Capitulo 38
(Hola chicas es viernes y aqui tienen un capitulo nuevo, quiero disculparme por no subir un capitulo el lunes tenia muchos examenes esta semana y estuve estudiando muchisimo y me prohibi meterme en la computadora porque despues perderia todas las horas de estudio metida en internet pero bueno hoy es mi dia libre y aqui les dejo este regalito :) espero lo disfruten, besos de VENEZUELA)
—No lo entiendo—le dijo Victoria a Bella—¿Por qué quiere hablar Edward conmigo?
Las dos mujeres estaban acurrucadas en el asiento trasero de un taxi de camino al apartamento de Edward. Era evidente que el taxista, de nacionalidad extranjera, estaba poco familiarizado con la conducción sobre hielo y el taxi avanzaba por la Séptima Avenida coleando de un lado a otro. Pese a los treinta centímetros de nieve que habían caído sobre la ciudad, las calles más céntricas estaban aún hasta los topes de turistas.
El equipo había regresado a la ciudad hacía tres días, después de rematar con éxito el viaje. Aunque quedaban aún tres meses y medio de temporada oficial antes del inicio de las fases eliminatorias, todo apuntaba a que los Blades repetirían y se harían con la Copa. Jason había puesto sobre aviso a Bella diciéndole que si ahora se consideraba ocupada, empezara a imaginarse cómo sería todo en cuanto comenzaran las eliminatorias. A Bella le gustaba aquel reto, sobre todo si ello significaba más tiempo lejos de la oficina y lejos del ponzoñoso Mike.
Tal y como había prometido, había publicado el artículo sobre el «hambre de deportistas y actores» de Victoria pocos días después de que ella y Jason partieran de viaje. Y aunque la abogada de Victoria había respondido con rapidez, el daño estaba hecho y se habían sembrado más semillas de duda sobre el carácter de Victoria. Bella se sentía tremendamente dolida por el hecho de que toda la mala prensa sobre Victoria se lanzara desde su propia oficina. Por suerte, Victoria comprendía que Bella no tenía nada que ver con ello y que, además, no tenía manera de controlarlo. De lo contrario, su amistad correría un grave peligro. En aquellas condiciones, Bella se disculpaba constantemente con Victoria, incapaz de sacudirse de encima sus sentimientos de culpa.
Cuando Edward le había pedido si podía ir con Victoria a su casa para hablar con ella de un tema, se había mostrado escéptica.
—No irás a pedirle que retire la demanda, ¿no?
Edward se había quedado con su típica cara imperturbable y le había repetido su solicitud. Corrió a decírselo a Victoria, quien se mostró dudosa de entrada, pero que al final capituló y accedió a la propuesta de Bella, que pensaba que merecía la pena escucharle, aun sin tener ni idea de qué quería decirle. Evidentemente, estaba relacionado con James.
El taxi resbaló hasta detenerse pocos metros más allá del edificio donde vivía Edward y, Bella y Victoria abandonaron con dificultad el asiento trasero, ansiosas por pisar tierra firme. El edificio de Edward se alzaba amenazador sobre ellas, un monolito de cristal negro, delicado aunque imponente. Cogidas la una a la otra para combatir mejor el penetrante frío, corrieron hacia el interior. El portero saludó a Bella con la cabeza con cierta familiaridad y corrió a llamar al piso de Edward. Victoria estaba impresionada.
—Su vestíbulo es tan grande como nuestro apartamento—dijo maravillada mientras el rápido y silencioso ascensor las transportaba hacia arriba.
Bella asintió.
—Lo sé.
— ¿Qué paga de alquiler mensual?
—Si te lo dijera, te caerías redonda—Las puertas del ascensor se abrieron al llegar al piso cincuenta y dos.
—Venga, dímelo—le insistió Victoria, saliendo con Bella al silencioso y amplio vestíbulo.
—Doce mil al mes.
Victoria silbó entre dientes.
—Realmente puede decirse que tienes un novio rico.
—No es mi novio.
—Es verdad.
Habían llegado a la puerta de Edward y Bella llamó al timbre. Un minuto después abría la puerta una menuda mujer hispana, con una sonrisa que le marcaba hoyuelos en la cara, vestida con pantalones vaqueros y una sudadera de los Yankees.
—Hola, señorita Bella. Pase, pase.
Bella y Victoria cruzaron el umbral y pasaron al recibidor con paredes de mármol.
—Sue, quiero que conozcas a mi amiga Victoria. Victoria, te presento a Sue, la ayudante personal de Edward.
Sue rió entre dientes.
—Soy su asistenta—Le tendió la mano a Victoria—Encantada de conocerla.
Cogió los abrigos de las dos, los colgó en el armario de la entrada y les indicó que se quitaran también las botas. Mientras peleaba para quitarse las botas, Bella se dio cuenta de que Victoria estaba muerta de curiosidad ante el extraordinario tamaño del apartamento de Edward y de que sus ojos daban vueltas sin parar por el inmenso salón acristalado.
—Es un lugar asombroso—le murmuró a Bella mientras seguían a Sue, que les indicó que tomaran asiento en el sofá.
—Lo sé.
—Aunque un poco frío. Dile que compre algunas plantas o algo—Tomaron asiento.
— ¿Qué quieren tomar, señoritas?—les preguntó Sue—Hay café, té, coñac, chocolate caliente. El señor Cullen está saliendo del jacuzzi, tiene la espalda muy mal. Estará con ustedes en un momento.
—Un café para mí, Sue—dijo Bella.
—Y otro para mí—dijo Victoria.
Bella se levantó.
—Deje que vaya yo por él, Sue. Por favor—Odiaba que le sirviesen.
—No pasa nada. Les sirvo los cafés y me marcho. Dígale al señor Cullen que tiene una bandeja de lasaña en la nevera, y sopa en el congelador. Y si quieren algo para acompañar el café, encontrará galletas en el armario.
Bella y Victoria asintieron. Y ninguna dijo nada mientras Sue les preparaba el café. Victoria seguía cautivada por el tamaño del apartamento de Edward y Bella prefería esperar a que Sue se marchara para hablar con más libertad. Poco después de que se hubiese ido, Edward salió de su dormitorio vestido con pantalones de chándal y una camiseta, con andares anquilosados y una débil mueca de dolor reflejada en su rostro.
— ¿No te ha ido bien el jacuzzi?—le preguntó Bella, preocupada.
—De poco me ha servido. Tengo analgésicos, pero los odio porque me provocan unas náuseas de mil demonios—Se acercó a Bella y le dio un beso rápido en la boca antes de volverse hacia Victoria y tenderle la mano—Me alegro de que hayas venido.
—Digamos que estoy intrigada—respondió con educación Victoria.
—Edward, ¿por qué no te sientas y te sirvo un café?—se ofreció Bella—Caminas como Frankenstein.
—Gracias—Se dejó caer con cuidado en el mullido sillón de cuero situado frente al sofá y Bella se fue a la cocina. Creyó haber detectado una ligera tensión entre Victoria y Edward, principalmente por parte de Victoria. A lo mejor no confiaba en Edward por ser compañero de James. O a lo mejor tenía más que ver con su sentido de la lealtad: era la amiga de Bella y tenía miedo de que él le hiciese daño. Fuera lo que fuera, Bella esperaba que la tensión se disipara pronto.
Sirvió el café a Edward y volvió a tomar asiento en el sofá junto a Victoria.
—Sue me ha dicho que te diga que tienes lasaña en la nevera y sopa en el congelador.
— ¿Me ha dejado algunas galletas de las suyas? Mejor que lo haya hecho.
—Las galletas están en el armario—le tranquilizó Bella—¿Alguien quiere?—Nadie respondió. Edward le dio un sorbo al café, un tazón grande que sujetaba entre sus manos enormes y duras—Quiero hablar contigo sobre James—empezó.
Victoria y Bella aguantaron la respiración.
—Hasta ahora le había dado a James el beneficio de la duda—Posó directamente la mirada en Victoria—No lo considero como una falta de respeto hacia ti. Simplemente es que, como su capitán que soy, mi trabajo ha consistido en estar a su lado y darle mi apoyo. Eso es lo que los compañeros de equipo hacen entre ellos, sobre todo cuando suceden cosas como ésta—Su rostro se cubrió de aflicción—Pero tengo la sensación de que no puedo seguir apoyando a James.
— ¿Por qué?—preguntó Victoria.
La mirada de Edward pasó rápidamente a Bella.
—Porque le he visto acosar a otras mujeres.
— ¿Y entonces?—le animó Victoria, aún a la defensiva.
—Pues entonces pretendo hacer algo al respecto. Pero en primer lugar, creo que deberías retirar la demanda que has interpuesto contra él.
—Olvídalo.
Edward mantuvo la calma.
—Victoria, permíteme que te explique una cosa. Llevo mucho tiempo como deportista profesional, ¿verdad? Ya he visto antes cosas así. Rara vez gana la demandante. Y si lo consigue, es sólo porque tiene testigos y pruebas muy sólidas que la respaldan. Tú no tienes ninguna de las dos cosas—Le dio otro sorbo al café—Lo otro que no tienes son recursos económicos ilimitados. James los tiene. Podría seguir con el caso durante años y tú acabar en bancarrota. ¿Es eso lo que quieres?
—Prefiero quedarme en bancarrota antes que permitir que se salga con la suya después de lo que hizo.
—No se saldrá con la suya. Lo pagará. Es lo que intento decirte.
— ¿Cómo?—preguntó Bella—¿Qué le sucederá?
—Voy a ponerlo en su sitio.
Victoria rió con incredulidad.
— ¿Y eso qué significa? ¿Vas a pegarlo? ¿O qué?
—Voy a darle donde más le duele: con sus compañeros de equipo.
Bella y Mina se quedaron mirándolo sin comprender nada.
—No te entiendo—dijo Victoria.
