Capitulo 29
(algunas pensaran que no tengo perdon de dios por actualizar hoy... pero la verdad es que he estado mortificandome x lo que pensaran.... asi que les contare lo que me sucedio; desde el sabado en la noche mi compu anda con el internet malo pense que era el moden y envie mil solicitudes de reclamo y resulta que era la red... y hasta hoy ... si desde el sabado hasta hoy me tuvieron sin internet... gracias a dios ya arreglaron el proble y aqui les traigo un capitulo corto y despues les pondre otro, besos y saludos de greis)
Naturalmente, eso significaba aventurarse hasta la barra, donde en aquellos momentos Edward y Jasper estaban rodeados por una corte de admiradores, un grupo de jugadores jóvenes que había formado un semicírculo a su alrededor y que escuchaban embelesados cómo el capitán y su compinche charloteaban sobre Dios sabe qué, seguramente sobre la primera vez que uno de ellos se partió los dientes con un stick de hockey o sobre cualquier otro tema igualmente fascinante. Sigilosa como un gato, Bella se abrió camino hasta el otro extremo de la barra, segura de haber llegado hasta allí sin que nadie se diese cuenta. Acababa de pedir un gin-tónic cuando vio que Edward avanzaba furtivamente hasta ella.
— ¿Qué quieres?—le preguntó Bella, mirando expresamente hacia el frente.
—Quiero saber por qué te has quedado tan pasmada cuando me has oído hablar en francés.
—No me lo habías mencionado.
—No había tenido la oportunidad. No puedes estar en la Liga Nacional el tiempo que yo llevo en ella y no hablar un poco de francés.
—Fascinante.
Edward se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en la barra, de modo que sus ojos quedaran a la misma altura.
—No puedo creerme que salieras con ese tipo—murmuró—No me extraña que estuvieses tan desesperada por querer ligar conmigo.
— ¿Perdón?
—Ya me has oído. Mi querida abuelita tiene más testosterona que ese tipo.
Bella apretó los dientes.
—Te odio, ¿lo sabías? Te odio, te odio, te odio.
— ¡Hola capitán, Bella, feliz Navidad!
Bella y Edward se volvieron justo a tiempo de ver a Paul Meraz acercándose a ellos con una ramita de muérdago. A primera hora de la tarde, había preguntado educadamente por Victoria, un detalle que había conmovido e impresionado a Bella. Ojalá Victoria le hubiese hecho caso a él en lugar de al Expreso Siberiano...pero ya era demasiado tarde.
—A ver, Ustedes dos—Agitó el muérdago encima de sus cabezas—Ha llegado la hora de enterrar el hacha de guerra que lleváis lanzándoos mutuamente desde septiembre. Todos formamos parte de la familia de los Blades, ¿no?
Bella abrió los ojos de par en par al ver a su acompañante.
—No te atreverás a...
Demasiado tarde. En un rápido movimiento, Edward la agarró y sus labios se fundieron en un beso tan intenso, tan potente, que Bella tuvo que obligarse a recordar que tenía que seguir respirando. Cayó presa del sabor de la cerveza mezclado con el deseo de ambos, el calor ascendiendo por su cuerpo como el sol. Sí, deseaba poder decir. Siiiii. Pero justo cuando empezó a relajarse entre sus brazos, deseando que aquello continuase, él dio por terminado el beso y se separó de ella con delicadeza.
—He pensado que necesitabas un recordatorio de lo que estás perdiéndote—le susurró, y dando media vuelta con lo que ella consideró una sonrisa de triunfo, regresó al final de la barra con sus compañeros, que seguían aullando y echando gritos como buenos bárbaros que eran.
Excepto Jasper Whitlock. Su expresión parecía de pena...no por ella, sino por Edward. A lo mejor, por los dos. Incapaz de aguantar su mirada, Bella apartó la vista, cogió el gintónic que acababa de servirle el camarero y buscó un lugar desde donde pudiera esfumarse sin que nadie se diera cuenta.
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