EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125758
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

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No me mires así

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Capítulo 48: CAPÍTULO 48

CAPÍTULO 48

La noticia que llevaba esperando desde hacía más de tres semanas por fin se produjo. El notario esquivo había regresado de vacaciones y estaba dispuesto a atender su caso cuanto antes.

Él ya tenía todo preparado, redactado según su conveniencia y, por supuesto, se había preocupado de que el notario no tuviera ninguna objeción a su propuesta. El abogado del viejo, un hueso duro de roer, también había hecho sus deberes, empeñado en que cambiara de opinión.

Podía haber dudado durante breves instantes, en especial esos instantes en los que no pensaba con la cabeza adecuada. Pero luego, en frío, siempre volvía a su idea original.

Preparó los documentos y los guardó en su maletín de piel. Su maleta ya estaba lista junto con su portátil. Ni que decir tiene que nada más conocer la cita se había preocupado de reservar su billete de avión para poder regresar a su vida, a su rutina y a su trabajo.

Nunca antes se había tomado tantos días libres, y puede que nunca volviera a permitirse tal lujo.

Con todo lo necesario debajo del brazo acudió a su cita en el despacho del notario.

Una vez allí, el señor López lo recibió e intentó de nuevo convencerlo para que aceptase los términos estipulados en el testamento, pero se mantuvo firme.

—Pase, el señor notario lo está esperando —dijo la secretaria y los acompañó hasta la oficina principal, donde recibían a los clientes.

A Edward no le sorprendió el mobiliario clásico, ni las estanterías llenas de volúmenes encuadernados y numerados o la gran mesa oval rodeada de sillas tapizadas en cuero granate.

Una vez acomodados, el notario leyó las disposiciones que ya conocían tanto Edward como el señor López. Una vez acabada la lectura, abrió su portafolios y, de manera mecánica, entregó una copia al abogado de su padre y otra al notario del acuerdo que proponía.

—Creí que durante estos días habría recapacitado —le recriminó el señor López.

—Legalmente puede que no se pueda poner ni un solo impedimento, pero moralmente.... —Ése fue el comentario del notario.

—He redactado con claridad todos los términos, sin ambigüedades ni dobles sentidos para que todo pueda llevarse a cabo de forma sencilla y mi intervención, una vez finalizado este acto, no sea necesaria.

—Está bien, no le demos más vueltas —arguyó el notario. Estaba claro que no era amigo de discusiones bizantinas.

—Pensé que en el último momento recapacitaría —dijo el abogado de su padre una vez a solas.

—Créame que todo ha sido estudiado debidamente —respondió impaciente por salir de allí—. Ahora, si me disculpa.

—No se parece nada a su padre.

—Eso intento —murmuró dispuesto a guardar las formas, pero con ganas de cerrar ese capítulo de su vida.

—Él hubiera querido que los dos hermanos estuvieran juntos, por eso lo nombró tutor de Renesme. Veo que estos días no han servido para nada. Al escuchar los rumores que circulan pensé que tal vez...

— ¿Rumores?

—Todo el pueblo habla de ello. De usted y de Bella. Ha ido todos los días a buscarla a su trabajo, la ha acompañado en público.

— ¿Y? Sólo he sido educado con mi anfitriona —respondió a la defensiva.

Cosa que no hizo, si no confirmar los rumores, sí al menos darles más consistencia.

—Como quiera. No voy a abrirle los ojos si se empeña en negar lo obvio. Buenos días.

El señor López lo dejó con la palabra en la boca. Si pensaba que con esa despedida iba a conseguir hacerlo recapacitar, iba por mal camino. Intentar inocular el gusanillo de la duda no era una artimaña eficiente con él. A esas alturas de su vida estaba curado de espanto.

Una vez fuera del despacho se acercó al coche y dejó dentro todos los papeles. Ahora ya era libre para irse, sólo tenía que esperar menos de veinticuatro horas y de nuevo estaría en su casa.

Bien podía recoger los bártulos y buscarse un hotel, cerca del Prat, para pasar la última noche, pero por alguna extraña razón prefería dormir en la casa que había sido su hogar en el último mes.

Las noticias corrían rápido y a última hora de la mañana, en la peluquería ya se sabía que el notario había recibido al inglés y que éste había dejado los asuntos resueltos. Es lo que tiene tener a la mujer y a la secretaria del notario como clientas.

Por no mencionar a una recepcionista aspirante a peluquera, como Leah, dispuesta a informar a todo el mundo a la hora del aperitivo.

—Por lo visto ya ha terminado sus asuntos aquí —comentó Martina como dejándolo caer.

Bella se encogió de hombros. Era un final anunciado.

—Pues sí —murmuró sin prestar demasiada atención. Bastante tenía ya con ese malestar interior como para encima hablar de ello en el trabajo.

—Y ¿no lo vas a echar de menos? —Su jefa siguió a lo suyo.

—Creo que debería limpiar el cuarto de atrás.

—Déjate ahora de limpiezas, hasta las cuatro tienes tiempo de sobra de adecentarlo —arguyó Martina, deseosa de saber todo lo que pudiera de la relación de su empleada con el inglés.

—Pues entonces creo que sería bueno hacer inventario, nos estamos quedando sin algunas referencias y...

—Deja de buscar excusas. Todos en el pueblo hablan de ti y de él. Así que vamos... desembucha ya.

—No hay nada que contar —replicó, hastiada del tema.

—Ya claro, y yo me chupo el dedo. Vive con vosotras, no se separa de ti en público, te deja su coche, te viene a buscar... —A medida que enumeraba las pruebas, su voz iba en aumento y en tono escéptico. Bella iba lista si pensaba ocultar lo obvio—. Y, además, tu ex novio está todo el día rondándote, preocupado por ti. ¿Qué les das, hija mía?

