Contacto (+18)

Autor: greis24
Género: Romance
Fecha Creación: 27/04/2013
Fecha Actualización: 01/01/2014
Finalizado: NO
Votos: 28
Comentarios: 165
Visitas: 81977
Capítulos: 51

Isabella Swan es una joven publicista con una tarea difícil por delante: transformar al equipo de Hockey sobre Hielo New York Blades, unos chicos bebedores, gamberros y salvajes en un grupo dócil y educado. su mayor obstáculo será  el capitan Edward Cullen, para quien el concepto de relaciones Públicas significa salir con una modelo diferente cada semana. L a actutud negativa de E dward a la hora de hacer algo similar a un anuncio dirigido al público familiar entorpecerá los objetivos profesionales de Isabella. El odio es mutuo hasta que -sin quererlo ni buscarlo- se encontrarán descubriéndose el uno al otro sus virtudes más recónditas.


Contacto la historia es original de un libro de deirdre Martin. Escrita primeramente por Cerezo de Luna con los personajes de Sailor Moon, yo con el debido permiso de ella lo tomé y le hice algunos cambios incluido los personajes de la saga crepúsculo de la magistral Meyer, les recuerdo que la copia y publicacion de esta historia esta prohíbida sin el permiso de cerezo o el mío. sin mas que decir espero que disfruten la historia aqui les dejo el prefacio. ( aqui tienen una pagina que acabo de crear donde publicare mis siguiente proyectos y les recomendare historias y canciones las que gusten agreguenme https://www.facebook.com/pages/Historias-Greiis/473715916083296 )

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 48: Capitulo 48: Corazón de Hielo o no?

(Hola chicas siento la demora por el capitulo ya estaba listo pero hasta no ver mas votos no queria subirlo.... me gustaria que la historia suba en los puestos de populares.... OJO AVISO VOY A SUBIR UN OS de navidad picante... espero les guste.... y comenten y voten por el Besos y saludos desde Venezuela.... )

 

Capitulo 48

 

