Contacto (+18)

Autor: greis24
Género: Romance
Fecha Creación: 27/04/2013
Fecha Actualización: 01/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 28
Comentarios: 165
Visitas: 82005
Capítulos: 51

Isabella Swan es una joven publicista con una tarea difícil por delante: transformar al equipo de Hockey sobre Hielo New York Blades, unos chicos bebedores, gamberros y salvajes en un grupo dócil y educado. su mayor obstáculo será  el capitan Edward Cullen, para quien el concepto de relaciones Públicas significa salir con una modelo diferente cada semana. L a actutud negativa de E dward a la hora de hacer algo similar a un anuncio dirigido al público familiar entorpecerá los objetivos profesionales de Isabella. El odio es mutuo hasta que -sin quererlo ni buscarlo- se encontrarán descubriéndose el uno al otro sus virtudes más recónditas.


Contacto la historia es original de un libro de deirdre Martin. Escrita primeramente por Cerezo de Luna con los personajes de Sailor Moon, yo con el debido permiso de ella lo tomé y le hice algunos cambios incluido los personajes de la saga crepúsculo de la magistral Meyer, les recuerdo que la copia y publicacion de esta historia esta prohíbida sin el permiso de cerezo o el mío. sin mas que decir espero que disfruten la historia aqui les dejo el prefacio. ( aqui tienen una pagina que acabo de crear donde publicare mis siguiente proyectos y les recomendare historias y canciones las que gusten agreguenme https://www.facebook.com/pages/Historias-Greiis/473715916083296 )

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Capítulo 47: capitulo 47: la decision de bella

( Hola a todas mis chic@s... estoy muy emocionada este capitulo me encanta a me a Jasper creo que ustedes tambien lo haran, nos quedan pocos capitulos espero que mis lectoras silenciosas voten y comenten si aun no lo han hecho les mando un gran abrazo Navideño.... desde Venezuela el capitulo esta dedicado a Gloria Cullen.... que siempre me comenta la historia gloria gracias por tu apoyo sigue asi hasta el fin jajaja ok no ya las dejo para que lean)

 

 

Los Blades ganaron los cuartos de final de la Conferencia Este contra el Boston con una victoria aplastante en los cuatro partidos, y después triunfaron en las semifinales de la Conferencia Este en una batalla brutal a siete partidos contra el Filadelfia. Estaban posicionados para enfrentarse al Pittsburg en la final de las series. El ganador se enfrentaría al Los Ángeles en la final de la Stanley Cup.

Pero a Isabella le daba igual.

Habían transcurrido seis semanas desde que Edward la había dejado tambaleándose. Sí, se hacía la valiente y seguía partiéndose el culo en el trabajo, pese al estrés que le suponía tener que trabajar con el cabrón de Mike, que había conseguido—aunque sólo temporalmente—convertir su vida en un combate infernal contra los medios de comunicación. Y seguía asistiendo a entrenamientos y partidos, como era habitual, y guiando a la prensa, y atendiéndola en nombre de un equipo que disponía de muy poco tiempo para ocuparse de unos medios de comunicación que no cesaban nunca de exigir, especialmente a Edward, aunque cabía reconocer que él hablaba con regularidad con aquellos periodistas neoyorquinos especializados que mejor conocía y en quienes confiaba.

Pero por dentro, estaba destrozada. Tener que ver a Edward a diario, verse reducida a los saludos de rigor y a fragmentos de conversaciones, era una auténtica tortura emocional. Cada vez que sus ojos se cruzaban y él desviaba los suyos, se marchitaba en su interior un trocito más de su corazón. Pasaban los días y cada vez le resultaba más duro levantarse por las mañanas, más duro pensar que merecía la pena el esfuerzo. Lo único que quería era dormir, llorar y comer.

