EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117541
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

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Capítulo 40: CAPÍTULO 5

Capítulo V

 

—Soy el número uno en los estudios —exclamó Jacob con fanfarronería—. Cuando mañana empiece a rodarse: Mira, Mamá, el Payaso Gordo está llorando será la séptima película que habré producido este año. No está mal, ¿verdad?, para ser mi segundo año de estancia en Hollywood.

Edward se lo quedó mirando desde el otro lado de la mesa. El entusiasmo de Jacob era contagioso.

—No, no está nada mal —contestó.

Jacob miró a su alrededor y luego, bajando la voz, añadió:

— ¿Sabes?, la primera vez que vine a este restaurante estaba completamente vacío; ahora resulta difícil encontrar sitio. Además, la mayoría trabaja en mis películas —bajó la voz todavía más—. ¿Sabes que se dice que Rory Craddock no continuaría aquí si no hubiera hecho el trato conmigo? Soy yo el que sostiene este asqueroso lugar.

Edward se echó a reír.

—Pero, ¿qué es lo que se tiene que hacer aquí para conseguir algo de beber?

Jacob cambió de cara.

— ¡Diablos! Esto lo tenía que haber pensado antes de salir de la oficina. Aquí solamente se puede conseguir vino o cerveza. Pero no quería retrasarme. Rose también comerá con nosotros en un momento de descanso.

— ¿Puedo tomar una cerveza?

Jacob hizo un signo a la camarera.

—Cerveza para el señor Cullen —le dijo, y luego se volvió hacia Edward—. Estoy contento de que me hayas llamado, pues tengo ganas de presentarte a Rose. Es una mujer estupenda, además de magnífica actriz.

Apareció la camarera, que puso la cerveza ante Edward.

— ¿Qué tal va la película?

—Fantástica —dijo Jacob—. El número de tomas diarias es increíble. En un principio, cuando nos enteramos de que Gary Cooper no podía hacerlo por un conflicto de fechas, creí que resultaría un desastre, pero luego entré en contacto con Jack Claw, que lo está haciendo de maravilla. Pero es Rose la que está consiguiendo que esta película sea diferente; le pone tanta clase, que no será otro «western» más.

—Me alegro —dijo Edward. Miró a Jacob a través de la mesa—. ¿Cómo están Denise y los chicos?

—Denise está perfectamente, lo mismo que los muchachos. Están encantados de vivir aquí. Es un lugar inmejorable para ellos.

—Me encantaría verlos —dijo Edward.

—Seguro. Podemos arreglarlo para un día de éstos. Puedes venir a cenar a casa y así podrás estar con ellos. También le diré a Denise que se acerque a Fairfax, para que pueda prepararte tu plato favorito, el brust flanken.

—Ya me avisarás, sólo de pensarlo ya se me hace la boca agua.

En aquel momento, un gran murmullo recorrió el establecimiento y a Edward no le hizo falta volverse para saber que Rose acababa de llegar. Se detuvo en la entrada y estuvo firmando autógrafos. Luego se dirigió hacia la mesa y ellos se pusieron en pie.

Jacob fue a su encuentro, y se apresuraron a hacerle sitio entre los dos. Jacob la besó en ambas mejillas.

—El maquillaje que llevo es horrible, pero tú eres muy amable —se volvió hacia Edward—. Encantada de verlo de nuevo, señor Cullen.

Él le dio la mano.

—El placer es mío, señora Barzini.

—Siendo americanos no pega que nos hablemos con tanta ceremonia, por favor, llámame Rose.

—Lo haré si me llamas Edward.

Ella observó su vaso.

— ¿Es cerveza?

El asintió.

—Tengo tanta sed..., ¿me permites? —nada más preguntárselo tomó el vaso y bebió con avidez. Lo dejó sobre la mesa a la par que lanzaba un suspiro—. Hemos estado trabajando toda la mañana en el escenario de atrás, y el sol pegaba fuerte.

Jacob llamó a la camarera.

—Dos cervezas más..., bueno, ¡al diablo! Tráiganos tres, ya estoy harto de tanto régimen...

La camarera asintió, y luego preguntó:

— ¿Quiere lo de siempre para comer?

—Sí —contestó Jacob. Luego miró a Edward—. La comida es bastante buena, y puedes pedir lo que quieras sin que te envenenen.

Rose no tomó casi nada, apartó la comida, y Jacob se dedicó a ir picando las patatas fritas del plato de ella. Edward, una vez hubo terminado su bistec, se reclinó en el asiento para tomarse el café.

— ¿Pasas mucho tiempo aquí, Edward? —le preguntó Rose.

—Bastante; casi la mitad del tiempo, y estoy empezando a preguntarme si no resultaría una buena idea trasladar mis oficinas aquí.

—Más tarde o más temprano tendrás que hacerlo —intervino Jacob—. Aquí es donde está toda la actividad.

Apareció la camarera.

—Señor Black, lo llaman por teléfono desde su despacho, ¿quiere que le traiga el teléfono a la mesa?

—No se preocupe. Ganaré tiempo si voy a la recepción.

Estuvieron observando cómo se alejaba por el pasillo y cómo hablaba rápidamente por el aparato.

—Trabaja demasiado —dijo Marilú—. Nunca descansa.

