EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125722
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

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No me mires así

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Capítulo 45: CAPÍTULO 45

 

CAPÍTULO 45

Lo mejor era no pensarlo más, dejarlo estar, ya que, de no ser así terminaría por amargarse. Seguir con la teoría de Scarlata O’Hara era lo mejor.

Se acomodó sobre él, siendo en todo momento consciente de su erección, que él insistía en hacer más evidente con sus descarados movimientos pélvicos.

Podía hacerse la tonta. Podía sí, pero... ¿para qué?

Él continuaba besándola, sin dejar de sujetarla por la nuca. Cosa que en el fondo no la disgustaba. Tenía en ese instante la sartén por el mango, estaba en una situación privilegiada y debía aprovecharse.

Ahora fue ella quien se restregó con esa polla que pedía paso y, como era lógico, él gruñó o protestó, no estaba segura. Pero, como la asió con más fuerza, lo dio por bueno.

Dejó de besarlo y se movió hasta poder acceder a su oreja. Ese tipo iba a saber lo que es bueno. Cuando alcanzó el lóbulo lo mordisqueó, lo lamió y lo atrapó entre sus dientes hasta que él no pudo más.

—Joder... dime que tienes los condones a mano.

—La duda ofende —le respondió con sorna susurrándoselo al oído.

Algo que no hizo otra cosa que incrementar su excitación. Y ella sonrió al ver los resultados.

Siguiendo con su papel de seductora agresiva, se dedicó a besuquearlo, de forma sonora, en el cuello, la garganta y en cada centímetro de piel que tenía a su alcance.

Las manos de él se posaron en su culo con el evidente propósito de deshacerse del tanga, tarea que ella le facilitó.

—Pónmelo con la boca.

Ella se apartó un instante para coger el pequeño envoltorio metálico y dejarlo a un lado, estratégicamente a mano y negó con la cabeza.

— ¿Cómo que no? —preguntó él arrugando el entrecejo.

—No se me da bien. — ¿Para qué omitir la verdad?

Él la miró esperando que ampliara esa afirmación.

Ella se encogió de hombros.

Él dejó de magrear su culo.

Ella le bajó los bóxers, liberando su erección.

Él inmediatamente se olvidó de todo lo demás.

Bella se deslizó lentamente hacia abajo y, cuando estaba a sus pies, se deshizo de la cuestionable camiseta con un movimiento seductor y coqueto.

—Suéltate el pelo —gimió él, mirándola intensamente—. ¡Hazlo!

—Uy, qué exigente estamos hoy, ¿no? —se guaseó ella.

Pero no lo hizo esperar. Mientras se colocaba de nuevo encima de él, aprovechó para contonearse contemplándolo y sin apartar la mirada.

Aquello hacía tiempo que había dejado de ser sólo sexo.

Pero no era el momento idóneo para averiguarlo.

Edward, impaciente como siempre o como nunca, tanteó con la mano hasta encontrar el preservativo, no quería apartar la mirada de la mujer que tenía encima. Joder, lo estaba volviendo loco, en más de un sentido, aunque, si tenía que concretar, estaba volviendo loca a su libido.

Se las apañó para enfundárselo sin quitarle ojo.

—Dime que va a ser memorable —murmuró él cuando la tenía a tiro. Un empujoncito y estaría en la gloria.

—Mejor que eso: inolvidable —aseveró con voz sugerente.

Él no puso en duda tal afirmación.

Edward colocó ambas manos en su cintura para guiarla, pero sobre todo para no demorarlo más. Ella, hábil como siempre, agarró su erección y, sin pestañear, se colocó de forma precisa para ir bajando jodidamente despacio, según él; deliciosamente lento, según ella.

—Esto no ha hecho más que empezar. Aguanta un poco —dijo ella al ver su expresión de absoluta felicidad.

—Lo intentaré —prometió él dispuesto a ello—. Salvo que empieces a apretarme y a exprimirme. —Parecía una protesta pero de ningún modo lo era, estaba encantado.

Ella, inclinándose hacia adelante le lamió los labios y apretó sus músculos internos, una, dos, tres veces para conseguir que él jadeara y de paso clavara los dedos en su cintura.

—Con intentarlo no vale.

—Pues dame algo con lo que distraerme —pidió él, bajando la vista a sus apetecibles y tentadores pezones.

Ella siguió la dirección de su mirada y satisfizo de inmediato su deseo, posicionándose para que él succionara a sus anchas su duro pezón.

A partir de ese instante comenzó uno de los movimientos más primarios y excitantes de todos los tiempos. Ella llevaba las riendas, montándolo a su antojo. Cuando lo estimaba oportuno lo hacía con rápidas y enérgicas oscilaciones pélvicas. En otros momentos, se balanceaba hacia adelante y hacia atrás sin ejercer presión, sólo el roce mínimo.