El día después de que los Blades superaran las semifinales contra el Filadelfia, un miércoles, el estrés de sus muchos malabarismos acabó finalmente superándola y cogió un día libre por baja por enfermedad. Simplemente, se sentía incapaz de ir a trabajar. El jueves, cuando se despertó con la misma sensación de depresión y terror, volvió a cogerse otro día de baja. Al final de la jornada, sabía que haría lo mismo el viernes; al fin y al cabo, ¿qué sentido tenía ir por sólo un día?

Pasó el viernes igual que había pasado los dos días anteriores, ganduleando por el apartamento vestida en chándal, comiendo las galletas y los bizcochos que ella misma había preparado. En el último mes y medio debía haber engordado más de tres kilos. Cuando Victoria llegó a casa al salir del trabajo y la encontró acurrucada en el sofá, mirando el programa de Oprah, llorando sin parar y con una bandeja medio vacía de galletas, supo enseguida que allí había un problema gordo.

—¿Sabes qué?—anunció animadamente Victoria, cogiendo una galleta y dándole un mordisco a la vez que apagaba el televisor—O acabas con todo esto o te llevo a un loquero, aunque sea arrastrándote.

—Estoy bien—dijo Bella con languidez.

—Claro, por eso llevas tres días sin ir a trabajar y estás aquí llorando.

—Es el síndrome premenstrual.

—De ser éste el caso, llevas seis semanas con síndrome premenstrual. ¿Quieres que llame al Libro Guinness de los Records?

—Muy graciosa—Se sentó y se secó las lágrimas.

—No se lo merece, Bells—le dijo Victoria amablemente—¿Es que no lo ves?

—Ya lo sé que no se lo merece—Cogió un Kleenex de la caja que había en la mesa y se sonó con fuerza—Pero no puedo sacarme de encima la sensación de que...—Negó con la cabeza y los ojos se le llenaron de nuevo de lágrimas, incapaz de continuar.

— ¿Qué?

—De que teníamos algo de verdad. Algo más allá del sexo—Aporreó el brazo del sofá— ¡Y me cabrea que él no lo viese!

—No importa. Sé que no es lo que quieres oír, pero es la verdad. No importa que los dos fueran los próximos Romeo y Julieta de la historia. Él lo acabó. Se ha terminado.

— ¿Pero por qué?—preguntó quejumbrosamente Bella— ¿Por qué no me quiere? ¿Tan horrorosa soy?

—Ya lo dijiste tú misma: es un retrasado mental superficial y unidimensional que se aterroriza ante la intimidad—Le pasó a Bella otro pañuelo de papel para sonarse—Tienes que pensar que es igual que todos esos tíos arrogantes y cabeza hueca del instituto que tanto odiabas.

—No es tan sencillo.

—Ya sé que no lo es—reconoció Victoria, subiendo las persianas—pero te iría bien—El luminoso sol de mayo entró por las ventanas.

—El problema es tener que verle cada día—La repentina entrada de luz le hizo parpadear—Si no tuviese que verle en el trabajo, creo que estaría llevándolo mucho mejor. Pero entre eso y tener que cubrirme la retaguardia con Mike, estoy a punto de tirar la toalla.

— ¿No dijiste que Jason regresa dentro de dos semanas?

—Se supone—se quejó Bella.

—Pues eso debería ayudarte, ¿no?—Victoria se dejó caer en el otro extremo del sofá, se quitó los tacones y se dispuso a darse un masaje en los pies—Y en cuanto al señor Cullen, lo único que tienes que hacer es superar las dos siguientes rondas de las eliminatorias y se habrá acabado la temporada. No tendrás que verlo durante todo el verano.

—Eso es verdad—reconoció Bella. Dejó asomar una mano por detrás de la manta que la cubría para coger otra galleta, pero Victoria le lanzó tal mirada de franca desaprobación que volvió a guardarla—Pero tendré que volver a verlo cuando la temporada vuelva a empezar en otoño.

—Por entonces ya estarás bien—dictaminó Victoria.

