Capitulo 25
(chicas siento no haber actualizado ayer, mi escusa es que estaba en el baby shower de mi mejor amiga del liceo..... todo estuvo genial... excepto los golpes que me dieron en los juegos... fue horrible, pero igual me diverti aqui tienen un capitulo que les enervar la sangre)
El contacto de la fría pared de metal del retrete contra su mejilla la tranquilizó. Finalizada la rueda de prensa, había salido volando en dirección al lavabo de señoras con el único deseo de esconderse. A partir de aquel día sabía que si en algún momento decidía cambiar de carrera profesional, podía dedicarse a actriz. En un mismo día, había tenido dos actuaciones dignas de Oscar: una, hacía tan sólo unos minutos, enfrente de los medios de comunicación; la otra, por la mañana en el vestuario, y ambas con guiones detalladamente elaborados. Fingiendo. Y, para Bella, mintiendo de todas, porque ella ni apoyaba a James, ni estaba a su lado, sino que quería que se pudriese en la cárcel, que sufriese, que pagara. Y por muy buena que hubiera sido su actuación en el vestuario, sabía condenadamente bien que todos los jugadores presentes que sabían de su relación con Victoria tenían que saber que ella no se creía ni una sola de las palabras que salían de su boca.
Se preguntaba al respecto. Se preguntaba qué pensarían de ella después de aquello. ¿La verían como una hipócrita? ¿Cómo alguien que se limitaba a hacer su trabajo? ¿Pensarían que había traicionado a Victoria? ¿O estúpidamente, equivocadamente, pensarían que ella creía que James era inocente? Le resultaba insufrible la idea de que alguien pensara que ella, precisamente, no creía la historia de Victoria. « ¿Cuántos de ellos habían creído esa historia?», se preguntó. Edward la creía, estaba segura. Jasper Whitlock, también, pese a no haber tenido aún oportunidad de hablar con ninguno de los dos. ¿Y el resto del equipo? No estaba tan segura. Durante su discurso, había sorprendido algunas miradas de comprensión de los chicos en dirección a James. Se había dado cuenta además de que algunos le habían dado una palmadita en la espalda al pasar por su lado, un gesto inequívoco de solidaridad. Bella había sentido náuseas al verlo. Había sentido náuseas incluso por verse obligada a estar en la misma estancia que James. Su impulso había sido, de entrada, quedarse mirándolo fijamente, desafiarlo, pero no podía hacerlo. Los hechos tenían que ir parejos a las palabras en la medida de lo posible. Y, por lo tanto, se había limitado a evitar el contacto visual con él mientras ponía toda la carne en el asador con el resto del equipo, cuidando de cruzar la mirada con todos y cada uno de sus componentes, como siempre hacía, y tratando de mantener la voz firme e inquebrantable. Podía afirmar con toda franqueza que en aquel momento odiaba su trabajo y el lugar hasta donde la había llevado. No tenía integridad. La palabra la hizo reír, un sonido cavernoso que resonó en las paredes embaldosadas del baño vacío. Integridad. ¿En qué planeta vivía? Las relaciones públicas podían llegar a ser la antítesis de la integridad, sobre todo para quien creía en el eterno dicho de que la mala publicidad no existe. Las intervenciones de cirugía estética, las borracheras públicas, los divorcios, los adulterios, las violaciones... la materia prima de las relaciones públicas. ¿Y qué importancia tenía que el actor cuestionado comprara cinco mil dólares de crack a un policía secreto, o que la joven promesa del hockey atacara sexualmente a una mujer? ¿Qué importancia tenía si luego la maquinaria de relaciones públicas se aseguraba de que sus acciones no influyeran negativamente su capacidad de dar dinero en taquilla o enriquecer a sus superiores? La ofensa cometida era un elemento secundario: lo importante era seguir en el ojo público. Y ésa era la carrera profesional que había decidido seguir.
Salió del retrete, se acercó al lavabo que le quedaba más próximo y humedeció una toalla de papel que luego se llevó a la nuca. Estaba pegajosa, como si tuviese una subida de fiebre provocada por una gripe. Miró su cara reflejada en el espejo. Estaba pálida y cansada, como si acabase de pasar por una experiencia terrible, por la que, por supuesto, había pasado. «Pobre de mí», pensó, burlándose de su reflejo. Entonces se le ocurrió que cuando llegase a casa tendría que explicarle a Victoria, en el caso de que su abogada no lo hubiese hecho ya, que había tenido que dar aquella rueda de prensa. Estupendo. Sabía que Victoria entendería que se había visto obligada a hacerlo, pero también se imaginaba a Victoria diciéndole que si la situación hubiese sido al contrario, ella habría dimitido. «Tal vez eso es lo que tendría que hacer—pensó Bella—Dimitir».
La puerta de los lavabos de señoras se abrió sin hacer ruido. Bella miró el espejo y encontró reflejada la imagen de James. Se volvió hacia él.
— ¿Qué demonios te crees que estás haciendo?—El miedo se apoderó de ella en forma de sudor frío. ¿Sabría alguien más que ella estaba allí?
