EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125749
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

Mis otras historias:

El heredero

El escritor de sueños

El esciba

BDSM

Indiscreción

SÁLVAME

El affaire Cullen

No me mires así

 El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 56: CAPÍTULO 56

 

CAPÍTULO 56

—Siento todo esto —dijo él—. Mi intención era pedírtelo de forma más íntima, sin tantos testigos y en un ambiente más apropiado.

—Yo no quiero casarme contigo. ¿Estás loco? Si no te soporto, si eres lo más relamido que existe, hay días que ni te aguantas tú mismo, si...

— ¿Bella? —interrumpió él.

— ¿Sí? —le preguntó con su chulería innata.

—Calla un poco y ven aquí —sugirió él extendiendo la mano y moviendo el dedo para indicar que se acercara.

—Vamos a ver si te vas enterando de una cosa, guapo, yo no soy un chucho al que puedas mangonear, ¿vale?

—Deja de hacerte la dura, querida. Al final vas a ceder.

—Un consejo: esa prepotencia no ayuda.

Como conversación estúpida ya había tenido bastante, así que avanzó hasta ella, la agarró de la cintura en un acto de los tópicos dentro del catálogo de dominación masculina y la pegó a su cuerpo.

Después, sin abandonar su papel de macho dominante, la besó, eso sí, cuidándose en todo momento de proteger su entrepierna de posibles daños colaterales.

—Ésas no son formas... —protestó ella mientras intentaba coger aire, ya que él se empeñaba en no dejarla ni respirar...

— ¿Crees que esa camilla podría aguantar el peso de los dos? —murmuró junto a su oreja a la par que mordisqueaba el lóbulo.

— ¡Un momento! No he dicho todavía que sí.

—Vamos, te mueres por aceptar la realidad, pero eres tan sumamente cabezota que me vas a tener sufriendo hasta que me ponga de rodillas.

— ¿Ni en un momento así vas a dejar de ser tan arrogante?

Él tenía razón, estaba a punto, no de rendirse, sino de derretirse por completo. ¿Qué sentido tenía ya ocultar la realidad?

«Al fin y al cabo, ha venido, eso es lo que importa», dijo su angelical vocecilla interior.

«Sí, claro, después de dos meses de sufrimiento», alegó la vocecilla diabólica.

«Pero reconoce sus errores.»

«Porque le conviene.»

«Así no voy a aclararme», pensó ella.

—Negociemos.

— ¿Perdón?

—Tú quieres casarte conmigo. ¡Vale! Pero te conozco, y por eso quiero dejar las cosas bien atadas.

— ¿Me vas a poner condiciones? —preguntó incrédulo.

—Ajá.

Edward se cruzó de brazos, estaba claro que o pasaba por el aro o se quedaba compuesto y sin novia. Aunque a saber qué se le ocurría a esa loca.

—Te escucho —dijo agarrándola de nuevo.

—Oye, quítame las manos de encima. Hasta que no hayamos discutido ciertos puntos no voy a dejar que me toques.

—Mujer cruel...

—Primero, quiero un abogado. —Él enarcó una ceja—. Sí, no me pongas esa cara. Quiero una de esas cosas que hacen los ricos antes de casarse.

— ¿Un acuerdo prematrimonial? —preguntó algo confundido.

—Sí, exactamente.

—De acuerdo. Redactaré...

—No, ni hablar. No puedes ser juez y parte a la vez —lo interrumpió rápidamente ella.

—Vale, te conseguiré un abogado —aceptó tragándose la maldición. Esa insensata tenía cada cosa... claro que por eso estaba loquito por ella...

—No, ya me encargaré yo —lo corrigió—. No quiero influencias de ningún tipo.

—Qué desconfiada —murmuró desabrochando el botón superior de su bata—. ¿Algo más?

—Tú hermana.

— ¿Qué pasa con ella?

—No voy a permitir que la mandes a un internado de ésos, quiero que viva con nosotros.

Edward no la contradijo.

—Como quieras —accedió fingiendo ceder ante su insistencia—. ¿Hemos acabado ya?

—No.

—Me lo temía.

—No voy a dejar de trabajar. Quiero seguir con lo que me gusta. Y quiero montar mi propio salón de belleza.

—De acuerdo. Te montaré un jodido centro de estética. Pero vamos al meollo de la cuestión —dijo, impaciente por deshacerse de esa ridícula bata. Ya quedaban sólo dos botones.

— ¡No quiero que me montes nada! ¿Dónde estaría entonces mi independencia?

— ¿En qué quedamos?

—Si tú pones el dinero, entonces siempre serás quien tiene la sartén por el mago. Lo montaré cuando ahorre lo suficiente.

—Pues con lo que ganas... —Ella lo miró con una cara que parecía decirle «Chaval, lo llevas muy chungo». Así que añadió—: Haremos una cosa. Vamos al banco y pides un préstamo.

—Sí, claro, con lo generosos que son...

—Yo te avalaré.

— ¿De verdad? —preguntó, contenta ante tal perspectiva.

—Sí. Te avalo, te ayudo a lavar cabezas, lo que sea, pero desnúdate, que te he echado mucho de menos.

— ¡Ay, qué bonito!

—Mucho.

—Y tú, ¿no tienes ninguna petición?

Iba a negar y dejarse ya de negociaciones cuando se dio cuenta de la oportunidad que ella le daba. No había regresado con esa idea en mente, pero ya se sabe, con Bella la improvisación lo es casi todo, así que...