Los ojos de Bella se llenaron de nuevo de lágrimas.

— ¿Y si no lo estoy?

—Si no lo estás, encontrarán tu cuerpo flotando en el East River porque yo te habré matado. Mira, todo podría ser siempre peor.

— ¿Cómo?

—Podrías estar aún con Benjamín.

Bella se echó a reír aun sin quererlo.

—A lo mejor lo llamo—Victoria la miró horrorizada.

—Era un chiste, Vicky. Creo—Suspiró—Sólo...que no sé si quiero seguir con esto. No es sólo por lo de ver a Edward. Es saber ahora que si realmente me propongo alguna cosa, a nivel de trabajo claro está, puedo conseguir lo que quiera. A lo mejor ha llegado el momento de lanzarme en picado e iniciar mi propio negocio. No lo sé—Se dio cuenta de que Victoria se ponía pensativa—¿Qué? ¿Qué sucede?

Victoria dejó el pie derecho en el suelo y empezó a trabajar los dedos del pie izquierdo.

—No pensaba decirte nada hasta estar segura al cien por cien, pero viendo que estás tan mal de forma, tal vez sea el momento de hablar del tema.

— ¿De hablar de qué tema?—preguntó Bella, intentando ignorar el reclamo de las galletas.

—La semana pasada me ingresaron el dinero de la liquidación del acuerdo por la pesadilla de lo de James.

— ¿Y...?

—Estoy pensando en utilizarlo para iniciar mi propia empresa de relaciones públicas—Hizo una pausa para imprimir más dramatismo—Y quiero que la dirijas conmigo.

A Bella le dio un vuelco el estómago.

— ¿Hablas en serio?

—Ya sabes lo que es trabajar para el canal. Ya no puedo más. De todos modos, la mitad de los actores se mueren por tener un representante personal, y tú y yo tenemos muy buenos contactos. De hecho, apostaría lo que quisieras a que a más de uno de los Blades no le importaría contratar una relacionista publica personal si el asunto se le presentase como es debido. No quiero decir con ello que yo les representara, pero tú...

Bella se mordisqueó la cutícula de su dedo índice.

—Bueno...—respondió, tentativamente.

—Ahora no tienes que pensar en eso—le garantizó Victoria—Espera a que acaben las eliminatorias y veas las cosas en perspectiva—Le sonrió tímidamente a Bella—Pero sería estupendo volver a trabajar juntas, ¿no?

—Sería la bomba—dijo Bella. El único problema era que eso la obligaría a ser la total y única responsable de su propia felicidad. Cumplir un sueño. ¿Podría?

—Y bien—dijo Victoria, levantándose—¿Dónde te gustaría ir a cenar?

Bella gruñó.

—Victoria...

—No pienso aceptar un no por respuesta. Quiero que te levantes, te vistas, te maquilles un poco y decidas dónde vamos a ir a cenar. Anda que voy a permitir que sigas con esta fiesta de lágrimas.

Bella sonrió aun sin quererlo.

—Eres una buena amiga, ¿lo sabías?

—Lo intento. Sólo desearía poder hacer alguna cosa más para que te sintieses mejor. Mi tía abuela Dora conoce algunos maleficios sicilianos antiguos. ¿Quieres que le eche mal de ojo a Cullen?

—Creo que ya lo ha hecho. ¿Has leído lo que dicen últimamente sobre su juego?

Edward estaba jugando bien, pero no estupendamente. Todos los periodistas deportivos, sin excepción, estaban obligados a mencionarlo en los artículos que redactaban sobre el equipo. Milenio no estaba satisfecho con la cobertura de prensa, lo que dejaba a Bella asombrada. Los Blades habían llegado hasta la final de la Conferencia Este, por el amor de Dios. ¿Qué querían? ¿La perfección? Pero aun así, sentía cierto placer perverso al ver que el juego de Edward no era tan impresionante como podía llegar a ser. «Perdedor—pensaba—Eso es lo que has conseguido por lanzar por la borda lo que podríamos haber tenido».

—De hecho—reflexionó Victoria, situando la bandeja de galletas de tal modo que quedara lejos del alcance de Bella—creo que los maleficios son más bien para el ganado...cosas así como «Mal de ojo para tus pollos» o «Que tu vaca caiga muerta por la viruela». Creo que no son muy efectivos con los jugadores de hockey profesional.

—Ya. Pero gracias por la idea.

—De nada. Y ahora vístete. Vamos a salir, te guste o no.

 

 

«Pese a que a nadie le cabe la menor duda de que el capitán Edward Cullen sigue liderando al equipo dentro y fuera del hielo, su nivel de juego se ha deteriorado claramente en comparación con el que tenía en esta misma época el año pasado. ¿Será la edad? ¿El cansancio de la batalla? Sea cual sea el origen de su a menudo poco inspirado rendimiento, lo que es seguro es que si no apuesta fuerte en las series contra el Pittsburg, los Blades podrían acabar empezando sus vacaciones de verano mucho antes de lo esperado. »

 

 

Edward serpenteaba impaciente entre el tráfico. Veía aún a través de su ojo mental las palabras que ese cabrón había escrito en la edición del Times de aquella mañana.

— ¡Que te jodan!—exclamó en voz alta, aporreando el volante— ¡Los que pueden, lo hacen, y los que no pueden se convierten en periodistas deportivos! —Tomó nota mental del nombre de aquel cabrón para más tarde, después del entrenamiento, cogerlo por su cuenta y decirle exactamente lo que pensaba. «Falto de inspiración, y una mierda—pensó—Y en cuanto al deterioro de su juego...».

El problema era que el cabrón tenía razón. Su juego estaba ligeramente por debajo de su media y sabía por qué, lo que le cabreaba más aún. Era por Bella.

Por mucho que lo intentara, no podía concentrarse plenamente, era imposible teniendo que ver su cara cada mañana en los entrenamientos, y luego viéndola, noche tras noche, allí sentada en la tribuna de prensa, viéndole jugar. Su nivel de juego estaba flojeando. Por Dios glorioso, ¿acaso no podía darse un respiro? ¡Tenían partidos de hockey muy serios por delante! Hockey a nivel de eliminatorias. Hockey que le exigía estar plenamente centrado y mentalmente preparado. Le consumía la idea de saber que estaba dando el noventa y nueve coma nueve por ciento cuando debería estar dando el ciento diez. Y no sabía qué demonios hacer al respecto.

 

 

Billy abrevió el entrenamiento. Estaban agotados y necesitaban descansar. Faltaban sólo tres días para enfrentarse en el hielo contra el Pittsburg en su pista, lo que suponía una clara desventaja. En lugar de buscar al periodista cabrón, Edward decidió repasar el informe diario de lesiones preparado por los entrenadores y los preparadores físicos del equipo. James aparecía aún con su «rutinaria» lesión de tobillo. Paul tenía el hombro izquierdo abierto. Había dos chicos con contusiones; su defensa más duro tenía costillas rotas. Tampoco es que la cosa estuviera tan mal; había visto informes de lesiones diez veces peores que aquél. Pero lo que le dejaba helado era que algunas de las lesiones fueran de dominio público. También había leído algo sobre ellas en el periódico de la mañana. Y eso no era bueno. Afectaba la moral del equipo, mancillaba la percepción del público y, peor que todo, explicaba a sus oponentes contra quién debían ir exactamente cuándo salieran a la pista.

Tendría que hablar con Bella—no, con Mike—y hacerle saber que a partir de aquel momento, se prohibía la entrada de periodistas en el vestuario. Eso era lo que habría hecho Jason. Nada era más importante que dar a los chicos todas las oportunidades posibles para obtener la victoria. Y eso era imposible si la prensa no paraba de contar historias sobre lo machacados que estaban. Sacudió la cabeza, molesto, y se dirigió a las duchas.

Acababa de cerrar la cremallera de la bolsa y se disponía a descansar un poco en el banquillo situado delante de su taquilla, cuando apareció Jasper, que estaba vistiéndose.

— ¿Seguimos quedando para comer?—le preguntó.

—Claro que sí—respondió Edward, sus palabras resonando en el vestuario vacío. Él y Jasper siempre eran los últimos en irse.

Jasper miró cómo Edward se abotonaba su camisa de algodón.

—La despachaste, ¿verdad?

—Sí.

—Eso pensaba.

— ¿Qué?—dijo enseguida Edward.

—Que eso pensaba.

— ¿Qué demonios quieres decir con eso?

—Quiero decir que ahora sé por qué no estás jugando como si tuvieras diecinueve años—Cogió los pantalones vaqueros que tenía colgados en una percha de la taquilla, se los enfundó y luego remetió la camisa en los pantalones—Es por Bella—Su mirada era muy directa—La echas de menos.

—Búscate la vida, ¿lo harás, por favor?—le soltó Edward.

—No, búscate tú la vida—le respondió Jasper—¿Qué demonios te ocurre, tío? Ella es lo mejor que nunca te ha pasado. Te ha convertido en humano.

—Sí, gracias.

—Pues es verdad—Sacudió la cabeza con incredulidad— ¿Por qué lo hiciste?

Edward se pasó una mano agotada por los ojos.

—Ya sabes por qué lo hice. Porque no puedo con el hockey y una relación a la vez y estar además al máximo de mi juego.

—Me parece interesante—Jasper se acercó al espejo situado al final de la hilera de taquillas—Permíteme que te pregunte una cosa. ¿Estoy yo en el máximo de mi juego?

—Sin lugar a dudas—respondió Edward— ¿Pero qué tiene eso que ver con todo?

—Bien—dijo Jasper, desenredándose el cabello—sabes muy bien que tengo una esposa y unos hijos y juego al hockey, pero para ti parecen ser cosas mutuamente exclusivas.

—Porque tú eres tú y yo soy yo.

—Eso es escaquearse y lo sabes muy bien.

Edward bufó.

—Tal vez lo sea para ti.

— ¡Mira, idiota, eso de no tenerla en tu vida está afectando tu juego! ¿No te dice esto algo?

—Sí, me dice que tengo que concentrarme más cuando estoy en el hielo.

— ¿Es que no lo captas?—preguntó Jasper. Empezó a llenar su bolsa de gimnasia—Tu carrera no durará eternamente. Si tienes un poco de suerte, te quedan seis, tal vez siete años. ¿Qué harás cuando esto se termine, Edward? ¿Quedarte sentado y solo y contar los anillos de la Stanley Cup que has conseguido? Sé que esto te sonará como una blasfemia, pero construir una vida al lado de alguien es más importante que ganar la Copa. Y además, no es imposible conseguir las dos cosas.

—Lo es para mí.

—Entonces, con todos mis respetos, eres un perdedor—Jasper apoyó un pie en el banco y se ató los zapatos—Te quiero hasta la muerte, colega, pero si no puedes armonizar el tener una relación de verdad con conseguir la Copa, entonces es que algo no te funciona nada bien.

—Supongo que hay algo que no me funciona nada bien—dijo Edward con frialdad, pese a que las palabras de su amigo lo habían conmovido. Se levantó y se colgó la bolsa al hombro— ¿Estamos listos?

—Sí, ya estoy listo —gruñó Jasper.

Y salieron juntos del vestuario.

 

 

—Mira esto—De pie detrás de su mesa,  Jason sujetaba en lo alto una hoja mustia de lechuga para que Bella la inspeccionase—¿Puedes creerlo?—Dejó caer de nuevo la hoja en el recipiente de aluminio con ensalada que tenía delante, cogió una bolsita con palitos de zanahoria y la agitó—¿Y qué me dices de esto? Apetitoso de verdad, a que sí—Soltó la bolsita, asqueado—Ahora pretenden que viva de comida de conejo. Increíble.

Era tan estupendo tenerle de regreso, que a Bella no le importaba que se quejase o el rato que destinara a sus quejas...siempre le escuchaba encantada. Seguía estando extremadamente obeso, pero nada que ver con las dimensiones «de ballena» que había alcanzado antes del infarto. De hecho, le habían desaparecido un par de papadas y los botones de sus camisas ya no parecían estar siempre a punto de explotar. En realidad, le iban un poco grandes. Se decía que, bajo la estricta supervisión del médico, caminaba veinte minutos cada día en la cinta. Para un hombre cuya definición del ejercicio era abrir y cerrar la puerta de la nevera, era un avance monumental. Bella rezaba para que llegara a darse cuenta de que cuidarse merecía la pena. La idea de un mundo sin Jason era demasiado horrible para ser considerada.

Llevaba dos días reincorporado a su puesto y en ese tiempo, para consternación de Mike que merodeaba malhumorado por la oficina como un villano de dibujos animados, había recuperado el control total y absoluto. Jason le había dicho:«Sé realista respecto a la nueva situación o lárgate», lo que le había encantado a Bella. Pero la turbación se apoderó de ella cuando Jason le dijo que quería hablar con ella en privado, y mucho más aún cuando Jason cerró a sus espaldas la puerta de su despacho.

—Y bien, ¿qué hay?—preguntó después de que él acabara de charlar sobre su comida sana.

Jason cogió un palito de zanahoria de la bolsa y, después de tomar asiento, empezó a masticarlo.

—Tengo que saber una cosa y esta conversación quedará entre nosotros, te lo prometo.

Bella se quedó helada.

—De acuerdo.

—Ese asunto entre tú y Cullen. ¿Es cierto?

Bella se sonrojó, azorada.

—Lo era. Ya se ha acabado.

— ¿Cómo se enteró la prensa?

Bella dudó.

—Yo...

—Fue Mike, ¿verdad?

Bella siguió en silencio.

—Mike estaba cabreado porque no le habían nombrado mi sustituto temporal y se dedicó a descubrir el pastel esperando que entonces te dieran puerta, ¿verdad? No pasa nada, puedes contármelo. No pienso salir de aquí y hundir en la miseria a ese mentecato, te lo prometo.

Dios, cómo deseaba soltarlo todo y explicarle a Jason hasta qué punto la había amenazado Mike, pero no podía hacerlo, porque no quería que se alterara. Se inclinó hacia delante con cuidado de que no le saltaran, en este caso a ella, los botones de la blusa. Los pantalones le apretaban de tanto comer pastelitos. Tenía que empezar a controlar sus hábitos alimenticios o si no, cuando llegase el verano, no le entraría absolutamente nada. Miró a Jason.

—Fue Mike quien lo filtró a la prensa—admitió.

—Hijo de...Lo sabía. Sabía que a esa comadreja le reventaba que le fastidiase sus oportunidades de andar pavoneándose por aquí como si fuese el rey—Su mirada se tornó compasiva—Lo siento, muñeca.

— ¿Estás enfadado?—preguntó tímidamente Bella—¿Por qué Cullen y yo nos liáramos?

—Antes del infarto lo más probable es que te hubiera leído la cartilla, y a lo mejor incluso te habría despedido de haber estado lo suficiente excitado. Pero ahora me importa un comino lo que haga la gente, siempre y cuando sea feliz. De modo que, en respuesta a tu pregunta, no, no me molesta...aunque si te ha hecho daño, tendrá que pagarlo.

—No me hizo daño—mintió Bella, conmovida por su preocupación—La ruptura fue mutua.

—Muy bien, entonces.

Bella se hundió en el sofá, aliviada. «Gracias a Dios que esto le parece bien», pensó. Observó a Jason simulando disfrutar de su ensalada.

