Capítulo 39
(HE VUELTO chicas espero les guste el capitulo nuevo es uno de mis favoritos por el caracter que demuestra edward! despues de tanto he terminado el semestre y al fin ando de vacaciones y no espere mas para regalarles este capitulo un beso de VENEZUELA greis POR FAVOR NO OLVIDEN votar por la historia Y a las que lo hayan hecho ya DE NUEVO MUCHAS GRACIAS)
A Edward no le importaba que algunos de sus chicos hubieran estado de fiesta por la ciudad la noche anterior, o que otros estuvieran esperando con ganas poder desperezarse en la intimidad familiar y desayunar rosquillas y café leyendo el Sunday Times. La elección del día y la hora había sido deliberada, otro de sus mecanismos para poner a prueba la fidelidad del equipo. Y cuando Edward decía a las ocho, no quería decir en torno a las ocho. Quería decir a las ocho en punto.
Había llamado a Jasper la noche anterior y le había contado los detalles de su discusión con Bella y Victoria. Jasper lo apoyaba al cien por cien. De hecho, siendo como era un canadiense del oeste más tradicional cuyo sentido de la moralidad estaba rígidamente definido, parecía incluso más encendido con James que él. Si Jasper apretaba los dientes de verdad y le recitaba a James su repertorio completo de obscenidades, aquel cabrón ruso con cara de niño se merecería todo lo que le cayera encima.
Llegó al vestuario a las siete y media de la mañana, la adrenalina a tope, y Jasper apareció unos minutos después. Se sentaron en silencio en el banco de madera situado enfrente de las taquillas y observaron cómo iban entrando por la puerta el resto de los miembros del equipo. Algunos estaban medio dormidos y amargados, otros estaban del todo despiertos y felices. Pero todos llegaban con una sensación de expectación que llenaba el vestuario de electricidad. Después de que James hiciera su aparición, ocultando su habitual expresión engreída detrás de unas gafas de sol con cristales de espejo, Edward le pidió educadamente que se las quitara explicándole que le gustaba ver las caras de los jugadores cuando se dirigía a ellos. James obedeció a regañadientes, aunque su expresión desafiante desapareció rápidamente al percibir las miradas inflexibles de Edward y Jasper siguiéndole en el recorrido hasta su taquilla.
A las ocho en punto, Edward se puso en pie e inspeccionó el vestuario. Satisfecho de que todos estuvieran presentes, cerró la puerta con llave. La tensión aumentó por momentos. Al fin y al cabo, era domingo y no había ni entrenadores ni asistentes. La acción de cerrar la puerta con llave era una señal inequívoca de que lo que allí se fuera a tratar iba en serio. Con todas las miradas fijas en él, Edward regresó al lugar que había estado ocupando delante de su taquilla y se quedó allí de pie.
Poco a poco, uno a uno, estableció contacto visual con todos los jugadores. Algunos apartaron la vista, incapaces de soportar aquella mirada de escrutinio. Otros le respondieron con una débil sonrisa, sin saber qué hacer. Detectó miedo en los ojos de algunos de sus jugadores, inseguridad, amor y respeto en los ojos de otros. Cuando llegó a James, prolongó su mirada y la hizo más dura, manteniendo una expresión fría y evaluadora. Al principio, James intentó sostenerle la mirada, pero no pudo. Claramente incómodo, bajó la vista hacia el suelo. Edward siguió mirándolo. Notaba que todos estaban aguantando la respiración.
—Los he convocado hoy aquí porque quiero hablaros sobre la consecución de la Stanley Cup—Corrió por el recalentado vestuario un murmullo de alivio—¿Saben lo que veo cuando hecho un vistazo a este vestuario?—Miró una vez más a los ojos de todos los jugadores—Veo dos tipos de jugadores: los que ya han ganado la Copa y los que no lo han hecho—Su mirada de láser se quedó clavada en James—James, con su reciente llegada a los Blades, cae dentro de esta última categoría. No sabe lo que es ganar la Stanley Cup. Porque de saberlo, nunca se habría comportado de un modo tan estúpido.
James abrió la boca dispuesto a protestar, pero Edward le silenció con una mirada.
—Quiero explicar algo para aquellos que nunca han ganado la Stanley Cup. Obtener la Copa es como ir a la guerra. Es un asunto de sangre y agallas. Cuando oigo a algún imbécil quejándose de lo duro que es ahora, cuando no estamos más que en el momento más complicado de la temporada regular, no sé si reír por su ingenuidad o llorar por su falta de huevos. ¿Creen que es duro ahora? ¿Ahora, antes de llegar a las eliminatorias? Anda vayan a que los jodan.
— ¿Se acuerdan del Chicago?—preguntó Jasper en voz baja, pasándole a Edward una botella de agua.
—Chicago— Edward bebió un trago de agua, prolongando el tiempo para crear expectación. Los quería crispados, ansiosos. Los quería sometidos por completo—Cuando jugamos para la Copa St. Louis hará un centenar de años—ahí hubo algunas risas—tuvimos que enfrentarnos al Chicago en la final. Eso fue en el 92. El Chicago era un equipo veterano. Habían obtenido la Copa dos veces. Y era la primera vez que nosotros llegábamos a la final. Llegamos al séptimo juego y los de Chicago ganaron, tres a dos, en la prórroga. Finalizado el partido, fuimos a su vestuario para felicitarlos, esperando encontrarnos con el champán corriendo de mano en mano y el equipo disfrutando de una gran juerga. ¿Saben lo que nos encontramos?
Hizo una pausa, esperando, esperando, obligándoles a dar vueltas en su cabeza, manteniendo su atención en la palma de la mano.
—Encontramos chicos tirados en el suelo, llorando, por el dolor físico que sentían. Chicos sentados en las duchas, demasiado débiles para mantenerse en pie después de la guerra en la que habían combatido. Ahí fue cuando comprendimos por qué los Chicago habían ganado tres veces. Porque deseaban la Copa más que nosotros, porque habían dado más de lo que nosotros dimos. Estaban dispuestos a poner la Copa por encima de todo...por encima de la fama, de la gloria, por encima de todo.
Repasó de nuevo el vestuario entero con la mirada.
—Para ganar, tenemos que ser como el Chicago. Tenemos que ser un equipo en todo el sentido de la palabra. Eso significa que yo te cubro la espalda y tú me cubres la mía. Significa que si corro hacia el rincón para sacar de allí el disco y me encuentro que me machacan a palos contra los laterales, quiero estar condenadamente seguro de que el Blade al que lance el disco también aguantará los golpes, que no estoy allí para poner en riesgo mi carrera profesional y mi salud.
—Se trata básicamente del apoyo. Se trata de que todos y cada uno de nosotros esté total y completamente comprometido con el mismo objetivo, y con los demás. Significa que ninguno de ustedes hará nada, ni dentro ni fuera de la pista de hielo, que pueda joder a un compañero de equipo.
Dio un nuevo trago a la botella de agua, empezaba a sentir la boca seca de tanto hablar. Entonces se volvió hacia James.
—Levántate.
James se quedó desconcertado.
— ¿Qué?
—Que te levantes—repitió Edward—Ahora mismo.
Abochornado, se puso lentamente en pie y miró con ansiedad las caras de sus compañeros de equipo, todos ellos inmóviles como árboles al caer la noche. Finalmente, alzó la vista para mirar a Edward.
—Has defraudado a todo el equipo. Todos los aquí presentes hemos dado la cara por ti y te hemos respaldado en lo de esta demanda, y tú nos has jodido y nos has engañado a todos—Se acercó a James y lo miró directamente a la cara—Tu historia es una patraña y ambos lo sabemos. Nos hemos metido hasta el cuello por ti y tú lo has permitido, porque eres un gilipollas egoísta e inmaduro. Has clavado una puñalada por la espalda a todos los que estamos aquí, no sólo haciendo lo que hiciste, sino escondiéndote detrás de nuestro respaldo cuando sabías que eras culpable de los cargos de los que te acusa Victoria.
Con la ira hirviéndole en las venas, se apartó de James para no pegarle un puñetazo. Echaba chispas, lo notaba, pero le daba igual.
— ¿Alguien más tiene alguna cosa que decirle a nuestro acosador sexual?—Esperó. Fue respondido por un impactado silencio— ¿Alguien?
—Yo.
Lentamente, y con toda la intención, Jasper Whitlock se levantó y se acercó al lugar que ocupaba Edward. Su rostro, habitualmente sereno, estaba sonrojándose y las venas del cuello abultándose, una señal inequívoca de que estaba cargado de rabia.
—No puedo ni creerme lo cabreado que estoy al ver que no has tenido para nada en cuenta a todos los que estamos aquí al plantearte las repercusiones de tus acciones. Pero lo que en verdad más me repugna es lo que le hiciste a esa mujer, y Dios sabe a cuántas antes que ella que habrán sentido demasiado miedo o demasiada vergüenza como para hacerlo público. ¿Cómo te atreves a tratar así a una mujer?—Temblando de rabia, Jasper volvió la cabeza y escupió en el suelo—Eres asqueroso, ¿lo sabías? ¿Y sabes lo que les pasa en este vestuario a los asquerosos?
Antes de que James pudiera protegerse, el puño izquierdo de Jasper conectó con su boca y lo mandó al suelo. El vestuario entero se estremeció del susto. ¡El apacible ayudante del capitán nunca alzaba la voz fuera de la pista, y mucho menos para tumbar a un novato! Nadie se movió.
Jasper le dio la espalda a James y regresó lentamente a su banco.
Jadeando, su cara colorada por lo mal que lo estaba pasando, James consiguió sentarse de nuevo en el banco y se llevó la mano derecha a la boca para detener la sangre. Edward cogió una toalla blanca limpia y se la lanzó.
—James, eres un gran jugador de hockey, y te necesitamos. Necesitamos que vayas a la guerra con nosotros para ganar. Pero ésta es la pega. Tienes que jugar según nuestras reglas. Y esto significa que todos los que estamos aquí tenemos que estar seguros de que nunca más volverás a jodernos así. Porque si lo haces, vas a ser tú quien quedará expuesto. Solamente se necesita que a un jugador del equipo se le escape que no vamos a respaldarte en la pista para que todos los defensas empiecen a ir directamente a buscarte las rodillas, y eso no es nada agradable.
—Y... ¿qué quieres que haga?—carraspeó James.
Edward se cruzó de brazos.
—Demostrarnos tu valía.
—Yo...yo ya he estado demostrándola—tartamudeó—Los de Milenio dicen...
— ¡A la mierda con los de Milenio!—vociferó Edward—Esto no tiene nada que ver con ellos. No son ellos los que se juegan el tipo cada noche en la pista. Esto tiene que ver con nosotros, con los que estamos en este vestuario, con los que vamos a ganar la Copa. O eres uno de los nuestros o no lo eres. Tú decides.
—Soy uno de los suyos—respondió James con una voz apenas audible.
Edward se llevó la mano al oído.
— ¿Qué?
— ¡Soy uno de los suyos !—gritó James, a punto de romper a llorar.
—Buen Hombre—La tensión del vestuario disminuyó un poco en el momento en que Edward le dio una palmadita en la espalda—Muy bien, esto es lo que vas a hacer: mañana vas a llamar a tus abogados y vas a decirles que quieres llegar a un acuerdo antes de ir a juicio. Y vas a pagar el importe que imponga la abogada de Victoria, sea el que sea—Volvió entonces su atención al resto del equipo—Y para todos Ustedes, esta reunión nunca ha tenido lugar. Esta historia ha terminado...lo repito, terminado. A partir de ahora, todos ustedes vivirán, comerán y respiraran hockey—Miró al hombre roto sentado a su lado—Y eso te incluye a ti, James. No es necesario que nos gustemos. Pero quiero que todos los jugadores de este vestuario crean que si se juega el tipo en el hielo por sus compañeros, sus compañeros harán lo mismo por él. ¿Lo he dejado claro?
James asintió.
— ¿Y el resto, lo tienen también claro?—preguntó Edward.
El resto del equipo asintió también, murmurando que sí.
—Perfecto. Nos vemos mañana en el entrenamiento.
|