—Sí, tengo una condición.

—Te escucho —murmuró ella, ya tenía lo que quería, así que ya podía jugar con él. Por lo que empezó a toquetearle de esa forma que a los hombres los pone cardíacos, apenas un roce, pero muy certero.

—Ahora que lo pienso... me gustaría ser padre antes de cumplir los cuarenta. —Ella casi se atraganta y él sonrió—. Sí, no me pongas esa cara, por mucho que insistas tengo treinta y ocho.

Ella, que ya lo sabía, se obligó a sonreír. El nudo en el estómago iba creciendo.

— ¿Cuándo es tu cumpleaños? —consiguió preguntar.

—En junio, el día dos, ¿por qué?

Bella hizo una mueca. Ahora venía la parte complicada.

Cerró los ojos y lo soltó a bocajarro.

—Me temo que vas a ser padre antes de cumplir los treinta y nueve.

Edward sonrió, esa mujer tenía cada cosa... Pero, tras un rápido cálculo, borró su expresión de la cara.

— ¿Cómo dices?

—No te enfades, ¿vale?

Sorprendido, molesto y conteniéndose para no soltar la retahíla de tacos más creativos de la historia, se separó de ella, llegó hasta su ropa y empezó a vestirse, murmurando entre dientes acerca de la insensatez, inmadurez e irresponsabilidad de cierta mujer con la que acababa de comprometerse.

— ¿Que no me enfade? ¿Que no me enfade? ¡Joder! ¿Y cuándo pensabas decírmelo? —Ella fingió inocencia—. ¡No pensabas contármelo! —exclamó a punto de perder los nervios.

—Tú no querías saber nada de mí, así que...

— ¡Encima tendré yo la culpa! —Se pasó una mano por el pelo y después se guardó la corbata en el bolsillo.

— ¡No me chilles!

—Está bien. —Inspiró para relajarse. Estaba claro que con ella no iba a aburrirse—. Vámonos a casa. Hablaremos allí.

Bella hizo un puchero. Qué conmovedor... el pedante, preocupado por ella. Eso es ternura y lo demás son tonterías.

Dio unas palmaditas en la camilla e hizo un gesto invitándolo a que abandonara su mal humor.

—Sí.

—Sí ¿qué?

—Que sí que aguanta —confirmó ella con una sonrisa pícara.

Edward la miró, primero a ella, después a la camilla y de nuevo a ella.

— ¿Segura?

—Ajá.

Se fijó en la puerta y, como no tenía pestillo, colocó el perchero contra la misma para impedir que alguien interrumpiera.

—No quiero interrupciones de ningún tipo —anunció él empezando a desnudarse, otra vez.

—Yo tampoco.

—Eso de que te muestres conforme es toda una novedad. —Edward lo dijo como si fuera el mayor cumplido. Mientras, observaba cómo se iba abriendo la bata blanca para su deleite y su excitación.

—No te acostumbres. Hoy me pillas sentimental. Mañana de nuevo seré la misma de siempre —aseveró ella casi desnuda ante él y levantando orgullosa la cara.

—Dejémonos de cháchara y quítate ese tanga antes de que te lo rompa.

—Qué agresivo —se guaseó ella mientras lo deslizaba por sus caderas.

—Es lo que tienen los largos períodos de abstinencia, querida. —Miró de nuevo la camilla y le entraron dudas sobre la estabilidad de la misma, así que tiró de Bella, la puso de espaldas a él y se situó tras ella, empujándola suavemente para que apoyara los brazos sobre el cuero sintético.

Ella no discutió y separó las piernas al notar cómo la mano de él bajaba desde el estómago hasta su pubis y sin perder el tiempo presionaba su clítoris, ahora más hinchado y más necesitado que nunca.

Se giró para mirarlo, porque no se podía creer que estuviera allí, con ella. Él le dedicó una sonrisa cómplice, podía decirse que el mismo pensamiento cruzaba su cabeza.

—Por cierto, antes de que se me olvide. —Él rompió el silencio—. Creo que debería decírtelo, es algo que no puedo ocultar y que acabarás por enterarte.

Ella se inquietó, por la forma en que lo decía no podía presagiar nada bueno. Lo miró en silencio, esperando que, fuera lo que fuese, no cambiara las cosas.

Pero él parecía más ocupado en excitarla y no podía concentrarse si estaba pensando en lo que tenía que decir. Pero es que sus manos... sus manos estaban por todas partes, presionando un pezón, acariciando sus labios vaginales... Por no hablar de su boca, que la besaba en el cuello, en el hombro... Oh, qué delicia.

Pero esa inquietud hacía que no pudiera disfrutar al cien por cien. Colocó la mano sobre la de él para detenerlo.

— ¿Qué eso tan importante que tienes que decirme?

—Bah, nada, poca cosa. —Él intentó de nuevo meter la mano entre sus piernas.

— ¡Habla!

—Pues nada, que te quiero —dijo él con ese tono pedante, como si dijera la hora.

Ella se quedó inmóvil al escucharlo. ¿Cómo podía ser tan retorcido? Aunque... era «su retorcido» y lo quería por eso; así que sonrió, le dio acceso y buscó una réplica contundente.

—Sólo tú puedes decir algo importante de forma tan enrevesada —le respondió alegre.

Capítulo 55: CAPÍTULO 55 Capítulo 57: EPÍLOGO

 


 


 
14445105 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios