escalera. Saludé a Emmet y Jazz con un beso en la mejilla, y Edward entró el último, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Una sonrisa apareció tímidamente en mis labios, al igual que el rubor en smis mejillas. Dudando se acerquó a mi, besando mi mejilla y sintiendo un calor familiar.

-Hola- dije, azorada por la situación.

-Hola mi niñ...- se calló, al ver cuatro pares de ojos mirándonos con una sonrisilla inocente. Rodó los ojos, mientras yo cerraba la puerta y el resto se adentraba en el salón.

-Tengo cosas que contarte; hemos pillado al que robó las fotografías- me explicó, todavía en la entrada del piso. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

-¿De verdad?- asin tió, mientras me pasaba una mano por la espalda, indicándome que pasara a la sala; una vez allí, después de que les tranquilizara en persona, diciendo que mi padre estaba bien, me contaron todo lo que habían descubierto hoy.

-Entonces... aparte de Félix... ¿hay alguien más implicado?- pregunté con sorpresa y enfado en mi voz.

-Sí; y lo vamos a descubrir, créeme- me aseguró Jasper.

-Nunca le caí bien... pero no le hice nada, no le hicimos nada- sme auto corrigió, con voz consternada -¿por qué?- balbuceé, mientras una lágrima caía por mi mejilla. Edward se acercó para consolarlme, y sin poder evitarlo, me aferré con mis puños a su sudadera, escondiendo mi cara en su pecho y llorando.

-¿Por qué?- pregunté entre hipos llorosos. AEdward acariciaba mi espalda su espalda, intentando reconfortarme.

-No lo sé cariño-. No levanté su cara cuándo ne llamó así, pero esbocé una tímida y vergonzosa sonrisa.

-Pues por dinero, obviamente. No creo que lo hiciera gratis, sin sacar un sólo beneficio- masculló Rosalie entre dientes.

-Tarde o temprano todo saldrá a la luz, y pillaremos a los verdaderos capullos- siseaba Emmet.

Después de un rato más hablando, en el cual me quedé en sus brazos, los chicos se despidieron, queriéndonos dar un poco de intimidad. Volví a la sala y me sentó a su lado, suspirando.

-¿Sospechas de alguien?- pregunté en voz baja. Se pasó las manos por su desordenado pelo, intentando sacar algo en claro.

-No se me ocurre nadie en concreto... pero visto lo visto, puede ser cualquiera- meditó en voz alta.

-¿Me mantendrás informada?- interrogé, mordiéndome el labio.

-Claro qué si; te llamaré todos los días- me dijo con una pequeña sonrisa.

-Gracias- agradecí tiernamente.

-Es lo menos que puedo hacer... sólo espero enterarme pronto... para tener al culpable enfrente y partirle la cara- siseó enfadado.

-Tú no eres así, Edward- le reproché a buenas.

-¿Cómo quieres que sea con este asunto?; te recuerdo que quién haya sido nos la ha jugado- se levantó, paseando nervioso de un lado a otro.

-Cálmate, por favor- estaba muy nervioso y enfadado... pocas veces le había visto así.

-Bella, no puedo calmarme- se agachó de rodillas, quedando enfrente mío y tomando mis manos- por su culpa he perdido a lo más bonito que tenía a mi lado. Sé que no puedo ni debo pedirte ésto... pero no aguanto más- elevó una rodilla, quedándose con una hincada en el suelo. Me quedé sin respiración... ésto no podía estar sucediendo.

-Bella... no puedo vivir sin ti. Te quiero en mi vida, a mi lado. Sólo así podré compensarte por todo el daño que te hice esa noche... día a día, estando contigo. Sé que este mundo te asusta y te aterra; la presión, estar en el ojo del huracán... pero también sé que si me aceptas de nuevo, juntos podremos hacerle frente, y superarlo- agachó la mirada, mirando nuestras manos unidas. Una de mis lágrimas cayó encima de ellas; quería decirle algo, pero la voz no me salía.

-Sé que será difícil y complicado, y soy consciente de los sacrificios que tendrás que hacer... pero prometo estar a tu lado, ayudándote y queriéndote. Te amo, Isabella Swan- mi corazón se disparó, imaginándome la frase que veía después.

