EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117604
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 59: CAPÍTULO 11

Capítulo XI

 

—Tengo que encontrar un apartamento —dijo ella.

— ¿Porqué?

—Ya sabes por qué. ¿Qué pasaría si mi madre o papá llamaran y les respondieran: «Residencia del  señor  Cullen, dígame»?

—Hay un fácil arreglo —dije—. Ponemos otra línea aparte, por la cual solamente contestarás tú.

— ¿Y la dirección?

—Nadie conoce este lugar.

Ella negó con la cabeza.

—No iría bien. Si vienen aquí lo primero que harán es ver mi apartamento, para asegurarse de que vivo en un lugar confortable.

—Está bien.

—No pongas esa cara —me dijo riéndose—. No me voy; lo único que busco es una coartada.

—Trata de encontrar algún sitio cerca.

—También necesitaré un coche.

—Eso ya lo he arreglado. Mañana te traerán un «Mustang» descapotable.

— ¿Blanco y con la tapicería roja?

Asentí.

Me echó los brazos al cuello como si fuera una chiquilla entusiasmada.

Esto sucedió el lunes. Cuando llegué del estudio, el martes, me la encontré dando vueltas arriba y abajo por la sala.

—Todavía no han traído el coche.

—Mañana iré a ver qué ha sucedido —le dije—. Ahora voy a cambiarme y nos iremos a comer algo.

— ¡No tengo hambre! —exclamó como enfurecida, y se subió al dormitorio. Oí como daba un portazo.

Me acerqué al bar y me preparé algo. Empecé a preguntarme si había hecho yo algo para ponerla así. Miré al cenicero de detrás del bar.

Estaba lleno de colillas, la mayor parte de marihuana. Empecé a comprenderlo todo. Se había aburrido durante todo el día sin tener nada que hacer y ahora volvía de su exaltación.

Bebí un poco y me senté. Al cabo de unos momentos oí sus pasos en la escalera y me volví. Se había puesto unos pantalones.

Se acercó y tomó un cigarrillo; le di fuego. Estaba muy pálida y bajo sus ojos pude advertir ojeras. En su frente había gotas de sudor.

— ¿Te encuentras bien?

—No —contestó brevemente y dio una pipada al cigarrillo.

— ¿Qué te sucede?

—No lo entenderías —dijo contrariada.

—Creo que sí. ¿Cosas de mujeres?

Por breves instantes me pareció notar un cierto alivio en sus ojos.

—Algo por el estilo —admitió.

No dije nada.

—Desde que empecé a tomar las píldoras a veces no me encuentro demasiado bien.

— ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Puedo hacer algo?

Negó con la cabeza.

—No. —Dio otra chupada al cigarrillo y luego me miró. — ¿Puedo coger el coche por unos minutos? Iré un momento a la tienda. A lo mejor encuentro algo que me alivie.

—Ya te llevaré yo si quieres.

—No. No hace falta que te molestes —contestó—. Mientras tanto puedes ducharte y cambiarte de ropa. Estaré de vuelta en seguida.

—Está bien. Las llaves están en el coche.

Me dio un beso en la mejilla.

—Gracias.

Subió corriendo las escaleras, y momentos después oí el arranque del coche, que poco a poco se fue alejando.

Tomé mi bebida y me fui a duchar.

Había pasado una hora y me estaba tomando la tercera copa, cuando regresó. Oí sus pasos por la escalera, y luego como se cerraba la puerta del cuarto de baño. Me serví otra copa y esperé. Pasaron quince minutos más hasta que apareció.

— ¿Cómo te encuentras?

—Mejor —contestó.

—Tienes mejor aspecto —le dije. Era cierto, su color era casi normal y las ojeras casi habían desaparecido—. ¿Qué te han dado?

—No lo sé, pero me lo han hecho tomar allí mismo, y me han hecho esperar a ver el resultado. Por eso he tardado tanto.

—Me alegro de que haya ido bien. ¿Te gustaría beber algo?

—No —sonrió, cogiéndome del brazo—. Debes de estar muerto de hambre. Vámonos fuera a comer.

—De acuerdo —dije dejando mi copa—, pero creo que tendrás que conducir tú; estoy algo animadillo.

—Mi pobrecito nene —dijo sonriendo. Atrajo mi cara a la suya y me besó—. Siento mucho haberte hecho pasar ese mal rato.

 

 

Encontró un pequeño apartamento en la colina, justo debajo de la casa. Allí hizo poner teléfono y extendió una línea hasta nuestra casa. El sistema iba muy bien, ya que cada vez que sonaba el teléfono en el apartamento, también lo hacía en la casa.

Cuando yo me marchaba por las mañanas, solía estar despierta y hablando con su agente. La mayor parte del tiempo se lo pasaba en entrevistas, y en una ocasión cuando le pregunté qué tal le iban las cosas, me dijo:

—Es un asco, la mayoría de ellos sólo quieren que te tiendas.

En otra ocasión, cuando llegué a casa, me la encontré fumando marihuana en la penumbra de la sala.

— ¿No te parece que estás empezando demasiado temprano?

No contestó.

Fui hacia ella y la besé en lo alto de la cabeza.

—Puedes hablar conmigo. Soy tu amigo.

—Tengo que encontrar trabajo. Tengo que encontrarlo.

— ¿Por qué te deprimes? Hace sólo unas semanas que estás aquí y se tarda bastante tiempo hasta que se encuentra algo.

—Papá se está poniendo furioso y me ha dicho que si para dentro de un mes no he encontrado nada, tendré que volver a casa.

— ¿Has hablado con él?

—Unos momentos antes de llegar tú. El y mamá me han llamado.

—Continúa buscando y no te preocupes, algo encontrarás. Ahora están empezando a contratar para los programas de la próxima temporada.

— ¿Y qué? Pierdo muchas oportunidades que van a parar a la amiguita de alguien. Quizá toco a la puerta equivocada.

Le sonreí.

—No, tienes un amigo en la Sinclair.

Me miró con la esperanza reflejada en sus ojos.

— ¿Quieres decir que piensas ayudarme?

—Puede —dije mirándola con fingida malicia—. Pero ya sabes lo que eso significa. Tendrás que demostrar tu aprecio, quizás hasta tengas que sacrificar tu honor.

—Muy a gusto, muy a gusto —dijo riéndose—. Se puso en pie y se quitó el traje. — ¿Ahora?

—Es un momento tan bueno como cualquier otro —dije, atrayéndola hacia mí.

A la mañana siguiente supe que estaban buscando una chica para una de nuestras series de «western», y la hice ir. No era un papel importante, pero hizo una buena prueba, y obtuvo el puesto.

 

 

A final de mes tuve que ir a Nueva York para la reunión de directores. Además, el programa de rock ya estaba listo y quería ver cómo se las arreglaba Emmett para introducirlo en la programación. Ella me llevó al aeropuerto.

—Vuelve pronto —me dijo.

—Así lo haré —le prometí.

— ¡Ah! Y mantente apartado de las chicas de Nueva York. Soy una mujer muy celosa.

—Ya lo sé —contesté riéndome. La besé y luego me encaminé hacia la terminal cuando ella se marchó. Pero el aeropuerto estaba bloqueado por la niebla y a la una de la madrugada anunciaron que todos los vuelos estaban cancelados. Tomé un taxi y volví a casa.

Estaba dormida, toda acurrucada y las sábanas colgaban alrededor de sus pies.

En su posición la veía como a un niño indefenso. Podrían haber venido una docena de ladrones y no se hubiera dado ni cuenta. Suavemente recogí las sábanas y la tapé.

Me desvestí en medio de la oscuridad y me metí en el cuarto de baño, cerrando la puerta antes de abrir la luz, para no despertarla.

Fui a mi lavabo, y abrí el grifo. Como es normal el agua empezó saliendo fría, y esperé unos segundos; fue entonces cuando se me ocurrió mirar hacia su lavabo y se me olvidó por completo el asunto del agua caliente.

Ambos lavabos estaban construidos sobre una repisa de mármol, uno junto al otro, y generalmente en su lado se amontonaban una serie de maquillajes, productos para la cara, peines, horquillas, etcétera, pero aquella noche había algo más: una cucharilla, algunas cerillas quemadas, de esas de madera, y una aguja hipodérmica.

Al lado de la aguja, yacía un pequeño sobre; lo cogí y lo abrí. En su interior había pequeños paquetes. Abrí uno, y vi que estaba lleno de un fino y cristalino polvo blanco; coloqué una pequeña cantidad en mi mano y lo probé. El horrible gusto agridulce de la droga se pegó a mi lengua.

De pronto lo comprendí todo: su peculiar ataque de nervios el día en que no le trajeron el coche, la extraña y vidriosa mirada de aquella noche en Nueva York cuando la fui a buscar a la fiesta, la curiosa manera que tenía a veces de arrastrar las palabras, como si su lengua estuviera demasiado gruesa para pronunciar... todo aquello no podía ser causado por la hierba.

A pesar de todo, no podía creerlo.

Tomé una toalla pequeña y la puse bajo el agua caliente, hasta que estuvo completamente empapada.

Luego la escurrí y volví al dormitorio. Aparté las sábanas y encendí las luces.

Se despertó con un sobresalto.

— ¡Edward!...

La sujeté fuertemente por la muñeca, y con la toalla empecé a frotarle vigorosamente la parte interior del brazo.

Ella trató de desasirse.

— ¡Edward!, ¿te has vuelto loco?

Continué cogiéndola con fuerza sin decir palabra; poco a poco, la toalla se iba quedando manchada con el maquillaje, y fue entonces cuando fijé mi atención en su carne, blanca ahora. Allí estaban las señales de la aguja, alrededor de las azuladas venas.

Tiré la toalla con rabia al otro extremo de la habitación.

— ¡Condenada! ¡Maldita, estúpida perra...!

Mi Darling Girl era una adicta de primera clase

Capítulo 58: CAPÍTULO 10 Capítulo 60: CAPÍTULO 12

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444787 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios