EL INGLÉS

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 25/10/2012
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 48
Comentarios: 193
Visitas: 125766
Capítulos: 57

 

Bella quiere dar un giro a su monótona vida y buscar nuevas experiencias. Ella ansía vivir una aventura y liberarse de los cánones establecidos. Pero en el pequeño pueblo de Cadaqués en el que reside no abundan los hombres.

La oportunidad de dar rienda suelta a sus fantasías se le presenta cuando aparece Cullen un inglés estirado y prepotente al que ella no soporta, pero por el que se siente tentada y atraída.

Las cosas se complican hasta tal punto que lo que iba a ser un apacible mes de agosto termina desembocando en un tormentoso y ardiente verano, en el que tanto Bella como Cullen descubrirán que nadie es lo que parece... 

 

BADADO EN 30 NOCHES CON OLIVIA DE CASADO

Es una adaptación 

 

Mis otras historias:

El heredero

El escritor de sueños

El esciba

BDSM

Indiscreción

SÁLVAME

El affaire Cullen

No me mires así

 El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 53: CAPÍTULO 53

CAPÍTULO 53

Después de las malas noticias, esperaba que Jessica se vengase haciendo mal su trabajo, pero no. Una semana después estaba sentado en su despacho esperando a Rose para solucionar de una vez por todas la situación en el bufete.

Pero, si bien ese tema era importante, tenía otra preocupación que le robaba el sueño. Había hablado con el señor López y, en vez de salir de dudas, ahora estaba mucho más preocupado. ¿Dónde narices estaban metidas esas dos insensatas?

Renesme tenía que estar a punto de empezar las clases y sabía que a responsable no la ganaba nadie, así que no le venía a la cabeza ninguna razón por la que no estuviera en casa.

Y Bella... Bueno, ésa era otra historia. Por lo poco que le había sacado al abogado, había pedido unos días de vacaciones a su jefa y desde hacía una semana se habían ido del pueblo sin decir adónde.

En un principio pensó que quizá habían decidido visitar a los padres de Bella, pero, para dejar a un lado sus dudas, había levantado el teléfono, llamado a Martina y averiguado el teléfono. Así que, como un gilipollas, terminó por hablar con los abuelos de su hermana. En un principio pensó en ocultar su identidad, pero después llegó a la conclusión de que no merecía la pena.

Descuido que pagó bien caro, pues la mujer no paró de preguntarle, de interrogarlo más bien para luego insistir una y otra vez que tenía que ir a visitarlos, que eran familia y que se alegraban muchísimo de que por fin los dos hermanos estuvieran juntos.

Mientras contemplaba el teléfono, no se podía creer que hubiera llegado a tanto.

¿Desde cuándo se preocupaba por algo que no lo concernía?

¿A él qué más le daba lo que hicieran esas dos?

—Toc, toc... ¿Se puede?

Edward dejó de repiquetear con su estilográfica y miró la puerta.

—Adelante —murmuró, sin mucha convicción. Había esperado ese encuentro y ahora no estaba de ánimo para ello. Su cabeza viajaba constantemente a otro lugar y daba vueltas a otras preocupaciones.

—Para insistir tanto en que nos reunamos no te veo muy entusiasmado. Jessica repitió la palabra «urgente» como unas diez veces en cinco minutos.

—Ya la conoces, es demasiado eficiente.

—Pues sí.

Edward observó a la que hasta hacía poco era su prometida y que, de seguir así las cosas, sería su ex socia en breve.

Nadie cambia de un día para otro. Ella seguía mostrándose altiva, conocedora de su posición, pero quizá sí se apreciaba ligeramente que ahora vivía más relajada.

—Imagino de qué quieres hablar —dijo Rose, interrumpiendo sus divagaciones—. Y lo entiendo, siento no haber podido venir antes.

—No lo sientes ni lo más mínimo —la corrigió él y ella sonrió de forma enigmática.

Rose se recostó en su sillón. No merecía la pena andarse con formalismos, los dos se conocían bien.

Ella se encogió de hombros.

—Bien, pues entonces dime qué has planeado. Porque, me apuesto lo que quieras, que ya tienes todo bien organizado y que esto sólo es una especie de deferencia hacia mí. Seguro que incluso habrás hablado con mi padre para no dejar ningún cabo suelto.

Esa valoración era de esperar por parte de ella, teniendo en cuenta los antecedentes.

Quiso decirle que sí, que tenía la razón y plantarle ante sus ojos una propuesta bien redactada y escrupulosamente legal.

—La duda ofende. —Fue una respuesta para darle más emoción al asunto y no estropear sus expectativas. Edward dejó su posición acomodada en el sillón y se puso en pie—. Voy a tener que decepcionarte. —Se deshizo de la chaqueta del traje y se aflojó la corbata.

—Entonces, ¿para qué querías reunirte conmigo?

—Me gustaría conocer tus planes, saber qué quieres hacer con el bufete. Al fin y al cabo, tu padre lo fundó.

Ella arqueó una ceja ante tal comentario.

«Ella desconfía», pensó él.

—Pero para ti este despacho es como tu vida. No sé adónde quieres llegar a parar.

—Muy simple. —Se pasó la mano por su pelo, inquieto. Quería resolver ese asunto para ocuparse del que verdaderamente lo traía por el camino de la amargura—. Quiero saber si vas a volver a tu puesto o si, por el contrario, prefieres que sea yo quien tome las decisiones.

—Si te digo la verdad, en este momento prefiero no trabajar aquí.

—De acuerdo. Mi primera decisión es despedir a Jessica.

— ¿Perdón?

—He hablado con ella. No lo entiende, pero como siempre acepta mis resoluciones... Ya le he hablado a un colega de lo eficiente que es.

—Espera, espera. ¿Hablamos de Jessica, tu fiel servidora? ¿Tu defensora incondicional? ¿Mi más conocida detractora? —Su voz destilaba sarcasmo y realismo a partes iguales.

—Sé perfectamente cuáles son sus sentimientos y he sido claro con ella.

— ¿Y vas a prescindir de ella? No lo entiendo. ¿Qué está pasando aquí? Me voy unos meses y cuando vuelvo resulta que ahora hasta intentas compartir tus opiniones conmigo.

—Haz un esfuerzo. De vez en cuando hasta puedo ser buena persona.

— ¡No me jodas!

La antigua Rose jamás hubiera empleado esa expresión, pero, por lo visto, dos que duermen en el mismo colchón...

—Seré franco. Mi intención es bajar el ritmo de trabajo, tengo que ocuparme de unos asuntos familiares y...

— ¿Familiares? Hum, qué raro. ¿Antepones tu vida personal a la profesional?

—Yo no veo nada raro en ello.

—Pues yo sí. ¿Estás enfermo? ¿Cuánto te queda de vida?

—Ahórrate las tonterías.

—Un momento... ahora que me acuerdo... el mes pasado me acerqué para recoger unos papeles y Jessica, en uno de esos escasos momentos de amabilidad, me comentó que estabas de viaje... En España, para ser exactos. ¿Qué se te ha perdido a ti allí?

—Ya te lo he dicho, asuntos personales.

—No me lo creo —apuntó ella rápidamente—. Te conozco y tú no dejas el despacho vacío durante tantos días.

—Vaya, sí que me conoces...

—Que yo sepa, no tienes familia, o, como mínimo, eso es lo que siempre me has dicho. ¿Qué ha pasado para hacerte cambiar de opinión?

Edward pensó que no tenía nada de malo contárselo, así que empezó por el principio, es decir, por la visita de Manuel López. Ella fue abriendo cada vez más la boca a medida que él le iba dando más detalles. Evidentemente, se centró en Renesme.

— ¡Vaya papeleta! —Exclamó Rose—. Aunque hay cosas que no me cuadran...

Joder, debería haberlo imaginado, su socia tenía un coeficiente intelectual envidiable y quizá él se había dejado llevar, revelando más de lo necesario.

Y, claro, atando cabos, ella era incluso más perspicaz que él.

—Simplemente pretendo supervisar las cosas, nada más.

—Ya, ya. Supervisar, sí claro, demasiada supervisión creo yo.

—No hace falta que pongas esa cara, es lo que hay.

—Mientes —lo acusó ella, sin ningún remordimiento—. Eres demasiado listo, demasiado precavido. Me has contado lo que te conviene, das la información muy filtrada. Pero estoy segura de que te guardas algo, lo más importante.

—Y, según tu instinto, ¿qué crees que me puedo estar guardando?

—Hay dos opciones: o de repente has tenido una crisis existencial, lo cual sería lógico ya que estás más cerca de los cuarenta; o has conocido a alguien que te importa más de lo que tu encorsetada cabeza está dispuesta a admitir.

— ¿Eso ha sido un insulto? —preguntó para nada molesto.

—No lo sé. ¿Lo es?

—Tú sabrás.

— ¡Oh, por favor! ¡Deja de marear la perdiz! —Exclamó Rose que veía la maniobra clara de despiste—. Si te digo que te noto raro, ¿también lo interpretas como un insulto?

—Desarrolla esa idea, si eres tan amable.

—Hum. Analicemos los hechos. De repente desapareces, cosa impensable en ti.

—Fue una emergencia, tenía que solucionar unos trámites.

—Bueno sí, pero... ¿por qué te quedaste allí? ¿Por qué no esperar aquí y volver cuando el notario estuviera disponible? ¿Por qué...? —Se calló de repente y tras unos segundos chasqueó los dedos—. No digas más, hay una mujer.

—Ya te lo he dicho, mi hermana...

—A otro perro con ese hueso. Podías habértela traído, ¿no? Eres su tutor. No. Cuando digo una mujer me refiero a otra cosa, y tú lo sabes.

Edward quería evitar ese tema. No se habla de un rollo de verano con tu ex prometida.

Aunque, de hecho, «rollo de verano» era un término poco apropiado para lo que había sido en realidad.

— ¡No me lo puedo creer! —chilló Rose sobresaltándolo—. ¡Te has colgado de una tía!

—Vaya lenguaje... que estás aprendiendo.

—Déjate de tonterías y responde. ¿Hay una mujer o no?

—Puede ser.

Rose se levantó de su sillón y caminó hasta él. Cuando estuvo frente a él abandonó su expresión de diversión y le dijo:

—Pues esta vez no la jodas.

Rose fue tan rotunda que no le quedó más remedio que cerrar el pico y terminar de aclarar los asuntos referentes al despacho.

Capítulo 52: CAPÍTULO 52 Capítulo 54: CAPÍTULO 54

 


 


 
14445309 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios