Capitulo 31
Nochevieja. ¿Existía otra noche en el año más cargada de expectativas?
Tirado en el sofá y cambiando canales, Edward se preguntaba cómo iba a desterrar lo viejo e introducir lo nuevo. Era la primera vez en muchos años que no tenía partido esa noche y no sabía muy bien qué hacer él solo. Estaba acostumbrado a estar en la pista de hielo, frente a una multitud excepcionalmente borracha y bulliciosa.
Después, asistía a una pequeña fiesta con los entrenadores, los jugadores, los preparadores físicos y sus esposas y novias. O, si el partido era en campo contrario, se embarcaba en un avión chárter rumbo a casa y la «fiesta» tenía lugar a bordo, con los jugadores paseando por el pasillo del avión bebiendo champán en copas de plástico transparente y brindando entre ellos. Pero aquel año estaba allí, solo. En la mejor noche para salir de fiesta y en la ciudad con las mejores fiestas del mundo, su plan consistía en... ¿qué? ¿En acercarse a la cocina para coger otra botella de Perrier? «Por Dios».
A decir verdad, le habían invitado a varias fiestas. Algunos de sus compañeros iban a reunirse para una cena tranquila en Brooklyn, en el Dante's, el restaurante propiedad de la familia de Paul Meraz, y otros asistirían a reuniones informales en la ciudad, pero él necesitaba un pequeño respiro de los chicos del equipo, sobre todo después de haber estado toda la semana en la carretera con ellos. Había recibido también alguna invitación para asistir a fiestas ostentosas...un par de ellas de parte de tipos que no conocía de nada, pero que olían de lejos a los invitados de primera categoría. Sin embargo, no estaba de humor para ponerse de tiros largos.
Todo ello le dejaba con una invitación pendiente de Jasper y Alice para cenar en su casa, pero después de acabar de pasar la Navidad con ellos, no quería abusar de su amabilidad. La Navidad había sido estupenda, como siempre, pero aquel año se había sentido un poco incómodo, como si no fuese un miembro más de la celebración. La Navidad era una época familiar y por mucho que Jazz y él fuesen como hermanos, la verdad era que los Whitlock eran una sola unidad. Él era el viejo «tío Edward», el solterón. El mismo papel que llevaba años representando. Tal vez fuera por eso que la Navidad le había dejado deprimido. Era la primera vez que tenía realmente la sensación de lo que podía estar perdiéndose considerando el hockey como su primer amor, en lugar de pensar en una mujer de verdad, de carne y hueso.
Lo que significaba que apañar alguna cosa que hacer para aquella noche o acabaría paseándose por la cornisa del edificio. De ningún modo iba a quedarse solo en casa, como un perdedor patético y solitario. Cogió la agenda telefónica y la abrió. El primer nombre que vio fue el de Lauren W.
Lauren W...Su cabeza empezó a echar humo... ¿Quién era Lauren W? Leyó las notas que había apuntado junto a su nombre. «Le gustan las limusinas», era lo único que había anotado. Ya hemos hablado bastante de Lauren W.
A continuación aparecía Jessica. Eso, simplemente Jessica. Edward se detuvo a pensar. Recordaba a Jessica, sí. ¿Quién no? Un cuerpo perfecto, larga melena oscura, una auténtica diablesa. «Mmm, Jessica». A lo mejor la llamaba. Pero antes tenía que examinar las otras alternativas.
Irina Denali...No la recordaba y no había anotaciones...Ángela. ¿Ángela? Forzó la vista tratando de entender lo que había escrito. «Bailarina israelí especializada en danza del vientre. Habla mucho». «Lo siento, Ángela. Esta noche no es tu noche de suerte». Tanya... «Delgada, francesa, mordedora». Edward se estremeció y tachó a Tanya de la agenda, preguntándose por qué había llegado a apuntarla allí. Si no recordaba mal, la semana después de estar con ella parecía que le hubiese mordido un guepardo.
Suspiró y empezó a buscar en la agenda de forma aleatoria. A punto estaba de dejarlo correr cuando abrió una página en concreto. Edward miró el nombre y el número que había allí escritos y una amplia sonrisa se dibujó lentamente en su cara. Claro. Era a ella a quien tenía que llamar. Sabía que seguramente no estaría en casa, pero ¿qué demonios? ¿Qué era la vida si no corrías algún riesgo? Y si estaba en casa y le decía que sí, se lo pasarían estupendamente.
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