EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117603
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 8: CAPÍTULO 7

Capítulo VII

 

La noche era calurosa y llena de buenas cosas. Me di la vuelta, me quedé de espaldas, y miré a Nancy. Estaba sentada contra la cabecera de la cama, con las rodillas dobladas contra su pecho. A la mortecina luz podía distinguir las partes de su cuerpo que estaban blancas porque el bikini las había tapado.

El pitillo de marihuana brilló y pude notar el aspecto sombrío de su cara.

— ¡No seas avariciosa! —le dije—. Compártelo conmigo.

Cogí el cigarrillo de sus dedos y le di una chupada; las cosas buenas me parecieron mejores aún.

Me lo volvió a coger. Yo mantuve el humo dentro de mí todo el rato que pude; luego lo eché lentamente y me estreché contra ella.

—Esto es mejor para mí. Mejor que todas las drogas del mundo.

Me cogió por el pelo y levantó mi cara hacia ella. Durante mucho rato la estuvo contemplando. No sé lo que intentaba ver allí, pero cuando me soltó pude observar la misma expresión sombría de antes.

—Estás ausente, Nancy. ¿Qué te ocurre?

Por unos momentos permaneció quieta, luego se levantó.

—Nunca te he dicho que estaba casada, ¿verdad? —dijo de una manera vacilante.

—No —contesté, y me senté en la cama.

—Tenía que haberlo hecho.

— ¿Porqué?

—Todo habría sido diferente.

— ¿En qué sentido?

—Quizás esto no habría sucedido.

Pensé en lo que me acababa de decir, pero no la comprendía. Las cosas buenas estaban todavía allí.

—Me alegro de que no me lo dijeras.

—Vuelve mañana.

— ¿Quién?

—Mi marido. Su barco llega a New London y yo voy a reunirme con él.

— ¡Oh! —dije—. ¿Y cuándo vuelves?

—No lo entiendes —repuso—. No voy a volver. Le han dado un puesto en tierra, y vamos a Pensacola.

Yo estaba silencioso. Ella interpretó mal mi silencio.

—No quería decírtelo así. No quería herirte, iba a marcharme sin ninguna explicación, pero tampoco podía hacerlo. Lo siento, Edward.

Le cogí el cigarrillo, y di unas chupadas. Estaba casi consumido y podía notar su calor que me quemaba los labios. Lo tomó de mi boca, y lo apagó sobre un cenicero; luego puso mi cabeza en su pecho.

—Lo siento, Edward —dijo nuevamente mientras me estrechaba con fuerza.

—No lo sientas —repuse—. Todo es estupendo.

—Estupendo, ¿verdad? —dijo con una rara entonación a la vez que me empujaba fuera de la cama, pero yo logré situarme sobre ella.

Sentí como su calor me envolvía como si se tratara de un viento salvaje. Ella empezó a resistir furiosamente, lanzando sonidos como un animal. De pronto pareció quedarse sosegada.

—Donald... —gritó. Se quedó helada.

—No me importa cómo me llames —le dije fieramente—. Lo único que quiero es que no dejes de hacerme el amor.

—Tú, ¡hijo de...! —Exclamó atrayéndome de nuevo hacia ella—. Eso es lo único que quieres...

Esta vez gocé lo mismo que ella; sentí todo el placer hasta la médula de los huesos.

— ¡Edward! ¡Edward!...

Me clavó las uñas en la espalda.

Cogí sus manos y las mantuve hacia abajo, mientras los dos permanecíamos tendidos y respirando trabajosamente.

—Esta vez has dicho bien el nombre.

Me miró con fiereza. Un momento después nos estábamos riendo a carcajadas.

Cuando llegué a la parte principal del edificio, pude ver que todavía había luz en el despacho de tía Esme. Miré mi reloj de pulsera. Era más de medianoche. Empecé a subir silenciosamente las escaleras.

— ¡Edward!

— ¿Qué, tía?

Me volví hacia ella.

Me observó con atención.

— ¿Estás bien?

—Sí, tía Esme.

Por unos momentos pareció dudar, luego volvió a su cuarto.

—Buenas noches, Edward.

—Buenas noches, tía Esme —dije, y subí al mío.

Pocos minutos después, llamaron suavemente a la puerta.

— ¿Quién? —pregunté.

—Soy tu tía. ¿Puedo entrar?

—Está abierto. Entra.

—No sé cómo empezar a hablarte —su voz se cortó al observarme.

Yo también me miré para ver qué era lo que le había causado tanta extrañeza, y pude ver los rojos arañazos que llenaban mi pecho y hombro. Cogí la camisa de la silla y me la puse.

— ¿Te ha hecho eso? —me preguntó colérica.

—Antes de contestarte, tía Esme, dime, ¿con quién estás enfadada?

Me miró por unos momentos y luego se sonrió.

—Creo que conmigo misma. Sigo viéndote como si todavía fueras un niño pequeño. No puedo hacerme a la idea de que ya eres mayor —dijo mientras se sentaba en mi cama—. Espero no haber cometido un disparate al traerte aquí.

—Ya había tenido tratos con muchachas antes de venir aquí, tía Esme.

—Existen muchas clases de trato —dijo—. No todas las chicas son como Nancy.

No contesté.

—Tenía ganas de charlar contigo, —dijo trabajosamente—, pero no sabía cómo empezar.

Me senté en una silla, frente a ella.

—Di, tía Esme.

—Hay muchas cosas que debes tener en cuenta —siguió diciéndome, sin mirarme a los ojos—. Las chicas pueden tener niños; se pueden coger enfermedades que...

Dejó de hablar al notar que se me escapaba la risa.

—Bueno, ¿para qué te estoy contando todo eso? —dijo confusa—. Ya debes de saberlo todo a la perfección.

—Desde luego, tía —declaré solemnemente.

—Entonces, ¿por qué no me has cortado?

—No sabía cómo hacerlo —contesté, luego le sonreí—. Hasta el momento nadie me había hablado de esas cosas.

Me miró fijamente.

—Creo que debes tomar un trabajo para el verano. No es bueno que te pases todo el tiempo dando vueltas por ahí, sin hacer nada.

—Es una buena idea —dije—. La verdad es que me aburre estar todo el día por la playa.

—He hablado con el señor Lefferts. Me ha dicho que puedes serle de utilidad por las tardes, en su estación de radio. No te pagará mucho, pero tendrás algo qué hacer.

Así es cómo empezó todo. Antes de terminar el verano yo llevaba la programación y los anuncios para Lefferts, y cuando volví al colegio ya sabía lo que quería ser.

 

Capítulo 7: CAPÍTULO 6 Capítulo 9: CAPÍTULO 8

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444785 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios