EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117551
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

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Capítulo 15: CAPÍTULO 14

Capítulo XIV

 

Durante largo rato me estuvo contemplando en silencio. Luego, moviendo lentamente la cabeza, exclamó:

— ¿Así, sencillamente?

—Sencillamente, así —repuse.

— ¿Puedo preguntar por qué?

—Desde luego, pero no creo que lo entienda.

—Pruébeme.

—No me gusta que se abuse de mí. Yo vine aquí para trabajar. No para ser echado sobre un ring y ser azuzado contra la garganta de alguien, para que usted pueda seguir adelante.

Se quedó mudo.

—Lo de Jasper Hale no debió haber ocurrido —continué—. Podía haberlo despedido dignamente. No había ninguna razón para destruirlo.

Su voz ahora era suave.

— ¿Lo ve de esta manera?

Asentí con la cabeza.

—Jasper Hale debía ser destruido —continuó diciendo con el mismo tono de voz—. Pensé que usted más que cualquier otro se había dado cuenta de ello. Cuando usted empezó a trabajar aquí, me dijo que lo encontraba demasiado viejo.

—No dije que yo fuera partidario de la eutanasia.

Se crispó, duro y frío.

—Sólo hay un modo para combatir el cáncer: eliminarlo; si no lo haces, mueres. Así de simple. Jaspe Hale era un cáncer. Había estado trabajando en esta compañía durante diez años y estaba pasado. Usted lo sabía. Yo también. Pero la junta de directivos no; creían que era el mismo de antes, y más de uno de ellos estaba dispuesto a creerle cuando dijo que usted estaba despilfarrando el dinero de la compañía. Es cierto que podía haberlo dejado marchar, pero eso no hubiera convencido a los otros de que estaba equivocado. Sólo había una forma para dejar eso en claro; y sólo una persona podía hacerlo: usted.

— ¿Y si yo hubiera perdido? ¿Qué hubiera sucedido entonces?

—No podía perder. Lo tenía todo preparado cuando le dejé gastar todo ese dinero.

Apretó unos botones desde su mesa y apareció la imagen en todas las pantallas que se encontraban en el muro, frente a nosotros.

—Mire eso —dijo.

Me di la vuelta, él tocó los botones de nuevo, y fueron apareciendo diferentes canales como si fuera un caleidoscopio.

—Ahí lo tiene —añadió—. El mayor medio de influencia que el mundo ha conocido jamás, y estamos empezando. Dentro de cinco años, esto determinará quién será presidente de los Estados Unidos; dentro de diez años pondrá el mundo en nuestra sala de estar, dentro de quince años quizá nos lleve a la Luna... —apretó con furia los botones y las pantallas quedaron a oscuras—. Y esto es lo que quiere abandonar —siguió diciendo—. Todo porque «el juego» es demasiado duro; y usted, demasiado sensible y no quiere herir los sentimientos de los demás.

—El juego de las estadísticas que usted juega es cosa de niños. Cuando uno dirige una red, ayuda al público de todo el mundo a hacer y conformar sus vidas. Puede ser para bien o para mal. Pero ha de escoger él. Sólo él puede juzgar. Está solo en la cima. Y cuantos más espectadores tenga más efectivo es. Creía que usted sabía eso, pero quizás estaba equivocado.

Por unos momentos se mantuvo en silencio. Luego continuó:

—No ha sido mi intención hacer un discurso. Hace muchísimos años, en Frigia hubo algo llamado «El nudo gordiano» y se decía que el que consiguiera deshacerlo sería rey. Apareció Alejandro y lo cortó con la espada. Así de simple. Yo hice del piso cincuenta nuestro «Nudo Gordiano» y ha estado vacío durante cuatro años. Lo preparé para el hombre que fuera a sucederme. Y usted lo ocupó con sólo pedírmelo. Por sólo una razón: a nadie se le había ocurrido antes ni pedírmelo. Creí que usted podría ser un nuevo Alejandro; él también era muy joven.

Se fue de la mesa a la ventana sin mirarme.

—Aceptaré su dimisión —dijo de espaldas—. Pero antes, quiero que lea esa nota que le he entregado cuando ha entrado aquí.

Sin decir palabra tomé la hoja de sobre la mesa. Era el borrador para una noticia de prensa.

 

Carlisle Sinclair III ha anunciado hoy que toma el cargo de presidente del Consejo de Administración de la compañía de Radiodifusión Sinclair. También ha anunciado el nombramiento de Edward Cullen como presidente de la «Radiodifusión Sinclair» y su jefe ejecutivo. El señor Cullen, seguirá ostentando la presidencia de «Televisión Sinclair». El señor Sinclair declaró que...

 

No me molesté en leer el resto.

— ¡Podía habérmelo dicho!...

Se volvió a mirarme. Sus labios esbozaron una forzada sonrisa.

—No me ha dado muchas oportunidades.

— ¿Está dispuesto a hacer todo eso después de la forma en que me he expresado?

—Le he dado la copia, ¿no?

Miré de nuevo su contenido. «Presidente de la compañía de Radiodifusión Sinclair...» Era como encontrarse en la cima del mundo. Puse de nuevo la hoja sobre su mesa.

—No —dije—. Gracias, pero no.

Su voz reveló sorpresa:

— ¿Porqué?

—Soy demasiado joven para morir —dije, y me bajé a mi despacho.

 

 

Eran las ocho y aún no nos habíamos levantado para cenar. Estábamos en la cama. Pasé mi dedo por su espina dorsal y dejé la mano apoyada en sus nalgas. Las apreté; eran sólidas.

— ¿Eso ha sido todo? —me preguntó.

—Claro. Soy un burro, ¿no te habías dado cuenta?

—Eres un montón de cosas —dijo ella, y dio una chupada al cigarrillo.

Se lo quité de la boca y dándome la vuelta me puse de espaldas. Aspiré profundamente el cigarrillo de marihuana, y mantuve el humo en mis pulmones durante largo rato.

— ¿Queda algo de champaña en la botella? —pregunté.

—Lo voy a mirar.

Se incorporó y se inclinó hacia la cubeta. Llenó mi vaso, y me lo dio. Luego llenó el suyo.

— ¡Salud! —dijo.

Podía notar las burbujas en mi garganta. Por ahora todo iba bien. Champaña y droga. Dom Perignon y Acapulco Gold. ¡Inmejorable!...

Dejé la copa y el cigarrillo sobre la mesita de noche, y busqué su cuerpo. Se abalanzó en mis brazos, como si hubiera nacido allí.

Besé su boca con fruición.

—Te quiero —me dijo.

En ese momento el teléfono empezó a sonar, yo pasé mis manos por su estómago.

—Está sonando el teléfono —me dijo.

— ¡Al diablo con el teléfono!

Pero ella ya lo había descolgado.

—Di que he salido a cenar —exclamé.

Una extraña expresión apareció en su cara.

—Es mi padre; está abajo. Quiere subir.

Tomé el teléfono de su mano:

— ¿Dígame?

—El señor Sinclair pregunta por usted —me dijo el portero—, ¿quiere que le haga subir?

Miré a Bella.

—Está bien.

Colgué y salté de la cama. Me dirigí al cuarto de baño, me lavé la boca, me pasé agua por la cara y me peiné. Me vestí y volví al dormitorio.

Ella se había puesto una bata sobre los hombros y estaba sentada sobre la cama. Me incliné y le di un beso.

—No te vayas —le dije—. Me deshago de él en seguida y vuelvo.

Desde luego, Sinclair tenía estilo y olfato. Y ambos le ayudaron.

—Espero no haberle interrumpido...

—Desde luego que no.

Le conduje hacia el bar y al llegar allí le pregunté si quería tomar algo.

—Whisky con agua. Sin hielo, por favor.

— ¿Escocés?

—Desde luego.

Preparé su bebida y me serví un brandy. Bebimos. Fue directamente al asunto.

— ¿Qué ha ido mal esta mañana? Creo que lo he dejado todo aclarado.

—Así es —dije—. Nada ha ido mal; sólo que me he dado cuenta de que era demasiado, y demasiado pronto. Sobre todo después de escucharlo a usted. Tengo mucho que aprender todavía.

—Lo hará en seguida —repuso—. Usted aprende rápido.

—Seguro. Pero por muy rápido que aprenda pasarán lo menos dos años hasta que pueda hacerme cargo de las cosas que usted quiere lanzarme.

— ¿Continúa queriendo abandonar? —preguntó.

—No —dije—, ahora no.

Me sonrió.

—Gracias. No me gustaría quedarme sin usted.

—Lo sé.

— ¿Entonces, qué hacemos?... Hale ha dejado un vacío muy grande en la compañía.

—Llenaré ese vacío —dije—. Con una condición.

— ¿Cuál?

—Usted continúa como presidente y jefe ejecutivo de Radiodifusión Sinclair; por el momento no quiero avanzar tanto, y si su oferta sigue en pie dentro de dos años, y si no ha cambiado de opinión, la tomaré.

Me miró.

—De acuerdo. Queda usted como vicepresidente ejecutivo de la compañía de radiodifusión, y presidente de la Televisión ¿no es así?

—Así es.

—Hecho —dijo, y me tendió la mano—. Ahora dígame. Estoy curioso.

— ¿Sobre qué?

— ¿Qué hubiera hecho, si no hubiéramos llegado a este arreglo?

—No me preocupaba —dije con naturalidad—. Realmente no me hace falta trabajar para vivir.

Bella había entrado en la habitación por detrás de él. Yo no pude resistir.

—He olvidado decirle que me casé la semana pasada con una chica muy rica, cuyo padre quiere meterme en los negocios de la familia.

Se me quedó mirando como si de repente me hubiera vuelto loco.

—Hola, papá —saludó Bella.

No sólo tenía estilo. Tenía gran estilo. En un instante se sobrepuso y le abrió los brazos. Bella se echó a ellos y él se volvió a mirarme con una gran sonrisa.

— ¡Felicidades, hijo!..., realmente eres un hombre muy afortunado...

—Lo sé, señor...

Su sonrisa se ensanchó:

—No tienes que ser tan ceremonioso ahora que eres de la familia. Llámame papá.

 

Capítulo 14: CAPÍTULO 13 Capítulo 16: CAPÍTULO 15

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
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