«Desde luego, ¡qué suerte tengo!», pensó, resignada. Tenía que buscar una manera de librarse de su jefa y al mismo tiempo darle alguna información para que dejara de atosigarla.

—No lo sé, la verdad —reflexionó en voz alta. Lo cierto es que era buena pregunta.

—Pues deberías. Una no tiene a dos partidos como ésos pululando alrededor así como así.

—Será que no les hago caso y, ya sabes, a los hombres les encanta eso de sacar el cazador que llevan dentro.

—Hum, podría ser pero... no, con tanta lagarta suelta dispuesta a dejarse cazar... no me salen las cuentas. Además, he visto cómo te mira. El inglés quiere algo más.

—Lo único que quiere es llegar a casa y tener la comida en la mesa. Y como tiene tiempo libre, para no aburrirse viene a recogerme. Estoy segura de que mañana se larga. —No hizo falta mentir para tal aseveración.

—Mira que sois tontas las chicas de ahora. ¿Qué te cuesta engatusarlo un poco? No me extraña que estés soltera, si vas por ahí poniendo pegas a todo...

—Estoy bien así.

—Eso decís todas para creeros esa tontería de que es mejor sola que mal acompañada. ¿Quién va a calentarte por las noches?

—No digas bobadas. ¿Pretendes que aguante a un tipo, aunque no lo soporte, sólo para que me caliente por las noches? —preguntó sin dar crédito a sus palabras.

—Si eres un poco lista sabrás llevarlo a tu... terreno. Ya sabes a lo que me refiero.

—Claro que lo sé, y no puedo entender cómo me dices algo así —bufó Bella exagerando un poco. De esa forma tenía la excusa perfecta para indignarse cuanto quisiera y esconderse en la trastienda.

Cuando se batía en retirada oyó la campanilla de la puerta y, por un acto reflejo, se giró.

El que faltaba para el duro, pensó haciendo una mueca.

—Buenos días.

—Leah aún no ha vuelto de almorzar. Pero si quieres puedes esperarla aquí —dijo Martina.

—No, he venido a hablar con Bella.

—Genial —murmuró entre dientes la aludida.

—De acuerdo, pasad al cuarto de atrás, está libre.

— ¿Ocurre algo? —preguntó ella nada más cerrar la puerta. Para estar distraída empezó a ordenar los frascos de cremas.

—No. Claro que no, sólo quería hablar contigo.

— ¿De qué?

—Verás... tengo un pequeño problemilla con Leah.

— ¿Necesitas consejo? —Aquello tenía guasa: su ex pidiéndole consejo.

—Sí. Es que... bueno, verás... es que quiero... llevarla a un sitio... especial.

Qué tierno. Bella dejó el trapo a un lado y lo abrazó. Jacob era así, un poco brutote por fuera pero un osito de gominola por dentro.

— ¿Cómo de especial?

—Ya sabes, uno de esos sitios que os gustan a las chicas —apuntó incómodo.

Y ella entendía la razón, cuando estaban juntos nunca le había propuesto algo así. Pero no era el momento de recriminaciones sobre algo que ya formaba parte del pasado.

—Haz una cosa, reserva dos noches en el parador de Aiguablava, a Leah le encantará eso de tener una excusa para vestirse de gala. Te la llevas a cenar y después pasáis la noche en una suite —sugirió recordando su metedura de pata. Al fin y al cabo, contaba como experiencia.

— ¿Al parador? Pero ¡si está cerca! Joder, yo pensaba en otra cosa.

— ¿Para qué te vas a dar una panzada de conducir, teniendo un joya aquí mismo? Hazme caso. —Le dio unas palmaditas en el brazo. Conociendo a Leah estaba segura de que alucinaría—. Llévala allí y pasadlo bien.

—Eres un sol. —Ahora fue él quien la abrazó.

— ¡Guarra! ¡Zorra! ¡Lo sabía! —gritó Leah a pleno pulmón no sólo para destrozarles los tímpanos sino para que la oyera el mayor número posible de gente.

—Cálmate —pidió Jacob—. No es lo que parece.

Bella se tapó la boca con la mano para no reírse.

— ¡No me da la gana! En cuanto me doy la vuelta esta lagarta aprovecha para ir detrás de ti.

—Eso no es así. —Jacob defendió a su ex, cosa que no hizo más que empeorar la situación.

— ¡No la defiendas!

—Chicos, chicos, os dejo solos, arregladlo.

—Ni hablar. —Leah seguía en sus trece.

—Por favor, cariño, sólo estaba hablando con ella.

—Tú no te vas de rositas —dijo Leah a Bella cuando intentaba atravesar la puerta—. ¡Guarra, más que guarra!

—Mira bonita, cree lo que quieras, pero yo que tú pensaría más en el polvo de la reconciliación.

— ¡Bella! —exclamó su ex avergonzado—. ¡Eso no ayuda! Dile que sólo estábamos hablando.

—Jacob, cielo, ella no va a cambiar de opinión sólo porque yo se lo diga. Esfuérzate un poco. ¡Tú puedes, machote! —lo animó Bella y, antes de que Leah la agarrase por los pelos, se escaqueó hábilmente, dejándolos convenientemente cerrados en el cuarto de atrás.

Esperaba que Jacob se diese prisa en convencerla, tenían una cita en menos de una hora.

Al toparse con Martina le hizo un gesto pidiendo silencio y señaló con la cabeza la puerta cerrada.

Su jefa puso los ojos en blanco y señaló el reloj colgado de la pared.

Bella sonrió y se encogió de hombros.

Capítulo 47: CAPÍTULO 47 Capítulo 49: CAPÍTULO 49

 


 


 
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