—No le dirás nada a Mike, ¿verdad?

—No, sobre esto no. Pero pienso preguntarle si no se considera un retrasado mental por dar a conocer a la prensa los informes de lesiones de los jugadores. A partir de ahora, si alguien te pregunta algo, tú cierras el pico, ¿entendido?

—Tengo el «Sin comentarios» zumbando en la cabeza el día entero—le recordó Bella, y era cierto.

—Bien—Frustrado, Jason soltó el tenedor de plástico que había estado utilizando hasta el momento—Juro por Dios que estoy tan muerto de hambre que me comería incluso mi propia puerta—Cogió el teléfono.

— ¿Qué haces, Jason?

— ¿Qué piensas que estoy haciendo? Mandar a una de las chicas de recepción ahí enfrente para que me compre un donut de los grandes y un café.

— Jason—le dijo Bella en tono de reproche—Dile que te traiga un café solo y una rosquilla sencilla. Es una elección mucho mejor.

—Es un ABURRIMIENTO.

—¡Jason!

—Está bien, está bien—Pidió lo que Bella le había dicho y colgó el teléfono—¿Feliz?

—Mucho.

—Sí, bueno, pues no te durará mucho cuando veas esto.

Bella le vio coger un pedazo de papel de fax arrugado que había sobre la mesa.

—Algo que tienes que conseguir que haga Cullen, y lo de conseguir lo digo en serio.

— Jason...

—Léelo.

Salió de detrás de la mesa para entregarle el papel. Era una carta de Emily Young, socia de los Blades de toda la vida y presidenta del Blades Fan Club, dirigida a Jason. Había sido despedida de su trabajo y no podía permitirse comprar las entradas para las fases eliminatorias de la Stanley Cup. Se preguntaba si Jason conocía a alguien que pudiera estar interesada en comprarlas a través de su carné de socia. De ese modo, podría conservar sus derechos sobre ellas el año siguiente, cuando esperaba haber encontrado un nuevo trabajo.

Bella dejó el fax sobre la mesa.

— ¿Y dónde interviene Edward en todo esto?

—Quiero que prepares una sesión fotográfica en la que él pase el sombrero entre los jugadores para recolectar dinero para Emily, para que pueda comprar las entradas.

—No lo hará, Jason. Y mucho menos ahora que estamos en eliminatorias.

—Tiene que hacerlo—insistió Jason—Si no lo hace, Emily podría ir a llorarle a la prensa y decirle que la organización a la que ha dedicado su vida se ha negado a ayudarla, lo que nos hará quedar como un puñado de gandules avariciosos e indiferentes. ¿Quién demonios puede negarse a una anciana, por el amor de Dios?

—Edward Cullen.

—No puede ser un hijo de puta sin corazón de ese calibre.

«Oh, sí, y tanto que puede», pensó Bella.

—Deberías hablar tú con él del tema, Jason. El fax va dirigido a ti.

—Pero tú, niña, sabes mejor cómo conseguir que haga este tipo de cosas.

— ¡Ya no!

—Dejando a un lado los temas personales, en otoño conseguiste que se presentase a aquel acto de United Way. Sé que puedes conseguir que haga esto.

Bella suspiró, atrapada.

—Lo intentaré—dijo apesadumbrada.

—Haz algo más que intentarlo. Suplícale. Sedúcelo. Amenázalo. Cullen conoce a Emily, sabe lo mucho que esto significaría para ella. No temas apretarle y hacerle sentirse realmente culpable.

«Oh, me encantaría—pensó asqueada Bella—Más de lo que te imaginas».

— ¿Y si no funciona?—se atrevió a preguntar.

Jason mordió con fuerza una zanahoria.

—Entonces es que es un verdadero cabrón.

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Capítulo 46: capitulo 46: El adios Capítulo 48: Capitulo 48: Corazón de Hielo o no?

 


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