EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125741
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

Mis otras historias:

El heredero

El escritor de sueños

El esciba

BDSM

Indiscreción

SÁLVAME

El affaire Cullen

No me mires así

 El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 5: CAPÍTULO 5

 

CAPÍTULO 5

Afortunadamente, el calor ya iba remitiendo.

Una buena noticia en un día plagado de calamidades. Estaba cansado, no sólo físicamente, ya que llevaba levantado desde las seis de la madrugada, sino que se trataba más bien de un agotamiento producto de encontrarse una y otra vez con muestras de incompetencia.

Aparcó el coche frente a la verja. No estaba muy convencido de hacerlo ya que la casa estaba lo suficientemente apartada del pueblo para que alguien tuviera la tentación de tocarlo.

Atravesó la cancela metálica y subió los tres escalones. Intentando ser positivo, pensó que al menos no perdería tiempo buscando el timbre, no había.

— ¡Voy!

Escuchó una voz al otro lado de la puerta.

Esta vez no tuvo que esperar tanto a que le abrieran.

Una adolescente, seguramente amiga de Renesme, lo miraba esperando que al menos dijera algo. Pero ¿es que en ese pueblo nadie tenía gusto vistiendo? No, desde luego esa frase no era el saludo adecuado.

Joder, ¡qué pintas!

En la puerta se encontraba una castaña con la consabida minifalda vaquera, deshilachada, que dejaba al descubierto unas piernas largas, pero no de esas flacuchas de modelo, no, ésas eran de mujer...

Una camiseta de tirantes bastante escotada contenía a duras penas un buen par de tetas...

Un extraño recogido, como si llevara un plumero en el cogote...

Y, para rematar la jugada, iba descalza mostrando unas uñas pintadas de azul.

Sin duda, una amiguita adolescente más desarrollada que su hermanastra.

— ¿Te pasa algo? —preguntó la chica.

Y Edward dejó de cuestionar algunos de los designios de la moda que jamás comprendería.

—Sí. Perdón, vengo a ver a Renesme.

La joven cambió radicalmente su expresión, mudando de la alegría inicial a la extrañeza y desconfianza. ¿Qué quería ese tipo de Renesme?

—Y... ¿podrías decirme para qué quieres verla? —preguntó ella, preocupada. Aquel hombre, con acento extranjero, ropa de marca y coche extracaro no podía pertenecer al círculo de amigos de una adolescente, y con las cosas que se oían más valía ir con cuidado.

—Mira, es algo personal. Entre ella y yo. No voy a dar explicaciones a sus amigas, ¿de acuerdo?

Ella se quedó un momento sin saber qué decir. Ese desconocido se la estaba buscando. Ya hablaría más tarde con Renesme sobre con quién sí y con quién no debía relacionarse.

—Pues siento informarte que ella no...

— ¿Qué pasa ahí afuera? Se está enfriando la cena..... —La voz que procedía del interior se fue acercando hasta situarse junto a la puerta y mirarlo—. ¡Ah, eres tú! —dijo con evidente disgusto al comprobar quién retrasaba la cena.

La castaña se giró inmediatamente y miró a Renesme de forma interrogativa.

— ¿De qué conoces a este tipo? —preguntó evidenciando su malestar.

Edward no entendía esa actitud tan manifiestamente protectora. Puede que fuera la mayor de las dos, pero... ¿desde cuándo las adolescentes eran tan responsables?

—Lo he conocido hoy —respondió Renesme haciendo una mueca.

— ¿Y le has dicho que venga a buscarte? —La otra mujer mantenía su tono de alarma.

—Pues no. Pero parece que tiene problemas de oído, claro, a su edad...

—Joder, ya vale —intervino Edward.

Y sin esperar a que lo invitaran a pasar, arrastró su trolley y, empujando a las dos, se metió en la casa.

— ¡Eh, un momento! ¿Dónde te crees que vas? —Le interpeló la castaña, que se giró al oír la risa tonta de Renesme—. ¿Se puede saber de qué te ríes y de qué va esto? ¿Quién es ese hombre?

—Y ¿a qué dedica el tiempo libre? ¡No te digo! —contestó Renesme riéndose.

Como estaba claro que así no iba a ninguna parte fue detrás del desconocido. No entendía de qué iba esa charada, pero tenía la intención de enterarse muy pronto.

Con Renesme pegada a sus talones llegó hasta el salón y preguntó en actitud combativa:

— ¿Se puede saber quién coño eres? Tienes tres segundos para decírmelo o llamo a los Mossos d’escuadra ¿entendido? Edward miró a su hermana entrecerrando los ojos, la muy inconsciente se estaba descojonando a su costa.

—Estoy esperando —lo apremió la castaña.

—En todo caso soy yo quien debería pedir explicaciones, ¿no crees? —dijo Edward. Al fin y al cabo, desde un punto de vista estrictamente legal... estaba en su casa.

— ¡Será posible! ¿Tendrá morro? A ver, guapito de cara, no tengo ni idea de qué pretendes pero vas recogiendo tu maleta y te largas con viento fresco —espetó señalándole inequívocamente la puerta.

—Dile a tu amiguita que no se meta donde no la llaman —replicó Edward acercándose a la metomentodo. Al hacerlo, se dio cuenta de que no era tan joven como aparentaba.

