EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125742
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

Mis otras historias:

El heredero

El escritor de sueños

El esciba

BDSM

Indiscreción

SÁLVAME

El affaire Cullen

No me mires así

 El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 16: CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 16

A pesar de la evidencia, ella dificultaba todo el proceso moviéndose y apartándose, y a él no le quedó más remedio que dejarse de tonterías. Se subió encima; puede que repitiera repertorio, pero se aseguraba el éxito.

—Eres un petardo —jadeó ella.

—Pero por lo visto eso también te pone, ¿me equivoco?

Para no perder más el tiempo la penetró y cerró los ojos ante las sensaciones que lo invadieron. Resultaba cuando menos curioso experimentar tales sensaciones. Al fin y al cabo, estaba en la cama con el tipo de mujer que jamás le había atraído, pero... ¡sorpresas te da la vida! Aunque en el día a día fueran lo más opuesto que dos personas pueden ser, en las distancias cortas parecía que sus diferencias marcaban el punto exacto de excitación.

Puede que Isabella no fuera la pareja ideal para acompañarlo a una elegante cena de negocios o a algún acto público, pero para disfrutar entre las sábanas no tenía rival.

Ella, a pesar de su negativa inicial, se fue amoldando y sincronizando con los movimientos de él. Podía gritar que no quería, pero sólo sería la farsante más grande de la historia.

Maldita sea, tiene que ser él. Era el pensamiento que no abandonaba su cabeza. Toda la cháchara de hacía unos minutos para intentar minar su insufrible autosuficiencia no había sido más que un pobre escudo. Quería ocultar su debilidad, o, mejor dicho, la debilidad de su cuerpo.

—Deja de arrugar el morro y disfruta —dijo él entre empuje y empuje, sacándola de sus divagaciones.

—Yo no arrugo nada y, ya que lo mencionas, no sé para qué te arriesgas en repetir postura cuando sabes perfectamente que estás abocado al fracaso.

—En todo caso quien fracasa eres tú —replicó él sin dejar de moverse—. Si no te concentras yo no puedo hacer nada.

—Pues... yo... no... estoy... tan... segura... de... eso...

—Concéntrate de una puta... vez... —gruñó —. Luego no me vengas con tonterías.

—Dejar a una mujer insatisfecha no es una tontería, te pongas como te pongas. —Quizá estaba pagando con él toda su frustración sexual acumulada, pero él se mostraba tan arrogante que no tenía otra alternativa, amén de seguir disgustada consigo misma.

—Yo no he dejado a ninguna insatisfecha en toda mi vida —se defendió.

—Eso dicen todos —le contestó con toda la razón del mundo.

Él, molesto por la dirección que estaba tomando aquella absurda conversación, lo más antierótico del mundo, se detuvo unos instantes y, apoyándose en los brazos, la miró intensamente antes de decir:

—Oye, no sé con cuántos tipos has follado, pero desde luego si vas menospreciando sus capacidades no me extraña que te dejen plantada e insatisfecha. —Era lo que no tenía que decir si quería echar un simple polvo.

—Por esa misma razón sé de lo que hablo. —En su caso no era la experiencia con múltiples sujetos sino las múltiples malas experiencias con un único sujeto.

Por cómo había respondido, él no dudó de sus palabras. Estaba claro que había topado con los más ineptos y torpes, pero, joder, ¿tenía acaso él la culpa?

— ¿Por qué te paras? Luego me va a costar un triunfo ponerme de nuevo.

—Hagamos un trato.

—Ni loca.

Él puso los ojos en blanco, qué mujer más complicada. Pero, oye, estaban en medio de un revolcón que podía ser interesante, intenso y satisfactorio para ambos, así que bien podía hacer un último intento por salirse con la suya.

—Tú te estás callada digamos... durante los próximos quince minutos...

—Ya sabía yo que no ibas a durar mucho más.

Edward pasó por alto el insidioso comentario destinado, obviamente, a minar su autoestima.

—... Y a cambio te garantizo un buen orgasmo.

Ella resopló.

—En esta postura... no sé yo.

—Cierra los ojos, concéntrate y déjame a mí, ¿de acuerdo?

— ¿Sin hablar?

—Como única opción te dejo que me digas cosas como «Más, oh sí, eres un machote y vas a acabar conmigo».

Ella se echó a reír contagiándolo.

—Hum, si además incluyes «Eres un semental», trato hecho —le sugirió con sarcasmo.

—Joder, por supuesto, ésa me gusta. ¿Empezamos? —preguntó ofreciéndole la mano, gesto bastante difícil de ejecutar dada su postura, pero, ya puestos... con ella nada salía como preveía.

Ella podía hacer trampas y él esforzarse hasta la extenuación.

Ella podía elaborar mentalmente la lista de la compra y él arriesgarse a morir deshidratado.

Pero... ¿para qué? ¿Para demostrar que ella tenía razón? Y, en caso afirmativo... ¿qué ganaba con ello?

Pues poco o nada, ya que, al fin y al cabo, ese abogado presuntuoso, al parecer, sabía proporcionarle orgasmos sin leer el manual de instrucciones o sin tener el mapa del tesoro como referencia.

