Capitulo 7
Fuerza y elegancia. Esas fueron las dos palabras que le vinieron a la cabeza al día siguiente viendo a los Blades calentando antes del entrenamiento, el equipo al completo dando vueltas a la pista de hielo. Resultaba asombroso cómo conseguían que pareciese tan sencillo deslizarse por el hielo sobre unos filos de acero de menos de un centímetro de ancho. Una y otra vez, su atención se volcaba hacia Edward, hacia su potente patinaje. Con la espalda erguida, balanceaba los brazos de un lado a otro y se impulsaba con sus fuertes piernas, famosas por su rápida velocidad de aceleración. Parecía concentrado, aunque relajado, bromeando en todo momento con sus compañeros de equipo. Bella creyó ver sus ojos mirando rápidamente hacia donde ella estaba, percatándose de su presencia, pero no podía jurarlo. Por lo general, él y el equipo parecían ignorarla por completo.
Pero por mucho que tuviera los ojos pegados a la pista de hielo, el oído lo tenía orientado hacia Jason, que estaba chismorreando felizmente con los periodistas.
Los Blades estaban enfrascados en el entrenamiento de jugadas de pase del disco cuando Bella se percató de la presencia de una mujer menuda, curvilínea, con melena de tono Negro claro hasta la altura de la barbilla, que guiaba a dos pequeños rubios hacia los asientos de la zona central de la pista. Antes incluso de tratar de adivinar de quién se trataba, notó los dedos en forma de salchicha de Jason dándole unos golpecitos en la espalda.
—Allí tienes a Alice Whitlock. Vete a hablar con ella sobre lo del reportaje familiar. Cuando haya acabado el entrenamiento, pásate por el vestuario para ver si consigues que algún chico más se apunte a lo de los actos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo—le respondió Bella, levantándose del asiento. El recinto estaba prácticamente vacío exceptuando la prensa y los jugadores, cuyos broncos gritos resonaban por la altura del techo abovedado. Alice Whitlock vio que se acercaba a ella y la saludó con una expresión amigable y acogedora, mientras sus dos hijos seguían emocionados con la carita aplastada contra el Plexiglás que rodeaba la pista de hielo e intentando llamar la atención de su padre.
—Vengan, chicos—dijo reprendiéndolos cariñosamente—Ya saben que papá tiene que estar concentrado—Sonrió a Bella—Hola, soy Alice Whitlock, la esposa de Jasper. Y este par de rufianes son William y Lilian.
—Soy Isabella Swan, la nueva relaciones públicas.
—Jasper me ha hablado de ti—dijo muy amablemente, indicándole que ocupara el asiento a su lado—Me comentó que Edward estuvo ayer algo descortés contigo.
Bella hizo una mueca.
—Sí, no diría que las cosas entre nosotros hayan empezado precisamente con buen pie.
—No te preocupes por Edward. Perro ladrador, poco mordedor.
— ¿Lo conoces bien?
La mirada de Alice se trasladó al hielo, donde su esposo acababa de lanzar en aquel momento un disco en dirección a la portería.
—Es el mejor amigo de Jasper. Empezaron juntos como novatos en el St. Louis.
— ¿Cuánto hace de esto?
—Hace unos cien años—Se echó a reír—Los dos empezaron en la liga profesional a los dieciocho años.
Bella hizo mentalmente algunos cálculos. Quince años. Edward Cullen llevaba quince años como jugador de hockey profesional. Había ganado tres Stanley Cup y ni siquiera había cumplido aún los treinta y cinco. Impresionante, para un deportista.
—Alice, mira, estaba preguntándome...
— ¿Respecto a Edward?—Alice acabó la frase por ella—La respuesta es sí, está soltero.
— ¿Qué? No, no—respondió rápidamente Bella, azorada. ¿Por qué aquella mujer pensaba que ella quería conocer el estado civil de Edward? ¡Ésas eran el tipo de cosas que Victoria solía preguntar, no ella!—Lo que estaba preguntándome era si tú y Jasper estarían dispuestos a ser entrevistados para una revista sobre la duración de su matrimonio, lo que conlleva intentar sacar una familia adelante con la loca agenda de un deportista, cosas así.
Alice parecía incómoda.
— ¿Significaría eso tener gente en casa tomando fotografías?
—Sí.
—No sé. Jasper y yo valoramos mucho nuestra intimidad. Trabajamos duro para mantenernos lejos del ojo público a menos que sea absolutamente necesario. ¿Has probado de pedírselo a cualquiera de los demás jugadores casados?
—Todavía no—admitió Bella—Me he dirigido primero a ti porque Jasper es tanto famoso como respetado. Y ya que accedió a ayudarme con lo de las obras benéficas, pensé que tú estarías dispuesta a ayudarme con esto.
La mirada de Alice resplandecía de orgullo.
—Mi marido tiene un gran corazón. Pero un reportaje familiar... No lo sé, tendré que pensármelo—Su mirada volvió de nuevo a los jugadores que seguían evolucionando en la pista— ¿Forma parte de la iniciativa de Milenio para cambiar la imagen de los Blades?
—Exactamente—Bella no le veía el sentido a edulcorar las circunstancias y quedó gratamente sorprendida con la respuesta de Alice.
—Personalmente, creo que es una buena cosa. Muchos de estos chicos, sobre todo los más jóvenes, están totalmente descontrolados.
—He oído decir que lo mismo sucede con algunos de los mayores—murmuró Bella.
En la boca de Alice se dibujó una sonrisa irónica.
—¿Te refieres a Edward?
—Sí.
—Edward no está descontrolado—respondió con cariño Alice—Simplemente le gusta divertirse.
—Mucho.
—Eso es.
—Con una mujer diferente cada mes.
—Eso es.
—Pues la empresa lo odia.
Alice explotó de risa.
—¡Me imagino lo que Edward tendría que decir al respecto!
—Sólo con que se apuntara para alguna que otra aparición en actos de caridad, tal vez si bajara un poco su ritmo de salidas con mujeres durante la temporada, los jefes quedarían contentos. ¿Algún consejo?
— ¿Sobre cómo manejar a Edward?—Bella asintió al ver un destello de compasión en la mirada cansada de Alice—¿Sabes cuántas mujeres me han formulado esta pregunta a lo largo de los años?
—Cientos, estoy segura—respondió Bella—¿Y qué les respondes?
—Que se olviden. Nadie «maneja» a Edward Cullen; en todo caso, es él quien maneja a los demás.
—Yo no puedo olvidarme de ello, Alice. Es una parte muy grande de mi trabajo.
Alice suspiró.
—Entonces, todo lo que puedo decir es que intentes desgastarlo. Es lo único que podría funcionar.
—Eso pensaba—dijo con cierto abatimiento. Se incorporó y alisó la parte delantera de su falda de ante—Muchas gracias por tu tiempo. Y, por favor, piensa en lo de la entrevista. Ayudaría mucho a mejorar la imagen del equipo.
—Estaremos en contacto—le prometió Alice.
Bella sonrió y regresó junto a Jason. El entrenamiento estaba a punto de terminar. Uno a uno, en fila, los jugadores empezaron a abandonar la pista, aunque los periodistas siguieron por allí. Apenas había tenido tiempo de acomodarse de nuevo en su asiento cuando Jason, siempre sutil, señaló en dirección a los vestuarios. Dándose por aludida, Bella volvió a levantarse y siguió a los jugadores.
Quería asaltar a Edward, conseguir que acabara suplicándole piedad a gritos. Pero esa estrategia no era la más acertada. Intentaría mostrarse cordial. Dulce y agradable. Le ofrecería una solución de compromiso que les beneficiara a los dos. Se llevó por un instante la mano al estómago para acallar las mariposas que allí dentro luchaban por cobrar vida, y entonces entró.
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