EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117547
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen

Hollywood 1960—1965

 

LIBRO CUARTO

 

EDWARD CULLEN

 

Capítulo I

 

Desde algún punto de la oscuridad sonó el teléfono de manera disonante en mis oídos. A través del abismo de sueño, me incorporé para cogerlo.

— ¿Edward? —la voz arañó mis oídos.

—Sí... —contesté, muy lejos de reconocerlo.

—Soy Ángel.

Al momento volví a la realidad y me encontré despierto. Ángel Pérez era un ejecutivo de la programación de día. Primero había sido actor, luego giró hacia la producción. Era mejor tras la cámara que ante ella. Desde el año anterior estaba trabajando como ayudante extraoficial mío. Yo necesitaba tener en Nueva York a alguien que escuchara, pues ahora me pasaba la mitad del tiempo en la costa.

—Dime, Ángel, ¿de qué se trata?

—La cosa está que arde y creo que lo mejor será que vengas.

Saqué los pies fuera de la cama.

—Pero, ¿qué está sucediendo?

—El viejo tuvo ayer una reunión especial con la junta.

—Eso ya lo sé.

—Pues tendrías que haber asistido. He sabido que te la vas a cargar a causa de los programas especiales.

Sabía a lo que se refería. Como calidad eran de categoría, pero no como programa comercial. No habían alcanzado puestos altos e incluso los patrocinadores tampoco estaban contentos. Ya me lo habían hecho saber.

—Ya les dije que eso era de esperar —afirmé—. De todos modos teníamos que ponerlos. De cuando en cuando no hay más remedio.

—Los productos «Southern» han cancelado su contrato, pues afirman que los has dejado en ridículo.

—No soy responsable de sus propios sentimientos de responsabilidad —repuse.

—Te vas a convertir en un héroe muerto.

—Tiene que haber algo más que eso.

—Bueno, también está tu viejo amigo —contestó.

—Tengo muchos viejos amigos.

—No como éste: Jasper Hale. Compareció con otro antiguo compañero tuyo: Jacob Black. Ambos tienen una completa y nueva idea para revitalizar la red. Proclaman que te has salido de tu política de película y diversión, y que te has embarcado en una cruzada para reformar el mundo. Aseguran que tu adhesión a los Kennedy te ha arrancado la mente y el buen sentido.

—Estás muy bien informado, para encontrarte en el piso treinta y uno.

—Leo los memorándums.

— ¿Dónde los has obtenido?

—El viejo. Me ha hecho subir, y me ha nombrado comité de una sola persona para que estudie la situación y le informe. —Hizo una pausa. — Como sabe la relación que nos une, puede que ésta sea su manera de avisarte.

— ¿Te ha dicho algo más?

—No, ya sabes cómo es. Como el hielo.

Eso era muy típico de Sinclair.

— ¿Qué hora es?

—Aquí las diez; para ti las siete.

—Llegaré al atardecer; ven a mi apartamento a las ocho.

—Estupendo. —Pude notar un claro alivio en su voz. — Por cierto, he conocido a una chica que te quiero presentar; corta la respiración. Es actriz: Marianne Darling. Toda la ciudad está tras ella. Y quiere conocerte.

— ¿A mí?

—Sí —contestó—. En cuanto se enteró de que te conocía me estuvo dando la lata y me hizo prometer que te la presentaría la próxima vez que vinieras. Parece como si siguiera tu carrera por medio de los periódicos o algo por el estilo. Sabe más cosas de ti que tú mismo.

Empezaba a interesarme.

—Está bien, tráela contigo.

—También vendrá Faith —añadió—. Quizá nos divirtamos un poco.

Faith era la muchacha que salía con él.

—Estupendo. Hasta luego.

Colgué y de nuevo tomé el aparato; al momento se oyó la voz de la telefonista.

— ¿Diga, señor Cullen?

—Resérveme una plaza en el avión de las diez de la mañana para Nueva York.

Colgué de nuevo, y cuando empezaba a salir de la cama se me ocurrió otra idea. Llamé a Emmett Savitt a su casa y lo desperté.

—Me marcho a Nueva York esta mañana.

— ¿Es que algo va mal? —me preguntó al momento.

—Nada que no pueda solucionar.

— ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?

—No, pero sí quiero que me hagas otra cosa.

—Dime de qué se trata.

—De Jacob Black. Dime todo lo que sepas, lo que hace y cómo le van las cosas.

—No he sabido gran cosa de él desde que el año pasado se trasladó a Nueva York; lo que puedo asegurarte es que se encuentra metido en jaleos y que es tardo en pagar. No ha tenido suerte con su último lote de películas y casi ha perdido once millones.

—Eso ya lo sé; lo que en estos momentos me interesa es que me facilites datos acerca de lo que está haciendo ahora.

—Me enteraré.

—Puedes llamarme esta noche a mi departamento de Nueva York.

—Que tengas un buen vuelo.

Fui a ducharme, y estuve alternando de agua muy caliente, a helada y nuevamente caliente; y cuando salí estaba despejado por completo. De todas maneras me sentía cansado y torpe, por lo cual, antes de afeitarme, me tomé una pastilla; para cuando terminé de afeitarme, estaba en forma.

Hacía un tiempo tormentoso y mi limousine no había llegado, así que eran casi las seis y muy oscuro cuando tomé un taxi en el Aeropuerto Internacional Kennedy. Me quedé sorprendido al ver los montones de nieve que se apilaban a los lados de la carretera. Entonces me acordé: era la semana de Navidad de Nueva York.

En Los Ángeles no era una cosa real, al menos la nieve; estaba hecha con plástico blanco, e incluso el Papá Noel llevaba traje de verano. Me subí el cuello del abrigo.

— ¿De dónde viene? —me preguntó el conductor.

—De California —contesté.

—Shmuck —exclamó—. ¿Y le apetece este tiempo?

—Me gusta —dije, para cambiar.

—Yo me iría allí, pero mi vieja no quiere dejar a los niños, los nietos quiero decir. No veía la hora de que los nuestros se marcharan de casa, y ahora que tenemos a los nietos todo el día gritando a nuestro alrededor, ella se encuentra en la gloria. Nunca entenderé a las mujeres.

—Entonces ya somos dos.

Pegó un gruñido y se sumergió en la conducción. Durante el resto del viaje permaneció silencioso, con la vista fija en la carretera; hasta que le di la propina. Se quedó mirando el billete de cinco dólares e hizo una mueca.

— ¡Feliz Januka! (fiesta hebrea, con fecha movible cercana a Navidad)  —exclamó.

—Cómpreles a los nietos un regalo de Navidad —le dije.

Subí a mi apartamento y  encendí las luces. Todo estaba tal como lo había dejado tres meses atrás. Incluso en el mueble bar había algo de hielo.

Empecé a prepararme una bebida y en cuanto el teléfono empezó a sonar, descolgué.

A mis oídos llegó la voz de Sheila:

— ¡Bien venido a casa, jefe! Estoy aquí abajo en el vestíbulo con una serie de recados.

—Estupendo; sube.

Preparé otra bebida y justo en el momento en que la acabé se oyó el timbre de la puerta.

Permaneció en la entrada, sonriendo, y su abrigo negro estaba todavía salpicado de nieve.

—Hola, Edward.

Le di un beso en la mejilla.

—Uno de los motivos agradables para volver a casa, eres tú —le dije mientras le sacaba el abrigo—. Te he preparado un whisky; lo tienes en el bar.

Allí se acercó y después de probarlo exclamó:

— ¡Oh, caramba...!

No dije nada.

Terminó de beber y dejando el vaso se volvió hacia mí.

—Estoy contenta de que hayas vuelto; porque todo está yendo de un modo algo peculiar.

—Cuéntame.

—Hay una corriente subterránea que no puedo encontrar. No hay ganancias, y todos tienen una actitud cerrada, hermética, estas aquí para aliviar un poco esta tensión y Sinclair se sienta en su torre, y dispara memorándums a todos los pisos como aviones de papel, y asusta a todo el mundo.

Se paró para tomar aliento.

—Creo que me conviene beber algo más. Le preparé otro vaso.

— ¿Fuiste tú la que le dio a Ángel la idea de llamarme? Asintió.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó.

—Me lo imaginé. Ángel no es un ángel y además es ambicioso. Alguien tuvo que convencerle de que era mejor para él estar a mi favor que contra mí.

—No va bien que te pases todo el tiempo en la costa —añadió ella— pues el personal se mantiene en estado de agitación.

—Algún día voy a trasladar las oficinas ejecutivas allí, pues lo único que necesitamos en Nueva York es una oficina de ventas. El resto es tradición y porquería.

—Llámalo como quieras, Edward, pero el hecho es que todavía están aquí.

No dijo más, pero pude imaginarme fácilmente lo que estaba pensando.

Yo era el presidente de la compañía; aquí era donde pertenecía en verdad, y aquí debía permanecer, no tanto para hacer algo, sino para defender mi puesto. Eso si aún me interesaba.

Y esto era el meollo de todo el asunto.

Que ya no sabía si me interesaba o no.

 

Capítulo 48: CAPÍTULO 13 Capítulo 50: CAPÍTULO 2

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444300 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10761 usuarios