—Hum, vale, pero si no lo consigues... lavas los platos durante una semana.

—Eso no es justo, pero vale. —Y al ver la cara de ella de «Te tengo pillado por los huevos», Edward añadió—: Si haces trampas lo sabré, así que descarta la idea.

— ¿Cómo?

Él no respondió con palabras sino con un pequeño empujoncito advirtiéndole de que estaban en medio de un encuentro sexual y que la cháchara, exceptuando lo pactado, no tenía cabida.

Ella se percató de que, a pesar de haberle saboteado a base de bien, aún estaba erecto y su polla pedía acción.

Muy curioso. Aun arriesgándose a romper el trato le preguntó:

—Tengo una duda. —Él entrecerró los ojos avisándola de que su paciencia tenía un límite—. Y con esto acabo, palabra.

—Dispara.

— ¿Te metes algo para permanecer así? —preguntó moviéndose—. Algo para... ya sabes.

— ¿Estar empalmado a pesar de tu empeño en joderme el polvo mañanero?

—Sí.

Edward tardó un poco en contestar. La cabrona seguía jugando sucio, pero tenía razón. En otras circunstancias no hubiese aguantado tanto, y menos aún después del desfogue nocturno, ni tampoco estaría dispuesto a seguir, su polla le hubiese abandonado hacía tiempo y lo habría dejado solo ante el peligro.

Interesante cuestión, pero para más tarde.

—No, no me meto nada, además aquí el que mete soy yo —afirmó con rotundidad y tardó bien poco en perder su fingida seriedad al ver las risas de ella—. ¿Más preguntas?

—No. —Puso cara de concentración—. Puedes proceder.

Y procedió a ello.

Para castigarla, empezó de forma perezosa, entrando y saliendo lentamente, creando una cierta fricción, aunque insuficiente, rozándola, pero como un susurro; hay que prestar toda la atención si quieres enterarte.

Isabella se percató inmediatamente de su juego, iba a dárselo, pero en pequeñas dosis, para ir creando la adicción hasta que fuera ella misma quien pidiera a gritos más. Y como esa palabra entraba dentro del catálogo de las autorizadas, no tendría reparos en utilizarla en caso de ser necesario.

Lo que sí seguía inquietándola era la reacción de su cuerpo. Nadie mejor que una misma para conocerse, así que, cómo explicar que Edward, en una postura tan poco adecuada y con unos movimientos tan lentos y casi descuidados, estuviera consiguiendo que ella reaccionara positivamente. Le había visto la polla, nada para llevarse las manos a la cabeza ni para cerrar las piernas, una cosa de lo más estándar. Y sin embargo sabía muy bien cómo conducirla a ese estado de no retorno y conseguir que pidiera más.

La opción de verlo con las manos en el fregadero durante toda la semana se fue desvaneciendo a medida que él dosificaba sus impulsos, pasando de acometidas suaves a otras mucho más profundas, friccionando y estimulando todas sus terminaciones nerviosas internas.

Y sus manos...

¡Qué hombre! No era de esos que se conforman con tocarte un poco para arrancar, sino que no dejaba de acariciarla, en el cuello, con lentas pero certeras caricias, en sus pezones... Primero con las yemas de sus dedos, preparándolos para algo más intenso, pequeños tirones que la encendían tanto o más que las penetraciones.

Y su boca...

Ésa era otra baza muy bien aprovechada. Podría tildarlo de besucón, de acuerdo, pero había que reconocérselo, sabía dónde posar sus labios y en qué momento. Su cuello parecía el lugar preferido.

No podía permanecer por más tiempo pasiva. ¿Qué iba a pensar de ella?

Bajó la mano por su espalda hasta llegar a su trasero, él se sobresaltó un instante, pero no la apartó, clavó sus dedos, hum, firme, muy firme. Después quiso aventurarse un poco más, y movió sus curiosos dedos hasta la separación de sus nalgas.

Recordaba haber leído en algún sitio que los hombres eran muy sensibles en esa parte, aunque pocos se atrevían a reconocerlo o a explorarlo. Ella iba a salir de dudas en medio minuto.

— ¿Qué haces? —preguntó él en medio de un gruñido. Nadie le había tocado allí. Y quería que siguiera siendo así.

—Participar —murmuró ella.

—Pues participa en otro sitio... ¡Oh, joder...! —Su queja inicial perdió fuelle cuando ella presionó delicadamente su ano.

— ¿Decías?

Edward, reconoció que no estaba preparado para admitir tal intrusión, pero ¡la hostia! Era como un chute de adrenalina.

Ella le sonrió, complacida principalmente por dos motivos: había comprobado su teoría, él se había dejado y encima recibía los beneficios colaterales, ya que, a partir de aquel momento, él cogió más brío, más fuelle, perdiendo definitivamente la apuesta.

Y ella preocupada...

Capítulo 15: CAPÍTULO 15 Capítulo 17: CAPÍTULO 17

 


 


 
14445059 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios