(hola chicas aqui les dejo un nuevo capitulo planeaba subirlo ayer pero me quede sin internet y hoy volvio un beso para todas aqui empieza bella a darse cuenta de algo muy importante espero les guste saludos desde Venezuela )
— ¿Es usted familia?
La mujer flacucha y de aspecto cansado sentada detrás del mostrador de enfermería de la Unidad de Cuidados Intensivos examinó a Bella con recelo.
—Soy la hija de Jason Jekens—respondió Bella sin alterarse. La mujer, distraída por la pantalla de ordenador que tenía delante, no le respondió de inmediato. Y cuando lo hizo, fue de forma mecánica.
—Está al final del pasillo, habitación quinientos quince. No se extienda más de quince minutos, por favor.
Bella movió afirmativamente la cabeza y siguió la dirección que le habían indicado, el sonido de sus Tacones de madera sobre el reluciente suelo resonando de forma incómoda en sus propios oídos, sobre todo si lo comparaba con los silenciosos pasos del personal que corría de un lado a otro con calzado de suela de goma. Odiaba los hospitales. Daba igual que Jason estuviera hospitalizado en una de las mejores unidades coronarias del país. Desde el instante en que había puesto el pie en el edificio, después de atravesar las dobles puertas de apertura automática del vestíbulo, se había visto agobiada por una poderosa sensación de angustia. Era el olor: frío, estéril, diseñado para enmascarar el miedo y la enfermedad y la muerte. Debería haber llevado consigo un poco de esa lavanda tan olorosa que cultivaba en su pequeño jardín.
La puerta de la habitación de Jason estaba abierta. No sabía qué le esperaba dentro y dudó antes de entrar. Allí estaba Jason, recostado en una cama de hospital, los ojos cerrados, una palidez fantasmagóricamente verdosa resplandeciendo debajo del delgado fluorescente colocado sobre la cama. Pese a su volumen, los equipos que le rodeaban por todas partes le hacían parecer enano. Por un lado, un monitor cardiaco pitaba su monótona canción mientras que otra máquina, de cuya función Bella no estaba muy segura, producía un contrapunto frenético con su sonido metálico. En su brazo, regordete y peludo, llevaba conectado un suero intravenoso que imaginó sería glucosa. Unos tubos del perímetro de los espaguetis proporcionaban oxígeno a Lou a través de la nariz y sobre el pecho, se veían entrecruzados un montón de tubos más. Notó que se le llenaban los ojos de lágrimas y bajó la vista para recuperar la compostura. Si Jason estuviera despierto, no le habría gustado nada verla llorar.
Cogió una silla, se sentó a su lado y posó su mano sobre la de Jason. Tenía la piel fría. Se asustó. ¿Era normal que tuviese la piel tan fría? Se preguntó si debería llamar a una enfermera. Jason se agitó y pestañeó. Abrió los ojos. Tardó un minuto en darse cuenta de dónde estaba. Y cuando se percató de que Bella estaba a su lado, intentó esbozar una sonrisa.
—Hola, muñeca—Su voz era apenas un murmullo.
—No tienes que hablar—le susurró Bella, dándole un pequeño masaje en la mano para calentársela.
—Quiero hacerlo.
Bella le lanzó una mirada de advertencia.
—Jason, no quiero que te canses.
—Oye—resopló— ¿quién es el jefe aquí?
—En este momento, yo—Alargó la mano para acariciarle con ternura la mejilla—Cierra los ojos si quieres.
Asintió él y cerró los ojos.
—Dice el médico...que mi romance con las hamburguesas con queso se ha terminado.
—Veo que lo has entendido.
Sus ojitos de cerdito glotón se abrieron de nuevo.
—Lo siento.
—No seas ridículo—La mano de Jason empezaba a calentarse un poco y Bella se puso a frotarla con más avidez.
Jason suspiró.
—Me siento mal por tener que dejarte sola con Mike.
—Puedo controlarlo bien—le garantizó Bella.
Jason esbozó una media sonrisa.
—La pregunta es si Mike podrá controlarte a ti.
Bella sonrió, tomándoselo como un cumplido.
— ¿Hay algo concreto que quieres que haga?—le preguntó— ¿Algo de lo que quieres que me ocupe que te hayas olvidado de mencionarle a Sue?
Jason negó con la cabeza.
—Has sido muy amable al venir.
—Eres mi amigo, Jason. Te quiero.
—Yo también te quiero, bombón—Volvió a cerrar los ojos y se hundió en la almohada—Si muero...
—No vas a morirte. Lo cierto es que has estado muy cerca, pero te cogieron a tiempo, gracias a Dios—Se llevó la mano, que había recuperado ya su temperatura, a la boca y le dio un beso.
—Cuando creía que iba a morirme...cuando estaba en el suelo de la cocina...le dije a Lauren que la quería. Me di cuenta de que era lo más importante, que lo supiera. Porque nunca sabes...
—Calla, ya basta. Ya basta de hablar por ahora. Descansa.
Permaneció sentada a su lado, esperando que volviera a dormirse. Entró entonces en la habitación una enfermera con otros dos ramos de flores. La habitación estaba llena a rebosar. Jason era una persona muy querida. Cuando Bella quedó convencida de que estaba descansando a gusto, se levantó, le dio un beso en la frente y se fue, deteniéndose antes de irse en el mostrador de enfermería.
—Estaba preguntándome si podría ponerme al día del estado de mi padre —le dijo educadamente a la misma enfermera con la que había hablado antes.
— ¿Qué quiere saber?
— ¿Está fuera de peligro?
—Sigue aún en estado crítico.
— ¿Y eso qué quiere decir?
La enfermera parecía impaciente.
—Que estamos haciendo todo lo posible, pero que en todo momento tenemos que controlarlo para asegurarnos de que no vuelve a sufrir un infarto.
—Entiendo—dijo Bella casi sin elevar la voz—Gracias.
Aturdida, avanzó por el silencioso pasillo en dirección a los ascensores. La angustia le apretujaba el corazón como unas tenazas. No soportaba la idea de que Jason muriese. Se lo imaginaba tendido en el suelo de la cocina mirando la cara asustada de Sue, diciéndole que la quería. Y ahora sí dio rienda suelta a sus lágrimas. «Todos—pensó apesadumbrada—todos estamos verdaderamente solos a menos que nos acerquemos, conectemos, y digamos lo que siente nuestro corazón». Aquella verdad la dejó abrumada. Paró un taxi al llegar a la calle. Cuando el taxista le preguntó dónde quería ir, le dio la dirección de Edward.
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