-No quiero que me respondas ahora. Sé que es una decisión complicada y difícil...- se paró, sacando de su bolsillo una cajita de terciopelo negro. Iba a abrirla, pero lo detuve con mis manos.

-Edward... yo te quiero, más de lo que te puedas imaginar... per...- me puso un dedo en mis labios, haciéndome callar.

-No digas nada; por favor. Sólo piénsalo- me susurró, con la voz contenida. Sin decir una palabra más, se levantó, guardando la caja de nuevo en su bolsillo y dirigiéndose a la entrada. Me quedé inmóvil, viendo cómo salía por esa puerta.

-Edward- lo llamé en un murmullo, que apenas se pudo escuchar en la habitación. Se volvió, girándose lentamente sobre sus talones. Me acerqué a él, con lágrimas en mi cara.

-Edward... debes encontrar a alguien que sepa estar a la altura- no pude mirar sus ojos, cristalinos por el llanto. Meneó la cabeza, queriendo ocultarlos.

-Bella... si el problema es que sea príncipe... estoy dispuesto a hacer ese sacrificio... porque sé que lo que ganaría sería mil veces mejor que un trono-.

La palabra sacrificio se clavó a fuego en mi memoria... yo no merecía tal consideración. Y él me leyó el pensamiento, ya que siguió hablando.

-Mereces todos los sacrificios que pueda hacer; tu corazón es el mejor reino que podría ganar- paralizada por sus palabras, lo siguiente que vino me pilló desprevenida. Su beso, demandante y furioso hizo que mi cuerpo ardiera y se consumiera. Las caricias que me brindaba estaban impregnadas de tantos sentimientos contenidos... mi corazón volvió a palpitar de vida, cada herida cicatrizaba de una forma alarmante, cómo si fuera inmortal.

Algo en mi interior decía que debía parar, aunque no lo quisiera en absoluto. Necesitaba esos besos para seguir viva... necesitaba a Edward.

Poco a poco fue deshaciendo ese desgarrador beso, pero no dejó de besar mis labios, con cortos y suaves toques, sus manos acariciaban mi cara, mi cuello... y yo también le correspondía, pese a que sabía que debía de detener esta locura, mi corazón ordenaba todo lo contrario, y le correspondí con la misma intensidad. Suavemente, se separó de mí, acariciando mi cara con sus manos.

-Adiós Bella- se dio la media vuelta, desapareciendo por las escaleras con paso presuroso. Me quedé tan pegada al suelo, que sólo pude correr hacia la ventana, viendo cómo se montaba en el coche, junto a Emmet, y desaparecía bajo la noche cálida de Londres.

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Aledaños de la mansión de los Platt; Surrey, este de Inglaterra.

Jacob abrió la puerta del coche, haciendo que Seth saltase en su asiento, debido al susto. Todavía les costaba digerir lo que el duque de Norfolk les había contado acerca de los Platt. Jasper y la propia princesa Alice les habían encargado, bajo secreto de estado, por así decirlo, dos cosas. Que vigilaran a un tal Félix... y a los Platt.

Desde que palacio descubriera el dichoso aparatito desbloquea-ordenadores, cómo ellos lo había bautizado, y un empelado admitiera que era suyo, y que él había hecho el trabajo sucio, y las sospecha de la princesa, de que su propia familia estaba en el ajo, no hacían otra cosa que vigilar.; pero si el comentario de Tanya era tal y como les había explicado la princesa, estaba claro que algo sabía.

Jake le pasó su café y su sandwich de pavo a Seth, que lo atacó cual presa de caza. Jake meneaba la ensalada con el tenedor, dando pequeños sorbos a su coca-cola.

-Llevamos más de un mes montando guardia aquí; ¿crees que sacaremos algo en claro?- la pregunta de Seth hizo meditar a Jake.

-No lo sé... si la historia es tal y como nos la han contado, dudo mucho que sea mentira; es el hermano, quiero decir -hermanastro- se auto corrigió Jake -de la reina, y no pueden formular una acusación así por así si no tuvieran indicios- decía.

-Ese Platt es un pájaro de mal agüero... una cosa es cierta... no se lleva especialmente bien con la reina- contaba Seth. La prensa se hacía eco muchas veces de las excentricidades y salidas de tiesto de los Platt, que se creían que llevaban el título real tatuado en la frente. Más de una vez palacio tuvo que salir a maquillar ciertas actitudes y comentarios de la dichosa familia, y darles toques de atención.

-Llevan mucho tiempo desaparecidos de las revistas... demasiado- murmuraba Jake con el ceño fruncido; si te soy sincero, no te extrañe que ellos tengan algo que ver-.

-¿Qué motivos tendrían para hacerlo?- Seth no entendía nada.

-La sobrinita- Jake hizo un mohín al mencionar a Tanya -a la niña le ha gustado Edward siempre, ¿me comprendes?- Seth empezó a ver claro el tema.

-¿Crees que lo hicieron para que Tanya sedujera al príncipe?- Seth preguntó de nuevo.

-No lo sé; según lo que sabemos, creo que es más bien una venganza hacia Edward, por no caer en la redes de la niña. Ser hermanastro de la reina tiene sus ventajas... ¿te los imaginas como tíos de la reina, y para más inri, criada por ellos?- relataba Jake entre bocado y bocado -¿cómo crees que han conseguido la fortuna que tienen?- preguntó obvio y burlón a la vez.

-¿Te imaginas a Tanya de reina?- la mueca de Seth era de terror absoluto.

-No quiero ni pensarlo; ¿recuerdas cuándo la pillamos en ese pub de Londres con una amigas, tirada por los suelos y borracha como una cuba?- Seth tenía una sonrisa maliciosa.

-Si, era la fiesta por su dieciocho cumpleaños- recordaba Jake -la demanda que pusieron sus tíos al Daily Mirror fue de risa- rememoraba.

Ambos se rieron, hasta que el móvil de Seth los sacó de su divertida tertulia. Habló unos momentos, y colgó.

-Era Leah -le informó. Su hermana se había quedado en Londres, siguiendo los movimientos de Félix. Ellos, en el tiempo que llevaban allí, habían fotografiado a todo el mundo que entraba y salía de esa mansión... y todo el mundo parecía ser personal de servicio, nada interesante.

-¿Alguna novedad?-.

-Nada en absoluto; apenas sale de su casa nada más que para ver a su madre; está interna en una residencia geriátrica en Aylesbury, a una hora de Londres- le explicó.

-Habrá que seguir. Si todo el plan es cierto, no creo que Félix tarde en aparecer por aquí- ambos se miraron con paciencia, dispuestos a descubrir esta rocambolesca historia.

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Forks; finales de julio

Llevaba más de un mes en mi casa, pero sólo de cuerpo presente. Parecía un espectro silencioso, vagando con su pena a cuestas como una condena.

Las primeras semanas fueron muy ajetreadas, con el ingreso y la operación de mi padre, que para colmo, no era un paciente fácil. Si la abuela Swan protestaba por todo, su hijo era exactamente igual, o peor, en cuánto al tema médico se refería.

El estar ocupada me vino bien, pues mi mente se despejaba y parecía distraerme... pero sola era otro cantar. No dejaba de pensar en esa noche, dónde Edward me pidió que me casara con él. Aunque no dijo las palabras exactas, esa cajita de terciopelo negro, de la cual no llegué a ver el contenido, era una soberana declaración de intenciones.

Una vez le vi partir desde la ventana, lloré y lloré, cómo nunca lo había hecho, ni siquiera la fatídica noche de diciembre.

Por supuesto que si no fuera un príncipe todo sería mucho mas fácil, muchísimo... pero una cosa tenía clara, no iba a dejar que diera ese tremendo disgusto a sus padres... y a todo un país.

Sacrificio... ¿acaso esa palabra podía ser más significativa?; yo no merecía que él hiciese eso por mi; prefería sacrificarme yo, renunciando a él y a su amor. Todos esos horribles chillidos y reproches de aquella noche estaban más que olvidados. Ambos teníamos nuestra parte de culpa... y mis sentimientos seguían ahí, intactos como el primer día.

Mi llegada a Forks fue seguida por los periodistas; no me persiguieron mucho esta vez, simplemente me tomaron un par de fotos, mientras iba enganchada del brazo de Sue, directa al aparcamiento. Una vez en mi casa, me reencontré con Ángela y Ben, y el resto de mi familia y amigos.

Ang, nada más verme, hizo un gesto negativo con la cabeza, señal de que había captado mi estado de ánimo; al igual que Sue, que me preguntó qué había pasado. Les expliqué que Edward y yo habíamos vuelto a hablarnos, como amigos, y que así estábamos bien. Les sorprendió, ya que no les había dicho nada, pero no me hicieron más preguntas.

La operación de mi padre fue bien, y en una semana estaba en casa... pero la parte dura, la rehabilitación, no había hecho más que empezar; el jefe Swan iba mejorando poco a poco... pero su actitud nos tenía fritas a Sue y a mi; era muy mal enfermo.

Rosalie vino a visitarme la tercera semana de julio. Mi padre y Sue se alegraron mucho por su visita, lo mismo que Ang. Mi amiga me preguntó una y mil veces qué pasó después de que ellos se fueran. Al preguntarle el por qué, me contó que Edward estaba muy pensativo, y que volvía a tener esa mirada de tristeza. Sue intentaba hablar conmigo, pero seguía cerrada en banda, con mis pensamientos cerrados a cal y canto... hasta que un día el tema, inevitablemente, salió.

Sue y mi padre habían ido a rehabilitación, y las chicas y yo estábamos en el jardín, sentadas en torno a la mesa. Al volver de la cocina con el refrigerio, vi que Rose se había levantado y alejado unos metros. Cinco minutos después colgó.

-¿Hablabas con Emmet?- interrogó Ángela. Asintió con una sonrisa.

-Si; ya están en la última parada de su viaje, en Melbourne- nos explicó.

-Alice me lo dijo la semana pasada- añadí. Mi mente, indudablemente, viajo hasta cierto chico de cabello color cobre. Suspiré pesadamente, mirando a la nada. Rose dejó el vaso con té helado encima de la mesa, con un ligero ruido.

-Se acabó. Bella, ¿qué pasó esa noche?- Ang la miraba sin entender una sola palabra, de modo que mi amiga le explicó toda la historia.

-¿Por qué crees que pasó algo esa noche?- interrogué con una ceja alzada. Mi rubia amiga rodó los ojos, se levantó y entró en casa; al salir llevaba mi portátil en las manos. Me mandó encenderlo, y una vez hecho, buscó y rebuscó, hasta que dio con la página web de la BBC. Buscó un video, y lo puso.

En el salía un reportaje de la familia real, en su visita a Australia. Vi a Carlisle y Esme, a la pequeña duende... y a él. Estaba muy serio, apenas sonreía; se veía tímido y retraído en los actos a los que asistía... y sus ojos, tristes y apagados. Una vez terminó el video, me quité disimuladamente una lágrima que luchaba por salir.

-Bella; en estos meses en los que habíais vuelto hablar, ambos estabais tan bien- dijo Rose -y no has hablado con él desde que llegaste, Emmet me lo ha dicho- añadió.

-Bella; suéltalo. Sea lo que sea, te está matando por dentro- expresó Ang, muy preocupada.

Suspiré, tomando aire... en verdad, necesitaba desahogarme.

-Me pidió que me casara con el- susurré en voz muy baja. Rose no me oyó... pero mi otra amiga sí.

-¡Bella!, ¿qué te dijo exactamente?-.

-Me dijo que no podía vivir sin mi... la verdad es que yo tampoco puedo- musité con pena -también me dijo que me amaba... que pasaríamos épocas difíciles y complicadas, pero que juntos podríamos con ello... y se arrodilló, sacando una pequeña cajita negra -por mis ojos ya caían lagrimones- pero no le dejé que la abriera-. Rose y Ang se miraban asombradas, y después su vita se posó en mi.

-¿Qué le contestaste?- Rosalie hizo la pregunta con un tono de voz suave y precavido.

-Qué debe encontrar a alguien más adecuado- respondí escuetamente.

-Bella; te quiere a ti, no quiere a nadie más- dijo Ang, un poco enfadada.

-¿Por qué te niegas el ser feliz?- dijo Rose, rodando los ojos y con cara enfadada. Me levanté, enfadada.

-¡Porque no quiero que renuncie a nada por mi!; no puede hacerle eso a sus padre- mascullé entre dientes.

Ang también se levantó, poniendo los brazos en jarras y fulminándome con la mirada.

