EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125719
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

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Capítulo 6: CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6

¿Su tía? ¿Esa castaña de falda corta y lengua larga era la tía soltera que cuidaba de su hermanastra?

Miró a su conspiradora hermana con expresión seria. No, no estaba mintiendo. Ella le había dado cuerda y él solito se había ahorcado.

Menudo gilipollas...

En fin, lo mejor era minimizar riesgos y no entrar en la dinámica de las recriminaciones. Ya vería más tarde la forma de devolverle la pelota a su queridísima hermana.

Las dos lo miraban, cada una con una expresión diferente en su rostro.

—Me alegro de que por fin nos hayamos conocido todos, aunque haya sido de una forma tan surrealista. —Ni se disculpaba ni cargaba la responsabilidad a nadie. Si quería compartir la casa y largarse de allí en dos días a lo sumo, necesitaba su cooperación.

La tía Isabella seguía mirándolo con una indudable desconfianza. Por supuesto él no apartó la vista. ¿Cuántos años tenía? Aunque fuese vestida como una pop star juvenil, estaba claro que no lo era.

— ¿Te ha comido la lengua el gato? —le preguntó Isabella, molesta ante el escrutinio al que estaba siendo sometida.

—Perdón —murmuró recomponiéndose rápidamente—. Supongo que a estas alturas las presentaciones son innecesarias.

Intentó sonar sin rastro de cinismo.

Bella, aún sin estar convencida del todo, le hizo un gesto para que se sentara a la mesa de la cocina.

—Renesme, trae otro plato. —Se soltó un instante la pinza que sujetaba su melena para volvérsela a recoger—. Nos apañaremos con la cena.

Edward se sintió incómodo, no porque lo invitaran a la mesa, cosa que deberían haber hecho desde un principio; era más bien una sensación extraña. Al fin y al cabo, estaba invadiendo un espacio personal, bastante feo y envejecido, por no hablar de los discutibles elementos decorativos que lo hacían sentirse fuera de lugar.

—No, muchas gracias —contestó.

—No seas tonto. —Bella se acercó a él y tratándolo como si fuera un niño pequeño lo obligó a sentarse. Colocó un plato delante de sus narices, los cubiertos y una servilleta de papel—. Renesme, pásame la ensalada. Toma, sírvete a tu gusto.

Edward se encontró con un enorme bol de ensalada en sus manos sin saber qué hacer. Las dos estaban en su territorio y aunque Renesme seguía mirándolo con recelo y obedeciendo a su tía con evidente disgusto, ésta se mostraba cordial, algo extraño después de cómo la había tratado.

—Y dime, ¿has llegado esta mañana?

—Sí.

Al oír la respuesta, Bella miró a su sobrina. Más tarde arreglaría cuentas con ella.

—Huy, qué despiste. ¿Una cerveza? —Él asintió—. Renesme, saca una del frigorífico.

Edward la aceptó encantado. No conocía esa marca pero estaba fría. Era evidente que su hermana lo podía haber tratado con la misma cortesía por la mañana. Incluida la bebida fría.

— ¿Qué te ha parecido el pueblo?

«Una mierda.»

—Pintoresco. —Y para no seguir mintiendo pinchó con el tenedor y se llevó un cherry a la boca.

—A mí siempre me ha parecido chispeante —dijo Bella sorprendiéndolo—, pero supongo que llevo demasiado tiempo aquí y he terminado por acostumbrarme. ¿Un pinchito de tortilla? —le ofreció sonriendo.

—Gracias. —Eligió el trozo más pequeño.

—No seas tímido, hombre. ¡Que estamos en familia!

Renesme tosió.

Edward se atragantó.

Bella los miró a los dos e hizo una mueca. Qué tontos, por Dios. Vista su reacción, prefirió no tocar ciertos temas durante el resto de la cena. Era evidente el motivo de la llegada del abogado, pero eso prefería dejarlo para el día siguiente. Tenían que solucionar las cosas, sí, pero estaba cansada.

—Supongo que te quedarás a dormir aquí —dijo Bella recogiendo las tazas de café.

—No lo creo —murmuró Renesme—. Me apuesto lo que quieras a que tiene habitación en el parador. ¿No has visto el coche que conduce?

— ¡No seas tonta! ¿Cómo va a quedarse allí teniendo aquí una habitación libre?

—Pero no creo que quiera amoldarse a nuestras humildes costumbres.

—Deja ya de decir tonterías. Voy a preparar la habitación. No se hable más —sentenció Bella dejando a los dos hermanos solos.

Edward, que había contemplado el partido de tenis verbal entre ambas, se quedó prudentemente callado. Era evidente que le convenía más de ese modo, pues a pesar de que su hermana lo considerara un esnob (que lo era), no tenía otro sitio donde quedarse aquella noche.

—A pesar de lo que piensas, a mí no me la das —espetó su hermana cruzándose de brazos.

—No voy a entrar al trapo. Si esto es un concurso para saber quién es más desagradable, lo reconozco, ganas por abrumadora mayoría.

—Ya, claro. Ahora no te conviene levantar polvo, ¿no? Hay mucho en juego...

