Capítulo 5
De regreso a la oficina de relaciones públicas de los Blades, en el recinto deportivo de los Metropolitan Gardens, conocidos en la ciudad como los «Met Gar», Bella fue recibida por la imagen del Toro agachado sobre una caja de pizza abierta sobre su mesa. En uno de los sofás de cuero, delante de él, estaba sentado Mike. Subdirector de relaciones públicas como ella, Mike era responsable de recopilar las estadísticas, los resultados de los partidos y cualquier otra información que los periodistas deportivos y los comentaristas televisivos necesitaban a diario, pero no era una persona de su agrado. Le parecía pelota y falso, sobre todo cuando trataba con Jason. Estaba dispuesta a retrasar la opinión que pudiera hacerse de él hasta conocerlo mejor, pero tenía la sensación clara y espeluznante de que la versión que él tuviera de conocerse sería radicalmente opuesta a la de ella.
— ¿Qué tal ha ido?—preguntó Jason esperanzado, tendiéndole un pedazo de pizza. Bella rechazó la pizza y Jason se encogió de hombros, mordisqueando la punta del pedazo antes de guardarla de nuevo en la caja—¿Has coincidido con Cullen?
—Sí—Bella se instaló en el brazo del sofá situado enfrente del de Mike—No lo hará.
—Sigue trabajándotelo—le ordenó Jason—Conviértete en una mosca cojonera—murmuró a modo de reflexión.
—He conseguido a Jasper y James—le informó Bella.
—Eso es un buen principio. Jasper es un buen tipo, lo hará prácticamente todo. James necesitará que lo lleves de la mano. Aún no domina muy bien el inglés.
—De eso ya me he dado cuenta—dijo con ironía Bella—¿A quién más piensas que debería irle detrás?
—Hhhmm—Jason inclinó tan hacia atrás su silla giratoria que Bella pensó que iba a volcarse y atravesar la batería de ventanas con cristales tintados que tenía detrás—Prueba con Paul Meraz o Jared Pelletier. Los dos están solteros y son guapetones. Consigue meterlos en algún bolo benéfico, búscales algo de espacio en alguna revista femenina, eso ayudará.
Bella asintió. No estaba del todo segura de quiénes eran, al menos no a primera vista. Pero ya se enteraría.
—A lo mejor estarían dispuestos a formar parte de una subasta de solteros—sugirió, pensando en voz alta.
—Eso es, chica—Jason se empujó hacia delante y las patas delanteras de la silla chocaron contra la alfombra gris—Eso sería perfecto para ellos. Ya sabes cómo funcionan estas cosas: en cuanto conozca a los chicos, sabrás enseguida quién está dispuesto a hacer qué, y tu trabajo estará chupado.
—Ah, sí—Bella bufó en plan de sorna—Edward Cullen es una pesadilla.
—Pero si alguien puede ponerle en vereda—canturreó Jason—ésa eres tú, muñequita. Confío plenamente en tus habilidades.
«Me alegro de que alguien de nosotros confíe en ellas», pensó Bella. El Toro seguía charlando:
—Mañana hablaremos sobre a quién podrías acorralar para hacer qué. Mientras, tal vez deberías...—Se interrumpió, riendo entre dientes—Virgen santa... ¿te das cuenta de que estoy diciéndote lo que tienes que hacer? Si tú lo sabes de sobras, por eso te contraté—Se levantó haciendo un gran esfuerzo y remetió la camisa en el pantalón—Y ahora, si me disculpáis, tengo que irme corriendo. Uno de los grandes jefes de arriba quiere verme, sólo Dios sabe por qué.
—Seguramente quieren que les ayudes a clavar agujas en un muñeco de vudú con la figura de Cullen—apuntó Bella.
—Seguramente—Jason no pudo resistirse a dar otro mordisco enorme a la porción de pizza que le había ofrecido a Bella.
—Una cosa más antes de que te marches—dijo ella.
—¿Sí?
—¿Hay alguna esposa que suela ir a los entrenamientos?
—A veces—respondió Jason—La esposa de Jasper Whitlock, Alice, acude con bastante regularidad. ¿Por qué?
—Porque quiero sondearlas, ver si alguna de ellas estaría dispuesta a hacer un reportaje del tipo «En casa con...» para alguna revista, o para el canal de las estrellas, o alguna cosa así—respondió—Tenemos que explotar los jugadores casados, enseñar que en el equipo también hay hombres de familia.
Jason miró a Mike con una sonrisa radiante.
— ¿Qué te dije? ¿Has visto todo lo que tenemos guardado en el departamento de cerebros?—Se volvió hacia Bella—Me parece estupendo. Y ahora tengo que irme corriendo. Mañana podemos ir para allá en coche juntos. Llega aquí a las nueve en punto—Enrolló el resto de la porción de pizza y se lo metió entero en la boca y se despidió con la mano mientras iba camino de los ascensores.
—Increíble—suspiró Mike, levantándose, su voz cuidadosamente cultivada mostrando un tono de desaprobación—Este hombre acabará cayendo muerto un día de éstos de pura glotonería.
—Al menos morirá feliz—apuntó Bella, intentando ignorar el hecho de que su compañero de trabajo estaba observando sus pechos como si fueran amigos a los que no veía desde hacía tiempo.
—¿Quieres ir a comer algo?—preguntó él, tan tranquilo, acercándose a ella.
Bella tuvo que forzar una sonrisa.
—Me encantaría, pero con esto de ser la nueva tengo que ponerme al corriente rápidamente. Tal vez en otra ocasión.
—Como desees—dijo Mike arrastrando regiamente las palabras, saliendo del despacho de Jason.
«¿Como desees?» pensó Bella, viéndole marchar. «¿Quién se cree éste que es? ¿Un actor de cine? Vaya tipo más pretencioso».
Había sido demasiado caritativa al no querer opinar antes de él. No se había equivocado con la primera impresión: Mike era espeluznante, sin lugar a dudas. En cuanto a Edward Cullen, se alegraba de que Jason fuera consciente de que necesitaría más de un intento para convencer al capitán «Poco Colaborador» de que hiciera un poco de publicidad. Pero conocía el reto al que se enfrentaba, y estaba decidida a superarlo. Recogió todos sus papeles y se dirigió a su despacho pensando en Edward y en cómo conseguir que empezase a jugar según las reglas de su juego.
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