-¿Me estás diciendo que renunciaría a su tarea, por llamarlo de alguna manera, si con ello puede estar contigo?; ¡estás ciega!- siseó enfadada.

-Tienes el amor en la palma de tu mano; la oportunidad de ser feliz... y te asusta que el chico al que amas sea un príncipe; eso es lo único que pasa aquí. Tienes miedo... pues te recuerdo que mientras estabais juntos estuviste aprendiendo el oficio, y no se te daba nada mal- apuntó Rose, seria.

Bajé mi mirada, ocultando las lágrimas.

-Tienes todo nuestro apoyo, el de su familia... se qué ese mundo es imponente y asusta... y seguro que tus padres también te apoyan- siguió diciendo Rose.

-Pero la decisión es tuya... y debes superar tus miedos. Lo de las fotos fue una guarrada, hablando mal -se disculpó -pero nadie se acuerda de eso... y sabías desde el principio lo que implicaba una relación con él, y cuándo se hizo público supiste manejar la situación- Ang hablaba, al igual que Rose... mi mente las oía a los lejos, como si fueran ecos repetitivos. Tenían razón, en el fondo lo sabía.

Días después, cuándo Rose ya había vuelto a Boston, Sue me pilló desprevenida en el jardín, escondiendo las lágrimas.

-¿Bella, estás llorando?, ¿qué te ocurre?- se sentó a mi lado, abrazándome y consolándome.

-Bella, hija; llevas así todo el verano; dime algo, por favor- hizo una pausa, suspirando derrotada -sólo quiero ayudarte- me dijo en voz baja.

Me aparté de ella, deprimida y contándole toda la historia. Su cara mostraba asombro. No dimos dimos cuenta ninguna de que mi padre se había quedado apoyado en el marco de la puerta, dando vueltas a su bastón y escuchándonos atentamente. Se acercó a nosotras.

-Bella, ¿te das cuenta del sacrificio que haría Edward por ti?- me interrogó, serio.

-Claro que lo sé... y es lo que no voy a consentir- repliqué. Mi padre y Sue se miraron, como meditando lo que iban a decir alguno de los dos.

-Bella... el amor tiene de todo... y entre una de esas cosas, está el sacrificio. Edward sacrificaría todo por ti, porque para el, estás por encima de todo; ¿tú no lo darías todo por el?, ¿lo qué sientes por él no merece un pequeño esfuerzo... y qué superes ciertos miedos?- me quedé paralizada, escuchando las palabras de mi padre... nunca le había oído decir nada semejante.

-¿Te da miedo acompañar a Edward en esa tarea, que desgraciadamente o no, tiene asignada desde que nació?- la pregunta de Sue era clara y concisa; asentí levemente, agachando mi mirada.

-¿Sabes la oportunidad que tienes, de ayudar a la gente desde ese puesto?; ¿de representar a un país?- las preguntas de Sue me hicieron sonreír levemente.

-A dos- corrigió divertido mi padre -te he educado lo mejor que he podido; creo que te conozco lo suficiente Bells... y sé de sobra que podrás con ello. ¿Que a uno les gustes y a otros no?; debe de haber opiniones de todos los colores, sino esta vida sería aburrida- me explicaba con cariño.

-Pero... es tan duro y complicado... es una gran responsabilidad- musité con pena.

-Que puedes afrontar perfectamente. Siempre te has desvivido por todos los que te rodean, sin esperar nada a cambio -tomó aire para continuar -y si decides seguir adelante, estoy seguro de que sabrás desenvolverte muy bien-.

-Y reitero lo que Esme te dijo un día; no debes dejar que las críticas te hagan daño. Si tú crees que algo que vas a hacer está bien, hazlo. No podemos contentar a todo el mundo- decía Sue.

-Y tienes lo más importante. El apoyo y el amor de Edward; estoy seguro de que junto a él, todo será más fácil. Él es el primero que confió en ti, siempre supo que había encontrado a la princesa de Gales- la voz de mi padre mostraba orgullo.

-Y a su mujer- terminó de decir Sue.

-Bella- mi padre me tomó de las manos, mirándome con una sonrisa -¿le amas?-.

-Claro que sí papá, más de lo que podéis imaginar- mi voz iba mezclada con pequeños sollozos.

De repente, unas palabras de la madre de Edward volvieron a mi mente.

"Pero tampoco podía negar a mi corazón, ni pedirle que renunciara a su destino". Aquella frase de Esme, que hace casi veinticinco años se vio en mi situación, hicieron que en unos pocos segundos, las imágenes pasaran en mi cabeza, al igual que una película. Comprendí en un segundo que lo más importante era mi felicidad, y la de Edward... y si para ello debía afrontar todo lo que me esperaba, me daba igual. Cómo decía Sue, el tenía encomendada una tarea desde el día que nació, y quería compartirla conmigo. Y me daba igual, sabía que aun tenía mucho que aprender... y el y todos me enseñarían... y lo intentaría hacer lo mejor posible... y estaría con el, a su lado.

Mi respiración se volvió pesada y errática... por la decisión que acababa de tomar. Pero tenía que verle, y decirle todo ésto en persona. Mi padre y Sue adivinaron mis intenciones, y esbozaron una sonrisa.

-Corre a buscarlo hija- abracé a mi padre y a Sue, emocionada y nerviosa. Me adentré rápidamente en casa, haciendo una pequeña maleta y buscando el pasaporte. Mi padre se sentó en la cama, ayudándome a meter todo lo que yo le iba pasando.

-Tranquila- decía con risa contenida. Rodé los ojos, mientras seguía con la cabeza dentro del armario. Una vez cerré el equipaje, Sue entró en la habitación.

-Ya tienes los billetes; sales en dos horas. El único problema es que no quedaban vuelos directos Seattle-Londres hasta dentro de dos días; de modo que debes hacer escala en Nueva York. No es mucho, hora y media entre vuelo y vuelo, podrás comer algo tranquila- me explicó.

-No importa-les agradecí de corazón -gracias por todo, y por apoyarme- les dije con emoción contenida.

-Eso siempre cariño- mi padre me abrazó con fuerza, cómo cuándo era una niña pequeña. Me soltó, saliendo de la habitación y dejándome a solas con Sue, a la que también abracé.

-Gracias por todo- mis lágrimas salieron, por fin, de mis ojos.

-Recuerda que siempre nos tendrás...y que esta siempre será tu casa; espero que traigas a los pequeños principitos a Forks- dijo con una risa, aludiendo a mis futuros hijos.

-Por supuesto... a casa de los abuelitos- le confesé en voz baja. Ella me miró, emocionada por la palabra abuelitos.

-No sé que habría sido de mi y de papá sin ti... desde que ella se fue...- ella me interrumpió.

-Lo sé Bells... no tienes que agradecerme nada -dijo ella, intentando no llorar; el claxon del coche nos alertó -tu padre ya está montado, vamos- bajamos la escalera corriendo, poniéndose Sue al volante y saliendo como una bala, rumbo al aeropuerto.

Llegamos un poco tarde, pero después de facturar el equipaje y de pasar los trámites, aun tuve unos minutos para despedirme de ellos.

-Llámanos en cuánto llegues- me dijo Sue -bueno, mejor dicho, en cuánto hables con él- se auto corrigió -tranquila, hablaré con Ang y con la abuela-.

Asentí mientras la abrazaba de nuevo. Me giré, mirando a mi padre.

-Cuídate Bells... dale recuerdos a mi yerno- dijo divertido. Reía nerviosa.

-Lo haré... gracias papá, por todo- me abracé fuertemente a él.

-Estamos tan orgullosos de ti hija... ojalá tu madre estuviera aquí- recordé, entre sonrisas y lágrimas, las palabras que me dijo Edward cuándo fuimos a verla al cementerio.

-Seguro que lo está viendo- repuse.

Cinco minutos después , anunciaron mi vuelo. Les di otro abrazo y me separé; los observaba mientras pasaba el control, y ellos me decían adiós con la mano. Le ofrecí mi tarjeta de embarque a la amable azafata, que inexplicablemente, me acompañó a mi sitio.

-9A, su asiento- miré a mi alrededor, y saqué el otro billete. Sue me había sacado los billetes en primera clase. Eran pequeños sofás individuales, en los que podías subir los pies para dormir, para estar más cómoda. La azafata me entregó una almohada y la carta del menú.

-En cuánto despeguemos, serviremos la comida- me dijo amablemente. Le di las gracias con una sonrisa, pero estaba muy nerviosa, y la llamé de nuevo.

-Perdone señorita, en Nueva York debo hacer escala, para después embarcar a Londres, ¿saldremos a tiempo?- le mostré el otro billete, a lo que ella asintió.

-No se preocupe, llevamos buen horario, no tendrá ningún problema... señorita Swan- me susurró con una sonrisa, guiñándome un ojo. Me puse roja, pero ella me sacó del apuro.

-No estaba segura de haberla reconocido antes, pero su nombre en el billete me ha sacado de dudas- confesó. Asentí con la cabeza, y me mordí el labio, presa de los nervios.

-Tranquila, no la molestará nadie, se lo prometo- me aseguró.

-Gracias- la chica, Karen, se alejó para acomodar a otros pasajeros.

El vuelo de dos horas a Nueva york cumplió los horarios, y una vez despegamos, le pedí a Karen la comida. Apenas pude comer nada, presa de los nervios. Sabía que ya habían regresado y estaban en Winsdor. No podía presentarme allí como cuando voy a casa de Ángela, de modo que una vez aterricé en Nueva York, llamé a Alice.

Pero su estupendo blackberry de última generación estaba apagado o fuera de cobertura, y Jasper lo mismo. Emmet estaba en su ciudad, y en unos días se iba a Boston con Rose. Lo intenté durante la hora y media que tenía entre vuelo y vuelo... pero nada. Quería darle a Edward una sorpresa... pero visto lo visto. En el avión tuve que apagarlo de nuevo, y lo seguí intentando nada más aterrizar en Heatrow. Mientras estaba en la cola de la aduana internacional, Jasper respondió a mis llamadas.

-¿Bella!, ¿pasa algo?- estaba muy preocupado.

-Verás Jazz... uhmmm... estoy en Londres- le expliqué.

-¿De verás?, ¡qué bien!; Alice tiene el móvil apagado, y yo antes lo tenía cargando, siento no haberlo oído- me explicó amablemente -espera que la llamo-.

-¡No!; no digas nadas... verás... necesito ver a Edward- dije en voz baja, sin que nadie me oyera. Iba a preguntarme, pero le corté.

-Necesito que vengas a buscarme, te lo explicaré todo en el coche, por favor- supliqué.

-Si es lo que me estoy imaginando... Bella, le vas a dar la mayor alegría de su vida- dijo feliz y contento- ¿has pasado aduana?- dijo moviéndose.

-No, estoy a punto- le informé.

-En media hora estoy allí- dijo.

-No digas nada, por favor- recordé.

-Tranquila por eso, espérame dónde solíamos quedar- colgó sin más.

En menos de la media hora prometida, divisé el coche. Para que Jasper no tuviera que salir, metí yo misma la maleta y entré corriendo. Me dio un pequeño abrazo, y por fin salimos del aeropuerto.

-¿Debo darte la enhorabuena?- me preguntó con una gran sonrisa. Reí avergonzada.

-No lo sé... tengo miedo Jazz. Casi no he hablado con el estos meses... creo que le hice daño- repuse con pena.

-Bella... no tienes que darme explicaciones. Emmet y yo sabemos qué pasó esa noche... y nosotros mismos le aconsejamos que no te agobiara. No dijimos nada a las chicas... hasta que tú se lo contaste a Rose, y ella a Alice. Pero no le hemos dicho nada a Edward ni a sus padres, así que cálmate- me explicó.

-Veo que aun con el océano de por medio, es imposible tener secretos- ataqué en broma. Jazz rió conmigo, pero siguió hablando.

-Bella, sé que estás asustada. Pero no estás sola; aparte de Edward, estamos nosotros, y te vamos a ayudar. No sabes lo que se te ha extrañado en esa casa, me incluyo -dijo burlón- lo vas a hacer muy bien, ya lo verás- se siguió animando.

-Aunque le diga que sí, todavía nos quedan dos años de carrera- expliqué. Jasper meneó la cabeza.

-La mayor parte del último año, son créditos de prácticas, ya sea por el proyecto final o por prácticas de trabajo. Podéis sacaros las asignaturas este año... y terminar a finales de mayo- explicaba, mientras yo le escuchaba sorprendida -los exámenes de quinto año se hacen a finales de enero, si suspendes, tienes otra oportunidad en junio. No serían muchas más materias a las que añadir a las de cuarto curso, tres o cuatro, a lo sumo-.

