Capitulo 19
(bueno chicas a qui les traigo el siguiente capitulo... espero les guste muchisimo... y gracias a las nuevas lectoras por sus visitas, comentarios y votos :)... y a las que siempre siguen la historia espero sigan comentando besos greii de Venezuela)
Pese a los escasos segundos transcurridos desde que ella y Edward habían acabado de hacer el amor, el silencio de la cocina cantaba en los oídos de Bella. Acostada a su lado, cogidos de la mano y recuperando el ritmo de la respiración, se le ocurrió pensar que lo que vería cualquiera que entrase en aquel momento sería a dos adultos sudorosos y jadeantes, tendidos en un suelo blanco de baldosas, contemplando un ventilador de techo—que necesitaba un buen repaso de limpieza—y con los pantalones bajados. La imagen la hizo reír, provocando una mirada de malestar en Edward, quien, pensó ella, probablemente estaría preguntándose si su destreza era el origen de su divertimento.
— ¿Qué?—preguntó él.
—Espero que no estén filmándonos los de la Cámara oculta, pues es una imagen que no me gustaría nada que fuese vista en millones de salas de estar.
Edward rió entre dientes y se subió los pantalones, indicándole a Bella que buscara los de su chándal y siguiera su ejemplo. Con las zonas erógenas cubiertas y a salvo, se colocó de costado de cara a ella, apoyó la cabeza en la mano y se sujetó sobre el codo. Le acarició delicadamente la mejilla con la mano que quedaba libre.
—Ha sido asombroso.
Bella suspiró.
—Lo sé—Se volvió para mirarlo— ¿Lo decías en serio eso que dijiste hace unos minutos? ¿Qué me deseabas? ¿O se trata de algo que dices a...?
Edward le puso el dedo en la boca antes de que pudiera terminar la frase.
—Lo decía en serio. ¿Por qué te piensas que te busqué en la gala de anoche? No quería que pensaras que salía en serio con tu hermana.
— ¿Por qué sabías qué yo estaba loca por ti y no querías hacerme daño, o por qué tú estabas loco por mí y creías que si yo pensaba que estabas saliendo con Rosalie perderías cualquier oportunidad que pudieras tener conmigo?
—Los hombres adultos no se vuelven locos por nadie, ¿entendido?
—Limítate a responder a mi pregunta, Cullen.
La mirada de Edward era sincera.
—Ambas cosas—Hizo una pausa—Pero...
«Ahora llega—pensó Bella—La parte en que da las gracias por el buen rato que ha pasado y sale corriendo por la puerta». Se armó de valor y giró completamente el cuerpo para quedarse frente a frente. Qué atractivo era. La tentación de tocarle la cara, de acariciarle los párpados y los labios para asegurarse de que era de carne y hueso y músculos, y no una aparición nacida del deseo que sentía por él desde hacía tiempo, era muy fuerte. Le costaba creer que hubiera estado besando aquella boca tan sensual y enérgica, le costaba creer que hubiera estado abrazada a aquel cuerpo duro como una piedra. Nerviosa, casi con indecisión, le acarició la cara y se sintió aliviada cuando él cerró los ojos un instante a modo de respuesta, claramente disfrutando de la sensación.
—No venía con el propósito expreso de seducirte, ¿lo sabes?—murmuró en voz baja.
—Lo sé—respondió Bella, retirándole de la frente un mechón de cabello mojado. En paralelo a la línea de nacimiento del pelo tenía una pequeña cicatriz blanca, una herida de guerra sufrida en el hielo, sin duda. La encontró infinitamente sexy.
—Pero ahora que ha sucedido—continuó Edward, abriendo los ojos para examinar los de ella—no me importaría que volviese a suceder.
—A mí tampoco.
—Sólo hay una pega.
Bella cogió aire y lo retuvo.
— ¿Qué es?
Parecía dudoso.
—En estos momentos no estoy buscando tener una relación seria.
—Tampoco yo.
— ¿De verdad?
— ¿Por qué te sorprende?
—No lo sé. Supongo que imaginaba...
—Pues no.
—Muy bien—Se puso a juguetear con el pelo de ella, liando y desliando un mechón en su dedo índice— ¿Así que estás de acuerdo en que sea una cosa informal?
—Bueno, depende. Defíneme lo de informal.
—Informal, como una cena informal y...
—Sexo.
—Eso es.
Bella se encogió de hombros.
—Me parece bien.
Edward parecía algo escéptico.
— ¿Sí?
— ¿Acaso me he perdido algo?
Él sacudió la cabeza, como para despejarla.
—No, es sólo que...me imagino que estoy un poco sorprendido. Normalmente, las mujeres como tú...las mujeres de verdad, ya sabes, con cerebro y guapas y todo lo que hay que tener, quieren alguna cosa más.
Bella se inclinó hacia delante y le pellizcó bromeando el labio inferior.
—A lo mejor es que no soy como las demás mujeres.
—Tienes razón—dijo él.
—Hay otra cosa que se me acaba de ocurrir.
— ¿Qué?—dijo Edward con cautela.
—Creo que deberíamos ser discretos con este asunto.
—Estoy de acuerdo—dijo Edward.
—Lo último que necesito es que la gente empiece a insinuar que me he prostituido para conseguir que hagas lo que quiere Milenio.
—No estoy haciendo lo que quiere Milenio—le recordó Edward.
Bella no le hizo caso.
—Y lo último que tú necesitas es que la gente piense que estás utilizándome sólo para librarte de hacer lo que Milenio quiere que hagas.
—Ya.
—De modo que—prosiguió Bella—tenemos que ir con mucho cuidado sobre cómo nos comportamos cuando nos veamos. No podemos permitirnos que esto se conozca.
—No sucederá—dijo Edward confiado, estrechándola entre sus brazos—Te estás pasando resaltando este punto, ¿sabes?
—Lo sé. Es lo que hago siempre—«Podría morirme aquí mismo—pensó—y no arrepentirme absolutamente de nada». Se acurrucó contra él, disfrutando del momento, como en un sueño.
— ¿Bella?
— ¿Mmm?
— ¿Piensas que sería posible coger un trozo de pastel cuando acabes de cubrirlo con el caramelo?
— ¿O sea que todo es por eso? ¡Me has seducido por un pedazo de pastel!—Entrecerró los ojos con malicia—O tal vez pensabas que con esto te librarías de tus obligaciones con Milenio.
Si la idea no se le había pasado aún a Edward por la cabeza, lo hizo en aquel momento.
— ¿Me libraría?—preguntó esperanzado.
—No. ¿Es así como funciona tu trabajo? ¿Te follas a la relacionista pública y deja de hacerte propuestas empresariales?
—No digas «follar». Suena muy basto y no te encaja.
Bella enarcó las cejas.
—Cuéntame más cosas de mí, capitán Cullen.
Él le besó la frente.
— ¿Qué te gustaría saber?
Antes de que Bella pudiera responderle, se escuchó el sonido de varias cerraduras abriéndose y de una puerta abierta, un sonido capaz de detener el corazón a cualquiera. Se quedaron helados, mirándose horrorizados. Temiendo lo que iba a ver pero incapaz de detenerse, Bella levantó la cabeza con cuidado y miró hacia la entrada protegiéndose con el cuerpo de Edward.
Allí estaba Victoria, los ojos se le saltaban de las órbitas. Durante una décima de segundo, las compañeras de piso se limitaron a mirarse. Entonces, bien porque se sintió incapaz de soportar la tensión o bien porque no sabía qué otra cosa podía hacer, Bella la saludó con la mano y una débil sonrisa. La respuesta de Victoria fue decir «OH, DIOS MÍO», levantar el pulgar como signo positivo, coger rápidamente la bolsa de gimnasia y salir volando del apartamento.
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