Tampoco era que fuera a pedirle que posara desnudo, ¿no? Entonces, ¿por qué le resultaba tan complicado? En parte era debido a que sabía que él rechazaría su propuesta y ella tendría que volver con una derrota. Pero en su mayoría, tenía que reconocer, era debido al hecho de tener que hablar con él, de que sus miradas se encontraran. Lo encontró frente al televisor de la sala de jugadores, cambiando de canales.
—Tengo que hablar contigo.
—Dispara—Sus ojos permanecían pegados a la pantalla.
— ¿Podrías apagar el televisor?—Mal estaría que le tocase competir con las noticias deportivas.
Edward, impaciente apagó el televisor.
— ¿Qué sucede?
—Esto—Bella le entregó el fax y le vio examinar rápidamente el papel, su expresión imperturbable. Se lo devolvió enseguida.
— ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
Bella se quedó dudando.
—Jason ha pensado que estaría bien que pasases el sombrero entre los jugadores y reúnan dinero para que Emily pueda comprar las entradas.
Edward permaneció en silencio.
—Tiene sesenta y cuatro años de edad y ha trabajado durante cuarenta años en la cafetería de la escuela elemental de su barrio, Edward. La han despedido. No serían más que cinco minutos de tu tiempo.
—No tengo cinco minutos. Sobre todo si hay fotógrafos presentes.
Se cruzó de brazos en señal de negación y le devolvió la mirada con otra tremendamente dura.
—Mira, Isabella, ya te dije cuando empezaste aquí que no me dedico a este tipo de cosas...
—Pero este caso es una excepción—insistió Bella. Agitó el papel sin romper en ningún momento el contacto visual—Conoces a Emily. ¿No puedes hacer esto por ella?
—Si lo hago por Emily, antes de que te des cuenta tendré que hacerlo también por Adam, el primo del conserje que tiene una hernia, y por Jim, el hermano del entrenador que tiene problemas de espalda, y por cualquiera que caiga dentro de la órbita de los Blades.
Ella puso los ojos en blanco, exasperada.
—Comprendo lo que quieres decir, pero ¿no crees que es mejor elegir detenidamente tus batallas? No tienes que basar tus argumentos en un caso como éste—«Además—añadió en silencio—sé que tienes un corazón, Cullen. Utilízalo». Pero Edward seguía negando con la cabeza.
—Dile a Jason que lo olvide, y dile a Emily que lo siento, pero que no puedo.
— ¿Por qué no se lo dices tú?
—Es tu trabajo—respondió Edward, con toda la intención—Al fin y al cabo, el fax ha llegado a la oficina de relaciones públicas.
Bella intentó otra táctica.
— ¿Sabes qué tipo de persona rastrera vas a parecer si no haces esto y tu dureza de corazón se filtra a la prensa? ¿Lo sabes?
—Un rastreo muy atareado, me imagino—Su mirada era tan gélida que Bella sintió ganas de salir huyendo de allí—Es Milenio quien está hablando, no tú.
—Tienes razón. Yo ya sé que eres un rastrero—Vio que algo brillaba en la mirada de Edward por un instante... ¿Dolor? ¿Rabia? ¿Malestar? No estaba segura. Pero se dio cuenta de que, de un modo u otro, le había dado y se alegró de ello.
La actitud de Edward se volvió más distante si cabe.
—Intentemos mantener esta conversación dentro del nivel profesional, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Lo que quiero decir es que Milenio no espera que yo haga esto porque Emily les importe algo. Quieren que lo haga para poder enviar a las cámaras y tener una historia conmovedora sobre el capitán recogiendo fondos para esa pobre mujer.
—Te equivocas. Se trata de hacer un favor personal a alguien que lleva tiempo siendo una admiradora fiel. Milenio no tiene nada que ver con ello. Me imagino que ni siquiera están al corriente.
Edward frunció el entrecejo.
—No quiero convertir la desgracia de Emily en una oportunidad para tomar fotografías de la que luego los de arriba puedan sentirse orgullosos.
—Edward—dijo Bella, apretando los dientes—¿cuántas veces tengo que decirte que esto no tiene nada que ver con Milenio? Mira. El. Fax. Emily apela a Jason como amigo, no como jefe de relaciones públicas. El único motivo por el que esto se convierte en una cuestión de relaciones públicas es porque Emily tiene acceso a Jason.
—Que quiere utilizarlo como excusa para realizar una maldita sesión fotográfica—replicó enfadado Edward.
— ¿Y? ¿Qué hay de malo con dejar que el público vea que tienes un lado humano?
—Pensé que no tenía un lado humano—dijo él con sarcasmo.
—Y yo pensé que eso tenía que ser una conversación profesional.
—De ser éste el caso, no estarías molestándome con esto.
Bella se quedó con la boca abierta formando una «O» de indignación.
— ¿Perdona? ¿Qué estás sugiriendo? ¿Qué estoy «molestándote» expresamente con esto simplemente para complicarte la vida?
—Bingo.
— ¡Cómo te atreves!
—Déjalo correr, Isabella. Tanto tú como yo sabemos que has preparado esto como una venganza por haberte despachado. Lo más asombroso es que tú llegaras a creerte que yo acabaría haciéndolo.
—Tu ego me deja pasmada.
—Y a mí tu necesidad de venganza.
Le dio un golpecito en el brazo para consolarlo.
—No estoy segura de cómo hacerte entender esto, Edward, pero lo tuyo lo tengo superado. ¿Y sabes por qué? Pues porque las galletas que como para desayunar tienen una vida emocional más profunda que tú. A decir verdad, me alegro de que ya no estemos liados—Le miró de reojo—Y bien, ¿piensas ayudar a Emily o no?
—No.
— ¡Por Dios!—Dio una patada de frustración—Lo sé, es sólo para Milenio, es sólo para convertirte en un peón más de esa empresa malvada y gigantesca. ¡Lo sé, lo sé, lo sé!—Tenía ganas de estrangularlo—Muy bien. Haz las cosas a tu manera, Edward. Yo iré a ver a Jason y le diré que llame a Emily y le diga que el equipo que ha apoyado durante toda su vida no tiene ni cinco minutos que dedicarle.
Edward puso de nuevo en marcha el televisor.
—Lo siento por ti, ¿lo sabías?—concluyó Bella—Eres un jugador de hockey estupendo, pero Hombre, cuando se trata de ser un ser humano decente, eres una Mierda.
Y con esto, arrugó el fax para guardárselo en el bolsillo de su americana y abandonó la sala.

 

 




Con sus gafas de sol envolventes de color negro y una gorra de béisbol de los Yankees hundida hasta las cejas, Edward llegó hasta Queens sin que nadie se percatara de su presencia. Cogió el tren expreso número Siete hasta el final de la línea, la estación de Flushing. Con la hoja de papel donde tenía apuntada la dirección en la mano, avanzó entre las concurridas tiendas atendidas por coreanos y paquistaníes, la última oleada de inmigrantes en una zona que anteriormente había estado dominada por italianos, polacos e irlandeses. A Edward le gustaba aquel lugar; tenía la misma energía pulsante y multiétnica de Manhattan, pero a una escala inferior, más manejable. Encontró la casa de Emily—un clon de la de Archie Bunker, el protagonista de la serie de televisión de los setenta, igual que todas las demás casas de la zona—y tocó el timbre. Emily apareció pasado un minuto, vestida con un delantal por encima de su jersey de los Blades, y con una sonrisa que la hacía parecer veinte años más joven, como mínimo.
— ¡Edward Cullen! ¡Vaya sorpresa!—Le cogió por el brazo y le hizo entrar—Estaba preparando un rugelach. ¿Quieres un poco?
—Depende de lo que sea.
—Es una especie de pastel, te encantará—Le guió hacia un sofá modular de color granate con una funda de plástico—Siéntate aquí, vuelvo en un minuto.
Desapareció en la cocina, dejando a Edward a solas con un aroma procedente del horno que hacía la boca agua. Era un salón confortable, aunque algo venido a menos, lleno de muebles antiguos bastante estropeados. Las paredes empapeladas con un papel pintado floreado que había descolorido ya, estaban adornadas con fotografías de niños de cabello rubio que imaginó serían los nietos de Emily. Pensó en la última disputa que había mantenido con su castigadora Morena.
¿Pensaría en serio Bella que era capaz de negarle un favor a una anciana que era prácticamente la mascota del equipo? Por el amor de Dios. Si lo conociese un poco—y era evidente que no lo conocía—se habría imaginado que lo haría así: silenciosamente, en privado, sin cámaras pisándole los talones. Pero no lo conocía, o como mínimo era incapaz de comprenderlo con claridad cuando estaba en modo relacionista pública. Razón por la cual, cuando leyó el fax, no quiso mencionarle que su intención era visitar a Emily. No confiaba en que Bella no acabara convirtiéndolo en un acto con los medios de comunicación.
Le exasperaba que hubiera vuelto a acusarle de ser un ser humano incompetente. En una sola semana le habían dicho dos veces que fuera del hielo era un «perdedor»: una vez Jas, y una vez Bells. Le habían retratado como alguien carente de vida interior, alguien desprovisto de humanidad. El jamás había pensado que fuera así; tal vez porque nunca había tenido motivos para hacerlo. Pero haber oído el mismo comentario dos veces en una sola semana debía significar que algo estaba haciendo mal, ¿no? Pero, exactamente, ¿qué? ¿Y cómo demonios se suponía que tenía que solucionarlo?
Conocía de sobras la respuesta de Jas. Jasper le diría que volviese con Bella y que siguiese jugando el mejor hockey posible, y punto. Pero Jasper no entendía nada. Jas no entregaba toda su pasión por la gloria como él.
« ¿Y qué?», contraatacó, jugando al abogado del diablo consigo mismo mientras a lo lejos del oscuro pasillo se oía a Emily trajinando por la cocina. «Tal vez Jas no llegue nunca a ocupar un puesto en el Salón de la Fama, pero tiene una esposa que le quiere. Su hogar rezuma de risas de niños. Y es un jugador de hockey condenadamente bueno. Tal vez no juegue tan bien como tú, pero ¿quién disfruta de una vida más feliz, Edward? ¿Tú o Jasper?».
Emily apareció justo en aquel momento, cargada con una bandeja con dos tazas de café y un plato de rugelach que con mano temblorosa depositó en la mesa delante de ellos.
— ¿Cómo lo quiere?—le preguntó Edward La funda de plástico del sofá crujió bajo su cuerpo en cuanto se movió para alcanzar la leche y el azúcar.
—Solo me está bien.
Le pasó una taza a Enily y se preparó su café antes de volver a acomodarse entre continuos crujidos de plástico.
—Sabe por qué estoy aquí, ¿verdad?
—Eso puede esperar—Excitada, hizo un ademán en dirección al plato—Coge uno, adelante. A ver si te gusta.
Edward estudió atentamente el plato y cogió uno que parecía estar relleno de pasas y nueces. Le guiñó el ojo a Emily y dio un mordisco, luego fingió que se desmayaba, lo que la dejó encantada. El rugelach estaba delicioso, se deshacía en la boca de bueno. A lo mejor conseguía convencerla y volvía a casa con un paquetito de regalo.
Le ofreció uno a ella.
— ¿Quiere?
Emily negó con la cabeza.
—No puedo. Tengo diabetes. Los hago para mi marido, Samuel.
Edward asintió y después de beber un poco de café, volvió al tema que le había llevado hasta allí.
—En cuanto a las entradas para las eliminatorias.
El rostro de Emily se iluminó esperanzado.
— ¿Conoces a alguien que pueda comprarlos?
—Son suyos—Buscó en el bolsillo de su cazadora vaquera y extrajo un sobre con el membrete de los Blades—Acepte las entradas como mi regalo.
Emily se llevó las manos a la boca.
—Oh, Edward. Oh, Dios mío.
—Sólo hay una condición.
— ¿Cuál?—preguntó ella impaciente.
—Que no le cuente a nadie que yo se las he dado, ¿entendido? Si le preguntan, diga que han sido un regalo de Jason.
—Un regalo de Jason—se repitió para convencerse—Lo recordaré.
—Muy bien. Le puso las entradas en la mano y se inclinó para darle un beso en su mejilla, blanca como el papel—Y ahora, a disfrutarlas.
Hablaron un rato de hockey, para gran regocijo de Emily. Finalmente, dándose cuenta de que se había hecho muy tarde, Edward apuró su café y se levantó.
—Tendría que ir marchando—dijo, tendiéndole una mano para ayudarla a incorporarse. Se encaminaron juntos hacia la puerta.
—No sé cómo darte las gracias por lo de las entradas—dijo ella, su voz temblando de emoción.
—Basta con que me garantice que estará en los Met Gar para el segundo partido —le dijo él—Recuerde, que es nuestro amuleto de la buena suerte.
— ¡Chicos, ya podrán estar ganando!
—Ganaremos—le prometió Edward—Y el miércoles también ganaremos en Pittsburg. No se preocupe.
—Me preocupo—dijo ella, señalándole con un dedo acusador—Algo te pasa. Lo veo en la pista. Ya puedes ir cuidándote.
—Todo va bien—le aseguró Edward. Le dio un abrazo final y empezó a bajar los peldaños de la entrada, agradecido de estar de espaldas a ella y de que no viera su mala cara. «Algo me pasa, de acuerdo», pensó apesadumbrado. Pero en cuanto a hacer algo al respecto...la verdad era que no había nada que hacer, al menos nada en lo que le apeteciese pensar en aquel momento.

 


Bella pasó el resto de la jornada preparando trabajo para el otoño siguiente. Pese a que la temporada estaba a punto de finalizar, la oficina de relaciones públicas permanecía abierta todo el año. Después de salir de Armonk, una vez finalizada su reunión con Edward, el Despiadado, había comido en el Algonquin con una mujer del Consejo para la Alfabetización de Nueva York. El Consejo estaba preparando un importante acto para recaudar fondos y estaba interesado en que uno o más jugadores colaboraran vendiendo entradas. Después de la comida, se había desplazado corriendo hasta el centro para reunirse en el Vesubio con un editor de GQ con quien había quedado para tomar un café y ofrecerle una idea para un artículo sobre Edward. Se mostró interesado y quedaron en que al final de aquel mismo día le haría llegar una lista de posibles autores para el artículo. En conjunto, la tarde no había estado mal. La mañana había sido complicada, pero al menos no se presentaría ante Jason con las manos vacías.
Cuando llegó a la oficina se encontró a Jason enfrascado en una gran discusión con Cayo Vulturi, uno de los peces gordos de Milenio. «Escúchate—se recriminó—Empiezas a sonar como Edward». Era precisamente Vulturi quien la había ungido como directora interina de relaciones públicas en ausencia de Jason, y a quien le había tenido que explicar que sí, que era verdad, que se había estado viendo con Edward Cullen. Sólo de verlo se puso colorada como un tomate al recordar la escena. Jason le indicó con un gesto que entrase en el despacho.
— ¿Conoces al señor Vulturi, Bella?
Bella sonrió educadamente, igual que Vulturi. Se dio cuenta de que el ambiente en el despacho de Jason era sombrío, lo que no solía ser lo habitual.
— ¿Cómo ha ido?—preguntó Jason.
Bella, derrotada, resopló con tanta fuerza que incluso se le levantó el flequillo.
—Lo de Emily es imposible.
— ¿Pero qué demonios dices? Acabo de colgar el teléfono con Emily. Ha llamado para darme las gracias por las entradas para las eliminatorias.
Bella se quedó pasmada.
—Me tomas el pelo.
—El Capitán Misterioso debe de habérselas comprado y se ha desplazado personalmente a Queens para entregárselas.
Bella no podía creerlo.
— ¿Cómo quieres que gestione todo esto para que salga en los papeles?—continuó Jason—Lo que es evidente es que Cullen no quiere que se le mente.
—Podríamos enviar a alguien para que le hiciese una fotografía a Emily con las entradas en la mano, y decir que ha sido un regalo de Milenio—sugirió Bella—Le hacemos poner la sudadera de los Blades, la gorra, todo el conjunto.
Jason sonrió orgulloso, mirando a Vulturi.
— ¿Qué te había dicho? ¿Gustará esto arriba o no?—Se volvió hacia Bella—Una idea estupenda. Estaba a punto de sugerirla yo mismo.
— ¿Alguna cosa más?—preguntó Bella, lidiando aún con el hecho de que Edward hubiese ido a visitar a Emily. Contra su voluntad, sintió una oleada de cariño hacia él. «Sabía que no podía ser un cabrón tan grande—pensó—Lo sabía».
Jason le dio un buen trago a su café, intentando esconder debajo de una montaña de papeles el currusco de pizza que había quedado en su mesa.
— ¿Qué tal te ha ido el resto?
—El Consejo para la Alfabetización está definitivamente por la labor y parece que GQ quiere publicar un artículo relevante sobre Cullen. Han dicho de entrevistarlo en verano para que el artículo salga a la luz en septiembre, cuando empiece la temporada.
Vulturi tosió con inquietud mientras intercambiaba miradas con Jason. El despacho se vio inmerso en un incómodo silencio, aumentando con ello el ambiente solemne de por sí. «Caramba—pensó Bella—Esto no es bueno». Miró de acá para allá a los dos hombres.
— ¿Qué sucede?—preguntó.
—Llama a GQ y diles que dejen de momento en reserva cualquier idea que tengan sobre un artículo de Cullen, ¿lo harás, muñeca?
—De acuerdo—dijo muy despacio Bella— ¿Puedo preguntar por qué?
—Porque...—Jason se interrumpió al ver que Vulturi hacía el ademán de casi levantarse de la silla, como si fuese a protestar—No te sulfures, Cayo—le dijo impaciente—Sabes que podemos confiar en ella—Vulturi se hundió de nuevo en el sofá, dubitativo, pero no dijo nada más cuando Jason siguió hablando—Seguramente sabes que el juego de Cullen no está muy fino últimamente.
Bella asintió, sin estar muy segura de si deseaba escuchar lo que vendría a continuación.
—Pues bien, si a esto le sumamos el hecho de que es un tocapelotas poco cooperador en lo que a las relaciones públicas se refiere, tenemos que Milenio no está muy seguro de querer renovarle el contrato al final de la temporada.
—Entiendo—dijo Bella, sofocando un grito. Estaba en estado de choque. Un estado de choque profundo y total.
Jason apuró su taza de café.
—No es necesario que te diga que tú no has oído nada de esto.
—Naturalmente—le garantizó Bella.
—A partir de ahora—ordenó Vulturi desde el sofá—promociona todo lo que puedas a los jugadores más jóvenes, como James y Garrett.
— ¿Aunque el juego de Cullen sea superior al de ellos?—preguntó educadamente Bella, asqueada ante la idea, de tener que promocionar a James en algún sentido.
Vulturi asintió con una mirada de astucia.
—Tenemos que centrarnos más en los jugadores promesa, no en los jugadores que están ya en el crepúsculo de su carrera.
« ¡Ay!», pensó Bella. Suerte que Edward no estaba allí, porque le habría arrancado la cabeza a Vulturi para utilizarla luego para jugar a los bolos. La verdad era que escuchar todo aquello estaba resultándole muy difícil. El instinto de disculparse y ausentarse empezaba a resultarle abrumador; había tantísimas cosas que deseaba decir, tantas palabras bailándole en la punta de la lengua que podían ponerla en un grave problema. Pero lo único que podía hacer era seguir allí, asintiendo como una idiota, y rezar para que Jason la liberase lo antes posible de aquel infierno. Antes de que su dique de contención acabara rompiéndose y se encontrara erigiéndose en la defensora del hombre que le había partido el corazón, que le había arruinado la mañana y que, sólo nueve meses atrás, era el mayor incordio con el que había tropezado en su vida.
—Estás muy pálida, muñeca, ¿te encuentras bien?
Las palabras de Jason rompieron el hechizo. Se quitó de encima la pregunta con otra sonrisa, esta vez más falsa aun que la anterior.
—Estoy bien—le respondió—Sólo que he tenido un día muy largo.
La carcajada de Jason le sonó hueca.
—Nunca has pronunciado palabras más ciertas.
— ¿Está Mike al corriente de todo esto?—preguntó Bella.
—Todavía no—respondió Jason, en plan críptico, sus ojos encontrándose de nuevo con los de Cayo, una especie de intercambio secreto de conocimientos.
Bella se sintió más animada por un instante. ¡A lo mejor pensaban despedir a 
Mike!
— ¿Alguna cosa más?—volvió a preguntarle a Jason.
—No, por hoy eso es todo—En un gesto poco habitual de educación y formalidad, hecho sin duda alguna para impresionar a Cayo, la escoltó hasta la puerta del despacho y se la abrió gentilmente.
—Sé que es difícil poseer información que es secreta para todo el mundo, pero, por favor, guárdala sólo para ti—le murmuró.
Bela le apretó la mano.
—Lo haré—le prometió.
Pero incluso entonces, sabía que estaba mintiendo.

 

 

Capítulo 47: capitulo 47: la decision de bella Capítulo 49: Capitulo 49: Es hora de que lo sepas...

 


Capítulos

Capitulo 1: Capitulo 1 Capitulo 2: Capitulo 2 Capitulo 3: Capitulo 3 Capitulo 4: Capitulo 4 Capitulo 5: Capitulo 5 Capitulo 6: Capitulo 6 Capitulo 7: Capitulo 7 Capitulo 8: Capitulo 8 Capitulo 9: Capitulo 9 Capitulo 10: Capitulo 10 Capitulo 11: Capitulo 11 Capitulo 12: Capitulo 12 Capitulo 13: Capitulo 13 Capitulo 14: Capitulo 14 (Edward se hacerca a bella) Capitulo 15: Capitulo 15 Capitulo 16: capitulo 16 (sorpresa no grata) Capitulo 17: captitulo 17 (visita inesperada) Capitulo 18: capitulo 18( y lo que no se podía evitar) Capitulo 19: capitulo 19 (interrupcion) Capitulo 20: capitulo 20 (la despedida de Benjamín) Capitulo 21: Capitulo 21 (no vale la pena) Capitulo 22: Capitulo 22 ( victoria y james) Capitulo 23: Capitulo 23(los hechos) Capitulo 24: Capitulo 24 (dando la cara) Capitulo 25: Capitulo 25 (la boca amenazadora y mentirosa de james) Capitulo 26: capitulo 26 (la pelea de edward y bella) Capitulo 27: Capitulo 27 (las cavilaciones de bella) Capitulo 28: Capitulo 28( La fiesta de navidad) Capitulo 29: 29 capitulo ( la ramita de muerdago) Capitulo 30: Capitulo 30 (Noche Buena) Capitulo 31: Capitulo 31 (Noche vieja) Capitulo 32: Capitulo 32 (Noche vieja aparición de Edward) Capitulo 33: Capitulo 33(sorpresa de edward en noche vieja) Capitulo 34: Capitulo 34 (celebracion privada de año nuevo) Capitulo 35: capitulo 35 (jacob en mi apartamento) Capitulo 36: Capitulo 36 (cambios en el trabajo) Capitulo 37: Capitulo 37 (James sigue con las suyas) Capitulo 38: Capitulo 38 (La propuesta de Edward) Capitulo 39: Capitulo 39 La lección de James! Capitulo 40: Capitulo 40 (charla con jason ) Capitulo 41: CAPITULO 41: planteando el problema Capitulo 42: Capitulo 42: Noticia inesperada Capitulo 43: capitulo 43: descubrimiento Capitulo 44: capitulo 44: declaración Capitulo 45: capitulo 45: el miron Capitulo 46: capitulo 46: El adios Capitulo 47: capitulo 47: la decision de bella Capitulo 48: Capitulo 48: Corazón de Hielo o no? Capitulo 49: Capitulo 49: Es hora de que lo sepas... Capitulo 50: Capitulo 50: Mi sabio padre Capitulo 51: Capitulo 51: LA DECISIÓN MAS IMPORTANTE SIEMPRE SERAS TU <3

 


 
14444317 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10761 usuarios