—Joder, no me canso de chupártelos —gruñó él, con la voz amortiguada. Ni loco iba a soltar su entretenimiento. Como mucho cambiaba del derecho al izquierdo.

Ella estaba haciendo todo lo posible para demorar la llegada a meta, él se dio cuenta, pero le importaba un pimiento. Era el primer interesado en no correrse a las primeras de cambio, estaba gozando como nunca al tiempo que le daba placer a ella.

Todo era casi perfecto.

Edward dobló las piernas para poder afianzarse bien y empujar cuando veía que ella aminoraba el ritmo. En aquella postura, Bella podía recostarse hacia atrás y ofrecerle una panorámica indescriptible.

Así que la guió hasta colocarla de tal modo que ella apoyó la espalda en sus rodillas. Después, sintiéndose más ágil que nunca, se incorporó hasta quedar sentado, frente a frente.

Y de nuevo la sujetó de la nuca y la atrajo hacia sí para besarla.

Ella gimió contra su boca, resultaba tan sumamente increíble estar unidos por dos sitios al mismo tiempo... algo que siempre deseaba pero que con Jacob, tan aficionado al simple misionero y a jadear en su oreja, no podía llevarse a cabo.

Y Edward besaba estupendamente, sabía controlar la presión para no ahogarla al tiempo que le dejaba espacio para que pudiera ser ella quien controlara la intensidad.

—Me estás volviendo loco —gruñó él entre empujón y empujón.

Ella sonrió contra sus labios y, para que no tuviera ninguna duda, lo mordió.

—Y voy a seguir haciéndolo —jadeó ella en respuesta, completamente convencida de sus palabras.

Bella estiró las piernas, en una postura casi imposible de aguantar demasiado tiempo. Él la sujetó inmediatamente y sus ojos que quedaron clavados en el punto exacto donde sus cuerpos se unían.

Si, hasta aquel instante, las cosas se podían definir como increíbles, ahora pasaban a ser impresionantes, inmejorables, indescriptibles...

Perfecta sincronización, acoplamiento y sensaciones a flor de piel.

Todo era favorable para ambos, para alcanzar el clímax juntos, para dejar de jugar al gato y al ratón, para poner los pies en la tierra...

Edward dejó de sujetarla con una mano para recorrer la distancia que separaba su cuello de su pubis y presionar decididamente su clítoris, en aquella posición podía friccionarlo sin dificultad y añadir un toque extra a todo aquello.

Por nada del mundo permitiría que Bella se quedara a las puertas del orgasmo, después de ese masaje magistral y de... ¡qué coño! de todo lo que esa mujer era y hacía.

Puede que siempre se preocupara de que tal circunstancia no llegara a pasar, pero, en aquella ocasión, el motivo era bien diferente. Quería algo más para ella, iba a correrse sí, pero deseaba algo inolvidable e irrepetible.

Quizá estaba abriendo la puerta a un sentimiento peligroso que hasta el momento ni se había molestado en plantearse, más que nada por considerarlo innecesario.

Bella lo hizo de nuevo, presionó sus músculos internos apretándole la polla con tal fuerza que apretó los dientes para no adelantarse, aunque ya no le quedaba margen para maniobrar.

—Dime que estás a punto de correrte —exigió mientras respiraba profundamente, sentía esa presión previa que indica que no puedes más.

—No... No hables —pidió ella resollando—. Que me desconcentras.

Él advirtió el tono medio burlón de sus palabras, pero estaba claro que no iban en serio, ella estaba tan sudorosa como él, con la respiración errática, con todo el cuerpo en tensión...

Ella lo atenazó con las piernas y después se relajó. Cerró los ojos y lo esperó en silencio.

Él no se demoró mucho más, apenas treinta segundos después. Como si sus músculos se hubieran convertido en gelatina, se dejó caer en la cama. Ella no fue suficientemente rápida para caer con dignidad.

—Joder, lo siento... —susurró sin ni tan siquiera mover un dedo por ayudarla. Estaba demasiado absorto en su placer poscoital como para ser galante.

Bella se recompuso, pero tampoco mucho. Se tumbó poniendo los pies en la almohada junto a la cabeza de él.

También tenía derecho a su momento poscoital, a saborearlo, a recrear en su cabeza las mejores jugadas, a cerrar los ojos y olvidarse de todo lo demás.

No merece la pena estropear un instante así con preocupaciones que, seguramente, no se resolverán por mucho que lo deseara.

Capítulo 44: CAPÍTULO 44 Capítulo 46: CAPÍTULO 46

 


 


 
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