—Bella, por favor, tengo que hablar contigo.
—Dame un buen motivo por el que debería escuchar cualquier cosa que salga de tu mentirosa boca.
—Pues que soy un ser humano, un ser humano como tú—Tenía las manos extendidas en un ademán de súplica—Dos minutos, por favor.
La mirada de Bella se deslizó por toda la longitud de aquellos brazos hasta llegar al vendaje que le cubría la mano derecha. El zumbido de la cabeza empezó de nuevo, suave pero insistente.
— ¿Qué te ha sucedido en la mano, James?
Su mirada descendió brevemente hasta la mano y luego volvió a clavarse en ella.
—Me he lesionado en el entrenamiento.
—Mentiroso.
—Bella, por favor.
— ¿Qué?
—Tú amiga, lo que dice no es verdad, no sucedió así.
— ¿Oh?—Bella tuvo que reprimir una mueca de desdén—¿Y qué sucedió?
—Tu amiga, tenía muchas ganas de divertirse. Muchas, y decía: «Bésame, tócame». Y yo la besé y la toqué.
—Y entonces te pidió que pararas, pero tú no lo hiciste.
—No. No. Yo seguí y ella decía: «Más, más». Así que yo le di más y entonces paré porque la respetaba y ella se volvió loca, se enfadó porque yo no la quería, y se volvió loca conmigo. Te juro que es la verdad.
Bella seguía incrédula.
— ¿Y tú esperas que me lo crea? ¿Tú esperas que te crea a ti y no a ella? ¿Por qué tendría que hacerlo?
— ¡Porque te estoy diciendo la verdad!—exclamó. Su cara empezaba a ponerse colorada de frustración— ¿Por qué no me crees?
— ¿Por qué? ¡Porque sé a ciencia cierta que mientes, James! ¡Vivo con Victoria! ¡Vi en qué forma se encontraba cuando consiguió salir de tu apartamento! ¡Intentaste violarla!
James negaba con la cabeza con terquedad.
—No. No. Yo no hice eso. No.
— ¡Sí! ¡Tú! ¡Lo hiciste!—vociferó Bella. Respiró hondo para intentar recuperar el control—Muy bien, imaginemos que no lo hiciste, James. ¿Por qué vienes entonces a verme? ¿Qué quieres de mí?
—Que hables con esa chica, que le digas que no haga esa cosa.
— ¿Qué? ¿Que no te lleve a los tribunales? Olvídalo.
— ¡Podría dañar mi carrera!
—Haberlo pensado antes de atacar a una mujer inocente.
—Díselo—le exigió James—A ti te escuchará. Díselo.
— ¡No!
Ya había tenido bastante. Cogió su maletín y avanzó hacia la puerta. Pero James le bloqueó el camino.
—Apártate de una puñetera vez de mi camino, James.
— ¡Dile que no haga eso!—repitió enfadado. La miró a los ojos y la agarró por el brazo— ¡Díselo, maldita sea!
Bella, lívida, se retorció para liberarse.
— ¡Si alguna vez vuelves a ponerme la mano encima, hijo de puta, vas a tener que enfrentarte a otra demanda por acoso! ¿Entendido?
James se echó a reír al oírla. Una carcajada suave y amenazadora.
—Muy bien. Vete con la puta de tu amiga. Dile que lo sentirá, ¿vale? ¡No se saldrá con la suya! ¡Yo soy un gran jugador de hockey! ¡Tengo muchos amigos, mucho dinero! ¡No se saldrá con la suya! ¡Díselo! ¡O ya verá!
Bella respondió con una carcajada igual de amenazadora, si no más.
— ¡Estúpido cabrón! ¡No te atrevas a amenazarme! ¿Es que no entiendes cómo me gano la vida? ¡Una llamada mía a los periódicos y te hundo la carrera! ¿O es que no te das cuenta?
—Nunca harías una cosa así.
—Ponme a prueba—gruñó Bella —¡Y ahora apártate de mi camino a menos que quieras aparecer mañana en titulares con tu complicado problema con las drogas!
— ¡Esto es mentira!
—Igual que cuando tú dices que no le hiciste ningún daño a Victoria—contraatacó dulcemente Bella, pasando por su lado.
Empezó a caminar por el pasillo y un segundo más tarde oyó que se abría la puerta de los lavabos. Miró por encima del hombro a tiempo para ver a James salir corriendo en dirección opuesta. No fue hasta perderlo de vista que se dio cuenta de que estaba temblando. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alivio. Dejó caer el maletín y se apoyó contra la pared, casi sin poder respirar. La confrontación con James la había dejado aterrorizada, pero había estado a la altura y había mantenido su postura. Había sentido miedo y, tal y como le había dicho Edward aquella noche en el Chapter House, lo había hecho, de todos modos. Y se sentía orgullosa.
Incluso así, no pudo evitar pensar en Victoria, que también sabía lo que era sentirse débil bajo la mirada de James. En Victoria, que había tenido que luchar bajo aquellas manos...Tenía que encontrar a Edward, hacer que se diese cuenta del tipo de animal al que se enfrentaban.
Tenía que encontrar a Edward.
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