-Vaya, no lo sabía- murmuré sorprendida.

-¿Crees que Edward plantó esa noche la rodilla en el suelo sin saber todo eso?; la única condición que tenéis es que acabéis los estudios- explicó pagado de si mismo.

Rodé los ojos, mientras los nervios me carcomían por dentro... ¿y si se había cansado de esperarme?.

-¿Crees que todo saldrá bien?- pregunté con miedo.

-Bella... no sabes el tiempo que lleva esperándote Edward... no comprendemos cómo habéis podido aguantar tanto tiempo así, queriéndoos y separados- iba a interrumpirle, pero alzó la mano -espera, no he terminado. Sabíamos que tenías miedo... y nadie puede culparte por eso-.

-Y lo tengo... pero ahora sé, más que nunca, que él estará conmigo- murmuré.

-Todos, tanto tu familia como nosotros. ¿Qué han dicho Charlie y Sue?- interrogó curioso.

-Ellos me han abierto los ojos- le relaté a Jasper la conversación con ellos. Me escuchaba asintiendo y haciendo preguntas, a lo que yo respondía.

-Me alegra que lo hayan hecho... y ahora -dijo aparcando- es el momento -me señaló con la mano el interior de los jardines, ¿cuándo habíamos llegado? -le encontrarás detrás del estanque pequeño, leyendo... alteza- murmuró divertido. Rodé los ojos mientras bajaba.

-Si me llamas eso en bromas, te haré llamármelo de verdad- bromeé, cerrando la puerta y casi echando a correr, con varios miembros del servicio mirándome boquiabiertos... pero con una gran sonrisa en sus caras.

 

Capítulo 29: Hallazgos asombrosos Capítulo 31: Y sin ti no puedo vivir

 


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Capitulo 1: Prólogo Capitulo 2: Dulces y Dolorosos Recuerdos Capitulo 3: Adiós Forks...hola Londres Capitulo 4: Regreso al hogar Capitulo 5: Primer día de clases Capitulo 6: Los principes azules si existen Capitulo 7: Largo verano de incertidumbre Capitulo 8: Entre sedas y terciopelo Capitulo 9: Volverte a ver Capitulo 10: Reacciones Capitulo 11: Besos furtivos Capitulo 12: Norfolk Park Capitulo 13: Simplemente amor Capitulo 14: Desahogo Capitulo 15: Confesiones suegra- nuera Capitulo 16: Un americano en Londres I Capitulo 17: Un americano en Londres II Capitulo 18: Un verano inolvibable I Capitulo 19: Un verano inolvibable II Capitulo 20: Chantajes Capitulo 21: Descubrimientos Capitulo 22: Un país sorprendido Capitulo 23: Acoso y derribo Capitulo 24: No hay final feliz Capitulo 25: Soledad Capitulo 26: Anhelo Capitulo 27: Quiero y no puedo Capitulo 28: Sospechas Capitulo 29: Hallazgos asombrosos Capitulo 30: Abriendo los ojos Capitulo 31: Y sin ti no puedo vivir Capitulo 32: Volviendo a vivir Capitulo 33: La Prometida del Príncipe Capitulo 34: Una pareja más o menos normal Capitulo 35: Salida al mundo Capitulo 36: Anochecer bajo el puente de los suspiros Capitulo 37: London Fashion Week Capitulo 38: California Dreamin Capitulo 39: Entre leyes y bisturíes Capitulo 40: ¿Qué llevas debajo? Capitulo 41: ¿Vacaciones tranquilas? ¡Ja! Capitulo 42: Encajando en el puzzle Capitulo 43: Víspera de boda Capitulo 44: Gran Bretaña ya tiene a su princesa Capitulo 45: Perdidos Capitulo 46: Cumpliendo un papel Capitulo 47: Primeras navidades de casados Capitulo 48: Apuestas Capitulo 49: Nueva vida en palacio Capitulo 50: Epilogo Capitulo 51: Outtake 1: Verano real en Forks Capitulo 52: Outtake 2: Obligaciones reales Capitulo 53: Outtake 3: ¡Qué alguien atrape a ese ratón!

 


 
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