Stephen la miró sin decir palabra.

Ella le devolvió la mirada.

—¿Tú también trabajas tanto?

Se encogió de hombros.

—Sí y no.

—Esta es una respuesta muy europea.

—Trato de que no sea así, pero a veces no puedo evitarlo.

—Eres como todos los americanos. El trabajo es lo primero, y luego, si no estáis cansados y si tenéis tiempo, os ocupáis de otras cosas.

El sonrió, pero en sus ojos no podía apreciarse ninguna diversión.

—Que conste que no muerdo...

Ella le devolvió la sonrisa igualmente sin alegría.

—No te caigo nada bien —lo dijo de una manera que era más una afirmación que una pregunta.

—Yo no he dicho eso.

—Bueno, puede que mi inglés no sea lo suficientemente bueno como para expresarme con exactitud. Digamos que no me apruebas.

—No creo que eso tenga importancia. No es asunto mío.

—Eres muy americano, muy correcto —dijo ella—, eres muy amigo suyo y consideras que soy perjudicial para él.

— ¿Lo eres?

—Creo que sí, y en diversos aspectos; para su carrera y para su, ¿cómo decís?..., su «ego».

Edward no contestó nada.

—En la vida de todo hombre tiene que haber alguna vez una mujer como yo. Para él soy mejor que cualquier artista de pacotilla que se le acerque con el único propósito de conseguir algo. Yo le ofrezco tanto como él a mí. Se convierte en un hombre.

—Siempre ha sido un hombre —interrumpió Edward.

En aquel momento Jacob volvió a la mesa con la cara enrojecida por la ira.

— ¡Condenados idiotas! —exclamó sentándose. Miró a Rose—. Lo siento mucho, pero tendremos que aplazar nuestra cena de esta noche. El director y el guionista tienen alguna diferencia sobre el guión y esta noche tenemos que vernos para resolverlo. Por la mañana empezamos a filmar.

——Oh... yo ya lo había organizado todo. Pensaba prepararte yo misma algo de pasta.

Jacob continuaba mirándola y luego sus ojos se posaron en Edward.

—Se me acaba de ocurrir una cosa, ¿por qué no cenas esta noche con ella? Y en caso de que yo termine pronto, puedo reunirme con vosotros más tarde.

—A lo mejor Edward tiene otro compromiso... —en su voz había un toque de desafío.

—No, no tengo nada que hacer.

— ¡Estupendo! —Dijo Jacob—. No puedes saber lo que es una pasta verdaderamente buena mientras no comas la que hace ella.

—Ya estoy deseando probarla. ¿A qué hora y dónde?

—A las ocho, en el bungalow número 3 del Hotel Beverly Hills —contestó ella.

—Esto facilita mucho las cosas; me hospedo allí.

Rose se levantó.

—Ahora tengo que volver al escenario.

Estuvieron mirando cómo se alejaba y luego Jacob se volvió hacia Edward.

—Estoy tan contento de que no te hayas negado... ¿Sabes?, la pobre se pensaba que no la podías ver.

 

 

Salió de la fresca y oscura sala de estar con aire acondicionado y bajando los escalones se encontró en el calor del atardecer; por unos momentos parpadeó y luego empezó a caminar por la senda saturada por el aroma de las flores. El bungalow tres se encontraba después de las oficinas de administración. Subió la escalinata y llamó al timbre.

Al cabo de unos momentos se abrió la puerta y apareció una doncella morena, de media edad, que vestía un uniforme negro.

—Signore —dijo al tiempo que le hacía pasar.

En el interior hacía sólo un poco más de fresco que fuera. Miró a las ventanas y vio que estaban abiertas.

Cuando se dio la vuelta, se encontró con Rose.

—No se puede comer la pasta en una habitación con aire acondicionado; no queda demasiado bien.

—Claro —repuso él—. La enfría.

Ella se le quedó mirando sin comprender si quería ser sarcástico.

—Claro... —dijo dubitativa.

—Lo siento —añadió Edward con rapidez—. He querido ser chistoso.

Ella sonrió.

—Todavía no entiendo demasiado bien el humor americano.

—Lo comprenderás. Se necesita tiempo.

—Deja que te quite la chaqueta.

De pronto él se dio cuenta de que ella llevaba un sencillo traje casero de algodón que podía encontrarse en cualquier almacén de Broadway por menos de tres dólares, y que en su cara no había el menor vestigio de maquillaje.

Suspiró profundamente. Llevara lo que llevara, era una real hembra.

Ella le quitó la chaqueta y la puso en un armario.

—Las bebidas están en el bar, sírvete tú mismo. Si te apetece, puedes quitarte también la corbata. Ahora tengo que volver a la cocina.

Estuvo observándola mientras desaparecía del cuarto; no llevaba nada bajo su sencilla vestimenta, no había otra cosa que ella... Estaba seguro por la forma en que la ropa se pegaba a su cuerpo. Aflojándose la corbata se dirigió al bar.

Se encontraba preparando abundante y generosamente un whisky cuando su voz le llegó desde la cocina.

—No bebas demasiado; no quiero que luego tengas poco paladar.

—No te preocupes, «Chica italiana», acabo de servirme el primero.

 

Capítulo 39: Capítulo 4 Capítulo 41: CAPÍTULO 6

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
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