—Jo, esto es para grabarlo y colgarlo en el YouTube. Me parto el culo —acertó a decir Renesme entre risas.

—Oye, niñata, mira a ver si dejas de reírte. No estoy de humor.

— ¡Ya está bien! —Se quejó la castaña—. Renesme, dime de una santa vez qué está pasando. Y no empieces con tonterías.

— ¡Oh!, cuando te lo propones eres una aguafiestas. Está bien... —Se dejó caer en el viejo butacón de su padre y dijo de forma poco clara—: El hijo pródigo ha vuelto.

— ¿Qué has dicho? —preguntó mirando al desconocido.

—El tipo este, aquí presente, resulta ser mi querido y estirado hermano mayor —anunció con retintín.

— ¿Es eso cierto? —preguntó mirando al desconocido. Hum, ahora que se fijaba bien... Sí... tenía cierto parecido con Carlisle, y los ojos... Como no podía verlos bien se acercó, con descaro, se puso frente a él y lo comprobó.

— ¡Eh! ¿Qué narices haces? —saltó Edward molesto—. ¿Nadie te ha enseñado un poco de educación? —Bueno, él había examinado a la chica de arriba abajo, pero desde luego con mucha más discreción.

—No lo molestes. Se queja por todo —explicó Renesme y se puso en pie—. Me voy a cenar —dijo dejándolos solos y sin presentarlos.

— ¿No es hora de que te vuelvas ya a tu casa? —preguntó él retóricamente. Pero, a juzgar por la expresión de la chica, debía de haber dicho algo horrible. Y entonces cayó en la cuenta...

Joder, qué tonto había sido. Seguramente las dos pensaban montar algún tipo de fiesta, aprovechando que estaban solas, y claro, su inoportuna llegada estropeaba sus planes.

Lo que le dejaba una alternativa, que no le gustaba nada, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

—Recoge tus cosas, te llevaré a casa de tus padres —dijo resignado.

— ¿Perdón?

—Mira, no tengo ni tiempo ni ganas de discutir asuntos contigo cuando no te conciernen. Está muy bien eso de ser amigas, contároslo todo y demás. Pero hay cosas que deben tratarse en privado. Por lo tanto, andando.

Ella lo miró entrecerrando los ojos, estaba claro que iba a darle guerra y él no estaba acostumbrado a esos arrebatos. Aguantaba demasiadas tonterías en su despacho como para encima soportar la rabieta de una chica.

— ¿Estás sorda?

— ¡Se enfría la cena! —gritó Renesme desde la cocina y ambos se percataron del tonito de guasa.

—Renesme tiene razón, eres un estirado de cuidado —dijo y dio media vuelta en dirección a la cocina.

— ¡No me lo puedo creer! —exclamó, saliendo tras ella. Ya le estaban tocando demasiado la moral como para mostrarse mínimamente razonable.

—Como por la mañana no me comentaste si vendrías o no... Pues no te he preparado nada —le explicó su hermana con evidente regocijo—. Aunque si tienes hambre creo que en el frigo quedan las sobras de mediodía.

—No te preocupes —respondió con sorna.

—Ah, vale. —Se encogió de hombros.

— ¿Estás preparada? —preguntó Edward a la amiguita solidaria.

—Soy lo suficientemente mayorcita para ir y venir a mi antojo. Pero, gracias, se agradece el detalle —espetó alzando la barbilla.

—No lo dudo —murmuró entre dientes contemplándola de nuevo. Había que tenerlos bien puestos para salir así a la calle—. Pero se hace tarde y...

—Mira, tío, no sé qué pretendes. Ésta es tu casa, vale, lo capto, pero no pienso dejar que me eches a la calle. Además ella —señaló a Renesme—, tendrá algo que decir al respecto, ¿no?

—Punto uno, no te estoy echando, simplemente te estoy indicando amablemente que ya es hora de que vuelvas a tu casa y hasta me he ofrecido a llevarte. Punto dos, estoy seguro de que mañana podréis cotillear tan a gusto como queráis las dos, pero en este momento tengo que tratar asuntos familiares que, como comprenderás, no quiero hacer delante de extraños y, punto tres...

Las risotadas de Renesme le hicieron fruncir el ceño y mirarla como si quisiera estrangularla por inoportuna y maleducada.

—Punto uno, me parece que desconoces un detalle muy importante, señor abogado de tres al cuarto. Punto dos, no vas a llegar y organizarnos la vida porque no te lo pienso consentir y punto tres, ¡vete a freír espárragos!

Enfadada con aquel tipo, se sentó de nuevo, no ganaba nada con discutir, únicamente una cena fría.

—Joder, ¡no me lo puedo creer! —murmuró incrédulo, pasándose un par de veces la mano por el pelo. Pero ¿cómo podía ser tan descarada?—. Se acabó. Te largas. Punto final.

—Deja, ya me encargo yo —dijo Renesme poniéndose en pie.

—Punto uno, ella vive conmigo. Punto dos, porque yo quiero; y punto tres: no pienso echar a mi tía a la calle, por muchas razones, entre otras, que me cuida como si fuera mi madre. Punto cuatro: ¡vete al carajo! ¿Te queda claro?

Capítulo 4: CAPÍTULO 4 Capítulo 6: CAPÍTULO 6

 


 


 
14445054 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios