EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117559
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

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Capítulo 32: CAPÍTULO 14

Capítulo XIV

 

— ¡Brust flanken! —exclamó disgustado Jacob mirando la mesa. Luego sus ojos se clavaron en Denise—. Lo menos que puedes hacer cuando invito a alguien a cenar es poner bistec. Esto sólo sirve para la familia.

Denise sonrió.

—Edward pidió que se lo hiciera.

Jacob se volvió a mirarle.

— ¡Debes de estar loco! Produce acidez de estómago.

Edward sonrió burlonamente.

—Me gusta. Puedo comer un bistec en cualquier lugar de los Estados Unidos, pero un brust flanken como éste, sólo puedo encontrarlo aquí.

— ¿Ni siquiera puedes pronunciarlo bien y te gusta? Broost flankin, no bruhst flanking.

—Tú pronuncias mal otras palabras. Bueno, dejémonos de tonterías y comamos —dijo Edward sonriendo.

A pesar de todas sus quejas, Jacob comió el doble que cualquiera de los demás y cuando terminaron, se puso en pie y le dijo a Denise:

—No ha estado mal.

Edward sonrió burlonamente a Denise.

Ella le devolvió la sonrisa, y luego dijo:

— ¿Por qué no vais a hablar a la salita? —sugirió—. Yo ayudaré a Mamie a recoger la mesa.

Jacob preparó dos vasos y le dio uno a Edward.

— ¿Has leído las críticas? —preguntó orgullosamente.

Edward asintió.

—Son estupendas. Crowten dice que es la mejor película de los últimos diez años.

—Cuando este personaje lo dice tiene que ser cierto —corroboró Jacob—. Las colas rodean la manzana, desde que se abre el local hasta su cierre. Y lo mismo en Los Ángeles. Elogiosas críticas y llenos a rebosar.

— ¿Cuándo piensas poner la película en plena explotación? —preguntó Edward.

—No tengo prisa, estoy esperando la resolución de la Academia. Entretanto la película va creciendo. Nadie puede decir que yo no sé cómo obtener los mejores resultados de una película. Si logramos el premio de la Crítica de Nueva York y luego el de la Academia, necesitaré una pala mecánica para recoger el dinero. Edward levantó el vaso:

— ¡Buena suerte!

—También te la deseo a ti —correspondió Jacob.

Bebió y luego dijo:

—No está mal para ser mi primera película, y decían que no sabía lo que estaba haciendo.

— ¿Qué piensas hacer a continuación? —preguntó Edward.

—Por ahora sigo concentrado en esto. He lanzado una campaña de publicidad dirigida a la Academia. Pero tengo un contrato con Rose y Pierangeli para una continuación.

— ¿Nada más?

— ¿No te parece bastante?

—No, si es que todavía tienes intención de formar una gran compañía como antes decías. No puedes hacerlo sólo con películas extranjeras por muy buenas que sean.

— ¿Y cómo puedo conseguir películas nacionales? Las compañías importantes se llevan la crema y lo único que puedo conseguir es shlock.

—Puedes comenzar adquiriendo algunos guiones y haciéndolas.

—No estoy completamente loco —dijo Jacob—. Sé que no soy productor.

—Has hecho ésta, ya eres productor.

—Esto ha sido diferente. Rose era una estrella. Vino a mí con el guión, todo estaba a punto: lo único que he hecho es alzarme con el botín.

— ¿No es eso lo que la mayor parte de las grandes compañías hacen en estos momentos? —exclamó Edward.

—Pero tienen mucho dinero; yo no puedo competir con ellos.

—No tienes necesidad de hacerlo. Después de la película que has conseguido, la «Trans—World» se asociará contigo en cualquier cosa que se te ocurra. Necesitan películas.

— ¿De veras opinas así?

—Estoy seguro de ello —le dijo confiadamente—. ¿Por qué no los sondeas?

Durante unos momentos, Jacob se quedó pensativo.

—No; no iría bien. No poseo asuntos ni guiones y si alguno cayera en mis manos no sabría si era bueno. Muéstrame una película y en un momento te diré si va a tener éxito, pero guiones..., eso es otra cosa.

—No es tan difícil si te mantienes con los ojos abiertos —dijo Edward—. Por ejemplo, hay dos que puedo recomendarte ahora mismo.

Jacob se lo quedó mirando astutamente.

— ¿Dos?

Edward asintió.

—Uno es una comedia que va a ensayarse la semana que viene. Está escrita por un nuevo dramaturgo, y trata de un joven matrimonio de Greenwich. Por setenta y cinco mil dólares puedes obtener los derechos para la pantalla, así como una participación en la comedia. Se titula: El Arco de Washington.

—El título es bastante pobre —dijo Jacob.

—Puede, pero la comedia será un gran éxito.

—Me has dicho que había otra.

—Esta se basa en un libro. He leído el manuscrito. El autor está ansioso de dinero; por cincuenta mil puede ser tuya. Sale en enero, y será el número uno de los «Best—Sellers». Esta sí que tiene un buen título: se llama El Gallo de Acero.

—Es un estupendo título —exclamó Jacob—. Me gusta. ¿Qué te hace creer que será el número uno?

—Toda es sobre hacer el amor, sobre encamarse todo el tiempo, y yo no conozco a nadie a quien no le guste este tema. Además, es una historia endiablada.

—Me lo pensaré —dijo Jacob.

—Piénsalo. Yo te mandaré un ejemplar de cada asunto. El precio podría subir si demuestras interés.

—Si tengo intención de comprar, de una manera u otra se enterarán —dijo Jacob.

—No será así, si operas por medio de Emmett Savitt —dijo Edward—. Puede actuar por ti sin revelar tu nombre hasta que estés preparado. Su reputación basta para que confíen en que está interesado en la compra.

—De acuerdo —dijo Jacob—. En cuanto me lleguen los guiones los estudiaré.

En aquel momento, Denise penetró en la estancia.

— ¿Va todo bien? —preguntó.

—Estupendo —contestó Edward. Se levantó—. Ahora me tengo que marchar. Tomo el avión de la mañana para el Pacífico.

Jacob le miró, admirativamente.

—Coges ese avión como la gente toma el metro.

Edward se rió.

—Has tenido una buena ocurrencia: Metro en el cielo... —se volvió a Denise—. Gracias por el brust flanken, estaba delicioso.

Denise le sonrió y él le dio un beso en la mejilla.

—Todavía no lo dices bien —dijo Jacob dirigiéndose a la puerta con él; al llegar a ella se paró—. Mira, si consigo algún premio de la Academia, daremos un banquete. ¿Querrás compartirlo con nosotros?

—Generalmente no me comprometo con cinco meses por delante —dijo Edward—, pero en este caso haré una excepción. Tú consigue los premios. Yo asistiré.

 

 

La multitud se apretaba en el inmenso salón de fiestas del hotel Beverly Hilton. Cumpliendo la promesa hecha a Jacob, él se dirigió hacia la mesa, apartando a la gente que encontraba a su paso. A la primera persona que vio fue a Denise, que se hallaba sentada entre sus hijos, rebosante de satisfacción.

Parándose a su lado, se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

—Mis felicitaciones, Denise —le dijo—. Siento llegar tan tarde.

—Es estupendo, ¿verdad? —dijo gritando.

—Sí —contestó él.

Luego se quedó mirando a Renesmee.

— ¡Dios mío! —Exclamó—, cuánto has crecido..., ¿no eres demasiado mayor para que te bese?

—Hazlo en la mejilla —contestó ella, acercándole la cara como había hecho su madre.

La besó y se dirigió a Júnior.

—Una gran noche, ¿verdad, Jacob?

Le dio la mano.

El muchacho la estrechó, tímidamente.

—Sí, tío Edward.

De nuevo se dirigió a Denise.

—Quiero presentaros a... —Miró a la muchacha al darse cuenta de que había olvidado su nombre. El momento fue peor de lo que creyó. — «Chica de ojos verdes», te presento a la señora Black...

—Irene Murdoch —dijo la muchacha—, encantada de conocerla, señora Black. Enhorabuena.

— ¿Dónde está Jacob? —preguntó él.

—Está con los Barzini; les están haciendo fotos —contestó Denise—. Sentaos y bebed algo.

Acercó una silla para la muchacha, y él se sentó a su lado. Se la quedó contemplando de una manera perpleja. ¡Diablos!..., de nuevo había olvidado su nombre, tendría que seguir llamándola «Chica de ojos verdes»...

A continuación puso hielo en dos vasos y añadió algo de whisky; le dio uno a la muchacha.

—Por lo menos te acuerdas de lo que bebo...

El sonrió burlonamente.

—Tampoco tengo tan mala memoria, «Chica de ojos verdes» —afirmó Edward. Había sido pura casualidad; le había servido whisky porque era lo que él bebía.

De pronto una multitud se acercó a la mesa. Levantó la vista.

En medio del grupo se encontraba Jacob, con la corbata ladeada y las manos llenas de Oscars.

Al ver a Edward, lanzó un grito:

— ¡Has venido!... —y dejando los Oscars sobre la mesa, se acercó rápidamente y lo abrazó, besándole en ambas mejillas.

Edward le sonrió:

— ¡Mi enhorabuena!

—He conseguido cinco, ¿qué te parece? —Gritó de nuevo Jacob—. Hemos arramblado con todo: ¡Mejor película, mejor actriz, mejor director, mejor guión, mejor todo...!

Jacob se sentó pesadamente.

—Necesito beber algo —dijo, y tomando la botella de whisky, comenzó a beber a morro. El líquido le cayó por la camisa.

—Jacob —exclamó Denise—, la gente está mirando.

—Que miren —repuso él alegremente—. Para eso han venido.

Emmett Savitt compareció en aquel momento con su muchacha, y ambos se sentaron. Luego Emmett se inclinó sobre la mesa, hacia Edward, y le dijo:

—Esta es una gran noche.

Edward asintió.

Ernie Brachman, esbelto y distinguido con su traje de etiqueta, se paró ante la mesa.

— ¡Felicidades, Jacob!

— ¡Felicítate a ti mismo, Ernie, hijo de...! —Le gritó Jacob—. La cosa más inteligente que has hecho en tu vida fue dejarme en paz.

Ernie sonrió de nuevo, pero esta vez, sólo con los labios. Se inclinó hacia la mesa y se alejó.

—Jacob —dijo Denise con acento de reproche—, no debías haberle hablado de esa manera.

— ¡Que se fastidie! —Dijo Jacob—. Su... sólo mea hielo. La única razón por la que me dejó en paz fue porque consideró que de este modo iba a hacer negocio.

Se volvió hacia la mesa y empezó a colocar los Oscars frente a él, como soldaditos de juguete.

— ¡Mirad esto! —dijo contando—. ¡Cinco!

Sus ojos estaban algo vidriosos.

— ¿Sabéis lo que esto significa? Cada uno representa un millón de dólares en la taquilla. Cinco millones.

Miró alrededor de la mesa.

—Puede que ahora no me crean tan estúpido. O aprendan que ya no me pueden manejar a su gusto. Soy tan grande como cualquiera de ellos. Tengo la comedia número uno de Broadway, el número uno de los «Best—Sellers» y ahora mi película es la número uno del mundo. Ya no soy Jacob Black, el pequeño y gordo shmuck (inútil) exhibidor. Ahora soy Jacob Black, el número uno en el negocio del cine. Nadie me hace bailar. Y..., ¿saben lo que voy a hacer mañana?...

Toda la mesa quedó en silencio, cuando él paseó su mirada alrededor.

— ¿Sabéis lo que voy a hacer...? Mañana haré que la TV puje por mi película. Me pagarán un millón de dólares por el derecho de proyectarla dentro de cinco años.

Se quedó mirando a Edward con aire beligerante.

Edward no dijo nada.

Fue Emmett quien finalmente habló:

—Tenía entendido que habías hecho un trato con Edward.

—La amistad es una cosa; los negocios, otra —dijo Jacob sin dejar de mirar a Edward—. La película vale un millón de dólares. ¿No es verdad, Edward?

Todos se volvieron a mirar a Edward.

Sus ojos grises seguían tranquilos y miraban a Jacob. Lentamente asintió.

—Creo que tienes razón, Jacob.

— ¿Vas a pagarme un millón de dólares por ella?

—No —la voz de Edward era apacible—. Voy a pagarte exactamente lo que acordamos. Ni más, ni menos.

Durante un momento Jacob se le quedó mirando fijamente, luego sonrió.

—De acuerdo —aspiró profundamente y añadió—. No me gustaría sentarme en una mesa de póker contigo.

Se levantó.

—Llévame a casa, mamá —dijo dirigiéndose a Denise—. Estoy borracho.

Emmett se quedó mirando cómo se marchaban y luego se inclinó hacia Edward.

—No estaba yo equivocado sobre ese pequeño bastardo. Como alguien dijo una vez: inaguantable, derrotado; insufrible, triunfador.

 

 

Capítulo 31: CAPÍTULO 13 Capítulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
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