— ¿Cómo puedo explicarte eso sin parecer un libro malo de historietas?— Edward hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—Los jugadores de hockey son como guerreros, ¿de acuerdo? Entre nosotros existe un vínculo, un código de honor, si tú quieres. Si uno de los guerreros le falla al equipo rompiendo ese código, tiene que pagar un precio. Ese precio es la vergüenza de acarrear la deshonra a sus hermanos, una vergüenza que da como resultado el rechazo por parte de aquellos que más significan para él, sus compañeros de equipo—Bella y Victoria le escuchaban con atención—Hasta el momento, James no se ha preocupado en absoluto por lo que su equipo piensa de la demanda, porque la empresa nos ha ordenado básicamente mantener la boca cerrada en público.
—Pero eso no significa que en privado debamos de guardar silencio. Si yo, como capitán, entro en el vestuario y les digo que lo que James hizo fue una desgracia inaceptable, te garantizo que nunca jamás volverá a acosar a una mujer. Y eso es lo que quieres, ¿no?
—Yo quiero justicia—respondió Victoria, con voz temblorosa. Estaba luchando con todas sus fuerzas para reprimir las lágrimas. Bella la rodeó con el brazo.
—Tendrás justicia. Pero no a través de los tribunales, confía en mí. Si vas a través del sistema legal, lo único que sucederá será que él ganará y tú saldrás de todo esto destrozada y pobre, con tu reputación en la basura.
— ¿Y no pensará la gente que soy culpable si ahora retiro la demanda?
—Retirar la demanda no significa tirar la toalla. Retírala de los tribunales y desangra a ese hijo de puta todo lo que puedas. Yo me encargaré del resto.
— ¿Por qué?—Victoria se mostraba desconfiada—¿Por qué quieres que lo haga?
—Porque yo tendría que haberlo hecho ya de entrada. Me enferma pensar que tengo a alguien así en mi equipo y no puedo permitir, no permitiré, que un cáncer como ése siga adelante sin obstáculos. De ser así, sólo Dios sabe lo que le sucederá a la próxima mujer que le diga que no, y no quiero este peso sobre mi conciencia—Hizo una pausa, para que sus palabras generaran su impacto—Y, finalmente, tengo que asegurarme de que todos mis chicos van en el mismo barco. De lo contrario, todo esto podría acabar haciéndonos daño precisamente en el momento en que más concentrados tenemos que estar. ¿Responde esto a tu pregunta?
Victoria asintió a regañadientes. Se volvió hacia Bella con expresión agónica.
— ¿Qué piensas que debería hacer, Bells? Sé sincera.
Bella cogió la taza de café para ganar un poco de tiempo. Desde que Victoria había interpuesto la demanda contra James, Bella había intentado atemperar la búsqueda de justicia de Victoria haciéndole ver que sus oportunidades de salir victoriosa eran mínimas. Incluso la abogada de Victoria coincidía con ella, y de hecho había estado presionándola un tiempo para llegar a un acuerdo muy ventajoso fuera de los tribunales. Pero Victoria no quería, o no podía, oírlas. Retirar la demanda de los tribunales era para ella el equivalente a admitir su derrota y, hasta cierto punto, Bella estaba de acuerdo con ella. Por otro lado, algo era mejor que nada.
—Creo que Edward tiene razón—dijo Bella muy despacio—Una cosa sería que dispusieras de pruebas irrefutables de la culpabilidad de James, pero no las tienes. Es sólo tu palabra contra la suya. Creo que si fueras a juicio, perderías, y James saldría de todo este asunto creyéndose invencible. Eso le permitiría seguir acosando a mujeres con impunidad, porque sabría que lo único que tendría que hacer cada vez que se metiera en problemas sería lanzar dinero a puñados a cualquier equipo de abogados—Le dio a Victoria un apretón en el hombro—Retira la demanda y deja que Edward se encargue del resto.
Victoria, dolorida, se miró las manos, unidas remilgadamente sobre su regazo. Por encima de su cabeza, los ojos de Edward se cruzaron con los de Bella, la expresión de él interrogadora. Bella se encogió de hombros, sin separar su brazo de Victoria que luchaba por tomar una decisión. Bella la comprendía perfectamente. De entrada, no debía ser nada fácil presentarse allí sin saber por qué se la reclamaba, y luego oír en boca de alguien a quien en realidad no conocías, y que seguramente ni siquiera era de tu agrado, que no tenías ni la mínima oportunidad de ganar tu caso. Pero Victoria no sólo había accedido a ir a casa de Edward, sino que además le había escuchado con una mentalidad completamente abierta. Era una prueba de la fortaleza de carácter de Victoria y de su deseo de hacer lo correcto. Bella la admiraba por ello.
El cargado silencio del inmenso salón parecía prolongarse infinitamente y el único sonido que lo rompió fue el de la taza de café de Edward chocando contra el cristal de la mesita cuando la depositó sobre ella. Al fin, Victoria levantó la cabeza.
— ¿Cuándo hablarías con el equipo?—preguntó.
—Mañana—respondió Edward sin dudarlo—Puedo convocar una reunión especial para mañana.
Victoria Y Bella se miraron y luego otra vez a Edward.
—Hazlo—dijo.
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