Capitulo 21
(aqui vuelvo con otro capitulo espero les guste... en especial a mi me indigna.... esa empresa dueña del equipo es frustrante... pero no digo mas veanlo)
Rabia. Incredulidad. Desprecio. Conmoción. Una resignación deprimente. Ésas fueron las emociones que Bella captó en los rostros de los componentes del equipo mientras les explicaba la nueva política de uniforme impuesta por Milenio. Evitó como pudo la mirada de Edward, pues sabía perfectamente bien que de entre todos los jugadores, él era el más indignado. Pero no maldijo, ni protestó, ni se negó a ello categóricamente. Se limitó a escuchar hasta que ella acabó su discurso, luego escupió asqueado en el suelo y se retiró, dejando con ello muy claro cuáles eran sus sentimientos al respecto.
Bella esperó a que prácticamente todos los miembros del equipo se hubieran marchado para hablar con él. Lo encontró en el salón destinado a los jugadores. Sintió alivio al ver que había sólo dos o tres jugadores más rondando por allí, compañeros de equipo que se habían duchado y cambiado y estaban ya a punto de irse. Edward estaba sentado en uno de los sofás, vestido con pantalones de algodón y camisa vaquera, hojeando las páginas de la sección de deportes del Daily News. En el suelo, a su lado, había un cartón de zumo de naranja. Bella tomó asiento con cautela. La presión generada por el peso de otro cuerpo en el sofá le hizo levantar la vista; cuando vio que era ella, cerró el periódico y la miró con una incredulidad descarada.
—Esto tiene que ser una broma. Dime que es un chiste.
—Edward...
—Ya era bastante malo tener que ir trajeados para los desplazamientos. Quienquiera que haya tenido esta idea, debería ser automáticamente eliminado.
Bella pestañeó.
—Esto es demasiado. ¿Qué vendrá a continuación? ¿Decirnos dónde tenemos que vivir, qué programas de televisión tenemos que ver? ¡Pero quién demonios se creen que son!
—Los propietarios del equipo—respondió en voz baja Bella—Tengan razón o no, los ven como sus empleados, así de simple.
— ¿Sí?—Edward empleó un tono de voz desafiante—Pues ya pueden empezar a multar a este empleado todo lo que les venga en gana. No pienso tolerar que me digan cómo tengo que vestirme y, antes de que me lo pidas, no, no intentaré convencer a ninguno de mis chicos de que acepte las órdenes sin rechistar. En este asunto, que cada uno decida por sí mismo.
A Bella le dio un vuelco el corazón.
—Estupendo.
—Vamos, Bella—Echó un veloz vistazo a la estancia para ver si alguno de sus compañeros podía escucharle. Desde que ella se había sentado, ambos habían adoptado una postura más rígida de la que sería normal, como si intentasen compensar con creces la familiaridad que existía entre ellos—Esto es una mierda, lo sabes. Es una exigencia completamente falta de lógica.
—Estoy de acuerdo—admitió Bella—Y así se lo he dicho a Jason. Jason también está de acuerdo, y así se lo dijo a la empresa. Pero a ellos les da lo mismo. Es lo que quieren. Todo es cuestión de imagen.
—Que se jodan ellos y su imagen—replicó Edward, con su característica tozudez. El último de los jugadores que quedaba se despidió y salió del salón. Edward le dijo adiós con la mano y siguió hablando—Este es el tema: no pondría ninguna objeción a hacerles el juego si tuviese la sensación de que respetan al equipo, o que el deporte les importa algo. Pero no es así. Para ellos, no somos más que una herramienta de marketing.
—Así funciona hoy en día el mundo del deporte profesional, Edward. Lo sabes.
Estiró el brazo para hacerse con el cartón de zumo, inclinó la cabeza hacia atrás y bebió con ganas.
—Pero no significa que tenga que gustarme. Tampoco significa que tenga que hacer lo que ellos digan—Sus ojos se desplazaron lentamente, pero con resolución, desde la cabeza hasta los pies de Bella, deteniéndose para deleitarse en sus pechos y sus caderas—Está usted muy guapa hoy, señorita Swan—murmuró.
Bella apretó los dientes.
—No.
— ¿No qué?—la incitó él, en voz baja.
—Ya lo sabes—Bella notó que se le subían los colores a la cara.
—No, no lo sé—insistió Edward, acercándose a ella un par de centímetros y presionando discretamente la rodilla contra la de ella, pierna contra pierna, su calor equiparándose al de ella.
Bella cerró los ojos.
— ¿Qué sucede?—murmuró Edward— ¿No te gusta vivir peligrosamente?
Bella abrió los ojos de golpe y se apartó de él.
—No, no me gusta—siseó—y tampoco debería gustarte a ti. Mejor que te controles.
— ¿Qué entiendes por esto?—Siguió con la mirada a dos compañeros de equipo que se iban en aquel momento y le saludaban con la mano—Nos vemos esta noche, chicos—Se volvió hacia Bella— ¿Qué me decías?
—Si sigues poniéndote difícil, los de Milenio se te echarán encima con cualquier cosa que encuentren. Funcionan así.
— ¿Lo sabes porque lo has visto, o simplemente lo supones?
—Lo supongo. Pero merece la pena pensárselo, ¿no crees?
—No. Olvidas lo siguiente: el año pasado conseguí la Copa para la ciudad y este año lo repetiremos. Los de Milenio no me harán nada.
—Excepto dejar seco al equipo a base de multas—observó Bella. Se sentía culpable por pensar en eso, pero la verdad era que cuanto más obstinado fuese Edward, más le complicaba el trabajo—Edward, por favor. Haz lo que quiere Milenio, ¿de acuerdo? Ponte traje y corbata.
Su mirada se tornó seductora.
— ¿Qué harás por mí si lo hago?
— ¿Qué quieres que haga?—le respondió Bella, flirteando también. En un minuto, su frecuencia cardiaca se había triplicado.
— ¿Qué tal acompañarme a casa el viernes por la noche después del partido?
—Es una posibilidad.
Le acarició levemente el muslo con la mano.
— ¿Hay alguna cosa que pueda hacer para convencerte?
—Hola, Edward.
Cuando oyó la voz de Jasper Whitlock a sus espaldas, Bella creyó que el corazón se le salía del pecho. Edward y ella se separaron de un salto, sintiéndose culpables, pese a que era imposible que desde donde se encontraba, Jasper hubiese visto la mano de Edward retirándose de la pierna de ella. De todas maneras, aquello no estaba bien, para nada. Sus nervios le impedían disfrutar de un flirteo delicioso como aquél, rozando los límites. Era divertido, sí, pero no merecía la pena, definitivamente no merecía la pena.
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