Edward se sirvió otro café antes de responder.

—Lo sé —dijo tranquilamente—. Y mi intención es dejar todo resuelto. —Se levantó, se acercó a la pila y lavó la taza—. Ahora, si eres tan amable, dime cuál es mi cuarto.

—Dale un voto de confianza —sugirió Bella mucho más tarde mientras saboreaban un helado contemplando la noche.

Se habían sentado en el césped de la parte trasera, sobre una esterilla, para poder disfrutar del aire nocturno.

—No puedo. Papá hablaba bien de él, presumía de su hijo. Pero en el fondo yo sé que sólo lo hacía por disimular. Edward se negó una y otra vez a venir y hablar con él. Y ahora, cuando hay algo que repartir, se presenta raudo y veloz. ¿Cómo quieres que piense lo contrario?

—De todas formas podías haber sido un poco más educada, ¿no? —murmuró su tía estirándose en la esterilla tras descalzarse.

—Podría, sí, pero no me da la real gana. Pero ¿lo has visto bien? Es un relamido, un pijo y va de soberbio.

—Cuánto adjetivo para tan poco tiempo. —Al ver la cara de su sobrina añadió—: Vale, está bien. Es todo eso, pero no vamos a ninguna parte enfrentándonos con él. Además, piensa un poco, es tu hermano, y Carlisle siempre deseó que os conocierais, que llegarais a entablar una relación...

—Lo sé —admitió con tristeza al pensar en los deseos de su padre—. Pero no creo que haya venido con esa intención.

—No tardaremos mucho en averiguarlo, ¿no crees? —dijo Bella sonriendo—. De cualquier manera, yo ahora no me preocuparía por eso.

—Eres demasiado confiada —sentenció Renesme.

Bella miró a su sobrina, a pesar de la edad, a veces parecía ella la adulta.

—No te digo que no —convino.

El tema ya no podía dar más de sí, por lo que se dedicaron a disfrutar de la noche en silencio. Se relajaron, escuchando el cricrí de los grillos tan típico del campo, agradeciendo las breves corrientes de aire que refrescaban su piel en aquella noche tan calurosa...

—Ahora que me acuerdo, esta tarde te ha llamado Jacob.

Bella hizo una mueca. El hijo del alcalde no se daba ni por vencido ni por enterado de que lo suyo había terminado.

Después de casi cinco años juntos ella notó que su relación estaba estancada, que se había convertido en una simple rutina. No había cosa más triste que aburrirse con la pareja y Bella hacía ya tiempo que lo evitaba.

Ella intentó buscar algo que avivara la chispa, se esforzó por encontrar algo que la hiciera verlo como al principio, pero ya no era una veinteañera inexperta y complaciente. Ahora buscaba algo diferente, no sabía definir el qué exactamente, pero desde luego estaba segura de que no se trataba de ser la nuera del alcalde. Incluso había llegado a comprarse un montón de libros picantes para ver si él reaccionaba, pero tampoco hubo suerte. Jacob era de los tradicionales. Siempre decía que si algo está bien, ¿para qué cambiarlo?

El problema es que no estaba bien. A menos en lo que a ella se refería. Había optado por fingir, ya que, en muchas ocasiones (la mayoría), cuando intentaba decirle que ya no se excitaba como antes, él siempre respondía que era culpa suya, que tenía tantas cosas en la cabeza que no se concentraba. Por eso el hecho de que él le hubiera puesto los cuernos con una compañera de trabajo había sido la excusa perfecta para romper con él.

— ¿Por qué no le das otra oportunidad? —preguntó Renesme.

¿Cómo explicarle a una adolescente que aún no se ha enamorado que las relaciones de pareja necesitan un continuo renovarse o morir?

—Jacob y yo estamos mejor así. —No quería entrar en más detalles.

—Sé que esa guarra de Leah va tras él, pero si tú quisieras...

—Todo para ella —Y no lo decía en broma. Su compañera estaba coladita por su ex desde hacía tiempo. Y sabía que Jacob había tonteado con ella mucho antes de salir juntos, por lo que tampoco la sorprendió.

También sospechaba que ambos habían jugado a darse celos mutuamente y que Bella, ajena a ese tejemaneje juvenil, había empezado a salir con él sin conocer esa relación, y con el paso del tiempo había llegado a instalarse en una cómoda rutina. Cómoda pero aburrida rutina.

—No deberías dejar que te lo quitara tan fácilmente. ¡Ha sido tu novio! No sé cómo puedes soportar verlos juntos.

«Porque están hechos el uno para el otro.»

—Me da igual. Estoy bien así. Si vuelve a llamar dile que... nada, no le digas nada.

—Me da apuro... siempre se ha portado bien conmigo, siempre pensé que os casaríais.

Sintió un pequeño escalofrío sólo de pensarlo. Toda su vida junto a él... aburriéndose... disimulando... reprimiéndose...

Los del pueblo, tan aficionados a los refranes, decían siempre que el perro solo, bien se lame.

 

 

Capítulo 5: CAPÍTULO 5 Capítulo 7: CAPÍTULO 7

 


 


 
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